“La sonrisa etrusca”, de José Luis Sampedro

«¡Grande, la vida!» 

La sonrisa etrusca es una novela del escritor español José Luis Sampedro, publicada en 1985. En 2001, el diario español El Mundo la incluyó en su lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX.

Su protagonista es Bruno, un viejo campesino del sur de Italia, muy apegado a su tierra, que se traslada a Milán con su hijo, Renato, para vivir sus últimos días. Enfermo terminal de un cáncer de estómago, Bruno, obstinado en sus amores y sus odios, ha dejado el pueblo ente el temor de que él pueda morir antes que su enemigo, un terrateniente con el que está en guerra desde sus años mozos. Su idea es regresar a morir en el pueblo, tan pronto como muera su enemigo. Sin embargo, este propósito queda postergado cuando conoce a su nieto: lo importante será enseñarle, para guiarlo y protegerlo. La relación con su nieto, Brunettino, hace que el viejo acabe replanteándose los principios que hasta ahora habían regido su vida, y se produzca un profunda transformación en él, haciéndose más humano, más sensible, mejor persona.

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   «—¡No digas eso, Hortensia! Ellos se lo buscaron por codiciosos, robando lo que pudieron… ¡Compadecerles! ¡Ni que yo fuese otro!

   —¿Y si lo fueras? ¿No has cambiado un poco?

   —Yo soy yo. El Bruno —reaccionó el viejo.

   —Claro. Pero este Bruno de ahora puede ver las cosas de distinta manera.

El hombre calló, pensativo.

   —¿Y sabes quién te abre los ojos? —insistió ella.

   —Tú, seguro. Siempre las mujeres volviéndonos del revés a los hombres.

  —¡Ojalá! —respondió ella—. Me gustaría…, pero te cambia más Brunettino. ¡Cómo te enterneces tanto con él!.. Desde luego, yo te he dicho cosas, pero me crees gracias a tu angelote. ¡Si hasta por él me conociste!

   Su sonrisa extasiada confirmó a Hortensia que así lo admitía el hombre. «El niño es su verdad», pensó Hortensia. Y remachó:

   —Brunettino empezó. A mí ya me llegaste maduro, tierno.

   —¿Tierno yo? —bufó indignado el hombre.»

La sonrisa etrusca es la novela de José Luis Sampedro más leída y apreciada por sus lectores. Una novela magnífica, llena de ternura y escrita, como su propio autor ha declarado, con la máxima sencillez que pudo alcanzar. Absolutamente recomendable.

«José Luis Sampedro nos muestra en esta novela su profunda conocimiento del ser humano, su envidiable inclinación hacia la ternura y la serenidad. Nos devuelve lo que de verdad, quiero creer, importa: el amor, la entrega, la pasión, y la muerte, el dolor, el sufrimiento. Nos regala por medio de su vibrante fortaleza su comprensión de nuestra debilidad, de la soledad inmensa que nos espera al final del camino. Pero también comparte con nosotros la felicidad que sólo espíritus generosos como el suyo pueden irradiar por encima de las miserias cotidianas».

Ángeles Caso

SINOPSIS

Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus hijos en Milán para someterse a una revisión médica. Allí descubre su último afecto, una criatura en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le llaman sus camaradas partisanos. Y vive también su última pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de su vida concediéndole toda su plenitud.

Esta historia universal se hace en manos de José Luis Sampedro algo de lo más hermoso que nuestra literatura nos haya entregado sobre el eterno tema del amor. Con la verdad que ofrece un conocimiento profundo y verdadero del alma humana, La sonrisa etrusca es, como todas las novelas de Sampedro, un libro inolvidable.

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JOSÉ LUIS SAMPEDRO

ES0000021429José Luis Sampedro (1917-2013) nació en Barcelona. Pasó su infancia en Tánger y su adolescencia en Aranjuez, ciudades de gran influencia en su obra. Vivió, también, en Cihuela (Soria), Melilla, Santander, Madrid, Tenerife y Mijas. Fue catedrático de Estructura Económica, escritor, miembro de la Real Academia Española y Premio Nacional de las Letras, además de uno de los autores e intelectuales más queridos y respetados de este país por su actitud ética, su obra, su compromiso con la vida, con la sociedad en la que le tocó vivir y por su posición a favor de un mundo más igualitario. Estos valores se reflejan tanto en sus ensayos de economía, Conciencia del subdesarrollo, Las fuerzas económicas de nuestro tiempo o Economía humanista, como en sus novelas, de las que cabe destacar La sonrisa etrusca, La vieja sirena, Octubre, Octubre, Real Sitio, El amante lesbiano, La senda del drago y la novela de ideas Cuarteto para un solista escrito con Olga Lucas. También se demuestran en los ensayos divulgativos: El mercado y la globalización y Los mongoles en Bagdad, o en sus obras a dos voces: Escribir es vivir, con Olga Lucas, La ciencia y la vida, con Valentí Fuster, Sobre política, mercado y convivencia, con Carlos Taibo, así como en el prólogo a ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, en la fábula La Balada del Agua y en su obra póstuma Sala de espera.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA
     «En el pueblo los hombres no tenemos hijos. Tenemos recién nacidos, para presumir de ellos en el bautizo, sobre todo si son machos, pero luego desaparecen entre las mujeres… Aunque duerman en nuestra alcoba y lloren: eso es sólo para la madre… Luego sólo se notan como un estorbo si gatean por la casa, pero no cuentan hasta que no les vemos llevar el asno del ramal a darle agua o echar pienso en el corral a las gallinas: entonces es cuando empezamos a quererles si no se asustan del burro ni del gallo… Y las hijas, aún peor: no le nacen a uno hasta que empiezan a manchar cada mes y hay que andar con cien ojos para guardarles la honra… Así que tú eres el primer hijo, Brunettino, todos pendientes de ti, hasta tus padres olvidan sus prisas…» 
    […]
    «Yo no lo veré, niñito mío, ni tú lo sabrás, pero soy yo quien te está haciendo hombre. Te he salvado del medicucho y te salvaré de tu madre y de quien sea. Yo, tu abuelo, el partisano Bruno… ¿Sabes?, sólo le pido una cosa a la Madonna todos los días: que se muera pronto el Cantanotte y pueda yo llevarte allá a corretear por el patio de casa, persiguiendo a las gallinas. ¡Verás qué bonito es Roccasera; no como este sucio Milán! Luce un sol de verdad; no te lo puedes ni imaginar viendo éste. Y a lo lejos la montaña más hermosa del mundo, la Femminamorta. Parece que se quita y se pone vestidos como una mujer. A veces está azulada, otras violeta, o parda, o hasta rosa, o lleva un velo, según el tiempo… Tiene su genio, eso sí; a veces avisa de la tormenta, pero otras nos la echa encima por sorpresa… Es dura, pero buena; como hay que ser. Te enamorarás de ella, Brunettino, cuando subamos a verla…»
    […]
    «Por eso, ¡quiéreme! Tú aún no lo sabes, pero te queda poco tiempo de abuelo. Hasta la castañada todo lo más; ¡la Rusca me da unas dentelladas! Es otro “cortaombligos”. Sí, yo ya lo sé, que me quieres, pues entonces, ¡dímelo! ¡Dímelo antes de que sea tarde! Me tiendes los bracitos, de acuerdo, pero hay que decirlo. Claro que a veces se dice y es mentira… Dunka me lo notaba y repetía: “no, tú no me quieres, te gusto nada más…, ¡y te gustan todas!”. Yo le juraba que sí, porque jurar amor a una mujer no es faltar a la palabra, aunque sea mentira. Además, ¿cómo no quererla si estaba tan buena y era hembra de temple? Pero ella me miraba muy triste y se apagaban las chispitas verdes en sus ojos de miel como cuando en el lago Arvo una nube tapa el sol… ¡Pobre Dunka!, David loco por ella y ella viniéndose a mi cama, que él no la tuvo nunca… Pero ¿por qué la llamo pobre? Me quería a mí y me consiguió, ea. Aunque, ¿me tuvo de verdad? Ahora pienso que no le di bastante. Resulta que hay más; tiene razón Hortensia. Dunka lo notaba, se ponía muy triste. Al rato me estaba volviendo a mirar; ahora mismo veo aquellos ojos…»

 

 

 

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