“Extremeñas”, de José María Gabriel y Galán

    Extremeñas es un libro de poesía escrito por José María Gabriel y Galán, publicado por primera vez en 1902 con prólogo de poeta catalán Joan Maragall. La obra obtuvo un enorme éxito, agotándose rápidamente las dos primeras ediciones, y no dejando de reeditarse desde entonces.

   El libro está compuesto de un total de veinte poemas; algunos están escritos parcial o totalmente en castellano, pero en la mayoría, los personajes utilizan el habla de la tierra.

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    En un comentario de la época (El Adarve de Cáceres, 2 de febrero de 1903) se expresa que el libro, «pequeñito por la cantidad de versos que contiene, pero grande por las bellezas que encierra, es un pedazo de la vida de nuestra gente honrada del campo, es un precioso estuche en donde Gabriel y Galán, con su prodigiosa observación, ha ido guardando los sentires de nuestro pueblo».

...¡Qué güeno es el Cristu
de la ermita aquella!
Pa jacel más alegri mi vía,
ni dineros me dio ni jacienda,
polque ice la genti que sabi
que la dicha no está en la riqueza.
Ni me jizu marqués, ni menistro,
ni alcaldi siquiera,
pa podel dil a misa el primero
con la ensinia los días de fiesta
y sentalmi a la vera del cura
jaciendu fachenda.
¡Pa esas cosas que son de fanfarria
no da nada el Cristu de la ermita aquella!..

    Joan Maragall, en su prólogo a Extremeñas (1902), escribió lo siguiente: «Todo el libro es así, vivo; todo él escrito en ese lenguaje desarrapado, es decir, vivo: escrito en dialecto, como la Iliada y la Divina Comedia; porque no son las lenguas las que hacen las obras, sino las obras las que hacen las lenguas. Y la poesía grande, la viva, la única, gusta mucho de brotar en dialectos; y te diré por qué. Dialecto, según el clásico sentir, es la corrupción de una lengua; pero, si bien lo piensas, es la constante germinación de las lenguas en boca del pueblo, que es, como si dijéramos, la madre tierra de las palabras: todas salen de ella y todas vuelven a ella; allí nacen, allí mueren, allí se transforman, se modulan, se combinan y renacen, y se mueven, en fin, en toda la libertad de su naturaleza. El pueblo siempre habla en dialecto, es decir, en libertad, en perpetuo movimiento; y cuando una lengua quiere definirse en una fijeza de perfección y desecha la compenetración con sus dialectos, con el pueblo, aquella lengua muere momificada en su perfección. Pues bien, la poesía no es otra cosa que la palabra viva, la palabra palpitando todavía el misterioso ritmo de sus origen divino en la boca del pueblo, que es su madre tierra.»

Yo no sé qué tieni,
qué tieni esta tierra
de la Extremaúra,
que cuantis que llegan
estos emprencipios
de la primavera
se me poni la sangre encendía
que cuasis me quema...

    La presente edición fue publicada por la Diputación de Badajoz en el año 1991, con edición literaria de Gonzalo Hidalgo Bayal. Contiene un amplio glosario al final de la obra, indispensable para la correcta comprensión de la misma.

    «Aunque pocas, las poesías extremeñas de Gabriel y Galán ofrecen algunos temas esenciales no sólo de la región extremeña sino del hombre en general. Hay, ciertamente, un canto a la naturaleza, agreste o solidaria con el campesino y un canto al labriego, ya pleno de fe ya airado por las miserables condiciones de su trabajo.»

Enciclopedia Extremeña

Acceso a la edición digital del libro en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

SINOPSIS

De Extremeñas, resultado de una predisposición personal y de una opción familiar, cabe decir que, con el tiempo, los recursos lingüísticos se han impuesto a la materia poética. Si la materia poética radica en las diferentes voces líricas que desfilan por sus versos, personajes agrestes y elementales, con inquietudes primarias, generalmente en un pequeño cuadro escénico, con estructura de monólogo o de diálogo, a veces con la presencia de un narrador, en el que se muestra un retazo de la vida rural (las bondades del Cristo de la ermita, el hijo varón cuya reciedumbre viril difumina la ciudad, el viudo ante la profanación del embargo, la enfermedad del desahuciado, los ensueños del sibarita, una trama de pasión y celos, los amores perniciosos de un hijo, la fatigosa contabilidad de un matrimonio, los campesinos fascinados ante el espectáculo del firmamento), los recursos lingüísticos se centran en la elección de una forma dialectal para dar voz a esos mismos personajes. Gabriel y Galán no pretende elaborar documentos sociolingüísticos, sino componer poemas auténticos, y, en aquellos tiempos de romanticismo regionalista, una parte de esa autenticidad correspondía fundamentalmente a la lengua, pues, si hay oposición entre el bien y el mal, entre el campo y la ciudad, entre la naturaleza y la cultura, también la hay entre la lengua y el dialecto o, si se prefiere, entre el castellano de ciudad y el castellano rural. El dialecto, que surge de la necesidad y no está contaminado por los artificios de la retórica, se sitúa, pues, junto al bien, el campo, la naturaleza y la verdad. De ahí que eruditos y filósofos hayan subrayado la «barbarie lingüística», la «rusticidad» y el «lenguaje desarrapado» como raíz de todo sentimiento auténtico. «El poeta va a la vivacidad de los campos, a la boca del pueblo, a su dialecto, rural o ciudadano, porque la vivacidad de éste es la condición de la verdadera poesía, de la palabra palpitante de sentido», escribió Joan Maragall en su prólogo de 1902. Y ha sido sin duda esa voluntad lingüística, el empleo del habla local como recurso poético y, por consiguiente, la elevación a categoría literaria de una norma lingüística sentida por sus propios usuarios como imperfecta e inferior, la que ha prevalecido en el tiempo, manteniendo viva la poesía que contiene y alimentado el paraíso perdido con nostalgia.

Gonzalo Hidalgo Bayal

POEMA EL EMBARGO

El embargo, uno de los veinte poemas incluidos en Extremeñas, es uno de los poemas más significativos de la obra de Gabriel y Galán, y se cuenta entre los más conocidos y emotivos de la literatura regionalista de Extremadura.

El embargo es el desgarrado grito del pobre campesino que lucha por defender la cama donde murió su mujer frente a la profanación del embargo.

Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos ésos.
No le dé a usté ansia,
no le dé a usté mieo...
Si venís antiyel a afligila,
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!
Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero;
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Yo pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidiaito
si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una nochi muerto!...
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
Lleváisoslo todu,
todu, menus eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!…

El rapsoda extremeño Fernando González recita El embargo

JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

gabriel_y_galan(Frades de la Sierra, 1870 – Guijo de Granadilla, 1905) Poeta español que cantó en versos sencillos y espontáneos las virtudes tradicionales campesinas. Su obra, ajena a las novedades temáticas del modernismo de Rubén Darío (aunque no tanto a las formales), se centró en el ambiente rural y expresó un concepto cristiano y optimista de la vida en la naturaleza. La familia patriarcal, la existencia hogareña y la austeridad del agricultor castellano fueron la materia de sus versos, que bebió en las fuentes de la literatura pastoril latina y en el Siglo de Oro español, así como en algunos autores españoles románticos y contemporáneos.

Hijo de labradores, fue a su vez labrador tras de haber ejercido la profesión de maestro, que abandonó al contraer matrimonio. Su consagración como poeta arranca de 1901, cuando en los Juegos Florales celebrados en Salamanca fue galardonado con la flor natural por su composición El ama.

Grandes escritores de aquel tiempo, como Emilia Pardo Bazán, José María de Pereda, Miguel de Unamuno y Joan Maragall, en pleno auge del costumbrismo literario regionalista, contribuyeron a su rápido encumbramiento. Posteriormente, la crítica le ha regateado méritos, aunque sigue siendo uno de los poetas españoles más leídos. Cantó las tierras y las gentes de Salamanca y Extremadura, en una poesía realista, a veces monótona, pero que dio clara y musical expresión a sentimientos muy arraigados en la conciencia colectiva de su país. En ello reside uno de sus principales méritos, pues, como dice Gerald Brenan es «uno de los pocos escritores de esta nación de campesinos que siente verdaderamente la vida del campo».

Cabe advertir en su poesía influjos de la escuela poética salmantina, de Espronceda, de José Zorrilla, de Vicente Medina y del colombiano José Asunción Silva. Los «Aires murcianos» de Vicente Medina fueron los que, según Unamuno, le sugirieron a Gabriel y Galán sus composiciones en dialecto extremeño, entre las más famosas de las cuales figuran El embargo y El Cristu benditu.

Estilísticamente es notable su propensión a las adjetivaciones dobles («los de las pardas onduladas cuestas», «la castiza vieja raza de selváticos poetas»), característica del modernismo español que él extremó de modo peculiar en sus versos. De 1902 a 1906 aparecieron sus libros Castellanas (1902), Extremeñas (1902), Campesinas (1904), Nuevas castellanas (1905) y Religiosas (1906). De 1909 data la primera aparición de sus Obras completas, que han alcanzado más de cuarenta ediciones sucesivas, lo que significa que no ha decaído su amplia y sostenida popularidad.

Las Castellanas (1902) son las más representativas del autor, gran intérprete de la naturaleza austera. La vida mísera de los campesinos salmantinos es cantada por el poeta en versos que expresan una resignación cansada, carente en absoluto de rebeldía social. La presencia constante de la muerte alcanza momentos gélidos, que tan sólo airea la fe en Dios. En Nuevas castellanas (1905) se nota una mayor versatilidad y variedad temática, y desaparece un tanto el tema de la muerte. Las Religiosas (1906) expresan el sentimiento religioso desde la experiencia cotidiana y en las circunstancias de la vida íntima y social del poeta, así como la vivencia religiosa del pueblo, a menudo en tono costumbrista.

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