“Ésta es mi tierra”, de Luis Landero

Ésta es mi tierra (2002) es un librito de 134 páginas, bellamente ilustrado con fotografías de Genín Andrada y dibujos de OPS, que recoge el guion que escribió Luis Landero para la serie de Televisión Española Ésta es mi tierra, un espacio documental y literario que recoge el trabajo de escritores y los relaciona con los paisajes que han impregnado sus obras. En este capítulo el escritor extremeño recuerda su infancia en Alburquerque (Badajoz) y nos lleva a los lugares más significativos de su pueblo.

El libro comienza con un hermoso autorretrato. Posteriormente nos conduce por los espacios más representativos de su Alburquerque natal y por los recuerdos de su infancia en una familia de labradores, en una casa en la que sólo había un libro. Nos descubre los inicios de su vocación de escritor, favorecidos por la gran sabiduría para el relato oral que tenía su abuela Francisca, analfabeta, pero que dominaba como nadie el arte de contar. Y termina hablándonos de la inevitable marcha de su familia a la gran ciudad, dejando atrás el paraíso perdido de su tierra y de su infancia.

     «Si es verdad que existe en el hombre, y en cada uno de nosotros, la nostalgia de un Paraíso perdido, de una plenitud que nos fue arrebatada, para mí ese Paraíso sería la infancia y la naturaleza. Por esos, uno no se distancia de ella, no la ve como paisaje, ni menos aún la valora estéticamente. Uno no mira; actúa (uno va a nidos, o a lagartos, o a grillos, o a ranas, o corre sin cansarse hacia no importa dónde, o se sube a un árbol o se tumba en la hierba). Y algo similar les ocurre también a los campesinos. Tampoco ellos tienen conciencia estética del paisaje».

Ésta es mi tierra es un libro maravilloso, escrito con una prosa magnífica y que rezuma lirismo y un profundo amor por su tierra. Más que recomendable.

Alburquerque, nostalgia en blanco y negro: Luis Landero

SINOPSIS

En Ésta es mi tierra el escritor Luis Landero recrea su infancia y vivencias personales en Extremadura, todo ello en la mejor literatura de tradición y pulso cervantino, mezcla de ironía, ternura y sabiduría vital. Sin interferir y complementando la visión del escritor, acompañan al texto las fotos de Genín Andrada y los dibujos terriblemente lúcidos de OPS.

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     «Mi signo es la impertinencia; mi pasión, un cierto afán de plenitud que me impide el disfrute de mí mismo y me invita al ensueño. Mi dulzura es la naturaleza y el verano, que es tanto como decir la melancolía de la infancia. Mi dolor es la insatisfacción crónica y la repentina falta de entusiasmo. La literatura ha acabado por ser, después de la tormenta, una reparación de daños.

     Me gustaría entender el mundo. Vendería mi alma al diablo por ser sabio. Pero hay días en que no entiendo nada, y sólo me llega el fragor de algo absurdo, caótico».

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. Lluvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. En  El huerto de Emerson (2021) retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. En Una historia ridícula (2022) demostró su maestría en el uso del humor para retratar la condición humana. La última función (2024) es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero

“La última función”, la nueva novela de Luis Landero

Algo menos de dos años después de la publicación de Una historia ridícula, el escritor extremeño Luis Landero, Premio Nacional de las Letras 2022, regresa con un nuevo libro, La última función (Tusquets, 2024), una novela sobre los sueños incumplidos de la juventud, las ilusiones perdidas y las segundas oportunidades, muy del gusto del autor de Alburquerque.

En ella un grupo de amigos, ya jubilados, nos recuerda cómo en los años 90 un reputado actor de su pueblo, en la Sierra de Madrid, regresa a casa en el otoño de su vida y cómo deciden hacer una representación teatral con el resto de los vecinos con el objetivo de atraer al turismo y evitar el despoblamiento que amenaza a la localidad. Para ello necesitarán contar con una gran actriz y es ahí donde parece Paula, una mujer cuyas ilusiones se vieron frustradas por la rutina laboral.

Los dos protagonistas principales, Tito Gil y  Paula, han fracasado, el primero en el arte y la segunda en el amor. Por eso el fracaso es uno de los temas principales de la novela. La derrota y la posibilidad de redimirse a través del arte y del amor. Pero La última función es también una historia de amor en tono humorístico, un canto al teatro y un retrato de esos pueblos despoblados y sumidos en una imparable decadencia.

 «Bajo el sortilegio de un relato oral colectivo, en La última función Luis Landero vuelve a deleitarnos con la fascinación de una historia y de unos personajes que parecen salir de la bruma y tomar la escena para sentirse transformados. Una historia de amor inesperada, y un sinfín de personajes secundarios humorísticos y admirables que culminan en un magistral desenlace».

En La última función, el escritor de Alburquerque regresa al estilo narrativo y a los personajes típicos de sus primeras novelas. Según su propio autor, estamos ante una novela optimista, una novela, «en cierto modo, luminosa, donde efectivamente no hay malos, no existe la maldad en el sentido espeso del término. Lo que sí puede existir es la melancolía, el fracaso, tantas cosas como hay en la vida. Tengo novelas como Lluvia fina o La vida negociable donde aparecen personajes más sombríos, de mala índole, pero en esta no. Esta es mi otra versión, la versión bondadosa de la vida”.

SINOPSIS

¿Puede una obra teatral cambiar la vida de quienes la representan? ¿Puede el arte transformarnos?

    «Ernesto Gil Pérez (Tito para más señas o, como mucho, Tito Gil) entró en el bar restaurante Pino al anochecer de un domingo de enero, unos dos meses antes de la llegada o, más bien, de la aparición de Paula, y estas dos figuras, y los hechos que ocurrieron en ese tiempo, son la materia principal de esta historia. Todo esto y más sucedió entre el invierno y la primavera del año 1994, en San Albín, o solo Montealbín, que de las dos formas se le puede llamar a este lugar, o más bien se le llamaba, porque hace ya tiempo que está abandonado de Dios y de los hombres, como tantos otros de por aquí, de estas sierras pobres de la periferia de Madrid, lindantes ya con Guadalajara y con Segovia, y que tuvieron, aunque cueste creerlo, sus tiempos de esplendor. Y el último, y sin duda el más grande, de esos esplendores, sobrevino precisamente durante esos meses, y con aquella magnífica, deslumbrante explosión, y después de tantos siglos de historia, se extinguió definitivamente este lugar».

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Un grupo de amigos jubilados todavía recuerda la tarde de aquel domingo de enero de 1994 en que un Tito Gil maduro hizo su aparición en el bar restaurante del pueblo, en la Sierra de Madrid. Lo reconocieron por su prodigiosa voz. Regresaba a su lugar natal el afamado actor, el niño prodigio, la gran promesa teatral que parecía haber triunfado en los escenarios de la capital, o tal vez de medio mundo. Quizá en busca de notoriedad, Tito Gil no tardará en proponerles una gran representación colectiva con la que revitalizar el turismo y atraer a gente. Será la última oportunidad de evitar el despoblamiento paulatino. Nadie parece resistirse, pero necesitan a una gran actriz que le dé a él la réplica. En esas fechas, Paula, una mujer que ha visto aplastados sus sueños por la rutina laboral, toma el último tren en Atocha y despierta, sin saberlo, en la estación de un pueblo para ella desconocido.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. Lluvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. En  El huerto de Emerson (2021) retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. En Una historia ridícula (2022) demostró su maestría en el uso del humor para retratar la condición humana. La última función (2024) es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero

“Llego con tres heridas”, de Violeta Gil

Llego con tres heridas (2022) es la primera novela de Violeta Gil, con la que ha ganado el XX Premio de la Crítica de Castilla y León. Se trata de una novela de autoficción, en la que la escritora, filóloga y creadora escénica segoviana nos cuenta la historia de una hija que se despide de su padre, al que apenas conoció, y cuya historia le fue ocultada por su familia debido a que el padre se suicidó.

    «A los cinco años de comenzar la comunidad en el pueblo, mi padre se mató, yo tenía tres meses. Y esa ausencia iba a marcar muchas cosas.»

Violeta Gil trata de sanar sus propias heridas en este libro aplicándose a la escritura: a veces ardua, a veces reconfortante, a veces mágica; como una forma de búsqueda y autoconocimiento, y también como deporte de riesgo. Es un ejercicio de creación en el que la autora pone la voz, el cuerpo y el alma al servicio de su destino, de las huellas de su padre, de la vida que él mismo se arrebató siendo ella un bebé, y de toda una historia velada por el tiempo y las circunstancias, retomando caminos olvidados, conversaciones con familiares, documentos reales o, a falta de ellos, inventados.

La historia nos lleva hasta Cheles, en Extremadura, de donde procede la familia de la autora, Madrid, Segovia, Iowa y Guinea. Escenarios que han marcado la vida de tres generaciones de su familia.

    «Mis abuelos ya vivían en Madrid cuando mi padre iba a nacer, pero decidieron regresar al pueblo para el nacimiento, igual que habían hecho con mi tío dos años antes. José nació en Cheles, en una casa en la que no había agua corriente, no había baño, y en la que hasta que mi padre cumplió los veinticinco seguían saliendo a cagar al corral, entre los pollos. Mi abuela odiaba el pueblo porque para ella no había mucho que hacer, y porque odiaba los cotilleos y la opresión de las mesas camillas. Pero mi abuelo lo ama porque ama su huerta. Así que pasaban allí los veranos, las navidades, semanas santas y otras festividades.»

Llego con tres heridas es una novela sobre el amor, sobre la muerte y sobre la vida, que desnuda una parte importante de la intimidad de su autora. Se trata de un libro que es “muy personal, muy íntimo, pero al final se abre como un árbol de grandes ramas para hablar también de la historia de nuestro país. La novela entera se trata de un éxodo del campo a la ciudad y de la ciudad a las colinas”, ha confesado Violeta Gil.

Una primera novela, que ha tenido una excelente acogida por la crítica y que, a través de su escritura, nos ayuda a comprender y sobrellevar con una fe renovada nuestro pasado familiar y el de nuestro país.

   “Hablo de los ritos, de la muerte, del campo, de la relación colonial con Guinea Ecuatorial, de la Transición, de la vida en comunidad, y de la aparente imposibilidad para la crianza y el amor. Hablo de mi abuelo, de mis padres, y de mí, es cierto, pero hablo de muchas otras personas, algunas a las que conozco bien, otras a las que hubiera deseado conocer, otras cuyos nombres nunca sabré. Este libro tiene mucho que ver con la vida. Este libro tiene mucho que ver con el amor. Este libro tiene mucho que ver con la muerte”.  Violeta Gil

EMPIEZA A LEER LA NOVELA

SINOPSIS

Una historia de amor y oscuridad que entronca con la de nuestro propio país, en el cruce de tres generaciones que no siempre han sabido comprenderse.

Este libro nace de tres heridas, como en el poema de Miguel Hernández: la de la vida, la de la muerte, la del amor; Violeta Gil parte de ellas para dar forma a una historia íntima y emocionante. Con esta novela asistimos a un emocionante ejercicio de creación en el que la autora se transparenta de manera valiente, poniendo voz, cuerpo y alma al servicio de su destino, retomando caminos olvidados, conversaciones con familiares, documentos reales o, a falta de ellos, inventados. Pocas veces los libros se sienten tan necesarios y se confían de forma tan admirable a su propia razón de ser.

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    «Quizá todo esto sea una despedida amistosa de mi padre, una forma de dejarle para poder seguir. Seguro que él lo comprendería. Es la única manera de hacer la vida. José, espero que lo entiendas. Tengo que despedirme de ti. Tengo que reconocer que de alguna manera me he protegido todos estos años a través de esa figura que es y no eres tú. De esa idea de lo que debía ser yo como hija tuya. Y ahora me toca avanzar. Me toca seguir sin ti. Como cuando en la película se ve al fantasma despedirse, como cuando el espíritu sale del cuerpo, como cuando la sombra de Peter Pan se le despega de los talones. No pasa nada. Vamos a estar bien. Ya verás».

VIOLETA GIL

violeta-gilVioleta Gil (Hoyuelos, Segovia, 1983) es filóloga y creadora escénica. En 2005 co-funda La tristura. Escribe, dirige y produce piezas. Fue becada en el Máster de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. En 2019 Arrebato publicó su primer libro de poemas Antes de que tiréis mis cosas. Forma parte del proyecto «Una fiesta salvaje» y desde hace poco traduce del inglés.

“Cumbres de Extremadura”, de José Herrera Petere, «novela de guerrilleros»

 «Las cumbres de Extremadura estaban florecidas de guerrilleros, nieve caliente y viva que a veces disparaba.»

Cumbres de Extremadura, subtitulada Novela de guerrilleros, es la más conocida, y para muchos, incluido el propio autor, la mejor novela de José Herrera Petere.

Al estallar la Guerra Civil en 1936, el escritor alcarreño se alistó en el Quinto Regimiento, participando como poeta y soldado en distintos frentes. Después de permanecer en el frente de Madrid durante varios meses, fue destinado, en abril de 1937, al frente de Extremadura. Concretamente a lo que se conoció como la Bolsa de la Serena, una gran extensión de territorio localizada al noroeste de la provincia de Badajoz que estuvo durante buena parte de la guerra bajo poder republicano. Allí colaboraría con el poeta Miguel Hernández en el periódico Frente Extremeño. También allí convivió con soldados y guerrilleros, muchos de ellos de origen campesino y analfabetos en su mayoría, de los que aprendería dichos, formas de hablar y canciones de la zona. Todo ello quedaría reflejado en la escritura de su novela Cumbres de Extremadura.

La novela, se divide en cuatro partes, tituladas «Cumbres», que narran de manera alterna dos historias que acabarán convergiendo. La primera nos presenta a Bohemundo, el protagonista de la novela, un rudo, pero astuto campesino de Torviscoso que se obligado a huir de su pueblo tras la llegada de las tropas sublevadas, y acaba formando parte del Batallón de Servicios Especiales de Castuera, en donde llevará a cabo importantes acciones guerrilleras.

   «De dónde ha salido Bohemundo es cosa que –¡la Virgen!– no sé. Su padre pudo bien morir al reventarse una tinaja de vino en una bodega; y él puede ser natural de Auñón, de Erustes, de Laranca, de Sayatón, de Anguix, de Alocén; de cerca de Alcalá de Henares o de La Serena, de la Alcarria o de La Mancha o de Extremadura; de algún pueblo de nombre tan agrario como los serrijones cortados y faltos de atractivo, con alrededores que producen trigo y otros cereales, vinos, azafrán y otras especias.

   Supongamos, sin embargo, que era de Torviscoso, lugar de la provincia de Cáceres; figurémosle sorprendido por la sublevación en Jarandilla y por los moros en Madrigal de la Vera, de donde tiene que tirarse a la sierra Llana, por más detalles […]

   Bohemundo era un hombretón de labios gordos, pescozudo, ojos pequeños y avispados, velloso, socarrón. No era la primera vez que se veía en un aprieto. Su vida le había puesto muchas veces en gran apuro de civiles y hambre; su fe en la revolución era ancha, clara, natural, como el Jerte en primavera. A veces le asomaba a los ojos, en los momentos críticos, cuando no brillaban pardos y atortolados de treinta y cinco años de guiñarlos, de pelea, de pasar hambre, de nadar y guardar la ropa.

   ¡Sabía más que Lepe!

   Pero hay circunstancias. Y cosas…»

La segunda parte cuenta las peripecias del pueblo pacense de San Vicente de Alcántara, que se echa al monte en masa, ante la llegada inminente de las fuerzas franquistas, y su azarosa huida hasta la zona republicana, ayudado por Bohemundo.

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La novela fue publicada en Barcelona, a finales de 1938, por la Editorial Nuestro Pueblo. Esta edición es muy poco conocida, ya que apenas pudo distribuirse, por la llegada de las tropas franquistas a Barcelona.

La novela se reeditaría en 1945 en México con la incorporación de una quinta «Cumbre», de un «Epílogo», y un «Colofón». Ya en 1986 aparecería una nueva edición de la novela en la editorial Anthropos.

Como señala Mario Martín Gijón, «la novela Cumbres de Extremadura tenía un claro objetivo político, pues desde la perspectiva de 1938, una novela que representara la retaguardia franquista en peligro por la acción de los guerrilleros podía servir para elevar la maltrecha moral de la zona republicana. Ya desde 1936 circulaban noticias de sabotajes y acciones guerrilleras en la Extremadura que había sido conquistada tempranamente por el avance de las tropas de Yagüe formadas en su mayor parte por legionarios y mercenarios marroquíes que llevaron a cabo una despiadada represión en los pueblos extremeños».

Cumbres de Extremadura está considerada como la precursora del subgénero denominado como novela de guerrilleros, que acabará dando una notable producción literaria. Está escrita con un lenguaje sencillo y sin artificios e incluye numerosos elementos de carácter folclórico y provincialismos extremeños, por lo que resulta una novela muy entretenida y fácil de leer.

SINOPSIS

El autor, que según palabras de María Zambrano es «exiliado español, poeta y poema él mismo», ofrece al lector esta novela en la que, a través de la narración de sucesos acaecidos en las sierras de Extremadura y Toledo durante la guerra civil española, nos da a conocer su vivencia del trasfondo humano de este hecho histórico.

Según palabras de Carlos Blanco Aguinaga, «Cumbres de Extremadura es una auténtica novela de guerra, centrada en este caso en las actividades de un grupo guerrillero republicano en la retaguardia nacionalista.

Novela apasionada y realista, brutal incluso, sin el más mínimo distanciamiento estético entre la obra literaria e ideología, y en la cual destaca el guerrillero —campesino mucho más auténtico que los de Hemingway de Por quién doblan las campanas— que entra en combate gritando “¡Viva el mundo! “¡Viva la vida!”, en claro contraste con el más conocido “¡Viva la muerte!” del general Millán Astray y sus legionarios».

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    «La muerte se hallaba suspendida del cielo de España como una inmensa piñata trágica, y cada español tenía cogida una cinta.

   En España, como decimos, se levantó una gran niebla donde flotaba la corte de un nuevo rey Arturo, con Palmerines, Amadises, Lanzarotes y hasta Tristanes de Beltenebros, meditabundos héroes vestidos de pana, con gorras grises, que se reunían alrededor de una hogaza redonda a beber vino ralo en bota, y que esperaban enamorados de una mujer morena, serrana y cabreriza.

   Es España se abrió una grieta quebrada, de fuego, por donde se derramaban raudales de heroísmo. A veces, este heroísmo pasaba de un lado a otro “a trabajar”; pasaba a retaguardia del campo enemigo para volar puentes, trenes militares o fábricas. Sus miradas audaces se perdían en solitarias sierras de Extremadura y de Toledo, en ricas vegas y en aislados puentes de ferrocarril.

   Recordemos a Bohemundo, al Deleitoso, al Tormenta, al Guadianote, al Salsipuedes, al Bicicleta; ellos nos darán una idea de cómo se practicaba “el juego de la vida” en La Serena, en Las Villuercas, en Los Barros de Extremadura.

  Ellos nos dirán por qué se retiraron un día del mundo y se metieron por las lomas y las sierras.

 Ellos nos dirán las tentaciones que tuvieron que sufrir, los fríos, las hambres y los soles. Ellos nos dirán las lunas en campo raso y la gran fe que los animaba.»

JOSÉ HERRERA PETERE

HerreraPetereJosé Herrera Petere (Guadalajara, 1909 – Ginebra, 1977), realizó estudios de Derecho y de Filología y Letras en Madrid, licenciándose en ambas carreras.

En 1939 emprende el camino del exilio. Es internado en el campo de concentración de Saint-Cyuprien; poco más tarde llevado a París, desde donde se traslada a México. En 1947 marcha a Ginebra, donde permanecerá hasta su muerte.

En 1931 inicia su obra literaria (con la publicación de unos poemas en tono surrealista) que continuará durante toda su vida. Su abundante e importantísima producción literaria (narrativa, poesía, teatro y algunas canciones) se complementa con numerosas colaboraciones en revistas y periódicos antes y durante el exilio.

FUENTES

  • Herrera Petere, J. Cumbres de Extremadura. Barcelona, Anthropos, 1986
  • Martín Gijón, M. Imágenes del guerrillero en la obra de José Herrera Petere. En: Chaput, M.C., Llecha Llop, C., Martínez-Maler (dirs.), Escrituras de la resistencia armada al franquismo. Paris, Presser Universitaires de Paris Nanterre, 2017

“Retrato de un hombre inmaduro”, de Luis Landero, «el divertido retrato de un hombre común, cuya vida es tan cómica como trágica, tan heroica como anodina.»

«Vivir es convertir el absurdo en el blanco de nuestros dardos lanzados al albur del momento.»

Veinte años después de que Luis Landero ganara el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa con su primera novela, Juegos de la edad tardía (1989), el escritor extremeño publicaba su sexta novela, Retrato de un hombre inmaduro (2009). Una novela en la que un hombre de temperamento inmaduro de sesenta y tantos años, durante una noche de hospital, quizás la última de su existencia, le cuenta a una mujer –tal vez una enfermera– la historia de su vida. Una vida sin historia, la de un hombre corriente con sus defectos y sus virtudes.

La novela es, pues, el relato, salpicado de continuas reflexiones y pensamientos sobre los más diversos temas, de la existencia sin brillo de este sujeto ordinario, que ha sido, entre otras muchas cosas, botones en un hotel, oficinista, periodista en una revista de barrio o regente de una papelería en el barrio madrileño de Chamberí. Un sujeto, en fin, lleno de contradicciones y con duplicidad de carácter, que tan pronto aspira a convertirse en un sujeto intachable como se deja llevar por raptos de crueldad y violencia gratuita.

    «Como casi todo el mundo, yo era bueno no por el bien que hacía sino por el mal que dejaba de hacer. De ésos hay muchos virtuosos. Lo que se llama una buena persona, que no hace daño a nadie. Y es que ya se sabe, quien fuma tiene un vicio, pero quien no fuma no posee por eso una virtud. Por otra parte, yo soy de los que delegan, como casi todos: en cuestiones políticas, en los políticos; en cuestiones morales, en los curas, profesores y escritores del ramo; en la información y en la opinión, en los periodistas; en la educación, en las escuelas; en la seguridad, en la policía y en el ejército. Es decir, delego en los profesionales, que para eso se les paga.

    Y en fin, así soy yo. Un hombre sin virtudes, un yermo donde no crecen malas hierbas, es cierto, pero tampoco las más humilde flor.»

La historia le ha servido al autor de Una historia ridícula de pretexto para desplegar un extraordinario ejercicio de imaginación y de buena escritura en la más pura tradición cervantina.

Retrato de un hombre inmaduro es una excelente novela llena de ironía y de humor. El propio Landero ha reconocido que es una novela un poco «desmadrada» y que la había escrito «muy liberado, sin saber adónde me iba a llevar la vida sin argumento, o con un argumento muy difuminado, de este hombre. Ha sido un soplo de aire fresco, una experiencia memorable, un divertimento con mucho absurdo, que es una palabra clave en la estética del siglo XX y que me gusta mucho, porque todos somos hijos de Kafka, del dadaísmo o del absurdo

En fin, otra gran novela del escritor nacido en Extremadura, muy recomendable, y que se lee de un tirón.

    ¿Qué le ha parecido mi vida? ¿Le parece ridícula, insípida, trivial, curiosa, o una vida a medio vivir, o solamente una vida más entre tantas? Yo no sabría cómo definirla, y menos aún cómo juzgarla. Es así, créame. Al cabo de tanto tiempo, lo ignoro todo sobre mí. Sí, sólo ahora, al haber destilado mi vida en palabras, me doy cuenta de lo ignorante que soy de mí mismo. Por ejemplo. ¿He sido feliz en el amor? Creo que no, pero no estoy seguro. ¿Y en el trabajo? Pues tampoco está claro.

   ¿Ha merecido o no la pena vivir? Tampoco lo sé, porque no consigo abarcarme a mí mismo y ver mis años desplegados en panorámica, formando un argumento. Y eso sin contar que siempre me ha gustado más mirar el espectáculo del mundo que tomar partido en él. No sé nada, nada, nada. Ni siquiera sé si he vivido o no con cierta dignidad. Aunque, eso sí, tres o cuatro veces en mi vida he tenido el privilegio de caminar sobre las aguas…»

SINOPSIS

En la habitación de un hospital, y en el curso de la que muy probablemente sea su última noche en este mundo, un hombre de unos 65 años le cuenta a alguien, y también a sí mismo, la historia de su vida. Dejándose llevar por el azar de la memoria y la fluidez de su propio relato, va y viene en el tiempo, rescatando, con no poco humor, las pequeñas y más significativas aventuras que vivió y que vio vivir. Porque a este hombre le ha gustado mirar siempre el espectáculo del mundo tanto o más que participar en él. Pero, como todos, conoció el amor, el sabor agridulce de la libertad, el poder, el horror, la belleza, la amistad, el absurdo, la doble conciencia y, en fin, todos los ingredientes de que está hecha la vida. Y no sólo cuenta, sino que al hilo de cada episodio busca algún sentido al viejo misterio de vivir, ahora que no hay tiempo ya de engañarse ni de rectificar. Como quien manipula las piezas para formar un puzzle, se enlazan el rápido curso vital y los remansos reflexivos, el bullir inagotable de personajes y peripecias casi siempre cómicas o kafkianas, para trazar el perfil de un hombre sesudo y a la vez infantil, responsable y a la vez arbitrario, bueno a la vez que inmoral: un retrato del hombre contemporáneo.

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     «Ya he vuelto a perder el hilo de la historia. Bueno, si es que esto es una historia, porque al fin y al cabo mi vida es el cuento de los que nada tienen que contar. Y es que a mí me han ocurrido muchas cosas, sí, pero ninguna de importancia, y por eso sólo puedo contar episodios nimios y dispersos. ¿Le he dicho ya que mi vida, como tantas otras, carece de argumento? Yo no veo que haya habido en ella una evolución, un discurso, y aún menos un planteamiento, un nudo, un desenlace, sino que todo han sido piezas sueltas, perlas sin hilo, naipes sin casar, agua que no hace cauce. Un salpicón de nombres, de rostros, de sucesos aislados Pero detrás de todo ese vivir desarreglado supongo que estoy yo, y que esos sucesos me contienen y me definen.»

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. Lluvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. En  El huerto de Emerson (2021) retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. Una historia ridícula (2022) es su última novela

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero

“El puente de Alcántara”, de Frank Baer

 «La vejez no nos hace sabios, y la muerte no nos acerca a Dios. No somos más que hombres mortales. El que nos creó puso en nosotros una chispa de su espíritu, y la intuición de que, en algún lugar, arde una llama. Pero nos deja en la oscuridad.»

El puente de Alcántara (Die Brücke von Alcántara) es una novela histórica del escritor y periodista alemán Frank Baer, publicada originalmente en Alemania en 1988.

El relato se desarrolla a lo largo de más de dos décadas, entre los años 1063 y 1086, y su argumento gira alrededor de tres personajes representativos de las tres culturas que conviví­an en la Península Ibérica hacia la segunda mitad del siglo XI: Mohamed Ibn Amar, poeta andaluz de origen árabe; el médico judío de Sevilla Yunus Ibn al Ahwar, y Lope, un joven escudero cristiano.

A través de las peripecias de estos tres personajes, hilos conductores de tramas entrelazadas, donde se mezclan venganzas, odios, enamoramientos, traiciones y sentimientos encontrados, Baer pinta una grandiosa recreación de la España del siglo XI, un crisol cultural de las tres culturas que por aquel entonces convivían en la península. Gracias a su documentación histórica, a la intensidad de la historia, que atrapa al lector desde el primer momento, y a la frescura narrativa, desde su publicación, en 1988, El puente de Alcántara marcó un hito en la narrativa histórica como género literario, y es sin duda la mejor y más completa novela sobre la España de las tres culturas escrita hasta el momento.

    «No, no habría paz en la Tierra. Tampoco la Iglesia cristiana vencería a la guerra, al menos no mientras ella misma guerreara contra la guerra. La guerra era más antigua que la Iglesia, era una parte maligna de la herencia humana, una enfermedad que atacaba a los poderosos y a los ávidos de poder, y contra la cual no existía medicamento alguno. Los abades y obispos lo sabían bien, como lo sabían igualmente el Papa y su legado, que ahora anunciaba su mensaje desde el púlpito. No predicaban contra la guerra en sí, sino únicamente contra la guerra entre cristianos. Dejaban una vía de escape a los señores amantes de la guerra. Decían: seguid guerreando en paz, pero no luchéis entre vosotros, cristianos contra cristianos, sino contra los enemigos de Cristo, contra los otros, los paganos, los sarracenos impíos.»

Estamos, por tanto, ante una novela de una gran rigurosidad histórica, que se apoya en un enorme trabajo previo de investigación y documentación histórica, y que le costó a Baer cinco años escribir. Su propio autor la define como un largo viaje de cinco años al siglo XI. En la Nota del Autor, que figura al final de su libro, explica algunas de las numerosas fuentes consultadas durante su redacción y señala algunas cuestiones interesantes, como la historia de los papeles de la sinagoga de Fustat (el antiguo El Cairo).

El resultado es una magnífica novela, que recrea, con asombrosa habilidad, la forma de vida en la Península Ibérica en la segunda mitad del siglo XI, en un periodo de relativo equilibrio entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes del sur, cuando las distintas religiones y culturas dominantes: musulmana, judía y cristiana pugnaban por hacerse con un su propio espacio geográfico.

Suponen una gran ayuda para el lector tanto la guía de personajes, que encontramos al principio de la novela, como el glosario de términos, que figura al final de la misma.

El puente de Alcántara es una de mis novelas históricas favoritas y que considero absolutamente imprescindible para los amantes de este género.

Por cierto, que el famoso puente, del que toma el título la novela y que no aparece hasta la parte final de la misma, fue construido por Cayo Julio Lácer y terminado en 106, está en la provincia extremeña de Cáceres y se encuentra en un excelente estado de conservación.

     «La mañana de ese día el grupo se había dividido. El grupo principal, en el que iban las mujeres, había salido por delante. Lope estaba en el segundo grupo, que no llegó a las puertas de la ciudad hasta el atardecer. Vio la ciudad frente a él. El sol estaba ya tan bajo que parecía haberse posado sobre los tejados. Lope conocía aquello, conocía el camino que rodeaba la ciudad por el este y conducía al río por un sendero escarpado y sinuoso. Había recorrido muchas veces ese camino; la primera, cuando aún era un chico, con el capitán. También conocía el puente que había dado nombre a la ciudad, el puente sobre el Tajo, que no aparecía ante los ojos hasta que no se había dejado atrás el último recodo del camino, y cuya sola visión le cortaba el aliento a cualquiera, por muchas veces que lo hubiese visto antes. Qantarat as-Saif, como era llamado en árabe: el puente de la espada. Seis colosales arcos, el mayor de casi sesenta codos de ancho, sostenían a más de cuarenta hombres de altura, sobre el río, una calzada tan ancha que fácilmente podían pasar dos carros al mismo tiempo. Sobre los pilares centrales se levantaba una puerta en forma de arco, hecha con imponentes bloques de piedra labrada. El gran puente, una de las maravillas del mundo, como decía la gente.»

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   SINOPSIS

En el año 1064, caballeros normandos y franceses emprendieron una cruzada contra los moros en España y sitiaron la ciudad de Barbastro. Ante las murallas de esta ciudad se produjo el encuentro de tres hombres: Mohamed Ibn Amar, un poeta andaluz de origen árabe, Yunus Ibn al Ahwar, un médico judío, y Lope, un escudero de quince años. Los caminos de los tres se separaron y volvieron a cruzarse años después en Sevilla. El poeta se había convertido en gran visir y Lope estaba enamorado de la hija del médico judío, pero los sucesos de una noche infausta en el puente de Alcántara hicieron de él una persona distinta.

En estos tres destinos se refleja la diversidad de una época grandiosa, en la que Andalucía era un floreciente centro artístico y cultural. El puente de Alcántara recrea, con todo su colorido y diversidad, la vida y la mentalidad de un siglo en que en España convivían razas y religiones distintas.

El Puente de Alcatara novela

      «Bajo el mandato del poderoso caudillo musulmán al-Mansur, el reino de Córdoba alcanzaría la cima de su poder. Pero una vez muerte éste, su reino volvió a desmembrarse. Luchas por el poder y guerras civiles devastaron el país. Las tropas bereberes saquearon la capital y prendieron fuego a los palacios. Los gobernadores de las capitales de provincia se declararon independientes.

    Cuando, finalmente, las diferentes partes que se disputaban el califato de Córdoba suspendieron la lucha, Andalucía estaba dividida en muchos pequeños principados. En Zaragoza, Valencia, Almería, Granada, Sevilla, Badajoz, Toledo; por todas partes se levantaban gobernantes autónomos de pequeños territorios independientes. La ausencia de un gobierno central fuerte tuvo como consecuencia un periodo de libertad inusitada. Andalucía volvió a vivir una edad de oro, impregnada de una tolerancia única en la Edad Media.

    Los pequeños príncipes competían en la decoración de sus residencias la magnificencia de sus ropajes, la calidad de la orquesta de su corte. Poetas, filósofos, científicos, arquitectos y artesanos encontraron generosos mecenas. Se dio un florecimiento cultural que los historiadores han comparado con el renacimiento cuatrocentista italiano.

     En esa misma época, también los reinos cristianos del norte ibérico vivían una etapa de prosperidad. Se habían recuperado rápidamente de los golpes de al-Mansur. Pero apenas había cedido la amenaza del sur, cuando ya los condes y reyezuelos –todos ellos hermanados y emparentados entre sí– se sumieron en rencillas familiares. De estas rencillas salió finalmente vencedor el conde de Castilla, don Fernando el Grande, quien consiguió anexionar a su Castilla natal Galicia y el reino de León. En torno al año 1060 había extendido sus dominios hasta tal punto que era, sin discusión, el soberano más poderoso de toda la Península.

    Poco después comienza la historia que narra este libro.»

FRANK BAER

022019_PB_Captives_FBaerNacido en Dresde en 1938, es escritor y periodista. Su única novela histórica es El puente de Alcántara, un gran éxito internacional, unánimemente elogiada por su rigor en la documentación y su habilidad para representar un grandioso fresco de la España medieval. Es también autor de la novela Die Magermilchbande (adaptada más tarde en una serie de televisión), que cuenta las aventuras de un grupo de niños huérfanos que, en 1945, deben regresar por sus propios medios a su ciudad natal, un intentar que es producto de sus propias experiencias en la Alemania en ruinas tras de la segunda guerra mundial. Asimismo, ha publicado un par de libros infantiles. Actualmente trabaja como colaborador autónomo en prensa y televisión.

“Los mochileros”, de Antonio Ballesteros Doncel

Los mochileros, del pacense Antonio Ballesteros Doncel, es una novela que apareció por vez primera en 1971. Volvió a editarse en 1997 por el Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz, que volvería a reeditarla, esta vez en una edición bilingüe, en español y portugués, en el año 2000.

Como su propio título indica, la novela trata de la azarosa vida de aquellos contrabandistas legendarios, llamados mochileros, que cruzaban clandestinamente la frontera extremeño-portuguesa cargados con mochilas de unos 25 kilos de café portugués, portándolas en jornadas nocturnas a más de veinte kilómetros de distancia. En ocasiones las mochilas contenían mayores pesos, y el transporte se efectuaba también a mayores distancias.

Como nos cuenta el propio Antonio Ballesteros en la Introducción de su novela La última mochila, «de los 1.234 kilómetros de frontera hispano-lusitana, 235 están comprendidos entre los pueblos extremeños de Valverde del Fresno al norte, y Oliva de la Frontera al sur, componiendo las áreas lindantes de Castelo Branco, Portalegre y Évora una extensión de 19.978 kilómetros cuadrados frente a los 41.062 kilómetros cuadrados que mide la superficie total de Extremadura. En su recorrido fronterizo de Norte a Sur quedan poblaciones significativas donde tuvo especial relieve el contrabando, y que sin mencionar aldeas ni caseríos recordamos a Valverde del Fresno, Elías, San Martín de Trevejo, Cilleros, Zarza la Mayor, Alcántara, Cedillo, Herrera de Alcántara y Valencia de Alcántara, todas ellas en la provincia de Cáceres.

En cuanto a la provincia de Badajoz, en similares términos, destacan poblaciones como San Vicente de Alcántara, Alburquerque, La Codosera, Olivenza, Cheles, Villanueva del Fresno, Valencia del Mombuey, Higuera de Vargas, Oliva de la Frontera, Fregenal de la Sierra y naturalmente Badajoz, que por su capacidad ejercía un papel importantísimo sobre amplios territorios en ambos lados de la frontera, y donde algunas de sus barriadas como Las Moreras, Gurugú, Pardaleras y la Plaza Alta, fueron asentamientos habituales de contrabandistas tanto españoles como portugueses.

El contrabando con Portugal formó siempre parte consustancial de la propia vida de Extremadura, cuyos pobladores fueron principales clientes del comercio portugués abastecido de productos carentes en España, o bien por las significativas diferencias de precios entre uno y otro país, ya que Portugal por suavidad aduanera con el resto del mundo, contaba con productos mucho más novedosos y competitivos que los similares que circulaban por nuestros mercados, y muchos de ellos ni siquiera circulaban.

Actualmente, con la desaparición del imperio colonial portugués, caída de las fronteras y la integración de ambos países en la Comunidad Europea, el comercio ilegal ha quedado convertido en un tema de leyenda.

Su época de esplendor podemos situarla en la década de los años cuarenta, es decir, en la decena posterior a la Guerra Civil Española, donde la gran escasez de productos elementales provocó una alarmante situación social, hasta el punto de llamarse año del hambre el primer año oficial de la Victoria. Los alimentos fueron racionados a niveles mínimos y entre esa escasez agobiante, surgió el estraperlo, que consistía en vender los productos muy por encima de su valor real, fue en realidad una época que se especuló con el hambre y donde muchos oportunistas sin escrúpulos amasaron grandes fortunas.

Pero a medida que España equilibraba su economía, algunos productos alimenticios perdían interés, si bien el café torrefacto continuó su comercio convirtiéndose en el producto más emblemático del contrabando, y los mochileros suministraban la mercancía burlando a los vigilantes, a los intereses públicos con verdaderos riesgos personales. En su trabajo no empleaban medios sofisticados, únicamente usaban su astucia, la resistencia física y un exhaustivo conocimiento del terreno.

Operaban de forma autónoma, su código era anárquico, su ley la del más fuerte, y su mecánica sencilla, estaba generalmente a la altura de personas de poca formación procedentes en su mayoría del sector rural, y para quienes las perspectivas era vivir intensamente el presente, por eso deambulaban entre el juego, la bebida y la prostitución.

En su dinámica profesional rara vez solían trabajar en solitario, lo normal era que formaran grupos más o menos numerosos por cuenta propia, o bien contratados por mecenas que alquilaba sus cuerpos para transportar la mercancía.

A parte de las mochilas, que a veces sobrepasaban los veinticinco kilos de peso, portaban sobre el pecho un paquete del mismo género al que llamaban fiador, que solían salvar en el caso de arrojar las mochilas ante el acoso de los guardias, y esa muestra equivalía prácticamente al valor del jornal.

Como norma elemental las cuadrillas no causaban daños durante el trayecto para evitar denuncias justificadas, y si por circunstancias no previstas les cogía el nuevo día sin llegar al destino, escondían las cargas en algún lugar del monte para volver a recogerlas a la siguiente noche. En esos trances normalmente nadie delataba el contrabando en caso de descubrirlo por azar, porque entonces las venganzas estaban justificadas.»

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      Homenaje a los mochileros (Oliva de la Frontera), foto de Antonio Valero

Ballesteros era un gran conocedor de estas gentes de la frontera extremeño-portuguesa que dedicaron buena parte de sus vidas al contrabando. Para escribir esta novela se inspiró en vivencias personales de contrabandistas que conoció durante su niñez y juventud, cuando vivió en una finca, un lugar junto al emblemático Puente Ajuda, en Olivenza.

El más famoso de todos estos mochileros era un personaje de la zona de Olivenza apodado el Cuco, al que el autor trató mucho, cuando, ya retirado del contrabando, volvió a su primitivo oficio de carbonero.

    «Era hombre correcto, no por la educación de principio, sino como producto de esa escuela dura que la vida impone modelando a reveses. Sabía respetar porque le gustaba ser respetado, teniendo un mérito casi misterioso para hacer cundir el ejemplo en un gremio tan difícil de controlar como en el que se movía. Había llegado a ese borde de edad en que sería discutible llamarle viejo. Estaba sano y ágil para desempeñar trabajos manuales con la misma eficacia, o mejor, que otro hombre con veinte años menos. Su habilidad era indudable, y desde luego era intuitivo, perspicaz y resolutivo. No en balde desempeñó durante más de un cuarto de siglo la capitanía del contrabando, en una gran zona de la frontera entre Portugal y España.

    Los trozos de naciones comprendidos entre las cuencas de los ríos Tajo y Guadiana, no tenían para él el menor secreto. Conocía más ampliamente en profundidad la parte portuguesa que la española, aunque hubo veces que en sus incursiones se adentró hasta el mismo corazón de la Península.

   Su nombre era Nicolás, pero muy poca gente lo sabía. El que familiarizó, el que despertaba al pronunciarse las más distintas sensaciones entre las gentes de la frontera, fue el de el Cuco.» 

A través de los sucesivos capítulos de la novela, asistimos a los primeros pasos del Cuco como cuadrillero y a sus posteriores hazañas y peripecias, hasta convertirse, gracias a su astucia y habilidad, en el mochilero más famoso en buena parte de La Raya extremeño-lusitana.

Mostrando un gran conocimiento del tema, y un perfecto dominio de la pluma, Ballesteros nos adentra en la sufrida vida de estos personajes de leyenda, en sus difíciles condiciones de trabajo, en sus tretas y artimañas para evitar ser descubiertos por los vigilantes de uno y otro lado de la frontera o en sus férreos códigos de conducta.

Y todo ello salpicado con sentidas reflexiones sobre la vida o la libertad, y con magníficas descripciones de los paisajes rayanos en los que transcurre la acción de la novela.

   «Le imponía un poco comprobar que en aquella vida cada cual se las arreglaba como podía sin preocuparse de nada ni de nadie. Se desconocían los afectos y consideraciones; tan sólo privaban la dureza, la fuerza, la pillería, la astucia… El que consiguiera reunir todas esas facultades en mayor grado, sería admirado y respetado, porque con ellas podría arrollar. Eso lo veía claro, allí triunfaba el que más fuerte pisara sin dejarse ni siquiera rozar. Era un mundo crudo, un mundo espinoso. A pesar de todo no debía desanimarse, debía vencer su primer bache, porque eso pasa en casi todos los órdenes de la vida.»

Como nota curiosa, recogemos lo que, sobre la novela, escribe el maestro y escritor Arsenio Muñoz de la Peña, en su librito titulado Los viajes de Camilo José Cela por Extremadura: «A principios del mes de agosto del año 1971, estando yo pasando el verano en Béjar, recibí el envío de una novela escrita por mi excelente amigo Antonio Ballesteros y titulada Los mochileros. La leí rápidamente, y como me gustó de verdad, le hice una crítica para el diario Hoy, de Badajoz, y otra para El Adelanto, de Salamanca. Contesté a Ballesteros, agradeciéndole su obsequio y también indicándole que se la mandase a Camilo José Cela, de mi parte, pues él siempre había expresado gran interés por estos temas de los contrabandistas. Ballesteros lo hizo y muy pronto recibió una carta de Camilo, en la que, entre otras cosas, le decía lo siguiente: “Ese es el buen camino de la literatura y su futura preocupación debe ser, a mi juicio, el no apartarse de él. Enhorabuena por su labor. Su novela Los mochileros la he leído de un tirón y debo felicitarle por su eficaz sencillez narrativa, que hace vivir el turbio mundo de los contrabandistas con tanto realismo.

Cuenta más adelante en su libro Muñoz de la Peña que, en un encuentro, que se produjo en Calzadilla de los Barros con motivo de un homenaje póstumo que allí se ofrecía a don Antonio Rodríguez-Moñino, entre el futuro premio Nobel y Antonio Ballesteros, Cela le soltó al autor de Los mochileros: “Tu novela es buena, porque es sincera. Sigue esa línea. Eso sí, esos burros de los críticos, ante tu primera obra, dirán que escribes mejor que Cervantes. Ante la segunda, dirán que eres una mierda… No les hagas caso jamás…”»

Los mochileros, en fin, es una novela escrita con sencillez y realismo, y que se lee con ganas. Y, que, por cierto, leí gracias a dos compañeros con los que, circunstancialmente, compartí habitación y fatigas; uno, que fue contrabandista como el Cuco por las mismas zonas de La Raya; y el otro, buen lector, que había leído la novela y que me habló muy bien de ella.

  «Así y allí, quedó el Cuco. Viviendo cara al cielo, saboreando las mieles que proporcionaban el dinero honradamente ganado. Apurando hieles de los reveses que presentan mil eventualidades inevitables. Allí templó verdaderamente su alma con circunstancias que en este mundo nada se puede contra ellas. Allí comprendió la generosidad del alma de los hombres sanos en los que no había entonces calado. Aprendió las cosas muy distintas de como siempre las había visto, y a veces se dolía de que esa lección se la estuviera dando lo que tanto había despreciado, porque la consideró su cárcel: la tierra. Se dio cuenta que la forma de ser de las gentes del campo tenía su entronque en algo así como un amasijo de pena, alegría y barro, ese barro al que Dios inspiró alma como principio de vida.»

SINOPSIS

Los mochileros narra la vida de personajes que traficaron clandestinamente y de forma elemental entre Portugal y España. Por la manera de transportar las mercancías fueron conocidos con el nombre de mochileros, y las aventuras corridas por el protagonista dan idea de su forma de actuar. Hoy se han convertido en leyenda.

   «Los mochileros se colocan aparte de las mochilas, donde portan a veces hasta treinta kilos de peso, un paquetito con un par de kilos de mercancía sujetos a la parte posterior del cuello o en el pecho al que llaman fiador. El objeto es que, si en su recorrido tuvieran un asalto por los vigilantes de una y otra nación y se vieran apurados, lanzar las mochilas, que son los verdaderos estorbos para la huida, y salvar esa muestra que equivale prácticamente, al precio de un jornal.

   Trabajan en cuadrillas previamente contratados por un jefe aportante del dinero para la carga a veces, para eludir responsabilidades personales, no va con ellos, poniendo entonces la dirección en manos de un guía de su entera confianza. Pueden también trabajar unidos, pero por cuenta propia, esto es, cada cual para su bolsa, aunque buscando cierto amparo en los grupos, nombrándose entre ellos un guía que dirige la operación. Por fin, suelen darse con frecuencia operaciones de individuos en solitario, también por cuenta propia.» 

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     «A veces, por motivos circunstanciales, cargan en España mercancías con las que pueden especular en Portugal, llegando hasta la misma ciudad de Lisboa cuando las condiciones de comercialización son francamente favorables. Estas mercancías que ocasionan el doble negocio son muy variables, girando desde artículos de bisutería hasta planchas enteras de tocino de cerdo. Depende fundamentalmente de baches coyunturales en la economía portuguesa. Con estas cargas suele operarse de muy semejante forma, en lo que respecta al transporte y venta, a como se opera en el tráfico del café, dándose el caso de que importantes marcas lusitanas tienen como verdadera razón de ser el mercado con España, sin preocuparles grandemente el interior de su país. Casi toda su producción pasa la frontera a lomos de estos mochileros audaces, desparramados a lo largo de toda la frontera hispano-lusitana.»

ANTONIO BALLESTEROS DONCEL

ballesteros-RB7CzMI3r3tW1pmBXjjdR7O-624x385@HoyAntonio Ballesteros Doncel nació en Badajoz en 1931 y falleció en 2021, fue un abogado, concejal del ayuntamiento, ganadero, presidente del CD Badajoz, escritor con obras como Los Mochileros, Amor y tierra o La última mochila y articulista del Diario Hoy.

Ocupó importantes puestos representativos en la vida socioeconómica de Extremadura, siendo autor de numerosos trabajos en forma de conferencias, pregones oficiales, y colaboraciones en medios de comunicación, entre ellos revistas especializadas en temas agrarios.

FUENTES

  • Ballesteros Doncel, A. La última mochila. Badajoz, Tecnigraf Editores, 2003
  • Ballesteros Doncel, A. Los mochileros. Badajoz, Diputación Provincial, 2000
  • Muñoz de la Peña, A. Los viajes de Camilo José Cela por Extremadura. Badajoz, Institución Pedro de Valencia, 1982

“Cielos de barro”, de Dulce Chacón

   «Primero la culpa, después el perdón y, luego, que el olvido llegue cuando tenga que llegar. Y solo, sin que nadie lo ayude.»

Cielos de barro, publicada en 2000, es una novela de la escritora extremeña, fallecida en 2003, Dulce Chacón. Galardonada con el Premio Azorín de novela 2000, fue la cuarta novela de la autora de Zafra, publicada justo antes que La voz dormida (2002), su última y más conocida obra.

La historia está ambientada en Extremadura, más concretamente en el territorio de Zafra y su comarca, y abarca un periodo que se extiende desde los años previos a la
Guerra Civil, la propia contienda y la posguerra hasta 1942, aproximadamente.

Un joven pastor es acusado de cometer un triple asesinato en el cortijo extremeño donde sus familiares han trabajado como sirvientes durante generaciones. Su única defensa será el testimonio sin fisuras de su anciano abuelo, que revelará una brutal historia de intriga, sometimiento, erotismo y venganza, de la que amos y criados son a la vez testigos y protagonistas.

Dulce Chacón indaga en la memoria de un hombre que se resiste a las verdades a medias, y que con su familia será testigo y protagonista de una historia que discurre paralela entre amos y sirvientes. Cielos de barro arranca con la intriga de un asesinato, que será el hilo conductor de una narración cargada de odios y de venganzas, de opresiones y de sumisiones, pero también de pasión, de amor y de entrega. Como telón de fondo, el horror de la guerra y la posguerra, y una saga de vencedores y de vencidos, para los que no todos los cielos son iguales.

En una época en que la Guerra Civil hizo jirones la existencia de vencedores y vencidos, el relato de un viejo alfarero que no se rinde a la injusticia abrirá heridas aún sin cicatrizar y cuestionará los regios cimientos morales de la aristocracia rural española.

Cielos de barro es una obra apasionante, escrita con la inteligencia propia de quien domina el difícil arte de atrapar con una historia. Narrada a dos voces y en dos tiempos distintos. Una novela imprescindible para comprender el pasado de un país maltrecho, que hubo de rescatarse como pudo de sus propios horrores.

Dulce Chacón, que dedica la novela a su padre y a Zafra, por la añoranza, y la música de las palabras recuperadas en el ejercicio de la memoria, se nutre para esta historia de los recuerdos propios de su infancia y de las historias y anécdotas que oyó contar en su familia, y nos brinda una historia muy apegada al paisaje rural de su infancia en tierras extremeñas.

Escrita con una prosa clara y sin artificios que, pese a su dureza a veces, rezuma poesía y sentimiento.

Una novela que no llega a ser autobiográfica, con personajes ficticios, y en la que intenta recuperar el lenguaje propio de la época en ese rincón de la provincia de Badajoz.

    «No ande con apuros, si para mañana tengo más. Desde que mi santa me dejó, soy yo el que prepara el puchero, con su miajina de todo. Mire, así lo aviaba ella, ¿lo ve? Se cuece lento y se tiene ahí todo el día, arrimado lo justo a la candela para que no se turre lo de abajo. Beba lo que haga menester, que cuando el frío arrecia, no hay brasero que valga.»

Cielos de barro es una de mis novelas más queridas. La leí poco después de su publicación, hace ya más de veinte años, y seguía guardando de ella un agradable recuerdo. Su relectura me ha permitido regresar de nuevo a los territorios y al habla y expresiones de mi infancia, y me ha vuelto a parecer una novela maravillosa y absolutamente recomendable.

   «Madre, no fue el cielo lo que usted vio, que el cielo no es azul. Es marrón marrón, y rojo, como los barros que amasa padre para hacer botijos. Si no es marrón y rojo, me vuelvo para contárselo.

   Marrón marrón, y rojo, le porfió a su madre que era el cielo. ¿Usted se lo puede creer, la ocurrencia? ¿Se lo puede creer, idea tan peregrina?»

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SINOPSIS

La novela de los que ganaron la guerra civil, de los que la perdieron y de los que aún la siguen pagando.

Cielos de barro arranca como una novela de intriga, un crimen múltiple y la búsqueda de su autor, pero es mucho más que eso. Las historias que surgen en la reconstrucción de ese trágico suceso nos hablan de pasiones sublimes y rastreras, como el amor y el odio familiares, los enfrentamientos entre amos y siervos, la pasión erótica y el ruido y la furia de las guerras.

El inspector encargado de resolver el caso de una matanza en la casa señorial de un cortijo extremeño cree haber encontrado al culpable. Sin embargo, un viejo alfarero, con una voz personalísima, pone en duda las sospechas del inspector y procede a desgranar sus razone. En paralelo, un narrador en tercera persona se remonta a los orígenes trágicos de este drama actual, hasta que ambos relatos se funden para desvelar la verdad oculta.

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    «Vino de noche. Dijo que regresaba para morir. Traía la muerte en los ojos, ¿sabe usted? Pero no la de esos pobres desgraciados que están en el depósito. No. Traía en los ojos la propia muerte, la suya, la de él. Llamó a mi puerta y me preguntó por su madre. Fui yo quien le dijo que había muerto, y a mí me dijo él que venía para morir. Yo no he visto una tristeza más negra. Nunca, no señor. Se pasó la mano por la cara como si quisiera limpiársela. Me miró, volvió a lavarse la cara sin agua, me miró otra vez y me preguntó por su padre. Muerto, hijo, muerto. ¿Murieron bien? Y yo le contesté que sí, que santamente se murieron, uno detrás de otro, y los dos preguntando por él. Llevaba cuarenta años perdido, me dijo como pidiendo perdón por una ausencia tan larga. Pobrecino, si era un zagal cuando se lo llevaron, si lo hubiera visto usted, lástima de criatura; cómo lloraba, las lágrimas se le iban yendo igual que la cera derretida se le cae a las velas.»

DULCE CHACÓN

0000021670Dulce Chacón (Zafra, 1954-Madrid, 2003), poeta y novelista, publicó los libros de poemas: Querrán ponerle nombre (1992), Las palabras de la piedra (1993), Contra el desprestigio de la altura (Premio de Poesía Ciudad de Irún 1995) y Matar al ángel (1999), todos ellos recogidos en el volumen Cuatro gotas (2003). Como narradora publicó las novelas: Algún amor que no mate (1996), Blanca vuela mañana (1997), Háblame, musa, de aquel varón (1998), Cielos de barro (Premio Azorín 2000) y La voz dormida (Alfaguara, 2002), Premio al Libro del Año 2002 del Gremio de Libreros de Madrid, y traducida al francés y al portugués. También es autora de la obra de teatro Segunda mano (1998) y de la versión de Algún amor que no mate (2002), nominada a los premios Max 2004 a la mejor autora teatral en castellano.

Feria ayer. VI

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Esta fotografía de la calle los Mártires, en la villa de Feria, debió de ser realizada a comienzo de los años setenta del pasado siglo.

Mártires

     «La calle de los Mártires está, prácticamente, dividida en toda su longitud por un barranco cuya altura se hace más acusada a medida que se prolonga y desciende. Lo que le confiere un notable movimiento de volúmenes y desniveles. Su adaptación al terreno la hace sinuosa. Fue siempre una de las calles de la Villa con mayor vitalidad: tránsito de los devotos que acudían a los Mártires; paso obligado de entierros, desde que se construyó el cementerio; y camino que conducía al Pilar de Arriba. Desembocaba al “Arroíto”, donde surgía una frondosa alameda, con una fuente muy frecuentada por los vecinos en los días de la “fiesta de los Santos Mártires y a la que acudían a por agua”, antes de articularse la calle Consolación, que era simple camino hacia la ermita.»

     Fragmento de La villa de Feria, T. II, página 45, de José Muñoz Gil

“¿Cómo el corto el pelo, caballero?”, de Luis Landero

    «Yo sospecho que quien al hablar (e incluso al escribir, como da la impresión de que ocurre a veces con Unamuno) te toca, te echa el aliento, te tira de la manga, te empuja, te magrea, y señala además a las cosas para dejar bien remachadas las palabras, se carga ventajosamente de razón.»

¿Cómo le corto el pelo, caballero? es una recopilación de cuarenta y un artículos, del extremeño Luis Landero, que aparecieron en la prensa entre 1990 y 2004.

Son artículos que versan sobre cuestiones de actualidad, tipos y paisajes, pero también recogen sus inquietudes y experiencias más íntimas, y reflexiones sobre el hecho mismo de la escritura. Resultan especialmente entrañables aquellos en los que nos habla de los recuerdos de su infancia en tierras extremeñas, en la raya misma con Portugal.

Por si fuera poco, en algunos de estos escritos podemos encontrar pinceladas sobre cuestiones que más tarde desarrollaría en algunas de algunas de su novelas.

     «En casi todas las plazas españolas hay o ha habido grupos de ociosos que, sentados en hilera en algún petril o banco corrido de piedra, se dedican a estar allí, mirando alrededor y meciendo en el aire los pies. Uno no necesita verles la cara para detectar las pequeñas anomalías que se producen en la vida diaria del entorno; basta con vigilar los pies. Si se mueven, es que algo excepcional está ocurriendo, y tanto más excepcional cuanto más vivo sea el vaivén; si enseguida vuelven a pararse, es que se trata de una falsa alarma. Y así pasan las horas, los años y los siglos. Si uno observa los asientos de piedra de nuestras plazas, encontrará una franja erosionada y sucia que, a manera de bajorrelieve, registra la crónica ilegible de nuestra historia cotidiana. Como el viento o la lluvia, el pueblo ha ido escribiendo y reescribiendo sobre el mismo renglón el enigma geológico de su propio pasado. Algaradas, crímenes, alzas de precios, pestes, episodios de navegantes, santos y cornudos, bandos y pregones, tedios y anhelos, todo ha quedado allí esculpido como notas a pie de página o réplica burlesca del claro discurso histórico que, al lado, nos confía otro escribano. Porque, en efecto, cerca del banco, con más hilazón y facundia, una estatua, una escalinata, el tritón de una fuente, el atrio o la picota, nos ofrecen también su versión de los tiempos.»

SINOPSIS

También en las distancias cortas brilla el mejor Landero. A medio camino entre el relato y la parábola, entre el apunte autobiográfico y el comentario de actualidad, entre el elogio de la literatura o las perplejidades del docente, este libro reúne los artículos que Luis Landero ha ido publicando -con menos asiduidad de la que le gustaría a sus lectores- en diferentes medios. Y juntos revelan una sorprendente unidad, una misteriosa coherencia tanto en su mezcla de narración y reflexión, como en su visión del mundo. Articulista de excepción, también en este género mostró Landero una escritura sabia y madura desde sus propios inicios.

Como avisa el propio autor en el prólogo, en todos ellos le guió el propósito de recuperar el valor de un instante, de fijar la mirada en los detalles, ahí donde la vida se muestra de pronto «en toda su enigmática y descarada espontaneidad», de abordar los grandes acontecimientos desde el sillón de las peluquerías, o de hablar de la actualidad desde la «épica de lo cotidiano». En todos ellos asoma el contador de historias y recuerdos que evocan una época; el lector sutil y apasionado que ofrece la clave de complicados asuntos en las palabras de Kafka, Tolstói o Shakespeare -saber leer es aprender a conocer-; o el brillante pedagogo que arremete contra los gramáticos o los teóricos para quienes la lectura directa de los libros «equivale a cursar estudios de ginecología en un burdel». Y así, avanzando entre la sonrisa maliciosa, la nostalgia indisimulada, la carcajada o la sentencia, la amenidad y el encanto están garantizados.

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      «Y es cierto que el hombre ha perdido en gran parte su vieja capacidad narrativa de siempre y, con ella, el arte y el hábito de recrear los hechos objetivos y escuetos, y de apropiarse imaginariamente de ellos y de incorporarlos así a su experiencia personal, lo cual no sólo aprovecha al conocimiento sino también a la memoria, pues todo cuanto se transforma en narración pide ser transmitido, y no se olvida nunca. Pero, de cualquier modo, somos fabuladores impenitentes, casi instintivos, y necesitamos convertir cada día la vida en relato, añadir a la verdad neutra de los periódicos las verdades hondas e intuitivas de nuestro corazón, y por eso seguiremos rescribiendo la actualidad, y guardándola y protegiéndola, como un tesoro de conocimiento que es, en libros invisibles.»

LUIS LANDERO

Landero_big Luis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. Lluvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. En  El huerto de Emerson (2021) retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en inviernoUna historia ridícula (2022) es su última novela

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero