“Soles negros”, de Ignacio del Valle

«La muerte. La muerte no era solo un cuerpo sin vida, sino un lenguaje con su propio alfabeto, y para eso se encontraba allí, para descifrarlo, para escuchar lo que ella tenía que susurrarles.»

Soles negros es la última novela publicada hasta la fecha por el escritor español Ignacio del Valle. Se trata de la cuarta entrega de la serie de suspense histórico protagonizada por Arturo Andrade, que comenzó con El arte de matar dragones (2003), y a la que siguieron El tiempo de los emperadores extraños (2006) y Los demonios de Berlín (2009).

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En Soles negros, Arturo Andrade, que acaba de regresar a España en 1947 tras pasar por Leningrado y Berlín durante la Segunda Guerra Mundial, es destinado con su amigo y subordinado Manolete a Puerto Adentro, una aldea próxima a su Badajoz natal. Allí tratarán de esclarecer el misterioso asesinato de una niña que aparece enterrada en una finca.

    «—Malos frutos da esta tierra.

    Celedonio mantenía los ojos fijos en un montón de tierra recién removida, en aquella finca árida e inculta al borde de un encinar. Una mano pequeña y delicada sobresalía entre los terrones secos, pardos y rojizos, revuelta con hojas podridas, ramitas, piedras y mechones de cabello castaño. Arturo también tenía la mirada quieta tras sus gafas ahumadas, pero en una enorme babosa negra y brillante que ondulaba unos centímetros a la izquierda de la mano. Unos metros más allá, uno de los números de la Guardia Civil vomitaba de rodillas, mientras su compañero le sujetaba por los hombros. Se escuchaba el monótono zumbido de los insectos, sonó el disparo lejano de algún cazador. La canícula hacía que el aire se estremeciera, las frentes brillasen de sudor, la ropa se volviese pegajosa y asfixiante. Los campos extremeños se consumían en una fiebre lenta. Arturo se echó el sombrero hacia atrás con un par de dedos y se volvió hacia Celedonio, el alcalde del pueblo cercano, con su cabeza de yunque, una enorme barriga y un bulto en el cuello.

    —¿Y cuándo dice que la descubrieron?»

Pero sus pesquisas les llevarán hasta las más altas esferas de una Administración corrupta, al servicio de sus propios intereses y de las élites dominantes.

La novela nos muestra con todo realismo y crudeza una realidad poco conocida e investigada: el robo y desaparición de niños republicanos en España. Se calcula que hasta treinta mil niños de madres encarceladas y sin recursos pudieron ser robados a través del Auxilio Social durante el régimen franquista. Una práctica que se llevó a cabo de una manera legal e institucionalizada y de la que se aprovecharon familias afines al régimen.

Del Valle sitúa buena parte de la trama de la novela en la patria de Andrade: Extremadura. Y nos ofrece una visión dura y triste de esta tierra, desolada tras la Guerra Civil, castigada por la sequía, las restricciones y el hambre, y donde aún quedan restos de un maquis en estado terminal. Una tierra de caciques impresentables y de funcionarios sin escrúpulos al servicio de los poderosos.

    «En efecto, tenía treinta y tres años que parecían siglos, y había decidido quitarse de en medio una temporada. No se le ocurrió otra cosa que volver a casa: Extremadura. Durante mucho tiempo había odiado su tierra, pero la melancolía terminó por rebosar. Por supuesto, no podía ir a Badajoz: los recuerdos de lo sucedido allí durante la guerra se arracimaban a su alrededor como cuervos, y además no podía correr el riesgo de que alguien le reconociese. Cierto que habían pasado once años desde los hechos, pero su intensidad hacía indeleble su memoria. Su única concesión fueron una cálida nostalgia de las robustas piernas de su madre, cuando se agarraba a ellas de pequeño mientras ella hacía las camas, remetiendo las sábanas con pulcritud, y una visita furtiva al cementerio donde descansaban.»

Nos encontramos ante una buena novela, bien escrita, entretenida, y fácil de leer. Está apoyada en un gran trabajo de documentación previo que nos permite acercarnos a esta tragedia, poco conocida e investigada, y que nos ofrece, además, un fiel reflejo de la España de 1947. Muy interesante.

Leer el primer capítulo de la novela

SINOPSIS

El capitán Arturo Andrade, miembro del SIAEM (Sección de Información del Alto Estado Mayor), es destinado a Pueblo Adentro, una aldea a pocos kilómetros de su Badajoz natal y centro de la resistencia anarquista extremeña. Incapaz de hacer las paces con los demonios del pasado, tendrá que investigar el misterioso asesinato de una niña. Pero el cadáver de la pequeña no es más que la punta del iceberg que lleva a las más altas esferas del régimen, en el que trabajan hombres dispuestos a todo para cumplir los peculiares deseos de algunos poderosos.

Andrade y su amigo Manolete, antiguo compañero de armas en la División Azul, cruzarán sus caminos con el honor del anarquista Ventura Rodríguez y de su familia, en una carrera contrarreloj para salvar la vida de una niña desaparecida y descubrir la verdad.

IGNACIO DEL VALLE

0000930768(Oviedo, 1971) vive en Madrid.

Es autor de la serie de suspense histórico protagonizada por Arturo Andrade y formada por El arte de matar dragones (Algaida, 2003; Alfaguara, 2016. Premio Felipe Trigo), El tiempo de los emperadores extraños (Alfaguara, 2006. Prix Violeta Negra del Toulouse Polars du Sud 2011, Premio de la Crítica de Asturias 2007, mención especial Premio Dashiell Hammett 2007, Premio Libros con Huella 2006), que fue llevada al cine por Gerardo Herrero (Silencio en la nieve, película con Juan Diego Botto y Carmelo Gómez estrenada en 2012), Los demonios de Berlín (Alfaguara, 2009; Premio de la Crítica de Asturias 2010) y Soles negros (Alfaguara 2016).

Asimismo ha escrito las novelas De donde vienen las olas (Aguaclara, 1999; Premio Salvador García Aguilar), El abrazo del boxeador (KRK, 2001; Premio Asturias Joven), Cómo el amor no transformó el mundo (Espasa, 2005) y Busca mi rostro (Plaza & Janés, 2012); y el libro de relatos Caminando sobre las aguas (Páginas de Espuma, 2013).

Además de los galardones mencionados, tiene en su haber más de cuarenta premios de relatos a nivel nacional y sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Escribe columnas de opinión en el diario El Comercio de Gijón y el Panamá América, y colabora con El Viajero de El País, entre otras publicaciones.

De 2012 a 2015 ocupó el cargo de subdirector y coordinador para Europa de la fundación cultural Mare Australe de Panamá.

Actualmente dirige la sección cultural Afinando los sentidos en Onda Cero Radio.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    «La mayoría de los niños en adopción irregular eran huérfanos, pero había otros que no, otros que tenían un padre o una madre con vida, o ambos. En estos casos se elaboraban informes que en ocasiones hacían que los tribunales denegasen la tutela a los progenitores debido a motivos de idoneidad, ya fueran causas morales, estrecheces económicas, motivos políticos… Arturo percibió en esa argumentación la extraordinaria capacidad de la gente para asumir sus mucha contradicciones. Ahí fue donde me encontré con esa abominación.
    Regina dejó los ojos a la deriva y Arturo la animó a continuar. No podía evitar mirar la aguja del reloj, que se acercaba paulatinamente a la media. La mujer empezó relatándole algunos casos, ciudad o esposas de militares o ciudadanos fieles a la República a quienes, detenidas y encarceladas, cuando salían en libertad condicional y reclamaban a sus hijos, aunque tuvieran derecho a ello, se les retiraba la tutela porque estos ya habían sido entregados a familias meritorias. A Arturo se le erizó levemente el vello de la nuca, pero sonrió, parpadeó con fuerza y dijo que quizás todo fueran coincidencias, que se debía confiar en la buena fe de las instituciones.
     —Las madres nunca más vuelven a ver a sus hijos, ¿comprende? insistió la mujer. Y los informes que pudieran servir de rastro desaparecen, como si los niños no hubieran existido jamás.»
[…]

 

     «La ermita de la Santa Cruz, más conocida como del Humilladero, se hallaba en un cerro desde el cual se podía vislumbrar, a escasos kilómetros, el monasterio de Guadalupe. Decían que a los pies de su cruz, el mismo Miguel de Cervantes había depositado sus grilletes en ofrenda tras ser liberado del Turco. Bajo aquel sol todo buscaba la sombra, y José Antonio Ponce se había refugiado en su diseño mudejar, entretenido en admirar las arquivoltas que terminaban en ángeles en actitud orante, posiblemente invitando a tal quehacer a los caminantes que allí se detenían. Al juez le gustaba aquel lugar, no quedaba lejos de su finca, el efluvio perfumado de las aulagas, enebros, chaparras, el paisaje solemne de la sierra; siempre se sorprendía anta la sencillez y el encanto del templete, la recordaba la necesidad de renovar la sensación de asombro ante le mundo creado por el Señor. Del mismo modo, el Humilladero se obstinaba en recordar una verdad axiomática aunque deliberadamente poco observada: también Dios era un juez, y en el mundo por venir, más allá del que habitaban, un mera apariencia, pobre e inmunda, quien vigilaba desde arriba, y pese a su bondad, tenía ya designados a quienes se salvarían y a todos los demás a los que rechazaría, esa era la verdad inexorable de su condenación ordenada de antemano. Se santiguó con furia. Él también vigilaba, se encargaba de controlar las desviaciones del pueblo, el mismo que por su estrechez de miras se empeñaba en disfrutar de lo que le ofrecía la vida aquí y ahora antes de aspirar a la plenitud de un goce demorado pero eterno. No importaba, él seguiría siendo un pilar, un dique dialéctico contra la mundanidad para adoctrinar, reformar y, en su caso, extirpar cualquier amenaza..»

 

 

«Día Internacional del Libro»

23 de abril, «Día Internacional del Libro»

     El día 23 de abril se celebra el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor con el objeto de dar a conocer el poder mágico de los libros.  

     Esta fecha simbólica fue proclamada por la Conferencia General de la UNESCO en 1995 y coincide con la de la desaparición de los escritores Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. La fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes como Maurice Druon, Haldor K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla, Manuel Mejía Vallejo, William Wordsworth y Gabriela Mistral..

Si don Quijote y su escudero hubieran pasado por Badajoz

   «Ahora digo —dijo a esta sazón don Quijote— que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho».

Siddhartha, de Herman Hesse

«El saber es comunicable, pero la sabiduría no»

Siddhartha es una novela del escritor alemán Hermann Hesse, premio Nobel de Literatura 1946. Es una de sus novelas más importantes. Con ella consigu un acercamiento a la religión y a la filosofía oriental a través de la literatura. Fue publicada en 1922, después de que Hesse viviera algún tiempo en la India durante los primeros años del siglo XX.

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La novela nos relata la vida de un joven hindú llamado Siddhartha, hijo de un brahman, que trata de encontrar su verdadero camino en la vida, la senda que le conduzca a la suprema sabiduría. Por ello procura experimentar y conocer todo lo que le rodea tanto desde un punto de vista físico como espiritual.

     «Siddhartha había empezado a acumular descontento en su interior. Comenzó a sentir que el cariño de su padre, el amor de su madre y el aprecio de su amigo Govinda no le harían feliz toda la vida ni lo calmarían ni satisfarían sus aspiraciones. Empezó a intuir que su venerable padre y sus otros maestros, los sabios brahmanes, le habían ya comunicado la mayor y más excelsa parte de su sabiduría, que ya habían trasvasado lo mejor de sí mismos a su alma, vaso expectante, y el vaso no estaba colmado, ni el espíritu satisfecho, ni el alma tranquila, ni el corazón sosegado.»

Siddhartha es una novela filosófica, escrita con un estilo sencillo y transparente. Ha sido considerada por el propio autor como un «poema hindú». Un libro para leer sin prisas. Muy interesante

En el año 1972 la novela fue llevada al cine con el mismo título por Conrad Rooks. Fue grabada en el norte de la India y su director de fotografía fue Sven Nykeist.

Tráiler de la película

La película trata sobre la historia del joven Siddhartha (interpretado por Shashi Kapoor), nacido en una familia rica, y sobre su búsqueda de una forma de vivir más significativa que la vida en palacio. Esta búsqueda lo lleva a través de períodos de ascetismo severo, del deliete en los placeres sensuales, de riqueza material, de la repulsión de su identidad y, finalmente, a la unidad y armonía consigo mismo que había estado buscando. Siddhartha se entera de que el secreto de la vida no puede ser transmitido de una persona a otra, sino que debe lograrse a través de la experiencia interna.

SINOPSIS

Esta novela, ambientada en la India tradicional, relata la vida de Siddharta, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. En sus páginas, el autor ofrece todas las opciones espirituales del hombre.

Herman Hesse buceó en el alma de Oriente a fin de aportar sus aspectos positivos a nuestra sociedad. Siddharta es la obra más representativa de este proceso y ha ejercido una gran influencia en la cultura occidental del siglo XX.

La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo.”

Hermann Hesse

HERMANN HESSE

hermann-hesse-3Hermann Hesse fue un escritor y poeta alemán, aunque posteriormente decidió nacionalizarse suizo. Hesse es uno de los grandes representantes de la literatura europea durante la primera mitad del S. XX.

Nacido en Alemania, viajó a la India en diversas ocasiones, donde su padre era misionero. La cultura oriental influyó de manera decisiva en su obra posterior, sobre todo en uno de sus libros más importantes, Siddharta -escrito en 1922- en el que se trata la vida de Buda.

De personalidad difícil y un tanto huraña, Hesse trabajó como librero mientras desarrollaba su carrera literaria. Su primer éxito fue Damien, publicada en 1919 y que ya deja entrever una de las constantes en su obra: el desarrollo del individuo, la rebelión frente a la sociedad mancomunada.

A partir de su condena a la participación de Alemania en la I Guerra Mundial, Hesse optó por exiliarse a Suiza debido al ostracismo al que fue sometido por todo su entorno. Fue allí donde escribió su obra más influyente: El lobo estepario (1927).

Hesse recibió el Premio Nobel de literatura en 1946, tres años después de la que sería su último libro El juego de abalorios. A partir de esa fecha apenas publicó nada más que algunos poemarios de carácter nostálgico y oscuro. Murió en Montagnola, Suiza a los 85 años de edad.

No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido”

Hermann Hesse

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «En cierta ocasión, cuando ambos jóvenes llevaban ya casi tres años viviendo con los samanas y compartiendo sus prácticas, les llegó por diversas fuentes y canales una noticia, un rumor, una leyenda: un hombre al que llamaban Gotama, el Sublime, el Buda, había superado en sí mismo el sufrimiento del mundo, deteniendo la Rueda de las reencarnaciones. Y ahora recorría el país enseñando, rodeado de jóvenes, sin bienes de ningún tipo, sin patria, sin mujer, envuelto en el manto amarillo de los ascetas, pero con la frente serena: un Bienaventurado. Y brahamanes y príncipes se inclinaban ante él y convertíanse en discípulos suyos.
   Esta leyenda, rumor o cuento se fue difundiendo por todas partes como un perfume. Los brahmanes hablaban de ello en las ciudades, y los samanas en los bosques. Y el nombre de Gotama, el Buda, llegaba constantemente a oídos de los jóvenes, para bien o para mal, aureolado de alabanzas o cubierto de improperios».
[…]
   «Pero de los misterios del río no vio más que uno ese día, un misterio que lo impresionó vivamente. Vio lo siguiente: aquella agua fluía y fluía sin cesar, y a la vez estaba siempre ahí, ¡era siempre la misma aunque se renovara a cada instante! ¿Quién podía entender ese misterio? Siddhartha no lo entendía; sólo sintió que una vaga intuición se agitaba en su interior; le llegaron recuerdos lejanos, voces divinas».
[…]
   «–He tenido ideas, sí, e incluso razonamientos de vez en cuando. En alguna ocasión he creído sentir en mí cómo se percibe la vida en el corazón, pero tan sólo por una hora o un día. Eran muchas las ideas, y me sería difícil comunicártelas. Mira, Govinda, ésta es una de las cuestiones que he descubierto: la sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un erudito intenta comunicar, siempre suena a simpleza.
  –¿Bromeas? inquirió Govinda.
  –No. Digo lo que he encontrado. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. Esto era lo que ya de joven presentía, y lo que me apartó de los profesores».

“El bibliótafo: un coleccionista de libros”, de Leon H. Vincent

«Es imposible tener demasiados libros buenos»

Hace poco, nos ocupábamos de dos interesantes libros del escritor norteamericano Christopher Morley: La librería ambulante y La librería encantada. Dos novelas muy recomendables; plagadas de ingeniosas reflexiones en torno al mundo de los libros, de la literatura y de la lectura; y protagonizadas por una singular pareja a la que une un profundo amor por los libros.

Ahora le ha tocado el turno a esta otra novela, El bibliótafo, que, como las anteriores, pertenece al género de libros que tratan de otros libros.

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El bibliótafo, del escritor norteamericano Leon H. Vincent, se publicó en 1898. Este clásico de las letras norteamericanas ha visto la luz por primera vez en español gracias a la editorial Periférica, dentro de su interesante colección Largo recorrido. Leon H. Vincent nos cuenta la vida y milagros de unos peculiares personajes, algunos reales, otros ficticios, que comparten una misma pasión: la de coleccionar libros. Una pasión que «es un lastre para el hombre práctico; y para el inculto, una tontería.»

Entre los personajes reales, encontramos a Richard Heber. «El nombre de Heber sugiere la idea de que no todos los que compran libros son bibliófilos. Sólo él es digno del título de quien adquiere sus libros con algo parecido a la pasión. Uno puede comprar libros como un caballero, lo cual está muy bien. O puede comprar libros como un caballero y un erudito, lo cual está mejor aún. Pero para ser un verdadero bibliófilo debe uno parecerse a Richard Heber y comprar libros como un caballero un erudito y un loco.» Se calcula que llegó a atesorar en torno a los 150.000 volúmenes y que gastó más de medio millón de dólares en libros.

Pero el verdadero protagonista del libro es un bibliótafo. «Un tipo enorme en lo físico, tan grande de corazón como de cuerpo, y, según el afectuoso recuerdo de quienes mejor lo conocieron, tan grande de intelecto como de corazón». Un curioso personaje, dotado de un agudo ingenio y un gran sentido del humor. Un comprador omnívoro, capaz de comprar todo lo que caía en sus manos. Sin embargo, le interesaban más la historias que estaban detrás de los libros que adquiría que los propios libros en sí. Era un tremendo devorador de catálogos, que obtenía una dicha más completa leyendo un catálogo que cualquier otra clase de literatura.

El bibliótafo es una novela que rezuma ingenio e ironía. Y que contiene interesante información y numerosas anécdotas en torno al mundo de los libros y acerca de personajes reales. Entretenida y fácil de leer. Muy interesante.

   «Un bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Existen varias clase de bibliótafo. El tipo perro del hortelano es el peor. Apenas utiliza los libros él mismo e impide absolutamente que los utilicen los demás. Por otro lado, alguien puede ser un bibliótafo simplemente por incapacidad para disponer de sus libros. Puede ser alguien que no tiene casa, un soltero, residente en una pensión, un vagabundo sobre la faz de la Tierra. Puede que tenga sus libros almacenados o guardados en el campo hasta el día en que tenga una casa en la ciudad con una biblioteca adecuada.

   El amante de los libros más simpático que ha pisado las calles de una ciudad durante mucho tiempo fue un bibliótafo.

   Acumuló libros durante años en el enorme desván de una granja que había a las afueras de un pueblo del condado de Westchester. Un amable familiar “atendía” aquellos libros durante su ausencia. Cuando la colección ya no cupo en el desván la trasladaron a un gran almacén del pueblo.

   Era la atracción del lugar. Los aldeanos aplastaban la nariz contra las ventanas e intentaban curiosear en la penumbra a través de las persianas medio bajadas.»

 

SINOPSIS

Este pequeño gran clásico de las letras norteamericanas, publicado en 1898 e inédito hasta ahora en español, cuenta las divertidas aventuras y anécdotas, de viaje en viaje, de un peculiar coleccionista de libros.

Un bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Uno de ellos, el más simpático que ha pisado las calles durante mucho tiempo, es el protagonista de esta historia. Acumuló sus libros durante años en el enorme desván de una granja del condado de Westchester. Cuando aquella biblioteca ya no cupo en el desván la trasladó a un gran almacén del pueblo. Era la atracción del lugar. Los aldeanos aplastaban la nariz contra las ventanas e intentaban curiosear en la penumbra a través de las persianas medio bajadas…

Pero por extraño que parezca, las conversaciones de este gran coleccionista (de un humor inteligente y ácido las que aquí se narran) giraban menos en torno a los libros acumulados que a los hombres que había tras ellos, o a los que conocía a partir de ellos. Una creencia popular respecto a los coleccionistas de libros dice que sus vicios son muchos, sus cualidades negativas y sus costumbres completamente imposibles de averiguar. Sin embargo, el crítico más hostil está obligado a admitir que la cofradía de los bibliófilos es eminentemente pintoresca. Si sus actividades son inescrutables, también son románticas; si sus vicios son numerosos, la perversidad de esos vicios queda mitigada por el hecho de que es posible pecar con gracia. Sea como fuere, los dichos y hechos de los coleccionistas dan vida y color a las páginas de esos buenos libros que tratan de otros libros. Como éste.

LEON H. VINCENT

leon-h.-vincent-838Leon H. Vincent (1859-1941), nacido en Chicago, fue crítico literario, conferenciante, editor y profesor de literatura inglesa y americana en diversas universidades estadounidenses. Sus obras más conocidas son El bibliótafo (1898) y American Literary Masters (1906), colección de ensayos sobre autores como Washington Irving, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne, H. D. Thoreau y Walt Whitman, entre otros. Sus estudios sobre autores británicos incluyen trabajos acerca de Robert Louis Stevenson, Thomas Hardy o John Keats. También escribió sobre algunas figuras de las letras francesas. Muchos de sus artículos y ensayos fueron originalmente publicados en revistas literarias como Atlantic Monthly, Springfield Republican y Poet Lore. Entre otras obras suyas: A Few Words on Robert Browning (1895), Hôtel de Rambouillet and the Précieuses (1900), Dandies and Men of Letters (1913).

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Para alcanzar un alto grado de placer en la formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer está en seguir a la presa hasta su escondite.
  Sólo en contadas ocasiones hacía pedidos por catálogo; normalmente iba de acá para allá, visitando a los libreros, buscando el libro deseado. Disfrutaba en aquellas tiendas en las que el librero tenía toda su mercancía expuesta, las existencias eran abundantes y las sorpresas habituales; donde el propietario estaba magníficamente bien informado sobre algunos aspectos e igualmente desinformado sobre otros.
   Compraba generosamente. Nunca discutía un precio y dejaba su dinero con el aire del hombre que cree que el dinero que no se gasta es el origen de todos los males».