El nombre de la rosa”, de Umberto Eco

«La mano de Dios crea, no esconde»

El nombre de la rosa (Il nome della rosa en italiano), la primera novela del italiano Umberto Eco, fue publicada en 1980.

La que ha sido calificada como «best seller de calidad» y considerada como una de las mejores novelas de la historia, pronto se convirtió en todo un fenómeno social consiguiendo un enorme éxito de ventas con más de cincuenta millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

La trama de la novela discurre a finales de 1327. En ella, Eco nos traslada a una abadía benedictina del norte de Italia que cuenta con una de las más ricas bibliotecas de la cristiandad. A esta abadía llega el sabio franciscano Guillermo de Baskerville, acompañado de su discípulo, Adso de Melk, para mediar en un encuentro entre representantes del papa de Aviñón y el emperador Luis de Baviera. Pero Guillermo tratará también de esclarecer los misteriosos crímenes que afectan a los frailes de la comunidad.

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La historia está narrada en primera persona por un Adso, ya anciano, y abarca los siete días que el propio Adso y su maestro pasaron en la abadía: «Ya al final de mi vida de pecador, mientras, canoso y decrépito como el mundo, espero el momento de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa, participando así de la luz inefable de las inteligencias angélicas, en esta celda del querido monasterio de Melk, donde aún me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me dispongo a dejar constancia sobre este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud, repitiendo verbatim cuanto vi y oí, y sin aventurar interpretación alguna, para dejar, en cierto modo, a los que vengan después (si es que antes no llega el Anticristo) signos de signos, sobre los que pueda ejercerse la plegaria del desciframiento.

El señor me concede la gracia de dar fiel testimonio de los acontecimientos que se produjeron en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora cubrir con un piadoso manto de silencio, hacia finales del año 1327, cuando el emperador Ludovico entró en Italia para restaurar la dignidad del sacro imperio romano, según los designios del Altísimo y para confusión del infame usurpador simoníaco y heresiarca que en Aviñón deshonró el santo nombre del apóstol (me refiero al alma pecadora de Jacques de Cahors, al que los impíos veneran como Juan XXII).»

Sobre el título de la novela, el propio Umberto Eco afirmó que «la idea de El nombre de la rosa se me ocurrió casi por casualidad, y me gustó porque la rosa es una figura simbólica tan densa que, por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos.»

Llama la atención el enorme éxito alcanzado por la novela, pese a tratarse de un texto denso y de lectura bastante complicada. Por poner un ejemplo, la novela contiene más de 200 citas en latín, algunas de ellas bastante extensas. Sobre este tema, dice Eco en Apostillas a El nombre de la rosa:«Después de haber leído el manuscrito, los amigos de la editorial me sugirieron que acortase las primeras cien páginas, porque les parecía que exigían demasiado esfuerzo y se leían con dificultad. No vacilé en negarme, porque, sostuve, si alguien quería entrar en la abadía y vivir en ella siete días, tenía que aceptar su ritmo. Si no lo lograba, nunca lograría leer todo el libro. De allí la función de la penitencia, de iniciación, que tienen las primeras cien páginas; y si a alguien no le gusta, peor para él: se queda en la falda de la colina.»

Tiene razón EcoLa parte final de la novela es apasionante. Sólo por ella, merecería la pena el esfuerzo que requiere la lectura del resto del libro

En El nombre de la rosa, su autor hace gala de un vasto conocimiento sobre la época en que la transcurre la acción de la novela. En ella se dan cita elementos de carácter religioso, político, filosófico, histórico y científico que se mezclan con la dosis adecuada de ficción, intriga y humor. El resultado es una novela magnífica. Absolutamente recomendable.

La novela El nombre de la rosa ha sido llevada a la gran pantalla. La película fue dirigida por Jean-Jacques Annaud, y contó con los actores Sean Connery (en el papel de Guillermo de Baskerville) y Christian Slater (en el de Adso de Melk). Se estrenó en 1986 y logró un gran éxito en todo el mundo.

Siglo XIV. Fray Guillermo de Baskerville (Sean Connery), monje franciscano y antiguo inquisidor, y su inseparable discípulo, el novicio Adso de Melk (Christian Slater), visitan una abadía benedictina, situada en el norte de Italia, para esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo de Otranto. Durante su estancia, desaparecen misteriosamente otros monjes que después aparecen muertos. (Filmaffinity)

SINOPSIS

«Difícil de definir (gothic novel, crónica medieval, novela policíaca, relato ideológico con clave, alegoría), esta novela (cuya historia se enlaza con la Historia, porque el autor, tal vez mintiendo, asegura que no hay una sola palabra suya) puede leerse quizá de tres maneras. La primera categoría de lectores quedará cautivada por la trama y los golpes teatrales, y aceptará incluso las largas discusiones librescas y los diálogos filosóficos, porque advertirá que precisamente en estas páginas de distracción se encuentran los signos, las huellas, los síntomas reveladores. La segunda categoría se apasionará con el debate de ideas, y ensayará relaciones (que el autor rehúsa autorizar) con nuestra actualidad. La tercera se dará cuenta de que este texto es tejido de otros textos, un «policíaco» de citas, un libro hecho de libros. Sin embargo, el autor se niega a revelar a cualquiera de las tres categorías qué es lo que el libro quiere decir. Si hubiese querido sostener una tesis, habría escrito un ensayo (como tantos otros que ha escrito). Si ha escrito una novela es porque ha descubierto, en edad madura, que aquello sobre lo cual no se puede teorizar, se debe narrar.»

UMBERTO ECO

0000021859Alessandria, (1932- ). Umberto Eco, semiólogo, filósofo y novelista, es conocido tanto por su labor ensayística y filosófica como por sus novelas históricas, varias de las cuales, como El nombre de la rosa, han llegado a alcanzar lo más alto de las listas de ventas.

Catedrático de Semiología en la Universidad de Bolonia, Eco estudió en Turín y publicó varios ensayos y artículos que le fueron dando prestigio académico, siendo el más famoso de ellos Apocalípticos e integrados. Como narrador dio el salto a la fama gracias a El nombre de la rosa, obra que fue adaptada al cine en 1986, y que se convirtió en un auténtico superventas.

Eco ha alternado su producción de ensayo con la narrativa, obteniendo alternancias como Los límites de la interpretación, El péndulo de Foucault, Cinco escritos morales, La isla del día de antes o Baudolino.

Tras su novela autobiográfica de 2004, La misteriosa llama de la Reina Loana, Eco volvió a tratar una narrativa más orientada a la ficción con El cementerio de Praga (2010).

Número 0, su novela más reciente, se ha colocado ya en la lista de títulos más vendidos en Italia y está creando una polémica extraordinaria en todos los medios de comunicación.

Eco ha recibido numerosos premios y honores a lo largo de su carrera académica y literaria, entre los que habría que destacar galardones como el Príncipe de Asturias de Comunicación e Humanidades y la Orden de Caballero de la Legión de Honor francesa.

FRAGMENTOS DE “EL NOMBRE DE LA ROSA”

    «El Anticristo puede nacer de la misma piedad, del excesivo amor por Dios o por la verdad, así como el hereje nace del santo y el endemoniado del vidente. Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia.»
[…]
   «La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Pero este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo es un acto de sabiduría. Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha invertido las relaciones de dominación: pero este libro podría enseñar a los doctos los artificios ingeniosos, y a partir de entonces ilustres, con los que legitimar esa inversión. Entonces se transformaría en operación del intelecto aquello que en el gesto impensado del aldeano aún, y afortunadamente, es operación del vientre. Que la risa sea propia del hombre es signo de nuestra limitación como pecadores. ¡Pero cuántas mentes corruptas como la tuya extraerían de este libro la conclusión extrema, según la cual la risa sería el fin del hombre! La risa distrae, por algunos instantes, al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. Y de este libro podría saltar la chispa luciferina que encendería un nuevo incendio en todo el mundo; y la risa sería el nuevo arte, ignorado incluso por Prometeo, capaz de aniquilar el miedo. Al aldeano que ríe, mientras ríe, no le importa morir, pero después, concluida su licencia, la liturgia vuelve a imponerle, según el designio divino, el miedo a la muerte. Y de este libro podría surgir la nueva y destructiva aspiración a destruir la muerte a través de la emancipación del miedo. ¿Y qué seríamos nosotros, criaturas pecadoras, sin el miedo, tal vez el más propicio y afectuoso de los dones divinos?»
[…]

   «Hace frío en el scriptorium, me duele el pulgar. Dejo este texto, no sé para quién, este texto, que ya no sé de qué habla: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus [todo lo que queda de una rosa muerta, es su nombre].»