“Ordesa”, de Manuel Vilas

   «Es como si mi padre no hubiera querido estar vivo para mí, quiero decir que no quiso revelarme su vida, el sentido de su vida: ningún padre quiere ser un hombre para su hijo. Todo mi pasado se hundió cuando mi madre hizo lo mismo que mi padre: morirse.»

Ordesa es el último libro publicado por el escritor aragonés Manuel Vilas, en 2018, con el que ha conseguido un reconocimiento unánime por parte de los lectores y de la crítica. Se trata de una novela extraordinaria, con mucha carga autobiográfica, donde el autor nos habla de su vida y de la relación que mantuvo con sus padres, ya fallecidos.

Vilas nos abre su corazón y nos muestra como todo su pasado se hundió tras la muerte de su madre, en mayo de 2014, nueve años después de que lo hiciera también su padre debido a un cáncer de colon.

     «Siempre vi cosas.
     Siempre me hablaron los muertos.
     Vi tantas cosas que el futuro acabó hablando conmigo como si fuésemos vecinos o incluso amigos.
    Estoy hablando de esos seres, de los fantasmas, de los muertos, de mis padres muertos, del amor que les tuve, de que no se marcha ese amor.
    Nadie sabe qué es el amor.»

Así nos lo cuenta el propio autor en un excelente artículo: «Comencé a escribir Ordesa unos cuantos días después de la muerte de mi madre. Mi madre murió en mayo de 2014. Me divorcié en las mismas fechas en que mi madre murió. Me visitaron en aquellos meses un montón de sentimientos que no sabía que existían, tenían un aire espectral. A pesar de ver espectros por todas partes, había belleza en los adioses que estaba presenciando: el adiós a mi madre, el adiós a mi matrimonio, y el adiós a mí mismo. Lo malo fue que desde la primavera del 2013 hasta junio de 2014 el alcohol pasó a gobernar mi vida. Dejé de beber el 9 de junio de 2014. Desde entonces no he probado ni una gota de alcohol.

Todo cuanto me pasaba engrosaba las páginas de Ordesa. Quería un libro sobre la verdad, un libro que dijera la verdad. Mientras fue un manuscrito que solo yo conocía, el libro tan apenas era un fantasma terapéutico que me acompañaba. No tenía vida pública. Pero fue creciendo. En el 2015 el ritmo de escritura se incrementó y el libro estaba gestado. Y en el 2016 ya comencé a corregir. Cada vez que corregía el libro, me angustiaba y me ponía de los nervios.

Aunque moral y literatura en este libro son la misma cosa. En realidad, yo le tenía miedo al libro. Mucho miedo. Mi vida entera estaba allí. Recuerdo que las últimas relecturas me quemaban la sangre. Cada vez que corregía una página me tenía que levantar de la mesa e irme a la cocina, adonde fuese, o poner la televisión, o salir a la calle. Corregí la última versión en Iowa City, en agosto de 2017. En septiembre mandé la versión definitiva a Alfaguara.

Y Ordesa ya está en la calle. A veces me atrevo y lo abro y leo un párrafo. Incluso una página entera o dos. Pero eso ocurre pocas veces. Me sigue quemando en las manos. Me acuerdo de ellos, de mis padres, de lo felices que fueron, del viento enamorado que dejaron en mi carne.

Cuanto hicieron en esta vida está dentro de mi corazón y ahora dentro de un libro.

Me acuerdo de ellos.

Me acuerdo de Ordesa.»

Ordesa me ha parecido una gran novela, magistralmente escrita, que contiene, además, la crónica de los años 60 y 70 de nuestro país. Absolutamente recomendable.

Es el álbum, el archivo, la memoria sin mentira ni consuelo de una vida, de un tiempo, de una familia, de una clase social condenada al mucho esfuerzo y al fruto escaso. […] Hace falta mucha precisión para contar estas cosas, hace falta el ácido, el cuchillo afilado, el alfiler exacto que pincha el globo de la vanidad. Lo que queda al final es la limpia emoción de la verdad y el desconsuelo de todo lo perdido.»

Antonio Muñoz Molina

EMPEZAR A LEER

SINOPSIS 

En Ordesa, Manuel Vilas narra una historia personal con una intensidad similar a la que recorre su poesía: el pasado, el desvanecimiento de dos familias, la muerte de los seres queridos, la ausencia y la lejanía de los que ama, la España en la que vive y aquella en la que creció, los recuerdos, la sensación de desarraigo… Con una voz valiente y transgresora, mezclando realidad y ficción, prosa y poesía, el autor construye un relato en el que todos podemos reconocernos y recorre en él el camino inverso desde el presente inequívoco hasta el origen imaginado.

Escrito a ratos desde el desgarro, y siempre desde la emoción, este libro es la crónica íntima de la España de las últimas décadas, pero también una narración sobre todo aquello que nos recuerda que somos seres vulnerables, sobre la necesidad de levantarnos y seguir adelante cuando nada parece hacerlo posible, cuando casi todos los lazos que nos unían a los demás han desaparecido o los hemos roto. Y sobrevivimos.

     «Y comencé a escribir este libro.
     Pensé que el estado de mi alma era un vago recuerdo de algo que ocurrió en un lugar del norte de España llamado Ordesa, un lugar lleno de montañas, y era un recuerdo amarillo, el color amarillo invadía el nombre de Ordesa, y tras Ordesa se dibujaba la figura de mi padre en un verano de 1969.
Un estado mental que es un lugar: Ordesa. Y también un color: el amarillo.
     Todo se volvió amarillo. Que las cosas y los seres humanos se vuelvan amarillos significa que han alcanzado la inconsistencia, o el rencor.»

MANUEL VILAS

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) es poeta y narrador. Entre sus libros de poesía destacan El cielo (2000), Resurrección (2005; XV Premio Jaime Gil de Biedma), Calor (2008; VI Premio Fray Luis de León), Gran Vilas (2012; XXXIII Premio Ciudad de Melilla) y El hundimiento (2015; XVII Premio Internacional de Poesía Generación del 27). Su poesía reunida se publicó en 2010 con el título de Amor, y su Poesía completa en 2016. Es autor de las novelas España (2008; Alfaguara, 2019), que fue elegida por la revista Quimera como una de las diez novelas más importantes en español de la primera década del siglo XXI; Aire Nuestro (Alfaguara, 2009; Premio Cálamo); Los inmortales (Alfaguara, 2012), y El luminoso regalo (Alfaguara, 2013). También ha escrito libros de relatos como Zeta (2014) y Setecientos millones de rinocerontes (Alfaguara, 2015). Ha recopilado sus estados de Facebook en el libro Listen to me (2013). En 2016 se editó la crónica Lou Reed era español y en 2017 el autobiográfico América (2017). Además de los citados, ha ganado el X premio Llanes de Viajes y el Premio de las Letras Aragonesas (2015). Su obra figura en las principales antologías nacionales tanto de poesía como de narrativa. Escribe habitualmente en prensa. Su último libro publicado es Ordesa (Alfaguara, 2018).

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

      «Estoy en el cuarto de baño, cepillándome los dientes, y siento detrás a un ser que está siguiendo mis pasos. Son los restos de mi padre y de mi madre muertos, se agarran a mi soledad, se incrustan en mi pelo, sus minúsculas moléculas fantasmales siguen el paseo de mis manos y de mis pies por el cuarto de baño, sostienen a mi lado el cepillo de dientes, miran cómo me cepillo los dientes, leen la marca de la pasta dentífrica, observan la toalla, tocan mi imagen en el espejo; cuando entro en la cama, se ponen a mi lado, cuando apago la luz oigo sus murmullos, y no siempre son ellos, pueden venir con fantasmas enfermos, con fantasmas sucios, horribles, enfurecidos, malignos o benignos, da igual, el hecho de ser fantasma supera al bien y al mal.
     Fantasmas de la historia de España, que también es un fantasma.
    Me acarician el pelo mientras duermo.»
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     «Todo se concentró en un nombre, que es un topónimo: Ordesa, porque mi padre le tenía auténtica devoción al valle pirenaico de Ordesa y porque en Ordesa hay una célebre y hermosa montaña que se llama Monte Perdido.
     Más que morirse, mi padre lo que hizo fue perderse, largarse. Se convirtió en Monte Perdido.
     Lo que hizo fue desaparecer. Un acto de desaparición. Lo recuerdo muy bien: se quería largar. Una fuga.
     Se fugó de la realidad.
     Encontró una puerta y se marchó.»
     […]
     «Verdi era un gran hombre y fue feliz. Y los ratos que pasamos juntos no volverán jamás, ese es mi problema. Eran los años setenta, cuando la vida iba más despacio y podías verla. Los veranos eran eternos, las tardes eran infinitas, y los ríos no estaban contaminados.
     El mes de junio aparecía por Barbastro como un dios que iluminaba la vida de la gente.
    Era el paraíso. Fue mi paraíso. Fueron ellos mi paraíso, mi padre y mi madre, cuánto los quise, qué felices fuimos y cómo nos derrumbamos. Qué hermosa fue nuestra vida juntos, y ahora todo se ha perdido. Y parece imposible.»