“El alma de la ciudad”, de Jesús Sánchez Adalid

Un homenaje a Plasencia, la antigua Ambrosía

Con la novela El alma de la ciudad, el escritor extremeño Jesús Sánchez Adalid ganó en 2007 el premio Fernando Lara de Novela. Estamos ante una novela histórica ambientada en la Edad Media que, según su propio autor, «recrea la Ávila del siglo XII y la repoblación de la Trastierra, en una época en la que Alfonso VIII se embarca en la aventura de una nueva reconquista y se funda la ciudad de Ambrosía, la actual Plasencia».

Blasco Jiménez, el protagonista de la novela, mientras realiza en penitencia el Camino de Santiago, cuenta a su compañeros de peregrinación los pormenores de una vida marcada por sus continuos yerros.

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    «Cuatro caminantes avanzan a buen paso, en dirección al norte. Eran cuatro peregrinos camino del santo templo del Apóstol Santiago, allá en Compostela. Se conocían bien entre ellos, después de muchas jornadas de calzada. El primero era un fraile de poco más de treinta años que vestía pobre hábito marrón y caminaba descalzo. El segundo, un caminante grueso de Ciudad Rodrigo que iba en acción de gracias por la sanación de su hija. El tercero, un joven caballero perteneciente a la Orden de Santiago, del convento de Alconétar, que hacía penitencia antes de formular sus votos. Por último, era el cuarto un veterano e inicuo clérigo arrepentido que purgaba sus muchos pecados peregrinando desde las lejanas tierras del sur.

[…]

   Ahora, después de largas leguas de fatigas compartidas, eran ya como hermanos. Cada uno había contado a los demás lo que le parecía bien dar a conocer de su vida. Los peregrinos suelen desahogarse abriendo sus almas a los compañeros que Dios les pone en la calzada; es alivio, catarsis, confesión y manifestación de esperanza.»

Blasco Jiménez, de origen muy humilde, fue tutelado por el obispo don Bricio y asistió a la fundación de la ciudad de Ambrosía, la actual Plasencia, de la que llegó a ser arcediano.

Con el El alma de la ciudad, Sanchez Adalid rinde homenaje a la ciudad de Plasencia, la otra protagonista de la novela, y en la que transcurre buena parte de la misma.

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                                     Mapa de Plasencia medieval

«Don Alfonso VIII le otorgó a Ambrosía privilegio fundacional, jurisdicción y escudo. El blasón de las armas de la ciudad quedó compuesto con una fortaleza flanqueada por un pino y un castaño, con sus raíces descubiertas, como símbolo de lealtad, fidelidad, perseverancia y fertilidad. Una guirnalda ornaba el emblema con la leyenda Placeat Deo et hominibus, es decir, Para que agrade a Dios y a los hombres. De esta manera, pasaba a llamarse definitivamente Placencia.»

La novela se complementa con una extensa nota histórica para justificar el gran trabajo de investigación que hay de fondo y, que según el propio Sánchez Adalid, «es un mero capricho, y una delicadeza del autor para quienes quieran profundizar más en el contexto de la época en que se desenvuelve la novela.»

Nos encontramos ante una novela histórica, muy bien escrita, entretenida, y fácil de leer. La historia está apoyada en un gran trabajo previo de documentación histórica que trata de reflejar cómo era la vida en los siglos XII y XIII coincidiendo con el nacimiento de las ciudades. En este sentido, su autor expresa lo siguiente: «El trabajo documental previo ha sido intenso, pero no porque buscara contar la historia que transcurre entre los siglos XII y XIII, ni por mero afán de erudición. El armazón histórico es aquí un elemento que da seriedad al conjunto; es decir, hay un respeto profundo por la historia como disciplina… Aquí el período histórico elegido no es caprichoso y es sólo el medio, el pretexto, para contar una historia humana, el relato de las vidas de hombres y mujeres que el lector debe sentir existentes. Es fundamental que perciba a estos personajes, a don Bricio, Blasco Jiménez, Eudoxia, Leonila, Hermesindo, Abasud al-Waquil, etc., como seres reales a los que que ha de recordar como si de auténticos conocidos se tratase, a pesar de haber vivido en una época lejana.

Para lograr este propósito, resulta muy útil lo que yo llamo “el tratado de vida cotidiana”, es decir, la investigación de las formas de vida, las relaciones, el pensamiento, el vestido, los transportes, los viajes, las costumbres, la comida, la bebida…, todo lo que conforma el vivir diario de hombres y mujeres pertenecientes a una realidad concreta. He querido contar cómo se vivía en aquellas ciudades; cómo era la guerra y qué sucedía durante la paz; los movimientos de los ejércitos y los desplazamientos de las personas, mercaderes, aventureros, peregrinos…; las grandes y solemnes celebraciones litúrgicas, las creencias, los conocimientos, la sabiduría; y también los temores, las supercherías, las dudas y los misterios.»

SINOPSIS

En plena Edad Media, la Reconquista avanza, a pesar de la fuerza del imperio Almohade. El rey Alfonso VIII funda, en un paraje idílico de los amplios territorios de la Trasierra, la populosa ciudad de Ambrosía (nombre griego que sonaba a pagano en la Edad Media y que se transformó en Plasencia, que significa lugar placentero para vivir). El joven Blasco Jiménez, la mano derecha del prelado, conoce a una bellísima mujer, que le iniciará en el amor y en los misterios de la Kabalah. Dos realidades entran para él en pugna: la fidelidad al espíritu de la ciudad recién fundada y su propia libertad. Después de su paso por la Escuela de Toledo, Blasco terminará siendo partícipe de un misterioso secreto en Coria, donde se guarda algo que le hará descubrir, casi por casualidad, la luminosa explicación a los apasionantes sucesos de su vida.

JESÚS SÁNCHEZ ADALID

img-9842Jesús Sánchez Adalid (1962) nació en Villanueva de la Serena (Badajoz). Se licenció en Derecho por la Universidad de Extremadura y realizó los cursos de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció de juez durante dos años, tras los cuales estudió Filosofía y Teología. Además, es licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca. Es profesor de Ética en el Centro Universitario Santa Ana de Almendralejo.

Su amplia obra literaria ha conectado con multitud de lectores, gracias a la veracidad de sus argumentos y a la originalidad de sus descripciones, sustentadas en una profunda documentación. El escritor de novelas históricas, ha afirmado Sánchez Adalid, «debe realizar siempre un gran trabajo previo que servirá de marco honesto y real a su obra, a la vez que le facilitará la inspiración.»

En la justificación final de su novela, Félix de Lusitania, ha expresado que «los escritores que hemos optado por la novela histórica no pretendemos hacer Historia; sólo nos mueve un afán literario, pero son la Historia, la Arqueología y las Humanidades en general, nuestra fuente de inspiración. En mi caso desearía, eso sí, servir humildemente al lector para facilitarle un “viaje al pasado” en esta “máquina del tiempo” de tan fácil manejo que es el libro».

Sus novelas constituyen una permanente reflexión acerca de las relaciones humanas, la libertad individual, el amor, el poder y la búsqueda de la verdad.

La obra de Sánchez Adalid se ha convertido en un símbolo de acuerdo y armonía entre los pueblos, religiones y razas, algo especialmente necesario en un mundo desgarrado por la intolerancia y el fanatismo.

El autor extremeño ha afirmado en alguna ocasión que no escribe para escritores ni para críticos. Escribe para que se le lea, por eso procura que sus relatos sean entretenidos. «Escribo lo que a mí me gustaría leer y creo que por eso conecto con muchos lectores. En el fondo no somos tan distintos».

Ha publicado con gran éxito La luz del Oriente, El morázabe, Félix de Lusitania, La tierra sin mal, El cautivo, La Sublime Puerta, El caballero de Alcántara, Los milagros del vino, Galeón, El camino morázabe, Treinta doblones de oro, Y de repente, Teresa y La mediadora, una novela que ha sido la ganadora del Premio Abogados de novela 2015 y en la que Jesús Sánchez Adalid aborda un tema de actualidad. Es también autor de Tras los pasos del abate viajero, una obra de encargo institucional que fue presentada en 2014.

En 2007 ganó el premio Fernando Lara por su novela El alma de la ciudad; en 2012 el premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica por Alcazaba; en 2013 el premio Internacional de Novela Histórica de Zaragoza por el conjunto de sus obra; el premio Diálogo de Culturas y el premio Hispanidad. En 2014 su novela Treinta doblones de oro recibió el premio Troa Libros con Valores.

En Extremadura ha sido distinguido con la Medalla de Extremadura y el premio Extremeños de Hoy.

Sánchez Adalid ha colaborado en Radio Nacional, en el diario Hoy y en revistas Historia National Geografic y Vida nueva. Actualmente colabora con Canal Historia (The History Channel), Volcán Producciones y Zebra Producciones.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

   «Comoquiera que la tregua pactada con el moro seguía vigente, la paz reinante permitió que se acometieran ilusionadamente los propósitos del obispo. Don Alfonso VIII le otorgó a Ambrosía privilegio fundacional, jurisdicción y escudo. El blasón de las armas de la ciudad quedó compuesto con una fortaleza flanqueada por un pino y un castaño, con sus raíces descubiertas, como símbolo de lealtad, fidelidad, perseverancia y fertilidad. Una guirnalda ornaba el emblema con la leyenda Placeat Deo et hominibus, es decir, Para que agrade a Dios y a los hombres. De esta manera, pasaba a llamarse definitivamente Placencia. Aunque, como ya dije, para don Bricio nunca dejó de llamarse Ambrosía, por la riqueza de significados que le evocaba la palabra de origen griego.» 
[…]
    «–Tu mal es el amor a los goces de este mundo. No eres capaz de vencer el hambre insaciable de placer que anida dentro de ti. Pues no has llegado aún a comprender que en la vida somos peregrinos, que andamos de paso y que hay que aprender a renunciar a cosas que nos atan, interrumpen nuestro camino y nos desvían hacia el lugar erróneo. Los infinitos rodeos del corazón humano son siempre consecuencia de un amor equivocado: el amor al dinero, a la gloria, al poder en sus innumerables formas, a las comodidades y a uno mismo. Cuando esto genera en desorden, se olvida el camino que conduce a la verdadera ciudad de Dios.»