«Si el mundo va a acabarse no hay mejor sitio que este para esperar el fin.»
Tus pasos en la escalera es la última novela publicada por el escritor ubetense Antonio Muñoz Molina. Se trata de una historia de amor y espera ambientada entre las ciudades de Nueva York y Lisboa. Una novela de suspense psicológico que aborda de qué manera la memoria y el miedo pueden amenazar el mundo cotidiano de una persona.
El protagonista de la historia nos cuenta en primera persona como, tras los sucesos del 11-S, decide abandonar su casa en Nueva York y trasladarse a vivir a Lisboa junto a su mujer. Allí va preparando todo para cuando ella llegue, queriendo reconstruir la vida que ambos tenían al otro lado del Atlántico. Sin embargo, las fronteras del espacio y el tiempo, y las de la realidad y el deseo parecen difuminarse en la mente del amante esposo. Y nos da la sensación de que la espera se hace interminable y de que la mujer nunca acaba de llegar.
«Me he instalado en esta ciudad para esperar en ella el fin del mundo. Las condiciones son inmejorables. El apartamento está en una calle silenciosa. Por el balcón se ve a lo lejos el río. El río se ve también desde la pequeña terraza de la cocina, que da a jardines y balcones traseros de la calle contigua, a miradores con barandas de hierro en las que hay ropa tendida, ondeando en la brisa. Al fondo de la calle, más allá del río, está el horizonte de colinas de la otra orilla y el Cristo con los brazos abiertos como a punto de levantar el vuelo. En Siberia hay ahora mismo temperaturas de cuarenta grados. En Suecia el fuego alimentado por un calor inaudito arrasa los bosques que se extienden más allá del Círculo Polar Ártico. En California incendios que abarcan centenares de miles de hectáreas llevan ardiendo varios meses seguidos y reciben nombres propios, como los huracanes del Caribe. Aquí los días amanecen frescos y serenos. Cada mañana hay una niebla húmeda y muy blanca que el sol traspasa poco a poco y que trae río arriba el olor profundo del mar. Las golondrinas surcan el cielo y vuelan encima de los tejados como en las mañanas frescas de los veranos de la infancia. En cuanto llegue Cecilia no me quedará más que pedir. Probablemente el fin del mundo ha empezado ya pero aún parece estar lejos de aquí.»
En Tus pasos en la escalera están muy presentes los sucesos del 11-S, que el propio autor vivió en Nueva York, y la amenaza del cambio climático. Como se narra en la novela, en Lisboa ocurrió el terremoto de 1755. «Para mí había un paralelismo entre el 11-S en Nueva York y el 1 de noviembre de 1755 en Lisboa: una mañana soleada en la que de pronto ocurre algo que es como el fin del mundo. Muchas personas en Lisboa creyeron ese día que era el fin del mundo», afirmó el autor de Como la sombra que se va en una reciente entrevista.
«Unos minutos después del terremoto de Lisboa, una ola de seis metros fue creciendo delante de la ciudad en ruinas y se abatió sobre ella levantando y arrastrando consigo los galeones anclados en el río. La tierra había temblado durante siete u ocho minutos enteros. Los edificios oscilaban de un lado a otro antes de derrumbarse, como mástiles de navíos en una tormenta. El polvo y luego el humo de los incendios extinguieron la luz del sol. Un momento antes de que llegara la gran ola que iba a arrasarlo todo, la marea bajó tanto que podía verse el lecho cenagoso del Tajo. Después del temblor de tierra y del tsunami vino el gran incendio, provocado por los fuegos de las casas y las velas encendidas en las iglesias que se hundían. La gente iba de un lado a otro convencida de que había llegado el Juicio Final. Hombres y mujeres andaban como espectros entre las ruinas esgrimiendo crucifijos e imágenes de santos. La tierra empezaba de nuevo a temblar y ellos caían de rodillas, clamando misericordia, rezando y cantando himnos piadosos.»
En fin, una buena novela, que he leído justo después de regresar de una visita a la ciudad de Lisboa y que ha resultado ser, junto con el viaje, una de las experiencias más gratificantes de este caluroso verano. Muy recomendable.
“La historia de un ensimismamiento, la obsesión de un hombre que está empezando a perder el control de la realidad”. Antonio Muñoz Molina
SINOPSIS
Un hombre anticipa con ilusión el momento de reunirse con su esposa mientras ultima los preparativos de su nuevo hogar en Lisboa. Atrás queda una etapa de sus vidas en Nueva York marcada por el indeleble recuerdo del 11-S. Él se adelanta con la mudanza mientras Cecilia organiza el traslado de su proyecto científico sobre los mecanismos neuronales que rigen la memoria y el miedo.
Un tranquilo barrio de Lisboa ofrece la promesa de un futuro que él se esmera en preparar con minucioso detalle. Pero incluso el refugio buscado y la rutina más apacible pueden resultar desconcertantes cuando la sospecha de una amenaza incierta altera su espera.
Tus pasos en la escalera es una novela de suspense psicológico en la que la memoria, la razón y el miedo son los elementos que determinan la realidad tangible. Sutil y progresivamente Antonio Muñoz Molina muestra que sometida a la lente de un microscopio, la realidad desvela fisuras que pueden derrumbar lo que con tanto cuidado nos hemos contado sobre nuestras vidas.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Ha reunido sus artículos en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003) o La vida por delante (2002). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barral, 1986, 1999 y 2016), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987, 1999 y 2014), Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002 y 2016), Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997; Seix Barral, 2013), Carlota Fainberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna (Seix Barral, 2006), Sefarad (2001; Seix Barral, 2009), La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009), Como la sombra que se va (Seix Barral, 2014), Un andar solitario entre la gente (Seix Barral, 2018), el volumen de relatos Nada del otro mundo (Seix Barral, 2011) y el ensayo Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013). Ha recibido, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, el Premio de la Crítica, el Premio Planeta, el Premio Liber, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger, el Premio Jerusalén y el Premio Qué Leer, concedido por los lectores. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Lisboa y está casado con la escritora Elvira Lindo.
OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA
«La lectura es compatible con la espera. Leer es una vagancia sin monotonía. Solo cuando dejé de trabajar descubrí con asombro el reino espacioso de libertad de las mañanas de diario. Si me da la gana puedo sentarme a leer en cuanto he terminado de fregar las cosas del desayuno y he vuelto del paseo con Luria. Cuando salgo a la calle llevo un libro conmigo. Leo mientras espero la comida, las pocas veces que voy a un restaurante, y mientras tomo el café después de comer o apuro mi copa de vino. Leo cada viernes a mediodía en Mascote do Sacramento, que está a un paso de mi casa y sirve el mejor bacalhau à brás de Lisboa. Encuentro una plazoleta silenciosa con un banco y una de esas acacias gigantes y protectoras de Lisboa y me siento un rato a leer a la sombra. La lectura abrevia y distrae el tiempo de la espera. Eso es algo muy valioso en esta ciudad en la que las cosas pueden suceder a un ritmo muy lento. Mientras estoy leyendo el tiempo queda en suspenso. Paso de una lectura a otra sin ningún orden. Leo dos o tres libros a la vez, según las horas, en distintos lugares. Leo los diarios de las navegaciones del capitán Cook por los mares del Sur. Leo una historia del terremoto de Lisboa de 1755. Leo un libro sobre los fundamentos moleculares de la memoria escrito por el jefe de Cecilia y firmado para ella con una rúbrica florida y unas palabras de elogio más halagadoras todavía por venir de un premio nobel. Los tomos más cuantiosos los reservo para el sillón anatómico. También está aquí junto a una ventana que da a la calle. En un grado de grosor descendente están los libros de leer en la cama, y los de llevar en la mochila, o en el bolsillo de la chaqueta. Los más dúctiles son los de poesía. No sabía que hubiera coleccionado tantos. Leía sobre todo poemas cuando no tenía tiempo de leer otra cosa. «The quick fix of poetry», dice mi amigo Dan Morrison: el subidón rápido de la poesía. Como no hago viajes ni estoy pendiente de comprar inmediatamente novedades ya no tengo necesidad de usar el Kindle. Me gusta la constancia física de la lectura. En un anaquel separado voy poniendo los libros ya leídos. Al verlos juntos perduran más en la memoria. La biblioteca a lo largo del pasillo, llena de libros pero no abrumadora, porque llega solo a la altura de los ojos, me da tanta seguridad como una alacena o un sótano con estantes bien surtidos de toda clase de víveres. Mi escena favorita en esa película, The Shining, es cuando el cocinero viejo le va enseñando a Shelley Duvall una por una las dependencias del almacén en el que se guardan en un orden perfecto todas las provisiones que necesitarán ella y su familia durante su aislamiento de varios meses de invierno.»
[…]
«He imaginado que sonaría ahora el llamador del portero automático. Lo que ha sonado pesadamente ha sido la puerta del edificio al abrirse y cerrarse. Luria se ha plantado delante de la puerta cerrada, las orejas tiesas, un gruñido de impaciencia que suena como llanto, la cola azotando la alfombra, el cuerpo entero tenso y temblando. Los pasos han empezado a sonar en los peldaños. Van subiendo, sin prisa, un peldaño tras otro. Sé que esto es ahora y no entonces porque en la otra casa lo que se oía era el ascensor. Ahora los pasos se han detenido muy cerca. Ha sonado el chasquido automático de la luz del rellano. Me he acercado muy sigilosamente a la mirilla. No he visto nada porque ha vuelto a apagarse la luz en la escalera. Respirando en silencio, la frente apoyada en la puerta, el corazón golpeando en el pecho, miro ahora que la luz ha vuelto a encenderse.»