“Extremadura” de Miguel de Unamuno

Extremadura vista por don Miguel de Unamuno

En 1992, la editorial Incafo publicó el libro titulado Extremadura, una magnífica  obra que recoge una selección de textos del escritor Miguel de Unamuno pertenecientes a su literatura de viajes por tierras extremeñas. El libro, prologado por Pedro Laín Entralgo, está ilustrado con una abundante y hermosa colección de fotografías, de temas extremeños, de Juan Antonio Fernández, comentadas por él mismo.

En estos textos, en prosa y en verso, Unamuno recoge las impresiones de sus viajes por tierras de Extremadura, más concretamente por Guadalupe, Yuste, Trujillo, Mérida o Las Hurdes.

Unamuno era un gran aficionado a viajar. Opinaba que las tierras de España estaban por descubrir y que una de las mejores maneras de conocerlas era haciendo correrías con los amigos. El escritor y filósofo vasco recorrió estos parajes extremeños y destacó, en sus escritos, los aspectos que consideró positivos de esta tierra y de sus gentes.

En 1885, el escritor vasco había escrito que no sabía apreciar la naturaleza más que por la impresión que en él producía. La naturaleza de estas tierras, sin duda, impresionó al escritor, que supo valorarla y apreciarla: «Los que hablan de Castilla, León y Extremadura, como si no fuesen más que pelados parameros, desnudos de árboles, abrasados por los soles, y los hielos, áridos y tristes, no han visto estas tierras sino al correr del tren y muy parcialmente. Donde en estas mesetas se yergue una sierra, tened por seguro que en el seno de ella se esconden valles que superan en verdor, en frescor y en hermosura a los más celebrados del litoral cantábrico. Por mi parte prefiero los paisajes serranos de Castilla y de Extremadura. Son más serios, más graves, más fragosos, menos de cromo. Están, además, menos profanados por el turismo y por la banal admiración de veraneantes.»

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                                               Paisaje extremeño

En el verano de 1913, Unamuno pasó unos días recorriendo la comarca cacereña de Las Hurdes acompañado por sus amigos franceses Jacques Chevalier y Maurice Legrende y por tío Ignacio de La Alberca, excelente guía y gran conocedor de los caminos intransitables de la zona. En un cuaderno de viaje, Unamuno va escribiendo a vuelapluma lo que observa o lo que dicen sus compañeros. Tras esta visita, escribió una serie de artículos que aparecieron en la prensa y, posteriormente, formando parte de su libro Andanzas y visiones españolas, y que se recogen en este libro bajo el título de Las Hurdes. El motivo del viaje fue conocer de primera mano la comarca cacereña, de la que tan mal se estaba hablando debido a su atraso, miseria y pésimas comunicaciones.

La visión de la tierra hurdana y de las duras condiciones de vida de sus gentes causó una profunda impresión en el rector de la Universidad de Salamanca, y así lo expresó en sus escritos: «Había que entrar de una vez en esa región que alguien ha dicho es la vergüenza de España, y que Legrende dice, y no sin buena parte de razón, que es, en cierto sentido, el honor de España. Porque, hay que ver lo heroicamente que han trabajado aquellos pobres hurdanos para arrancar un misérrimo sustento a una tierra ingrata! “Ni los holandeses contra el mar”, me decía, y no le faltaba razón[]

Miguel de Unamuno entre un grupo de hurdanos :: Centro de Documentación de Las Hurdes

Miguel de Unamuno entre un grupo de hurdanos :: Centro de Documentación de Las Hurdes

Porque ved por qué esos pobres heroicos hurdanos se apegan a su tierra: porque es suya. Es suya en propiedad; casi todos son propietarios. Cada cual tiene lo suyo: cuatro olivos, dos cepas de vid, un huertecillo como un pañuelo moquero (y no es que usen de estos últimos). Y prefieren mal vivir, penar, arrastrar una miserable existencia en lo que es suyo, antes que bandearse más a sus anchas teniendo que depender de un amo y pagar una renta. Y luego es suya la tierra porque la han hecho ellos, es su tierra hija, una tierra de cultivo que han arrancado, entre sudores heroicos, a las garras de la madrastra Naturaleza. Ellos la han hecho, cada uno la suya, apoyando un olivo, construyendo la cerca que destrozó la avenida de aguas o el jabalí […] Pues la pobre tierra cultivada de las Hurdes es la hija de dolores, de afanes, de sudores, de angustias sin cuento, de esos heroicos españoles a quienes se llama salvajes. Ellos la han hecho.»

Pero si algo caracterizó a Unamuno fue su empeño en suscitar controversias y su afán de avivar las conciencias. Por eso, también señaló, en estos escritos, aquellos otros aspectos que, por uno u otro motivo, le desagradaron. Tras su visita a la ciudad de Trujillo, el ilustre viajero escribió: «Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una cierta sensación de bienestar de hidalgo campesino […] En el casino nos mostraron primero la biblioteca, una biblioteca pobrísima, cuyo catálogo podría hacer de memoria después de no haberle echado sino un vistazo […] En resolución, la biblioteca del casino de Trujillo es la típica biblioteca que no se forma para los lectores, sino para los visitantes, para que no se diga que en el casino principal de esta población no hay biblioteca, para que no se los tenga por incultos […] En tal biblioteca no encontramos ni un alma; estaba completamente vacía. Lleváronnos luego a ver el salón de baile, y para ello tuvimos que atravesar la sala de juego. Estaba llena. Casi todos los socios que a aquellas horas había en el casino se agrupaban en torno del tapete verde. Todos los que faltaban en la biblioteca sobraban aquí.»

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                                              Plaza Mayor de Trujillo

En fin, Extremadura, un libro magnífico, muy recomendable, pero bastante difícil de encontrar. Afortunadamente, en el año 2004, dentro del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura, se publicó el libro titulado Viajes por Extremadura, prologado por el profesor José Luis Bernal, que recoge una selección de los escritos de Miguel de Unamuno pertenecientes a su literatura de viajes por estas tierras.

Hervás
Hervás, con sus castañares, 
recoletos en su falda
de la sierra, que hace espalda
de Castilla; sus telares
reliquias de economía
medieval que el siglo abroga,
y en un rincón la sinagoga 
en que la grey se reunía,
que hoy añora la verdura
de España, la que regara
con su lloro, -de él no avara-
el zaguán de Extremadura.
           D. Miguel de Unamuno (31-VIII-1930)

DATOS DEL LIBRO

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Extremadura / Miguel de Unamuno ; prólogo Pedro Laín Entralgo ; 
ilustración fotográfica Juan Antonio Fernández 
Madrid : Incafo, 1992 
207 p. : il ; 31 cm
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Miguel de Unamuno es sin duda una figura clave del pensamiento español y para muchos la cima intelectual y literaria de la llamada Generación del 98.

El más universalmente conocido como Unamuno, así a secas, seco como él mismo aunque palpitante y agónico por dentro, gustaba de realizar excursiones con sus amigos cuando sus obligaciones de escritor clásico en vida, controvertido hombre público e indiscutido catedrático y rector, se lo permitían. Las impresiones de estos viajes eran recogidas después en artículos que publicaban revistas y periódicos tanto nacionales como latinoamericanos.

Si bien Extremadura no fue el eje central de la obra del escritor, sí adquirió un protagonismo recurrente que encendió a menudo su verbo certero y apasionado. A nadie se le escapa que Unamuno no fue extremeño, sino vasco y, ya de adopción, castellano y salmantino. Pero su prosa veraz, potente, escueta y emotiva, describe y se enseñorea y tanto se embelesa y tan bien de Extremadura, que compite en dura liza y sobresale a la hora de la dificilísima elección.

Así, de los cinco libros que recogen artículos paisajísticos de Unamuno, en tres de ellos están presentes estas recias tierras de conquistadores, además de un brillante ramillete antológico de poesías. Cronológicamente, el primero y a efectos fue Por tierras de Portugal y España (1911), y luego Andanzas y visiones españolas (1922) y, finalmente, Paisajes del alma, ya recopilado por su albacea y editado en 1944. El mismo Unamuno confesaba, y así lo escribió, que en Extremadura “la paz sorbía de la tierra austera”.

«Los valles deliciosos del Jerte y del Tiétar, los gastados palacios del Cáceres viejo y de Trujillo, las boscosas umbrías de la sierra de Guadalupe, los solemnes restos romanos de Mérida y Alcántara, los encinares donde la carne porcina crece y se adensa, las anchuras fecundas de Tierra de Barros y la Serena, los campanarios barrocos y las casas encaladas de Badajoz que mira hacia el Sur, ¿serán suelo y residencia de una vida colectiva en la que lo castellano viejo y lo castellano nuevo, lo andaluz y hasta un preludio de lo lusitano, confluyendo y fundiéndose entre sí, inédita y definitivamente florezcan en la Extremadura que para ser completa necesita España, la incierta y amenazada España del futuro? Con toda mi alma lo deseo.»

Pedro Laín Entralgo en el prólogo de Extremadura

Contenido del libro:

Prólogo. Pedro Laín Entralgo
Del libro Por tierras de Portugal y España (1911). Guadalupe, Yuste, Trujillo
Del libro Andanzas y visiones españolas (1922). Las Hurdes, Camino de Yuste
Del libro Paisajes del alma (1944). De Tordesillas a Yuste, Séneca, en Mérida, La invasión de los bárbaros.
Poemas de Extremadura. En el tren, Cáceres, Renacer durmiendo en el campo, Hervás
Comentarios a la ilustración fotográfica por el propio autor.

 

LA VILLA DE FERIA EN “EXTREMADURA”

La blanca villa extremeña de Feria aparece en la obra dentro de la extraordinaria ilustración fotográfica realizada por Juan Antonio Fernández, que también realiza el comentario de la misma.

   «Sobre tierras de suaves ondulaciones y agradecidas al cultivo, montado en otero grande, se extiende el mosaico blanco de la villa de Feria. Cuando viniendo del norte por la Ruta de la Plata, nos acercamos a ella, aparece como un blanco terrazgo vistiendo una leve montaña. El caserío, de iguales casas blancas y tejados tostados, va recostándose en el alzado lomo de la tierra y, uniforme, una baja arquitectura popular rodea a la iglesia de San Bartolomé, obra gótica del XVI, para después resbalar hacia ese bello cementerio donde la cal de mil capas superpuestas forman sobre su templo viejas conchas y texturas seculares […]
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                Vídeo de la villa de Feria. Click en la imagen para acceder a él

   Los inmensos dominios del antiguo ducado de Feria, que abarcan desde Salvatierra de los Barros hasta Zafra, por el sur, y desde Feria hasta Fuente del Maestre, por el norte, daban perímetro a esas excelentes tierras con las que Enrique III premió los servicios de Suárez de Figueroa, cuando en el siglo XIV le ayudaron a arrancar de manos árabes tantos y extensos territorios. En el más alto otero de la sierra del Castillo, levantaron los de Feria este castillo, cuya torre del homenaje se alza 40 metros sobre el resto de las fortificaciones. Con ventanas góticas en los flancos y cuatro altas plantas, la grandiosa construcción permitía atalayar, en días claros, toda la Tierra de Barros.»

Juan Antonio Fernández

MIGUEL DE UNAMUNO

Unamuno

   Autorretrato de Unamuno

Bilbao, (1864-1936). Miguel de Unamuno escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como «ente de carne y hueso» y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910), Soliloquios y conversaciones (1911) o Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913). Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas Paz en la guerra (1897) y Amor y pedagogía (1902) hasta la madura La tía Tula (1921). Pero entre ellas escribió Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), y sobre todo Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920). Su producción poética comprende títulos como Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. También cultivó el teatro: Fedra (1924), Sombras de sueño (1931), El otro (1932) y Medea (1933). Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.

JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ DURÁN

20150121135221_00001Desde 1978 centra su actividad en la industria internacional del libro y las publicaciones periódicas. De este modo, fructifican colaboraciones en editoriales prestigiosas como Time, Life, Periplo, Geo, Smithsoniam, Omega, entre otras.

Poco después y durante cinco años, trabaja para la Unesco y recorre y plasma gran parte de los lugares y ciudades entonces declaradas Patrimonio de la Humanidad.

1982 marca un hito en su ya antigua relación con Incafo al iniciar la labor de la ilustración fotográfica, comentada por él mismo, de una colección de grandes obras en las que se recoge lo más bello de cada comunidad autónoma, glosadas, al mismo tiempo, por las grandes firmas de nuestros clásicos.

“Las cerezas del cementerio”, de Gabriel Miró

Las cerezas del cementerio, publicada en 1910, es una de las novelas más hermosas de la literatura en lengua española del siglo XX. Con esta obra se inicia la etapa de madurez literaria de su autor.

Miró nos narra los amores entre Félix, joven de gran encanto y sensibilidad, y Beatriz, mujer mayor casada y de una extraordinaria belleza, que van a encontrarse con el rechazo y la incomprensión de todos.

La historia nos depara un final inesperado, triste pero bello a la vez. Félix muere y es enterrado en el cementerio de Posuna, conocido por sus cerezos de cuya fruta, por respeto o por asco, nadie come. Beatriz e Isabel, joven que también amó a Félix, visitan su tumba y comen la fruta de los «árboles sagrados», sorbiendo y comulgando de esta manera la esencia del amado con la fruta de los cerezos.

       «Dejaron la aldea, internándose por el cerezal; y ya junto al cercado del cementerio, oyeron voces y, de pronto, Belita y tía Constanza quedáronse pasmadas viendo a las damas de mucha hermosura que estaban alcanzando y comiendo cerezas de los árboles sagrados, la última fruta, la más grande y sabrosa.

Las desconocidas, ajenas al entredicho que para todos tenían esos frutales, arrancaban cerezas con infantil donaire y complacencia, y al ver a Silvio y Félix les llamaron pidiéndoles ayuda.

     […]

         Y entonces Isabel le gritó que viniese.

      —Te llaman, Félix. ¿Es ésa tu prima?—le dijo Beatriz.

     —Sí; la pobrecita me ha pedido que nunca coma fruta de estos árboles. ¡Les tiene mucho respeto de santidad o de asco a la muerte! —Y bajó, dándole a su madrina una rama cuajada del dulce coral de sus guindas.

       Ella buscó y ofrecióle la más redonda y encendida.

    Isabel les miraba. Félix adivinó su angustia, y vaciló. ¡Pero es que hasta lo menudito había de inquietarle y torcer su espíritu! ¡Una cereza le llenaba de vacilaciones! Y la comió…»

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Para Miguel Ángel Lozano Marco, este libro es un ejemplo acabado de novela lírica; posiblemente sea el título representativo por excelencia de esa modalidad narrativa en la literatura española. Si la novela es lírica no lo es sólo por su intensidad y belleza del lenguaje, sino por haberse centrado el narrador en la conciencia de un personaje, Félix, que percibe y da sentido al mundo.”

   «A las veces leyendo a Miró le sobrecoge a a uno el misterio de una religiosidad búdica, de un eterno recuerdo, de una eternidad hacia el pasado, de un principio de la conciencia. Y este mismo Félix, ¿qué es sino un recuerdo de su tío Guillermo? ¿Qué es esta novela sino un cuento plenilunar de aparecidos, de fantasmas, de ánimas que se ahogan en la vida que pasa, que se ahogan añusgándose con cerezas del cementerio?»

Miguel de Unamuno. Prólogo a Las cerezas del cementerio, en Obras completas de Gabriel Miró, 1932

   «Las cerezas del cementerio es un libro sobre el amor y, cosa que preocupaba hondamente a su autor, la falta de amor. En él se suceden las historias de enamoramientos, correspondidos y no correspondidos, realizados y no realizados, o realizados torcidamente. Constantemente late en sus páginas el deseo, la esperanza del encuentro erótico; pero el eros mironiano no es únicamente físico: está lleno de piedad, de necesidad de consuelo, de ternura, de don, las más veces don de una sola de las partes. Las cerezas del cementerio es una gran novela. Uno confía en que su llegada a manos de un lector apasionado contribuya en algo a hacer justicia a su autor.»

Horacio Vázquez-Rial

La novela ha sido adaptada para la pequeña pantalla con el mismo título. La miniserie de 120 minutos ha sido dirigida por el alicantino Juan Luis Iborra, coautor del guión junto a Pedro Gómez y Antonio Albert, e interpretada en sus principales papeles por Concha Velasco, Félix Gómez, Xabier Elorriaga, Juli Mira, Álvaro de Luna, Raúl Julvé, Empar Ferrer y Gretel Stuyck.

Basada en la novela de igual título de Gabriel Miró, relata los amores del joven estudiante de ingeniería Félix Valdivia con Beatriz, una mujer madura casada infelizmente con un acomodado naviero inglés. La acción se desarrolla en la costa valenciana, a principios del XX, en una sociedad anclada en las más viejas tradiciones. (FILMAFFINITY)

GABRIEL MIRÓ

Gabriel Miró nació en Alicante en 1879 y murió en Madrid en 1930. De familia acomodada, cursó Derecho en Valencia y Granada. Antes de comenzar su38_1926_gabriel_miro_retrato_s trayectoria novelística, colaboró en varios periódicos y revistas de la época como La Publicidad, El Sol o el Diario de Barcelona. El escritor alicantino publicó su primera novela a los 22 años, La mujer de Ojeda, y en 1903 editó Hilván de escenas. En su siguiente libro, Del vivir (1904), apareció por primera vez el personaje de Sigüenza, «alter ego» del autor que le acompaño en otras obras posteriores: Libro de Sigüenza (1917) y Años y leguas (1928). Para la mayor parte de la crítica, la etapa de madurez de Gabriel Miró comenzó en 1910 con Las cerezas del cementerio. A partir de ese momento se sucedieron varios volúmenes de cuentos que le hicieron acreedor del Premio Mariano Cavia, dedicado a las narraciones breves, el libro Dentro del cercado (1916) y los dos tomos de Figuras de la Pasión del Señor (1917). En 1926 vio la luz la novela El obispo leproso que recibió las críticas de los sectores más conservadores de la época. Relegado a uno de los rincones oscuros de la narrativa española, Gabriel Miró fue un autor leído tanto por sus admiradores como por sus detractores.

SINOPSIS

Las cerezas del cementerio, una de las más bella obras de la literatura española del siglo XX, es un libro complejo. Abierto a diversas interpretaciones, hace efectivo el propósito del autor de insinuar las cosas y de trazar una novela trémula de emoción y muy personal. En esta novela intimista y de introspección se aborda el tema del amor o, mejor dicho, la ausencia de ésta de la mano de Félix Valdivia, cuya existencia se orienta claramente a la naturaleza y la mujer. Sin embargo, frente al amor y la vida, Félix topa con la rígida moral imperante en la Valencia de principios del siglo XX, tan avanzada y represiva a un mismo tiempo, y que en última instancia le impide alcanzar la felicidad.

    

“Canción de Navidad”, de Charles Dickens

«¡Que Dios nos bendiga a todos!»

Canción de Navidad publicado en 1843, es el más famoso de los relatos navideños de Charles Dickens. Nos acerca a la historia de Ebenezer Scrooge, un viejo avaro y egoísta, que es visitado en Nochebuena por el espectro de Marley, su antiguo socio, que le advierte que todavía tiene oportunidad, si cambia de vida, de escapar de su cruel destino.

«–Se exige a cada hombre –contestó el espectro– que su espíritu conviva con sus semejantes y que viaje a lo largo y a lo ancho de este mundo; y, si ese espíritu no lo hace en vida, está obligado a hacerlo después de la muerte. Se le condena a vagar errante por el mundo (¡ay, pobre de mí!) y a presenciar lo que no puede compartir, pero que, de haberlo compartido cuando vivía, le habría hecho alcanzar la felicidad.»

Cuento de Navidad

El espíritu de Marley le anuncia la llegada de tres fantasmas, que le mostrarán una serie de visiones del pasado, del presente y del futuro. Gracias a esta experiencia, el «viejo y codicioso pecador» Scrooge experimenta una extraordinaria transformación y se despierta en la mañana de Navidad como un hombre totalmente nuevo.

El relato ha gozado de un enorme éxito desde su publicación y no ha dejado de reeditarse desde entonces. Ha sido adaptado, en numerosas ocasiones, al teatro, al cine y a la televisión.

Tráiler de la versión de Robert Zemeckis, 2009

Ebenezer Scrooge (Jim Carrey) es un personaje malhumorado y gruñón que trata con desprecio y malos modales a su fiel empleado Bob Cratchit (Gary Oldman) y a su alegre sobrino (Colin Firth). Pero, cuando el espíritu de las Navidades pasadas, presentes y futuras lo arrastra a un viaje durante el cual descubre verdades que siempre se ha negado a ver, el corazón del viejo avaro se ilumina y se da cuenta de que debe actuar inmediatamente para contrarrestar tantos años de egoísmo y rencor. Adaptación del clásico de Charles Dickens, que usa la misma técnica de animación que «Polar Express». (FILMAFFINITY

Un relato lleno de ternura y de valores universales, que transmite sentimientos positivos, y capaz de alentar buenos sentimientos. Un relato muy recomendable, y no sólo para los lectores más jóvenes. Para leer especialmente en Navidad, pero también en cualquier época del año.

He pretendido que, en este relato fantástico, los espectros nazcan de una Idea que no ponga malhumorado a los lectores consigo mismos, ni con otras personas, ni con la época navideña, ni conmigo. Desearía que este libro hechizase amablemente sus hogares y que nadie quisiera abandonar su lectura.

Su fiel amigo y servidor,

Charles Dickens

Diciembre de 1843

 

La belleza, la verdad benéfica del relato no consisten en el mecanismo de la intriga, en el probable arrepentimiento de Scrooge; emanan de esta amplio fuego de verdadera alegría que fue el corazón de Dickens.
Chesterton

CHARLES DICKENS

Charles Dickens

Charles Dickens

Portsmouth, (1812-1870). Charles Dickens, periodista, dramaturgo y novelista, conoció desde niño las duras condiciones de vida de las clases humildes, debido a las deudas contraídas por su padre. A la denuncia de estas condiciones dedicó gran parte de su obra. Tras unos años realizando múltiples trabajos, consiguió finalmente vivir de sus escritos, primero redactando crónicas de tribunales y, más tarde, como periodista parlamentario. La publicación por entregas en los periódicos de, prácticamente, todas sus novelas, creó una relación especial con su público, sobre el cual llegó a ejercer una importante influencia. Tras viajar por Europa y Estados Unidos, regresó a Reino Unido, donde dedicó sus últimos años a disfrutar del éxito de sus obras ofreciendo conferencias por todo el país.

SINOPSIS

El protagonista es el señor Ebenezer Scrooge, un hombre avaro y tacaño que no celebra la fiesta de Navidad a causa de su solitaria vida y su adicción al trabajo. No le importan los demás, lo único que le importan son los negocios y ganar dinero. Una noche, en víspera de Navidad, Scrooge recibe la visita de un fantasma que resulta ser el de su mejor amigo y socio Jacob Marley, que muere siete años antes del inicio de la historia. El espectro le cuenta que, por haber sido avaro en vida, toda su maldad se ha convertido en una larga y pesada cadena que debe arrastrar por toda la eternidad. Le anuncia a Scrooge que ya ha superado el conjunto de sus maldades, por lo tanto, cuando muera tendrá que llevar una cadena mucho más larga y pesada. Entonces le anuncia la visita de tres espíritus de la Navidad, que le darán la última oportunidad de salvarse.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

«¡Ah, pero qué tacaño, cicatero, estrujador, codicioso, rapiñador, avaro, mezquino y viejo pecador era Scrooge! Duro y cortante como un pedernal del que ningún acero pudo sacar jamás una chispa generosa; taciturno, receloso y solitario como una ostra. Su frialdad interior helaba sus viejas facciones, afilaba su puntiaguda nariz, marchitaba sus mejillas, envaraba su forma de andar, enrojecía sus ojos y amorataba sus labios; y hacía que, al hablar, su voz fuera seca y chirriante. Una gélida escarcha se había posado en su cabeza, en sus cejas y en su barbilla hirsuta. Siempre llevaba consigo su temperatura glacial; congelaba su oficina en los días más calurosos, y no la deshelaba ni un grado en Navidad.

El frío y el calor externos ejercían poca influencia sobre Scrooge. Ni el tórrido calor le caldeaba, ni el tiempo invernal le resfriaba. No había viento que soplara más crudamente que él, ni nevada que cayera con peores intenciones que las suyas, ni pedrisco menos propicio a la compasión.»