“San Antonio de Padua”, de Cándido de Viñayo

«El santo de todo el mundo»

En este libro, Cándido de Viñayo nos acerca a la vida y milagros de San Antonio de Padua, uno de los santos más populares y milagrosos de la iglesia, desde su nacimiento, ocurrido en Lisboa, cerca de la catedral, hasta su muerte en la ciudad italiana de Padua, lugar donde está enterrado y se veneran sus reliquias. Y lo hace en un estilo riguroso, pero ameno y sencillo a la vez, permitiéndonos descubrir las razones por las cuales es un santo tan popular y tan querido por todos. Un santo con una vida corta, pero muy intensa, que podría compararse con una ruta de luz que va ascendiendo siempre hasta llegar a la meta de la gloria.

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    «Se representa joven, vestido de hábito franciscano, con un lirio y un libro en las manos. Lo que más destaca de él es el Niño Jesús que ordinariamente sotsiene en sus brazo.»

Cándido de Viñayo nos descubre las cualidades tan especiales de las que estaba adornado el santo lisboeta, que se hizo célebre en su tiempo por su elocuencia, por su santidad, y por el don de hacer milagros. Hizo tantos que la gente por donde pasaba le llamaba El Sembrador de milagros.

    «De este modo, Fray Antonio, iba por todas partes esparciendo el perfume de su bondad, con lo que aliviaba los dolores, conformaba los ánimos y conquistaba las almas para Dios. Sus palabras, sus confesiones, sus milagros, sus hermosos ejemplos de virtud, todo, todo se convertía en suavísimas redes con que atraía y cautivaba los corazones en los que prendía el fuego del amor de Dios, en que ardía el suyo.»

San Antonio sigue ejerciendo su influencia bienhechora después de muerto y continúa derramando una lluvia de gracias sobre sus devotos. El pueblo cristiano busca siempre en él consuelo, protección, y el remedio de todas sus necesidades. A él recurren las mozas casaderas, también quienes han perdido algún objeto, y es invocado casi para cualquier necesidad.

     «Esas gracias caen sobre la tierra como lluvia del cielo que alivia el dolor y hace alegre la vida. Así, por intercesión de San Antonio, según reza su responsorio, son desterrados la muerte y el error, huyen el demonio y la miseria, los leprosos y demás enfermos quedan sanos; el mar se calma, son redimidos los cautivos, los miembros paralizados recobran sus flexibilidad y las cosas perdidas son halladas. Por doquier se nota algo así como un divina fragancia que conforta los corazones.»

 Responsorio de San Antonio

  Si buscas milagros, mira:
muerte y error desterrados,
miseria y demonios huidos,
leprosos y enfermos sanos.
  El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados;
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
  El peligro se retira,
los pobres van remediados;
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
  El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados;
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
  Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.
    El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados;
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos
    Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos.
           Amén

El libro, bellamente ilustrado, se complementa con una serie de apéndices en los que figuran, entre otros, el Ejercicio de la Novena de San Antonio, la bendición de las flores de San Antonio o el canto popular de los pajaritos. Muy interesante

Canción de los pajaritos

SINOPSIS

«Todo santo es un hombre antes que un santo, y un santo puede llegar a serlo cualquier hombre». ¿Cómo era el hombre Antonio de Padua?

En tus manos, lector, tienes escrita con sencillez la vida del santo más popular de la Iglesia: San Antonio de Padua.

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Los hombres de hoy son positivistas y prefieren contabilizar más que simbolizar.

Se contabilizan las obras socio-benéficas, más que los milagros; la asistencia y el servicio a la humanidad, más que la oración; los trabajos en favor del prójimo que dicen relación a la comida, al vestido, a la casa y a la cultura, más que lo que trasciende los sentidos…

Aquí estamos frente a un hombre a quien se presenta con un lirio y un libro en la mano: es el lisboeta san Antonio de Padua.

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Decía Chesterton, el escritor inglés, que «todo santo es un hombre antes que santo: y un santo puede llegar a serlo cualquier hombre». ¿Cómo era el hombre Antonio?… A san Antonio le conocen las gentes por las letrillas de la «Verbena de la Paloma», por el «santo casamentero», por la «Canción de los pajaritos», por la imagen que cada pueblo tiene en la Iglesia en la que se representa al santo con el niño y el azucenón de trapo.

Ni como el hombre ni como santo, Antonio de Padua fue esa gentil figura estilizada y blandengue que la tradición nos ha ofrecido o que la devoción del pueblo ha cargado de leyendas y dulces atributos. Las primeras pinturas que se conservan de él y que se remontan al siglo XIII –cuyos autores debieron recoger la descripción verbal de quienes lo trataron– , nos muestran la figura de un hombre más bien bajo, fuerte y rechoncho; así lo ven Giotto, la escuela paduana del siglo XVI y el artista polaco Mateo Bertowicz. Donatello ya lo estiliza un poco más, así como Bordone, discípulo de Tiziano, en el siglo XVI… y Vanucci que ya comienza a adelgazarlo.

Rubens, Van Dick, Ribera, Murillo, Gercino y Tiépolo no idealizaron la figura del fraile portugués e, incluso, el Greco –cosa rara– no estiliza la figura de san Antonio. Goya tuvo la genialidad de hacer una balconada paralela al plano de la cúpula en san Antonio de la Florida… Allí san Antonio es de mediana estatura, no muy gordo pero tampoco el tipo dulzarrón que nos dan algunos artistas modernos. Sólo debido a la imaginación popular se explica el que los artistas comenzaran a idealizar su imagen. Mil veces representado por el arte; desde el siglo XIII hasta hoy, cada artista lo ha visto a su modo; sin embargo, todos coinciden en una nota singular; su simpatía.

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Se conserva una descripción literaria que lo describe así: «Tenía el color moreno, porque los españoles, vecinos de los moros, son todos de color moreno. Su estatura era inferior a la mediana, pero corpulento e hidrópico. Su fisonomía era delicada y tenía tal expresión de piedad, que, desde luego, sin conocerle se adivinaba en él carácter apacible y bueno».

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Si hubiera vivido hoy san Antonio, hubiera sido un hombre de constantes viajes. Su vida le refleja inquieto, viajero y emprendedor: no duda un momento de marchar de Lisboa a Marruecos; y después Italia y Francia conocen la medida de sus sandalias: predicador ambulante, popular, profesor de teología, escritor, metido de lleno en los conflictos de su Orden, y siempre en una actividad sorprendente dados los medios de comunicación de su época. Por los datos que conocemos de su vida podemos trazar estos rasgos temperamentales: apacible y emprendedor, amable y audaz, sociable y valiente. Es decir, datos que no están muy de acuerdo con ese tipo de santo que la leyenda conoce lleno de beatíficas suavidades para solaz de mujeres piadosas.

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La obra literaria de san Antonio como escritor es fecunda: en los escritos, lo mismo que en la pupila del ojo, se refleja la persona: a través de ellos adivinamos que san Antonio tenía un carácter humorístico, de fina ironía… y no exento de dureza cuando debía proclamar la verdad frente a los enredos humanos. La bondad del santo nunca puede confundirse con la tontería: «Los fariseos de hoy sólo quieren escuchar lo que les halaga. ¿Quiénes escuchan las palabras de vida? Los pobrecillos, los ignorantes, los rústicos, las viejecillas… Estamos llenos de palabras vacías. Vacíos de obras, y por lo tanto, malditos del Señor como la higuera»…. Sus predicaciones son de un verismo que en nada se parece a esa bonancible y mórbida piedad que le atribuyen. Fustiga y levanta ampollas en el alma de los oyentes.

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Como buen latino, Antonio de Padua era un hombre de sangre ardiente, le correspondió un lote de pasiones fuertes. La castidad no le fue fácil ni venció la lujuria con un manojo de lirios. Ahora nos explicamos que ese azucenón que lleva en la mano tiene más de cilicio que de flor, más de freno que de agua de rositas. «En el freno -escribe él mismo- hay dos cosas: la correa y el hierro. El hierro se pone en la boca del caballo. Con la correa se le frena y se le lleva por todas las partes….» Lo demás es fácil de adivinar. Así era su temperamento. Su bondad, su mirada amable, sus milagros, la flor de sus manos, en nada deben reblandecer ante nosotros su santidad. Lector, encontrarás en este libro la vida del santo más popular de la Iglesia: San Antonio de Padua.

Fermín de Mieza.

SAN ANTONIO Y EXTREMADURA

Crecí oyendo rezar a mi mayores la Novena de San Antonio. Hasta hice algunas copias de la misma, entonces no se conocían apenas las fotocopiadoras, para que algunas vecinas y amigas de mi madre o de mi abuela, que se habían interesado por ella, pudiesen también honrar al Santo.

Mi abuela tenía gran devoción por San Antonio, quizás por compartir el nombre con él. Mi madre heredó de la suya esa pasión por el Santo, manteniendo viva la fe y continuando con la tradición. Le reza y le invoca continuamente, sobre todo cuando ha extraviado alguna cosa. Eso sí sin dejar de buscarla:

«San Antonio bendito,
que en Padua fuiste criado,
en Lisboa bautizado.
Por el cordón que ceñiste,
por tu cuerpo virginal, 
San Antonio bendito,
que yo vea
lo que mi corazón desea.»

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No sé si la cercanía con Portugal ha podido influir, pero lo cierto es que San Antonio de Padua es muy querido y también frecuentemente invocado en estas tierras. No hay iglesia que se precie que no tenga su imagen del Santo. Además, en Extremadura hay erigidas ermitas con la advocación de este santo en una decena de localidades. Sin embargo, si hiciéramos caso a la tradición popular de estas tierras rayanas, aunque santo, no se libraría de ciertas manías mundanas. Por nuestros pueblos, aún se puede escuchar a nuestros mayores decir aquello de:  «San Antonio bendito dijo en La Raya:

    —De Portugal, ni el polvo. ¡Fuera sandalias!»

O esto otro muy parecido:

     «San Antonio bendito dijo en la raya:

     —De esta tierra, ni el polvo. ¡Vamos a España! (Y se sacudió las sandalias.)»

Esta manía de renegar de su tierra, que el folclore extremeño le atribuye a San Antonio, no es privativa del Santo portugués. Israel J. Espino recoge en su libro titulado 50 lugares mágicos de Extremadura la siguiente leyenda sobre San Juan Macías, hijo de Ribera del Fresno, cerca de Badajoz. Se cuenta que cuando partió de su pueblo hacia tierras lejanas para predicar el evangelio se sacudió el polvo de las abarcas en un piedra y dijo: «De Ribera, ni el polvo.»

Debía de ser en el otoño de 1219 cuando Antonio se dirigía desde Coimbra, en compañía de otro hermano franciscano, a Marruecos para predicar el evangelio. En este periplo es posible que ambos pasaran por la entonces mora ciudad de Badajoz en dirección a Sevilla. El escritor y periodista polaco Jan Dobraczyński escribe lo siguiente en su libro titulado Santo Antonio de Padua, gran predicador y hombre de ciencia:

«Al cabo de diez días llegaron a Caia, en la frontera de los territorios reconquistados a los moros por el rey Sancho. En la ciudad acampaba una pequeña guarnición del ejercito real. Las patrullas de caballería recorrían la frontera hasta el río Guadiana, cruzándose frecuentemente con las patrullas árabes. Pero no solían luchar entre ellos. Más bien al contrario, lo habitual era que los cristianos y los musulmanes, al encontrarse, conversaran amistosamente y se intercambiaran distintas mercancias.

En la jornada Antonio y Teófilo atravesaron el territorio despoblado entre Caia y Badajoz. Aquí, sentado bajo una sombrilla, un funcionario del sultán cobraba el peaje a quienes querían pasar el puente sobre el río. Al ver a los dos hermanos les indicó con un gesto de la mano que podían pasar sin tener que pagar nada.

La ciudad estaba bajo el dominio de los árabes. Desde el alminar de la mezquita llegaba el canto del muecín». Curioso

Bromas aparte, es una santo muy querido y frecuentemente invocado en nuestra tierra extremeña. Sirvan como muestra las siguientes cancioncillas:

«San Antonio bendito
dam'un marido
que no fume tabaco
ni beba vino,
ni vaya a la taberna
con suh amigoh» .
...
«¡San Antonio bendito!
Tres cosas te pido:
salvación y dinero
y un buen marido.
-Ya te lo he dado
jugador de las cartas
y enamorado». 

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

El Santo de todo el mundo

     La lluvia de gracias que San Antonio de Padua, desde su muerte, ha continuado derramando en todo tiempo sobre sus devotos, ha hecho que su devoción se haya propagado de una manera increíble por todo el pueblo cristiano y hasta entre los mismos protestantes.
     No es extraño que León XIII hiciese de él la afirmación que podemos ver en la siguiente anécdota.
     Se hallaba, en cierta ocasión, un ilustre clérigo arrodillado a los pies del Santo Padre. El sabio Pontífice, dirigiéndole una des us penetrantes miradas, le pregunta:
     –¿De dónde eres, hijo mío?
     –De Padua, Santísimo Padre.
     –¿De Padua? ¡Que felicidad! ¿Amas mucho a vuestro Santo, a vuestro San Antonio?
     ¡Ah, Santo Padre! ¿Y no le he de amar, si he nacido y crecido junto a su tumba y tengo la dicha de llevar su nombre?
     –Hijo mio, –concluyó el Pontífice– aún no lo amas lo bastante. Es necesario amarle y hacer que sea amado, porque sábelo bien, San Antonio no es sólo el Santo de Padua; es el Santo de todo el mundo.
     Tenía razón el ilustre Pontífice Leon XIII: San Antonio es el Santo de todo el mundo; el Santo honrado por toda clase de gentes, el Santo venerado en todos los pueblos de la cristiandad, el Santo invocado en todas las necesidades.
[…]
     La obra del Señor es la Creación
que bien mirada lleva al que la contempla
al conocimiento de su Creador.
     Si grande es la hermosura de la criatura,
¡cuánto mejor será la del Creador!
El artífice resplandeciente en su obra…
     “Esto no lo entienden
quienes se hallan entregados a la vida
de los sentidos,
ni consideran las obras de las manos
del Señor
taladradas con clavos en la cruz.
     “Clavado de pies y manos en la cruz
venció al demonio y al mal
y liberó al humano linaje…”
                                       San Antonio de Padua

“Balboa: la fantástica historia de un hidalgo español”, de Feliciano Correa

Núñez de Balboa, descubridor de la Mar del Sur

normal_balboa-la-fantastica-historia-de-un-hidalgo-espanolEn Balboa: la fantástica historia de un hidalgo español, Feliciano Correa nos descubre la vida y hazañas del hidalgo extremeño Vasco Núñez de Balboa, protagonista de una de las mayores epopeyas en la exploración y conquista de América. También aborda la complejidad de la época en la que le tocó vivir al insigne personaje y las repercusiones que tuvo su gesta.

Explorador, conquistador, descubridor, fundador y Alcalde de Santa María la Antigua del Darién, gobernador de Panamá y Coiba y Adelantado de la Mar del Sur, Núñez de Balboa fue el primer europeo en divisar el Océano Pacífico desde su costa oriental.

En la Introducción de su libro, Feliciano Correa hace las siguientes consideraciones acerca del próposito de su documentado trabajo, y sobre el personaje protagonista de su obra: 

«En esta obra he querido divulgar la grandeza de un español en su andadura americana e igualmente la complejidad de su tiempo. He intentado dar cuenta de su niñez y de la importancia de la misma en su vida posterior, y he ofrecido aspectos del gran debate vigente todavía sobre los derechos de los indígenas, el trato de los españoles con ellos, su relación frontal o pacífica y la actitud de juristas, teólogos y de la propia Corona sobre cuestión tan difícil. […]

He podido constatar, a lo largo de mi trabajo, cómo un personaje tan rico en matices y tan bien pertrechado de ánimo, ha ido despertando a lo largo del tiempo cada vez más interés por su figura y por su trayectoria, tanto en los historiadores como en la curiosidad popular.»

Presentación del libro en Badajoz 

Vasco Núñez de Balboa nació en 1475 en Xerez cerca de Badajoz, actual Jerez de los Caballeros, en Extremadura; según el Conde de Canilleros, “La tierra donde nacían los dioses”, y murió en en la ciudad panameña de Acla en 1519.

De noble condición pero de escasa fortuna se formó en las artes de las armas y en la administración de la hacienda. Pedro Martín de Anglería dijo que Balboa era un hombre de letras.

Como tantos otros extremeños, se dejó seducir por la fantasía descubridora y los deseos de buscar fortuna más allá de la Mar Océana abierta por Cristobal Colón. En el año de 1501, se embarcó hacia las Indias en la expedición de Rodrigo de Bastidas. 

Al estudiar a Balboa, Correa nos descubre al intrépido extremeño como un personaje de enorme voluntad y cualidades de gran gestor que supo valerse de esas cualidades personales, de su habilidad diplomática y su capacidad de convicción para ganarse el favor de los nativos de las tierras exploradas y el apoyo de sus hombres. De él nos dice fray Bartolomé de las Casas que era un mancebo bien alto y dispuesto, y buenos miembros y fuerzas, de cuerpo gentil, gesto de hombre muy entendido y para sufrir mucho trabajo, […] mañoso y animoso, de muy linda disposición y hermoso de gesto y presencia”. Sólo de esa manera se explica cómo Núñez de Balboa pudo atravesar Panamá con un puñado de españoles y con la ayuda de los indios.

El día 25 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa, pudo mirar y admirar, como primer europeo, la Mar del Sur. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo describe así ese Momento Sublime: «Y un martes, veinte y cinco de septiembre de aquel año de mill e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso arriba, vido desde encima de la cumbre dél la mar del Sur…

0740_001El día 29 de septiembre, festividad de San Miguel Arcángel, Balboa y sus hombres bajaron al Golfo. El extremeño, calado con su yelmo y ceñida la armadura, avanzó en el mar al encuentro de las olas. En la mano derecha llevaba su espada y en la izquierda el pendón de Castilla. Cuando el agua le llegaba a las rodillas, levantó la espada y gritó, mientras agitaba el pendón, tomando posesión de la Mar del Sur en nombre de don Fernando y doña Juana. El padre Vera bendijo las aguas y el fiel escribano Andrés de Valderrábano levantó acta del descubrimiento.

SINOPSIS

La presente obra no es sólo una narración histórica, sino una serena reflexión en torno a una época y a un personaje que fue el principal protagonista de una de las mayores hazañas de la historia universal.

El hallazgo del Océano Pacífico, de la mano de un hidalgo salido de tierras de Extremadura, traerá consigo la gran revolución, tanto en el ámbito científico de cartógrafos y cosmógrafos, como en el de los humanistas, juristas y teólogos al hallar en aquellos espacios lejanos gentes desconocidas.

Feliciano Correa nos ofrece una interpretación a la luz de los documentos y de los hechos de una figura atractiva y carismática entre los nombres de la conquista. Además, cuando otros especialistas han pasado de largo sobre los veinticinco primeros años de vida de Vasco Núñez de Balboa, el profesor Correa se ocupa de esta etapa mucho más desconocida. De esa primera época desvela aspectos y circunstancias que resultarán decisivos. Y ello es así porque sus años de formación como hidalgo en ese lugar de la Corona de Castilla, se verán reflejados en el trato con los indígenas en aquella lejana realidad tan desconocida como fantástica. Balboa supo pronto que esos nuevos pueblos que halló tenían que ser aliados imprescindibles en la tarea conquistadora.

Con esta hazaña a comienzos del siglo XVI, cambió la percepción del mundo geográfico al descubrir inmensos espacios marinos, y nuevos interrogantes se plantearon sobre el Hombre y la Tierra.

La lectura de este libro puede resultar muy atractiva, pues su contenido más parece asunto del imaginario que resultado verdadero de las averiguaciones sobre el protagonista singular que en esta obra se trata.

FELICIANO CORREA

0741_001Feliciano Correa es escritor, académico y articulista muy destacado. Cuenta con prestigiosos premios nacionales por su labor cultural en la prensa escrita. Con más de treinta títulos como investigador y ensayista es además presidente de los Cronistas Oficial de Jerez de los Caballeros, su lugar de nacimiento.

Doctor en Historia y Académico, fundó y dirigió las revistas Proa, Norma, Búho y Vitela, además de las colecciones Lonchas de papel, Volanderas Jerezanas, Ermitas y conventos en Jerez de los Caballeros y su entorno, y Libretillas Jerezanas. De esta última merece citarse la titulada Dos décadas prodigiosas 1977-2002, así vivimos el último cuarto del siglo XX.

Es autor, además, de Territorio templario; La minuta de Núnez Barrero, un cura contestatario del siglo XVIII; La columna invertebrada; Amar; Apuntalando la memoria (crónica sobre la mayor catástrofe sufrida por Extremadura en tiempos de paz); Ideario para un humanista en el siglo XXI; El enigma de la Mancha; El valor ya no se supone, la crisis del modelo conocido, etc.

Su última obra Vasco Núnez de Balboa, descubridor del Mar del Sur, publicada en 2013, fue elegida por el Presidente español Mariano Rajoy como regalo a Barack Obama, en su visita a la Casa Blanca en el año 2014.

LA VILLA DE FERIA EN BALBOA: LA FANTÁSTICA HISTORIA DE UN HIDALGO ESPAÑOL

En el apartado titulado Los derechos humanos en las nuevas tierras en la época del descubridor del Pacífico, Feliciano Correa hace referencia al ilustre hijo de la villa de Feria que ha pasado a la historia con el nombre de fray Pedro de Feria. Al analizar la labor evangelizadora realizada por los españoles en las nuevas tierras, expresa lo siguiente:

Doctrina christiana en lengua castellana y çapoteca. Para acceder a él, haga clic en la imagen

«He de decir aquí, por servicio debido a la verdad histórica y por justicia con algunos venerables frailes, que en ocasiones el esfuerzo de los predicadores por hacerse entender fue muy loable. Recordar debo el caso de fray Pedro de Feria, nacido en 1525 en esa villa de Extremadura, Feria, y que profesó de dominico; estuvo con los indios zapotecos, y fue obispo de Chiapas, en México. Denunció los abusos perpetrados contra los indios en el Sínodo novohispano de 1585. Pero en su deseo de hacerse entender aprendió muy bien la dicha lengua zapoteca, al parecer escribió un catecismo en tal lengua para comunicar mejor la religión a los nativos, y redactó otras obras como su Vocabulario en lengua zapoteca y Confesionario en Lengua zapoteca. Murió en el Convento de Ciudad Real en 1588. Escribe el profesor José Muñoz Gil, Cronista Oficial de esa villa, en su obra La villa de Feria, que tuve el honor de presentar en sociedad en el emblemático castillo de ese enclave en el año 2001: “En definitiva fray Pedro de Feria, aunque no esté considerado como una de las figuras insignes en la tarea evangelizadora, sí es uno de los más destacados en su tiempo por las profundas huellas que dejó a su paso. Desde que ingresó en San Esteban de Salamanca, donde profesa en 1545, fue ocupando los más altos cargos de responsabilidad: Prior, Definidor, Provincial, Obispo y, sobre todo, misionero, cuya labor quiso desarrollar en Florida. Su obra Catecismo de la Doctrina Cristiana, con la que llevó la enseñanza del Evangelio más directamente a los indios, se une a la gran tarea evangélica y literaria que muchos otros dejaron en su afán misionero. Hoy esta obra se encuentra dentro del Repertorio Bibliográfico (Doctrina Cristiana en Lengua Castellana y çapoteca), doctrinas, catecismos, vocabularios y gramáticas que se imprimieron en el Nuevo Mundo…”» 

La obra de fray Pedro de Feria titulada Doctrina christiana en lengua castellana y çapoteca, editada en México en 1567, se encuentra accesible en la  Biblioteca Digital Hispánica.

MÁS SOBRE «BALBOA: LA FANTÁSTICA HISTORIA DE UN HIDALGO ESPAÑOL»

 
 
Tráiler del libro
 
 

En la presentación de Balboa: la fantástica historia de un hidalgo español, en la ciudad de Jerez de los Caballeros, el escritor Jesús Sánchez Adalid expresó:

«La obra de Feliciano Correa sobre Vasco Núñez de Balboa es un trabajo emblemático de un personaje singular. Este es un libro bien hecho y perfectamente documentado, y será una referencia para quienes pretendan estudiar en el futuro la gran hazaña del Mar del Sur, y conocer mejor la personalidad de Vasco Núñez de Balboa, el gran hombre que nació en Jerez de los Caballeros y llevó a cabo una de las aventuras más impresionantes de la historia de los descubrimientos.
El avistamiento de la mayor masa de agua del planeta, contemplada por el primer europeo, vendría a cambiar el concepto del mundo y abriría espacio impensables en el siglo XVI. Tal hecho, que se cuenta con precisión y riqueza literaria en esta obra, sería la base para comenzar a entender, entre otras cosas, lo que iba a suponer en nuestros días el moderno concepto de globalización».

Presentacion del libro de Feliciano Correa en Jerez de los Caballeros

Feliciano Correa ha afirmado, en una entrevista concedida al Diario de León, lo siguiente sobre Núñez de Balboa:

«Estamos ante un personaje culto, que escribe al rey Fernando con desparpajo, con soltura y sin complejos. Balboa es ilustrado, eso dice de él el Padre Las Casas, no era como Pizarro o Almagro que no sabían leer ni escribir. Y Balboa vive en una época de búsqueda, en un tiempo donde se están abriendo caminos en el mundo del pensamiento y de la geografía. Vive en una época de transición, del Medievo al Renacimiento. Se había vivido antes en la seguridad de lo esencial, la gente sabía desde que nacía cual era su pequeño destino, en qué iba a trabajar, en qué debía creer, a quién debía servir… Con el tiempo nuevo se produce una agitación. Copérnico, Galileo o Miguel Ángel son personajes rompedores que muestra nuevos espacios y concepciones distintas del mundo y también del arte. Están entrando en la zozobra de lo existencial. Y, por otro, lado he querido explicitar la gran dimensión personal de Balboa con los indígenas y con los que con él vivían. Cito de nuevo a Las Casas, pero también podría hacerlo mencionando a Fernández de Oviedo. Estos cronistas y otros nos muestran que Balboa era ante todo un ser solidario, alguien que trataba con justicia e igualdad tanto a sus soldados como a los indígenas. Tal cualidad es explicable, al menos en parte, porque se crió en un ambiente interclasista, entre judíos, cristianos, moros, gitanos y personas de toda condición. Su visión del mundo era que estaba compuesto de gentes diferentes y ello le hizo comprensivo.»

Más que la  apasionante aventura de Balboa. Reseña de Luciano Pérez de Acevedo Amo en Trazos. Hoy 13 de septiembre de 2014.  

«He disfrutado mucho estas vacaciones leyendo ‘Balboa: La fantástica historia de un hidalgo español’ de mi buen amigo Feliciano Correa. El libro es algo más, mucho más, que la apasionante aventura del conquistador extremeño Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Mar del Sur hace 500 años, porque la gesta, que se eleva por la fuerza de los acontecimientos, a uno de los hitos más importantes del mundo hasta entonces conocido, junto con la propia aventura del descubrimiento de América por Cristóbal Colón y el viaje alrededor del globo terráqueo de Magallanes

Elcano tiene la virtud, por sí sola, de clausurar esa época oscura, estática, de pensamiento único que fue el Medioevo, y abrir la puerta a la modernidad, a través del Renacimiento de las culturas clásicas, el humanismo reformista cristiano que impulsó Erasmo en toda Europa y también en España, con la ayuda del cardenal Cisneros y el propio emperador Carlos, la apertura de nuevos mercados y el comercio mundial, que irán dando paso a la economía de mercado y al fenómeno de la globalización.

Feliciano Correa, con su impecable estilo literario, ha vertido y fundido en esta obra el extraordinario caudal de erudición y conocimientos de que es poseedor en materia de Historia de España, Europa y América, filosofía, religión, pensamiento político e ideológico referidos a la época en que tiene lugar la epopeya del jerezano Vasco Nuñez, su paisano, hasta el punto de que estamos seguros de que la obra va a convertirse en el libro de referencia del 500 aniversario del descubrimiento del océano Pacífico, en España, en Panamá y en toda la América española y en el mundo; un motivo de orgullo para los extremeños y españoles que celebramos las proezas de nuestros antepasados.

El libro tiene, además, desde mi punto de vista dos virtudes importantes. Por los años 60 del pasado siglo, el célebre lingüista, filósofo e historiador Antonio Tovar Llorente sostuvo que los españoles llevamos a América una cultura estrictamente medieval, que es la que España tenía entonces, pues aun que ya se podían atisbar elementos filosófico políticos, religiosos y culturales renacentistas en la sociedad española de la época, estos, podríamos decir, no estaban todavía a nivel de calle.

Pues bien, Feliciano Correa, con un profundo conocimiento de la época y del personaje, ha tenido la visión y la habilidad de modernizar la apuesta de Antonio Tovar, rastreando los recursos y palancas renacentistas y humanistas que ya funcionaban en las élites del ‘500’, a nivel de la Corte de los Reyes Católicos y del emperador su nieto, descubridores y conquistadores, que hicieron posible que el mundo se pusiera en marcha y abandonara el ostracismo medieval.

Y finalmente, otro mérito del libro de Feliciano Correa ha sido la valentía de afrontar un tema tan espinoso como es el trato dispensado por los conquistadores españoles a los indios, lo que motivó la campaña de protesta que desencadenó Fray Bartolomé de las Casas origen de nuestra ‘leyenda negra’ y su influencia en la legislación tuitiva que puso en marcha la corona española para cortar estos abusos, con una amplia referencia a la doctrina que elaboró la Escuela de Salamanca del Derecho Natural, dirigida por el dominico Francisco de Vitoria, secundado por Domingo de Soto, Melchor Cano, Bartolomé Carranza, etc., que elaboraron la teoría de los ‘justos títulos’ de conquista, negando la consideración de los indios como pecadores o personas poco inteligente, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades; lo que hoy llamaríamos los derechos humanos de los indios; doctrina de la Escuela Española de Salamanca de la que nació el ‘Derecho de Gentes’ o Derecho Internacional. Enhorabuena, amigo Feliciano, por esta magnífica obra que agiganta tu categoría literaria, humana e intelectual.»