“Terra Alta”, de Javier Cercas

«A veces la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.»

Terra Alta es la última novela del escritor extremeño Javier Cercas, con la que ha ganado el Premio Planeta 2019.

El protagonista de la historia es Melchor Marín, un joven mosso d’Esquadra con un turbio pasado: delincuente juvenil, expresidiario y con una madre prostituta, que murió asesinada.

    «Se llamaba Melchor porque la primera vez que su madre lo vio, recién salido de su vientre y chorreando sangre, exclamó entre sollozos de júbilo que parecía un rey mago. Su madre se llamaba Rosario y era puta.»

En agosto de 2017, se convirtió en un héroe después de abatir a cuatro terroristas islamistas en Cambrils. Tras este incidente Melchor es trasladado a la comarca de la Terra Alta, un lugar tranquilo donde parece que nunca pasa nada, pero de repente ocurre un triple asesinato. Melchor será uno de los encargados de resolver el caso.

Terra Alta es un libro que también nos habla de otros libros. El protagonista de la novela es un gran lector. Siente inclinación por las novelas del siglo XIX, especialmente por Los miserables, un libro que le cambió la vida, que ha leído en multitud de ocasiones y con uno de cuyos personajes se identifica.

«El protagonista es un tipo para el que la ley es sagrada. Un policía que tiene como héroe a Javert (el implacable agente de Los miserables). La ley está hecha para proteger a los débiles de los poderosos como debería ocurrir en una democracia, pero al mismo tiempo cuando la ley no llega, llega él y se la salta. Esto es una barbaridad y una contradicción pero el personaje es así», ha afirmado su autor.

Terra Alta es un libro muy distinto a los que últimamente nos tenía acostumbrado Cercas. Nos encontramos ante una novela policíaca, escrita con lenguaje sencillo y en la que hasta casi al final de la historia no se logra reconocer al autor de Soldados de Salamina.

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 SINOPSIS

Un crimen terrible sacude la apacible comarca de la Terra Alta: los propietarios de su mayor empresa, Gráficas Adell, aparecen asesinados tras haber sido sometidos a atroces torturas. Se encarga del caso Melchor Marín, un joven policía y lector voraz llegado desde Barcelona cuatro años atrás, con un oscuro pasado a cuestas que le ha convertido en una leyenda del cuerpo y que cree haber enterrado bajo su vida feliz como marido de la bibliotecaria del pueblo y padre de una niña llamada Cosette, igual que la hija de Jean Valjean, el protagonista de su novela favorita: Los miserables.

Partiendo de ese suceso, y a través de una narración trepidante y repleta de personajes memorables, esta novela se convierte en una lúcida reflexión sobre el valor de la ley, la posibilidad de la justicia y la legitimidad de la venganza, pero sobre todo en la epopeya de un hombre en busca de su lugar en el mundo.

    «Hasta ese momento, la noche ha sido tan tranquila como de costumbre. A esas horas de la mañana no queda casi nadie en comisaría y, mientras Melchor apaga las luces, cierra el despacho y baja por las escaleras desiertas poniéndose su americana, la quietud de la comisaría es tan compacta que le trae a la memoria sus primeros tiempos allí, en la Terra Alta, cuando todavía era un adicto al estruendo de la ciudad y el silencio del campo le desvelaba, condenándole a noches de insomnio que combatía a base de novelas y somníferos. Ese recuerdo le devuelve una imagen olvidada: la del hombre que era él cuatro años atrás, al llegar a la Terra Alta; también le devuelve una evidencia: la de que ese individuo y él son dos personas distintas, tan opuestas como un malhechor y un hombre respetuoso de la ley, como Jean Valjean y el señor Magdalena, el protagonista desdoblado y contradictorio de Los miserables, su novela favorita.»

JAVIER CERCAS

Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Su obra, traducida a más de treinta lenguas, consta de las siguientes novelas: El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor y El monarca de las sombras, casi todas reconocidas con prestigiosos premios nacionales e internacionales. También ha publicado libros misceláneos –Una buena temporada, Relatos reales, La verdad de Agamenón y Formas de ocultarse– y ensayos –La obra literaria de Gonzalo Suárez y El punto ciego.
Ha recibido, además, varios premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera, como el Prix Ulysse, en Francia, o el Premio Internazionale del Salone del Libro di Torino, el Premio Friuladria, el Premio Internazionale Città di Vigevano, o el Premio Sicilia, todos ellos en Italia.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    «–Mire –se dirige el viejo a Melchor, didáctico–, ésta es una tierra inhóspita, muy pobre. Siempre lo ha sido. Una tierra de paso en la que sólo se quedan los que no tienen más remedio que quedarse, los que no tienen otro sitio adonde ir. Una tierra de perdedores. A esta comarca no la quiere nadie, ésa es la verdad, y la prueba es que sólo se acuerdan de nosotros para bombardearnos. ¿Por qué se nos conoce fuera de aquí? Por la batalla más feroz que se ha librado nunca en este país, una tormenta de fuego como un castigo bíblico, un apocalipsis que mató a muchachos de medio mundo. Por supuesto, nosotros ni pinchamos ni cortamos en ella, pero nos dejó esta tierra convertida en un erial todavía más negro de lo que era, un sitio donde ochenta años después todavía puede encontrar usted metralla en los montes, y si no encuentra mucha más es porque durante años nosotros mismos nos encargamos de recogerla y venderla, para no morirnos de hambre. Eso es la Terra Alta.»
    […]
    «–Yo también creo que los asesinos eran profesionales –empieza Melchor–. Lo que no me convence es que fueran simples ladrones. Lo que no me convence es que fueran simples ladrones.
    –¿Por qué no? inquiere el subinspector.
   –Porque me parece inverosímil que unos ladrones se entretuvieran en torturar de esa manera a unos ancianos.
  –A mí también me lo parece tercia Pires–. El problema es que la realidad está llena de inverosimilitudes. En eso no se parece a las novelas, ¿verdad?
Melchor está acostumbrado a que sus mandos y compañeros ironicen sobre su fama de lector. No le molestan las ironías, y no suele esquivarlas.
    –A las buenas no responde–. Pero sí a las malas.
   –Entonces debería usted leer novelas malas, Marín dice el subinspector Gomà–. Aprendería más. Aprendería por ejemplo que la realidad es un sitio donde hay de todo, incluidos un montón de tarados y de psicópatas que no atienden a ninguna regla. Y menos a las de las novelas.
    –Las novelas no tienen reglas replica Melchor con suavidad–. Ahí está su gracia. Pero da igual. Ni siquiera en una novela malísima hubieran torturado a los Adell unos simples ladrones. No tiene sentido.»