“Puerca tierra”, de John Berger

«Otros se fatigaron
 y vosotros os aprovecháis de sus fatigas».
 San Juan 4,39

En 1979, el escritor, crítico de arte, pintor y guionista de cine John Berger publicaba Puerca tierra (Pig Earth), el primer volumen de la trilogía De sus fatigas (Into Their Labours), que más tarde iría completando con Una vez en Europa (1987) y Lila y Flag (1990).

A mediados de los años setenta, Berger tomó la decisión de dejar Londres e instalarse en los Alpes franceses, en un pueblecito campesino llamado Quincy, cerca de la frontera suiza. Berger participó del modo de vida de los habitantes del pueblo y llegó incluso a hacerse campesino. Fruto de estas experiencias y del contacto con los vecinos del lugar surgió De sus fatigas, que le llevó un trabajo de quince años. En ella aborda la extinción de la cultura campesina y la emigración de los habitantes del medio rural a las grandes ciudades.

En Puerca tierra el autor británico recoge una serie de cuentos y poemas escritos entre 1974 y 1978. En ellos nos acerca al modo de vida y costumbres de los campesinos europeos. Una forma de vida que según el propio Berger, tiene los días contados. En palabras de su autor, en Puerca tierra pretende examinar el significado y las consecuencias de esa amenaza de eliminación histórica.

    «Abajo, Pépé hizo un corte pequeño, y la sangre salió a borbotones, como si hubiera estado siempre esperando para hacer exactamente esto mismo. El cerdo intentó luchar sabiendo que ya era demasiado tarde. Los cinco éramos demasiado pesados para poder desasirse. Sus chillidos se convirtieron en profundas inspiraciones. Su muerte era como un barreño que se vaciara.

    El otro barreño se llenaba. Mi abuela, en cuclillas, revolvía y agitaba la sangre para que no se cuajara. De vez en cuando sacaba las fibras blancas que se formaban en la superficie y las tiraba.

    El cerdo tenía los ojos cerrados. El espacio que dejaba la sangre se rellenaba ahora con algún tipo de sueño, pues todavía no estaba muerto. Subido a la narria, Marius bombeaba suavemente la pata delantera izquierda a fin de vaciar el corazón. Pépé me miró. Y yo pensé que sabía lo que estaba pensando él: un día, cuando yo sea demasiado viejo, tú matarás el cerdo.

    Acercamos la artesa. Era lo bastante larga para que un hombre pudiera reclinarse dentro. Antes de meterlo en ella, pasamos una cadena alrededor del cuerpo del animal, a modo de cinturón, con la idea de poder agarrarlo para darle la vuelta cuando estuviera mojado. Para llenar la artesa y convertirla en una bañera necesitamos dos lecheras llenas de agua caliente. El cerdo quedaba casi totalmente cubierto. Lo afeitamos rascando su piel con unas cucharas, y cuanto más apurábamos el afeitado, más se parecía su piel a la de un hombre. No parecía un campesino, pues estaba demasiado gordo y blanco, sino un hombre desocupado. Las partes más difíciles de afeitar eran las rodillas, en donde la piel estaba encallecida.»

En el epílogo de su libro afirma que «despachar la experiencia campesina como algo que pertenece al pasado y es irrelevante para la vida moderna; imaginar que los miles de años de cultura campesina no dejan una herencia para el futuro, sencillamente porque esta casi nunca ha tomado la forma de objetos perdurables; seguir manteniendo, como se ha mantenido durante siglos, que es algo marginal a la civilización; todo ello es negar el valor de demasiada historia y de demasiadas vidas. No se puede tachar una parte de la historia como el que traza una raya sobre una cuenta saldada.»

Con un lenguaje sencillo, claro y lleno de sensibilidad, Berger nos traslada a un mundo en trance de desaparecer y les cede el protagonismo a esos hombres y mujeres que se resisten a abandonar sus ancestrales formas de vida.

Puerca tierra me ha parecido un libro magnífico, cuya lectura recomiendo.

    «Fue la voz de los frágiles, residuos del mundo moderno a los que su obra otorgó dignidad de reyes… Poeta, novelista, ensayista y crítico de arte, toda su obra literaria es el testimonio de alguien que contempla un universo que se desvanece ante sus ojos.»  Javier Rodríguez Marcos, El País

Leer un fragmento del libro

SINOPSIS

Puerca tierra es la primera parte de la trilogía De sus fatigas, un fresco fundamental que traza con una dignidad y una sobriedad magistrales el ocaso de los entornos rurales y el inevitable desplazamiento a las grandes ciudades.

Un conjunto de deliciosas historias protagonizadas por hombres y mujeres fuertes e independientes portadores y transmisores de generación en generación de la sabiduría y de los secretos mas íntimos de la tierra.

Los duros meses de la cosecha, el alumbramiento de las crías, la llegada de la maquinaria, los largos y fríos inviernos de descanso marcan el ritmo de una prosa contenida pero repleta de amor hacia un mundo eclipsado por la marea de la prosperidad europea del siglo XX.

Los textos que componen el libro condensan todas las cualidades de su autor: claridad en el lenguaje, sensibilidad extrema para la luz y el color y compromiso continuo con aquellos cuyas vidas se han visto sepultadas por la llamada «prosperidad europea».

JOHN BERGER

John Berger (Londres, 1926-París, 2017) se formó como pintor en la Central School of Arts. Además de un gran escritor -con G. obtuvo en 1972 el Premio Booker-, ha sido uno de los pensadores más influyentes de los últimos años. Autor de novelas, ensayos, obras de teatro, películas, colaboraciones fotográficas y performances, ninguna manifestación artística ha escapado a su talento. Sus ensayos y artículos revolucionaron la manera de entender las Bellas Artes, y su compromiso con el campesinado europeo en la trilogía De sus fatigas, compuesta por Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag, es ya un modelo de empatía y lucidez. Alfaguara también ha publicado Hacia la boda, Un pintor de hoy, Aquí nos vemos, Fotocopias, King, Un hombre afortunado, De A para X, Con la esperanza entre los dientes, El cuaderno de Bento y su monumental ensayo Fama y soledad de Picasso. En 1962 abandonó su residencia en Inglaterra para instalarse en un pequeño pueblo de los Alpes franceses. Rondó para Beverly es su último libro, escrito tras la muerte de su mujer.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

El valor del dinero
     «Tenía la cara delgada y el cuerpo recio. A los sesenta y tres años aún conservaba el pelo negro. Cuando montaba a Gui-Gui, el caballo de tiro, se percibía un claro parecido entre ellos: ambos tenían la solidez de un puño cerrado, pero sin codicia. Se sentaba firme casi junto a la collera de los arreos, y el caballo, con sus patas cortas y robustas, se enfrentaba a las empinadas pendientes.
Era el único hombre del pueblo que plantaba manzanos nuevos. Después de prensar la sidra, tomaba una brazada de orujo y lo enterraba con todo cuidado en una esquina del huerto. Al año siguiente habían salido varios plantones. Los separaba, los cubría con pajote, y al cabo de tres años eran lo suficientemente grandes y resistentes para plantarlos en el huerto. Pasado algún tiempo los injertaba.
Los otros hombres argumentaban que los árboles viejos, algunos de los cuales tenían quizá cien años, durarían hasta que ellos murieran y que luego los huertos quedarían abandonados.
    Cuando yo me haya ido al otro mundo, nadie va a trabajar mis campos, decía uno de ellos.
    ¡Estaremos todos en el camposanto!, gritó otro, proclamando con el volumen mismo de su voz que todavía no estaban allí.
    Marcel, sin embargo, era un filósofo. Por las noches intentaba explicarse a sí mismo lo que había sucedido durante el día para luego actuar en consonancia.
    Así explicaba por qué seguía plantando manzanos.
Mis hijos no trabajarán la tierra. Quieren tener los fines de semana libres y vacaciones y un horario fijo. Les gusta tener dinero en el bolsillo para poder gastarlo. Se han ido a ganar dinero; les vuelve locos. Michel se ha ido a trabajar a una fábrica. Edouard trabaja en el comercio. (Utiliza el término comercio porque no quería ser duro con su hijo pequeño.) Creo que están equivocados. Pasarse el día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas a la semana en una fábrica no es vida para un hombre: este tipo de oficios solo llevan a la ignorancia. No es probable que trabajen nunca en el campo. La granja terminará cuando faltemos Nicole y yo. ¿Para qué, pues, trabajar con tanto esfuerzo y tanto empeño en algo que está condenado? Y a eso yo contesto: este trabajo es una manera de preservar el saber que mis hijos están perdiendo. Cavo los hoyos, espero a la luna nueva para plantar los arbolitos porque quiero dar ejemplo a mis hijos, si es que están interesados en seguirlo, y, si no lo están, para demostrar a mi padre y al padre de mi padre que el conocimiento que ellos transmitieron todavía no ha sido abandonado. Sin ese saber no soy nada.»
    […]
Cucharón 

«Filigrana de estaño
la luna del cucharón
naciente sobre la montaña
que desvanece hasta la olla
sirviendo a generaciones
humeante
arrastrando lo que ha nacido de las semillas
en el huerto
espesado con patata
sobreviviéndonos
en el cielo de madera
de la cocina

Madre que del humeante 
pecho del peltre
veteado de sales
reparte la comida a sus hijos
hambrientos como jabalíes
con las uñas teñidas
de tierra vespertina
y el pan hermano
la madre reparte

Vierte el cielo hirviendo
cucharón
con el sal zanahoria
las estrella de sal
y la grasa de la puerca tierra
vierte el cielo humeante
cucharón
vierte sopa para nuestro días
vierte sueño para la noche
vierte años para mis hijos»