“La dehesa iluminada”, de Alejandro López Andrada

La dehesa iluminada es una novela del escritor cordobés Alejandro López Andrada. El libro que inauguró el llamado ruralismo mágico ha vuelto a ser reeditado por la editorial Benerice cuando se cumplen tres décadas de su primera publicación. En esta bella novela encontramos ecos de un mundo en vías de extinción, donde la naturaleza todavía muestra toda su riqueza y en la que los hombres y mujeres que la pueblan se resisten a abandonarla.

Luis, el protagonista de la historia, es un periodista que vive en Madrid y vuelve al pueblo donde nació para asistir al entierro de su padre. Su intención es regresar cuanto antes a la capital, pero una serie de acontecimientos le retienen en su antiguo pueblo y terminará por trasladarse a vivir en la vieja casa que heredó de sus abuelos, situada en plena dehesa.

   «No sé a cuento de qué me acudió esta mañana a las sienes este melancólico enjambre de recuerdos. Lo cierto es que desde la otra noche, después de visitar la majada y el chozo derruido de Nicasio, no he dejado de recordar la dehesa: aquel sereno paisaje tan ligado a mi niñez. Pienso, muchas veces al día, que debo volver allí, a residir en la vieja casa que heredé de mis abuelos. Cuando regresé de Madrid –hace ahora casi tres meses– lo hice con la intención de pasar, tras del entierro de mi padre, unos días en aquel mágico lugar. Sin embargo, llevo todo este tiempo viviendo en la antigua casa de mis padres, junto a mi hermano y su familia; en la casa que les correspondió en herencia. Quizá me haga falta algo de ánimo o de valor para decidirme a fijar mi residencia en la dehesa. Desde el fatal accidente que sufrí junto a Celia, ando profundamente deprimido. De todos modos, el día menos pensado tomo mi breve equipaje y traslado mi vivir a la vieja finca de mis abuelos, situada en el centro de la dehesa iluminada.»

La dehesa iluminada fue la primera novela de Alejandro López Andrada. Un libro que, como reconoce su propio autor, impregnó buena parte de su producción literaria posterior. Se trata de una novela muy íntima, puramente visual y que está muy influida por la narrativa del maestro Miguel Delibes. Está escrita como un diario íntimo que abarca un año completo siguiendo el ciclo de las cuatro estaciones.

En ella encontramos una fusión entre lo natural y lo sobrenatural, lo que dota a la narración de cierto halo mágico en algunos momentos.

López Andrada nos habla del fenómeno de la despoblación y del abandono del campo, de lo que hoy se conoce como la España vacía o vaciada, en una época que nadie escribía sobre ello.

En la nota que aparece en esta edición de la novela, Joaquín Pérez Azaústre escribe lo siguiente: «La dehesa iluminada es la novela que reivindicó el universo rural cuando no estaba de moda. El protagonista es un periodista enamorado de la naturaleza y el paisaje de su tierra natal que, a través de un diario, va reflejando sus vivencias cotidianas, conviviendo con seres entrañables y humildes, como el campesino Gabriel Manjaca, o Abundio, el pastor. La dehesa iluminada también incide en la despoblación y emigración de los vecinos de Veredas Blancas, pueblo imaginario, pero cierto, a las grandes ciudades. Todo esto se une a una prosa narrativa que no renuncia a la sustancia lírica de los sueños, esa vida abolida que es recuperada, en la novela, para el paisaje de la realidad, con una íntima, delicada y hermosa rememoración romántica. Hablamos de un relato rural, ecologista y emotivo, aunque a veces sorprenda la aparición de fenómenos paranormales y mágicos, propios de un microcosmos rural y campesino donde se mezclan los muertos con los vivos, lo real y lo sobrenatural, una atmósfera que el autor conoce bien porque la sintió muy próxima en su niñez, que es cuando se imanta de su identidad.»

     «Posado sobre la rama de un espino, a unos pasos del caserón derruido que hace unas décadas fue concurrida taberna de mineros, he observado esta tarde, mientras paseaba, un alcaudón real. El pajarillo alzó el vuelo apenas me vio asomar entre los escombros florecidos de la casa. Después, acercándome al esquelético arbusto, tropecé con el cuerpo desventrado y violeta de una pequeña lagartija que, unos segundos antes, anduvo devorando el arisco alcaudón.

    Instantáneamente, nada más contemplar la cruda escena, me acudió a la memoria la imagen desvaída de tía Eloísa. Ella siempre decía —yo era entonces muy niño— que detenerse a contemplar un alcaudón desgarrando su presa, ensartada en un espino, preludiaba alguna desgracia familiar.»

SINOPSIS

Se cumplen tres décadas de la novela que inauguró el ruralismo mágico. Mucho antes de «la España vaciada» y de que el medio rural se convirtiera en el eje de ensayos y narraciones de éxito, La dehesa iluminada mostraba ya un mundo en franco declive y, al mismo tiempo, repleto de bellos matices y fulgores. López Andrada retoma su formidable obra, fuente de inspiración para infinidad de autores posteriores, y la revisa en una edición que cuenta con un sabroso texto de Joaquín Pérez Azaústre y con la que Berenice celebra el aniversario de su publicación.

    «Ayer estalló la primavera en la dehesa. Lo hizo de un modo majestuoso y suave: se encendieron de tonalidades violeta los espliegos y las primeras margaritas tapizaron de amarillo los flancos del ferrocarril abandonado.

   Escuché esta mañana el primer canto de las abubillas. Gabriel acudió y se pasó media jornada dibujando escenas campestres. Bolillo anda como loco: no ha dejado de retozar en todo el día. Pasó la tarde revolcándose traviesamente sobre la hierba, corriendo detrás de las mariposas, persiguiendo, jadeante y nervioso, el sedante vuelo de las cogujadas.»

El regreso de un periodista a sus raíces y las tensas relaciones con su hermano marcan el inicio de esta novela donde confluyen las emociones más dispares. El protagonista, hastiado de la ciudad, elige la casa derruida de su abuelo, en el encinar, para vivir una hermosa historia de pasión por la tierra. Alejandro López Andrada, uno de los escritores más puros de nuestras letras, dibuja mediante su prosa exquisita el paisaje, los objetos y seres humildes que lo habitan —carboneros, pastores— con una intensidad que conmueve.

    «La dehesa iluminada constituye la piedra angular de una de las obras más importantes y personales de la literatura española actual». Julio Llamazares

   «Aquí están las raíces de lo mejor de la obra futura de López Andrada: el don de una voz emocionada y una fidelidad al humanismo de y en la naturaleza». Antonio Colinas

    «Todo es muy de verdad, y una especie de bondadosa compasión telúrica que comulga con los seres y las cosas lo empapa todo». Pere Gimferrer.

ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA

Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) comenzó a escribir muy joven y hasta la fecha ha publicado poemarios como El Valle de los Tristes (1985), La tumba del arco iris (1994), Los pájaros del frío (2000), La tierra en sombra (2008) y Las voces derrotadas (2011), y recibido premios como el Nacional San Juan de la Cruz, Iberoamericano Rafael Alberti, José Hierro, el Andalucía de la Crítica, el Fray Luis de León y el Ciudad de Córdoba Ricardo Molina , entre otros. Ha escrito asimismo poesía infantil, tres ensayos sobre la desaparición del mundo rural (El viento derruido, Los años de la niebla y El óxido del cielo) y once novelas, una de las cuales, El libro de las aguas , fue adaptada al cine por Antonio Giménez-Rico. Tras El jardín vertical (2015) y Entre zarzas y asfalto (Berenice, 2016), resulta ganador del Premio Jaén de Novela, uno de los más prestigiosos del país, gracias a Los perros de la eternidad. Hijo Predilecto de su localidad natal, en 2007 se dio su nombre a una plaza de la misma («Plaza de Alejandro López Andrada»). En ella se encuentra la casa donde nació.

OTRO FRAGMENTO DEL LIBRO

    «Después, estuve conversando con Abundio y comencé a sentirme algo más animado. Él es, ahora, la única persona con la que puedo dialogar en estos solitarios campos de la dehesa. Él es mi única compañía. Bueno…, también me acompañan los pájaros: los mirlos y los alcaravanes, los arrendajos y las alondras, los chotacabras y los lúganos, las azules y altísimas totovías. Sí, hace mucho que aprendí el lenguaje de las aves, su código comunicativo. Los pájaros tienen sentimientos como las personas: lloran y aman, sufren y sonríen; tienen momentos de recogimiento y otros, muy contrarios, de alboroto. Hay pájaros melancólicos como el petirrojo, alegres como la golondrina, románticos como el ruiseñor, presumidos y altivos como la oropéndola. Siempre pensé que los pájaros tienen alma. Desde pequeño aprendí a dialogar con ellos. Me enseñaron numerosos secretos que yo desconocía. Nunca me encuentro solo entre los pájaros. Oigo atento sus cantos y aprendo a descodificar sus mensajes. Río y lloro con ellos. Agradezco su amable compañía.» 

“Independencia”, la nueva novela de Javier Cercas

Independencia es el título de la nueva novela de Javier Cercas, recientemente publicada. Esta obra será la segunda entrega de la tetralogía iniciada con Terra Alta, la novela con la que el autor extremeño consiguió el Premio Planeta 2019.

Según Tusquets Editores, la editorial que ha publicado la novela y que le lanzó a la fama con Soldados de Salamina, con esta obra, Cercas «consolida un ambicioso ciclo novelesco que es en sí mismo todo un cosmos de personajes, lugares y clases sociales, y un magnífico retrato de las vinculaciones entre el poder económico y la política, el pasado y el presente».

El protagonista de la historia vuelve a ser, como en la primera entrega, Melchor Marín, el joven mosso d’Esquadra con un turbio pasado que se convirtió en un héroe después de abatir a cuatro terroristas islamistas en Cambrils. Y el título de la misma parece sugerir una más que probable vinculación con la historia reciente de Cataluña.

COMENZAR A LEER LA NOVELA

    «La literatura es un servicio de urgencias. Leer por diversión está muy bien, leer por entretenimiento está muy bien, leer para no ser un cretino está muy bien. Pero la única forma seria de leer es leer como quien reza, como quien llora, como quien pelea por su pellejo en cada frase, en cada adjetivo y en cada coma.»

Javier Cercas

 SINOPSIS

Un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo.

¿Cómo enfrentarse a quienes manejan el poder en las sombras? ¿Cómo vengarse de quienes más daño te han hecho?

Vuelve Melchor Marín. Y vuelve a Barcelona, donde es reclamado para investigar un caso vidrioso: están chantajeando con un vídeo sexual a la alcaldesa de la ciudad. Cargado con su pesar por no haber encontrado a los asesinos de su madre, pero también con su inflexible sentido de la justicia y su rocosa integridad moral, Melchor debe desmontar una extorsión que no se sabe si persigue el simple beneficio económico o la desestabilización política, y, para hacerlo, se adentra en los círculos del poder, un lugar donde reinan el cinismo, la ambición sin escrúpulos y la brutalidad corrupta. Por ahí, esta novela absorbente y salvaje, poblada de una pléyade de personajes memorables, se convierte en un retrato demoledor de la élite político-económica barcelonesa, pero sobre todo en un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo.

JAVIER CERCAS

Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Su obra, traducida a más de treinta lenguas, consta de las siguientes novelas: El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor y El monarca de las sombras, casi todas reconocidas con prestigiosos premios nacionales e internacionales. Con Terra Alta ganó el Premio Planeta 2019, y obtuvo un gran éxito de crítica y de público También ha publicado libros misceláneos –Una buena temporada, Relatos reales, La verdad de Agamenón y Formas de ocultarse– y ensayos –La obra literaria de Gonzalo Suárez y El punto ciego. Ha recibido, además, varios premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera, como el Prix Ulysse, en Francia, o el Premio Internazionale del Salone del Libro di Torino, el Premio Friuladria, el Premio Internazionale Città di Vigevano, o el Premio Sicilia, todos ellos en Italia.

“El huerto de Emerson”, la nueva novela de Luis Landero

    «La vida puede ser breve, pero la memoria de lo vivido no se acaba nunca.»

El huerto de Emerson es el título de la nueva novela del escritor extremeño Luis Landero, recientemente publicada.

Tras el éxito de Lluvia fina, la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo; el escritor extremeño vuelve a la senda que dejó en El balcón en invierno.

En el El huerto de Emerson, retoma, por tanto, los recuerdos de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal, las vivencias de su adolescencia y juventud en un barrio de emigrantes de Madrid y sus experiencias en el mundo del trabajo. Vuelve a escribir de lo que mejor conoce y de lo que más le gusta. Mezclando de nuevo recuerdos y vivencias, reflexiones en torno a la literatura y la vida, humor y poesía.

Como el propio autor ha señalado, el libro es «un 75% narración, un 15 % de ensayo y unos gramos de poesía». En ella destacan las descripciones de personajes y de ambientes de la infancia del escritor extremeño en su Alburquerque natal. En un estilo que recuerda al que utilizaban sus mayores para contar historias alrededor del fuego, y en verano al fresco de la calle.

Sobre el título de la novela, ha comentado Landero que “Emerson es un filósofo norteamericano que dice que todos somos únicos y originales y lo compara como si todos hubiéramos recibido en herencia un terrenito, un huerto, donde tenemos que cultivar lo nuestro […] y en eso consiste el arte de ser nosotros mismos”.

     «Dice Emerson que cada cual ha de aceptarse a sí mismo tal como es, y aceptarse además con orgullo y contento. Que a todos nos ha tocado en suerte un terrenito en el que laborar. Que es seguro que habrá alrededor terrenos más grandes y fértiles, donde crecen lechugas mejores que las nuestras, pero que nosotros tenemos que cultivar lo nuestro, el huerto que nos tocó en suerte, sin envidiar lo ajeno, conformes y alegres con nuestras lechugas, por pequeñas y pálidas que sean.»

En esta novela son numerosas las referencias a otros libros y escritores. Aparte del ya mencionado Emerson, desfilan por él autores de la talla de Cervantes, Kafka, Shakespeare, Borges, Montaigne, Machado, Dickens, Faulkner, Conrad, Chéjov, Quevedo y Proust, entre otros.

El huerto de Emerson es una gran novela, entretenida y de muy grata lectura. Escrita con una prosa magnífica y con ese toque mágico, tan del gusto de su autor, del que se desprende cierta añoranza por el paraíso perdido de su tierra y de su infancia.

     «La casa y la noche estaban llenos de peligros. O mejor dicho, el mundo entero estaba entonces lleno de peligros. En el último traspatio vivía una culebra que hipnotizaba a los pájaros con la fijeza de sus ojos amarillos y su lengua negra de dos filos. Y también podía hipnotizar a los niños. En los desvanes vivía una lechuza y había murciélagos gigantes, y enormes y peludas arañas venenosas. En el pozo habitaba un escuerzo. Si te asomabas al pozo, el escuerzo podía escupirte su veneno y ya no había remedio, la muerte era segura. Te lavaban muy bien lavado en un barreño, te peinaban, te vestían con tus mejores ropas, y así, muy limpio y muy peinado, te metían en una caja blanca forrada de raso. Luego la caja se la llevaban en la carroza negra de los muertos, con el cochero en el pescante vestido también de negro, y el caballo negro, y la caja blanca puesta entre cristales transparentes con cruces pintadas de oro.»

 LEER UN FRAGMENTO DEL LIBRO

SINOPSIS

Un relato memorable sobre lo vivido y lo leído.

Tras el éxito prolongado de Lluvia fina, Luis Landero retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. Y lo hace en este libro memorable, que vuelve a trenzar de manera magistral los recuerdos del niño en su pueblo de Extremadura, del adolescente recién llegado a Madrid o del joven que empieza a trabajar, con historias y escenas vividas en los libros con la misma pasión y avidez que en el mundo real.

       «En los días de invierno de mi infancia, mi pueblo encogía, se encerraba en sí mismo, como los pájaros y los gatos, y también encogía la gente, y todo era entonces más pequeño, salvo los campos, que parecían más desolados y más grandes que nunca. Campos yermos y desabrigados donde hasta el viento gime, temeroso y errante. Las puertas, que habían estado abiertas hasta después de las fiestas de septiembre, se cerraban de día y se atrancaban por la noche. En invierno la gente tiene mucho más miedo que en verano. El viento llevaba por las calles el olor amoroso de los braseros, y las viejas caminaban más aprisa, arrebujadas como corujas, temerosas de Dios y del diablo. Lo más escondido y secreto de las carnes jóvenes volvía a la vergüenza y al espanto de lo prohibido. En invierno se hablaba más bajo, había largos, impenetrables silencios, solo rotos por las toses que, al cabo del verano, regresaban con notas más graves y profundas. La cigüeña se fue hace ya tiempo, el gato ronronea gustoso junto al fuego, chamuscándose casi los bigotes, y los perros sin amo caminan en invierno un poco de lado, como al bies, y ya no ladran con la facilidad y la alegría de antes. En días así, los muertos estarán más solos y olvidados que nunca.»

En El huerto de Emerson asoman personajes de un tiempo aún reciente, pero que parecen pertenecer a un ya lejano entonces, y tan llenos de vida como Pache y su boliche en medio de la nada, mujeres hiperactivas que sostienen a las familias como la abuela y la tía del narrador, hombres callados que de pronto revelan secretos asombrosos, o novios cándidos como Florentino y Cipriana y su enigmático cortejo al anochecer. A todos ellos Landero los convierte en pares de los protagonistas del Ulises, congéneres de los personajes de las novelas de Kafka o de Stendhal, y en acompañantes de las más brillantes reflexiones sobre escritura y creación en una mezcla única de humor y poesía, de evocación y encanto. Es difícil no sentirse transportado a un relato contado junto al fuego.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. LLuvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. El huerto de Emerson (2021) es su última novela

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero

“El muchacho silvestre”, de Paolo Cognetti

El muchacho silvestre: cuaderno de montaña (Il ragazzo selvatico: quaderno di montagna) es el primer libro del documentalista y escritor italiano Paolo Cognetti, autor de la conocida y laureada novela Las ocho montañas, que se tradujo al castellano. Este cuaderno de montaña, que va ligado a la antes citada novela Las ocho montañas, constituye todo un homenaje a la montaña, que el autor redescubre después de pasar por una importante crisis vital. El autor y protagonista, que vive en Milán, descubre que allí se siente encerrado en una jaula, por lo que decide abandonarlo todo y trasladarse durante seis meses a vivir en pleno contacto con la naturaleza. Elige un lugar montañoso del Valle de Aosta, en los Alpes italianos, cerca del lugar en el que pasaba los veranos con sus padres.

    «Hace unos años pasé un invierno difícil. Ya no me parece importante recordar el origen de aquel mal. Tenía treinta años y me sentía sin fuerzas, perdido y desconfiado como cuando una empresa en la que creías acaba de la peor manera. Un trabajo, una historia de amor, un proyecto compartido con otras personas, un libro que exigió años de trabajo. En aquel momento imaginar el futuro me parecía una hipótesis tan remota como la de emprender un viaje cuando tienes fiebre, fuera llueve y el coche está sin gasolina. Yo había dado mucho, y ¿dónde estaba mi recompensa? Pasaba el tiempo entre librerías, ferreterías, el mesón de enfrente de casa y la cama, contemplando el cielo blanco de Milán por la claraboya. Lo que no hacía era escribir, que para mí es como no dormir o no comer: un vacío que no había experimentado nunca.»

Allí se instala en una baita, especie de cabaña alpina, a unos dos mil metros de altura, sin más compañía que los animales de la montaña y un puñado de buenos libros. De sus vivencias y reflexiones surgirá este cuaderno de montaña, muy bien documentado y escrito sin adornos innecesarios, que te atrapa por su lenguaje vivo, claro y preciso.

Cognetti ha asegurado que la experiencia le resultó muy dura pero que le mereció la pena. «Para mi la montaña era un lugar feliz, de libertad y en aquel momento complicado decidí que iba a encontrar un ambiente favorable acompañado de lecturas de clásicos como el Walden de Thoreau, My First Summer in the Sierra, de John Muir, o Historia de una montaña, de Élisée Reclus», ha asegurado el joven escritor italiano.

En fin, un buen libro, perteneciente a la llamada literatura de naturaleza, de un escritor que dará mucho que hablar.

EMPEZAR A LEER EL LIBRO

SINOPSIS

Un verano en que se siente perdido y sin fuerzas, el protagonista de este “cuaderno de montaña” decide abandonar la ciudad donde nació y se instala a dos mil metros de altura, en un paraje próximo a aquel en que pasaba, de niño, las vacaciones con sus padres. Busca un lugar que le permita ser feliz y, como atesora recuerdos de largas semanas de libertad que transcurrían sin normas ni quien las dictara, sueña con recuperar las experiencias de su infancia. Pero ahora está solo. Y en esa soledad, en la que sin embargo, poco a poco, afloran presencias imprevistas, como los animales que pueblan la montaña y también dos vecinos con los que traba relación, deberá ajustar cuentas consigo mismo. El muchacho ocupa parte de su tiempo leyendo, y en los libros de Rigoni Stern, Primo Levi, Thoreau, Antonia Pozzi, encuentra con quien conversar. Pero la literatura no se convierte en un refugio contra la naturaleza hostil ni en un antídoto contra los excesos de la civilización, sino en un impulso para desarrollar un punto de vista propio, nada ingenuo ni complaciente.

    «En la baita caí de nuevo en los miedos infantiles: cuando la luna menguaba la oscuridad era absoluta, y el silencio tan profundo que me dolían los oídos, prontos a captar cualquier sonido. Alcanzaba a oír el agua correr en la fuente. El viento que agitaba las copas de los alerces. La voz de un corzo, que no es como uno la imagina, nada que ver con un balido: se asemeja más bien a un tos ronca, al ladrido de un perro afónico. Eran ellos los seres salvajes y yo el depredador, pero en mi cama la oscuridad invertía los roles. Las primeras luces, hacia las cinco, eran un alivio: los pájaros empezaban a cantar, la vida recomenzaba a fluir en el mundo y mi vigilancia se hacía innecesaria. Entonces, como a un centinela que acaba el turno de noche, me asaltaba un sueño del que despertaba a media mañana.»

PAOLO COGNETTI

Paolo Cognetti (Milán, 1978) ha trabajado como documentalista, y ha sido durante mucho tiempo un enamorado de Norteamérica, especialmente de Nueva York; allí pasó temporadas antes de irse a vivir, a los treinta años, a un pueblo de los Alpes italianos. Ahora reside entre su ciudad natal y la montaña, desde donde escribe.

Ha publicado libros de cuentos y ensayos sobre escritura. En lengua española se ha traducido su diario de la vida montañesa El muchacho silvestre, la guía Nueva York es una ventana sin cortinas y la novela Las ocho montañas. Esta ha sido publicada en treinta y nueve países con gran éxito por parte de la crítica y los lectores y ha sido galardonada con el Premio Strega 2017, el Prix Medicis Étranger y el English Pen translate Award.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

    «Con este espíritu inauguré mis exploraciones. Tomé el sendero que llegaba a la baita y empecé a remontarlo para ver adónde iba. Atravesé un bosque de alerces, con sus troncos altos y desnudos que se alternaban a veces con el verde de un abeto joven. Poco más arriba los árboles se espaciaban: en los pastos expuestos al sol brotaban los primeros bulbos de azafrán, pero me bastó con cambiar de vertiente, de su a oeste, y la nieve ocupó el lugar del prado. El agua manaba por todas partes, como si toda la montaña estuviese saturada. De un agujero entre las piedras, de las raíces descubiertas de un alerce. Allí donde el sendero viraba hacia el norte, me hundí en la nieve hasta la cadera, así que salí del agujero y decidí volver atrás. Bajé brincando y gritando como un yeti. Todavía no había empezado a hablar solo, pero me gustaba cantar en voz alta: no veía un alma desde hacía una semana y me hacía compañía cantando.
Había pensado que la sensación de soledad aumentaría con el tiempo; en cambio, sucedió lo contrario: después de los primeros días de desubicación, tenía muchas cosas que hacer. Trazar el mapa de la zona, catalogar animales y flores, recoger leña en el bosque, limpiar el prado en torno a la baita. La nieve que se derretía regalaba sorpresas: el cráneo de una marmota, los tizones de una fogata al aire libre, las roderas de un tractor. El agujero de un ratoncito recién salido del letargo me animó: pensé, si él lo ha conseguido –seis meses bajo la nieve–, mi estancia bajo el sol será coser y cantar.»
                     […]
     «Venero al pino suizo como a un dios. El bastón con que camino proviene de aquel: su madera blanca no amarillea con el tiempo, y se muestra robusto y flexible en las excursiones por los senderos. En otras partes vive en los bosques, aquí por el contrario es un árbol solitario que crece muy lentamente. Sus semillas las esconden los pájaros en sus despensas secretas, las hendiduras de las rocas a gran altura. Luego basta con algo de tierra, una veta de agua pluvial: los arbustos de pino suizo crecen allí, al borde de los precipicios, entre peñascos, en lugares inaccesibles al hombre. A veces presentan formas tortuosas por las acrobacias que deben hacer cuando crecen, por la nieve que los dobla y arquea, por el rayo que los parte. Descubrí al más valiente de los árboles a 2.500 metros, un arbusto de pino suizo en un ínfimo saledizo, que lo protegía del viento y le procuraba un poco de agua del cielo. Me pareció haber descubierto un templo secreto, y debí de pronunciar algo parecido a una plegaria.»
              […]

     «Hacía tiempo que no subía hasta arriba, por la mañana la montaña estaba cubierta de una costra de hielo. Así que aproveché aquella tarde de sol, salí justo después de comer y subí aprisa porque sabía que tenía pocas horas antes de oscurecer. Luego fue como grabar un vídeo de recuerdos: alcanzar la cresta y descubrir, después de tantos meses, una ladera desconocida, recorrer un sendero jamás pisado, bajar del otro lado hasta el llano. Fisgar por la ventana de una majada cerrada: la mesa, las sillas, los platos apilados en un estante, los frascos de conservas, como si alguien acabara de marcharse y hubiera ordenado un poco antes de salir. Luego, estudiar la montaña y elegir un trazado hermoso, hermoso para quien conoce la belleza de ir por donde no hay sendero, y cruzar por arriba, tras los pasos de las gamuzas. Dejar atrás las madrigueras vacías, los troncos partidos, los alerces quemados por el otoño, atravesar un pedregal saltando de una roca a otra entre los rododendros desnudos. Lavarse las manos y la cara en un torrente. Saborear los arándanos de octubre, las plantas sin hojas pero colmas de bayas, heladas por el frío de la noche, marchitas, oscuras, dulces como pasas.
     Esto mismo hacía yo de niño, un último paseo para despedirme de la montaña. Escribía mensajes y los escondía en las rocas quebradas, en las hendiduras de las cortezas. Así mis palabras permanecerían allí en mi ausencia: igual que este libro.
     Había llegado la hora de volver. Conocía ya todos los sueños que iba a soñar aquel invierno.»