“La bibliotecaria”, de Salley Vickers

La bibliotecaria (The librarian) es una novela de la autora británica Salley Vickers, publicada en inglés en 2018. El pasado 2019 la editorial Planeta publicó su traducción al castellano.

Sylvia Blackwell, la protagonista de la novela, es una joven llena de ilusiones y de buenos propósitos que se traslada a un pueblo inglés de finales de los años 50 para hacerse cargo de la sección infantil de la biblioteca local.

    «Sylvia Blackwell sólo tenía veinticuatro años cuando, en 1958, aceptó el empleo de bibliotecaria de la sección infantil en East Mole. Era apenas su segundo trabajo de verdad. Tras pasar un tiempo echando una mano en la biblioteca ambulante Boots de su barrio, aceptó un puesto de ayudante de bibliotecaria en Swindon. Allí, como entusiasta licenciada salida de una de las nuevas escuelas de biblioteconomía de Gran Bretaña, incorporó a algunos de sus escritores preferidos y se sintió desalentada cuando Los buscadores de tesoros y La llegada del cometa se quedaron en los estantes, la cubierta tan intacta como el día en que los desembaló.»

Después de tomar una serie de acertadas iniciativas, como la de realizar algunos cambios en la colección de libros infantiles, la joven bibliotecaria empieza a estar satisfecha de su trabajo. Sus planes le estaban saliendo bastante bien: había logrado despertar el interés por los libros y la lectura entre los niños, y estaba empezando a sentirse aceptada entre sus vecinos. Sin embargo, pronto se verá envuelta en una serie de acontecimientos adversos a los que tendrá que enfrentarse.

Como señala la autora al final de la novela, la historia está inspirada en la propia «experiencia que tuvo como una niña que disponía de una biblioteca local magnífica y una extraordinaria bibliotecaria de la sección infantil, la señorita Blackwell a quien debo muchos de los libros y personajes que han conformado no sólo mi vida como escritora, sino probablemente también mi forma de ver la vida, lo que a mi juicio es más importante, cómo he educado a mis hijos y cómo quiero comportarme ahora con mis nietos». La novela es, por lo tanto, como indica el propio subtítulo de la misma, un homenaje a los bibliotecarios y a los libros que marcaron nuestra infancia, y está llena de referencias a esos autores y a esos libros a los que estamos tan agradecidos. Incluso, al final de la misma, podemos encontrar una relación de libros recomendados de la biblioteca infantil de East Mole, la localidad donde transcurre la novela.

Resumiendo, La bibliotecaria es una novela sencilla y fácil de leer, y que resultará muy gratificante para todas aquellas personas que de alguna manera tenemos o hemos tenido algún tipo de relación con los libros, especialmente con los de temática infantil.

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SINOPSIS

     Un homenaje a los bibliotecarios y a los libros que marcaron nuestra infancia.

   «Los bibliotecarios no son los únicos que tienen favoritos entre su clientela, pero el amor compartido por la lectura constituye un vínculo especialmente poderoso.»

En 1958, la joven Sylvia Blackwell se muda a un pequeño pueblo del centro de Inglaterra para empezar su nuevo trabajo como bibliotecaria. Pero en este pueblo aparentemente acogedor, las apariencias engañan. Sylvia se enamora del médico del lugar, pero es su conexión con su precoz hija y con el hijo de sus vecinos lo que cambiará su vida y pondrá en peligro a la biblioteca y a su trabajo.

¿Cómo altera la biblioteca la vida de los niños y qué consecuencias tendrán en sus vidas los libros que Sylvia escoge para ellos?

SALLEY VICKERS

Nacida en Liverpool, la novelista Salley Vickers trabajó como limpiadora, bailarina, modelo de un artista y psicoanalista antes de escribir su primera novela, Miss Garnet’s Angel, que se convirtió en un bestseller gracias al boca oreja. Escritora de una gran sensibilidad y habilidad para captar la condición humana, Vickers fue descrita por un crítico como “una novelista de la gran tradición inglesa de la seriedad moral”. Sus títulos incluyen Instances of the Number 3, Mr Golightly’s Holiday, The Cleaner of Chartres y Cousins.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    –¿Esto es un palacio?
    –En cierto modo –contestó Sylvia–. Es un palacio lleno de historias.
    Las gemelas echaron a correr por el pasillo y parecieron sinceramente impresionadas al entrar en la biblioteca infantil. Se quedaron quietas mirando el «palacio». Ahora la biblioteca estaba mucho más ordenada. Las secciones estaban divididas por edades con rótulos escritos a mano y había estantes especiales dedicados a deportes, ciencia, naturaleza, historia y un apartado que Dee había denominado sencillamente «General».
    –Es para los libros que no sabíamos dónde colocar –explicó–. Bueno, pues si no me necesita me voy. Buena suerte con esas dos.
    –¿Para qué son todos estos libros? –preguntó una de las gemelas con cara de asombro.
    –Para leerlos –les informó su hermano–. Si os portáis bien, la señorita Blackwell os dejará llevaros alguno a casa.
    –¡Dijo que podíamos llamarla Sylvia! –exclamó la otra gemela.
    –Como no os calléis, os vais fuera –amenazó su hermano.
        […]
    Las notas que sacaba Sylvia en la escuela eran regulares. «Sylvia tiene que aprender a hincar los codos» y «Tiende a soñar» eran comentarios habituales. Sólo la señorita Jessica Jenkins, la bibliotecaria de la sección infantil de la biblioteca del barrio, intuía que la niña tenía más cualidades de las que se percibían a simple vista.
    Tras pasarse muchas horas a solas en su cuarto, Sylvia había adquirido la costumbre de leer, con frecuencia a la luz de una linterna y debajo de la sábana hasta bien entrada la noche. Los sábados por lal mañana, mientras su padre leía los periódicos y su madre se hacía la mártir con las tareas del hogar, Sylvia comenzó a ir sola a la biblioteca –puesto que el peligro que entrañaban las bombas alemanas hasta no hacía mucho ya no suponía amenaza alguna, nadie concebía que un niño pudiese arrostrar otros peligros–, donde la señorita Jenkins apartaba libros que pensaba que podían gustarle a la niña.
    Los bibliotecarios no son los únicos que tienen favoritos entre su clientela, pero el amor compartido por la lectura constituye un vínculo especialmente poderoso. Gracias a Jessica Jenkins, Sylvia conoció esas versiones de la realidad, los personajes de ficción, que pueden llegar a ser más importantes que la vida o cuando menos una influencia moldeadora y una guía interior.
       […]
    –Como bien sabéis, soy una defensora acérrima de las bibliotecas, en particular para aquellos niños que de lo contrario quizá no pudieran acceder a los recursos de la literatura infantil. Los niños son los ciudadanos del futuro y aquello con lo que se los alimente y nutra conformará el destino de nuestro mundo y el destino de nuestro asediado planeta. Tenemos el deber, el deber moral, de asegurarnos de que no alimentamos sólo el estómago de nuestros niños, sino también su imaginación. […] A lo largo y ancho de todo el país hay bibliotecas, graneros de ricas provisiones, banquetes de sustento en potencia a menudo donados, como lo fue esta biblioteca, por benefactores para favorecer a los niños, a los hijos de estos niños, a los futuros hijos de nuestros hijos y a los futuros hijos de los hijos de nuestros hijos, cuyo aprovechamiento y destrucción es pura crueldad.[…]
    Nuestros bibliotecarios son los héroes olvidados que ha servido y protegido lo mejor de nuestra civilización, una civilización sobre la que ahora pesa una amenaza.