“Los imprescindibles”, de Raimundo Castro

«La novela de los últimos maquis.»

«Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles».

Bertolt Brecht

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De la anterior cita de Bertolt Brecht, toma su título esta novela de Raimundo Castro, Los imprescindibles. En ella, el periodista cacereño nos acerca a la historia de aquellos guerrilleros que lucharon por sus ideales y por recuperar las libertades perdidas, desde el comienzo de la Guerra Civil hasta el abandono de la lucha armada, allá por 1955.

En Los imprescindibles se mezclan, de forma magistral, realidad y ficción. Aparecen personajes reales, como Ernest Hemingway o el teniente coronel Gómez Cantos, junto a otros personajes inventados. Como el propio Castro ha señalado: «Aunque este relato mama de la historia, lo verídico y lo fantástico la entreveran por completo. Muchos personajes son reales, como puede fácilmente apreciarse por quienes conozcan los avatares de nuestra guerra civil y los años oscuros que siguieron. Debo hacer constar, no obstante, que todos los guerrilleros y sus perseguidores, los grandes protagonistas de la narración –salvo Miguel de Génova, el Cambiao, y su adversario Sebastián Delgado, el Bizco– hunden sus raíces en la realidad de los acontecimientos históricos».
Con esta novela, su autor pretende rendir homenaje a aquellos guerrilleros que lucharon por recuperar los derechos arrebatados por el nuevo régimen y contribuir a que las nuevas generaciones conozcan el enorme sacrificio realizado por estos luchadores por la libertad.

Cuando llegó la democracia, explicó, todo el pasado era penumbra. Aunque brotaba la democracia, incontenible, los guerrilleros se habían estrellado contra un murallón de silencio. El miedo seguía emponzoñando el aire y nadie hablaba de la historia adormecida. A los viejos testigos les amedrentaba la crudeza de unos recuerdos tenebrosos y amargos. Y los jóvenes, simplemente, ignoraban los acontecimientos.

El escritor y periodista extremeño ha reconocido que Los imprescindibles es la novela de su vida. Una novela que le ha llevado 15 años escribir y que le ha supuesto un enorme trabajo de investigación y documentación. Y demuestra conocer bien los territorios en los que se desarrolla la historia, en especial Madrid y Extremadura, la patria del Cambiao. Lugares como Cáceres, Badajoz, Castuera, Montánchez… y, especialmente, Torremocha (Torrealba en la novela) que aparecen a lo largo y ancho de la narración.

Como era Semana Santa, supuso que Planchuelo andaría luciendo tricornio y medallas ensangrentadas en su Montánchez natal. Así que anduvo toda la noche y parte de la madrugada por las veredas de pastores que tan bien conocía desde chico hasta subir al Cancho que se Menea. Cuando asomó a la explanada en la que lo había dejado tanto tiempo atrás se quedó estupefacto. La templada luz del alba le permitió apreciar, vagamente, que la piedra bamboleante había sido derrumbada.

Aunque se lo habían contado, no se lo creyó. Se convenció que se se trataba de una leyenda rural porque la mente le traía la imagen asustada de Pere Cargol cuando, unos años antes, le abroncó porque podía tirarla y armaría un follón que escucharían los del pueblo. El pobre Cargol ignoraba, dijo el Remedios haciendo gala de marisabidillo, que no había Dios que tirara esa piedra […] Era inútil intentar tirarla de su pedestal. Pero más tarde, matizó, Miguel le aseguró, acertadamente, que no había nada en el mundo imposible de abatir. Y dedujo, maldiciéndolos, que solo podían haberla derribado una panda de auténticos descerebrados.

Y así fue. El diecinueve de junio del treinta y siete, resumió Federico Espejo mientras sentaba cátedra con el dedo en alto, el alférez Félix Alejandro Bartolomé, que mandaba una de las dos compañías del Regimiento de las Navas destinadas allí durante la contienda, dio orden a sus soldados de que demostraran que no había nada que se resistiese al triunfal ejército de Franco. Y entre muchos, ayudados con palancas de acero, derribaron la piedra de la peor manera. Seguro que lo hicieron al grito de «¡Caiga la República!», remató el Remedios con resabio. Y, despectivo, masculló desdeñosamente: «¡Mira tú que machotes!» 

Los imprescindibles es una novela bien escrita y fácil de leer. Y que nos permite acercarnos a la visión de los maquis españoles, «esos miles de valientes cuya memoria sigue viéndose obligada a combatir contra el olvido oficial». 

Lea las primeras páginas de la novela

 

SINOPSIS

Raimundo Castro novela de forma magistral la historia de los guerrilleros españoles que lucharon por sus ideales de libertad y justicia desde el inicio de la Guerra Civil hasta la huida, en 1955, de la última partida de «maquis». En esta trama de confrontación nacional e internacional, miles de guerrilleros defendieron su vida y sus ideas, sin apenas armamento ni intendencia, frente a una Guardia Civil a la que Franco situó como vanguardia de la represión para intentar vender a la opinión mundial la falsa idea de que los soldados republicanos que le combatían en las sierras eran simples «bandoleros». Al amparo de la verdad histórica, la novela desnuda acontecimientos terribles que la memoria oficial ha ocultado. La ejemplar odisea de los maquis, su lucha—trufada de heroicidades y traiciones—queda reflejada en su duro acontecer cotidiano; en un relato que, más allá de su inquietante desenlace, ofrece una profunda reflexión sobre la dignidad humana.

RAIMUNDO CASTRO

principal-foto-raimundo-castro-juan-lazaro-mateo-es_medEl periodista y escritor Raimundo Castro nació en Torremocha (Cáceres) el 1 de agosto de 1955. Hijo de emigrantes, vivió en Guipúzcoa hasta los diecisiete años. En 1972, se trasladó a Madrid, donde se graduó en Ciencias de la Información. La agonía de Franco le permitió entrar a trabajar en el semanario Guadiana en 1975 y dos años después cubrió información política para el diario El Imparcial en las primeras Cortes democráticas. Más tarde, se incorporó a la edición madrileña de El Periódico de Catalunya, donde ocupó veinte años de su vida profesional. También ha sido corresponsal político del semanario El Globo, jefe de Nacional de la Agencia OTR-Press, director adjunto de Negocio y columnista político de El Mundo e Interviú. En la actualidad trabaja para el digital República.com y es tertuliano de 24 Horas de TVE, RNE y 13TV.

Como escritor es autor de La quema (1979), novela ambientada en los últimos días del franquismo; de la recopilación de poesías escritas por políticos como Alfonso Guerra o Miguel Herrero de Miñón Políticos con verso y sin enmienda (1985); de la biografía de José María Aznar El sucesor (1995) y de Memorias para la paz (1998), un ensayo biográfico sobre Juan María Bandrés y su papel en la Transición. También ha publicado La Izquierda que viene (1998) junto a Julia Navarro.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «El Francés… El Remedios suspiró. Miguel hablaba del Francés como lo habían hecho del Cambiao quienes le conocieron en los mejores tiempos del combate, cuando la izquierda no se había roto y la ilusión reventaba cualquier muro. Decía que el cordobés era un líder natural. Y que aunaba, a partes iguales, la pasión y su razón. Los dos ingredientes se frenaban el uno al otro, se contenían y acababan fundiéndose en un personalidad equilibrada y seductora. No dejaba que nadie hiciera lo que él podía hacer y siempre tenía el hombro dispuesto para que se apoyaran en él quien lo necesitase.
    Aquel hombre moreno, de estatura mediana y ojos azul tormenta, tenía curtida a fuego el alma de trinchera, pero no perdió jamás la humanidad. Era comprensivo con la flaqueza de sus hombres. Salvo si su pecado era la traición o la cobardía. A los que se cagaban encima los castigaba con rigor, aunque sin ensañamiento. Cuando no huían de su alcance y los cogía, los fusilaba o les pegaba un tiro. Pero siempre después de que toda la partida los juzgase y permitiéndoles ser sus propios abogados defensores.
    Era un sentimental. Más de una vez perdonó debilidades de sexo emanadas de la pasión amorosa, incluso las que llegaron a poner en peligro la partida por descuido, como pasó con el Mora en La Jarilla.»