“El Jarama”, de Rafael Sánchez Ferlosio

El Jarama es una novela del escritor español Rafael Sánchez Ferlosio, publicada en 1956. Esta obra obtuvo el Premio Nadal en 1955 y el Premio Nacional de la Crítica en 1957 y constituye uno de los hitos fundamentales de la narrativa española del pasado siglo XX.

Escrita por su autor con el sólo propósito de reflejar el habla de sus personajes, El Jarama se convirtió en un hito de la novela española de la posguerra, paradigma del objetivismo que causaba furor en aquellos años, y detonante de la llamada «novela social». Bajo la aparente inanidad de su argumento –las conversaciones de un grupo de jóvenes madrileños que han ido a pasar un domingo del mes de agosto a orillas del río Jarama– se han reconocido todo tipo de significaciones: desde una poética reflexión sobre el paso del tiempo hasta un interpelador retrato de la España del momento. Con su misterioso encanto, la novela nunca ha perdido, desde su aparición, el favor de los lectores.

El Jarama es la obra más leída y más aclamada de Sánchez Ferlosio y ha contado desde siempre con el beneplácito de la crítica. El lenguaje de toda ella está muy cuidado y ha sabido reflejar en sus magníficos diálogos el habla popular de las gentes del pueblo.

El escritor extremeño Luis Landero, en su gran novela El huerto de Emerson, escribe que El Jarama recoge «una de las mejores frases que se hayan escrito nunca en castellano». Dice así: «Pasó detrás de ellos un hombre con un borrico cargado de cañas verdes de maíz, con sus hojas, que restregándose hacían un ruido fresco sobre el trote menudo. El arriero oscuro caminaba de prisa; miró a los brazos de Mely fugazmente y arreó chicheando con la boca, volviendo de súbito la cara hacia el camino y apretando la marcha». ¡Casi nada!

Lla novela El Jarama hace ya mucho tiempo y guardaba de ella un muy grato recuerdo. Su relectura, después de tantos años, me ha vuelto a enganchar, y me sigue pareciendo una novela magnífica y absolutamente recomendable.

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                                                                         Un baño en el Jarama

    «Se miraban en torno circunspectos, recelosos del agua ennegrecida. Llegaba el ruido de la gente cercana y la música.

    —No está nada fría, ¿verdad?

    —Está la mar de apetitosa.

    Daba un poco de luna en lo alto de los árboles y llegaba de abajo el sosegado palabreo de las voces ocultas en lo negro del soto anochecido. Música limpia, de cristal, sonaba un poco más abajo, al ras del agua inmóvil del embalse. Sobre el espejo negro lucían ráfagas rasantes de luna y de bombillas. Aquí en lo oscuro, sentían correr el río por la piel de sus cuerpos, como un fluido y enorme y silencioso animal acariciante. Estaban sumergidos hasta el tórax en su lisa carrera. Paulina se había rugido a la cintura de su novio.

    —¡Qué gusto de sentir el agua, como te pasa por el cuerpo!

    —¿Lo ves? No querías bañarte.

    —Me está sabiendo más rico que el de esta mañana.

     Sebas se estremeció.

    —Sí, pero ahora ya no es como antes, que te estabas todo el rato que querías. Ahora en seguida se queda uno frío y empieza a hacer tachuelas.

Miró Paulina detrás de Sebastián: río arriba, la sombra del puente, los grandes arcos en tinieblas; ya una raya de luna revelaba el pretil y los ladrillos. Sebas estaba vuelto en el otro sentido. Sonaba la compuerta, aguas abajo, junto a las luces de los merenderos. Paulina se volvió.

    —Lucita. ¿Qué haces tú sola por ahí? Ven acá con nosotros, ¡Luci!

    —Si está ahí, ¿no la ves ahí delante? ¡Lucita!

    Calló en un sobresalto repentino.

    —¡¡Lucita…!!

   Se oía un débil debatirse en el agua, diez, quince metros más allá, y un hipo angosto, como un grito estrangulado, en medio de un jadeo sofocado en borbollas.

    —¡Se ahoga…! ¡¡Lucita se ahoga!! ¡¡Sebastián!! ¡¡Grita, grita…!!»

SINOPSIS

El Jarama ha sido unánimemente señalado por la crítica nacional e internacional como uno de los libros más importantes de la narrativa española contemporánea, tanto por el impresionante impacto que causó su aparición como por su posterior influjo en nuestra literatura.

Once amigos madrileños deciden pasar un caluroso domingo de agosto a orillas del Jarama. A partir de ahí la acción se desarrolla simultáneamente en la taberna de Mauricio -donde los habituales parroquianos beben, discuten y juegan a las cartas- y en una arboleda a orillas del río en la que se instalan los excursionistas. Durante dieciséis horas se suceden los baños, los escozores provocados por el sol, las paellas los primeros escarceos eróticos y el resquemor ante el tiempo que huye haciendo inminente la amenaza del lunes. Al acabar el día, un acontecimiento inesperado colma la jornada de honda poesía y dota a la novela de una extraña grandeza.

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    «Tenía el campo el color ardiente de los rastrojos. Un ocre inhóspito, sin sombra, bajo el borroso, impalpable sopor de aquella manta de tamo polvoriento. Sucesivas laderas se iban apoyando, ondulantes, las unas con las otras, como lomos y lomos de animales cansados. Oculto, hundido entre los rebaños, discurría el Jarama. Y aún al otro lado, los eriales incultos repetían otra vez aquel mismo color de los rastrojos, como si el cáustico sol de verano uniformase, en un solo ocre sucio, todas las variaciones de la tierra.»

Sánchez Ferlosio definió El Jarama como «ver lo que sucede en un tiempo y espacio acotado». Con eso y su arte, ha logrado, a juicio de Riley y de otros críticos, «la mejor novela escrita en España en lo que va de siglo».

RAFAEL SÁNCHEZ  FERLOSIO 

Sanchez_FerlosioRafael Sánchez Ferlosio (Roma, 4 de septiembre de 1927 – Madrid, 1 de abril de 2019), de padre español y madre italiana, nació el 4 de diciembre de 1927 en Roma, y en esa ciudad pasó su infancia y los años de la guerra civil española. Estudió el bachillerato en el colegio de San José de Villafranca de los Barros, de la Compañía de Jesús. Según sus propias palabras, «allí, a la edad de catorce años, en el texto de literatura española de Guillermo  Díaz-Plaja y en la frase en la que el autor, retratando  al infante don Juan Manuel, decía literalmente:  “Tenía el rostro no roto y recosido por  encuentros de lanza, sino pálido y demacrado  por el estudio”, conoció cuál era su ideal de vida.  No obstante, ha sido siempre demasiado perezoso  para llegar a empalidecer y demacrarse en  medida condigna a la de su ideal emulatorio, y  su máximo título académico es el de bachiller. Habiéndolo emprendido todo por su sola afición, libre interés o propia y espontánea curiosidad, no se tiene a sí mismo por profesional de  nada». En 1951 publicó su primer libro, Industrias y  andanzas de Alfanhuí. En 1956 obtuvo el Premio  Nadal y el Premio Nacional de la Crítica con El Jarama. Durante los años siguientes profundizó en sus estudios lingüísticos, fruto de los cuales  fue el ensayo Las semanas del jardín (1974). De 1975 a 1985 colaboró asiduamente en  la prensa de Madrid, especialmente en el diario El País, cuyos artículos recogió en el libro La homilía del ratón. En 1986 publicó dos ensayos, Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado y El ejército nacional, y su tercera novela, El testimonio de Yarfoz. En 1992 aparecieron los Ensayos y artículos (tomos I y II) y Esas Yndias equivocadas y malditas. Un año más tarde vio la luz Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, la obra que ahora se reedita y que le reportó  en 1994 el Premio Nacional de Ensayo. Sus últimos libros son las obras ensayísticas El alma y la vergüenza (2000), La hija de la guerra y la madre de la patria (2002), Non olet (2003), Sobre la guerra (2007) y God & Gun (2008), así como el libro de cuentos y fragmentos narrativos El geco (2005). Sánchez Ferlosio ha sido traducido  a una veintena de idiomas y es doctor honoris causa por la Università degli Studi de Roma y por la Universidad Autónoma de Madrid. Su trayectoria incomparable fue galardonada en 2004 con el Premio Cervantes.