“Imaginar un pais, España en 2050”, un ensayo colectivo sobre el futuro de España

La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual en Imaginar un país, un ensayo colectivo sobre el porvenir de España. La obra se ha realizado en colaboración con el Instituto Cervantes y la editorial Espasa y acerca los hallazgos del proyecto España 2050 a la ciudadanía de un modo ameno y didáctico.

Los ensayos son obra de Jesús Carrasco, Elisabeth Duval, Espido Freire, Inés Martín Rodrigo, Sergio del Molino, Rosa Montero, José Ovejero, Lorenzo Silva y Manuel Vilas. La obra cuenta, además, con un prólogo de Antonio Muñoz Molina y unas palabras introductorias del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

La ciencia, la historia y los recuerdos personales se mezclan en nueve textos fascinantes en los que los autores reflexionan de forma accesible y amena sobre los grandes desafíos que marcarán el futuro de nuestro país, como la educación, el cambio climático, el envejecimiento demográfico, la transformación tecnológica y la desigualdad.

Presentación del libro «Imaginar un país. España en 2050», de VV. AA.

En el acto de presentación del ensayo, que ha tenido lugar en el Instituto Cervantes, han tomado la palabra algunos de los autores de la obra, como Lorenzo Silva, Elisabeth Duval e Inés Martín Rodrigo. y también se han proyectado mensajes en vídeo de Rosa Montero, Manuel Vilas, José Ovejero y Jesús Carrasco.

Además, ha intervenido Diego Rubio, director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo de la Presidencia del Gobierno, quien ha subrayado que, «para entender el presente, es necesario proyectar a futuro los efectos de las decisiones que estamos tomando hoy», y «construir utopías que nos inspiren y marquen el camino, la dirección a trabajar para poder progresar».

«Por eso -añadió Rubio-, creamos hace tres años en Moncloa la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, que reporta directamente al presidente del Gobierno y tiene el mandato de analizar la evidencia empírica para entender, precisamente, cuáles van a ser los retos y las oportunidades que España se va a encontrar en las próximas décadas, y a ayudar al país a prepararse para ellos».

Durante estos tres años, explicó, «hemos trabajado con más de 250 instituciones, desde la Comisión Europea hasta pequeñas asociaciones», así como «con más de 200 investigadores y académicos de todas las ramas del conocimiento». Pero «nos faltaba» hacerlo con «quienes han sido los padres de la idea de futuro: los escritores», de ahí la «especial ilusión que nos ha hecho que participen en este proyecto once de los mejores que tenemos en el panorama actual, uniéndose a nuestras reflexiones y especulación sobre el futuro».

Durante el coloquio, Inés Martín Rodrigo, encargada de moderar la charla, ha expresado el honor de formar parte de este proyecto, del que ha destacado la diversidad de sus autores, lo que ha permitido «enriquecer el texto». Lorenzo Silva ha destacado la libertad con la que han contado los autores y ha defendido la importancia «pensar qué será lo todavía no es, lo que podría ser» como un «motor de transformación» para el país. Por su parte, Elisabeth Duval ha recordado que «los futuros no están determinados y se harán o no se harán de una manera o de otra en función de decisiones políticas».

También se han proyectado mensajes en vídeo de Rosa Montero, Manuel Vilas, Jesús Carrasco y José Ovejero, quienes han destacado el valor que tiene «invertir tiempo, dinero, esfuerzo y talento en intentar pensar qué va a suceder dentro de unos años», y han señalado que «la ambición más noble de la política es querer transformar no solo el presente sino el futuro y por eso pensar en el año 2050 es un acto de responsabilidad».

LEER UN FRAGMENTO DEL LIBRO

SINOPSIS

Nueve ensayos esenciales para entender el futuro de España, escritos por los autores más importantes de la actualidad

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Los seres humanos no podemos predecir el futuro, pero sí podemos soñarlo, trabajar por él y hacerlo realidad. De la mano de algunos de los escritores más importantes de la actualidad, Imaginar un país aborda cuestiones fundamentales para el porvenir de los españoles y españolas, acercando los hallazgos del proyecto España 2050 a la ciudadanía de forma accesible y amena. 

La ciencia, la historia y los recuerdos personales se mezclan en nueve ensayos fascinantes en los que los autores reflexionan sobre el pasado y el presente de nuestro país para sumergirnos en un futuro posible que está en nuestras manos construir.

Textos de Jesús Carrasco, Elizabeth Duval, Espido Freire, Inés Martín Rodrigo, Sergio del Molino, Rosa Montero, José Ovejero, Lorenzo Silva y Manuel Vilas. 

Lorenzo Silva en la Feria del Libro de Badajoz

El escritor madrileño Lorenzo Silva ha firmado ejemplares y ha presentado este lunes 31 de mayo en la Feria del Libro de Badajoz su último libro, Castellano, en el escribe sobre las revoluciones que se llevaron a cabo en la Castilla del siglo XVI.

Lorenzo Silva en la Feria del Libro de Badajoz

La razón que le llevó a escribir esta historia es, en parte, subjetiva, pues mezcla un viaje personal en busca de una identidad castellana «que no pretendo convertir en cimiento de nada», con otro histórico a un episodio de España «que me ha resultado especialmente esclarecedor para saber quiénes han sido los castellanos».

La piedra angular de esa etapa a la que Silva nos transporta se encuentra en la batalla de Villalar, de la que hace poco se han cumplido 500 años, pues tuvo lugar el 23 de abril de 1521: «Me pareció interesante hacer coincidir la obra con el aniversario, porque como temía que la recuperación oficial iba a ser muy escasa y como parece que los castellanos y en general los españoles somos un pueblo de desmemoriados, pues por lo menos que la literatura desde su humildad intente conmemorar y honrar la memoria de esta gente».

Una gente cuyos argumentos, además, no se han quedado en el siglo XVI ni mucho menos, sino que tienen todavía presencia en los cimientos de la sociedad de hoy en día. «Ellos rompieron esa idea medieval de que el rey y el reino formaban misma cosa. Al contrario, creían que eran realidades diferentes y que, como tales, podían tener un conflicto de intereses, en cuyo caso tendría que prevalecer el reino. Esa es la idea que pasa a la Constitución de Cádiz y es la que tenemos en la monarquía actual», explica.

El trasfondo de su novela también tiene su reflejo en la Benemérita, una institución muy presente en sus obras gracias a los icónicos personajes de Bevilacqua y Chamorro. «El movimiento de los comuneros en seguida invocó a las leyes del reino. Esa preocupación por la legalidad, por que una revolución que no se encauza a través de la ley es algo que acaba convirtiéndose con mucha facilidad en una tiranía, viene de la tradición castellana que en el fondo también está en el ADN de la Guardia Civil, obedecen a esas ideas».

No ve viable trasladar hasta ese siglo a sus dos agentes de la autoridad, pero sí seguir documentándose sobre diferentes etapas de la historia: «Es una de las partes que más me atrae de mi trabajo, porque yo, entre otras cosas, escribo para aprender lo que no sé, para conocer un poco mejor el mundo que me rodea y, en este caso, también a mí mismo».

Esta novela es un viaje a aquel fracaso, nacido de un sueño de orgullo y libertad frente a la ambición y la codicia de gobernantes intrusos y, en paralelo, del descubrimiento tardío del autor, a raíz del extrañamiento y el rechazo ajeno, de su filiación castellana y del peso que esta ha tenido en su carácter y en su visión del mundo.

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«La épica revuelta del pueblo de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el declive definitivo de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes y cuya disolución dio lugar a un nuevo Imperio que se sirvió de sus gentes y sus recursos. Desde entonces, Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma quedó perdida en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos.»

EMPEZAR A LEER LA NOVELA

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) es uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea y sus novelas policiacas e históricas suman más de dos millones de lectores. Ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), La sustancia interiorEl ángel oculto, El nombre de los nuestrosCarta blanca (Premio Primavera 2004), El blog del inquisidorNiños ferocesMúsica para feosRecordarán tu nombre y la «Trilogía de Getafe». Es autor del libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos y de Sereno en el peligro (Premio Algaba de Ensayo). Suya es también la exitosa serie protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro, de la que El mal de Corcira es la última entrega, tras El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000) y La marca del meridiano (Premio Planeta 2012), entre otras. Junto con Noemí Trujillo, firma una nueva serie policiaca que han iniciado con Si esto es una mujer.

Conferencia de Lorenzo Silva en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES

  • La Crónica de Badajoz

“Carta blanca”, de Lorenzo Silva

«No se compadece de nadie quien ha aprendido a no apiadarse de sí.»

Carta blanca es una novela histórica de Lorenzo Silva, publicada en 2004, con la que el escritor madrileño consiguió el VIII Premio Primavera de Novela.

La historia se desarrolla en torno a la figura de Juan Faura, un personaje enigmático y atormentado, y comprende tres partes perfectamente diferenciadas. La primera nos sitúa, de la mano de su protagonista, al que un desengaño amoroso le ha llevado a apuntarse a la Legión, en plena guerra del Rif, en el otoño de 1921.

      «Porque Faura, como algunos otros de los hombres que se habían apuntado a aquello, no obraba ebrio de amor a la patria, ni tampoco cegado por la paga, muy superior a la soldada del resto del ejército, que había atraído a la mayoría. No, era mucho más sencillo. Había decidido irrevocablemente suicidarse, y prefería que le ayudaran.»

Después de un breve paréntesis en Alzira, en la primavera de 1932, donde Faura se reencuentra con su antiguo amor, la novela nos traslada al Badajoz de agosto de 1936. Allí, después de tomar partido por la República, nuestro protagonista decide enfrentarse a las tropas sublevadas, que están a punto de tomar la ciudad extremeña. Esta circunstancia le brindará la oportunidad de redimirse, enfrentándose a los Regulares y a sus antiguos compañeros legionarios en la batalla de Badajoz.

         «Esa mañana, ante la compañía formada, el capitán que la mandaba, sin el tono solemne con que se transmitían las órdenes oficiales, les dijo que estaba al corriente de las actividades «particulares» que algunos llevaban a cabo por las noches, pero que prefería hacerse el despistado, y que sin asumir en absoluto ninguna responsabilidad ni darles la más mínima cobertura, animaba a todo aquel al que le apeteciera y no estuviera de servicio a dar rienda suelta a sus impulsos. Sólo había dos condiciones: no se excusaría a nadie el retraso ni la inexactitud en el cumplimiento de los servicios que tuviera asignados, y quedaba prohibido llevar armas de fuego. Los legionarios bien podían jugarse sus vidas, si les convenía o les apetecía, pero en modo alguno arriesgarse a perder un fusil que en su día pudiera usar el enemigo.

      –Salvo esto -concluyó-, tenéis carta blanca.

      Cada uno entendió a su modo, pero todos entendieron más o menos igual. Podían coger lo que se les antojase, y hacerles a los moros que se encontraran lo que les viniera en gana. Alguno, dos meses después de desembarcar en Melilla, ya tenía larga costumbre de eso. La misma noche en que llegó el Tercio a la plaza, un musulmán de los que vivían en la ciudad perdió las orejas a manos de uno de los vengadores, que las guardó como trofeo. Y la ferocidad hacia el moro, en todas sus posibles manifestaciones, no había hecho sino ir en aumento desde que los hombres empezaron a tropezarse con los atormentados cadáveres de los soldados del ejército aniquilado meses atrás. Los aviones tiraban bombas incendiarias en las aldeas, los artilleros no se cuidaban mucho de distinguir entre posiciones militares y objetivos civiles (tampoco era fácil, porque cualquier casa podía ser un fortín, así que un problema menos) y los infantes remataban con soltura a los heridos indefensos que daba en dejar atrás el enemigo en su retirada. Pero todavía podía irse más allá, y más de uno ya lo había hecho.»

Carta blanca es una novela dura, con algunos pasajes de extremada crudeza, sobre todo en la primera parte de la misma, la que más me ha gustado y me ha resultado más dinámica. Y que nos ofrece una historia que está muy bien documentada, bien escrita y que te atrapa desde la primera página. Muy recomendable.

   A ratos, Carta blanca es un relato espeluznante, delator de la bestialidad a la que es capaz de rebajarse el ser humano. En otros momentos, exhibe una sensibilidad delicada y melancólica, que nos invita a evocar escenas de nuestro pasado y a recordar a seres queridos ya desaparecidos. Es, ante todo, una historia sobre la paradójica fragilidad y adaptabilidad del alma humana y sobre la naturaleza errátil de las múltiples fuerzas dinámicas que construyen el destino vital.

Dionisio Viscarri

SINOPSIS

Esta novela se abre con la guerra de Marruecos, a principios de los años veinte, y se cierra con la guerra civil, en plena década de los treinta. Sin embargo, más allá de narrarnos con nitidez y profundo realismo los avatares del protagonista, Juan Faura, en ambas contiendas, primero como jovencísimo legionario inexperto y desengañado, luego ya como hombre maduro escéptico y baqueteado por la vida, es, sobre todo, la historia de una pasión que va más allá del tiempo, del destino y del dolor, de un desamor tan intenso que le llevará a desahogar su amargura en una campaña suicida en la que no espera siquiera sobrevivir. Pero lo hará, y el hombre despojado en que se ha convertido se reencontrará con su pasado y descubrirá que no puede escapar de él, porque las huellas que deja en el alma la verdadera entrega a otro son las que nos conforman, las que guían nuestro sino, marcado inevitablemente por el desencanto, el conocimiento de los límites de la crueldad humana y el refugio del amor contra todo, frente a todo, como única redención y salida.

Carta blanca nos muestra una historia valiente, descarnada, profundamente apasionada, que indaga en nuestro pasado y nos ofrece la figura carismática y apabullante de un antihéroe inmerso en una época convulsa en donde se extreman los sentimientos y la auténtica relevancia de nuestros actos.

Lorenzo Silva, con la franqueza de una prosa madura y directa, sin concesiones, que brilla especialmente por su maestría, ha escrito una novela ante la cual es imposible permanecer indiferente.

LORENZO SILVA

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), Noviembre sin violetas,La sustancia interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004), Niños feroces, Música para feos y Recordarán tu nombre. En 2006 publicó junto a Luis Miguel Francisco Y al final, la guerra, un libro-reportaje sobre la intervención de las tropas españolas en Irak y en 2010 Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Además, es autor de la serie policíaca protagonizada por los investigadores de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro. Con uno de sus títulos, El alquimista impaciente, ganó el Premio Nadal 2000 y con otro, La marca del meridiano, el Premio Planeta 2012. Desde 2010, es guardia civil honorario.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

       «En ese momento, Faura pensó en los otros, en aquellos enemigos a los que Corral se refería, y que él, a diferencia de los demás, conocía bien. Por un momento se le pasó por la mente contarles algo de ellos. Decirles que entre los legionarios había ladrones, asesinos y sinvergüenzas, pero también (y a menudo se trataba de la misma gente) pobres hombres a quienes la vida nunca les había dado cobijo, y que con el señuelo de aquel uniforme y de una hermandad gloriosa eran atraídos a la muerte como el toro con el trapo rojo hacia la vara y el estoque. Podía explicarles cómo y dónde vivían los marroquíes que se alistaban bajo las banderas de regulares, y cómo otros hombres más astutos y menos arrojados que ellos se aprovechaban de su miseria y de su combatividad congénita, fruto de una tierra roñosa y cruel, para convertirlos en máquinas de destruir. Unos y otros no eran más que peones de una suprema demencia que lo movía todo, que arrojaba a hermanos contra hermanos y que propiciaba paradojas como que los defensores de la fe católica llevaran a aquellos moros para vaciar de cristianos la vieja ciudad musulmana de la que los católicos de otro tiempo habían echado a sus abuelos. En suma, aquel despropósito beneficiaba a cualquiera menos a los hombres que esperaban tras aquellas murallas o iban a ser estrellados contra ellas. Juntos formaban un buen hatajo de burros, por dejarse destrozar una vez más unos contra otros, sin aprender nunca la maldita lección.»  […]

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               Legionarios por las calles de Badajoz. De Cajón de Sastre

         «–Vamos hacia la parte alta –dijo Ramírez.

       Dos carabineros y Toribio cubrieron la retirada, mientras el resto del grupo embocaba por la calle Trinidad. Luego, se juntaron todos y a la carrera llegaron hasta la plaza Cervantes, donde tomaron la primera calle a la izquierda, hacia la alcazaba. Por todos lados corrían milicianos que se arrancaban las insignias, arrojaban los fusiles, se quitaban los correajes. El caos de la derrota, el espanto ante la muerte, que Faura no saboreaba por primera vez. Ellos, sin embargo, se mantuvieron agrupados. A la altura de la calle Amparo vieron a unos quince o veinte metros una partida de legionarios y regulares. Acorralaban a unos hombres contra la pared, y los moros les rasgaban las camisas y les examinaban los hombros desnudos. Faura comprendió, a la misma velocidad a la que lo vio, el significado de aquel ritual: buscaban huellas del retroceso del fusil, el enrojecimiento que provocaba en la piel el golpe repetido de la culata sobre el hombro. En dos de ellos lo encontraron, y antes de que Faura y quienes iban con él pudieran reaccionar, a los infortunados los cosieron a bayonetazos. Dispararon entonces hacia el pelotón de liquidadores, que se deshizo al punto en un desorden de cuerpos que se echaban a tierra o buscaban desenfilarse, pero no se quedaron a pelear con ellos. Ahora tenían otra prioridad.

       Llegaron hasta la calle San Lorenzo sin ser hostilizados. Una vez allí, empezaron a recibir el fuego del grupo enemigo al que acababan de atacar, y que había salido en su persecución. Faura, Corral y un carabinero aguantaron en la esquina, para contenerlos, mientras el resto se dirigía hacia la calle Brocense. Un par de giros más les permitiría tomar la vía que conducía casi recta hacia la Puerta de Carros, el hueco en la parte norte de la muralla por el que se proponían huir.

      –Fuera ya de aquí los dos –les pidió Faura a los otros, al tiempo que metía un peine nuevo en el fusil.

        Vio que Corral se resistía.

     –Vamos, joder, esto hay que hacerlo más rápido –le apremió.»

 

Lorenzo Silva presentó ‘La marca del meridiano’, protagonizada por su conocida pareja de guardias civiles

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     Lorenzo Silva durante la presentación de su libro en Badajoz

Cuenta Lorenzo Silva (Madrid, 1966) que la primera novela en la que nació su famosa pareja de guardias civiles formada por Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro fue rechazada por seis editoriales con dos argumentos: el género policiaco no interesaba en España y muchos lectores podían sentir un rechazo muy visceral hacia la Benemérita. Aquel primer libro, titulado ‘El lejano país de los estanques’, fue finalmente publicado en 1998 y ese año ganó el Premio Ojo Crítico. Desde entonces, esta pareja de guardias civiles le ha traído muchas alegrías a este escritor (como el Nadal). La última, el Premio Planeta, que se lo llevó con ‘La marca del meridiano’.imagesc

  Silva visitó ayer San Francisco para firmar ejemplares de esta última obra ambientada en la Cataluña actual. A lo largo de la narración, Bevilacqua y Chamorro conviven «con la crisis, las tensiones territoriales y la corrupción, porque realmente esa es la sustancia de la que se alimenta esta sociedad, esas son las coordenadas de sus conflictos, y de esos conflictos brotan los criminales y la respuesta a éstos».

  Aseguró que ambos protagonistas seguirán en su vida literaria «porque un guardia civil puede investigar crímenes hasta su jubilación, y el Consejo de Ministros retrasa cada semana la edad, de manera que calculó que lo hará en el 2028; se puede morir con el tricornio puesto».

  En cuanto al prestigio que le da a un escritor ganar el Planeta, reconoció que «el perímetro de los lectores se amplía y se ensancha notablemente». «Si ganas el Nadal -prosigue- no se entera ni la cuarta parte de la gente que se entera cuando te llevas el Planeta. Los tres días siguientes de saberse, a mí me reconocía todo el mundo en todas partes, es una cosa que yo no había vivido jamás y que pensaba que sólo le pasaba a gente como Messi. Pero la literatura es una asunto muy marginal de nuestra sociedad, y afortunadamente esa visibilidad que te da se pasa pronto».

  Lorenzo Silva echa la vista atrás y recuerda que el primer premio lo ganó con 14 años. Hace 33 que no ha dejado de inventar historias. Acumula ya en el mercado más de una veintena de novelas: «Ya no me acuerdo de cómo era la vida sin escribir», resume.

Silva en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES