Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari

Sinuhé, el egipcio (en finés Sinuhe egyptiläinen) es una novela del escritor y periodista finlandés Mika Waltari (1908-1979), publicada en 1954. La trama de la misma se desarrollaba en el fascinante y antiguo mundo de los faraones egipcios, catorce siglos antes de Jesucristo, durante el reinado del faraón Akenatón, el que fuera el primer gobernante monoteísta. 

El protagonista de la novela es Sinuhé, médico real, que ha sido desterrado a orillas del mar Oriental por el faraón Horemheb, que un día fuera su amigo, para evitar que pudiera perjudicarle a causa de lo que sabe de él.

    «He aquí por qué estoy en este lugar. Fui desterrado de Tebas en el sexto año del reinado de Horemheb, con la amenaza de ser matado como un perro si osaba volver, ser aplastado como una rana entre dos piedras si jamás ponía el pie fuera de la tierra que me ha sido fijada como residencia. Tal es la orden del rey, del faraón que fue un día mi amigo».

Cansado y decepcionado de todo, Sinuhé, tras haber pasado la vida persiguiendo la verdad y el bien para lograr el mal, escribe las memorias de su vida. En ellas nos cuenta los sucesos vividos en Egipto, así como sus aventuras y viajes por los reinos sirios, Creta, Babilonia y por otros pueblos vecinos de Egipto. En su recorrido por esos maravillosos y lejanos lugares de Medio Oriente, el protagonista reflexiona acerca de temas esenciales del devenir humano como la política, la guerra, la religión, la salud y la enfermedad.

Sinuhé, el egipcio fue la primera y más exitosa de las novelas históricas del autor finlandés y ha sido considerada como una de las mejores novelas del siglo XX.

La historia se sustenta en un gran trabajo de investigación y documentación histórica y refleja muy bien cómo era la forma de vida en el lejano mundo del Egipto de los faraones, con sus clases sociales, sus supersticiones, sus conspiraciones, su mitología y sus guerras.

Una novela magnífica, escrita con un lenguaje sencillo, y cuya lectura te atrapa desde la primera página.

    «Mientras el hombre sea hombre, mientras existan el deseo de poseer, la pasión, el terror y el odio, mientras haya gente de color diferente, lenguas y pueblos diversos, el rico será rico y el pobre, pobre, y el fuerte dominará al débil y el astuto dominará al fuerte».

Sinuhé, el egipcio ha sido traducida a cuarenta idiomas y adaptada al cine en 1954, de mano de Michael Curtiz y la 20th Century Fox, con guión de Philip Dunne y Casey Robinson e interpretada por Edmund Purdom, Jean Simmons, Victor Mature, Gene Tierney, Michael Wilding, Bella Darvi, Peter Ustinov, Judith Evelyn, Henry Daniell, John Carradine, Carl Benton Reid, Tommy Rettig y Anitra Stevens.

Estando Egipto bajo el gobierno de los faraones de la XVIII dinastía, Sinuhé, un pobre huérfano, se convierte en un brillante médico que dedica su vida a ayudar a los pobres. Él y su fornido amigo Horemheb no sólo son testigos de un ataque epiléptico del nuevo faraón, sino que lo salvan de las garras de un león. Cuando el faraón se recupera, les agradece su gesto introduciéndolos en la Corte. (FilmAffinity)

LEER LAS PRIMERAS PÁGINAS DE LA NOVELA

SINOPSIS

En el ocaso de su vida, el protagonista de este relato confiesa: «Porque yo, Sinuhé, soy un hombre y como tal he vivido en todos los que han existido antes que yo, y viviré en todos los que existan después de mí. Viviré en las risas y en las lágrimas de los hombres, en su bondad y su maldad, en su debilidad y su fuerza.»

91hEijr4KNL._SL1500_

     «Yo, Sinubé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo del porvenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y pérdidas que en vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la esperanza en la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros. Yo, Sinubé, hijo de Senmut, en mis días de vejez y de decepción estoy hastiado de la mentira. Por esto escribo para mí solo lo que he visto con mis propios ojos o comprobado como verdad».

Sinuhé, el egipcio nos introduce en el fascinante y lejano mundo del Egipto de los faraones, los reinos sirios, la Babilonia decadente, la Creta anterior a la Hélade… es decir, todo el mundo conocido catorce siglos antes de Cristo. Sobre este mapa dibuja Sinuhé la línea errante de sus viajes; y aunque la vida no sea generosa con él, en su corazón vive inextinguible la confianza en la bondad de los hombres.

MIKA WALTARI

AVT_Mika-Wltari_56Mika Waltari nació en Helsinki (Finlandia) en 1908, y murió en la misma ciudad, en 1979. Hijo de un profesor de religión, estudió Teología y Filosofía. Durante muchos años se dedicó a ejercer el periodismo, al mismo tiempo que desarrollaba su carrera literaria. Fue director del semanario Soumen Buvalethi. Sus novelas están casi siempre inspiradas en tiempos antiguos y en países lejanos, aunque también escribió obras realistas de gran hondura psicológica. La crítica le ha elogiado su autenticidad histórica.

De sus novelas deben destacarse Un forastero llegó a la granja, Sinuhé, el egipcio, Miguel el finlandés, El sultán renegado, El ángel negro, El etrusco, La lengua de fuego y El secreto del reino. Humildad y pasión, publicado en 1979, recoge sus memorias íntimas.

  

“Doña Perfecta”, de Benito Pérez Galdós

Doña Perfecta es una novela del escritor español Benito Pérez Galdós (1843-1920), publicada en 1876, que cuenta el enamoramiento entre dos jóvenes pertenecientes a dos mundos de una misma España.

Benito Pérez Galdós fue un hombre de gran cultura y vitalidad, ávido lector de la literatura inglesa y francesa de su época, y amante de las artes. Su obra narrativa, enmarcada en el realismo, supera este esquema y, como antes hiciera Cervantes, creó vidas y mundos de ficción en los que lo real se muestra en perpetuo conflicto entre la razón y el corazón. Doña perfecta, novela fundamental para comprender su obra, nos muestra los contrastes entre los conservadores y los liberales del siglo XIX en España, a la vez que hace una crítica de los tradicionalistas.

Se trata de una de las novelas más reconocidas de Galdós y una de las obras que suscitó más encendidas polémicas en su época. Pepe Rey, hombre de ideas liberales, acude a Orbajosa, pequeña ciudad episcopal castellana, donde piensa casarse con una prima suya, Rosario, matrimonio acordado por su padre, Juan, y por la hermana de éste, la madre de la novia, Perfecta, viuda de Polentinos. Los novios se gustan de inmediato, apenas conocerse, y se declaran amor eterno, pero el malmetimiento de un canónigo de la catedral, don Inocencio, descarrila las buenas intenciones del padre y de la tía, y contraría el flechazo amoroso sentido por los jóvenes. La infeliz marcha de los acontecimientos desemboca en un enfrentamiento entre la tía y el sobrino, cuando ésta se niega a que la hija se case con un descreído.

Doña perfecta fue la primera de las novelas sociales de Galdós, en la que trata de abordar los problemas de la España de su tiempo. Con este fin, sitúa la acción en una ciudad imaginaria (pero no irreal): Orbajosa. El problema central es el de la intolerancia, articulado dramáticamente por la confrontación entre una visión provinciana, tradicionalista y primitiva, y otra europeizada, liberal, centrada en la metrópoli.

    «Se comprende que aquel no era hombre a propósito para sufrir tales reveses, pudiendo evitarlos con la ausencia. Representábase en su imaginación a la noble ciudad de su madre como una horrible bestia que en él clavaba sus feroces uñas y le bebía la sangre. Para librarse de ella bastábale, según su creencia, la fuga; pero un interés profundo, como interés del corazón, le detenía, atándole a la peña de su martirio con lazos muy fuertes. Sin embargo, llegó a sentirse tan fuera de su centro, llegó a verse tan extranjero, digámoslo así, en aquella tenebrosa ciudad de pleitos, de antiguallas, de envidia y de maledicencia, que hizo propósito de abandonarla sin dilación, insistiendo al mismo tiempo en el proyecto que a ella le condujera. Una mañana, encontrando ocasión a propósito, formuló su plan ante doña Perfecta».

El propio Galdós hizo una adaptación teatral del libro, estrenada en Madrid en los primeros días de 1896. En diferentes versiones, la novela fue llevada al cine en México y en España.

En 1950, con el mismo título, dirigida por Alejandro Galindo y protagonizada por Dolores del Río como protagonista, fue estrenada en México.

La historia ocurre en el siglo XIX, y se trata de un conflicto entre la posición progresista y europeizante de Pepe Rey, hombre muy liberal y culto, y Doña Perfecta, puntal de una sociedad apegada a creencias y formas de existencia tradicionales. La base de la novela la forman Doña Perfecta, madre autoritaria y en apariencia bondadosa; Rosario, la hija complaciente (que prefiere sacrificar su felicidad por la obediencia a su madre) y Don Inocencio, el cura «consejero». Pepe Rey es el joven ingeniero que llega a la ciudad con la intención de casarse con Rosario, hija de Doña Perfecta. Pero la hipócrita dama hará todo lo posible por interponerse entre ambos jóvenes. (FilmaAffinity)

Tráiler de la película

En 1977 se estrenó en España, con el mismo título, con guion y dirección de César Fernández Ardavín y con Julia Gutiérrez Caba como doña Perfecta y un importante reparto de actores: José Luis López Vázquez, Manuel Sierra, Victoria Abril, Emilio Gutiérrez Caba, Fernando Sancho y Mirta Miller.

El sobrino de Doña Perfecta llega a Orvajosa, ciudad pacata y provinciana, con la tarea de construir un pantano. Su presencia no es bien acogida en el pueblo y cada uno de sus habitantes tendrá un motivo para desear que se vaya de allí cuanto antes. (FilmAffinity)

La novela Doña Perfecta se encuentra disponible para su lectura en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

«Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son».

SINOPSIS

Doña Perfecta (1876) no es sólo la novela de Benito Pérez Galdós (1843-1920) que suscitó más encendidas polémicas, sino también una obra sumamente representativa de su primera etapa creadora. Pepe Rey, joven ingeniero, llega a la ciudad episcopal de Orbajosa con la intención de casarse con Rosarito, prima suya e hija de doña Perfecta, puntal de la sociedad orbajonense. Mezclado con el enredo sentimental, el conflicto entre la mentalidad progresista y europeizante del joven y la actitud inmovilista de una sociedad apegada a creencias y formas de existencia tradicionales es la urdimbre en torno a la cual se teje la novela.

    «Su hechura biliosa, y el comercio excesivo con personas y cosas devotas, que exaltaban sin fruto ni objeto su imaginación, la habían envejecido prematuramente, y, siendo joven, no lo parecía. Podría decirse de ella que con sus hábitos y su sistema de vida se había labrado una corteza, un forro pétreo, insensible, encerrándose dentro como el caracol en su casa portátil. Doña Perfecta salía pocas veces de su concha.

9788437637396-dona-perfecta

     No sabemos cómo hubiera sido doña Perfecta amando. Aborreciendo tenía la inflamada vehemencia de un ángel tutelar de la discordia entre los hombres. Tal es el resultado producido en un carácter duro y sin bondad nativa por la exaltación religiosa, cuando esta, en vez de nutrirse de la conciencia y de la verdad revelada en principios tan sencillos como hermosos, busca su savia en fórmulas estrechas que solo obedecen a intereses eclesiásticos. Para que la mojigatería sea inofensiva, es preciso que exista en corazones muy puros.  Verdad es que aun en este caso es infecunda para el bien. Pero los corazones que han nacido sin la seráfica limpieza que establece en la tierra un Limbo prematuro, cuiden bien de no inflamarse mucho con lo que ven en los retablos, en los coros, en los locutorios y en las sacristías, si antes no han elevado en su propia conciencia un altar, un púlpito y un confesonario».

BENITO PÉREZ GALDÓS

24593-Benito-Perez-GaldosEscritor y periodista español, Benito Pérez Galdós es considerado uno de los grandes cronistas del siglo XIX en España, así como uno de los máximos representantes de la novela realista española.

Con diecinueve años, fue enviado por su padre a Madrid para estudiar Derecho, pero salvo matricularse, poco más hizo en esta carrera, pues se dedicó a frecuentar los ambientes literarios y políticos de la capital.

Galdós comenzó a escribir artículos en La Nación y El Debate y viajó a París en dos ocasiones. En 1870 publicó su primera novela, iniciando así una larga y prolífica carrera literaria. Fue diputado por el Partido Liberal y en 1889 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua. La pérdida de vista y las dificultades económicas marcaron sus últimos años de vida. Varias de sus obras han sido llevadas al cine y a la televisión, como El abuelo, dirigida por José Luis Garci.

Fue autor de crónicas, obras de teatro y novelas, destacando las cuarenta y seis novelas que conforman los Episodios Nacionales. Su obra es uno de los máximos exponentes de la corriente literaria del realismo en España y su influencia se considera crucial en varias generaciones posteriores de autores en castellano.

FUENTES

  • Pérez Galdós, B. Doña Perfecta
  • Wikipedia

 

“El viaje a ninguna parte”, de Fernando Fernán Gómez

El viaje a ninguna parte es una novela del escritor, actor y director de cine y teatro Fernando Fernán-Gómez publicada en 1985. Está basada en un serial radiofónico de gran éxito emitido en 1984 por Radio Nacional de España y terminaría siendo adaptada al cine por el propio autor, que en la primera edición de los premios Goya obtuvo los galardones a mejor película, mejor dirección y mejor guion.

«La novela constituye el relato de los recuerdos de Carlos Galván, actor retirado que pasa sus últimos años en un asilo. Dicho relato va dirigido al psicólogo que le atiende. Los viejos tiempos rememorados por Carlos empiezan en la oscura España de los años 50, cuando la compañía de teatro ambulante Iniesta-Galván recorre por enésima vez los destartalados cafés y casinos de los polvorientos pueblos de la Mancha.

Fernando Fernán-Gómez, con un estilo firme y con la amplia experiencia de sus muchos años en el mundo del espectáculo, traza en esta novela llena de ironía y ternura un magnífico esbozo del mundo de los cómicos ambulantes, engullido por el inexorable avance del progreso de los espectáculos de masas, a la vez que retrata la peripecia vital de un hombre que, para defenderse de sus propias frustraciones, se envuelve en una inofensiva fantasía que le permite vivir feliz hasta el fin de sus días.»

    «Solíamos vivir en una fonda de Ciudad Real… ¿O de Talavera de la Reina? En fin, la fonda en que vivíamos casi todo el año estaba en Ciudad Real, y desde allí salíamos para los pueblos de La Mancha o de La Llanada. Siempre de pueblo en pueblo. Siempre de camino, como en la canción de Los Panchos. Pero cuando ocurrió lo que ahora quiero contar, no sé si estábamos en la fonda de Ciudad Real o en una pensión de Talavera. No me acuerdo bien. Bueno, pero es lo mismo. Lo que quería contar es cuando se presentó mi hijo, aquel zangalotino.»

El viaje a ninguna parte es una excelente novela, de tintes autobiográficos, con la que Fernando Fernán-Gómez rinde un homenaje lleno de compasión y ternura a los llamados «cómicos de la legua», en una etapa, la postguerra española, en que no estaba nada bien visto dedicarse a esa profesión. El propio autor ha declarado en alguna ocasión que la novela se trata de una suma de anécdotas: “Casi todas, aunque no pertenezcan a mi biografía, sí son situaciones verdaderas, pero transformadas. Por haber estado yo desde siempre en el ambiente del teatro, las he oído contar, o sé que ha sucedido. Y muchas son tiernas, en verdad.”

En fin, una gran novela, maravillosamente escrita, dura y tierna a la vez, que retrata maravillosamente una época y una forma de vida ya desaparecidas. Muy recomendable

En El viaje a ninguna parte, como en el resto de su obra, el autor nos reconforta, incluso en los momentos más duros de su peripecia, por medio de esa gran arma comunicativa que maneja con perfección: el humor. Se tiene la sensación al leer a Fernando Fernán-Gómez de que es un amigo con el que hablamos de forma cercana, entrañable e irónica, de esa cosa difícil, asombrosa y tantas veces cómica, que es nuestro viaje a ninguna parte.”

José Luis Alonso de Santos

En 1986 la novela fue llevada al cine con el mismo título, con guion y dirección del propio Fernando Fernán-Gómez, contando con un extenso elenco de figuras del cine español y de una cuidada ambientación. El resultado fue una obra maestra que obtendría los galardones a mejor película, mejor dirección y mejor guion en la primera edición de los premios Goya.rna

Secuencia antológica de la película con Juan Diego, José Sacristán y Gabino Diego.

Fernando Fernán Gómez filma esta extraordinaria historia, verdadero homenaje al mundo del teatro y sus gentes, por la que ganó un Goya a mejor dirección. Narra la historia de un grupo de hombres y mujeres a los que podemos llamar «cómicos de la legua», aunque el término esté en desuso, cuyas peripecias, unas veces entroncadas con la picaresca, otras con el costumbrismo, otras con la literatura de la imaginación, jocosas en unos momentos y en otros patéticas, tienen como telón de fondo la España franquista. A lo largo del viaje el trabajo se entremezcla con el amor, los problemas económicos con los familiares, el hambre con el triunfo soñado. El personaje central, Carlos Galván, es hijo del primer actor y director de la compañía, don Arturo, y padre de Carlitos, el muchacho que no quiere ser cómico. Carlos Galván acaba refugiándose en un mundo de fantasía.

SINOPSIS

La memoria personal y colectiva siempre ha sido un eje básico de la creación literaria y cinematográfica de Fernando Fernán-Gómez. Ha estado también presente en sus artículos y ensayos, y en sus lúcidas memorias conocemos las claves que justifican tantos personajes, situaciones y anécdotas que encontramos trasladados a la ficción de sus novelas, obras teatrales y guiones. Por otra parte, Fernán-Gómez siempre se ha mostrado preocupado por la condición profesional de un colectivo del que orgullosamente se siente partícipe, y muchas veces ha descrito lo que ha supuesto ser un cómico de su época y en España. El resultado se aleja de los cauces habituales en el costumbrismo para adentrarse en una reflexión que a menudo desborda el objetivo explícito. Una descripción ligada a unas circunstancias históricas y determinantes que son las que se encuentran en el marco histórico de El viaje a ninguna parte, que nos habla del ocaso del teatro ambulante en la España rural de principios de los años cincuenta, un tema ausente en la historia, manuales y monografías sobre este periodo teatral.

31034823130

    «Ay, Galván, Galván, hijo y nieto de Galvanes, de cómicos, de vagabundos… No reniegues de tus ancestros. ¿Quieres viajar en wagon-lits en vez de viajar en esta simpática camioneta? Me parece muy bien. ¿Quieres beber las burbujas de esa champaña extranjera en vez de valdepeñas? Pues muy bien. ¿Quieres comer ostras y turnedó y no pan y queso? Muy bien, hombre. Pero, ¿para qué quieres la dignidad? Antes a los cómicos los perseguían, los marcaban con hierros candentes, no los enterraban en sagrado… Ahora nos soportan, nos dejan vivir a nuestro aire, aunque no sea el aire de ellos, y a algunos les dan premios y los sacan en los papeles. No te quejes, Galván.»

FERNANDO FERNÁN GÓMEZ

Fernando Fernández Gómez (Lima, Perú, 28 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007). Escritor, actor y director teatral y cinematográfico español. Fue miembro de la Real Academia Española desde el año 2000 hasta su fallecimiento.

Nace en la capital peruana ya que su madre, la actriz Carola Fernández Gómez, realiza una gira teatral con la compañía María Guerrero por Hispanoamérica, y a los pocos meses, su abuela lo traslada a Madrid, donde finaliza los estudios de bachillerato tras la guerra civil española, iniciando allí la carrera de Filosofía y Letras. Su creciente interés por el teatro le lleva a dejar sus estudios, comenzando su carrera de actor en 1938 en la compañía de Laura Pinillos. Allí conoce a Enrique Jardiel Poncela que le brinda un papel en una de sus obras. En 1943 es contratado por la productora CIFESA debutando con la película Cristina Guzmán, de Gonzalo Delgrás, iniciando así una prolífica carrera de actor de cine.

En su filmografía ha trabajado a las órdenes de los más destacados directores del cine español: Edgar Neville, Carlos Saura, Mario Camús, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Gonzalo Suárez, Juan Antonio Bardem o Luis García Berlanga. Todas estas interpretaciones le hicieron aumentar su prestigio, consiguiendo el Oso de Plata del Festival de Berlín al mejor actor por su interpretación en El anacoreta Stico.

A partir de la década de los cincuenta comienza a dirigir, realizando, entre el cine y televisión, numerosos títulos entre los que destacan Mi hija Hildegart (1977), Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986), adaptación de una de sus novelas y un gran éxito, que consigue el Goya al mejor director y mejor guionista, y en esa misma edición, logra el Goya al mejor actor por Mambrú se fue a la guerra.

Como autor teatral destaca su obra Las bicicletas son para el verano (1978), por la que obtuvo el Premio Nacional Lope de Vega y fue adaptada al cine por Jaime Chávarri en 1983. Otras de sus obras de teatro son: La coartada (1972), Los domingos, bacanal (1980) o El pícaro. Como novelista, destacan El viaje a ninguna parte (1986), El mar y el tiempo (1989), El vendedor de naranjas (1961), El mal amor (1987), entre otras. Sus memorias se titulan El tiempo amarillo (1990).

De sus últimos trabajos destacan El abuelo (1998) de José Luis Garci, Todo sobre mi madre (1999) de Pedro Almodóvar; Plenilunio (1999) de Imanol Uribe; La lengua de las mariposas (1999) de José Luis Cuerda; Visionarios (2001), de Gutiérrez Aragón o El embrujo de Shanghái (2002), con Fernando Trueba.

Su larga trayectoria profesional está jalonada de prestigiosos galardones, como el Premio Nacional de Teatro en 1985, el Premio Nacional de Cinematografía en 1989 o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1995. En el 2000 recibió el Oso de Honor en el Festival Internacional de Cine de Berlín a toda su trayectoria, y en el 2001, la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
Fallece el 21 de noviembre de 2007 en Madrid a la edad de 86 años, recibiendo, a título póstumo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio otorgada por el Gobierno de España.

FUENTES

  • Diccionario literario Bompiani
  • Fernán Gómez, F. El viaje a ninguna parte

“El abuelo”, de Benito Pérez Galdós

«¡Señor, qué malo es ser bueno!»

El abuelo es una novela del escritor español Benito Pérez Galdós (1843-1920) publicada en 1897. Se trata de una novela dialogada en cinco jornadas —su propio autor la subtituló Novela en cinco jornadas—, en la que las partes descriptiva y narrativa quedan reducidas a simples notas. Se trata de una obra irrepresentable por su longitud, aunque, posteriormente, el propio autor la recortó y adaptó para el teatro, siendo estrenada, con el mismo título, en 1904.

El propio Galdós justifica, en el prólogo de la obra, las razones de ese subtítulo con las siguientes palabras: «Aunque por su estructura y por la división en jornadas y escenas parece El abuelo obra teatral, no he vacilado en llamarla novela, sin dar a las denominaciones un valor absoluto (…) En toda novela en que los personajes hablan, late una obra dramática. El teatro no es más que la condensación y acopladura de todo aquello que en la Novela moderna constituye acciones y caracteres.»

La novela se desarrolla en un entorno rural impreciso de finales del siglo XIX. «La acción se supone en la villa de Jerusa y sus alrededores; las principales escenas en La Pardina, granja que perteneció a los Estados de Laín. Careciendo esta obra de colorido local, no tiene determinación geográfica el país ni el mar que lo baña. Todos los nombres de pueblos y lugares son imaginarios. Época contemporánea».

El protagonista de la novela es Don Rodrigo de Arista y Potestad, conde de Albrit, —«el león flaco de Albrit»— que regresa, pobre y medio ciego, de las Américas al enterarse de la muerte de su único hijo. Una vez en España, el anciano conde descubre que una de sus dos nietas es fruto de una relación adúltera, ya que su nuera le ha sido infiel a su hijo con un pintor, y a partir de entonces intenta averiguar cuál de las dos no es la verdadera heredera de su sangre y de su nombre.

     «Dígame usted pronto, pronto, cuál de esas dos adorables niñas es la falsa…, o cuál es la verdadera: es lo mismo. Necesito saberlo, tengo derecho a saberlo, como jefe de la casa de Albrit, en la cual jamás hubo hijos espurios, traídos por el vicio. Esta casa histórica, grande en su pasado, madre de reyes y príncipes en su origen, fecunda después en magnates y guerreros, en santas mujeres, ha mantenido incólume el honor de su nombre. Sin tacha lo he conservado yo en mi esplendor y en mi miseria… No puedo impedir hoy, ¡triste de mí!, este caso vergonzoso de bastardía legal; no puedo impedir que la ley transmita mi nombre a mis dos herederas, esas niñas inocentes.»

Al final, ya en posesión de la verdad, el viejo conde termina aceptando como nieta a la «intrusa», que es la que decide acompañarlo en sus últimos días mientras todos, incluida la nieta que lleva su sangre, lo abandonan.

El abuelo no está entre las obras más famosas de Galdós, sin embargo, ha sido considerada, por bastantes críticos, como una de sus creaciones más geniales y perdurables. La novela refleja muy bien las formas de vida de los años finales del siglo XIX, un momento que coincide con notables cambios estructurales y de valores en la sociedad y con el declive de la aristocracia. La obra, por tanto, representa el triunfo del amor sobre el honor, los pre­juicios y las convenciones sociales. Una lectura más que recomendable.

    «Hablo del honor de las familias, la pureza de las razas, el lustre de los nombres… Yo he llegado a creer esta noche… y te lo digo con toda franqueza… que si del honor pudiéramos hacer cosa material, sería muy bueno para abonar las tierras.»

En 1904, la novela fue adaptada, con el mismo título, al teatro por el propio Galdós. En 1969 se estrenó la versión para televisión en el programa Estudio 1. Además, ha sido llevada hasta cuatro veces a la gran pantalla. La primera vez, en 1925, con el mismo título y bajo la dirección de José Buchs. Posteriormente, en 1954, también con el mismo título y dirigida por Román Viñoly Barreto. En 1972 se estrenó con el título de La duda, dirigida por Rafael Gil y protagonizada por Fernando Rey. Por último, en 1998, otra vez con el mismo título, bajo la dirección de José Luis Garci y protagonizada por Fernando Fernán Gómez, siendo candidata al Oscar destinado al mejor filme de habla no inglesa. Años más tarde, en 2001, se rodó y emitió como una miniserie para Televisión Española, utilizando el mismo material de la versión cinematográfica de 1998.

Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FilmaAffinity)

La novela El abuelo se encuentra disponible para su lectura en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

SINOPSIS

Dominada por la figura trágica del conde de Albrit (desgarrado en su simbólica ceguera entre apariencia y verdad, entre el cariño y la amenaza del deshonor), El abuelo pertenece a la serie de novelas dialogadas que, negando el esquema tradicional de distinción de géneros, caracteriza la última etapa de la obra de Benito Pérez Galdós (1843-1920). Representada con frecuencia a partir de 1904 (año en que fue adaptada a la escena por el autor) y llevada al cine y a la televisión, es una de las obras galdosianas más debatidas y de mayor intensidad dramática.

9788420689593-el-abuelo

    «Conozco esos homenajes, que en otro tiempo, cuando los merecía y estaba en disposición de recibirlos, me halagaban, sí. Hoy me harían el efecto de una burla cruel. Antes de verme tan viejo y tan pobre como ahora, tuve ocasión de apreciar la villana ingratitud de mis compatriotas los habitantes del señorío de Jerusa. Veinte años ha, la última vez que aquí estuve, los colonos que habían llegado a ser ¡Dios sabe cómo! propietarios de mis tierras, los señoritingos nacidos de mis cocineras, o engendrados por mis mozos de cuadra, me recibieron con frío desdén, que me llenó de tristeza y amargura. Dijéronme que la villa se había civilizado. Era una civilización improvisada y postiza, como la levita que compra el patán en un bazar de ropas hechas.»

BENITO PÉREZ GALDÓS

24593-Benito-Perez-GaldosEscritor y periodista español, Benito Pérez Galdós es considerado uno de los grandes cronistas del siglo XIX en España, así como uno de los máximos representantes de la novela realista española.

Con diecinueve años, fue enviado por su padre a Madrid para estudiar Derecho, pero salvo matricularse, poco más hizo en esta carrera, pues se dedicó a frecuentar los ambientes literarios y políticos de la capital.

Galdós comenzó a escribir artículos en La Nación y El Debate y viajó a París en dos ocasiones. En 1870 publicó su primera novela, iniciando así una larga y prolífica carrera literaria. Fue diputado por el Partido Liberal y en 1889 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua. La pérdida de vista y las dificultades económicas marcaron sus últimos años de vida. Varias de sus obras han sido llevadas al cine y a la televisión, como El abuelo, dirigida por José Luis Garci.

Fue autor de crónicas, obras de teatro y novelas, destacando las cuarenta y seis novelas que conforman los Episodios Nacionales. Su obra es uno de los máximos exponentes de la corriente literaria del realismo en España y su influencia se considera crucial en varias generaciones posteriores de autores en castellano.

FUENTES

  • Diccionario literario Bompiani
  • Pérez Galdós, B. El abuelo
  • Wikipedia

“La tía Tula”, de Miguel de Unamuno

«Pero ella había pasado por el mundo fuera del mundo.»

La tía Tula es una de las novelas más conocidas y reconocidas del gran escritor vasco Miguel de Unamuno (1864-1936), publicada en 1921. En ella narra la vida de Gertrudis, también llamada la tía Tula, y de sus sacrificios por satisfacer sus ansias de maternidad.

Según su propio autor es «la historia de una joven que, rechazando novios, se queda soltera para cuidar a unos sobrinos, hijos de una hermana que se le muere. Vive con el cuñado, a quien rechaza para marido, pues no quiere manchar con el débito conyugal el recinto en que respiran aire de castidad sus hijos. Satisfecho el instinto de maternidad, ¿para qué perder su virginidad? Es virgen madre».

Para escribir la novela, Unamuno se inspiró en un caso real, que pudo ser una tía del propio escritor. En ella «nos presenta la figura de la mujer cuya feminidad instintiva le lleva a ser la rectora espiritual de una familia. Pero a la vez hay la tragedia de la soltería, de la imposibilidad de unirse al hombre, al que se considera inferior, al que cree un zángano. Por eso la tragedia de Gertrudis es la de la virginidad maternal o de la maternidad virginal. Por eso mismo Gertrudis no puede comprender a los hombres: su tío don Primitivo, su confesor, su director espiritual, y Ramiro son para ella, todos sin excepción, hombres al fin.

Unamuno nos presenta, pues, el tema de la feminidad, el mito de Antígona, bajo una forma doméstica, dentro de un ambiente español y religioso, como lo había hecho con Abel Sánchez. Unamuno ha conseguido, al tratar el tema de lo femenino, ofrecernos un tipo que perdura siempre, de manera indeleble, en nuestro recuerdo: el retrato de una mujer.»

   «Y dicho esto, se levantó de junto al confesonario. Le costaba andar: tan doloridas le habían quedado del arrodillamiento las rodillas. Y a la vez le dolían las articulaciones del alma y sentía su soledad más hondamente que nunca. «¡No, no me entiende—se decía—, no me entiende; hombre al fin! ¿Pero me entiendo yo misma? ¿Es que me entiendo? ¿Le quiero o no le quiero? ¿No es soberbia esto? ¿No es la triste pasión solitaria del armiño que por no mancharse no se echa a nado en un lodazal a salvar a su compañero…? No lo sé… no lo sé…» 

La tía Tula es una novela de narración rápida que va dirigida a los hechos más esenciales y que atiende fundamentalmente a las reacciones psicológicas de los personajes. Una novela notable que ha convertido a su protagonista en un clásico de la literatura española. Esta obra fue incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico El Mundo.

La novela ha sido llevada al cine con el mismo título en 1964 por Miguel Picazo, haciendo Aurora Bautista una de sus mejores papeles.

A la muerte de su hermana Rosa, Tula recibe en su casa la compañía de su cuñado Ramiro. La convivencia entre Tula y su cuñado, al principio, no está exenta de roces y tensiones, sobre todo cuando Emilio, que desea casarse con Tula, pretende que Ramiro haga valer su influencia sobre ella para facilitarle sus planes de boda. Pero Ramiro se siente atraído por su cuñada, atracción que se ve favorecida por la vida en común. (FilmaAffinity)

La novela La tía Tula se encuentra disponible para su lectura en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

SINOPSIS

Publicada en 1921, en un periodo de intensa actividad creativa, La tía Tula debe su riqueza a las contradicciones o a la superposición de los materiales germinativos originarios. A la historia de la mujer que renuncia a una vida propia para hacer el papel de madre de los hijos de una hermana muerta se añaden elementos recurrentes en la obra de Miguel de Unamuno (1864-1936): la pelea por la fe religiosa, el dilema entre el mérito y el reconocimiento exterior o el histrionismo, la sinceridad de la vida moral y la conciencia del dolor.

l_unamtia76

    «Se acostaba con la niña, a la que daba calor con su cuerpo, y contra éste guardaba el frasco de la leche por si de noche se despertaba aquélla pidiendo alimento. Y se le antojaba que el calor de su carne, enfebrecida a ratos por la fiebre de la maternidad virginal, de la virginidad maternal, daba a aquella leche industrial una virtud de vida materna y hasta que pasaba a ella, por misterioso modo, algo de los ensueños que habían florecido en aquella cama solitaria. Y al darle de mamar, en aquel artilugio, por la noche, a oscuras y a solas las dos, poníale a la criaturita uno de sus pechos estériles, pero henchidos de sangre, al alcance de las manecitas para que siquiera las posase sobre él mientras chupaba el jugo de vida. Antojábasele que así una vaga y dulce ilusión animaría a la huérfana. Y era ella, Gertrudis, la que así soñaba. ¿Qué? Ni ella misma lo sabía bien.»

MIGUEL DE UNAMUNO

UnamunoMiguel de Unamuno (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936) fue un escritor, poeta, filósofo y uno de los principales exponentes de la Generación del 98. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Madrid y se doctoró con la tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. Poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la Universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana.

Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se centraron en la ética y los móviles de su fe. Desde el principio trató de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana, y más tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Herbert Spencer, Sören Kierkegaard, William James y Henri Bergson, entre otros, vías de salida a su crisis religiosa. Sin embargo, sus propias contradicciones personales y las paradojas que afloraban en su pensamiento le llevaron a recurrir a la literatura como alternativa.

Entre su obra destaca Vida de don Quijote y Sancho (1905), Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913), Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), La tía Tula (1921) y San Manuel Bueno, Mártir (1933).

Considerado el escritor más culto de su generación, y calificado por Antonio Machado de «donquijotesco» a raíz de la estrecha relación entre su vida y obra, Miguel de Unamuno fue, sobre todo, un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.

FUENTES

  • Diccionario literario Bompiani
  • Unamuno, Miguel de. La tía Tula
  • Wikipedia

El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway

«El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.»

El viejo y el mar (The Old man and the sea) es un relato del gran escritor y periodista norteamericano Ernest Hemingway (1898-1961), ganador del Premio Nobel de Literatura 1954. Escrito en 1951 en Cabo Blanco (Cuba), por encargo de la revista Life, esta obra le valió a su autor el premio Pulitzer en 1953 y lo confirmó como uno de los escritores más significativos del siglo XX.

Tras su publicación, en 1952, obtuvo inmediatamente un enorme éxito de lectores y fue considerada por la crítica como una de las obras de ficción más destacadas del pasado siglo. El propio Hemingway estaba seguro de haber escrito una de las mejores obras de su vida. «Esta es la prosa por la que llevo trabajando toda mi vida, que debería leerse con facilidad y sencillez y sentirse breve, pero teniendo todas las dimensiones del mundo visible y del mundo espiritual de un hombre. Es la mejor prosa que he escrito hasta ahora», señaló el autor de Por quién doblan las campanas.

Se trata de una narración relativamente corta, entre novela breve o cuento largo, en la que de una forma muy simple y con una técnica clásica, el autor nos presenta una pequeña anécdota que se convierte en símbolo de la lucha por la vida y de los afanes de la humanidad. El viejo y el mar es una de las cimas de la novelística contemporánea y la obra que mejor ha sabido simbolizar la tragedia del hombre de nuestros días. Nada de ambientes insólitos, que tanto gustan al novelista, ni espectáculos y sucesos extraordinarios. El escenario de esta narración es una aldea pesquera de la isla de Cuba, no lejos de La Habana, y su protagonista es un viejo pescador que se ve obligado a sustentarse con lo que gana en su oficio. Este viejo bronceado por el sol del trópico fue en su juventud un mozo de fuerza hercúlea y el mejor pescador de la costa antillana. Conserva aún algo de su destreza y sus únicos bienes son la cabaña de palma y los enseres de pescar. Últimamente, a pesar de conocer perfectamente el arte de la pesca, no ha conseguido obtener ni lo más indispensable para sustentarse. Hace cuarenta días que regresa con las redes vacías y el muchacho a quien él ha enseñado a pescar se ve obligado a abandonarle.

3ab4a8b96e7ab3a2622e3c74f334cb52

    «Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salao, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana. Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.»

Un día el pescador se hace a la mar y captura un pez muy grande, pero antes de poder llegar a la playa con su gigantesca presa, los tiburones la devoran y en tierra sólo puede mostrar a sus admirados compañeros una enorme espina desnuda. La lucha del hombre y el pez, solos frente a frente, mar adentro, es una parábola del individualismo que extrae de su derrota ante las fuerzas de la naturaleza, del destino, la íntima convicción de que su esfuerzo denodado y su negativa a darse por vencido a pesar de todo, constituyen ya una victoria. Si un hombre hace frente con valor a su destino y lo acepta con entereza, luchando hasta el límite de sus fuerzas, nunca podrá considerarse derrotado; porque «el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado».

Escrito con una magnífica prosa, El viejo y el mar es, pese a su aparente sencillez, uno de los relatos más hermosos que jamás se hayan escrito. Uno de los libros con los que más he disfrutado y de los que guardo mejor recuerdo. Una novela extraordinaria y absolutamente recomendable que toda persona amante de la buena literatura debería leer alguna vez en su vida.

La novela ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones, siendo la adaptación de 1958, protagonizada por Spencer Tracy, una de las más populares y conocidas.

Adaptación de la famosa novela de Hemingway que narra la historia de Santiago, un viejo pescador portugués que lleva 84 días sin pescar un solo pez. El anciano lobo de mar, viudo y sin hijos, es amigo de un joven que lo adora porque le ha enseñado todo sobre la mar, pero los padres del chico creen que la suerte ha abandonado a Santiago y que nunca volverá a capturar un pez. Sin embargo, al día siguiente, sale a faenar decidido a apresar el pez más grande que se haya capturado jamás. (FilmaAffinity)

Destaca también la adaptación televisiva de 1990 dirigida por Jud Taylor y protagonizada por Anthony Quinn.

Adaptación televisiva de la popular novela de Ernest Hemingway, que ya había sido llevada al cine en 1958 por John Sturges con Spencer Tracy como protagonista. Santiago, un viejo y solitario pescador, se hace a la mar como todos los días y consigue capturar, aunque con gran esfuerzo, el pez más grande de su vida. Antes de llegar a la playa con su gigantesca presa, ha de sostener una titánica lucha contra los tiburones que pretenden arrebatársela. En su tenaz pugna, el pescador empieza a experimentar un extraño sentimiento amistoso hacia el pez que acaba de apresar. (FilmaAffinity)

SINOPSIS

El argumento se basa esencialmente en un hecho real perfectamente verosímil: un viejo pescador se hace a la mar y captura con mucho esfuerzo un pez muy grande, pero antes de llegar a la playa con su gigantesca presa ha de sostener una titánica lucha contra los tiburones, que pretenden devorarla. En su gran pugna con el pez y el océano, el pescador ha descubierto una extraña amistad, casi una fraternidad con el animal que combate: le oímos pronunciar palabras de admiración por el pez al que liga su vida, el pez que le arrastra mar adentro y cuya desaparición bajo las dentelladas de los tiburones es un poco como su propia muerte. Al enemigo que se mata –leones africanos o toros de lidia– en una lucha que nos afirma, que nos hace creer en nosotros mismos, no se le odia, sino que se le ama como algo íntimamente ligado al matador en un ritual sangriento en que se apropia de una vida ajena para aumentar la suya.

22614207589

    «Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban altos, empleaban el articulo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer.»

Este libro, que quizá sea el de prosa más simple y fluida, el más liso y desnudo de toda la producción del autor, es también el más ambicioso de todos ellos; el que aspira a dar un mensaje más trascendental, extrayendo de su propio pesimismo una esperanza fundada en la dignidad y la firmeza de ánimo de los hombres que se niegan a aceptar una derrota que es, sin embargo, inevitable; que son invencibles porque, aunque pueden ser destruidos, nunca se declararán derrotados.

ERNEST HEMINGWAY

Ernest Hemingway nació en Oak Park, Illinois, cerca de Chicago, el día 21 de julio de 1898. Su padre, médico cirujano, era un gran aficionado a la caza y amante de la naturaleza, y sin duda alguna determinó esta misma afición en su hijo, afición que con el tiempo llegaría a constituir una segunda naturaleza en el carácter de Hemingway. Por eso cuando su padre lo envió a París para que se hiciera médico –y su madre accedía a separarse de él con la secreta esperanza de que la capital de los artistas le conquistaría para la música–, Hemingway defraudó a uno y otra abandonando sus estudios y entregándose a la bohemia hasta el estallido de la I Guerra Mundial.

De regreso a Estados Unidos cursó estudios superiores e ingresó como redactor en el Kansas City Star. Pero aquello resultaba todavía demasiado fácil para él, así que se alistó voluntario en el frente italiano, con destino a una unidad sanitaria. Obtuvo algunas condecoraciones hasta que fue gravemente herido. Acabada la contienda, volvió a su país, pero pronto consiguió escapar de nuevo a la vida cómoda y tranquila con una corresponsalía en Próximo Oriente y Grecia, y más tarde en París, donde reanudó su contacto y amistad con la crema de la intelectualidad inconformista concentrada en la Rive Gauche.

Durante la guerra civil española, como antes en la I Mundial y luego en la II gran guerra, Hemingway estuvo siempre en el núcleo de la acción, allí donde el peligro era constante y las ocasiones de heroísmo y desafío a la muerte eran permanentes.

Más tarde, ya en la paz, siguió buscando siempre el momento de estremecimiento, ese único momento de miedo que sólo se pasa con la muerte o con la victoria. Por eso se apasionó con la fiesta de los toros y con la caza mayor. No le bastó con seguir la fiesta desde lejos, necesitaba poner su vida en juego, y así una vez salvó la vida a Antonio Ordóñez sujetando con sus solas manos a un toro por los cuernos. Su enorme fuerza física le permitió salir con bien de todas cuantas aventuras afrontó, y aparte de los peligros a que le exponía su temeridad en la caza, basta decir que sobrevivió a dos accidentes de aviación, uno de ellos en plena selva que consiguió atravesar malherido poniéndose a salvo. Parecía decidido a quemar materialmente su prodigiosa vitalidad. Ningún peligro, ningún placer, ninguna experiencia le pareció fuera de su alcance. Y todas las afrontó con la misma sed. En una época en que todos los ideales parecían haberse agotado en las tres terribles guerras que conmovieron al mundo y que él asumió como pocos, él descubrió que aún quedaba una posibilidad dentro del hombre, dentro de sí mismo: buscar a la muerte y vencerla con una sola arma, el coraje. Es muy difícil distinguir en sus obras qué parte de ellas es imaginación y qué parte autobiografía. Es el último de los grandes escritores en los que la obra y la vida se confunden en una unidad. Por eso sobra toda caracterización cuando se tiene una de sus obras en las manos. Hay sin embargo dos obras –con independencia del resto de sus novelas, grandes por otros conceptos– en las que esa identificación con el personaje–héroe, es total. Son Fiesta y Por quién doblan las campanas, ambas localizadas, y puede decirse que vividas, en España. En ellas Hemingway vuelca hasta las heces la doble fuente de su energía: la fascinación de la muerte y el valor del heroísmo como eficaz exorcismo. Y hay aún otro aspecto no siempre valorado en la obra de Hemingway y que en Por quién doblan las campanas aparece de manera indiscutible: la ternura, esa tremenda sensibilidad que se le ha negado rotundamente, –«impotencia de corazón» se ha dicho–, y que en las relaciones del protagonista con María, por ejemplo, se manifiestan tan claras. De la misma manera que la valentía de Jordan no es ausencia de miedo, sino precisamente su control, así también la dureza de los personajes «duros» de Hemingway no es falta de sentimientos sino la coraza de un alma vulnerable, más aún, vulnerada ya desde el punto de partida. De ahí también el feroz individualismo de sus personajes –y de su vida que se niegan a mancharse las manos comprometiéndose a un lado o a otro de una lucha sucia, que se niegan a combatir el mal (político) con el mal (moral).

Cuando en el otoño de 1954 se le concedió el Premio Nobel de literatura, lo aceptó pero renunció a recibirlo personalmente porque «escribir bien requiere la soledad», pero también porque «aunque un escritor gane en importancia social al salir de su soledad, casi siempre es en detrimento de su propia obra». De nuevo el individualismo; pero también algo más: «porque es en la soledad donde tiene que llevar a cabo su propia obra, y cada día tiene que enfrentarse con la eternidad o con la ausencia de eternidad». Enfrentarse en la soledad con la eternidad, y la soledad puede ser la selva, el ruedo o la guerra. Y también el papel en blanco de cada día. Por eso, cuando comprendió –entre las nieblas de un progresivo trastorno mental– que corría el peligro de que la muerte le sorprendiese inconsciente, le fue al encuentro disparándose en la boca uno de sus fusiles de caza. Era una mañana de julio de 1961, en Ketchum, Idaho.

Los títulos más representativos de su producción y que, a la vez, prontamente mayor celebridad le dieron son Adiós a las armas, fruto de sus experiencias en Italia cuando la guerra; Por quién doblan las campanas, situada en el escenario de la guerra civil española, Fiesta, y El viejo y el mar, igualmente significativa del sentir y pensar de su autor. Han contribuido igualmente a su fama, París era una fiesta, Muerte en la tarde, Al otro lado del río y bajo los árboles y, las obras póstumas, Islas en el golfo y Tener, no tener.

FUENTES

  • Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. Barcelona, Planeta, 1995
  • Diccionario literario Bompiani

“La colmena”, de Camilo José Cela, una de las grandes novelas españolas del siglo XX

    «La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que jamás descubren horizontes nuevos, paisajes nuevos, nuevas decoraciones. La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena…  ¡Que Dios nos coja confesados! »

La colmena es una novela del escritor español Camilo José Cela, Premio de las letras Príncipe de Asturias 1987 y Premio Nobel de Literatura 1989, publicada en Buenos Aires en 1951. En España no se publicaría hasta el año 1955, por oposición de la censura franquista.

Escrita entre 1945 y 1950, la acción de la obra se desarrolla en Madrid a lo largo de unos pocos días del mes de diciembre de 1942; concretamente de dos y de un tercero, tres o cuatro días más tarde, en el que se sitúa el final de la novela. Una ciudad, el Madrid de la inmediata posguerra, captada en sus aspectos más sórdidos y poblada por unos personajes en su mayor parte desgraciados.

Una novela sombría que, como dice el autor en la nota que precede al texto de la primera edición, «no aspira a ser más –ni menos, ciertamente– que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre».

Estamos ante una obra coral con casi trescientos personajes, de los que solo una treintena cobran verdadera importancia. Con ella, el autor de La familia de Pascual Duarte quiso mostrar la triste y cruda realidad de aquellos difíciles años de la posguerra en España. Retrata una sociedad pesimista, mediocre y desesperanzada. Por eso los personajes, que, en su mayoría, suelen intervenir poco, están cuidadosamente seleccionados y sus vidas se entrecruzan, a semejanza de las celdas de una colmena.

Pese a su aparente sencillez, La colmena es una novela muy trabajada por su autor. Utiliza las palabras justas y un lenguaje muy cuidado, que oscila entre lo poético y lo vulgar, para producir el efecto deseado en el lector. En su mayoría de rechazo, pero de comprensión y hasta de ternura a veces.

Gitanillo

    «Al niño que cantaba flamenco le arreó una coz una golfa borracha. El único comentario fue un comentario puritano:

    ¡Caray, con las horas de estar bebida! ¿Qué dejará para luego? El niño no se cayó al suelo, se fue de narices contra la pared. Desde lejos dijo tres o cuatro verdades a la mujer, se palpó la cara y siguió andando […]

    El niño no tiene cara de persona, tiene cara de animal doméstico, de sucia bestia, de pervertida bestia de corral. Son muy pocos sus años para que el dolor haya marcado aún el navajazo del cinismo -o de la resignación- en su cara, y su cara tiene una bella e ingenua expresión estúpida, una expresión de no entender nada de lo que pasa. Todo lo que pasa es un milagro para el gitanito, que nació de milagro, que come de milagro, que vive de milagro y que tiene fuerzas para cantar de puro milagro.

    Detrás de los días vienen las noches, detrás de las noches vienen los días. El año tiene cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno. Hay verdades que se sienten dentro del cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar.»

Estamos ante una de las grandes novelas españolas del siglo XX y probablemente la obra cumbre de su autor. Muy recomendable

La colmena es la novela de la ciudad, de una ciudad concreta y determinada, Madrid. […] No presto atención sino a tres días de la vida de la ciudad, que es un poco la suma de todas las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares y cotidianas, sin demasiada grandeza, ésa es la verdad. La colmena es una novela sin héroe, en la que todos los personajes, como el caracol, viven inmersos en su propia insignificancia”.

Camilo José Cela

En el año 1982, la novela fue llevada la cine con el mismo título por Mario Camus y contó con un extenso elenco de figuras del cine español así como con una cuidada ambientación.

Camilo José Cela escribe en el prólogo a la primera edición de la novela: «La Colmena no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad (…) no aspira a ser más que un trozo de vida narrado sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre. Queramos o no queramos. La vida es lo que vive -en nosotros o fuera de nosotros-; nosotros no somos más que su vehículo, su excipiente como dicen los boticarios (…) Su acción discurre en Madrid, en 1942, y entre un torrente, o una colmena, de gentes que a veces son felices, y, a veces, no». (Filmaffinity)

SINOPSIS

La gran novela urbana de Camilo José Cela.

En el Madrid de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, los destinos de numerosos individuos de varias clases sociales y con diferentes actitudes ante la vida desfilan en una secuencia de breves y fascinantes viñetas narrativas. Con la ciudad como personaje, el conjunto es el retrato de una sociedad en la que el estraperlo, el hambre, la prostitución y el miedo conviven con efímeros destellos de ternura y humor. Publicada en 1951 en Buenos Aires debido a los problemas con la censura, La colmena, una de las obras maestras de Cela, constituye un hito fundamental de la narrativa española, que contribuyó a renovar de manera decisiva.

9788437607948-la-colmena

       «Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao. Para doña Rosa, el mundo es su café, y alrededor de su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco de noventa, cuando está a solas, y bebe ojén, buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee novelas y folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores o el del expreso de Andalucía.»

La crítica ha dicho:

   «Uno de los escritores más radicales de todo el siglo XX. […] Los relojes corren a favor de Camilo José Cela, segundo a segundo, minuto a minuto, hasta marcar la hora exacta de su eterna maestría.» Alberto Olmos

   «El último gran escritor español, creador de fábulas, de lenguaje, de palabras, con una capacidad prodigiosa para expresarse.» Francisco Umbral

   «Ser escritor hasta sus últimas consecuencias implicaba, para Camilo José Cela, un completo haz de responsabilidades: desde el denodado esfuerzo por dominar el idioma hasta la hábil administración de una presencia social.» Darío Villanueva

CAMILO JOSÉ CELA

cela_camilo_joseCamilo José Cela Trulock. (Iria Flavia, La Coruña, 11 de mayo de 1916 – Madrid, 17 de enero de 2002). Escritor y académico español, galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

En 1925 su familia se traslada a Madrid. Antes de concluir sus estudios de bachillerato enferma y es internado en un sanatorio de Guadarrama (Madrid) durante 1931 y 1932, donde emplea el reposo obligado en largas sesiones de lectura.

En 1934 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, pronto la abandona para asistir como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas da clases de Literatura Contemporánea. Cela le muestra sus primeros poemas, y recibe de él estímulo y consejos. Este encuentro resulta fundamental para el joven Cela, que se decide por su vocación literaria. En la facultad conoce a Alonso Zamora Vicente, a María Zambrano y a Miguel Hernández, y a través de ellos entra en contacto con otros intelectuales del Madrid de esta época. Antes, en plena guerra, termina su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día.

En 1940 comienza a estudiar Derecho, y este mismo año aparecen sus primeras publicaciones. Su primera gran obra, La familia de Pascual Duarte, ve la luz dos años después y a pesar de su éxito sufre problemas con la Iglesia, lo que concluye en la prohibición de la segunda edición de la obra (que acaba siendo publicada en Buenos Aires). Poco después, Cela abandona la carrera de Derecho para dedicarse profesionalmente a la literatura.

En 1944 comienza a escribir La colmena; posteriormente lleva a cabo dos exposiciones de sus pinturas y aparecen Viaje a La Alcarria y El cancionero de La Alcarria. En 1951 La colmena se publica en Buenos Aires y es de inmediato prohibida en España.

En 1954 se traslada a la isla de Mallorca, donde vive buena parte de su vida. En 1957 es elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española.

Durante la época de la transición a la democracia desempeña un papel notable en la vida pública española, ocupando por designación real un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas, y participando así en la revisión del texto constitucional elaborado por el Congreso.

En los años siguientes sigue publicando con frecuencia. De este período destacan sus novelas Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona. Ya consagrado como uno de los grandes escritores del siglo, durante las dos últimas décadas de su vida se sucedieron los homenajes, los premios y los más diversos reconocimientos. Entre estos es obligado citar el Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Nobel de Literatura (1989) y el Miguel de Cervantes (1995). En 1996, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concede el título de Marqués de Iria Flavia.

FUENTES

  • Cela, Camilo José. La colmena. Barcelona, De Bolsillo, 2021
  • Cela, Camilo José. La colmena. Madrid, Cátedra, 2010
  • Diccionario literario Bompiani

“Luna de lobos”, de Julio Llamazares

Luna de lobos es una novela de Julio Llamazares, publicada en 1985. Recién acabada la guerra civil, un pequeño grupo de combatientes republicanos huye de las fuerzas nacionales y de la Guardia Civil y se refugia en las cumbres heladas de las montañas de la vertiente leonesa de los Picos de Europa. Los años van pasando, pero el miedo, el instinto de supervivencia y la soledad permanecen. Como señala Miguel Tomás-Valiente en la cuidada edición de Cátedra, «fue la primera novela que publicó Julio Llamazares y es justo considerarla un clásico de nuestra novelística del siglo XX fundamentalmente por dos motivos. Uno es el de aportar a la literatura española, y más en concreto al grupo de novelas cuyo escenario de fondo es la Guerra Civil Española, un nuevo protagonista, el huido, el guerrillero maqui. El segundo motivo, de mucho mayor calado, es la eficaz elección de cada recurso literario, la sugerente potencia poética de las imágenes, la cuidada elección de cada palabra; en suma, la calidad estética de la novela. Todo este despliegue de belleza poética se ve reforzado al servir como instrumento de la representación de una época desdichada y como vehículo del relato de unos episodios de una dureza descorazonadora. Y, a su vez, el contenido de la narración se ve potenciado por el contraste que se establece entre la tragedia narrada y la sorprendente belleza con que está escrita.

Es una novela pesimista sobre la capacidad del hombre de convertirse en cazador de hombres, una reflexión sobre hasta dónde es capaz de llegar el hombre cuando la sed de venganza y la inquina le invaden y le dominan, cuando el odio que le nubla el entendimiento y el fanatismo que le ciega la razón lo convierten en un lobo para el hombre. Y es, también, una reflexión sobre las reacciones que esta cacería provoca en el ser humano acosado; sobre cómo, en tales situaciones, desde el instinto de supervivencia surge irremediablemente la violencia como respuesta única.»

    «–Escúchame bien, Ángel. Tenéis que marchar lejos cuanto antes, pasar a la otra zona, si podéis. Están buscándoos. No. No saben que estáis aquí –continúa él leyendo en mi mirada la sorpresa–. Buscan a todos los que estabais en Asturias. Saben que muchos habéis vuelto otra vez huyendo a través de las montañas. Y, en los últimos días, han cogido ya a unos cuantos: a Goro, a Benito, el del carrero, a dos o tres de Ancebos. Tienen todos los caminos y pueblos vigilados […]

    –Te acuerdas de la mina del monte Yormas, ¿verdad? Aquella mina abandonada donde nos refugiamos de la lluvia una vez que fuimos a por leña, hace ya años. Escondeos allí de momento. Hasta ver qué pasa. Juana o yo os dejaremos comida cada tres o cuatro días en la collada.

    Y, luego, mirándome fijamente:

    –Pero no os entreguéis. Pase lo que pase, no os entreguéis, ¿me oyes? Os matarían al día siguiente en cualquier cuneta como han hecho con tantos.»

La novela evita las argumentaciones políticas, centrándose en las vivencias de los personajes, que a pesar de las duras circunstancias que viven nunca llegan a perder la dignidad y su entereza moral

El autor de La lluvia amarilla conocía y había investigado los hechos sobre los que sustenta su magnífica novela. En alguna ocasión ha señalado que escribió la novela para recoger las historias que oyó contar de niño sobre los hombres del monte, que era como llamaban en su tierra a los huidos de la guerra. Demuestra, además, un enorme conocimiento de los territorios en los que se desarrolla la trama de la historia, las montañas y valles en los que nació y vivió durante su infancia; así como de la flora y la fauna de la zona.

El resultado de todo ello es una excelente novela, magníficamente escrita, que se lee con gusto. Imprescindible.

    «Cuando acabamos de cenar, Gildo y Ramiro se quitan las botas y las chaquetas, encienden sendos cigarros y se tumban en sus camastros, cerca del fuego.

     Son las cuatro de la madrugada y, esta noche, yo haré ya la guardia entera.

   Desde la boca de la cueva, con el pasamontañas calado y la metralleta cruzada sobre las piernas, no tardo en escuchar el bombeo regular y monótono de sus corazones cansados, las respiraciones profundas que preceden al sueño. Poco a poco, el monte comienza a recobrar la perfección de las sombras y sus misterios, el orden primitivo que la noche y el fuego disponen frente a mis ojos. Poco a poco, todo va quedando sepultado bajo la ingravidez profunda del silencio. Incluso esa luna fría, clavada como un cuchillo en el centro del cielo, que me trae siempre al recuerdo aquella vieja frase de mi padre, una noche volviendo cerca del cementerio:

    –Mira, hijo, mira la luna: es el sol de los muertos.»

En 1987 la novela fue llevada al cine con el mismo título por Julio Sánchez Valdés con actores como Santiago Ramos, que interpretaba a Ángel, y Antonio Resines, quien interpretó a Ramiro, y Kiti Mánver.

Al término de la Guerra Civil Española (1936-1939), algunos combatientes republicanos continúan hostigando a los vencedores con operaciones guerrilleras. Una de las zonas de resistencia fueron las montañas de León. En la comarca de Riaño, media docena de maquis mantienen una lucha muy desigual contra la Guardia Civil. Ramiro, Santiago y Gildo, tres milicianos, son perseguidos por una patrulla de la Benemérita al mando de un sargento que está enamorado de la misma mujer que Ramiro. Para conseguir el dinero suficiente que les permita llegar a Francia, los milicianos secuestran al dueño de una mina y exigen 150.000 pesetas a cambio de su libertad. (FilmaAffinity)

SINOPSIS

Es otoño de 1937. La partida de Ramiro «el Manco», integrada, además de por él mismo, por su hermano Juan, Gildo y Ángel –el protagonista y narrador–, ha cruzado las montaña, desde el Principado a la vertiente leonesa. Sin embargo, no pueden integrarse en la vida de sus pueblos: el nuevo régimen está fusilando a tos los excombatiente. Por eso se quedan en las montañas.

A estos hombres que se escondieron porque ni podían regresar a sus casas ni, por la razón que fuera, escapar a lugares más seguros para ellos, se les conoce como huidos y, en un principio, sus pretensiones no van más allá de la mera supervivencia. Sin embargo a medida que avanza la novela, avanza también el proceso en todos los sentidos: los militares que se alzaron contra la república ganan definitivamente la guerra e inician una terrible represalia; el monte se va a transformar para estos hombres que esperaban acontecimientos protegidos en sus entrañas, en una jaula, primero, y en una tumba después; los personajes se van asimilando al medio natural en el que viven, se animalizan progresivamente; cuanto más tiempo pasa, mayor es el acoso y mayor también la soledad de los huidos.

9788437625676-luna-de-lobos

    «–¿Qué os pasa? –pregunta Gildo–. ¿No vais a comer nada?

    Un silencio indiferente le contesta. Ramiro y Juan ni siquiera abren los ojos para mirarle.

    Yo tampoco tengo hambre. Desde que estamos aquí, apenas he vuelto a sentir el grito negro de la bestia que, en el fondo de mi estómago, bramaba desolada tantas veces en los últimos meses de la guerra y, sobre todo, durante los cinco días que pasamos sin comer huyendo a través de las montañas y en medio de la lluvia de otra bestia más concreta, más humana y sanguinaria, que perseguía implacable nuestros pasos. Es como si la humedad y el frío de la cueva se me metieran en los huesos y en el alma manteniéndome tumbado día y noche al lado de la lumbre, sin ganas de comer, ni de hablar, ni de asomarme siquiera a la boca de la entrada para observar el cielo encapotado y duro que, en sus aristas, tiene ya el aliento de la nieve y, en él, nuestra condena: antes de la primavera no podremos escapar de aquí.»

JULIO LLAMAZARES

llamazares_foto0Julio Llamazares nació en el desaparecido pueblo de Vegamián (León) en 1955. Licenciado en Derecho, abandonó muy pronto el ejercicio de la abogacía para dedicarse al periodismo escrito, radiofónico y televisivo en Madrid, ciudad donde reside. Ha publicado dos libros de poemas, La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982), que obtuvo el Premio Jorge Guillén, y un insólito ensayo narrativo: El entierro de Genarín (1981). Ha reunido sus principales artículos en el volumen En Babia (Seix Barral, 1991). Es autor de las novelas Luna de lobos (Seix Barral, 1985), La lluvia amarilla (Seix Barral, 1988) y Escenas de cine mudo (Seix Barral, 1993), que le han situado entre las figuras más destacadas de la narrativa española actual.

FUENTES

  • Llamazares, Julio. Luna de lobos. Barcelona, Ediciones Cátedra, 2018

“Los girasoles ciegos”, de Alberto Méndez

     «¿Me reconocerían mis padres si me vieran? No puedo verme pero me siento sucio y degradado porque, en realidad, ya soy también hijo de esa guerra que ellos pretendieron ignorar pero que inundó de miedo sus establos, sus vacas famélicas y sus sembrados. Recuerdo mi aldea silenciosa y pobre ajena a todo menos al miedo que cerró sus ojos cuando mataron a don Servando, mi maestro, quemaron sus libros y desterraron para siempre a todos los poetas que él conocía de memoria.»

Los girasoles ciegos es el único libro publicado por el escritor y periodista Alberto Méndez, con el que ganó el Premio Setenil 2004 al mejor libro de cuentos del año, y póstumamente, en 2005, el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa.

El libro recoge cuatro relatos ambientados en la inmediata posguerra española y que presentan como denominador común la derrota.

«Un girasol ciego es un girasol que no busca el sol, un girasol inmóvil, un girasol –podría decirse– derrotado. Y la certeza de la derrota, de ese vacío que atenaza tanto a los vencidos como a los vencedores de la guerra, es lo que anuda las cuatro historias de Los girasoles ciegos, que se sitúan en la inmediata posguerra española: un capitán del ejército franquista se rebela contra la avaricia de muerte y se rinde al enemigo el último día de la contienda; un bisoño aprendiz de poeta, huido a la montaña con su novia embarazada, afronta allí el sufrimiento atroz que lo hará madurar demasiado tarde; un preso renuncia a la argucia de Sherezade que le ha permitido demorar su condena a muerte; un diácono obsesionado con la mujer de un republicano oculto desencadena con su lascivia la desgracia de aquella a quien pretendía amar.

Pocas veces un éxito tan inesperado ha sido tan justo como en este emocionante libro de Alberto Méndez. Más allá de su tupida pero nítida prosa, del virtuosismo de su estructura o de su fuerza metafórica y poética, sobrecoge la impecable precisión con que sus cuatro historias capturan un dolor inasible y lo exponen sin una palabra de más.»

El libro, publicado en 2004 por la editorial Anagrama, cosechó excelentes críticas y se convirtió en el fenómeno editorial del año de su publicación, pero Alberto Méndez apenas tuvo tiempo de disfrutar de este merecido éxito. Once meses después de la publicación de su libro, fallecía, a los 63 años, víctima de un cáncer.

Los girasoles ciegos es uno de los libros sobre la Guerra Civil española que más me han impactado. No solo por el dolor y la desolación que emana de las cuatro historias que recoge, sino por la calidad y la rotundidad de su prosa. Un libro magnífico, que te atrapa desde la primera página y que se lee de un tirón. Imprescindible.

     «El silencio se impuso sobre el silencio y todas las conversaciones se diluyeron en una oscuridad llena de resonancias distantes. Hasta el alba no volvería a haber vida y la vida iniciaba siendo heraldo de la muerte. Sabían que a las cinco de la mañana comenzarían a oírse nombres y apellidos en el patio y que los nombrados subirían a los camiones para ir al cementerio de la Almudena de donde nunca volverían. Pero esos nombres eran sólo para los de la cuarta galería, a ellos, los de la segunda, les quedaba un trámite: pasar ante el coronel Eymar para ser irremisiblemente condenados, lo cual significaba tiempo y el tiempo sólo transcurre para los que están vivos.»

En 2008, la novela fue llevada al cine con el mismo título por José Luis Cuerda, con guion del propio Cuerda y de Rafael Azcona.

    Galicia, años 40. Al mismo tiempo que sortea los rigores de la posguerra, Elena (Verdú) y su hijo Lorenzo (Roger Princep) mantienen las apariencias para ocultar los secretos de la familia: Elenita (Irene Escolar), la hija adolescente, se ha fugado embarazada con su novio Lalo (Martín Rivas), un joven fichado por la policía; y su marido (Javier Cámara) vive oculto en un hueco practicado en el dormitorio matrimonial. Por si fuera poco, la aparición de Salvador (Raúl Arévalo), un diácono con dudas sobre su inminente sacerdocio, complicará aún más las cosas. (FilmaAffinity)

SINOPSIS

Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota.

     «Ya casi habían reunido el dinero para emprender el viaje pero aquella casa desolada iba encerrando a Ricardo en el armario hasta el punto de que ni para dormir salía. El niño, que ya no iba al colegio, se pasaba las horas junto a su padre leyéndole pasajes de Lewis Carroll para arrancarle una sonrisa y guardando silencio cada vez que el ascensor se paraba en el tercero. Y llegó un día de silencios y vacíos en que alguien llamó al timbre, aguardó la respuesta que no llegó e insistió con timbrazos prolongados que suspendieron todos los latidos. La puerta aporreada y los gritos retumbando en la escalera pusieron en marcha los mecanismos de fuga sin huida: Ricardo se encerró en su armario, Lorenzo se refugió en la cocina y Elena se atusó los cabellos antes de descorrer el resbalón. El hermano Salvador vestido de seglar, destartalado y turbio, se quedó inmóvil ante la visión de Elena sorprendida por el fragor de la visita.»

Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido.

Todo lo que se narra en este libro es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto, porque la certidumbre necesita aquiescencia y la aquiescencia necesita la estadística. Fueron tantos los horrores que, al final, todos los miedos, todos los sufrimientos, todos los dramas, sólo tienen en común una cosa: los muertos. Pero los muertos de nuestra posguerra ya están resueltos en cifras oficiales, aunque ya es hora de que empecemos a recordar que sabemos.

Éste es el primer ajuste de cuentas de Alberto Méndez con su memoria y lo hace emboscado en un flagrante intento de hacerlo desde la literatura.

Premio Nacional de Literatura 2005, Premio de la Crítica 2005, Premio Setenil 2004.

ALBERTO MÉNDEZ

   Alberto Méndez (1941-2004) nació en Madrid, donde transcurrió su infancia. Estudió el bachillerato en Roma (Italia) y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Durante toda su vida estuvo vinculado a la edición, primero como fundador de la editorial Ciencia Nueva y colaborador de Montena y de la distribuidora Les Punxes, entre otras actividades. Con Los girasoles ciegos, su primer y único libro, ganó el I Premio Setenil al mejor libro de cuentos del año, y póstumamente, en 2005, el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa, quedando así consagrado como un clásico contemporáneo.

«Hay momentos en los que no tienes que elegir entre la vida y la muerte, sino entre la dignidad y otra cosa. Yo he querido hacer un canto a la dignidad.»

Alberto Méndez

OTRO FRAGMENTO DEL LIBRO

      «Nueve días estuvo esperando su turno. Cada madrugada, al azar, como recuas, un grupo de prisioneros era obligado a formar en el hangar y conducido, de a dos en fondo, hasta unos camiones que se perdían ruidosamente en un paisaje tibio y desolado. Pocos se despedían. Los más se iban en silencio. Es probable que a Alegría, acostumbrado a observar a su enemigo, la muerte sin aspavientos le resultara familiar, pero la vida aprisionada en la casualidad de estar o no estar en el rincón elegido para designar los muertos debió de resultarle insoportable. Alegría rechazaba el azar, necesitaba el orden.
     Podemos suponer cierto alivio cuando el día dieciocho, exhausto bajo una lluvia inclemente, fue él uno de los miembros de la recua. En el camión, hacinados y guardando el equilibrio, todos los condenados se miraban a los ojos, se cogían de la mano, se apretaban unos contra otros. A mitad de camino, una mano buscó la suya y su soledad se desvaneció en un apretón silencioso, prolongado, intenso, que le dio cabida en la comunidad de los vencidos. Tras la mano, una mirada. Otras miradas, otros ojos enrojecidos por la debilidad y el llanto sofocado. “Perdonadme”, dijo, y se zambulló en aquel tumulto de cuerpos desolados.»

 

“El señor de las moscas”, de William Golding

«¿Qué es lo que somos? ¿Personas? ¿O animales? ¿O salvajes?»

El señor de las moscas (Lord of the Flies) es la primera y más conocida novela del escritor y ensayista británico William Golding, premio Nobel de Literatura en 1983. Publicada en 1954, la novela está considerada como un clásico de la literatura contemporánea, aunque apenas tuvo difusión en el año de su publicación. Sin embargo, más tarde alcanzó un enorme éxito en Inglaterra, donde se consideró recomendable su lectura en colegios e institutos.

Durante una hipotética guerra, un avión en el que viaja un grupo de muchachos es atacado y cae en una isla desierta. Cuando después de explorar la isla se convencen de que está desierta y son los únicos habitantes de la misma, se les plantea el acuciante problema de sobrevivir hasta que alguien los encuentre.

La novela, cuya acción no por ser imaginaria, resulta menos real, tiene una condición ambigua, puesto que lo mismo puede interpretarse como una afirmación del salvajismo del hombre, que cuando desaparecen las ataduras que impone la civilización retrocede a un estado de primitivismo, como una crítica a la educación moderna, que con su carácter represivo produce estallidos de violencia cuando desaparecen los medios coercitivos.

El señor de las moscas es una magnífica novela que admite diversas lecturas. En ella William Golding invierte el sentido del habitual recurso robinsoniano de la literatura juvenil: los niños abandonados en la isla desierta, en vez de edificar una sociedad justa y agradable, se sumen en el caos más absoluto y salvaje.

Golding ataca también la teoría de Rousseau, que se apoyaba en la tesis del buen salvaje, según la cual el ser humano, en su estado natural, era bondadoso y no conocía la maldad, pero que era la sociedad la que lo corrompía y lo convertía en malo. Sin embargo, en la novela, ocurre todo lo contrario, los niños son totalmente libres, pero la ausencia de normas hace que aflore el lado más cruel y primitivo de su naturaleza cuando empiezan los conflictos.

Leí esta novela hace ya muchos años. Recuerdo que ya entonces me había impactado bastante, pero tenía algunas lagunas en mi memoria referentes a ciertos aspectos de la misma. Por eso he regresado otra vez a ella y me ha vuelto a parecer una novela extraordinaria que creo que todo el mundo debería leer alguna vez en su vida.

Hasta este momento, se han realizado dos películas cinematográficas basadas en la novela:

El señor de las moscas (1963), dirigida por Peter Brook.

Durante la II Guerra Mundial (1939-1945), un avión sin distintivo es derribado. A bordo se encuentran varias decenas de niños británicos de edades comprendidas entre los seis y los doce años. El aparato cae en una isla desierta, aislada de cualquier vestigio de civilización. Ningún adulto sobrevive, de modo que los chicos se encuentran, de repente, solos y obligados a agudizar su ingenio para sobrevivir en circunstancias tan adversas. (FilmAffinity)

El señor de las moscas (1990), dirigida por Harry Hook.

Con motivo de una guerra, los niños de una región inglesa son evacuados en avión. Uno de los aparatos sufre una avería y cae al mar, cerca de una isla desierta. Los niños supervivientes llegan a la isla, llevando consigo al piloto, que está malherido. En tal circunstancia, no tendrán más remedio que organizarse si quieren sobrevivir… Adaptación de la novela homónima del premio Nobel de literatura William Golding. (FilmAffinity)

EMPEZAR A LEER LA NOVELA

SINOPSIS

Con su primera y más célebre novela, El señor de las moscas, William Golding dio ya sobradas muestras del talento literario que le llevaría en 1983 a obtener el Premio Nobel de Literatura.

Una treintena de muchachos son los únicos supervivientes de un naufragio en el que perecen todos los adultos que consiguen llegar a una isla. Enseguida se plantea cómo sobrevivir en tales condiciones, y no tardan en crearse dos grupos con sus respectivos líderes. Ralph se convierte en el cabecilla de los que están dispuestos a recolectar y a construir refugios, mientras Jack se convierte en el jefe de los cazadores, animados por un espíritu aventurero. Las tensiones entre ambos bandos no tardan en aparecer.
Partiendo de este esquema, el Premio Nobel William Golding crea una fábula moral sobre el lado más oscuro de la naturaleza humana. Una novela deslumbrante en la que se ha visto desde una requisitoria moral contra la educación represiva hasta una parábola acerca de los instintos básicos del ser humano.

Es su riqueza temática, unida a un impecable estilo narrativo, lo que convierte a El señor de las moscas en uno de los clásicos contemporáneos más vivos.

     «Simón alzó los ojos, sintiendo el peso de su melena empapada, y contempló el cielo. Por una vez estaba cubierto de nubes, enormes torreones de tonos grises, marfileños y cobrizos que parecían brotar de la propia isla. Pesaban sobre la tierra, destilando, minuto tras minuto, aquel opresivo y angustioso calor. Hasta las mariposas abandonaron el espacio abierto donde se hallaba esa cosa sucia que esbozaba una mueca y goteaba. Simón bajó la cabeza, con los ojos muy cerrados y cubiertos, luego, con una mano. No había sombra bajo los árboles; sólo una quietud de nácar que lo cubría todo y transformaba las cosas reales en ilusorias e indefinidas. El montón de tripas era un borbollón de moscas que zumbaban como una sierra. Al cabo de un rato, las moscas encontraron a Simón. Atiborradas, se posaron junto a los arroyuelos de sudor de su rostro y bebieron. Le hacían cosquillas en la nariz y jugaban a dar saltos sobre sus muslos. Eran de color negro y verde iridiscente, e infinitas. Frente a Simón, el Señor de las Moscas pendía de la estaca y sonreía en una mueca. Por fin se dio Simón por vencido y abrió los ojos; vio los blancos dientes y los ojos sombríos, la sangre… y su mirada quedó cautiva del antiguo e inevitable encuentro. El pulso de la sien derecha de Simón empezó a latirle.»

WILLIAM GOLDING

William Golding nació en Cornualles en 1911. Estudió en la escuela secundaria de Marlborough y ciencias y literatura inglesa en Oxford. Trabajó como actor, productor, profesor, marinero, músico y, finalmente, maestro de escuela. Durante la segunda guerra mundial se enroló en la marina, y tomó parte, hasta que se graduó como teniente al término de la misma, en varias acciones navales como el hundimiento del Bismarck o el desembarco de Normandía, hechos que influyeron notablemente en su obra. A pesar de haber decidido ser escritor a los siete años, no publicó hasta 1934 una colección de poemas, pero su verdadero debut literario no fue sino hasta 1954, cuando publicó El señor de las moscas (que Peter Brook llevaría al cine en 1963). Desde entonces publicó siete novelas, una colección de relatos, varias obras de teatro, ensayos y artículos. Entre su producción narrativa destacan Los herederos (1962), Martin el náufrago (1957) y La construcción de la torre (1965). En 1980 recibió el Booker Prize por su novela Ritos de paso, y en 1983 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Murió en 1993 dejando el borrador de una novela que se publicaría a título póstumo, La lengua oculta.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    «–¿Dónde está el hombre de la trompeta?
    Ralph, al advertir en el otro la ceguera del sol, contestó:
   –No hay ningún hombre con trompeta. Era yo.
    El muchacho se acercó y, fruncido el entrecejo, miró a Ralph.Lo que pudo ver de aquel muchacho rubio con una caracola de color cremoso no pareció satisfacerle. Se volvió rápidamente y su capa negra giró en el aire.
    –¿Entonces no hay ningún barco?
    Se le veía bastante alto, delgado y huesudo dentro de la capa flotante; su pelo rojo resaltaba bajo la gorra negra. Su cara, de piel cortada y muy pecosa, era fea, pero no la de un tonto. Dos ojos de un azul claro que destacaban en aquel rostro indicaban su decepción, pronta a transformarse en cólera.
    –¿No hay ningún hombre aquí?
    Ralph habló a su espalda.
    –No. Pero vamos a tener una reunión. Quedaos con nosotros.» 
           […]

    «–¡Jack! ¡Jack!
    –¡Las reglas! -–gritó Ralph– ¡Estás rompiendo las reglas!
    –¿Y qué importa?
    Ralph apeló a su propio buen juicio.
    –¡Las reglas son lo único que tenemos!
    Jack le rebatía a gritos.
    –¡Al cuerno las reglas! Somos fuertes… cazamos! ¡Si hay una fiera, iremos por ella! ¡La cercaremos, y con un golpe, y otro, y otro…!
    Con un alarido frenético saltó hacia la pálida arena. Al instante se llenó la plataforma de ruido y animación, de brincos, gritos y risas. La asamblea se dispersó; todos salieron corriendo en alocada desbandada desde las palmeras en dirección a la playa y después a lo largo de ella, hasta perderse en la oscuridad de la noche. Ralph, sintiendo la caracola junto a su mejilla, se la quitó a Piggy.
    –¿Qué van a decir las personas mayores? –exclamó Piggy de nuevo–. ¡Mira esos!
    De la playa llegaba el ruido de una fingida cacería, de risas histéricas y de auténtico terror.
    –Que suene la caracola, Ralph.
    Piggy se encontraba tan cerca que Ralph pudo ver el destello de su único cristal.
   –Tenemos que cuidar del fuego, ¿es que no se dan cuenta? Ahora tienes que ponerte duro. Oblígales a hacer lo que les mandas.
Ralph respondió con el indeciso tono de quien está aprendiéndose un teorema.
    –Si toco la caracola y no vuelven, entonces sí que se acabó todo. Ya no habrá hoguera. Seremos igual que los animales. No nos rescatarán jamás.
    –Si no llamas vamos a ser como animales de todos modos, y muy pronto. No puedo ver lo que hacen, pero les oigo.»