“La pelirroja”, de Fialho de Almeida

La Pelirroja (A Ruiva) es una novela corta escrita por el médico portugués Fialho de Almeida, y publicada por primera vez en 1878 en las páginas de la revista Museu Ilustrado.

La historia nos acerca a la vida de la joven Carolina, hija de un sepulturero, que crece, sin educación ni afecto, en un ambiente marcado por la brutalidad, la depravación y la más absoluta pobreza.

«No tenía la menor idea de lo que era tener madre o amigas. En su relación con la gente entreveía tan sólo el tenebroso fondo de brutalidad que hierve en cada hombre con un fragor de lujuria cruel. Había vivido siempre en sí misma, sin tener memoria del más mínimo afecto prodigado por algún alma caritativa. Todos los besos que había permitido a los mozos del cementerio y todas las palabras que había merecido de cuatro gatos, todas venían envenenadas por la misma idea y el mismo objetivo.» 

La Pelirroja es una novela atrevida y valiente de un autor adelantado a su tiempo. En ella se mezclan erotismo, humor y denuncia social. El resultado es una buena novela que logra atrapar al lector desde la primera página.

La novela, traducida al castellano por Antonio Sáez Delgado, ha sido publicada por la editorial extremeña Periférica, siendo galardonada con el prestigioso Premio de Traducción Giovanni Pontiero, concedido por la Universidad Autónoma de Barcelona y el Instituto Camões de Portugal.

SINOPSIS

La Pelirroja cuenta la fascinante historia de una joven, hija de un enterrador, víctima de sus deseos de amor, prosperidad y pasiones. Es, sin duda, una de las novelas más singulares y atrevidas, por su contenido erótico y su crítica social, de la literatura portuguesa del XIX, y fue la primera obra maestra, inédita en español hasta hoy, de Fialho de Almeida, cuyos libros producían en Fernando Pessoa, según nos cuenta en el Libro del desasosiego, «un placer intangible».

Algunos críticos consideran a Fialho el Dickens portugués, otros el reverso de Eça de Queiroz, y todos el mejor retratista de la Lisboa popular. Desde niño, antes de estudiar Medicina, trabajó en una mísera farmacia, en la que pasó día y noche, durmiendo sobre una tabla. Allí conoció a muchos de los personajes recreados en estas páginas.

La Pelirroja ha sido definida, al ser rescatada en Portugal recientemente, como parte de una «histología social» similar a la que desarrollaría más tarde en sus novelas el también médico y escritor Louis-Ferdinand Céline.

«Será raro que el lector no mire con asombro la fecha de publicación de la novela, porque en estas páginas, todo lo decimonónicas que se quiera, hay una estimulante mezcla de furia y libertad de lenguaje, una necesidad de nombrar la realidad con total crudeza, que era desconocida en otras latitudes.» (Miguel Sánchez-Ostiz, Abc)

«Con una maestría insólita, le casan los altos vuelos con el fogonazo chabacano. En estas páginas no se elude la tensión erótica, la explotación y la esperanza que acarrea el sexo en una sociedad hipócrita y corrupta; la pintura de la degradación de los pobres y el contraste con el escaparate de los ricos nunca es demagógica, sólo irrebatible.» (Miguel Bayón, El País)

FIALHO DE ALMEIDA

José Valentim Fialho de Almeida nació en Vila de Frades en 1857. Estudió medicina en la Universidad de Lisboa y tuvo, según sus biógrafos, una vida llena de sinsabores debido a las dificultades económicas que sufrió su familia y que le obligaron a trabajar desde muy joven como ayudante de botica. Fue un excelente cronista de su tiempo y reflejó como pocos la miseria que tan bien conoció; a veces de un modo sarcátisco y cruel, pero sin olvidar nunca el sufrimiento de los demás. Todavía hoy se le considera un escritor clave para comprender la compleja transición de los siglos XIX al XX en Portugal. Trató en su obra temas por lo general controvertidos, y muy adelantados a su época, muchos de ellos calificados de «morbosos». Renovador de la prosa portuguesa, introdujo, además, numerosos neologismos que pronto fueron adoptados por otros escritores. Murió en 1911.

Destacan en su obra dos interesantes volúmenes de artículos: Os gatos (que reúne textos publicados entre 1889 y 1894) y Pasquinadas, de 1890; así como los libros de ficción Contos (1881), A cidade do vício (1882) y O país das uvas (1893). Tras su muerte vieron la luz varios títulos que recopilaban otros artículos suyos y un buen número de crónicas de viajes.

ANTONIO SÁEZ DELGADO

El traductor de La pelirroja, Antonio Sáez Delgado (Cáceres, 1970), es profesor titular de la Universidad de Évora. Especialista en la literatura portuguesa del cambio del siglo XIX al XX y crítico de literatura portuguesa y brasileña en El País (Babelia), es autor de los ensayos Órficos y Ultraístas. Portugal y España en el diálogo de las primeras vanguardias literarias (1915-1925) (2000) y Adriano del Valle y Fernando Pessoa, apuntes de una amistad (2002). Ha traducido obras de, entre otros, Teixeira de Pascoaes, José Luís Peixoto o Manuel António Pina.

OTRO FRAGMENTO DE LA NOVELA

     «Pensaba en la vida del cementerio, el horrendo amor a los cadáveres, en cuya gélida intimidad había vivido tanto, abriendo mortajas y levantando tapas de ataúdes. Con sinceridad se decía a sí misma que era horrible, como una hiena. Nunca más se excitaría ante los hombres sin vida. ¡Qué infamia! Ahora tenía a su João, carne blanca de semidiós. Era feliz sintiendo en el alma aquel fulgor de paz que la perfumaba como en un baño voluptuoso. Ser amada por aquella fortaleza, apretada y vencida entre sus brazos esculturales le parecía una dicha, un milagro, algo parecido a un sueño febril. Se entregaría de lleno y sin reservas, con un exceso loco de caricias, frenética y movida por un ferviente deseo de poseerlo. Su vida se presentaba con el color de los buenos recuerdos, sin albergar en el deleite la saciedad, la inanición o el desprecio por sí misma. Al fondo del espejito de estaño, su figura iluminada por la vela ofrecía una curva nítida y delicada. Sonrió para enseñar los dientes, pequeñitos y graciosos, de gatita blanca. Y se demoró en una amplia satisfacción interior: era bella, con una complexión tan tenue como fibrosa, lograda a base de anemias. Se rizó con cuidado un mechón pelirrojo sobre la frente, y fue desabrochándose, poco a poco el corpiño…»