“Elogio de las manos”, la nueva novela de Jesús Carrasco

Once años después de que se publicara su exitosa y celebrada novela Intemperie, Jesús Carrasco regresa con Elogio de las manos, una obra que supone una nueva vuelta al mundo rural y que reivindica el trabajo manual y la importancia de lo que nos rodea

Con ella el autor extremeño se ha hecho merecedor, por unanimidad entre todos los miembros del jurado, del premio Biblioteca Breve 2024. Quienes han destacado que es «una novela curativa y luminosa que aborda la restauración de una casa en el campo que redime a la familia que la ocupa». 

     «La mañana en que pusimos un pie por primera vez en aquella casa ya sabíamos que la iban a derribar. Era solo cuestión de unos pocos meses, un año, a lo sumo: el tiempo que tardara el propietario en gestionar los permisos y reunir el dinero necesario para construir varios apartamentos en el terreno en el que se levantaba aquella vivienda, abandonada tantos años atrás. Que aquel lugar terminara siendo una parte importante de mi vida, casi una extensión de mi cuerpo, es algo cuya responsabilidad solo puedo atribuirme a mí mismo. Porque fui yo, sin que nadie me obligara, el que le entregué a la casa una parte sustancial de lo que soy: mis manos».

Esta novela, de la que comenzó a tomar notas en 2016, poco después de publicar La tierra que pisamos, es, sin duda, su obra más autobiográfica, de peripecia personal donde pretende reflexionar sobre el trabajo manual, los objetos, y sobre lo sensorial en un mundo tan evanescente como el actual. En ella busca reconocer y adentrarse en la importancia del trabajo manual y en la importancia de los valores que se transmiten en la familia. Trata temas universales como la muerte, el amor o el paso del tiempo, y lo hace con humor, ternura y ligereza, pero sin perder profundidad.

La primera intención del autor extremeño fue escribir un ensayo puro. Sin embargo, el resultado final es más bien una indagación en sus intereses reales, pero con forma narrativa, es decir, una novela, en la que el narrador coincide en un gran porcentaje con el autor. El mismo Carrasco ha afirmado que «muchas de las inquietudes del narrador son mis inquietudes. Muchos de los puntos de vista del narrador son mis puntos de vista. Pero he construido una novela. Yo también me he incluido en la novela como un personaje y hago cosas que no hago en la vida real. Me retrato, me perfilo como personaje de unas formas que no coinciden exactamente con mi perfil real. Soy mucho más gracioso en la novela que en la vida real y, a veces, más hábil que en la vida real también. Y a veces más torpe que en la vida real. Me he deformado como he deformado al resto de los personajes para convertirlos en eso: en personajes».

28701571_1884616264945485_4104788954407562700_o

Entre «aguaeras» y serones. Artesanos de la familia materna del autor trabajando el esparto, hace ya bastantes años, en la villa de Feria

     «Por otra parte, su cercanía me llevaba, como tantas cosas en la casa, a la infancia. Al recuerdo primitivo de un tío mío, espartero, que en algún momento me subió a lomos de su burro y me llevó a ver las colmenas que tenía en una pequeña parcela con almendros y muretes de piedra en Feria, Badajoz.

      Me recordaba también a otra burra que nunca vi, pero que forma parte del relato fundacional de mi familia. Era el animal con el que el tío Paulino iba cada madrugada desde Feria hasta Zafra para cargar, envueltas en paja, grandes barras de hielo. De regreso al pueblo, picarían ese hielo, lo distribuirían alrededor de una heladera y mi madre y sus tres hermanos se pasarían muchas horas seguidas girando una manivela hasta cuajar la leche. Luego, después de comer, venderían los helados casa por casa en los tórridos veranos al sur de la tierra de Barros».

Vengo de una familia trabajadora. Además de sus oficios, mis padres encuadernaban libros, y hacían muchas otras cosas para sacar adelante a sus seis hijos. Las manos y el trabajo manual siempre han estado en la familia, mi padre nos daba un martillo de niños para que claváramos nosotros mismos y tardé mucho tiempo en descubrir que esto tiene que ver con la autonomía. He reunido estas piezas en este libro, pero las implicaciones de las manos para mí son muchísimas”, ha afirmado su autor.

Lola Pons, integrante del jurado, ha destacado el léxico de lo rural y el retrato de ese campo del sur español «que no es sórdido ni aparece de forma edulcorada. La salud mental también aparece en la novela, pero es original porque aquí los terapeutas son una burra, los amigos, el campo, el sol de Cádiz y todo eso se permea en una novela que resulta agradable».

Elogio de las manos es una novela de escritura muy sensorial, donde el tacto y los olores vuelven a estar muy presentes, sin olvidarse de los paisajes que tanto le gusta a Carrasco retratar de esa manera tan pormenorizada. Con pasajes de enorme sensibilidad y belleza, y plagada de profundas reflexiones y de referencias a títulos de películas y libros en los que las manos tienen un papel destacado. Una novela magnífica, que está muy bien escrita y que hará, sin duda, las delicias de sus muchos lectores. Absolutamente recomendable.

    «Siempre nos ha gustado pintar las casas en las que hemos vivido. Hay en ello una renovación sencilla y una promesa de comienzo. En ocasiones, solo después de pintar una pared somos conscientes de la suciedad que tenía, de lo necesario que era ese trabajo. La alegría de un muro blanco es la de un renacimiento».    

SINOPSIS

Una novela tan extraordinaria como la peripecia de sus protagonistas

En el año 2011, el narrador de esta novela y su familia llegaron, de un modo azaroso, a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España. Un acuerdo con el propietario les permitiría hacer uso de ella mientras él encontraba financiación para construir allí unos apartamentos. Era solo cuestión de tiempo que la casa fuera derribada. Sin embargo, durante los años siguientes, pasaron largos periodos en ella, reparándola con sus propias manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración.

Allí recibieron a vecinos y amigos; con ellos compartieron comida, música, trabajo y risa. Allí la familia llegó a convivir con una docena de gallinas, varios caballos y burros, dos perros y algún ratón. Nunca perdieron de vista que terminarían llegando las máquinas excavadoras, lo que convirtió la experiencia en aquella casa en una elocuente metáfora de la vida: nos entregamos a ella aun sabiendo que termina.

     «Con el tiempo he comprendido que aquel escenario compartido con Marie reproducía uno que, de niño, compartí con mi padre cuando, junto a mi madre, encuadernaba libros en un taller parecido a una chabola. En aquel espacio él terminaba los libros que mi madre previamente cosía y allí bajaba yo por las tardes para penetrar en una esfera singular, diferente a las otras en las que me movía. Nada que ver con el colegio, con la casa, con la calle o con el campo. Aquel era un espacio de trabajo lleno de herramientas especializadas, materiales, olores y un acusado aire de provisionalidad. En aquel lugar mi padre puso entre mis manos, por primera vez, su martillo. Me dio un trozo de madera y algunos clavos usados y me enseñó primero a enderezar los clavos y luego a clavarlos. Podría parecer que solo pretendía mantenerme entretenido para que no le distrajera de su tarea. Quizá fuera así, nunca se lo pregunté. Prefiero, en cualquier caso, creer otra cosa: que a mi padre le gustaba tenerme cerca y que quisiera enseñarme a manejar el martillo con el fin último de emanciparme. Instruirme en una actividad que contribuyera a mi autonomía. Que no necesitara la ayuda de otro para golpear adecuadamente con aquella herramienta sencilla. Con el tiempo vinieron otras muchas enseñanzas de esa índole: arreglar el pinchazo de una rueda, cambiar un enchufe, afilar un lápiz con un formón, desmontar un tejado antiguo, mezclar cemento, arena y agua».    portada_pbb-2024_varios-autores_202402051320

Elogio de las manos es una novela tan extraordinaria como la peripecia vital de sus protagonistas, una historia en la que caben la aventura, la reflexión y el recuerdo. Con el talento expresivo que le caracteriza, Jesús Carrasco logra que la vida se cuele entre sus páginas, demostrando que la profundidad no está reñida con la ligereza y que ambas pueden iluminar un libro inolvidable.

      «En lo que a mi experiencia se refiere, este elogio es un elogio de las manos liberadas. Emancipadas de la ancestral condena del trabajo y de la necesidad. Manos creativas y también recreativas. Para el minero que se rajó las uñas arrancándole a la montaña su carbón; para la lavandera de piel agrietada, comida por los sabañones; para la tejedora; para el cabrero; para la hija-madre-abuela que abandonó su tierra para limpiar con una esponja la piel transparente de unos viejos lejanos, piel lechosa; para el niño soldado; para el que rebusca en la basura; para el aceitunero que no pudo siquiera ser altivo; para los parias, para el que tuvo que reunir sus propias tripas en la trinchera de una guerra que no era suya. Las manos, una condena».

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabajó como redactor publicitario, actividad que compaginó con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada, entre otros, con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido. Intemperie ha llegado ya a más de 30 países, cuenta con 29 traducciones y otras tantas reediciones en España y ha sido traducida a veintinueve lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano, con Luis Tosar como protagonista. 

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016 y ha sido traducida a 15 lenguas.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021) ha cosechado excelentes críticas y lleva, desde su publicación, cinco ediciones y otras tantas traducciones. Se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior y el Casino de Santiago (2023).

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Ha traducido del inglés The Night Always Comes (La noche siempre llega, 2023), del autor norteamericano Willy Vlautin, novela publicada en España por Seix Barral. En los últimos diez años ha impartido talleres y cursos de escritura, moderado debates, presentado libros y entrevistado a autores como Antonio Muñoz Molina, Paco Calvo o Juan Luis Arsuaga.

Elogio de las manos (2024) es su última novela.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

“Imaginar un pais, España en 2050”, un ensayo colectivo sobre el futuro de España

La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual en Imaginar un país, un ensayo colectivo sobre el porvenir de España. La obra se ha realizado en colaboración con el Instituto Cervantes y la editorial Espasa y acerca los hallazgos del proyecto España 2050 a la ciudadanía de un modo ameno y didáctico.

Los ensayos son obra de Jesús Carrasco, Elisabeth Duval, Espido Freire, Inés Martín Rodrigo, Sergio del Molino, Rosa Montero, José Ovejero, Lorenzo Silva y Manuel Vilas. La obra cuenta, además, con un prólogo de Antonio Muñoz Molina y unas palabras introductorias del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

La ciencia, la historia y los recuerdos personales se mezclan en nueve textos fascinantes en los que los autores reflexionan de forma accesible y amena sobre los grandes desafíos que marcarán el futuro de nuestro país, como la educación, el cambio climático, el envejecimiento demográfico, la transformación tecnológica y la desigualdad.

Presentación del libro «Imaginar un país. España en 2050», de VV. AA.

En el acto de presentación del ensayo, que ha tenido lugar en el Instituto Cervantes, han tomado la palabra algunos de los autores de la obra, como Lorenzo Silva, Elisabeth Duval e Inés Martín Rodrigo. y también se han proyectado mensajes en vídeo de Rosa Montero, Manuel Vilas, José Ovejero y Jesús Carrasco.

Además, ha intervenido Diego Rubio, director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo de la Presidencia del Gobierno, quien ha subrayado que, «para entender el presente, es necesario proyectar a futuro los efectos de las decisiones que estamos tomando hoy», y «construir utopías que nos inspiren y marquen el camino, la dirección a trabajar para poder progresar».

«Por eso -añadió Rubio-, creamos hace tres años en Moncloa la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, que reporta directamente al presidente del Gobierno y tiene el mandato de analizar la evidencia empírica para entender, precisamente, cuáles van a ser los retos y las oportunidades que España se va a encontrar en las próximas décadas, y a ayudar al país a prepararse para ellos».

Durante estos tres años, explicó, «hemos trabajado con más de 250 instituciones, desde la Comisión Europea hasta pequeñas asociaciones», así como «con más de 200 investigadores y académicos de todas las ramas del conocimiento». Pero «nos faltaba» hacerlo con «quienes han sido los padres de la idea de futuro: los escritores», de ahí la «especial ilusión que nos ha hecho que participen en este proyecto once de los mejores que tenemos en el panorama actual, uniéndose a nuestras reflexiones y especulación sobre el futuro».

Durante el coloquio, Inés Martín Rodrigo, encargada de moderar la charla, ha expresado el honor de formar parte de este proyecto, del que ha destacado la diversidad de sus autores, lo que ha permitido «enriquecer el texto». Lorenzo Silva ha destacado la libertad con la que han contado los autores y ha defendido la importancia «pensar qué será lo todavía no es, lo que podría ser» como un «motor de transformación» para el país. Por su parte, Elisabeth Duval ha recordado que «los futuros no están determinados y se harán o no se harán de una manera o de otra en función de decisiones políticas».

También se han proyectado mensajes en vídeo de Rosa Montero, Manuel Vilas, Jesús Carrasco y José Ovejero, quienes han destacado el valor que tiene «invertir tiempo, dinero, esfuerzo y talento en intentar pensar qué va a suceder dentro de unos años», y han señalado que «la ambición más noble de la política es querer transformar no solo el presente sino el futuro y por eso pensar en el año 2050 es un acto de responsabilidad».

LEER UN FRAGMENTO DEL LIBRO

SINOPSIS

Nueve ensayos esenciales para entender el futuro de España, escritos por los autores más importantes de la actualidad

portada_imaginar-un-pais-espana-en-2050_aa-vv_202211111104

Los seres humanos no podemos predecir el futuro, pero sí podemos soñarlo, trabajar por él y hacerlo realidad. De la mano de algunos de los escritores más importantes de la actualidad, Imaginar un país aborda cuestiones fundamentales para el porvenir de los españoles y españolas, acercando los hallazgos del proyecto España 2050 a la ciudadanía de forma accesible y amena. 

La ciencia, la historia y los recuerdos personales se mezclan en nueve ensayos fascinantes en los que los autores reflexionan sobre el pasado y el presente de nuestro país para sumergirnos en un futuro posible que está en nuestras manos construir.

Textos de Jesús Carrasco, Elizabeth Duval, Espido Freire, Inés Martín Rodrigo, Sergio del Molino, Rosa Montero, José Ovejero, Lorenzo Silva y Manuel Vilas. 

Jesús Carrasco en la Feria del Libro de Badajoz

El escritor extremeño Jesús Carrasco Jaramillo ha firmado ejemplares y ha presentado este lunes 1 de junio en la Feria del Libro de Badajoz su nueva novela, Llévame a casa.

Jesús Carrasco en la Feria del Libro de Badajoz

Llévame a casa es una novela íntima, familiar, de la tierra, que te invita a parar en estos tiempos que estamos viviendo y reflexionar cómo estamos con nuestras familias.
Novela sobre la familia en la que los lazos de unión y las heridas quedan más patentes que nunca. Refleja el conflicto de dos generaciones, la que luchó por salir adelante para transmitir un legado y la de sus hijos, que necesitan alejarse en busca de su propio lugar en el mundo.

Los momentos que en la vida irán llegándonos a todos quedan bien reflejados en la novela, ¿qué hacen los hijos cuando los padres envejecen? ¿Qué hacer en ese momento?
La base sobre la que se sostiene la novela es el conflicto personal, generacional y cultural, y las tensiones entre dos generaciones, eso sí, huyendo del sentimentalismo. Transcurre con un ritmo tranquilo y gran delicadeza.
Llévame a casa invita a reflexionar acerca de cómo ayudar a nuestros mayores a salir de esta vida con dignidad y, sobre todo, con amor, en un momento en el que el problema es el tiempo disponible, que puede ser insuficiente para superar viejas heridas cuando lo que merecen es algo que solo sus hijos pueden darles.
 Carrasco reconoce que esta novela fue rápida, en algo más de un mes consiguió tenerla escrita, le ayudó a ello usar temas que tenemos a nuestro alrededor, que a todos nos tocará vivir en algún momento, una historia triste pero cargada de realidad.
«De todas las responsabilidades que asume el ser humano, la de tener hijos es, probablemente, la mayor y más decisiva. Darle a alguien la vida y hacer que ésta prospere es algo que involucra al ser humano en su totalidad. En cambio, rara vez se habla de la responsabilidad de ser hijo».

Han  sido muchos los lectores que han podido llevarse rubricado su libro, por lo que Carrasco se sentía halagado al ver la cantidad de personas que esperaban su turno.

Una emotiva novela sobre la familia, los lazos que nos unen y las heridas que nos distancian.

portada_llevame-a-casa_jesus-carrasco_202011251838

«Juan ha conseguido independizarse lejos de su país cuando se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal debido a la muerte de su padre. Su intención, tras el entierro, es retomar su vida en Edimburgo cuanto antes, pero su hermana le da una noticia que cambia sus planes para siempre. Así, sin proponérselo, se verá en el mismo lugar del que decidió escapar, al cuidado de una madre a la que apenas conoce y con la que siente que solo tiene una cosa en común: el viejo Renault 4 de la familia.

Esta es una novela familiar que refleja de forma brillante el conflicto de dos generaciones, la que luchó por salir adelante para transmitir un legado y la de sus hijos, que necesitan alejarse en busca de su propio lugar en el mundo. En esta emotiva historia de aprendizaje, Jesús Carrasco traza una vez más personajes formidables sometidos a decisiones fundamentales cuando la vida los pone contra las cuerdas».

A1-1437370352.jpg

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabajó como redactor publicitario, actividad que compaginó con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela.. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido. Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a veintinueve lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021) es su última novela.

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

Conferencia de Jesús Carrasco en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES

  • El Correo Extremadura

«Manifiesto Día del Libro 2021», Jesús Carrasco

cartel_dia_del_libro_2021_1

JESÚS CARRASCO

     Estas palabras están dirigidas a ti, que todavía estás a salvo de la lectura. Que todavía no te has encontrado a solas con tu primer libro inolvidable. Quería darte la enhorabuena. No es que me alegre de que la lectura no esté entre tus hábitos. No es eso. Lo único que pretendo es avisarte de que estás en un momento maravilloso: el que precede a ese primer encuentro a solas con tu primer libro importante. Busca en tu memoria. Seguro que en tu vida ha habido muchos de esos momentos que anteceden al gozo: justo antes de darle el primer bocado a tu plato favorito, cuando el aroma que sube del plato te hace la boca agua; antes de ver a esa persona a la que tanto echas de menos; justo antes de vivir con intensidad uno de esos partidos históricos para tu equipo. Tú, que todavía no has sentido como un libro te roba horas de sueño; que todavía no te has metido en la piel de Madame Bovary, que no has seguido el curso del río Nilo hasta sus fuentes. Que no has vivido en los árboles, que no has bajado al centro de la Tierra, que todavía piensas que Don Quijote estaba loco. Te envidio, y de ahí mi enhorabuena, porque todavía tienes tanto por descubrir. Lo que daría yo por estar en tu piel. Por volver a ser aquel niño que se encontró un mediodía primaveral a solas con su primer libro. Un primo me trajo un álbum de Astérix que había sacado del bibliobús que pasaba por su pueblo. En Torrijos, donde yo vivía en aquel momento, ni siquiera había biblioteca municipal. Recuerdo que habíamos terminando de comer y yo todavía tenía un rato libre antes de regresar a la sesión de tarde del colegio. Saqué una silla de enea a la parte trasera del patio de la casa de mis padres. Debía de ser marzo o abril. El estómago lleno, la tibieza del sol, los primeros brotes en los arriates, el olor de la última humedad del invierno, el fresco musgo entre los cantos que empedraban el suelo. Esa fue mi antesala gozosa. El momento irrepetible al que tú todavía tienes acceso. Abrí aquel libro y te juro que, durante un rato, yo me hice de papel y me sentí al lado de aquel guerrero menudo y de su compañero, el tallador de menhires. Y me reí viendo a los romanos huir despavoridos y me relamí comiendo jabalí asado y noté la paz que transmitía el druida de aquella aldea de locos. Ese fue el primer asombro que un libro me produjo. El último, anoche mismo, cuando terminé rápido de cenar para meterme en la cama y abrir la novela que ahora estoy leyendo. Ese libro todavía no ha terminado. A lo largo del día de hoy he sentido la tentación de dejar lo que estaba haciendo para leerlo durante un rato. Pero he preferido no hacerlo. No quiero que se termine tan pronto. Quiero que me espere esta noche en la mesilla, que me de algunas horas mas de gozo. De una felicidad que no puedo explicarte porque, la única forma de entenderla, es haberla sentido y la única forma de sentirla es haber leído.

     No importa que esta noche no sea tu momento. Solo te pido que no abandones la idea. Date la oportunidad de encontrarte con ese primer asombro. No te desalientes si no lo consigues a la primera. Tendrás que probar con más de un libro hasta que llegue el que te haga sentir eso que todavía no puedes explicar. Pero querida amiga, querido amigo, cuando llegue ese día, te aseguro que no querrás parar de leer. ¿Y sabes lo mejor? Que a tu lado siempre habrá una librería, una biblioteca pública o un bibliobús. Solo tendrás que hacerte un pequeño carnet para abrirle la puerta a tantos momentos de felicidad. Si eres de las personas a las que no les gusta leer y, aún así, has llegado hasta el final de este texto, quizá sea el momento para que le preguntes a un amigo, a un familiar o a tu bibliotecario por un libro que te haga sentir bien.

Feliz día del libro 2021.

Manifiesto sobre el Día del Libro elaborado para La Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha

“La sombra de una retama”, Jesús Carrasco

Jesús Carrasco: «Miguel Delibes es uno de esos pocos autores que trascienden los límites de lo literario y dejan su huella no solo en sus lectores, sino en un país entero»

Retama blanca

                                  Retama con Feria al fondo, imagen de «La Voz de Feria»

   JESÚS CARRASCO

   Caminábamos por las sierras próximas a Feria, el pueblo natal de mi madre. Nos acompañaban Valentín y Mercedes, llegados desde Alba de los Cardaños, en el extremo norte de Palencia. Habíamos comenzado a andar muy tarde, así que, a pesar de que octubre ya mediaba y soplaba una brisa fresca, el sol nos hacía sudar casi como si estuviéramos en verano. Después de comer cada uno fue encontrando su ritmo y, hacia el final de la ruta, éramos ya un grupo deshilachado. A eso de las cuatro y media yo decidí sentarme a descansar sobre la hierba seca, a la escueta sombra de una retama. Cuando Mercedes me alcanzó, se detuvo a mi lado. Delibesme dijo, recomendaba no sentarse nunca al caminar. Sentí deseos de incorporarme inmediatamente, como si el mismísimo Delibes me hubiera hecho la advertencia, pero el pecado ya había sido cometido y no había mucho que yo pudiera hacer.

    Ahora, desde el frescor de mi casa, rememoro la anécdota y pienso que Miguel Delibes es uno de esos pocos autores que trascienden los límites de lo literario y dejan su huella no solo en sus lectores, sino en un país entero. A cada cual le alcanza de una manera: como maestro indiscutible de la lengua castellana, como periodista, pero también como defensor del medio natural, viajero, hombre de familia, cazador y un largo etcétera. Yo lo descubrí siendo adolescente cuando cayó en mis manos El camino y me lo volví a encontrar el otro día, muchos años después, a la raquítica sombra de una retama. Gracias, señor Delibes, por seguir tan presente en nuestras vidas.

Artículo aparecido en El Norte de Castilla, 12 de diciembre de 2020

“Los libros que no leíamos”, Jesús Carrasco

El autor retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros. No tanto de su contenido, sino del recuerdo de sus padres encuadernándolos

books-5615562_1920

JESÚS CARRASCO

 Yo crecí en una casa llena de libros en la que apenas se leía. Mi padre era maestro de la escuela pública y mi madre trabajaba criando a seis niños. Por las tardes, para completar el magro sueldo de mi padre, los dos encuadernaban libros. En aquella época la gente compraba los libros por fascículos en el estanco del pueblo. Cuando habían completado la colección, los devolvían al estanco, donde mi padre los recogía cada viernes en su Renault 4. Ese día se llevaba el trabajo para la semana siguiente y, al mismo tiempo, entregaba los libros encuadernados la semana anterior. Recuerdo el frío y la precariedad de aquel taller que mi padre había levantado con sus manos en el patio trasero de la casa. El olor al engrudo que utilizaban para pegar las guardas, la cola de carpintero diluida, las láminas de falsa piel con que forraban las pastas, el pan de oro para decorar los lomos. Recuerdo a mi madre sentada frente al bastidor, también casero, cosiendo fascículos. Tensaba unas tiras de tela de un dedo de anchura entre la parte alta del bastidor y su base y a ellas iba cosiendo los pliegos. El hilo de nailon que utilizaban era para nosotros sinónimo de resistencia. Era imposible desgarrarlo y, para trabajar con él, era preciso colocarse protecciones de cuero en las articulaciones de los dedos. Dediles, los llamaban. También fabricados por ellos.

    Cuando se casaron, cómo no, fue mi madre la que se hizo su propio vestido de bodas. Sabemos cómo fue por una fotografía en blanco y negro en la que ellos dos, como todos los recién casados de su tiempo, posan en el estudio de un fotógrafo. Parecen maquillados, enrasados con el resto de sus compatriotas por la misma luz gris que parecía manar de todas las bombillas de aquella España. Después de la boda, mi madre descosió su vestido, desmontó las piezas de tela y las convirtió en tiras. Cuando pienso en ella cosiendo libros, sentada en una mesa camilla entre pliegos de papel, no la imagino llorando sino concentrada.

    Ignoro para cuántos libros dio aquel vestido, pero lo que es seguro es que todos, o casi todos, están repartidos por Extremadura, de donde procedemos, y donde vivían ellos cuando se casaron. Sueño con reunir todos esos libros. Iría puerta por puerta, no como un vendedor de enciclopedias sino como un comprador. No me costaría ningún trabajo reconocerlos. Me bastaría aspirar su olor para saber que fueron encuadernados por mis padres. Me los llevaría a casa, los desmontaría, recuperaría las tiras de tela y se las llevaría a mi madre como quien hace una ofrenda. Sé que eso es algo que nunca haré, así que me consuelo sabiendo que su vestido perdura en el tiempo y que forma parte de los libros entre los que yo crecí. Libros que nuestros padres no tuvieron tiempo de leernos, pero que a mí me pusieron en la senda de lo que soy.

Artículo aparecido en El País Semanal, 2 de diciembre de 2018

 

“Llévame a casa”, la nueva novela de Jesús Carrasco

    «A mis casi cincuenta años lo que tengo más cerca es mi familia, mis amigos, los libros y el lugar en el que vivo. Llévame a casa es una coordenada en mi camino en la que espero que muchos lectores se sientan reconocidos.»

Jesús Carrasco

Cinco años después de la publicación de La tierra que pisamos, el autor de Intemperie regresa con Llévame a casa, una novela «íntima y doméstica» y de marcada inspiración autobiográfica, en la que ahonda sobre los cuidados de nuestros mayores y reflexiona sobre la responsabilidad, que ve como «un deber ético».

El protagonista de la historia es Juan, un hombre que dejó la casa de sus padres en el pueblo y que ha logrado independizarse en el extranjero. Pero la muerte de su padre le hace volver a su pueblo y enfrentarse a responsabilidades de las que hasta entonces había estado huyendo.

    «Si yo estoy tan lejos, señora, es porque no quiero estar aquí. Así de sencillo. He decidido renunciar a mis obligaciones como hijo. Ahora soy un apátrida en lo que a familia se refiere. O, dicho de otro modo más nuestro, un descastado. Y entiendo, señora, la cara que me está poniendo porque lo único que usted quería era decirme que no estoy solo en el mundo. Que además de mis seres queridos, la tengo a usted. Y créame que se lo agradezco, señora, pero los descastados somos egocéntricos y anteponemos nuestra conveniencia y placer a las obligaciones de la casta. De eso se trata. Por eso, dentro de siete días, cuando todos ustedes estén dedicados a sus cosas y esto les parezca un acontecimiento de hace meses, cuando mi padre tenga su lápida y yo haya dejado la casa de mi madre preparada para su nueva vida, volaré de regreso a la mía con las cosas claras, que mi hermana Isabel ya me ha dado un repasito. Lo digo así, con sorna, aunque en realidad sé que tiene razón y me hace sentir vergüenza la dejadez con la que me he comportado con respecto a mi familia.»

Según la información que proporciona la editorial, Llévame a casa es «una emotiva novela sobre la familia, los lazos que nos unen y las heridas que nos distancian.»

Estamos ante una novela ambientada en el tiempo presente, a caballo entre la España rural y un lugar urbano de Europa, que supone un giro importante en la carrera del escritor extremeño. «Quería explorar otros territorios, lugares reconocibles, como Edimburgo, donde viví tres años, y la comarca toledana de Torrijos, donde crecí y donde vive mi madre», ha afirmado recientemente.

Cuando estaba escribiendo esta novela, Carrasco señaló que ésta sería más luminosa que las anteriores, en el sentido de que no estaría tan anclada al tremendismo y que sus personajes no sufrirían como lo habían hecho en sus dos primeras novelas. Que necesitaba escribir algo menos cargado de violencia, que no le hiciera sufrir al escribirlo. También, que en su novela habría un pequeño repaso de la historia de España de los últimos años y que sería una narración a caballo entre dos paisajes: «un paisaje español, de la zona en la que yo he vivido, que vuelve a ser de nuevo el centro de España, y por contraste un paisaje muy distinto, que es el paisaje de Escocia, donde vivo ahora», afirmó.

    «La tarde amarillea el cielo. Los campos que rodean el pueblo están todavía por cosechar. Las espigas aguantan erguidas a la espera de la llegada de las máquinas. No hay brisa que las meza. Solo insectos revoloteando en la turbidez ardiente del aire. Un coche atraviesa el pueblo en silencio. Un bando de perdices se oculta bajo la paja seca de un barbecho.

    Están los tres sentados alrededor de la mesa de la cocina. Sobre el hule gastado hay una botella de La Casera con agua fresca. El cristal parece esmerilado por debajo del nivel del líquido. Hay tres vasos que fueron de Nocilla, llenos hasta la mitad. Solo la madre ha bebido algo. Están en silencio, cada uno perdido en un punto impreciso del cosmos. Lo único que tienen en común es que no desean mirarse. O que no tienen fuerzas. Encontrar los ojos del otro, aunque sea de modo accidental, no es deseable.»

Así que el paisaje sigue estando presente, pero no es tan importante como en sus dos primeras novelas. Pero su prosa sigue siendo muy sensorial, donde el tacto y los olores, principalmente, van a seguir teniendo mucha presencia.

Para la escritura de este libro, Carrasco ha echado mano de lo que tenía más cerca. Ha buscado en sus recuerdos y vivencias, en sus relaciones familiares y personales, en los espacios que mejor conoce. Y todo esto lo proyecta, en forma de un cuidado texto literario, en esta magnífica novela. Una novela que escribió de manera torrencial. «En algo menos de un mes terminé el primer borrador, antes del confinamiento, luego he estado cerca de un año reescribiendo, corrigiendo y rellenando los huecos del texto final», ha afirmado recientemente.

La  novela se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior. 

Llévame a casa me ha parecido una novela oportuna y muy necesaria, escrita con el corazón, y que le ha permitido a su autor hablar sobre esas emociones e inquietudes que tenía dentro y que, gracias a la literatura, ha podido expresar. Imprescindible y absolutamente recomendable.

     «La madre dice que claro que sí, que cuando se casó con su padre empezó una nueva familia pero que no dejaron atrás a sus mayores. Que su suegro vivió con ellos hasta que murió, que es como tienen que morir las personas decentes, con su familia. Eso es lo que subyace en el pensamiento de la madre: que el deber de los hijos es hacerse cargo de los padres incluso renunciando a su propia vida, como hicieron ellos con los suyos. También que esa renuncia tiene la muerte como fecha límite y que, por tanto, sólo es un aplazamiento de lo propio. El trato para preservar la decencia y, en último término, la dignidad de lo humano es dar cobijo, sustento y cuidado en el tramo final y luego continuar con la vida de uno con la conciencia tranquila y la esperanza de que la siguiente generación haga lo propio.»

    «Todos los escritores, o la mayoría, compartimos una misma idea, que es la de escribir ese libro que nos represente o refleje el potencial que llevamos dentro. Yo persigo esa novela, que no solo exprese la forma de ser de uno, sino que en el contexto general de la literatura sea relevante.»

Jesús Carrasco.

LEER LOS PRIMEROS CAPÍTULOS DEL LIBRO

SINOPSIS

Una emotiva novela sobre la familia, los lazos que nos unen y las heridas que nos distancian.

Juan ha conseguido independizarse lejos de su país cuando se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal debido a la muerte de su padre. Su intención, tras el entierro, es retomar su vida en Edimburgo cuanto antes, pero su hermana le da una noticia que cambia sus planes para siempre. Así, sin proponérselo, se verá en el mismo lugar del que decidió escapar, al cuidado de una madre a la que apenas conoce y con la que siente que solo tiene una cosa en común: el viejo Renault 4 de la familia.

     «Juan hunde la manija de hierro de la puerta y empuja. De la casa sale una fragancia particular que solo se percibe cuando se ha estado tiempo fuera y lo exterior ha renovado lo interior. Es un olor al tiempo anodino y único. Una nariz entrenada diría que aquí se ha hervido coliflor durante decenios. Hay o ha habido una chimenea de leña, naftalina en los armarios, chacinas de matanza colgando de una viga, chorizos que gotean su pimentón sobre una bandeja de lata; aquí se ha lavado la ropa con jabón hecho a base de sosa y aceite usado. Litros de amoniaco han aniquilado bacterias a lo largo de los años. Hay trazas de excrementos infantiles, que alguien, una mujer, ha retirado de gasas de algodón que después ha lavado, escurrido y tendido en el patio. Se nota un tufo milenario procedente de una pata de liebre caída detrás de un armario. Vestigios de agua oxigenada, como la que usan los taxidermistas para blanquear los cráneos. En esta casa solo entran mariscos en Navidad, y no de la mejor calidad. Huele a sudor, a grasa en las manos, a cicatrices viejas, a colonia de litro, a cableado con  camisa de tela, a plomos fundidos, a transformador de 125 voltios, a golpes en un televisor en blanco y negro.»

    «De todas las responsabilidades que asume el ser humano, la de tener hijos es, probablemente, la mayor y más decisiva. Darle a alguien la vida y hacer que esta prospere es algo que involucra al ser humano en su totalidad. En cambio, rara vez se habla de la responsabilidad de ser hijos. Llévame a casa trata de esa responsabilidad y de las consecuencias de asumirla.»

Jesús Carrasco

Esta es una novela familiar que refleja de forma brillante el conflicto de dos generaciones, la que luchó por salir adelante para transmitir un legado y la de sus hijos, que necesitan alejarse en busca de su propio lugar en el mundo. En esta emotiva historia de aprendizaje, Jesús Carrasco traza una vez más personajes formidables sometidos a decisiones fundamentales cuando la vida los pone contra las cuerdas.

    «Mientras finalizaba los capítulos de esta extraordinaria novela, a menudo me preguntaba cómo demonios había conseguido Jesús Carrasco trazar cada detalle del escenario, perturbando y dejando, al mismo tiempo, los descansos necesarios. Solo he visto eso en Delibes, Pla o Baroja. No tengo más que quitarme el sombrero ante este prodigio de escritor-compositor y su nueva obra maestra. A mí, desde luego, me ha llevado a casa. Con ustedes también lo hará.»

Susana Rizo, XLSemanal

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabajó como redactor publicitario, actividad que compaginó con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela.. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido. Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a veintinueve lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021) es su última novela.

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

“Una auténtica ganga”, un relato de Jesús Carrasco

El 26 de abril del pasado año 2019, el escritor extremeño Jesús Carrasco Jaramillo participó en el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz). Para tal ocasión el citado Aula presentó una edición no venal de un relato del escritor nacido en Olivenza, titulado Una auténtica ganga.

En dicho relato, Carrasco nos traslada a un pequeño pueblo situado en el suroeste de Extremadura. Allí Marcial, uno de los vecinos de la localidad que trata de ir tirando como puede, se enfrenta a la engorrosa tarea de vender la casa de su madre, recientemente fallecida, por un precio razonable.

     «Dos meses y medio después de que la anciana muriera, Marcial, su hijo mayor, colgó un cartel con un número de teléfono en la puerta de la que había sido la casa de su madre. Había usado un trozo de tabla laminada que le había sobrado de la reforma de su propia cocina. Una de esas maderas alargadas que se usan para tapar el hueco que queda entre la parte baja de los muebles y el suelo. Con un pincel barato que terminaría tirando al finalizar el trabajo, empezó a escribir “SE VENDE”, usando como modelo un rótulo que había impreso en un papel antes de salir de casa. Para la S inicial se molestó en imitar los grosores cambiantes de la tipografía e incluso dibujó con cuidado remates rectos en los extremos del trazo. La siguiente E todavía quería ser una letra de imprenta y, a partir de ahí, los demás caracteres fueron perdiendo progresivamente los atributos de molde por causa de la impaciencia. Se había convencido de que una buena venta empezaba por un buen cartel porque había escuchado en algún lugar que la primera impresión era la que quedaba. Pero viendo que imitar aquella tipografía le iba a llevar la mañana entera decidió que sería suficiente con que esa buena impresión se redujera a las primeras letras …»

Carrasco ha aprovechado esta narración para rendir un homenaje a la tierra donde están sus raíces y sitúa la historia en la localidad natal de la familia de su madre, «la blanca villa de Feria», el que fuera también territorio de su última novela, La tierra que pisamos. Aunque el nombre de la localidad pacense no aparezca explícitamente en el texto, sí aparecen referencias a topónimos locales que no dejan ningún lugar a dudas: el bar de Chamizo, el Castillo, la ermita de los Mártires, La Corredera…

El autor de Intemperie ha sabido reflejar muy bien la forma de ser, y hasta la forma de hablar de la gente de Feria, los llamados coritos, y nos ofrece un relato delicioso, salpicado de humor y lleno de buena escritura. Muy recomendable.

RELATO COMPLETO

      «Dos meses y medio después de que la anciana muriera, Marcial, su hijo mayor, colgó un cartel con un número de teléfono en la puerta de la que había sido la casa de su madre. Había usado un trozo de tabla laminada que le había sobrado de la reforma de su propia cocina. Una de esas maderas alargadas que se usan para tapar el hueco que queda entre la parte baja de los muebles y el suelo. Con un pincel barato que terminaría tirando al finalizar el trabajo, empezó a escribir “SE VENDE”, usando como modelo un rótulo que había impreso en un papel antes de salir de casa. Para la S inicial se molestó en imitar los grosores cambiantes de la tipografía e incluso dibujó con cuidado remates rectos en los extremos del trazo. La siguiente E todavía quería ser una letra de imprenta y, a partir de ahí, los demás caracteres fueron perdiendo progresivamente los atributos de molde por causa de la impaciencia. Se había convencido de que una buena venta empezaba por un buen cartel porque había escuchado en algún lugar que la primera impresión era la que quedaba. Pero viendo que imitar aquella tipografía le iba a llevar la mañana entera decidió que sería suficiente con que esa buena impresión se redujera a las primeras letras.
     Para cuando colgó aquel cartel, la casa ya había sido ofrecida, sin éxito, a todos los posibles interesados del pueblo. Había empezado por la familia, siguiendo un orden jerárquico que dictaba que la casa debía ser ofrecida primero a los parientes mayores más cercanos a la fallecida. Su tía Amalia, la única que quedaba en el pueblo, le dijo que no, que todavía estaba de luto por la muerte de su hermana pequeña. Tu madre ya me está esperando en el cementerio de los Mártires, le dijo: ¿Para qué quiero yo otra casa si ésta me va a sobrar dentro de nada? Dejó a la mujer murmurando en su cuartito de estar, manoseando las cuentas de su rosario bajo la falda de una mesa camilla en la que todavía ardía un brasero de picón. Siguió por los dos hijos de Amalia, sus primos. Al mayor se lo encontró en el bar de Chamizo, como cada día después de volver del campo. Marcial le habló de la casa y el primo le contó que la nueva nave para los cerdos que había construido el año año anterior le iba a tener entrampado durante los siguientes doce años y, de paso, le pidió que rezara porque el precio del jamón no siguiera cayendo como lo estaba haciendo. ¿Tú sabes que los chinos ya están haciendo jamón ibérico? Marcial salió del bar rogándole a Dios que respetara los precios del cerdo negro y que, por nada del mundo, permitiera que los chinos los criaran. A su primo pequeño se lo encontró a la mañana siguiente tratando de arrancar su moto junto a la puerta del ayuntamiento. Antes de que Marcial le dijera nada, el primo se adelantó y le dijo que estaba al tanto de lo de la casa por su hermano y por su madre y, de paso, le advirtió de que le iba a costar encontrar comprador, que la casa estaba en muy malas condiciones y que tendría que hacerle una buena reforma si quería deshacerse de ella. Precisamente salgo de una reunión con el alcalde por otro asunto, le dijo, y me ha hablado de unas subvenciones que da la Diputación para fomentar el turismo rural del pueblo. En cuanto se muera mi madre, es los que voy a hacer yo, coger la subvención y sacarme unas perras con los forasteros. Por cierto, ¿cuánto pides por la casa? Seis mil euros, le dijo, y como el primo se llevó las manos a la cabeza se apresuró a aclarar que si él la quería se la dejaba en cuatro mil.
     Lo intentó entonces con los vecinos, siguiendo también un orden no escrito que esta vez dictaba que debía empezar por los más próximos a la casa en venta. A Carmen, la vecina contigua, la buscó el primer domingo de agosto al salir de misa. Carmen, uniendo tu casa con la de mi madre te sale una mansión. Si la quieres yo mismo te hago una puerta para comunicarlas. Voy un sábado por la mañana, abro el hueco y me llevo los escombros. Marcial, le dijo Carmen, ya sabes que yo solo paso en el pueblo el mes de agosto. Con la casa que tengo me apaño. Tampoco el vecino de enfrente estaba interesado, ni ninguno de la misma calle ni del callejón trasero. Nadie quería comprar aquella especie de cueva de muros gruesos y ventanas como ojos de buey, con los suelos de pizarra y la vieja cuadra convertida en cocina. Las habitaciones eran pequeñas, ninguna ventana cerraba bien y había un patio en la parte trasera que tenía una cochineras viejas que había que derribar porque ocupaban la mayor parte del espacio. En el tejado los jaramagos prosperaban sin que nadie se lo impidiera y las golondrinas habían llenado los aleros con sus nidos de barro y la fachada con manchas de excrementos blanquecinos. Tampoco la antena de televisión era útil. La anciana solo sintonizaba los dos canales públicos que había visto durante toda su vida.
     Los pocos vecinos del pueblo que se habían acercado a ver la casa, casi todas mujeres, lo hicieron, no tanto porque quisieran comprarla, sino por ver cómo la tenía la anciana por dentro. La visitaban de dos en dos prestándole más atención a las fotos que todavía colgaban de las paredes que a la distribución o a la calidad de la obra. Esta es de cuando se casó la pobre. Si me acuerdo yo de aquel día. Menudo convite, llegó a decir una con sorna, porque tu madre era generosa como ella sola. El hijo aprovechaba las visitas para abrir las ventanas y las puertas durante un rato y para recoger del suelo las cartas del banco o los recibos de la contribución municipal. Las mujeres recorrían las habitaciones a sus anchas, subían al doblado y, cuando bajaban preguntaban por el precio de venta, que ya todo el pueblo conocía, y le decían al hijo que seis mil euros eran un dineral porque la casa había que derribarla. Luego se alejaban calle arriba, cuchicheando como unas adolescentes que hubieran visto el miembro rosado de un exhibicionista.

                                                Fotografía de Justa Tejada

     Tuvieron que pasar el otoño y el invierno para que, a la primavera siguiente, alguien llamara por fin al número de teléfono. Era un sábado por la mañana de principios de marzo y, a esa hora, el hijo estaba en el campo fumigando los olivos con el tractor. Paró el motor y cogió la llamada. Al otro lado la voz de un hombre joven le dijo que estaba en ese mismo momento frente a la puerta de la casa en venta y que le gustaría verla. El hijo intentó demorar la vista un par de horas, pero la voz al otro lado le contó que estaba de paso y que no volvería al pueblo, así que Marcial plegó el apero de fumigar, se puso en marcha y veinte minutos después estaba aparcando en la parte baja de la calle, detrás de un todoterreno blanco que no había visto nunca.
     Cuando llegó a la puerta se encontró con una pareja más o menos de su edad, una niña de unos siete u ocho años y un galgo con un pañuelo rojo anudado al cuello.
     ¿Fernando?, preguntó el recién llegado ofreciendo su mano al desconocido, soy Marcial.
     Esta es Mónica, mi compañera. Esta pequeñina es Nagore y ese granuja de ahí, Tongo.
     Marcial le dio la mano con fuerza a la mujer, le sonrió forzadamente a la niña y, a continuación, se sacó del bolsillo un juego con dos llaves. El día era soleado y la claridad rebotaba en las fachadas encaladas obligándoles a entrecerrar los ojos. Marcial agarró el pomo con una mano, introdujo la llave en la cerradura y trató de girarla.
     Es un pueblo súper bonito, dijo Fernando a su espalda. Hemos estado dando una vuelta por el castillo y luego hemos visitado una ermita que tiene unos columpios como muy antiguos al lado del cementerio.
     Los Mártires será, respondió el hombre mientras seguía forzando la llave.
     A veces cuesta abrirla, pero con un poco de aceite va como la seda. Tengo que tener yo grasa en el tractor.
    También hemos estado paseando por una plaza preciosa que hay ahí arriba, dijo la mujer. Una así como muy alargada.
     Sí, bueno. La Corredera la llamamos. Es el único sitio llano del pueblo. Todo lo demás ya veis que está en cuesta, dijo justo cuando la llave finalmente giraba.
     La niña había estado todo el tiempo cogida a la pierna de su madre viendo como aquel desconocido forcejeaba con la puerta.
      Bueno, vamos allá, dijo el hombre. A ver qué os parece la casa. Empujó la puerta, pero no se abrió.
     ¡La puta puerta de los cojones!, dijo.
     La pareja se sobresaltó e, instintivamente, buscaron los ojos de la niña que seguía agarrada a la pierna de su madre.
    Echaros un poco para atrás, hacedme el favor, les pidió.
    La familia se retiró un par de pasos y el hombre, agarrado al pomo, cogió impulso y lanzó todo el peso de su cuerpo contra la pequeña hoja. La chapa de metal cedió con un chirrido y el hombre entró a trompicones en la casa como si acabara de meter un estoque hasta el corvejón.
     Su puta madre, le oyeron decir desde el interior y luego, entrad, entrad.

                                       Fotografía de Manuel Sayago

     El paso brusco de la calle refulgente al espacio interior contrajo sus pupilas y, durante unos segundos, se sintieron flotar en medio del vacío. Olía a papel húmedo y a comida en mal estado y sus caras se arrugaron. Fernando apretó con fuerza la mano de Mónica en un gesto en el que mezclaban el desagrado y la intuición de que no iban a sacar nada en claro de aquella visita, que allí la energía estaba estancada y no fluía. Pero a medida que sus pupilas se empezaron a relajar y fueron revelándose los detalles del lugar, sus manos se aflojaron y sus rostros pasaron a expresar un asombro infantil, como si fueran los primeros visitantes de una cueva prehistórica repleta de bisontes y de figuras de cazadores a la carrera.
     Voy a abrir la puerta del corral para que veáis mejor, dijo Marcial. La luz está dada de baja porque, con la casa vacía, es un derroche de dinero.
    El hombre descendió por el pasillo que caía hacia el patio posterior mientras los visitantes continuaban admirando en silencio las vigas de madera del techo, el viejo fogón, profundo y tan alto como para que cupieran de pie. Recovecos, alacenas, una escalera subiendo a quién sabe qué prometedora buhardilla y hasta lo que les pareció el brocal de un pozo junto a una de las paredes. Se acercaron para comprobar que lo que acababan de ver era cierto y pasaron la mano por el piedra de granito y cuando levantaron la tapa de madera para asomarse al interior sintieron la humedad subir por sus rostros maravillados.
     A ese pozo se le mete escombro y se ciega sin problemas, dijo el vendedor a sus espaldas llegando desde el corral. Yo mismo los traigo con el tractor. Antes, como no había agua corriente, algunas casas tenían sus propios pozos, pero ahora son un peligro para los niños dijo buscando a la pequeña, que había desaparecido junto al perro.
    Lo mejor que tiene la casa es que está muy bien pintada. A mi madre le gustaba mucho que la casa estuviera siempre pintada porque decía que se limpiaba mejor, la pobre.
    En las paredes brillaban, superpuestas, incontables capas de pintura ocre bajo las cuales quedaban atemperadas las rugosidades de la obra primigenia, los ladrillos de los arcos y olas bóvedas y las maderas empotradas de antiguos dinteles.
     Siempre estaba la mujer con un paño. Qué limpia era.
    Esta era la cocina antigua, les dijo señalando al fogón. Fíjate que todavía está el gancho del que colgaban los peroles. Mi madre no tiraba nada.
     La pareja no salía de su asombro. Aquello era un sueño que ya se veían rehabilitando.
    El suelo no está derecho, dijo la niña, que acababa de aparecer seguida por el perro.
    Los padres, todavía sin palabras, miraron al suelo que, en aquella parte de la casa, era de cemento vivo. Unas estrías cruzaban de lado a lado aquella especie de arroyo gris que se vertía desde la puerta principal a la trasera abriéndose paso entre las redondeadas losas de pizarra.
     El dueño les contó que casi todas las casas antiguas del pueblo eran así. Las nuevas ya no. Ahora, con las máquinas que hay, la gente deja los solares llanos, pero cuando se hicieron estas casas viejas no había cojones de picar toda la pizarra que hay aquí debajo.
     La pareja buscó a su hija para ver si había escuchado lo que el hombre acababa de decir pero la niña ya se había ido otra vez detrás del perro.
     Este cemento se levanta muy fácilmente con un martillo neumático.
     A mí me encanta el suelo así, como industrial, le susurró Mónica a Fernando.
     Marcial se acercó a la puerta de la calle y simuló que tiraba del ronzal de una caballería imaginaria. Por aquí entraban las bestias, por eso el suelo tiene rayas, aclaró. Para que no perdieran pezuña. Mis padres tuvieron burro, como quien dice, hasta ayer. Lo entraba el hombre por aquí cuando llegaba del campo y lo llevaba hasta el corral. Con el puño cerrado a la altura de la cabeza de su burro invisible, el hombre descendió el pasillo seguido por los visitantes y así llegaron a la cocina donde al hombre solo le faltó palmear al aire contra la grupa imaginaria del burro de su padre que, quizá en su imaginación, salió por la puerta del corral donde ya le esperaban el pienso y el agua.
     La cocina era una habitación de techo abovedado con pesebres adosados a los muros. Sobre ellos la vieja había colocado unas tablas forradas de hule en las que descansaban una hornilla de gas y el escurreplatos. Colgaban de las paredes cazos de cobre y algún perol oscuro y también ramos de tomillo seco y una ristra de pimientos choriceros.
     Cuando mi padre se puso malo y dejó de ir al campo, vendieron el burro y pusieron aquí la cocina. No os asustéis, esto se tira todo y se hace aquí una casa en condiciones. Lo malo es que el ayuntamiento no deja que se caigan las bóvedas, que son típicas de este pueblo. Pero vamos, la gente las aguanta un tiempo y una noche les quitan tres o cuatro puntales y después de un invierno de tormentas se cae el techo y a ver quién va a decir nada. Yo mismo vengo con el remolque y la pala y os dejo el solar limpio por cuatro perras. Y de paso cegáis el pozo.
     No hará falta, dijo Fernando. La casa es bonita así, como está.
     El hombre se detuvo y, durante un par de segundos se quedó callado con la mirada perdida.
    Bonita, hombre, depende de como se mire. A mí me gusta porque es la casa en la que mi madre ha vivido los últimos cuarenta años pero tiene sus inconvenientes. Se quedó de nuevo en silencio, ponderando lo que iba a decir.
     Mira, Fernando, yo no quiero engañaros. La casa está muy vieja y si luego tenéis problemas no quiero que vengáis a pedirme cuentas a mí. Yo no sé si os interesa o para qué la querríais pero lo que es seguro es que hay que arreglarla. Si no queréis, no la tiréis, pero esta cocina, por ejemplo, habría que hacerla entera.
     Pues yo pienso lo contrario, dijo Mónica. Esta cocina es una maravilla. Lo que hay que hacer es sacar los materiales originales, convertir los pesebres en espacios de trabajo y, sobre todo, picar toda la pintura acumulada.
     El hombre hizo un gesto de desaprobación.
    Pero mujer, cómo vas a quitar la pintura, con la de capas que tiene. Tú sabes la mierda que sueltan estas paredes. Me acuerdo yo de niño que siempre había arena en las lentejas porque se deshacían las juntas de los ladrillos del techo. Por eso empezaron mis padres a pintar la casa. Hazme caso, te lo digo yo que hago chapuzas los fines de semana. Lo que más me piden es que tape los ladrillos con yeso o con cemento y deje las paredes lisas. Y luego pintura, cuanta más mejor.
     Escucharon el sonido de una moto petardeando en la puerta de la casa y luego una voz que llamaba al dueño. El hombre salió de la cocina sin excusarse dejando solos a los visitantes que, inmediatamente, cruzaron sus miradas. Desde la puerta principal llegaban fragmentos de la conversación que el dueño estaba manteniendo con el visitante. El ruido del motor impedía una escucha clara pero, aún así, distinguieron las palabras “forasteros”, “matrimonio” y “galgo”.

                                              Fotografía de Manuel Sayago

     La pareja aprovechó la ausencia del dueño para intercambiar opiniones en voz baja.
    ¿Pero tú has visto esas maderas? ¿Y las losas de pizarra del suelo? ¿Y qué me dices de los pesebres, por Dios? Son súper monos. Tiramos este tabique, aquí puede ir la cocina, con la campana por aquí, dijo Mónica señalando con el dedo el recorrido del futuro tubo contra la pared. Luces indirectas allí, un rincón para lectura junto al fogón grande, quitamos toda la pintura, al pozo le ponemos un cristal chulo encima y lo iluminamos por dentro, una escalera de acero corten para subir a la buhardilla, ventanas de doble cristal, suelo hidráulico en las habitaciones, una ducha en lluvia y hasta una piscinita sin borde en el patio de ahí detrás.
     El sitio es como de ensueño
     ¿Te gusta?
     Me encanta.
     Pues preguntémosle cuánto pide.
     ¿Me estás diciendo que vamos a comprarla?
     No. De momento solo vamos a preguntar el precio.
     Se cogieron de la mano, excitados por la inmediatez de lo que estaba sucediendo y las apretaron porque, en su interior sentían, sin decirlo, que la energía había regresado.
     Escucharon el ruido del motor que se alejaba de la casa y al cabo de unos segundos Marcial llegó a la cocina.
     Ya estoy aquí. Era un primo mío.
     El hombre se quedó callado, mirando al suelo.
     ¿Sabes cuál es la potencia contratada de la casa?, preguntó Mónica.
    Veréis, dijo Marcial ignorando la pregunta. No os vais a creer lo que me acaba de pasar. La casa lleva en venta un año y medio y, justo ahora que la estabais viendo, ha llegado un primo mío a decirme que la quiere comprar. Se conoce que se ha enterado de que estabais aquí y se ha agobiado. Me jode haberos hecho perder el tiempo.
     Se despidieron en la puerta y, mientras Marcial quitaba el cartel, los vio bajar la calle y abrir con un mando a distancia el todoterreno blanco. El maletero se abrió automáticamente y el perro se subió a él y se enroscó sobre una especie de nido que allí había.
     De vuelta a Madrid, no abrieron la boca hasta pasada una hora.
     Era una casa súper bonita, ¿no crees?
     Tenía como mucho potencial, dijo Fernando. Es que ya nos estaba viendo allí. Leyendo en invierno en el fuego encendido.
     ¿Cuánto crees que valía?
     Yo creo que, regateando, se la hubiéramos sacado por sesenta o setenta mil euros. Una auténtica ganga.»

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido.

Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintinueve lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

Llévame a casa (2021), su última novela, se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior.

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

 

“Castigada sin salir”, un cuento de Jesús Carrasco, ilustrado por Antonia Santolaya

El escritor extremeño Jesús Carrasco Jaramillo alcanzó en 2013 el reconocimiento literario internacional con la publicación de su primera novela, Intemperie, con la que logró el aplauso unánime de la crítica, siendo elegida como Mejor Libro del Año por el Gremio de Libreros de Madrid. La novela ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, la cual le valió para la obtención del Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Pero lo que no es tan conocido es que el escritor de Olivenza había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

«A Marta le gusta mucho dibujar pero a su madre no le gusta que pinte las paredes así que la castiga en su cuarto hasta la hora de la cena. Como Marta se aburre, decide dibujar.»

El cuento fue publicado en 2005 por Ediciones SM dentro de la colección Cuentos de ahora. Se trata de un librito de 32 páginas, con magníficas ilustraciones, recomendado para niños de 3 a 6 años.

Una pequeña joya muy difícil de encontrar en las librerías, pero de la que podemos encontrar algunos ejemplares en los catálogos de nuestras bibliotecas públicas.

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela.. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido.

Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021), su última novela, se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior.

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

   «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

ANTONIA SANTOLAYA

María Antonia Santolaya Ruiz-Clavijo nació en Ribafrecha (La Rioja) en 1966. Se licenció en Bellas Artes, especialidad Pintura, por la Universidad Complutense de Madrid. Entre 1993 y 1994 estudió fotograbado y fotoserigrafía en Ormond Road Workshop (Londres), además de un curso avanzado de postgraduado en Grabado en St. Martins School de Londres. Con posterioridad regresó a Madrid, donde se dedicó por un tiempo a la escultura, la pintura y el grabado. Desde el año 2000 trabaja profesionalmente como ilustradora de libros infantiles, fecha en la que ganó, en colaboración con su hermana Dori Santolaya, el Premio Apel•les Mestre por Las damas de la luz. Desde entonces ha trabajado con varias de las editoriales más importantes del panorama nacional, como SM, Anaya, Destino, Santillana, Aldeasa, etc. También ha hecho colaboraciones publicitarias y en publicaciones destinadas al público adulto. Uno de sus proyectos más ambiciosos es una serie de biografías infantiles sobre las escritoras Virginia Woolf, María Zambrano, Gloria Fuertes o Carmen Martín Gaite, con texto de Luisa Antolín. Antonia Santolaya ha expuesto en diversas salas de nuestro país y también imparte talleres de ilustración.

“Levante”, de Jesús Carrasco

«Tengo hambre de la playa»

   Tenemos nueva publicación del escritor extremeño Jesús Carrasco Jaramillo. Esta vez se trata de un cuento: Levante, ilustrado con un dibujo del propio Carrasco.

    El relato se incluye dentro de la obra titulada Historias dentro de una caja. Como su propio título sugiere, se trata de una caja publicada por la editorial pacense Universitas que contiene diez cuentos escritos e ilustrados por otros tantos autores extremeños o cercanos a Extremadura, entre ellos el del autor de Intemperie y de La tierra que pisamos. Los otros autores que forman parte de este proyecto editorial son: Gonzalo Hidalgo Bayal, Antonio Gómez, Josemaría Mejorada, Inma Chacón, Luis Costillo, Elías Moro, María Rosa Vicente Olivas, Pilar Galán, y Paula Campos.

  Alguna que otra vez, habíamos oído contar a Jesús Carrasco que comenzó  su andadura literaria escribiendo cuentos y relatos cortos. También ha expresado, no hace mucho, que estaba trabajando en un nuevo libro en el que no volvería a sufrir con su escritura, y en el que incluso podría haber toques de humor, por primera vez. Quizás Levante sea sólo un pequeño adelanto de lo que pueda venir próximamente. Ya veremos con qué nos sorprende Carrasco.

 JESÚS CARRASCO

 20170209112105_00001.1Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido.

Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021), su última novela, se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior. 

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

FRAGMENTO DEL RELATO

    «Pero era tanta la necesidad de sentir la naturaleza y de ver con nuestros propios ojos la amplitud del mar que a la mañana siguiente, después de desayunar, cogimos las toallas, los juguetes, la nevera, algún libro y bajamos a la playa. Una vaca y su ternero eran los únicos seres vivos que encontramos entre la casa y la orilla. Parados en medio de la arena, las colas ondeando como banderas peludas, la cría a sotavento de la madre, quizá preguntándose la razón por la que estaban allí, sin pasto y sin calma».