“La tierra sin mal”, de Jesús Sánchez Adalid.

«El más deslumbrante de los espacios que el hombre puede soñar. El sitio de la eterna juventud; donde no se muere y reina la abundancia.»

La tierra sin mal, publicada en el año 2003, es la cuarta novela del escritor extremeño Jesús Sánchez Adalid.

La trama se desarrolla en los comienzos del siglo XVII, una de los épocas más controvertidas de la historia de España, considerada como el período de la decadencia. Sánchez Adalid construye un fiel retrato de la sociedad española en los tiempos de Felipe III, del fascinante mundo de los viajes a las Indias, de la forma de vida en las colonias, y de las reducciones jesuíticas en el Paraguay.

Los protagonistas de la novela son dos personajes extremeños con intereses muy distintos: Tomás Llera, un hidalgo de Zafra, que parte a las Indias en busca de fortuna; y Enrique Madrigal, un jesuita de Trujillo, que viaja hasta las misiones jesuíticas guaraníes, movido por su vocación misionera, para tratar de proteger a los indios de los abusos cometidos por los conquistadores.

latierrasinmal1

 «Las Indias estaban ahí, en la mente de Enrique, como en la de los viejos aventureros que habían sido elocuentes pregoneros de sus gloriosas épicas. Pero para el joven jesuita esa misteriosa atracción que ejercía la Nueva España no era el encandilamiento del oro, ni la pasión por hacerse un nombre que pasara a las crónicas de Indias; sino la extraña llamada a solventar los desmanes de las décadas precedentes en una diferente empresa, más evangelizadora y civilizadora.»

Nos encontramos ante una novela histórica, muy bien escrita, entretenida y fácil de leer. Una novela que se apoya en un gran trabajo previo de investigación y documentación histórica. Una hermosa novela, que rinde homenaje a la labor de aquellos abnegados religiosos misioneros que, como el jesuita Enrique Madrigal, se entregaron incondicionalmente a la defensa de los indios.

misiones_jesuiticas_oleo

   
   «–Bueno, padre, hemos llegado. Ahí tiene Loreto –dijo el sargento.
   Enrique descabalgó y contempló emocionado la misión desde un altozano. Loreto estaba ubicada en un magnífico lugar de la ribera del río Paranapané, cerca de donde éste confluía con el Pirapó, de menos caudal. Ambos ríos eran muy ricos en pescados. En sus orillas tenían los indios sus sementeras, muy frondosas por la tierra fértil, dejando la isla que se formaba entre los dos caudales para el ganado que pastaba libremente, muy tranquilo y orondo.
    Reinaba una calma especial a esa hora. La iglesia, de aspecto robusto, se alzaba al final de una plaza por donde transitaba la gente: niños, labradores a lomos de pequeños asnos, mujeres de paso sosegado hacia la iglesia, algún perro… Las construcciones que rodeaban la plaza principal tenían soportales sujetos por estructuras de madera muy bien dispuestas. Las casas se alineaban en un clásico plano en damero, con calles rectas que se cruzaban y un orden preciso que casi daba la sensación de pertenecer a un campamento militar. El conjunto era agradable a la vista, con sus árboles en las traseras, cuadras con cerdos, aves de corral subiéndose a los palos de los gallineros para dormir y, delante de las casas, un ir y venir de indios, vestidos de manera semejante, con aperos de labranza en las manos o descansando ya sentados junto a las puertas, conversando amigablemente.»

SINOPSIS

La tierra sin mal narra las aventuras de dos hombres totalmente opuestos: Tomás Llera, un hidalgo extremeño que parte a las Indias en busca de fortuna, y Enrique Madrigal, un misionero utópico que viaja para participar en las reducciones jesuíticas de Paraguay. Es la historia de dos ilusiones enfrentadas, de dos ambiciones distintas: Llera sintetiza el afán desmedido de riquezas y poder en unas Indias muy prometedoras; Enrique confía en un mundo futuro armónico donde los hombres vivan felices, ajenos al egoísmo y el mal.

Desde la Sevilla de los marineros y los truhanes, de las cofradías de Semana Santa y las imágenes del Barroco, pasando por el Madrid de los Austrias, la Salamanca universitaria, la Castilla eterna y sobria, y los concurridos puertos canarios, el itinerario de ambos protagonistas se adentra en el Atlántico de los grandes viajes de ultramar, con escalas en Bahía, Río de Janeiro y Sâo Paulo hasta alcanzar el Paraguay selvático. Allí, la historia discurre por los agrestes parajes del Guairá, la ciudad colonial de Asunción y las misiones jesuíticas en las que los indios guaraníes buscan refugio de los bandeirantes, traficantes de esclavos portugueses que no desean perder su poder.

Jesús Sánchez Adalid transmite con maestría esa tensión constante de intereses y fuerzas que augura un desenlace fatal. Sin embargo, a lo largo de toda la novela subyace el sueño esperanzado de un mundo mejor expresado en el Yvimaranéÿ, la Tierra sin Mal, mito ancestral de los guaraníes que habla de una nueva y pacífica tierra en la que los hombres alcanzarán por fin sus anhelos.

JESÚS SÁNCHEZ ADALID

img-9842Jesús Sánchez Adalid (1962) nació en Villanueva de la Serena (Badajoz). Se licenció en Derecho por la Universidad de Extremadura y realizó los cursos de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció de juez durante dos años, tras los cuales estudió Filosofía y Teología. Además, es licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca. Es profesor de Ética en el Centro Universitario Santa Ana de Almendralejo.

Su amplia obra literaria ha conectado con multitud de lectores, gracias a la veracidad de sus argumentos y a la originalidad de sus descripciones, sustentadas en una profunda documentación. El escritor de novelas históricas, ha afirmado Sánchez Adalid, «debe realizar siempre un gran trabajo previo que servirá de marco honesto y real a su obra, a la vez que le facilitará la inspiración.»

En la justificación final de su novela, Félix de Lusitania, ha expresado que «los escritores que hemos optado por la novela histórica no pretendemos hacer Historia; sólo nos mueve un afán literario, pero son la Historia, la Arqueología y las Humanidades en general, nuestra fuente de inspiración. En mi caso desearía, eso sí, servir humildemente al lector para facilitarle un “viaje al pasado” en esta “máquina del tiempo” de tan fácil manejo que es el libro».

Sus novelas constituyen una permanente reflexión acerca de las relaciones humanas, la libertad individual, el amor, el poder y la búsqueda de la verdad.

La obra de Sánchez Adalid se ha convertido en un símbolo de acuerdo y armonía entre los pueblos, religiones y razas, algo especialmente necesario en un mundo desgarrado por la intolerancia y el fanatismo.

El autor extremeño ha afirmado en alguna ocasión que no escribe para escritores ni para críticos. Escribe para que se le lea, por eso procura que sus relatos sean entretenidos. «Escribo lo que a mí me gustaría leer y creo que por eso conecto con muchos lectores. En el fondo no somos tan distintos».

Ha publicado con gran éxito La luz del Oriente, El morázabe, Félix de Lusitania, La tierra sin mal, El cautivo, La Sublime Puerta, El caballero de Alcántara, Los milagros del vino, Galeón, El camino morázabe, Treinta doblones de oro, Y de repente, Teresa y La mediadora, una novela que ha sido la ganadora del Premio Abogados de novela 2015 y en la que Jesús Sánchez Adalid aborda un tema de actualidad. Es también autor de Tras los pasos del abate viajero, una obra de encargo institucional que fue presentada en 2014.

En 2007 ganó el premio Fernando Lara por su novela El alma de la ciudad; en 2012 el premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica por Alcazaba; en 2013 el premio Internacional de Novela Histórica de Zaragoza por el conjunto de sus obra; el premio Diálogo de Culturas y el premio Hispanidad. En 2014 su novela Treinta doblones de oro recibió el premio Troa Libros con Valores.

En Extremadura ha sido distinguido con la Medalla de Extremadura y el premio Extremeños de Hoy.

Sánchez Adalid ha colaborado en Radio Nacional, en el diario Hoy y en revistas Historia National Geografic y Vida nueva. Actualmente colabora con Canal Historia (The History Channel), Volcán Producciones y Zebra Producciones.

MÁS FRAGMENTOS DE LA NOVELA 

   «El palacio de los duques de Feria era una sólida fortificación adosada a la muralla de Zafra. A pesar del aspecto exterior, con robustas torres y austeros muros, que le daba el aire de un impenetrable alcázar, el interior de la imponente mole de piedras era un refinadísimo edificio que se disponía alrededor de un elegante patio revestido con mármoles, en cuyo centro resplandecía una hermosa fuente esculpida también en mármol que borboteaba resonando alegre en las galerías. El resto de la residencia estaba dispuesto en terrazas, a las que se accedía por un intrincado sistema de corredores abovedados.»
Palacio_de_los_Feria,_Zafra

                                          Palacio de los duques de Feria

[…]

  «–Es la creencia en la Tierra sin Mal la más hermosa esperanza de estas criaturas –refirió el padre González– . Desde sus más lejanos ancestros, creen ellos que los hombres podrán llegar un día a un lugar, una especie de paraíso; el más deslumbrante de los espacios que el hombre puede soñar. Es ése el sitio de la eterna juventud; donde no se muere y reina la abundancia. El maíz crece sin ser cultivado, las flechas cazan solas y el hombre es liberado allí de la obligación del trabajo.
   –¿Es pues el cielo? –preguntó Enrique–. ¿La gloria de la que hablan las escrituras?
   –No exactamente –respondió el padre González–. Es para el guaraní un lugar concreto, real, que se ubica hacia el este, en la dirección de donde viene el sol, la luz. Por eso la búsqueda de la Tierra sin Mal es para ellos lo principal. Estos indios, antes de la conquista, vagaban por las selvas en un éxodo constante, subyugados por la convicción de encontrar un día sus idílico paraíso. Este afán los hacía recorrer incansablemente la tierra en busca del bien absoluto y les llevaba a seguir ciegamente a quienquiera que invocase conocer a Dios.»

“Extremadura” de Miguel de Unamuno

Extremadura vista por don Miguel de Unamuno

En 1992, la editorial Incafo publicó el libro titulado Extremadura, una magnífica  obra que recoge una selección de textos del escritor Miguel de Unamuno pertenecientes a su literatura de viajes por tierras extremeñas. El libro, prologado por Pedro Laín Entralgo, está ilustrado con una abundante y hermosa colección de fotografías, de temas extremeños, de Juan Antonio Fernández, comentadas por él mismo.

En estos textos, en prosa y en verso, Unamuno recoge las impresiones de sus viajes por tierras de Extremadura, más concretamente por Guadalupe, Yuste, Trujillo, Mérida o Las Hurdes.

Unamuno era un gran aficionado a viajar. Opinaba que las tierras de España estaban por descubrir y que una de las mejores maneras de conocerlas era haciendo correrías con los amigos. El escritor y filósofo vasco recorrió estos parajes extremeños y destacó, en sus escritos, los aspectos que consideró positivos de esta tierra y de sus gentes.

En 1885, el escritor vasco había escrito que no sabía apreciar la naturaleza más que por la impresión que en él producía. La naturaleza de estas tierras, sin duda, impresionó al escritor, que supo valorarla y apreciarla: «Los que hablan de Castilla, León y Extremadura, como si no fuesen más que pelados parameros, desnudos de árboles, abrasados por los soles, y los hielos, áridos y tristes, no han visto estas tierras sino al correr del tren y muy parcialmente. Donde en estas mesetas se yergue una sierra, tened por seguro que en el seno de ella se esconden valles que superan en verdor, en frescor y en hermosura a los más celebrados del litoral cantábrico. Por mi parte prefiero los paisajes serranos de Castilla y de Extremadura. Son más serios, más graves, más fragosos, menos de cromo. Están, además, menos profanados por el turismo y por la banal admiración de veraneantes.»

A_ALQUEVA_13

                                               Paisaje extremeño

En el verano de 1913, Unamuno pasó unos días recorriendo la comarca cacereña de Las Hurdes acompañado por sus amigos franceses Jacques Chevalier y Maurice Legrende y por tío Ignacio de La Alberca, excelente guía y gran conocedor de los caminos intransitables de la zona. En un cuaderno de viaje, Unamuno va escribiendo a vuelapluma lo que observa o lo que dicen sus compañeros. Tras esta visita, escribió una serie de artículos que aparecieron en la prensa y, posteriormente, formando parte de su libro Andanzas y visiones españolas, y que se recogen en este libro bajo el título de Las Hurdes. El motivo del viaje fue conocer de primera mano la comarca cacereña, de la que tan mal se estaba hablando debido a su atraso, miseria y pésimas comunicaciones.

La visión de la tierra hurdana y de las duras condiciones de vida de sus gentes causó una profunda impresión en el rector de la Universidad de Salamanca, y así lo expresó en sus escritos: «Había que entrar de una vez en esa región que alguien ha dicho es la vergüenza de España, y que Legrende dice, y no sin buena parte de razón, que es, en cierto sentido, el honor de España. Porque, hay que ver lo heroicamente que han trabajado aquellos pobres hurdanos para arrancar un misérrimo sustento a una tierra ingrata! “Ni los holandeses contra el mar”, me decía, y no le faltaba razón[]

Miguel de Unamuno entre un grupo de hurdanos :: Centro de Documentación de Las Hurdes

Miguel de Unamuno entre un grupo de hurdanos :: Centro de Documentación de Las Hurdes

Porque ved por qué esos pobres heroicos hurdanos se apegan a su tierra: porque es suya. Es suya en propiedad; casi todos son propietarios. Cada cual tiene lo suyo: cuatro olivos, dos cepas de vid, un huertecillo como un pañuelo moquero (y no es que usen de estos últimos). Y prefieren mal vivir, penar, arrastrar una miserable existencia en lo que es suyo, antes que bandearse más a sus anchas teniendo que depender de un amo y pagar una renta. Y luego es suya la tierra porque la han hecho ellos, es su tierra hija, una tierra de cultivo que han arrancado, entre sudores heroicos, a las garras de la madrastra Naturaleza. Ellos la han hecho, cada uno la suya, apoyando un olivo, construyendo la cerca que destrozó la avenida de aguas o el jabalí […] Pues la pobre tierra cultivada de las Hurdes es la hija de dolores, de afanes, de sudores, de angustias sin cuento, de esos heroicos españoles a quienes se llama salvajes. Ellos la han hecho.»

Pero si algo caracterizó a Unamuno fue su empeño en suscitar controversias y su afán de avivar las conciencias. Por eso, también señaló, en estos escritos, aquellos otros aspectos que, por uno u otro motivo, le desagradaron. Tras su visita a la ciudad de Trujillo, el ilustre viajero escribió: «Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una cierta sensación de bienestar de hidalgo campesino […] En el casino nos mostraron primero la biblioteca, una biblioteca pobrísima, cuyo catálogo podría hacer de memoria después de no haberle echado sino un vistazo […] En resolución, la biblioteca del casino de Trujillo es la típica biblioteca que no se forma para los lectores, sino para los visitantes, para que no se diga que en el casino principal de esta población no hay biblioteca, para que no se los tenga por incultos […] En tal biblioteca no encontramos ni un alma; estaba completamente vacía. Lleváronnos luego a ver el salón de baile, y para ello tuvimos que atravesar la sala de juego. Estaba llena. Casi todos los socios que a aquellas horas había en el casino se agrupaban en torno del tapete verde. Todos los que faltaban en la biblioteca sobraban aquí.»

A_TRUJILLO_02

                                              Plaza Mayor de Trujillo

En fin, Extremadura, un libro magnífico, muy recomendable, pero bastante difícil de encontrar. Afortunadamente, en el año 2004, dentro del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura, se publicó el libro titulado Viajes por Extremadura, prologado por el profesor José Luis Bernal, que recoge una selección de los escritos de Miguel de Unamuno pertenecientes a su literatura de viajes por estas tierras.

Hervás
Hervás, con sus castañares, 
recoletos en su falda
de la sierra, que hace espalda
de Castilla; sus telares
reliquias de economía
medieval que el siglo abroga,
y en un rincón la sinagoga 
en que la grey se reunía,
que hoy añora la verdura
de España, la que regara
con su lloro, -de él no avara-
el zaguán de Extremadura.
           D. Miguel de Unamuno (31-VIII-1930)

DATOS DEL LIBRO

20141210114052_00001

Extremadura / Miguel de Unamuno ; prólogo Pedro Laín Entralgo ; 
ilustración fotográfica Juan Antonio Fernández 
Madrid : Incafo, 1992 
207 p. : il ; 31 cm
84-8089-00-2

Miguel de Unamuno es sin duda una figura clave del pensamiento español y para muchos la cima intelectual y literaria de la llamada Generación del 98.

El más universalmente conocido como Unamuno, así a secas, seco como él mismo aunque palpitante y agónico por dentro, gustaba de realizar excursiones con sus amigos cuando sus obligaciones de escritor clásico en vida, controvertido hombre público e indiscutido catedrático y rector, se lo permitían. Las impresiones de estos viajes eran recogidas después en artículos que publicaban revistas y periódicos tanto nacionales como latinoamericanos.

Si bien Extremadura no fue el eje central de la obra del escritor, sí adquirió un protagonismo recurrente que encendió a menudo su verbo certero y apasionado. A nadie se le escapa que Unamuno no fue extremeño, sino vasco y, ya de adopción, castellano y salmantino. Pero su prosa veraz, potente, escueta y emotiva, describe y se enseñorea y tanto se embelesa y tan bien de Extremadura, que compite en dura liza y sobresale a la hora de la dificilísima elección.

Así, de los cinco libros que recogen artículos paisajísticos de Unamuno, en tres de ellos están presentes estas recias tierras de conquistadores, además de un brillante ramillete antológico de poesías. Cronológicamente, el primero y a efectos fue Por tierras de Portugal y España (1911), y luego Andanzas y visiones españolas (1922) y, finalmente, Paisajes del alma, ya recopilado por su albacea y editado en 1944. El mismo Unamuno confesaba, y así lo escribió, que en Extremadura “la paz sorbía de la tierra austera”.

«Los valles deliciosos del Jerte y del Tiétar, los gastados palacios del Cáceres viejo y de Trujillo, las boscosas umbrías de la sierra de Guadalupe, los solemnes restos romanos de Mérida y Alcántara, los encinares donde la carne porcina crece y se adensa, las anchuras fecundas de Tierra de Barros y la Serena, los campanarios barrocos y las casas encaladas de Badajoz que mira hacia el Sur, ¿serán suelo y residencia de una vida colectiva en la que lo castellano viejo y lo castellano nuevo, lo andaluz y hasta un preludio de lo lusitano, confluyendo y fundiéndose entre sí, inédita y definitivamente florezcan en la Extremadura que para ser completa necesita España, la incierta y amenazada España del futuro? Con toda mi alma lo deseo.»

Pedro Laín Entralgo en el prólogo de Extremadura

Contenido del libro:

Prólogo. Pedro Laín Entralgo
Del libro Por tierras de Portugal y España (1911). Guadalupe, Yuste, Trujillo
Del libro Andanzas y visiones españolas (1922). Las Hurdes, Camino de Yuste
Del libro Paisajes del alma (1944). De Tordesillas a Yuste, Séneca, en Mérida, La invasión de los bárbaros.
Poemas de Extremadura. En el tren, Cáceres, Renacer durmiendo en el campo, Hervás
Comentarios a la ilustración fotográfica por el propio autor.

 

LA VILLA DE FERIA EN “EXTREMADURA”

La blanca villa extremeña de Feria aparece en la obra dentro de la extraordinaria ilustración fotográfica realizada por Juan Antonio Fernández, que también realiza el comentario de la misma.

   «Sobre tierras de suaves ondulaciones y agradecidas al cultivo, montado en otero grande, se extiende el mosaico blanco de la villa de Feria. Cuando viniendo del norte por la Ruta de la Plata, nos acercamos a ella, aparece como un blanco terrazgo vistiendo una leve montaña. El caserío, de iguales casas blancas y tejados tostados, va recostándose en el alzado lomo de la tierra y, uniforme, una baja arquitectura popular rodea a la iglesia de San Bartolomé, obra gótica del XVI, para después resbalar hacia ese bello cementerio donde la cal de mil capas superpuestas forman sobre su templo viejas conchas y texturas seculares […]
A_FERIA_10

                Vídeo de la villa de Feria. Click en la imagen para acceder a él

   Los inmensos dominios del antiguo ducado de Feria, que abarcan desde Salvatierra de los Barros hasta Zafra, por el sur, y desde Feria hasta Fuente del Maestre, por el norte, daban perímetro a esas excelentes tierras con las que Enrique III premió los servicios de Suárez de Figueroa, cuando en el siglo XIV le ayudaron a arrancar de manos árabes tantos y extensos territorios. En el más alto otero de la sierra del Castillo, levantaron los de Feria este castillo, cuya torre del homenaje se alza 40 metros sobre el resto de las fortificaciones. Con ventanas góticas en los flancos y cuatro altas plantas, la grandiosa construcción permitía atalayar, en días claros, toda la Tierra de Barros.»

Juan Antonio Fernández

MIGUEL DE UNAMUNO

Unamuno

   Autorretrato de Unamuno

Bilbao, (1864-1936). Miguel de Unamuno escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como «ente de carne y hueso» y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910), Soliloquios y conversaciones (1911) o Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913). Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas Paz en la guerra (1897) y Amor y pedagogía (1902) hasta la madura La tía Tula (1921). Pero entre ellas escribió Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), y sobre todo Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920). Su producción poética comprende títulos como Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. También cultivó el teatro: Fedra (1924), Sombras de sueño (1931), El otro (1932) y Medea (1933). Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.

JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ DURÁN

20150121135221_00001Desde 1978 centra su actividad en la industria internacional del libro y las publicaciones periódicas. De este modo, fructifican colaboraciones en editoriales prestigiosas como Time, Life, Periplo, Geo, Smithsoniam, Omega, entre otras.

Poco después y durante cinco años, trabaja para la Unesco y recorre y plasma gran parte de los lugares y ciudades entonces declaradas Patrimonio de la Humanidad.

1982 marca un hito en su ya antigua relación con Incafo al iniciar la labor de la ilustración fotográfica, comentada por él mismo, de una colección de grandes obras en las que se recoge lo más bello de cada comunidad autónoma, glosadas, al mismo tiempo, por las grandes firmas de nuestros clásicos.