«Los dos árabes»

(Dichos de nuestros mayores)

Peregrinos a La Meca
a la par iban dos árabes
y los perros al camino
les salían a ladrarles.

Mas, sin hacer caso, el uno,
prosiguió siempre adelante,
pero airado el otro, piedras,
no cesaba de tirarles.

De La Meca, al año justo
regresaba el caminante
y halló al otro, todavía,
enredado con los canes.

Pero, imbécil, ¿no comprendes
que hasta el final de su viaje
nunca llega el que hace caso
de los perros que le ladren?

Los dos árabes1

 

«Cuando un perro forastero»

(Dichos de nuestros mayores)

Cuando un perro forastero
pasa por otro lugar,
los perros del arrabal
le van oliendo el trasero.
Él se muestra placentero
con su semblante mohíno,
alza la pata y se mea
y sigue por su camino
perros

 

«Yo soy el que se comió»

(Dichos de nuestros mayores)

Yo soy el que se comió 
ciento cincuenta carneros,
cien vacas con su vaquero,
cincuenta cabras parías,
y de postre, cien sandías,
ciento cincuenta millares de nueces.
 
Lo repartí entre dos veces,
en la ciudad de Campando,
y allí estuve cagando
ciento cincuenta y tres meses.

rabelais2--644x362

«Manifiesto Día del Libro 2021», Jesús Carrasco

cartel_dia_del_libro_2021_1

JESÚS CARRASCO

     Estas palabras están dirigidas a ti, que todavía estás a salvo de la lectura. Que todavía no te has encontrado a solas con tu primer libro inolvidable. Quería darte la enhorabuena. No es que me alegre de que la lectura no esté entre tus hábitos. No es eso. Lo único que pretendo es avisarte de que estás en un momento maravilloso: el que precede a ese primer encuentro a solas con tu primer libro importante. Busca en tu memoria. Seguro que en tu vida ha habido muchos de esos momentos que anteceden al gozo: justo antes de darle el primer bocado a tu plato favorito, cuando el aroma que sube del plato te hace la boca agua; antes de ver a esa persona a la que tanto echas de menos; justo antes de vivir con intensidad uno de esos partidos históricos para tu equipo. Tú, que todavía no has sentido como un libro te roba horas de sueño; que todavía no te has metido en la piel de Madame Bovary, que no has seguido el curso del río Nilo hasta sus fuentes. Que no has vivido en los árboles, que no has bajado al centro de la Tierra, que todavía piensas que Don Quijote estaba loco. Te envidio, y de ahí mi enhorabuena, porque todavía tienes tanto por descubrir. Lo que daría yo por estar en tu piel. Por volver a ser aquel niño que se encontró un mediodía primaveral a solas con su primer libro. Un primo me trajo un álbum de Astérix que había sacado del bibliobús que pasaba por su pueblo. En Torrijos, donde yo vivía en aquel momento, ni siquiera había biblioteca municipal. Recuerdo que habíamos terminando de comer y yo todavía tenía un rato libre antes de regresar a la sesión de tarde del colegio. Saqué una silla de enea a la parte trasera del patio de la casa de mis padres. Debía de ser marzo o abril. El estómago lleno, la tibieza del sol, los primeros brotes en los arriates, el olor de la última humedad del invierno, el fresco musgo entre los cantos que empedraban el suelo. Esa fue mi antesala gozosa. El momento irrepetible al que tú todavía tienes acceso. Abrí aquel libro y te juro que, durante un rato, yo me hice de papel y me sentí al lado de aquel guerrero menudo y de su compañero, el tallador de menhires. Y me reí viendo a los romanos huir despavoridos y me relamí comiendo jabalí asado y noté la paz que transmitía el druida de aquella aldea de locos. Ese fue el primer asombro que un libro me produjo. El último, anoche mismo, cuando terminé rápido de cenar para meterme en la cama y abrir la novela que ahora estoy leyendo. Ese libro todavía no ha terminado. A lo largo del día de hoy he sentido la tentación de dejar lo que estaba haciendo para leerlo durante un rato. Pero he preferido no hacerlo. No quiero que se termine tan pronto. Quiero que me espere esta noche en la mesilla, que me de algunas horas mas de gozo. De una felicidad que no puedo explicarte porque, la única forma de entenderla, es haberla sentido y la única forma de sentirla es haber leído.

     No importa que esta noche no sea tu momento. Solo te pido que no abandones la idea. Date la oportunidad de encontrarte con ese primer asombro. No te desalientes si no lo consigues a la primera. Tendrás que probar con más de un libro hasta que llegue el que te haga sentir eso que todavía no puedes explicar. Pero querida amiga, querido amigo, cuando llegue ese día, te aseguro que no querrás parar de leer. ¿Y sabes lo mejor? Que a tu lado siempre habrá una librería, una biblioteca pública o un bibliobús. Solo tendrás que hacerte un pequeño carnet para abrirle la puerta a tantos momentos de felicidad. Si eres de las personas a las que no les gusta leer y, aún así, has llegado hasta el final de este texto, quizá sea el momento para que le preguntes a un amigo, a un familiar o a tu bibliotecario por un libro que te haga sentir bien.

Feliz día del libro 2021.

Manifiesto sobre el Día del Libro elaborado para La Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha

“La sombra de una retama”, Jesús Carrasco

Jesús Carrasco: «Miguel Delibes es uno de esos pocos autores que trascienden los límites de lo literario y dejan su huella no solo en sus lectores, sino en un país entero»

Retama blanca

                                  Retama con Feria al fondo, imagen de «La Voz de Feria»

   JESÚS CARRASCO

   Caminábamos por las sierras próximas a Feria, el pueblo natal de mi madre. Nos acompañaban Valentín y Mercedes, llegados desde Alba de los Cardaños, en el extremo norte de Palencia. Habíamos comenzado a andar muy tarde, así que, a pesar de que octubre ya mediaba y soplaba una brisa fresca, el sol nos hacía sudar casi como si estuviéramos en verano. Después de comer cada uno fue encontrando su ritmo y, hacia el final de la ruta, éramos ya un grupo deshilachado. A eso de las cuatro y media yo decidí sentarme a descansar sobre la hierba seca, a la escueta sombra de una retama. Cuando Mercedes me alcanzó, se detuvo a mi lado. Delibesme dijo, recomendaba no sentarse nunca al caminar. Sentí deseos de incorporarme inmediatamente, como si el mismísimo Delibes me hubiera hecho la advertencia, pero el pecado ya había sido cometido y no había mucho que yo pudiera hacer.

    Ahora, desde el frescor de mi casa, rememoro la anécdota y pienso que Miguel Delibes es uno de esos pocos autores que trascienden los límites de lo literario y dejan su huella no solo en sus lectores, sino en un país entero. A cada cual le alcanza de una manera: como maestro indiscutible de la lengua castellana, como periodista, pero también como defensor del medio natural, viajero, hombre de familia, cazador y un largo etcétera. Yo lo descubrí siendo adolescente cuando cayó en mis manos El camino y me lo volví a encontrar el otro día, muchos años después, a la raquítica sombra de una retama. Gracias, señor Delibes, por seguir tan presente en nuestras vidas.

Artículo aparecido en El Norte de Castilla, 12 de diciembre de 2020

“Los libros que no leíamos”, Jesús Carrasco

El autor retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros. No tanto de su contenido, sino del recuerdo de sus padres encuadernándolos

books-5615562_1920

JESÚS CARRASCO

 Yo crecí en una casa llena de libros en la que apenas se leía. Mi padre era maestro de la escuela pública y mi madre trabajaba criando a seis niños. Por las tardes, para completar el magro sueldo de mi padre, los dos encuadernaban libros. En aquella época la gente compraba los libros por fascículos en el estanco del pueblo. Cuando habían completado la colección, los devolvían al estanco, donde mi padre los recogía cada viernes en su Renault 4. Ese día se llevaba el trabajo para la semana siguiente y, al mismo tiempo, entregaba los libros encuadernados la semana anterior. Recuerdo el frío y la precariedad de aquel taller que mi padre había levantado con sus manos en el patio trasero de la casa. El olor al engrudo que utilizaban para pegar las guardas, la cola de carpintero diluida, las láminas de falsa piel con que forraban las pastas, el pan de oro para decorar los lomos. Recuerdo a mi madre sentada frente al bastidor, también casero, cosiendo fascículos. Tensaba unas tiras de tela de un dedo de anchura entre la parte alta del bastidor y su base y a ellas iba cosiendo los pliegos. El hilo de nailon que utilizaban era para nosotros sinónimo de resistencia. Era imposible desgarrarlo y, para trabajar con él, era preciso colocarse protecciones de cuero en las articulaciones de los dedos. Dediles, los llamaban. También fabricados por ellos.

    Cuando se casaron, cómo no, fue mi madre la que se hizo su propio vestido de bodas. Sabemos cómo fue por una fotografía en blanco y negro en la que ellos dos, como todos los recién casados de su tiempo, posan en el estudio de un fotógrafo. Parecen maquillados, enrasados con el resto de sus compatriotas por la misma luz gris que parecía manar de todas las bombillas de aquella España. Después de la boda, mi madre descosió su vestido, desmontó las piezas de tela y las convirtió en tiras. Cuando pienso en ella cosiendo libros, sentada en una mesa camilla entre pliegos de papel, no la imagino llorando sino concentrada.

    Ignoro para cuántos libros dio aquel vestido, pero lo que es seguro es que todos, o casi todos, están repartidos por Extremadura, de donde procedemos, y donde vivían ellos cuando se casaron. Sueño con reunir todos esos libros. Iría puerta por puerta, no como un vendedor de enciclopedias sino como un comprador. No me costaría ningún trabajo reconocerlos. Me bastaría aspirar su olor para saber que fueron encuadernados por mis padres. Me los llevaría a casa, los desmontaría, recuperaría las tiras de tela y se las llevaría a mi madre como quien hace una ofrenda. Sé que eso es algo que nunca haré, así que me consuelo sabiendo que su vestido perdura en el tiempo y que forma parte de los libros entre los que yo crecí. Libros que nuestros padres no tuvieron tiempo de leernos, pero que a mí me pusieron en la senda de lo que soy.

Artículo aparecido en El País Semanal, 2 de diciembre de 2018

 

“La Santa Cruz. Siempre en mi vida”, Laury Fernández

La Santa Cruz. Siempre en mi vida

El próximo 8 de mayo hará 50 años que tuvimos que salir del pueblo, emigrar, como muchos extremeños dejando nuestro pueblo, Feria, y nuestra tierra, Extremadura, atrás, con toneladas de pena hundidas en nuestro interior.

Yo era tan pequeño que apenas había sitio en mi corazón para un puñado de sueños. Por entonces corrían tiempos difíciles para todos, la vida en España entre las décadas de los 60 y 70 fue muy dura, especialmente en las zonas rurales. Eran momentos inciertos que muchos vivimos: la falta de trabajo, la escasez de recursos, la falta de fe o esperanza y las limitaciones de aquel mundo campesino, originó entre otras cosas la idea de emigrar.

Y decir riesgo, sea quizás un término demasiado comedido para definir la aventura. Aún guardo en mi memoria después de toda una vida, el momento de partida cuando salimos de casa, de madrugada, con el lucero del alba que nos acompañaría hasta el amanecer, aquella mañana de mayo de 1970. Nos pusimos en camino desde la calle Cano, bajamos hasta el pilar de San José, allí estaba esperándonos Cándido Sánchez, conductor reconocido y experimentado con su jeep azul de 9 plazas, Ligeros de equipaje, pero con la maleta llena de ilusiones.

Desde entonces…, Llevo en el corazón mi pueblo porque a pesar de que me fui, Feria sigue latiendo en él. En silencio donde un trozo de mí perdura escondido entre sus parajes, calles, plazas, barrancos y rincones.

Porque mi alma permanece allí donde nací, pero además por otros muchos motivos, lo que en un principio solo era un lugar donde vivir y que tuvimos que dejar muy a nuestro pesar, ahora se ha convertido en un lugar para vivir. Siempre en mi vida ha seguido el arraigo, el amor y cariño, a mi pueblo, a mi tierra y a la SANTA CRUZ. Aquellos años que nos dejaron la puerta encaja a la emigración. La respuesta surgió del viento. Ha pasado toda una vida y sigo sosteniendo el sentimiento, las nobles raíces rurales y los valores que nunca caducan y que cada vez son más necesarios, porque en Feria está mi epicentro vital, mi punto de partida de toda una vida y feliz punto de encuentro de tanta gente querida.

El paso de los años suele engrandecer lo vivido en un pasado que tal vez fuese hostil y duro por tener que emigrar. Cada vez que me transporto con la imaginación al lugar donde nací, me dejo arrastrar por la melancolía, por las emociones de un tiempo no contado y por los recuerdos que reposan en la memoria de mis ojos de adulto bañado por la congoja de lo vivido.

Feria, pueblo abrazado a la montaña como pintado en la roca e iluminado por tu luz. SANTA CRUZ, como escrito en mayúscula y descrito entre plata y azul, rodeado de mares escasos de agua, y olas tranquilas sin ser mar. Y sobre ella la roca milenaria, el majestuoso castillo. Como padre que observa la vuelta a casa de sus hijos que por algún motivo un día se fueron o tuvieron que emigrar.

A la memoria de mis padres

Laury Fernández

Fraga en Feria

El domingo 5 de octubre de 1969, el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, visitó la localidad de Feria.

Fraga llegó, la mañana de ese día, procedente de la vecina ciudad de Zafra, donde había pasado la noche anterior.

La Hoja del lunes del día 6 de octubre de 1969 recogía así la noticia:

DÍAZ AMBRONA Y FRAGA IRIBARNE PRESIDIERON EN ZAFRA DIVERSOS ACTOS

     El ministro de Información y Turismo, que pernoctó anoche en esta ciudad, fue agasajado por el Ayuntamiento con una cena, en la caseta municipal del real de la feria.

    Por la mañana, tras oir misa en la iglesia parroquial, el señor Fraga Iribarne se trasladó al vecino pueblo de Feria, siendo cumplimentado por el alcalde. El ministro dirigió unas palabras al vecindario que le había recibido cariñosamente. Visitó luego la iglesia parroquial y se trasladó al castillo del duque de Feria, regresando a Zafra.

    Don Manuel Fraga Iribarne acompañó al ministro de Agricultura, don Alfonso Díaz Ambrona, que había llegado por la mañana para inaugurar el primer mercado nacional permanente de ganados, visitando con éste y las jerarquías del segundo de los ministerios citados, todas sus dependencias e instalaciones. […]

    Seguidamente, el ministro de Información y Turismo, emprendió viaje a Llerena para seguir a Alburquerque y regresar esta noche a Madrid.

Pero fue el diario Hoy del día 7 de octubre de 1969 el que ofreció más información sobre aquel hecho.

Reproducimos a continuación la información más relevante sobre aquella visita, tal como aparecía en el citado diario. Lástima que no aportara ninguna documentación fotográfica sobre la misma:

EL SR. FRAGA IRIBARNE VISITÓ FERIA, LLERENA Y ALBURQUERQUE

Estudió las posibilidades de promoción turística de ellos, quedando admirado de los castillos de Feria y Alburquerque y de la iglesia y plaza de Llerena.

Por la noche regresó a Madrid satisfecho de su viaje

     El pasado domingo, el ministro de Información y Turismo, don Manuel Fraga Iribarne, realizó la serie de visitas programadas para su segunda jornada de estancia en la provincia.

     Antes de las ocho de la mañana ya estaba levantado, luego de pernoctar en el Parador de Turismo de Zafra. Se hallaba acompañado del director general de Empresas y Actividades Turísticas, don León Herrera; don José Manuel Fraga Estévez, hijo del ministro; gobernador civil, señor Gerona de La Figuera; presidente de la Diputación, señor Carracedo Blázquez; delegado provincial de Información y Turismo, señor Cerón Bailo; y consejero nacional por la provincia, señor Robina Domínguez.

    Visitaron el solar ofrecido por el Ayuntamiento para la construcción de la Oficina de Turismo segedana, que el ministro prometió saldría de sus obras. Se encuentra en un ángulo de la plaza Nueva.

Misa

     A las ocho y media el ministro, séquito y autoridades que le acompañaban oyeron misa en la Iglesia parroquial ex Colegiata de Nuestra Señora de la Candelaria, que ofició el arcipreste, don Manuel Ibáñez López.

     Durante lal misa, un hombre que se hallaba en el templo se sintió repentinamente enfermo y fue asistido por el gobernador civil ebn su calidad de doctor en Medicina.

Visita a Feria

     Finalizada la santa misa, el ministro decidió adelantar en más de media hora el programa previsto y se dirigió hacia la localidad de Feria, que dispensó al señor Fraga Iribarne un cariñoso recibimiento con numerosas pancartas (algunas escritas en castúo), banderas, colgaduras, música y todo el vecindario que aplaudió al señor Fraga, quien luego de saludar en la plaza central a las autoridades locales que le presentó el alcalde, don Eladio Buzo Casillas, se dirigió a la iglesia de San Bartolomé, que admiró detenidamente, para proseguir al Castillo en una mañana de niebla y amenazante de lluvia.

     El alcalde, señor Buzo Casillas, pronunció un discurso en el que comenzó diciendo que nunca había tenido el alto honor de dar la bienvenida a tan destacada personalidad. Hizo historia del pueblo aportando datos, fechas, nombres y detalles. Dijo que el Castillo de Feria, por su origen y situación, era el centro de la ruta de los castillos, y por las tierras que domina es llamado «el faro de Extremadura». Hizo un elogio del Caudillo y su Gobierno y terminó dándole un abrazo y rogándole que se lo diera en nombre de todo Feria al Jefe del Estado. Fue muy aplaudido.

     El ministro de Información y Turismo agradeció el recibimiento tributado y las cariñosas palabras del alcalde de Feria. El señor Fraga elogió la iglesia y el castillo visitados y prometió estudiar su posible promoción turística.

El ministro y el alcalde de Feria en una foto tomada casi un año antes, con motivo de la inauguración del Parador de Zafra

     Finalizada la visita a Feria, donde fue despedido con las mismas muestras de simpatía que a su llegada, el señor Fraga y séquito regreso a Zafra, donde, como reseñamos en otro lugar de este diario, asistió a la inauguración del I Mercado Nacional Permanente de Ganado.

    De Zafra prosiguió viaje hacia Llerena. […]

“El Ayuntamiento de Feria pretende adquirir el castillo ducal y ofrecerlo a la campaña por Universidad de Badajoz”, por Antonio Santander de la Croix

El 26 de julio de 1964 aparecía en el diario Hoy de Badajoz un curioso reportaje en el que se hablaba, entre otras cuestiones, de la intención del Ayuntamiento de Feria de adquirir el castillo de la localidad para ofrecerlo a la campaña pro Universidad de Extremadura.

Van apareciendo a lo largo del artículo distintos personajes y actividades características de aquellos momentos.

Reproducimos a continuación la información tal como aparece en el citado diario:

 «Siempre que se va o viene de Badajoz a Zafra, llama poderosamente la atención un castillo y un pueblecito recamado a su vera: Feria.

  Los ojos sin querer se van hacia él, de día, con idea de adivinar lo que en el bello paraje se encierra. De noche se van los ojos tras las luces de Feria que anclada en las olas rocosas que dan sede a su castillo parece soñar las más grandes epopeyas del primer conde de Feria, el gran prócer extremeño Lorenzo Suárez de Figueroa, también llamado el Magnífico.

                                        Panorámica de Feria, años 60

  Feria y su castillo, más o menos lejano de la carretera general de Sevilla, nos atrae a su cumbre. Desde que llegamos a estas tierras de Dios, siempre que fuimos o venimos por dicha carretera sentimos la llamada, inevitable, pero no es pueblo que quede junto a ella: hay que hacer propia intentona para llegar a él. Recientemente, acompañando al delegado provincial de Información y Turismo señor Nevado Carpintero y al secretario de la Delegación Sr. Narváez vimos colmados nuestros deseos.

UN GRAN AMIGO

  El alcalde de Feria, don Eladio Buzo Casillas, también es un amigo de los primeros. Lo conocí en Zafra, a poco de mi llegada, hablándome con gran entusiasmo del castillo de Feria, para poner un repetidor de televisión. Entonces no existía el de Arroyo de San Serván.

 Todavía está en pie el ofrecimiento para instalar en Feria si se precisa algún repetidor más –nos dice al saludarnos el señor Buzo Casillas.

  Asomándose a la magnífica balconada del Casino, apunta con el dedo al castillo que corona nuestras cabezas diciendo:

   –Ahí es un sitio ideal. Después de comer subiremos.

  Recién llegados, con el calor metido en la carne, apetece la cerveza fresca, pero me tuvieron que llamar varias veces porque me quedé extasiado en el balcón, contemplando el majestuoso panorama: kilométros y kilómetros de extensión en la mínima superficie de las pupilas.

  –Eso no es nada, nos dice don Eladio– desde el castillo se ven por lo menos veinte pueblos. Los días despejados se alcanza hasta los montes de Toledo.

¡MADRECITA! QUIEN TUVIERA

  Me vino entonces a la memoria una copla que me parece que se la oí a nuestro compañero Antonio Pesini alguna vez al pasar cerca de Feria por la carretera de Badajoz a Sevilla.

"¡Madrecita!, quién tuviera
la tierra que se divisa 
desde el castillo de Feria."

  Yo me conformaría con la que llega a los ojos desde el maravilloso balcón del Casino.

  Pese a que el calor cae de plano en este verano extremeño, en Feria, por su altura, corre un airecito fresco. Da gusto andar por las calles cuando nos dirigimos a la fonda del pueblo: a «Casa Daniel». El hospedaje cautiva por su limpieza y por detalles ornamentales que no son propios, corrientes, en los pueblos. Daniel, el fondista, es un tipo humano que todo el día debe estar con la brocha, la escoba y el martillo, cuidando cualquier deterioro natural por el uso y habitación de los viajeros. Uno siente ganas de quedarse unos días en la tranquila y mimada fonda de Daniel a descansar como los ángeles y a comer como el chiquillo del esquilador.

EL BUEN PAN DE FERIA

  Después de almorzar en la simpática fonda se reciben fuerzas hasta para subir a pie al castillo. Y eso es lo que hicimos. No sin antes pasar por el Casino a tomar café y copa. Hablamos de buen pan de Feria, excelente, ¡qué rico! Del que no hay en Badajoz. Podríamos llevarnos uno a la capital, pero la jornada fue tan apretada que tuvimos que salir de prisa sin acordarnos.

  Con don Eladio Buzo Casilllas, que no se apartó un momento de nosotros, dispensándonos toda clase de amabilidad, y el secretario del Ayuntamiento, señor Montes de Oca, hicimos la subida al castillo por calles de inmaculada blancura y pulquérrima limpieza, con profusión de flores en ventanas u balcones. El alcalde, hombre muy fino e inteligente, captó nuestra sorpresa:

  –Aquí la limpieza la cuidamos mucho. El gobernador civil ha tomado nuestro sistema como modelo para la provincia.

 Uno de los guardias municipales que nos acompañan, en nuestra excursión al castillo, nos enseña el bando que reproducimos por lo curioso. Dice así:

CURIOSO BANDO

  «Don Eladio Buzo Casillas, alcalde presidente del Ayuntamiento de esta villa de Feria, hago saber: Que aprobadas las ordenanzas para el ejercicio de 1964, entre otros está establecido el arbitrio de revoco de fachadas por lo que se advierte a todo el vecindario que un plazo comprendido entre el 1 de mayo y el 31 de julio han de quedar blanqueadas todas la fachadas, jarás y demás paredes que den al exterior y que sus dueños deseen queden exentas de arbitrio. Para ello en el Ayuntamiento se está confeccionando un padrón del que se darán de baja las paredes, jarás, etc., que sus dueños se personen a manifestar haberlas blanqueado y tras la comprobación correspondiente, no causando baja las que no cumplan este requisito. Lo que se hace publico para general conocimiento y cumplimiento de todo el vecindario.»

  Vistas de la calle Albarracín con el castilo al fondo, mediados del siglo XX

  –Por lo general todos los vecinos cumplen –nos dice el alcalde. Y el que no, se le aplica el arbitrio y blanquea el concejo.

  Pero no solo llama la atención la blancura de las casas, sino la limpieza de los tejados. Es más, vemos en varios de ellos a personas moviendo tejas.

  –Al paso que se blanquea se suele dar un repaso a los tejados –dice.

LOS ZAPATOS DE NARVÁEZ

  La antesala del castillo son unas eras en las que aprovechando el viento varias personas hacen operaciones de limpia. De aquí, un camino, conduce a la fortaleza que imprime el carácter guerrero de la antigua Feria. Los pies tropiezan con unos pedruzcos, de color un tanto marrón.

  –No son piedras –nos dice el señor Montes de Oca– son escorias de las fundiciones de hierro que había en tiempo en Feria. En la sierra Herrera, próxima aquí, hay yacimientos.

  El que más veces debió tropezar fue el señor Narváez, que terminó por «cargarse» unos zapatos nuevecitos. El día que subimos al castillo de Medellín, le sucedió la misma cosa. El amigo Narváez, por esta campaña en favor de los castillos, lo menos que debe pedir a la Asociación Nacional de Amigos de los Castillos es que, siempre que tenga que subir a alguno de ellos, le regale un par de zapatos por si acaso.

  A la puerta de las murallas que rodean el colosal torreón de homenaje, existen testigos de una iglesia que hubo en tiempos, y fue parroquia de Feria, en cuyos contornos se han encontrado restos humanos que hacen suponer que existiera, también, en dicho lugar el cementerio.

UN CASTILLO QUE DA TRIGO

  Pero la mayor sorpresa es encontrar, al traspasar la entrada del castillo, un campo de trigo, en el terreno aprovechable del mismo, en la plaza de armas. Si en el pueblo corría el aíre, en el castillo, su atalaya, se está que da gusto. No importa que haga calor. Se respira a las mil maravillas y entran ganas de quedarse allí perdidos los ojos en la tierra que se divisa.

  –Hay una leyenda que dice que existe un camino subterráneo por el que se comunica con el castillo de Nogales –nos dice el secretario.

  A nosotros que nos gusta creer todo lo que nos dicen de los castillos, buscamos el agujero, encontramos varios, cisternas, refugios… pero no damos con el de Nogales. ¡Pero la leyenda es tan bonita…!

  La vista de Feria desde su atalaya es inconmensurable: es muchísimo mayor de lo que parece desde la carretera de Sevilla. La villa es hermosa. Tiene el orgullo de haber dado a duques y condes su nombre. Ellos le dieron a cambio por armas heráldicas, las cinco hojas de higuera de los Figueroas –es árbol que abunda próximo al castillo- alternando muchas veces con el cuartelado oscuro de los Manuel, descendiente de este nombre, hijo de Fernando III el Santo, apellido de la esposa del primer conde de Feria.

PARA LA FUTURA UNIVERSIDAD

  Los hoy deteriorados recintos se agarran a las rocas del cerro con las torres de su línea defensiva y la central mole cuadrada de la del homenaje, perfectamente conservada. En 1241, ganó a los moros este baluarte el maestre de Santiago don Pedro Gómez Mengo; pero el actual fue obra del primer conde de Feria a quien Enrique IV en 1460 concedió el condado, convertido por Felipe II en 1567 en ducado con el quinto conde.

                                              Vistas del Castillo de Feria

  El Ayuntamiento –nos dice el alcalde– piensa adquirirlo a sus actuales dueños los duques de Medinaceli y ofrecerlo como aportación a la campaña pro Universidad extremeña.

  Celebrando las palabras del señor Buzo Casillas, descendemos de la cumbre, desde la que se divisan tantos castillos, tierras y pueblos que fueron de la gran casa, la más importante de toda Extremadura que tomó nombre de esta bella y limpia ciudad de Feria, a la que hicimos un completo recorrido por su paseo de circunvalación, visitando la ermita, las nuevas escuelas –donde con grandes esfuerzos se construye un campo de deportes– plaza de la iglesia, que por el brillo de su enlosado puede llamarse «de los espejos», etc. En la puerta de la parroquia de san Bartolomé los viejos del pueblo descansan en animada tertulia. El alcalde llamó a uno de ellos y le preguntó simpáticamente, que de qué cosa tocaba «hablar mal».

  El vejete, con cara redondita, ojos alegres, y dulce expresión, saltó como un rayo:

   –De nadie. ¿De quién vamos a hablar mal?

   –Estos señores son de confianza –dijo el alcalde–. Vamos a tomar con ellos unas cervezas.

  Terminó por confesarnos que no había salido del pueblo desde que hizo la «mili» en Sevilla y que le gustaba más la cerveza que la «gaseosa de pito» que se bebía en su tiempo. Que cuando era mozo trabajaban de sol a sol por cuarenta reales todo el verano y encima tenían que llevar a la mujer para que les ayudara.

  En un momento que se ausentó el alcalde le dije que podía hablar mal de él.

  –No, es una «güena persona»– me espetó.»

“Sin mirarte yo te veo”, Laury Fernández

Sin mirarte yo te veo”

    Desde muy niño se han posado mis ojos en tu reino maravilloso. Virgen de Consolación. Tu presencia dulce y serena a lo largo de mi vida me ha unido a ti sin apenas darme cuenta. Como una suave brisa, tu imagen divina me envuelve, me llena de vida, de ilusiones, de sentimiento, de emociones. Magia en tu presencia, alumbrándome los días. Transformando mis penas y mí llanto….en sonrisas y alegrías.

  ¡Cuánto amor a nuestra Virgen de Consolación! Que a mis pensamientos desde la distancia alas presta, donde mi alma vuela para regresar allí, a tu lado siempre.

    A ese lugar sagrado, en el que tu imagen habita, en la Ermita de los Mártires, donde una puerta abierta te invita a entrar, y en silencio respiro hondo y la memoria de las emociones se impone a los recuerdos y me hace soñar, con la mujer que más he querido y quiero, ella, lo sabe. Su amor sigue dando sentido al que ahora soy. Aunque ella ya no está.

    Donde no hace mucho tiempo, en su patio de entrada estaba sembrado de flores y palmeras que engalanaban…que hasta un oasis pareciera.

   Allí en sus ramas se posaban los pájaros y ruiseñores, donde el silencio se disfruta con los ruidos del viento, las voces, las sombras, el cielo en calma, el frío, la lluvia, los campos.

    La luz del amanecer, con su fresca brisa acariciadora, y despertando con el aleteo de alguna tímida torcaz, surcando el azul del cielo.

    Pero nada es eterno y hay paisajes que desaparecen para siempre. Y aún hoy siguen sonando muy dentro de mí. Si adentro mí oído en el corazón del tiempo. Y como si esperando una segunda oportunidad, invadidas por una característica y demoledora plaga del picudo rojo, se quedaron las raíces y el tronco de las palmeras secas, dando a mi alma padecer.

    Pero la escultora, Lupe Arévalo, en una labor de verdadera artista se encargó, de darle vida, alegría y esplendor transformándolas en autenticas estatuas y obras de arte como piezas de museo al aire libre, en un lugar que rezuma sosiego y paz, indicadores del valor ambiental, en la antesala de la bella ermita y su entorno de una belleza sin par.

    Porque tú, Virgen De Consolación y la pureza de este espacio natural, mágico y maravilloso desde niño me enseñaste a querer y…Sin mirarte yo te veo, Consoladora de nuestro pueblo querido. Hoy puedo decir una verdad absoluta, que en tus ojos veo el cielo. Desde la distancia con los ojos, del corazón, sin palabras y en silencio.

Laury Fernández