“Elogio de las manos”, la nueva novela de Jesús Carrasco

Once años después de que se publicara su exitosa y celebrada novela Intemperie, Jesús Carrasco regresa con Elogio de las manos, una obra que supone una nueva vuelta al mundo rural y que reivindica el trabajo manual y la importancia de lo que nos rodea

Con ella el autor extremeño se ha hecho merecedor, por unanimidad entre todos los miembros del jurado, del premio Biblioteca Breve 2024. Quienes han destacado que es «una novela curativa y luminosa que aborda la restauración de una casa en el campo que redime a la familia que la ocupa». 

     «La mañana en que pusimos un pie por primera vez en aquella casa ya sabíamos que la iban a derribar. Era solo cuestión de unos pocos meses, un año, a lo sumo: el tiempo que tardara el propietario en gestionar los permisos y reunir el dinero necesario para construir varios apartamentos en el terreno en el que se levantaba aquella vivienda, abandonada tantos años atrás. Que aquel lugar terminara siendo una parte importante de mi vida, casi una extensión de mi cuerpo, es algo cuya responsabilidad solo puedo atribuirme a mí mismo. Porque fui yo, sin que nadie me obligara, el que le entregué a la casa una parte sustancial de lo que soy: mis manos».

Esta novela, de la que comenzó a tomar notas en 2016, poco después de publicar La tierra que pisamos, es, sin duda, su obra más autobiográfica, de peripecia personal donde pretende reflexionar sobre el trabajo manual, los objetos, y sobre lo sensorial en un mundo tan evanescente como el actual. En ella busca reconocer y adentrarse en la importancia del trabajo manual y en la importancia de los valores que se transmiten en la familia. Trata temas universales como la muerte, el amor o el paso del tiempo, y lo hace con humor, ternura y ligereza, pero sin perder profundidad.

La primera intención del autor extremeño fue escribir un ensayo puro. Sin embargo, el resultado final es más bien una indagación en sus intereses reales, pero con forma narrativa, es decir, una novela, en la que el narrador coincide en un gran porcentaje con el autor. El mismo Carrasco ha afirmado que «muchas de las inquietudes del narrador son mis inquietudes. Muchos de los puntos de vista del narrador son mis puntos de vista. Pero he construido una novela. Yo también me he incluido en la novela como un personaje y hago cosas que no hago en la vida real. Me retrato, me perfilo como personaje de unas formas que no coinciden exactamente con mi perfil real. Soy mucho más gracioso en la novela que en la vida real y, a veces, más hábil que en la vida real también. Y a veces más torpe que en la vida real. Me he deformado como he deformado al resto de los personajes para convertirlos en eso: en personajes».

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Entre «aguaeras» y serones. Artesanos de la familia materna del autor trabajando el esparto, hace ya bastantes años, en la villa de Feria

     «Por otra parte, su cercanía me llevaba, como tantas cosas en la casa, a la infancia. Al recuerdo primitivo de un tío mío, espartero, que en algún momento me subió a lomos de su burro y me llevó a ver las colmenas que tenía en una pequeña parcela con almendros y muretes de piedra en Feria, Badajoz.

      Me recordaba también a otra burra que nunca vi, pero que forma parte del relato fundacional de mi familia. Era el animal con el que el tío Paulino iba cada madrugada desde Feria hasta Zafra para cargar, envueltas en paja, grandes barras de hielo. De regreso al pueblo, picarían ese hielo, lo distribuirían alrededor de una heladera y mi madre y sus tres hermanos se pasarían muchas horas seguidas girando una manivela hasta cuajar la leche. Luego, después de comer, venderían los helados casa por casa en los tórridos veranos al sur de la tierra de Barros».

Vengo de una familia trabajadora. Además de sus oficios, mis padres encuadernaban libros, y hacían muchas otras cosas para sacar adelante a sus seis hijos. Las manos y el trabajo manual siempre han estado en la familia, mi padre nos daba un martillo de niños para que claváramos nosotros mismos y tardé mucho tiempo en descubrir que esto tiene que ver con la autonomía. He reunido estas piezas en este libro, pero las implicaciones de las manos para mí son muchísimas”, ha afirmado su autor.

Lola Pons, integrante del jurado, ha destacado el léxico de lo rural y el retrato de ese campo del sur español «que no es sórdido ni aparece de forma edulcorada. La salud mental también aparece en la novela, pero es original porque aquí los terapeutas son una burra, los amigos, el campo, el sol de Cádiz y todo eso se permea en una novela que resulta agradable».

Elogio de las manos es una novela de escritura muy sensorial, donde el tacto y los olores vuelven a estar muy presentes, sin olvidarse de los paisajes que tanto le gusta a Carrasco retratar de esa manera tan pormenorizada. Con pasajes de enorme sensibilidad y belleza, y plagada de profundas reflexiones y de referencias a títulos de películas y libros en los que las manos tienen un papel destacado. Una novela magnífica, que está muy bien escrita y que hará, sin duda, las delicias de sus muchos lectores. Absolutamente recomendable.

    «Siempre nos ha gustado pintar las casas en las que hemos vivido. Hay en ello una renovación sencilla y una promesa de comienzo. En ocasiones, solo después de pintar una pared somos conscientes de la suciedad que tenía, de lo necesario que era ese trabajo. La alegría de un muro blanco es la de un renacimiento».    

SINOPSIS

Una novela tan extraordinaria como la peripecia de sus protagonistas

En el año 2011, el narrador de esta novela y su familia llegaron, de un modo azaroso, a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España. Un acuerdo con el propietario les permitiría hacer uso de ella mientras él encontraba financiación para construir allí unos apartamentos. Era solo cuestión de tiempo que la casa fuera derribada. Sin embargo, durante los años siguientes, pasaron largos periodos en ella, reparándola con sus propias manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración.

Allí recibieron a vecinos y amigos; con ellos compartieron comida, música, trabajo y risa. Allí la familia llegó a convivir con una docena de gallinas, varios caballos y burros, dos perros y algún ratón. Nunca perdieron de vista que terminarían llegando las máquinas excavadoras, lo que convirtió la experiencia en aquella casa en una elocuente metáfora de la vida: nos entregamos a ella aun sabiendo que termina.

     «Con el tiempo he comprendido que aquel escenario compartido con Marie reproducía uno que, de niño, compartí con mi padre cuando, junto a mi madre, encuadernaba libros en un taller parecido a una chabola. En aquel espacio él terminaba los libros que mi madre previamente cosía y allí bajaba yo por las tardes para penetrar en una esfera singular, diferente a las otras en las que me movía. Nada que ver con el colegio, con la casa, con la calle o con el campo. Aquel era un espacio de trabajo lleno de herramientas especializadas, materiales, olores y un acusado aire de provisionalidad. En aquel lugar mi padre puso entre mis manos, por primera vez, su martillo. Me dio un trozo de madera y algunos clavos usados y me enseñó primero a enderezar los clavos y luego a clavarlos. Podría parecer que solo pretendía mantenerme entretenido para que no le distrajera de su tarea. Quizá fuera así, nunca se lo pregunté. Prefiero, en cualquier caso, creer otra cosa: que a mi padre le gustaba tenerme cerca y que quisiera enseñarme a manejar el martillo con el fin último de emanciparme. Instruirme en una actividad que contribuyera a mi autonomía. Que no necesitara la ayuda de otro para golpear adecuadamente con aquella herramienta sencilla. Con el tiempo vinieron otras muchas enseñanzas de esa índole: arreglar el pinchazo de una rueda, cambiar un enchufe, afilar un lápiz con un formón, desmontar un tejado antiguo, mezclar cemento, arena y agua».    portada_pbb-2024_varios-autores_202402051320

Elogio de las manos es una novela tan extraordinaria como la peripecia vital de sus protagonistas, una historia en la que caben la aventura, la reflexión y el recuerdo. Con el talento expresivo que le caracteriza, Jesús Carrasco logra que la vida se cuele entre sus páginas, demostrando que la profundidad no está reñida con la ligereza y que ambas pueden iluminar un libro inolvidable.

      «En lo que a mi experiencia se refiere, este elogio es un elogio de las manos liberadas. Emancipadas de la ancestral condena del trabajo y de la necesidad. Manos creativas y también recreativas. Para el minero que se rajó las uñas arrancándole a la montaña su carbón; para la lavandera de piel agrietada, comida por los sabañones; para la tejedora; para el cabrero; para la hija-madre-abuela que abandonó su tierra para limpiar con una esponja la piel transparente de unos viejos lejanos, piel lechosa; para el niño soldado; para el que rebusca en la basura; para el aceitunero que no pudo siquiera ser altivo; para los parias, para el que tuvo que reunir sus propias tripas en la trinchera de una guerra que no era suya. Las manos, una condena».

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabajó como redactor publicitario, actividad que compaginó con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada, entre otros, con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido. Intemperie ha llegado ya a más de 30 países, cuenta con 29 traducciones y otras tantas reediciones en España y ha sido traducida a veintinueve lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano, con Luis Tosar como protagonista. 

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016 y ha sido traducida a 15 lenguas.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021) ha cosechado excelentes críticas y lleva, desde su publicación, cinco ediciones y otras tantas traducciones. Se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior y el Casino de Santiago (2023).

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Ha traducido del inglés The Night Always Comes (La noche siempre llega, 2023), del autor norteamericano Willy Vlautin, novela publicada en España por Seix Barral. En los últimos diez años ha impartido talleres y cursos de escritura, moderado debates, presentado libros y entrevistado a autores como Antonio Muñoz Molina, Paco Calvo o Juan Luis Arsuaga.

Elogio de las manos (2024) es su última novela.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

    «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco