Jesús Carrasco: «Miguel Delibes es uno de esos pocos autores que trascienden los límites de lo literario y dejan su huella no solo en sus lectores, sino en un país entero»

Retama con Feria al fondo, imagen de «La Voz de Feria»
JESÚS CARRASCO
Retama con Feria al fondo, imagen de «La Voz de Feria»
JESÚS CARRASCO
Los diecisiete relatos que forman estas Viejas historias de Castilla la Vieja se publicaron por primera vez en 1960, junto con una serie de grabados de Jaume Pla, con el título de Castilla. Posteriormente la editorial Lumen los publicaría, ya con su título definitivo, en 1964.
Víctor García de la Concha nos dice, en el Prólogo del tomo III de las Obras completas, Ediciones Destino, de Miguel Delibes, lo siguiente sobre esta extraordinaria obra del escritor vallisoletano:
«Viejas historias de Castilla la Vieja se sitúa en un espacio intermedio entre el cuento y la novela: el espacio de las memorias particulares. Es el discurso que hace “el Isidoro”, un hombre de pueblo que regresa a él tras cuarenta y ocho años de ausencia en Panamá. A lo largo del discurso van quedando diseminados datos que permiten recomponer su historia hasta ese momento. Hijo de labradores relativamente acomodados, su padre que, aunque rudo, tiene una veta ocasional de pensador y al que, por su costumbre de subir a la meseta del páramo, llaman en el pueblo “Mahoma”, quiere darle estudios y, así, en 1905 lo manda a un colegio de la ciudad para que haga el bachillerato. Profesores y alumnos lo consideran de pueblo –“llevas el pueblo escrito en la cara”, le espeta un profesor–, lo que le hace avergonzarse y tratar de evitarlo. Cuando vuelve al pueblo le gusta, por el contrario, que los compañeros le digan que “va cogiendo andares de señoritingo”. Pero en su relato confiesa que desde chico notaba en el interior “un anhelo exclusivamente contemplativo” y tal vez por eso nunca la interesó el colegio, y despreció la petulancia de los profesores y sus explicaciones. Cuando preguntaban por lo que realmente le importaba –algunos fenómenos geológicos de su pueblo, en concreto– las respuestas le parecían vacías abstracciones: él quería simplemente que le “respondieran en cristiano”. Un día que su padre vino a visitarle, el profesor le desengañó: “De aquí no sacaremos nada; lleva el pueblo escrito en la cara.”
Un día de verano, al cumplir catorce años, el padre lo subió con él al páramo, y a solas, sin testigos, le preguntó si definitivamente quería estudiar o no. La respuesta fue negativa. “Y trabajar en el campo?” Responder de nuevo que no, le costó un buen castigo: ”Me sacudió el polvo en forma y, ya en casa, soltó al Coqui y me tuvo cuarenta y ocho horas amarrado a la cadena del perro sin comer y beber.”
Así que, como dirá después, “en cuanto pude, me largué” del pueblo.»
Sin embargo, el emigrante pronto se da cuenta de que en la gran ciudad no se atan los perros con longanizas. Descubre que ya no le mortificaba ser de pueblo y hasta empieza a añorar las cosas de su humilde aldea.
«Y empecé a darme cuenta, entonces, de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto eran siempre los mismos, mientras las pilas de ladrillo y los bloques de cemento y las montañas de piedra de la ciudad cambiaban cada día y con los años no restaba allí un solo testigo del nacimiento de uno, porque mientras el pueblo permanecía, la ciudad se desintegraba por aquello del progreso y las perspectivas de futuro.»
Delibes nos presenta en estas Viejas historias de Castilla la Vieja una visión del medio rural castellano que conocía de primera mano, ya que son hechos y situaciones que vivió durante su infancia y adolescencia. Son pequeñas historias llenas de ironía, lirismo y sensibilidad, de las que se desprende una gran amor por unas formas de vida hoy casi desaparecidas y que tan bien conocía el escritor vallisoletano. Los protagonistas de estas historias son personajes sencillos con una fuerte vinculación a la tierra que les vio nacer.
Viejas historias de Castilla la Vieja es un libro magistralmente escrito, con un lenguaje vivo y sencillo, y que contiene hermosas estampas del campo castellano.
Un libro muy recomendable. El propio autor lo ha señalado como unos de sus libros preferidos:
«A lomos del idioma y de los grabados de Pla recogí en cincuenta páginas la Castilla que me gustaba de la mitad del siglo XX, una Castilla estática, que no cambiaba, siquiera los propios castellanos tampoco parecieran desearlo. Simplemente vivían: trabajaban, se enamoraban, celebraban pequeñas fiestas y no aspiraban a más. Tan pronto terminé aquellas historias –en apenas una semana– advertí una cosa: aquel medio centenar de páginas decían más que ningún otro libro mío sobre lo que era Castilla y lo que eran los castellanos. El paisaje árido, sus habitantes, las costumbres, los secretos del campo, las siembras de año y vez… cabían en cuatro líneas y no necesitaban mayor explicación. Entonces concluí que Viejas historias de Castilla la Vieja era mi obra preferida por su limpio perfil de Castilla, y tan sólo cuando nacieron más tarde Los santos inocentes, y El hereje apelé al viejo truco de dividir mis obras en breves, medianas y largas. De las primeras, Viejas historias de Castilla la Vieja era la más representativa; Los santos inocentes lo era de las segundas y, finalmente, lo era El hereje de las novelas largas. Una manera de no dejar nada en el tintero y todos contentos.»
Nota del autor en la edición de sus Obras completas, Ediciones Destino, 2007
SINOPSIS
Hay una manera de ser de pueblo como hay una manera de ser de ciudad. En la ciudad las cosas cambian de prisa; los altos edificios, las luces y los automóviles que no cesan, esconden como pueden el apresuramiento atontado de la multidud, los gozos –si los hay– y las penas, si te paras a pensar. Una ciudad pesa tanto que da pavor pensar en ella. El pueblo está ahí, sumiso, apagado, mezclándose cada vez más con el color de la tierra. ¿Que han pasado cuarenta y ocho años y vuelves de las Américas? ¿Y qué? En Castilla no se cuenta por años sino por siglos, y allí estarán esperándote, todo igual, las casas, los árboles, los campos agotados, las gentes envejecidas, el arroyo que pasa entre cañizos y el polvillo de la trilla pegado a los muros.
«El páramo es una inmensidad desolada y, el día que en el cielo hay nubes, la tierra parece el cielo y el cielo la tierra, tan desamueblado e inhóspito es. Cuando yo era chaval, el páramo no tenía principio ni fin, ni había hitos en él, ni jalones de referencia. Era una cosa tan ardua y abierta que sólo de mirarle se fatigaban los ojos. Luego, cuando trajeron la luz de Navalejos, se alzaron en él los postes como gigantes escuálidos y, en invierno, los chicos, si no teníamos mejor cosa que hacer, subíamos a romper las jarrillas con los tiragomas.»
La precisión, riqueza y naturalidad de la prosa, un profundo conocimiento del medio humano y del entorno geográfico de los pueblos de la Meseta, la combinación de distanciamiento irónico y simpatía profunda hacia el mundo rural se funden en las prodigiosas estampas contenidas en «Viejas historias de Castilla la Vieja». Un emigrante regresa a su aldea tras una larga ausencia y rememora la vida de un pueblo castellano de principios del siglo XX: por una parte, estancamiento, rutina, superstición, atraso, pobreza; por otra, sensación de arraigo y pertenencia, relaciones comunitarias, contacto inmediato con vínculos primarios.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
Más sobre Delibes y su obra en Fundación Miguel Delibes
OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA
«Hacen falta años para percatarse de que el no ser desgraciado es ya lograr bastante felicidad en este mundo.»
La sombra del ciprés es alargada es la primera novela del escritor vallisoletano Miguel Delibes, publicada en 1948 y con la que obtuvo el Premio Nadal de 1947.
Pedro, huérfano desde la infancia, nos cuenta su vida desde que es confiado por su tutor al señor Mateo Lesmes, que regenta en su propia casa una academia sobre estudios de segunda enseñanza, en Ávila, para que se encargue de su educación hasta que concluya el Bachillerato.
Durante la primera parte de la novela, el pesimismo, y el temor a la muerte presiden de forma casi constante la vida del muchacho, que solo encuentra cierta dicha con la llegada de un nuevo pupilo al austero y sombrío hogar del señor Lesmes.
«Cuando poco más tarde don Mateo me acompañó a mi cuarto y se despidió de mí deseándome buenas noches, volví a experimentar la angustia de soledad que me acongojase una hora antes. Encontré mi habitación fría, destartalada, envuelta en un ambiente de tristeza que lo impregnaba todo, cama, armario, mesa y hasta mi propio ser. Temblaba al desnudarme, aunque el frío no había comenzado aún a desenvainar sus cuchillos. Me daba la sensación de que todo, todo, hasta las paredes y el techo de la habitación, estaba húmedo de melancolía. Por otro lado, nadie se preocupó de llevar a aquel cuarto la caricia de un detalle. Todo raspaba, arañaba, como raspan y arañan las cosas prácticas. No existía una cortina, o una estera, o una colcha, o una lámpara con una cretona pretenciosa. Allí todo era rígido como la vida y útil como la materialidad del dinero lo es a los espíritus avaros. Me resigné porque esta vida arrastrada, materializada, estaba forzado a vivirla unos cuantos años. Y al apagar la luz y llenarse de lágrimas mis ojos –que aguardaron a las tinieblas para no escandalizar a la materia que me envolvía–, mi pensamiento quedó muy cerca; dentro de la misma casa, pero, casualmente, fue a parar a Fany y a los dos pececillos rojos que nadaban en la pecera verde.»
En la segunda parte de la novela, Pedro, que se ha convertido en marino después de su paso por la universidad, de acuerdo con la educación recibida, persistirá en una vida carente de afecto, y llena de renuncias y de desconfianza hacia los demás.
La novela tuvo un gran éxito de público, pero fue recibida con diversidad de opiniones por parte de los distintos sectores de la crítica. El propio autor escribió, en el Prólogo a su Obra completa de 1964, que La sombra del ciprés es alargada se trataba de una «novela mediocre, de un libro balbuciente. Como muchas primeras novelas no es mala por lo que le falta sino por lo que le sobra. Sin embargo, y pese a considerarla malograda, es una novela con fuerza, que mete el frío en los huesos. No estoy de acuerdo con aquellos que me censuraron la impropiedad de los pensamientos y sentimientos del niño Pedro, el protagonista, puesto que esos sentimientos y pensamientos fueron los míos a esa edad. En cuanto a la forma de expresarlo tampoco, supuesto que Pedro los analiza desde su madurez. La novela peca de muchas cosas. Digamos de enteriza, de sentenciosa, de convencional en su segunda parte. La redime, si es caso, la novedad del tema, lo que éste tiene de angustioso y universal. En todo caso y pese a sus ingenuidades, a su defectuosísima resolución, comprendo que es un libro para fijarse en él, para que en un concurso prácticamente de noveles no pase inadvertido. De todos modos, La sombra del ciprés es alargada, pese a ser la peor de mis novelas, o quizá por ello, se ha vendido como ninguna y en la actualidad se sigue vendiendo a un ritmo sorprendente».
En 1990, la novela fue llevada al cine con el mismo título por Luis Alcoriza y fue protagonizada, entre otros, por Emilio Gutiérrez Caba y Fiorella Faltoyano.
Ávila, principios de siglo. Pedro, un niño de nueve años, acompañado por su tutor, entra a vivir en casa de Don Mateo, maestro autodidacta, que a partir de ese momento será el encargado de su educación. Pedro entabla una relación casi familiar con Doña Gregoria y Martina, esposa e hija de su maestro. La aparición de Alfredo, como compañero de habitación y estudios, completará el círculo de su entorno afectivo. La vida de provincias, las relaciones con sus compañeros y la especial relación entre la vida y la muerte inculcada por Don Mateo, influirá definitivamente en su vida futura. (FILMAFFINITY)
«En La sombra del ciprés es alargada asistimos a la educación sentimental de Pedro, un niño huérfano que ingresa como pupilo en la casa de un maestro que debe cuidar de su preparación escolar. El lector que se adentra en la novela es capturado inmediatamente por una serie de sensaciones que ya no le permiten dejar el libro. Son sensaciones múltiples, que atañen a la trama, sí, pero que van más allá de ella y se extienden a la belleza del paisaje evocado, un paisaje en medio del cual destaca la ciudad amurallada de Ávila, escenario de la acción.
La verdadera protagonista de la novela, con todo, es la muerte. El tema, como bien se sabe tiene un atractivo especial y una larguísima historia en la literatura española. Se trata, por otra parte, de una presencia constante en la existencia humana. Y en el ambiente en que el protagonista se desenvuelve, gris y pesimista, es algo inexcusable.
El ciprés que da título a la novela es una presencia fúnebre que domina desde el comienzo hasta el final y proyecta su sombra “alargada” sobre toda la experiencia vital del muchacho. Los únicos momentos felices del protagonista corresponden a su amistad con Alfredo, un nuevo compañero de pupilaje. Con él descubre la maravilla del mundo natural y de una ciudad, Ávila, que emerge “mística y blanca” del manto de nieve que la cubre durante el invierno.
Pero la tragedia acecha, y Pedro aprende que lo más conveniente es no esperar nada en la vida. La novela bien podría haber concluido con la imagen del pañuelo blanco que se agita en despedida, mientras Pedro se aleja en el tren que le lleva a Barcelona, ya con diecisiete años. Pero La sombra del ciprés es alargada continúa con una segunda parte que presenta al protagonista, ya adulto, como aprendiz de marino, primero, y luego como capitán de un barco mercante que cruza el océano de Santander a Providencia, en Estados Unidos. Allí Pedro conoce a Jane, una muchacha norteamericana de la que se enamora pero a la que, dada su complicada personalidad, se muestra reacio a querer, terco en su convencimiento de que es mejor no aferrarse a nada.»
Giuseppe Bellini. Prólogo de las Obras completas. El novelista I, Ediciones Destino, 2007
SINOPSIS
Pedro, el protagonista, es huérfano desde su niñez. A instancias de su tío y tutor viene a parar para su educación al hogar sombrío de don Mateo Lesmes, en la austera y recoleta ciudad de Ávila. Preceptor esforzado pero pésimo pedagogo, don Mateo educará al muchacho en la creencia de que para ser feliz, o al menos para no ser desgraciado, hay que evitar toda relación con el mundo, toda emoción o todo afecto. Sólo la vitalidad y juventud del protagonista podrán, años después, ayudarle a superar el pesimismo inculcado. Sin embargo, los acontecimientos parecen obligarle a recordar lo aprendido…
Delibes, con un impecable estilo que asombra aún más por cuanto se trata de su primera novela, consigue una espléndida obra donde la muerte, que rodea y golpea constantemente al protagonista, es vencida, finalmente, por la esperanza.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
Más sobre Delibes y su obra en Fundación Miguel Delibes
OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA
Corito es el gentilicio con el que se les conoce a los naturales de la villa de Feria desde tiempos remotos. Nada se sabe del porqué de esta curiosa denominación, por lo que se han buscado las más variopintas explicaciones al origen del término. Sin embargo, como ha señalado José Muñoz en su obra titulada La villa de Feria, deben haber existido razones poderosas para que a los habitantes de Feria se les llame coritos y no se les reconozca otro gentilicio más que éste.
Coritos en la procesión de la Santa Cruz. Foto de La Voz de Feria
Para algunos el origen del término se debe al carácter elevado de la población. Según esta circunstancia corito vendría a significar habitante de las alturas. Según otros, el nombre haría referencia a la procedencia norteña de los primeros individuos que llegaron a la villa tras la Reconquista: asturianos, gallegos, vizcaínos y leoneses, a los que se les llamaba coritos.
Santos Coco, en su Vocabulario extremeño, recoge el término corito, utilizado en el norte de la provincia de Cáceres, con el significado de segador o guadañador:
CORITO
Guadañador. (Malpartida de Plasencia).
Santos Coco. Vocabulario extremeño. Revista de Estudios Extremeños
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) recoge, además de las referidas al carácter montañés o norteño, otras curiosas acepciones del término que no consideramos significativas en el origen del gentilicio:
CORITO, TA
Del lat. corium 'piel'.
1. adj. Desnudo o en cueros.
2. adj. Encogido y pusilánime.
3. m. y f. montañés (‖ natural de la Montaña).
4. m. y f. asturiano (‖ natural de Asturias).
5. m. Obrero que lleva a hombros los pellejos de mosto o vino desde el lagar a las cubas.
Real Academia Española ©
Especialmente completa resulta la información que recoge la conocida Enciclopedia Espasa-Calpe sobre esta palabra:
El Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, impreso en 1611, también recoge el término:
Pero no es nuestro propósito hacer ninguna aportación más sobre el tema. Ya lo trató ampliamente José Muñoz Gil en su conocida obra La villa de Feria. Solamente vamos a recoger algunos pocos textos literarios con los que nos hemos ido encontrando y en los que aparece el vocablo corito, tenga o no relación con el significado que se les da a los naturales de Feria.
EL TÉRMINO CORITO EN LA LITERATURA
El camino, de Miguel Delibes
Según la primera definición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), corito significa desnudo o en cueros. Corito es un adjetivo que deriva del término latino curium, que significa piel, por lo que esta primera acepción es bastante lógica, pero poco probable de que sea el origen del gentilicio. También hay que considerar que el vocablo coroto puede oírse en algunos lugares de Extremadura para referirse a una persona desnuda. Viudas Camarasa recoge el término en su Diccionario extremeño, usado en la población pacense de Salvaleón para referirse a una clase de higo.
CORITO. m (Salvaleón). Clase de higo..
CORITO. m (Malpartida de Plasencia). Guadañador.
Viudas Camarasa, A. Diccionario extremeño
Con ese significado de desnudez, nos hemos encontrado con esta palabra en El camino, la conocida novela de Miguel Delibes. El genial escritor vallisoletano lo utiliza en el Capítulo XI de su magnífica novela para narrarnos el episodio de una mujer que se suicidó, por un mal de amores, lanzándose corita desde un puente:
Roque, el Moñigo, Germán, el Tiñoso, y Daniel, el Mochuelo, con Quino el Manco.
La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda
Como señalamos anteriormente, Francisco Santos Coco recoge en su Vocabulario extremeño el término corito, utilizado en el norte de la provincia de Cáceres, con el significado de guadañador o segador.
Hay algunas teorías que apuntan a éste como el origen del término corito para referirse a los nativos de Feria. Debe tenerse en cuenta que a los de Feria se les ha dado tradicionalmente bien el difícil arte de la siega. Incluso hoy no es raro oír hablar de aquellas cuadrillas de coritos que iban por los campos buscando trabajo como segadores.
En la novela titulada La Pícara Justina, Francisco López de Úbeda emplea el término corito para referirse a los asturianos, a los que también llama guañinos (guadañadores) «porque siempre van con las guadañas insertas en los hombros». En el capitulo titulado De los trajes de montañeses y coritos de esta novela picaresca, dice Justina, la joven villana de origen judío, protagonista y narradora de la misma:
Lámina de la primera edición de La pícara Justina, 1605
Queda claro que por coritos, el autor de la obra, se está refiriendo a los asturianos, pero nos resulta cuanto menos curiosa la aparición de las expresiones duquesa de Feria, corito y Badajoz tan juntos en este pasaje de la novela.
Fiesta de toros con rejones al príncipe de Gales, en que llovió mucho, de Francisco de Quevedo y Villegas
Y terminamos nada menos que con don Francisco de Quevedo. Sabemos que el gran escritor cordobés conoció personalmente a don Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria. Mostró gran interés por su trayectoria militar y política, y se refirió a él en sus cartas y en su obra. Pero no solo conocía al duque, también sabía mucho en torno a la Casa de Feria y, lo que más puede llamarnos la atención, conocía bastante bien la palabra que nos interesa.
Socorro en la plaza de Constanza. Retrato de Gómez Suárez de Figueroa y Córdoba, III Duque de Feria. Vicente Carducho
Quevedo escribió un romance titulado Fiesta de toros con rejones al príncipe de Gales, en que llovió mucho. La composición trata sobre una de las corridas en honor al Príncipe de Gales, que se celebró en Madrid el día 4 de mayo de 1623, a la que acudió el Feria con sus gentes y en la que parece que llovió más que el día que enterraron a Bigote. Quevedo nos describe el suceso con su característico y fino humor. En ella aparece la palabra corito con el significado relacionado con los naturales de la villa de Feria.
Reproducimos a continuación el comienzo del romance:
No cabe duda de que por coritos, Quevedo se referiría (así lo recoge Fernando Serrano Manga en su obra La segura travesía del Agnus Dei) a la gente del círculo del duque de Feria, don Gómez Suárez de Figueroa, al que más adelante llama Corito resplandeciente, nada más y nada menos. Toda una suerte que uno de los grandes de nuestra literatura utilizara el gentilicio con el que se les conoce a los nativos de la blanca villa de Feria desde tiempos lejanos. Genial don Francisco.
«Me parece a mí que no vamos a entendernos.»
El disputado voto del señor Cayo es una novela de Miguel Delibes, publicada por vez primera en 1978. El escritor vallisoletano la escribió coincidiendo con las primeras elecciones generales en España tras la dictadura y está ambientada en el final de la campaña electoral.
A un pequeño pueblo casi deshabitado del norte de Castilla llegan tres jóvenes militantes de una formación de izquierdas para tratar de convencer a los aldeanos de que voten a su partido. Allí se encuentran con el señor Cayo, un anciano que vive en completa armonía con el entorno y al que la naturaleza parece que no le esconde ningún secreto.
En El disputado voto del señor Cayo, Delibes nos muestra el profundo contraste entre el medio urbano y el rural y nos avisa de la más que probable desaparición de los saberes, de los usos y costumbres, y de los ancestrales modos de vida del mundo campesino, empujados por el imparable progreso.
«–¿Sabes qué te digo? –dijo Víctor, de pronto, y su voz se iba caldeando a medida que hablaba–: Que nosotros, los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro con el pretexto de que era un anacronismo y… y los hemos dejado a pie. ¿Y qué va a ocurrir aquí, Laly, me lo puedes decir, el día en que en todo este podrido mundo no quede un solo tío que sepa para qué sirve la flor de saúco? »
Unos años antes de publicarse la novela, Delibes ingresó en la Real Academia Española de la Lengua, con un discurso en el que expresaba: “…Posteriormente mi oposición al sentido moderno del progreso y a las relaciones Hombre-Naturaleza se ha ido haciendo más acre y radical… el poder del dinero y la organización terminan por convertir en borrego a un hombre sensible, mientras la Naturaleza mancillada, harta de servir de campo de experiencias a la química y la mecánica, se alza contra el hombre en abierta hostilidad…”
«Precedidos por el señor Cayo, doblaron la esquina de la casa y abocaron a un sendero entre la grama salpicada de chiribitas. A mano izquierda, en la greñura, se sentía correr el agua. Laly se acercó a la maleza y arrancó una flor silvestre, formada por la conjunción de muchos botones, blanca y grácil, abierta como una breve sombrilla:
–¿Qué flor es ésta? –preguntó, y la hacía girar por el tallo, entre dos dedos.
El señor Cayo la miró fugazmente:
–El saúco, es la flor del saúco. Con el agua de cocer esas flores, sanan las pupas de los ojos.
Laly se la mostró a Víctor:
–¿Te das cuenta?
El señor Cayo, penduleando la escrina, ascendió por la senda, bordeada ahora de cerezos silvestres, y, al alcanzar el teso, se detuvo ante la cancilla que daba acceso a un corral sobre cuyas tapias de piedra asomaban dos viejos robles. En un rincón, al costado, se levantaba un cobertizo para los aperos y, al fondo, en lugar de tapia, la hornillera con una docena de dujos. Dentro de la cerca, las abejas bordoneaban por todas partes. El señor Cayo se aproximó al primer roble, levantó el brazo y señaló a la copa con un dedo:
–Miren –dijo, y sonreía complacido–: hace más de quince años que no agarro un tetón así.»
En definitiva, una gran novela, magistralmente escrita, con hermosas descripciones del ambiente rural castellano y en la que nos podemos encontrar con numerosas palabras en desuso.
El libro constituye un hermoso homenaje a un mundo rural en vías de extinción y contiene todo un elogio a la vida en contacto con la naturaleza. Muy recomendable.
En el año 1986, la novela fue llevada a la gran pantalla con el mismo título por Antonio Giménez Rico y protagonizada por Francisco Rabal, Juan Luis Galiardo, Iñaki Miramón, Lydia Bosch, Eugenio Lázaro, Mari Paz Molinero, Pilar Coronado y Francisco Casares.
A Rafael, joven diputado socialista, le comunican la muerte de su amigo Víctor Velasco. En el cementerio coincide con Laly, una antigua compañera. Ambos rememoran la personalidad del amigo desaparecido y la historia que compartieron con él durante la campaña de las elecciones de 1977. En uno de los pueblos de la sierra burgalesa conocieron al señor Cayo, un viejo apegado a la tierra, que fue para Víctor como una especie de revulsivo: era la primera vez que escuchaba la voz de la sabiduría popular. (Filmaffinity)
«El disputado voto del señor Cayo tuvo una acogida calurosa. Nacida en época de elecciones generales en España, la novela venía a terminar con un período de tres años de silencio tras el fallecimiento de mi mujer. Me divertí escribiendo este libro, que venía a plantear otra vez, de alguna manera, el problema de las dos Españas: la España campesina y la España culta; la España universitaria, de algún modo la España libresca, que en El disputado voto trata de convencer al único lugareño de un pueblo castellano de que vote a sus visitantes políticos. Es un largo y curiosísimo peloteo de argumentos el que se cruza entre el candidato y el señor Cayo, y que termina cambiando el sentido de la vida de aquél.
Giménez Rico hizo aquí su más hermosa película (entre las sacadas de mis novelas), con un magistral dominio de actores. Hay un monólogo de Paco Rabal (en el papel del señor Cayo) relatando la muerte anunciada del Paulino, un convecino, que es lo más bello que recuerdo de sus interpretaciones. A pecho descubierto, sin recursos ajenos de ningún tipo, nos cuenta la muerte del Paulino con la sencillez y velado dramatismo del hombre que ha vivido y sentido en propia carne aquella dolorosa peripecia. Con el paso del tiempo, el voto del señor Cayo ha quedado como ejemplo o símbolo del voto popular, el voto de la gente sencilla pegada a lo cotidiano, al pan de cada día.»
Nota del autor en la edición de sus Obras completas, Ediciones Destino, 2007
«Es muy hermosa la técnica que usa Delibes para que el lector entienda la grandeza de la soledad de Cayo. Al escritor le preocupa mucho que su Cayo sea un personaje digno, nimbado de la sabiduría de los ermitaños, pero no le da brochazos de mesianismo porque sabe que provocarían una caricatura involuntaria. Como ya ha hecho en muchos otros libros, se vale del lenguaje. Eso es lo que diferencia a Delibes de otros escritores y lo que salva a El disputado voto del señor Cayo de ser un librito con una moraleja simpática. La ciudad está sucia, es ruidosa, llena de humo de tabaco, prisas, espacios pequeños y claustrofóbicos. En cambio, el campo y la montaña llevan mil adornos positivos. La seducción que los protagonistas sienten al adentrarse en el paisaje desierto sería bisoña e inverosímil si no fuera porque se produce mediante un embrujo clásico, el del lenguaje.
Un ejemplo: “La calleja serpeaba y, a los lados, se abrían oscuros angostillos de heniles colgantes, apuntalados por firmes troncos de roble, costanillas cenagosas generalmente sin salida, cegadas por un pajar o una hornillera. […] Salvo el ligero zumbido del motor y los gritos lúgubres de las chovas en la escarpa, el silencio era absoluto” (las cursivas son mías). Y aquí otro, sin abrumar: “Precedidos por el señor Cayo, doblaron la esquina de la casa y abocaron a un sendero entre las grama salpicada de chiribitas. A mono izquierda, en la greñura, se sentía correr el agua”. Mezcla de cultismos, arcaísmos y localismos, Delibes usa su vastísimo bagaje léxico como un druida sus conocimientos botánicos, para preparar una tisana en cuyos vapores el lector se marea un poco. Adormilado, avanza por un mundo extraño que sólo el señor Cayo conoce. ¿Qué gritan las chovas y dónde están? ¿Qué son los heniles? ¿Y las hornilleras? Con un puñado de palabras antiguas que remiten a objetos que los lectores urbanos difícilmente han visto o tocado, el escritor induce a un estado alterado de la conciencia.
Los códigos se han roto, es imposible la comunicación. Para comprenderse de nuevo hace falta aprender el idioma, empezar desde el principio.»
De: La España vacía: viaje por un país que nunca existió, de Sergio del Molino
SINOPSIS
En El disputado voto del señor Cayo, Delibes aborda un tema que es una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: el abandono del campo.
A uno de los muchos pueblos prácticamente vacíos y en ruinas del norte de Castilla llega un grupo de jóvenes militantes de un partido político a hacer propaganda electoral. Los recibe el señor Cayo, uno de los dos vecinos que quedan en el pueblo. Su vida es casi robinsoniana, su hablar reposado, lleno de una ancestral sabiduría que infunde un hondo sentido humano de su persona. El lenguaje crudo y desenfadado de los jóvenes que le visitan, cultos a veces, inconscientes otras, es el contrapunto necesario para poner en evidencia la distancia que separa dos culturas, dos formas de vivir y de ver el mundo. Una que desaparece sustituida poco a poco por otra urbana, ruidosa y masificada.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
Más sobre Delibes y su obra en Fundación Miguel Delibes
OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA
«La novela de un pueblo de Castilla ahogado por sus necesidades»
Un niño sabio, al que otorgué el protagonismo, suavizó la aspereza de la exposición pero no la dureza de la denuncia.»
Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y tomando un niño lo puso en medio de ellos… (Marcos, 9, 35-38) Cita del comienzo de la novela
En Las ratas, Delibes nos aproxima a la forma de vida de los habitantes de un pequeño y atrasado pueblo castellano de mediados del siglo pasado. Los dos personajes centrales de la historia son el Nini y su padre, el tío Ratero, que habitan en una cueva, a las afueras del pueblo, y sobreviven gracias a la caza de ratas de agua. Los otros lugareños viven, en su mayoría, de lo que les brinda la tierra. Por eso están siempre pendientes del cielo, del que dependen sus cosechas, y por lo tanto, la dicha por la merecida recompensa de su trabajo o el infortunio y el hambre.
«–Buena está cayendo. Los relejes están tiesos como en enero. En la huerta no queda un mato en pie. ¿A qué viene este castigo?
De todos los rincones se elevó un rumor de juramentos reprimidos. Sobre ellos retumbó la voz del Pruden excitada, vibrante:
–¡Me cago en mi madre! -chilló-. ¿Es esto vivir? Afana once meses como un perro y, luego, en una noche…-Se volvió al Nini. Su mirada febril se concentraba en el niño, expectante y ávida-: Nini, chaval -agregó-, ¿es que ya no hay remedio?
–Según -dijo el chiquillo gravemente.
–Según, según… ¿según qué?
–El viento -respondió el niño.»
El Nini, gracias a su curiosidad y a su enorme capacidad de observación, se ha convertido en un auténtico experto en todo lo relacionado con la naturaleza y con los fenómenos atmosféricos. Los vecinos confían en él, y le consultan sus dudas relacionadas con el tiempo, los cultivos y los animales.
«Al regresar a la cocina, el Pruden analizó el grajo con concentrada atención y después continuó envolviendo en silencio el pienso de las gallinas. Al cabo de un rato levantó la cabeza y dijo:
La Sabina no respondió. En los momentos de buen humor solía decir que viendo al Nini charlar con los hombres del pueblo la recordaba a Jesús entre los doctores, pero si andaba de mal temple, callaba, y callar, en ella, era una forma de acusación».
«En Las ratas –Premio de la Crítica 1962– Miguel Delibes traza un retrato descarnado y certero de un grupo de pobres lugareños aferrados al terruño, vivos y elementales, que defienden rabiosamente la libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad. Una de las obras más estremecedoras del maestro castellano.»
En el año 1997, la novela fue llevada la gran pantalla con el mismo título por Antonio Giménez Rico y protagonizada por Álvaro Monje, José Caride y Francisco Agora.
Años 1950. Visión trágica y dura de la Castilla honda y profunda, grande y miserable a un tiempo, a través de una galería de personajes que defienden rabiosamente su libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad, cuya misma existencia parece determinada por los ciclos de la naturaleza y el medio geográfico y social en el que viven.
Entre todos ellos, destaca Nini, un niño sin más estudios que los que le proporciona el medio natural en el que ha nacido, y que vive con su padre en una cueva, dedicados los dos a la caza de ratas de agua, único medio de subsistencia que conocen. Pero cuando se les intenta privar de su techo y de su medio de vida, la violencia estalla incontenible y la tragedia será inevitable.
SINOPSIS
Con una cueva como casa y la caza de ratas como principal sustento viven el Nini y su padre, el tío Ratero, en un pueblo castellano en el que la vida, incluso en 1956, no parece ser muy distinta de como lo era siglo atrás. Dotado de una particular intuición para el clima y los animales, el Nini, echa una mano a los vecinos del pueblo, cuya existencia, aunque algo más acomodada, no es menos sórdida que la suya, sometidos como están a la dictadura de las cosechas y a los caprichos de don Antero, el Poderoso. En medio de una existencia semisalvaje, las ratas, las liebres, los trigales y el granizo forman parte de la vida del Nini tanto como Malvino, Antoliano, Pruden, el Rabino Grande, el Pastor, el alcalde Justito, la señora Clo y doña Resu.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
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FRAGMENTO DE LA NOVELA
«Todos tenemos un camino marcado en la vida»
El camino, la tercera de las novelas que escribió Delibes, ha sido reconocida por la crítica como una de las obras maestras del escritor vallisoletano. Para Antonio Vilanova, en el momento de su aparición, El camino era «la más perfecta obra maestra de la novela contemporánea». Con ella, Delibes alcanzó su madurez como escritor y encontró su propio camino como novelista. El propio Delibes afirmó que, cuando se publicó la novela, en 1950, intuyó que había encontrado al fin su «fórmula».
En El camino, Delibes nos acerca a la historia de las vidas de los vecinos de una pequeña aldea castellana, a través de la mirada de Daniel, el Mochuelo, un niño de once años que se ve obligado, por su padre, el quesero, a abandonar el pueblo para ir a estudiar a la ciudad.
La noche antes de la partida, Daniel, el Mochuelo, es incapaz de conciliar el sueño y hace repaso de los momentos vividos en el valle junto a sus amigos y vecinos.
Daniel, el Mochuelo, no está de acuerdo con la senda que le ha trazado su padre. Piensa que su verdadero camino está en el valle, en contacto con la naturaleza y rodeado de las gentes sencillas de su aldea.
«Y Daniel, el Mochuelo, recordó el sermón del día de la Virgen. Don José, el cura, dijo entonces, que cada cual tenía un camino marcado en la vida y que se podía renegar de él por ambición o sensualidad, de forma que un mendigo podía ser mas rico que un millonario en su palacio, cargado de mármoles y criados.
Al recordar esto, Daniel, el Mochuelo, pensó que él renunciaba a su camino por la ambición de su padre. Y contuvo un estremecimiento».
Con estos elementos, Delibes construye una extraordinaria novela, en la que el entorno natural juega un papel muy importante y que contiene un elogio de la vida en contacto con la naturaleza.
«Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón».
En el año 1964, la novela fue llevada la cine con el mismo título por Ana Mariscal. Más tarde, en 1978, Josefina Molina volvería a la obra de Delibes con una producción en cinco capítulos para la pequeña pantalla.
Escena de la película El camino
SINOPSIS
Daniel el Mochuelo intuye a sus once años que su camino está en la aldea, junto a sus amigos, sus gentes y sus pájaros. Pero su padre quiere que vaya a la ciudad a estudiar el Bachillerato. A lo largo de la noche que precede a la partida, Daniel, insomne, con un nudo en la garganta, evocará sus correrías con sus amigos —Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso— a través de los campos descubriendo el cielo y la tierra, y revivirá las andanzas de la gente sencilla de la aldea. La simpatía humana con que esa mirada infantil nos introduce en el pueblo, haciéndonos conocer toda una impresionante galería de tipos y la fuerza con que a través de rasgos frecuentemente caricaturescos se nos presentan siempre netos y vivos es uno de los mayores aciertos de esta novela.
Feliz evocación de un tiempo cuyo encanto y fascinación advertimos cuando ya se nos ha escapado entre los dedos, El camino es, por su amalgama de nitidez realista, humor sutil, nostalgia contenida e irisación poética no sólo una de las mejores novelas de Miguel Delibes, sino también, como señalaba la crítica, «una de las obras maestras de la narrativa contemporánea».
«La palabra justa, el adjetivo exacto convierten la novela en memoria sensorial, plástica y hacen de ella un texto extraordinariamente convincente y auténtico».
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
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FRAGMENTOS DE LA NOVELA
Una obra maestra de la novela española.
El hereje, publicada en 1998, es la última novela de Miguel Delibes. El escritor vallisoletano la dedica «A Valladolid, mi ciudad». De ella, dijo su autor que es “la más densa, compleja, más adecuadamente habitada, con un movimiento de personajes tan vivo y auténtico, y descrito con una prosa tan castellana, que puesto en el trance de elegir la mejor novela mía me quedaría con ésta”. El hereje llegó a convertirse en todo un fenómeno de ventas. Delibes obtuvo, con esta novela histórica, uno de sus mayores éxitos.
Andrés Trapiello en el Prólogo de Obras completas, IV de Miguel Delibes escribió, lo que sigue, sobre esta magnífica novela: «Nos hallamos desde luego ante una de las novelas más complejas de su autor, no tanto por el esfuerzo documental que se ha visto obligado a llevar a cabo en el plano léxico, histórico y sociológico, sino porque, narrando la vida de alguien tan alejado de nosotros en el tiempo y en las preocupaciones religiosas y morales, Delibes parece estar ocupándose una vez más de quien, en un medio hostil, ha de sobrevivir. […]
El fondo lo forma, como un gran telón corrido, la España de la intransigencia que dirime su fanatismo a través de cuestiones que hoy nos parecen pueriles,…»
SINOPSIS
En 1517, Martín Lutero fijó sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg, hecho que desencadenaría el cisma de la Iglesia Romana de Occidente y la Reforma protestante. Ese mismo año nació en la villa de Valladolid el hijo de don Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante, bautizado como Cipriano. En tiempos de convulsiones políticas y religiosas, esa coincidencia de fechas marcaría fatalmente su destino.
Huérfano desde su nacimiento y falto del amor del padre, Cipriano contó, sin embargo, con el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le sería arrebatada y que le perseguiría el resto de su vida. Convertido en próspero comerciante, se puso en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la Península. Pero la difusión de ese movimiento fue progresivamente censurada por el Santo Oficio. El hereje es ante todo una indagación en las relaciones humanas en toda su complejidad; un canto apasionado a la tolerancia y la libertad de conciencia. Es también la historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les tocó vivir.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
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FRAGMENTO DE LA NOVELA
Los santos inocentes está considerada como una de las mejores novelas de Miguel Delibes. En ella, el escritor vallisoletano, cambia los habituales paisajes castellanos por los de Extremadura y nos ofrece un estremecedor retrato de las precarias condiciones de vida de una familia de campesinos extremeños, aplastada por la miseria y el yugo que le imponen sus señoritos. Los inocentes a los que Delibes alude en el título de la novela son Azarías, que es lo que en estos parajes extremeños se conoce como un inocente, con pocas luces pero siempre dispuesto a servir; y su sobrina, la Niña Chica, una criatura con retraso mental que se comunica mediante gritos sobrecogedores.
Los santos inocentes se publicó en 1981 como una alegoría de la España de poseedores y desposeídos, pero más vastamente como una obra sobre la violación de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. El éxito de la novela fue extraordinario: además de las reediciones que se sucedieron en pocos meses, en 1983 Mario Camus llevó a cabo una adaptación cinematográfica que conserva todo el aire poético y el intenso humanismo del relato.
Tráiler de la película Los santos inocentes (1984)
Y no deja de ser curioso que Camus, en Extremadura, esté haciendo algo parecido, pero con adultos. También Camus trata de hacerlos jugar, aunque el juego, esta clase de juegos, no forme parte de las actividades normales del hombre. De ahí su dificultad. Porque si difícil es hacer que juegue un niño pareciendo que trabaja, no lo es menos que un adulto trabaje dando la impresión de que juega. Pero Camus lo consigue y Paco Rabal –Azarías– y Alfredo Landa –Paco, el Bajo– se comportan en la película como niños, como «santos inocentes», única manera de crear la atmósfera adecuada para que el tema propuesto funcione, es decir, convenza y conmueva al espectador.
Los santos inocentes, de la que se ha realizado una versión cinematográfica, consigue una de las mejores y más intensas novelas ruralistas, sobre la vida cotidiana de un cortijo y el evidente contraste entre los dueños de la «casa grande» y el desarraigo y la sórdida existencia de los campesinos.
Diccionario Bompiani de Autores
Es Los santos inocentes en realidad un relato largo, montado sobre una mínima historia, lo que la acerca tanto a un poema. Es, en su brutalidad (que la emparenta con el Felipe Trigo de Jarrapellejos, el Parmeno de Cintas rojas o el Cela de Pascual Duarte), casi un poema, por concisión e intensidad. La peculiar forma en que está escrito, como una larga e ininterrumpida salmodia en la que se han suprimidos los puntos y aparte y los recurrentes guiones que abren los diálogos, los «le dijo» y «le respondió», le acercan mucho a ese poema del agro castellano (aunque esté ambientado en Extremadura).
Andrés Trapiello. Prólogo de Obras completas, IV de Miguel Delibes
SINOPSIS
En la Extremadura profunda de los años sesenta, la humilde familia de Paco, “el Bajo”, sirve en un cortijo sometida a un régimen de explotación casi feudal que parece haberse detenido en el tiempo pero sobre el que soplan ya, tímidamente, algunos aires nuevos. Es época de caza y Paco se ha tronzado el peroné. Las presiones del señorito Iván para que lo acompañe en las batidas a pesar de su estado sirven para retratar la crueldad, los abusos y la ceguera moral de una clase instalada en unos privilegios ancestrales que considera inalienables y que los protagonistas soportan con una dignidad ejemplar.
MIGUEL DELIBES
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.
FRAGMENTO DE LA NOVELA
“… La Señora Marquesa, con objeto de erradicar el analfabetismo del cortijo, hizo venir durante tres veranos consecutivos a dos señoritos de la ciudad para que, al terminar las faenas cotidianas, les juntasen a todos en el porche de la corralada, a los pastores, a los porqueros, a los apaleadores, a los muleros, a los gañanes y a los guardas, y allí, a la cruda luz del aladino, con los moscones y las polillas bordoneando alrededor, les enseñasen las letras y sus mil misteriosas combinaciones, y los pastores, y los porqueros, y los apaleadores, y los gañanes, y los muleros, cuando les preguntaban, decían, la B con la A hace BA, y la C con la A hace Za, y, entonces, los señoritos de la ciudad, el señorito Gabriel y el señorito Lucas, les corregían y les desvelaban las trampas, y les decían, pues no, la C con la A, hace KA, y con la I hace CI y la C con la E hace CE y la C con la O hace KO, y los porqueros y los pastores, y los muleros, y los gañanes y los guardas se decían entre sí desconcertados, también te tienen unas cosas, parece como que a los señoritos les gustase embromarnos, pero no osaban levantar las voz, hasta que una noche, Paco, el Bajo, se tomó dos copas, se encaró con el señorito alto, el de las entradas, el de su grupo, y, ahuecando los orificios de su chata nariz (por donde, al decir del señorito Iván, los días que estaba de buen talante, se le veían los sesos) preguntó, señorito Lucas, y ¿a cuento de qué esos caprichos? Y el señorito Lucas rompió a reír y a reír con unas carcajadas rojas, incontroladas, y, al fin, cuando se calmó un poco, se limpió los ojos con el pañuelo y dijo, es la gramática, oye, el porqué pregúntaselo a los académicos, y no aclaró más,…»
Intemperie es una novela extraordinaria que narra la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. La novela ha llegado ya a más 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas.
Ha consagrado a su autor como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional, y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente en España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos de 2014 en Reino Unido. En la revista Qué Leer, Philipp Engel escribió de ella: “Lo que cuenta aquí es la extraordinaria calidad de un texto que se lee de una sentada, o dos, como un largo y muy emocionante poema en prosa de deslumbrante belleza agreste en el que cada palabra, cada frase, ocupa su justo lugar. Una pequeña obra maestra.”
En 2016, Javi Rey adaptó al cómic la estremecedora historia de Jesús Carrasco.
En el año 2019, la novela ha sido llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano y protagonizada por Luis Tosar, Luis Callejo, Jaime López, Vicente Romero, Manolo Caro, Kandido Uranga, Mona Martínez, Miguel Flor De Lima, Yoima Valdés, María Alfonsa Rosso, Adriano Carvalho, Juanan Lumbreras, y Carlos Cabra.
Un niño que ha escapado de su pueblo escucha los gritos de los hombres que le buscan. Lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente del infierno del que huye. Ante el acecho de sus perseguidores al servicio del capataz del pueblo, sus pasos se cruzarán con los de un pastor que le ofrece protección y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos. (Filmaffinity)
SINOPSIS
Un niño escapado de casa, escucha, agazapado en el fondo de su escondrijo, los gritos de los hombres que le buscan. Cuando la partida pasa, lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, sus pasos se cruzan con los de un viejo cabrero y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos.
Intemperie narra la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua. En este escenario, el niño aún no del todo malogrado, trendrá la oportunidad de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio o, por el contrario, de ejercer para siempre la violencia que ha mamado.
A través de arquetipos como el niño, el cabrero o el alguacil, Jesús Carrasco construye un relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo. Intemperie es una novela tallada palabra a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada.
Intemperie, de Jesús Carrasco, el éxito imponente de una gran novela
DE INTEMPERIE SE HA DICHO
Intemperie, escrito por Jesús Carrasco, es un libro emocionante, conmovedor, lleno de suspense, un debut literario con alma de clásico. La riqueza de Miguel Delibes y la fuerza de Cormac McCarthy fundidas en una voz propia. Una novela construida a partir de tres arquetipos: un cabrero, un alguacil y un niño, simbolizan el bien, el mal y la inocencia. Una voz nueva, con personalidad propia, sin duda el autor revelación del año de la narrativa española.
«Un ritmo hipnótico, la trama sobrecoge hasta el punto de que al llegar al capítulo cuarto leía con la mano en el corazón. No consigo quitármela de la cabeza; es uno de esos libros que te cambian al leerlos.»
Elena Ramírez, Seix Barral.
«Una experiencia de lectura sin precedentes… un libro de lectura obligada, una novela que está llamada a tener una fantástica recepción entre los lectores.»
Maaike le Noble, Meulenhoff Boekerij, Holanda.
JESÚS CARRASCO
Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido.
Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.
En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.
Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.
En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.
En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.
En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.
Llévame a casa (2021), su última novela, se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior.
En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.
Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural.
«La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»
Jesús Carrasco
FRAGMENTOS DE LA NOVELA
«El cielo era de un azul oscurísimo. Las estrellas en lo alto parecían incrustadas en una esfera transparente. Delante de él, el llano se sacudía el sufrimiento que el sol le había causado durante el día, desprendiendo un olor a tierra quemada y pasto seco. Un mochuelo blanco pasó por encima de su cabeza y se perdió entre las copas de los olivos. Pensó que se encontraba en el lugar más alejado del pueblo en el que había estado en toda su vida. Lo que se extendía frente a las plantas de sus pies era para él, sencillamente, tierra incógnita.»
Fragmento leído de la novela
JESÚS CARRASCO ENCUENTRA EN CÁCERES AL NIÑO DE INTEMPERIE
Jesús Carrasco. El País. 18 de diciembre de 2013
Un momento de Carrasco y Rosa Lencero en la conferencia de clausura de las Jornadas. Clic para acceder al vídeo
MÁS SOBRE INTEMPERIE
Presentación de la novela en el Centro Cultural España Córdoba
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Me costó pasar de la página 13. Lo empecé una y otra vez sin que D´Artagnan consiguiera despertar ninguna emoción en mi. Hasta que por fin sucedió. Logré superar la barrera de los primeros capítulos y Los Tres Mosqueteros sigue siendo, desde entonces, mi libro favorito. Hace 20 años de aquello. Mucho ha llovido desde entonces, y muchos han sido los libros que han pasado por mis manos. Algunos me han marcado, de otros casi ni me acuerdo, pero todos lograron emocionarme. Por eso nace este espacio, para compartir la ilusión con que se descubre una nueva historia, para hablar de la delicadeza con la que se tocan los libros muy gastados, o del olor que te embriaga en una librería. Desde aquellas tardes de aventura con los mosqueteros del Rey, miro con gran respeto cada novela, consciente de que, todas ellas, bien merecen pasar de la página 13.
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