“El balcón en invierno”, de Luis Landero“

   «Esta vez no hay mentiras. Es un libro donde todo lo que se dice es verdad.»

    El escritor extremeño, nacido en Alburquerque en 1949, vuelve a sorprendernos con otra magnífica novela. El balcón en invierno es el libro más autobiográfico, más íntimo y más sincero de Luis Landero. Según su propio autor, está «escrito desde el corazón». «En El balcón en invierno no he tenido que inventar nada», asegura Landero.

  Nos encontramos ante una novela, basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid.

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     «Con lo mentiroso que has sido siempre, habrá que ver lo que cuentas ahí.                       

     No, esta vez no hay mentiras. Es un libro donde todo lo que se dice es verdad.»

   Una historia que nos permitirá descubrir, entre otras cosas, cómo un chaval del campo extremeño, que creció en una casa en la que sólo había un libro, fue encontrando un sentido a su vida y terminó siendo uno de los representantes más relevantes de la narrativa en lengua española actual, Premio Nacional de Literatura, Premio de la Crítica, Premio Extremadura de Creación, Premio de Narrativa Arzobispo Juan de San Clemente, y  profesor en la Universidad de Yale.

  «A veces me pregunto por qué caminos, por qué atajos, por qué oscuros designios del azar he llegado yo a ser escritor. ¿Por qué? […] Eso no entraba siquiera dentro de la verosímil […] Sí, es absurdo, y aún más porque la tuya fue una niñez sin libros. Todos en tu familia, sin excepción, eran campesinos.»

   La novela es también un homenaje a esa generación que vio todos sus sueños truncados que les tocó vivir a algunos la guerra y a otros la posguerra y que acabaron sacrificando todo por las futuras generaciones. «Mi padre no quería que fuera un destripaterrones», afirma Landero.

   En la presentación de su novela en Badajoz, Landero deleitó al numeroso grupo de seguidores asistentes al acto. Afirmó que, pese a su percepción pesimista de la vida, le había salido una novela optimista. También aseguró que él es del tipo de escritores que siempre les dan vueltas a los mismos demonios y obsesiones. Sobre sus padres, Landero dijo haber heredado el carácter fantástico y frustrado de su padre y el laborioso de su madre.

El balcón en invierno es un libro maravilloso, un verdadera obra de arte, cuya lectura no deben dejar pasar.

   «En cada instante, en cada frase, en cada suspiro, en cada pequeño acontecer, lo trivial y lo misterioso van a partes iguales. Eso es todo, y no hay más que contar. Un grano de alegría, un mar de olvido»

SINOPSIS

   Asomado al balcón, debatiéndose entre la vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se ve asaltado por el recuerdo de una conversación que tuvo lugar cincuenta años antes, en otro balcón, con su madre. «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor.». Este libro es la narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.

LUIS LANDERO 

Landero_big  Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) se licenció en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. Tras El balcón en invierno, La vida negociable es su última novela.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «Todos sabían contar muy bien, porque todos contaban en el molde en que a ellos les contaron, pero la mejor narradora, y la que más cosas sabía, que parecía un pozo sin fondo, era mi abuela Frasca. Mi abuela Frasca había sido pastora desde la niñez hasta el matrimonio y era totalmente analfabeta, pero dominaba como nadie el arte de contar, y eso se notaba enseguida en el tono, en la línea melódica de la voz, en las pausas, en el movimiento acompasado de las manos, en cómo unía entre sí las frases, que parecía que una atría como un imán a la siguiente…»
  […]
    «Más tarde comprendí que los campesinos, como también les ocurre a los niños, no saben lo que es la belleza campestre. Donde otros ven un paisaje, ellos solo ven un sembrado, una dehesa, un erial bueno para cabras, un cerro o un barbecho. No se han parado a contemplar la naturaleza, sino que viven revueltos, confundidos con ella. Recuerdo mi estupor y mi alegría cuando leí en los libros de texto los primeros fragmentos literarios donde se describía la belleza del campo, y las ganas locas que sentí de ver a mis padres y abuelos y a mis tíos y a mis primos mayores para contarles lo bonita que era la naturaleza, sus muchos colores y tonalidades, el horizonte, el canto de los pájaros al amanecer, la paz y el silencio, el rumor del arroyo.
   Ahora sé que se hubieran reído de mí, del mismo modo que ahora, cuando recuerdo los campos de mi niñez, por encima de la belleza, se me revela ante todo un paisaje hecho de historia; es decir, de tiempo y de dolor.»