“Capricho extremeño”, de Andrés Trapiello

«Le basta a Extremadura con su extremoxidad»

«León es mi pasado, Madrid es mi presente y Extremadura es mi futuro». Con esta frase expresa Andrés Trapiello su relación con Extremadura. El novelista, ensayista y poeta leones vive, desde hace algunos años, a caballo entre Madrid y el Lagar del Corazón, una casa de campo situada en Las Viñas, conocidas también como Sierra de los Lagares, cerca de Trujillo.

«He escrito a lo largo de estos últimos treinta años muchas páginas de Extremadura y en Extremadura o, para ser más exactos, de este rincón de Extremadura que se encuentra en medio del campo, un lugar minúsculo entre Trujillo y Guadalupe en el que tenemos una casa vieja. En ella hemos pasado todos estos veranos, sin faltar uno, las navidades y vacaciones escolares de nuestros hijos y, desde hace cuatro o cinco años, muchas temporadas largas mi mujer y yo solos, siempre que hemos podido, en primavera y en otoño, además de los veranos. Vinimos aquí buscando soledad y al fin, con cierta tenacidad, hemos construido algo a lo que podemos dar nombre.»

En 1999, la Editora Regional publicó Capricho extremeño, una selección de textos extraídos de los distintos volúmenes de su monumental diario, titulado Salón de pasos perdidos, publicados hasta ese momento, y escritos por Trapiello desde este rincón extremeño en la Sierra de los Lagares.

TRAPIELLO

                              1ª edición, 1999

En 2011 se publicó una segunda edición renovada y ampliada de las páginas que dedica Andrés Trapiello a Extremadura en sus diarios publicados entre 1987 y 2009.

En el prólogo de esta segunda edición, nos describe el autor cómo se gestó la obra y sobre el contenido de la misma:

«Hacia 1998 vinieron a verle a uno al Lagar del Corazón, nombre por el que se conoce a esta propiedad, Julián Rodríguez, Miguel Ángel Lama y Fernando Pérez. Con el fin de publicarla en la Editora Regional, que dirigía Fernando Pérez, habían hecho una pequeña antología de las páginas extremeñas de los seis primeros tomos del Salón de pasos perdidos, los que habían aparecido hasta entonces. Únicamente les faltaba mi consentimiento y un título adecuado […]

El libro se publicó, pues, con el título de Capricho extremeño, y para sorpresa de muchos, entre ellos yo mismo, se agotó pasados uno o dos años.

El actual director de la Editora Regional, Luis Sáez, retomó el proyecto de una reedición en la que pensaron sus predecesores, y ha quitado algunos fragmentos de la primera edición y ha añadido otros de los últimos volúmenes del Salón, seleccionados por él mismo, conjunto al que acompañan algunas fotografías que mi hijo Rafael hizo de nuestra casa y de los contornos estos últimos años.

Como colofón [figuran] un escrito aparecido en el libro Miradas sobre Extremadura, y dos poemas, uno que habla de la inscripción que hice esculpir en la piedra del dintel de nuestra casa a un cantero local y otro, en fin, dedicado a la muerte de Fernando Pérez.»

Nos encontramos ante un magnífico trabajo, integrado por una selección de textos sobre Extremadura escritos desde este bucólico rincón de la provincia de Cáceres. Hermosas páginas, magistralmente escritas en prosa poética. De las mejores que pueden leerse sobre esta tierra. Absolutamente recomendable.

«Este Capricho es un libro proteico que se nutre, espigando las páginas sobre Extremadura, de los materiales que componen el Salón de pasos perdidos, diecisiete volúmenes hasta el momento, y que en su segunda edición se transforma una vez más. Pero es proteico, como Trapiello y como lo son las cosas cervantinas, porque es tanto del autor como de los lectores que eligieron los fragmentos y los ordenaron según el ciclo de las estaciones del año, en una secuencia natural que remite al tiempo de cada diario escritos en cuadernos que siguen la cadencia del año muchas veces desde ese lagar, en el que el ritmo de los días tiene aún pausas y sentido.»

Luis Sáez Delgado. Nota a la segunda edición

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                                  Las Viñas, marzo 2011. Rafael Trapiello

«Qué maravillosas son las siestas del verano extremeño. Afuera atronan las cigarras con su chatarra destemplada. Dentro alguna piadosa corcoma nos recuerda la fragilidad del tiempo y de la vida. En algún rincón sombrío la araña común teje en su idioma la vida retirada. No se oye a los niños. Los demás dormitan en los sofás, en los dormitorios con las puertas entornadas. Reina un silencio de infancia.»

SINOPSIS

Esta segunda edición renovada y ampliada de las páginas que dedica Andrés Trapiello a Extremadura en sus diarios mantiene muchos de los textos de aquella primera versión, e incorpora otros de los diarios posteriores, así como algunas páginas que Trapiello ha dedicado al que fuera director de la Editora e impulsor del Capricho, Fernando T. Pérez González. En esta nueva versión estos textos se enriquecen con las fotografías de Rafael Trapiello, imágenes que desvelan el secreto del autor en su lagar.

Capricho extremeño (1)

Capricho extremeño / Andrés Trapiello ; fotografías de Rafael Trapiello. – 2ª ed. rev.
 Mérida : Editora Regional de Extremadura, 2011
 197 p. ; 22 cm.
   978-84-9852-281-5

ANDRÉS TRAPIELLO

retrato en Las Viñas

      Trapiello en Las Viñas

Escritor y editor español nacido en Manzaneda de Torío, León, en 1953. De producción muy extensa, ha publicado poemarios, novelas, libros de ensayo y recopilaciones de artículos. También se han editado más de una docena de tomos de sus diarios, aparecidos bajo la denominación genérica de Salón de pasos perdidos. Ha recibido varios premios, entre ellos el Plaza & Janés de novela en 1992 (por El buque fantasma), el Premio de la Crítica de poesía castellana en 1993 (por Acaso una verdad), el Juan de Borbón en 1995 (por el ensayo Las armas y las letras. Literatura y guerra civil 1936-1939), el Premio Nadal en 2002 (por Los amigos del crimen perfecto) y el Nacional de Periodismo Miguel Delibes en 2005 (por su artículo El arca de las palabras, publicado en el diario barcelonés La Vanguardia).

Aparte de su labor como autor, también ha sido importante su labor como editor.

FRAGMENTO DEL LIBRO

«Hace algunos años, cuando todavía estaba permitido utilizar vallas publicitarias en los márgenes de las carreteras, se le ocurrió a alguien usarlas para una campaña publicitaria a favor de Extremadura. Los políticos, desconfiados por naturaleza, suelen tener un gran instinto para desentrañar los dobles sentidos y los peligros solapados de las palabras, pero no advirtieron lo insensato de la propuesta que les fue presentada por los publicistas, y la aceptaron. Creo recordar que el lema difundido era textualmente este: «No pases de largo». Sin embargo esas palabras no eran ni mucho menos persuasivas, sino todo lo contrario, diría que resultaban disuasorias ya que seguían recordando a los turistas y viajeros que atravesaban el país sin detenerse, bien camino de Portugal, bien camino de Andalucía, de Castilla o del Norte, las razones por las cuales habían pasado de largo durante siglos, a saber, que Extremadura era una tierra maldita, pobre despoblada y sometida a rigores grandísimos de clima, sobre todo durante el verano.

Por entonces hacía ya bastante tiempo que teníamos nosotros una pequeña casa en un rincón de la provincia de Cáceres, donde vacábamos y pasábamos todos los recreos que permitían nuestros trabajos y, en el caso de los chicos, sus deberes escolares. Llegamos a sentirnos extremeños y, en cierto modo, por extremeños nos tenemos. Ese lugar se parecía y se parece poco al tópico que presenta Extremadura como una tierra extremadamente dura; al revés, se diría que es un rincón arrancado a los benignos y amables panoramas virgilianos. De hecho en ese lugar, rodeado de olivares y lagares, muchos de éstos abandonados y ruinosos y muchos de aquéllos incultos y silvestres, pensé plantar una lauda o piedra, al modo romano, en el que se leyeran los dos versos de las Geórgicas: «Laudato ingentia rura, exiguum colito», alaba las fincas grandes, cultiva la pequeña.

Cartel Extremadura Trapiello (1)

                 Cartel de Extremadura editado por Trapiello

Aunque pequeño, nuestro rincón nos parecía y nos sigue pareciendo paradisíaco. Extremadura para nosotros era y es un paraíso a la medida de sueños demasiado íntimos como para ser difundidos, diríamos que el centro del mundo estaba y sigue allí. Las casas o lagares vecinos se encuentran o lo bastante alejados y defendidos por sus propios huertos, olivares y jardines como para no importunarnos unos a otros y poder llevar una vida de retiro y égloga, o lo bastante arruinados como para temer nada de los muertos.

Nadie sabe qué nos tiene deparado el porvenir. No sabemos si Extremadura y lo que Extremadura es, en su apartamiento y en ese estoicismo suyo tan arraigado y romano para sobrellevar la adversidad de su destino, variará con los años. Quiero creer que siempre será así, como lo fue cuando nosotros nos vinimos a vivir a ella hace un cuarto de siglo, un lugar único donde podremos apartarnos de todo buscando la soledad y la poesía. En cierto modo apenas necesitamos otra cosa para un vivir sentimental. Más aún, podremos decir que con muy poco nos basta: con nuestra pobreza es suficiente. Le basta a Extremadura con su extremoxidad, o sea, con aquello gracias a lo cual ha llegado a nosotros como es. Pues si Extremadura se ha conservado tan radicalmente suya, original en inconfundible, ha sido gracias, no lo dudemos, a su extremosa manera de ser, al rigor de sus veranos y, en muchos casos, a la pobreza de una tierra que ha convertido en héroes a quienes han tenido que arrancarles un poco de sustento. Sin olvidarnos, claro, de la propiedad de esa misma tierra que ha condenado a un gran número de extremeños a formas extremas de la existencia: el hambre, la emigración, la servidumbre, contribuyendo, qué duda cabe, a la formación de su carácter como pueblo. ¿Y cómo es el pueblo extremeño? Diríamos que la vecindad de Castilla le ha hecho libre y generoso, la vecindad de Andalucía, trágico y hondo y la proximidad de Portugal melancólico y paciente. Pero ¿acaso por sí misma Extremadura no es nada? Nada ni nadie es por sí mismo. Según la etapa de la historia que le ha tocado en suerte, ha sido Extremadura más una cosa que otra. Sólo ahora, con eso que hemos dado en llamar desarrollo sostenido y sostenible, acaso puede llegar a serlo todo a la vez, Extremadura la libre, la generosa, la trágica, la honda, la meláncolica, la paciente… ¿Dejarán, dejaremos que los sea?

Alabemos las fincas grandes de otros (sus campos de golf, sus litorales masificados, sus especulaciones urbanísticas, sus impulsivas, contaminantes y espasmódicas industrias, sus estridentes migraciones turísticas, sus ritualizados ocios y desesperaciones), y cultivemos la nuestra pequeña. La mal comprendida y aviesamente interpretada frase de Unamuno, que tanto amaba a Extremadura, puede servirnos de paráfrasis: si el progreso «era» eso, que progresen ellos. Extremadura es como es, tan admirable, porque por fortuna pasaron de largo durante siglos muchas hordas. Y ello nos lleva a recordar aquellas palabras de Agustín de Hipona: Es malo sufrir, pero es bueno haber sufrido.

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«Viajero, si no es para quedarte y hacer esta tierra más libre, generosa, trágica, honda, melancólica y paciente, o sea, más solitaria, sigue tu camino.»

No aspira uno a mucho en este rincón: cuidar unos pocos olivos, podar a su tiempo la parra, regar en el suyo unas tomateras, estercolar los rosales, recoger las zamboas, sembrar nardos, desbravar las zarzas, quitar las malas hierbas, ver amanecer con ilusión y ver atardecer en paz, escribir muchos papeles y tener escogido y amistoso trato con algunos vecinos que hayan venido aquí, como a ermita del mismo cenobio, a cuidar también sus pocos olivos, a podar a su tiempo la parra, a cavar y regar su huerto, a cultivar sus rosales y hacer su trabajo, el que sea, con el impulso de quien ve salir el sol con ilusión y en paz lo ve acostarse.

Todo ello lo hemos encontrado en un rincón de la provincia de Cáceres. Me gusta pensar que se parece un poco a aquel «oscuro rincón que piensa» del que nos habló Machado. El rincón de los solitarios, de los poetas. Por eso, acordándome ahora de aquella desdichada campaña publicitaria, se me ocurría que podría emprenderse otra que le ayudase a Extremadura a conservarse en lo que fue y en lo que debería seguir siendo. Viajero, si no es para quedarte y hacer esta tierra más libre, generosa, trágica, honda, melancólica y paciente, o sea, más solitaria, sigue tu camino.