“La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela: una obra maestra de la literatura española

La familia de Pascual Duarte, publicada en 1942, es la primera novela de Camilo José Cela.

Ha sido considerada la abanderada de la corriente llamada tremendismo que, según Martinez Cachero, «podría ser definida como un desquiciamiento de la realidad en un sentido violento, o a la sistemática presentación de hechos desagradables e incluso repulsivos: criminales, tarados físicos o psíquicamente, prostitutas–en cuanto a personajes–; desgarro, crudeza, complacencia en lo soez –en lo que respecta al lenguaje empleado–».

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La novela tuvo dificultades con la censura por considerarla contraria a las buenas costumbres. El mismo Pío Baroja, que tenía una opinión muy favorable de la novela, se negó en redondo a prologarla cuando Cela se lo pidió:  «–No; mire –me dijo–, si usted quiere que lo lleven a la cárcel vaya solo, que para eso es joven. Yo no le prologo el libro».

Quizá para realizar un guiño a la censura, Cela utilizó, en su novela, el recurso del “transcriptor” que advierte al lector de esta manera: 

«El personaje, a mi modo de ver, y quizá por lo único que lo saco a la luz, es un modelo de conductas; un modelo no para imitarlo, sino para huirlo; un modelo ante el cual toda actitud de duda sobra; un modelo ante el que no cabe sino decir:

¿Ves lo que hace? Pues hace lo contrario de lo que debiera.»

La novela no tuvo jamás un solo premio. Cela reconoció que cuando la presentó al Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera, en 1943, le devolvieron el ejemplar sin abrir. Sin embargo, consiguió rápidamente un gran reconocimiento por parte de los lectores y de la crítica. Su autor lo explicaba así: «Yo creo que gran parte de la expectación que produjo fue debida a que llamaba a las cosas por sus nombres. Cuando un ambiente está oliendo a algo, lo que hay que hacer, para que se fijen en uno, no es tratar de oler a lo mismo sólo que más fuerte, sino, simplemente, tratar de cambiar de olor»

Cela nos ofrece las supuestas memorias de Pascual Duarte, un rudo campesino extremeño autor de varios crímenes horrendos. Pascual las escribe en 1937, mientras espera ser ajusticiado en la cárcel de Badajoz. En ellas nos cuenta los pormenores de una vida presidida por la desgracia, la fatalidad y la violencia. Estas memorias son, además, una «pública confesión». Con ellas pretende descargar, en parte, su atormentada conciencia. Pascual “que no era otra cosa que un manso cordero, acorralado y asustado por la vida”, muestra un arrepentimiento, que parece sincero, y acepta la muerte con resignación.

Con esta reflexión, inicia Pascual sus memorias:

   «Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie puede borrar ya»

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Portada de la primera edición de la novela

La familia de Pascual Duarte es una obra maestra de la literatura española. Una novela que lleva más de doscientas ediciones y que se ha traducido a más de 30 lenguas. Una novela magnífica. Absolutamente recomendable.

«Desde su corazón piadoso y fiero, desde su justicia primitiva y sus violentos asesinatos, Pascual Duarte es el fedatario de la España que acababa de vivir la guerra civil. A este hijo de las parideras de los conquistadores (fauna hispánica y carpetovetónica también), a esta criatura, que se convertiría en el chivo expiatorio de la purgación española de la posguerra inmediata, el joven maestro Camilo José Cela le concedió la palabra y la escritura, una bronca voz desgraciada, y lo estrujó contra su corazón para oírle respirar.»

Adolfo Sotelo Vázquez

«La Familia de Pascual Duarte, la historia de un criminal inocente contada por él mismo con las palabras justas, las más verosímiles y convincentes, las más emocionadoras también. Por eso se ha dicho de Cela que es un lírico disfrazado de humorista. Para el poeta los temas posibles son pocos, continuamente reiterados. Y cuando a Cela se le preguntó sobre la fórmula del humorista respondió así: “Escepticismo, siempre. Y crueldad y caridad a teclas alternas”.»

Darío Villanueva

En el año 1975, se rodó Pascual Duarte, largometraje español dirigido por Ricardo Franco, inspirado en la novela de Camilo José Cela.

Pascual Duarte es un campesino español, cazador furtivo, recluta a la fuerza en la guerra de África, pobre, huraño, poseído por la mala suerte que se manifiesta a través de sus largos silencios y sus miradas que se pierden en el vacío.

Al igual que miles, tal vez millones de españoles de la época triste y brutal que durante las primeras décadas del siglo XX se alza como muestra poderosa e irrebatible de las tremendas diferencias sociales y culturales que asolan y conforman la identidad colectiva del país, Duarte vive rodeado de una violencia estructural que poco a poco se adueña de hasta sus actos más mínimos.

Mientras tanto, esa misma sociedad que le fuerza al ostracismo, a la soledad y a la autodestrucción no tarda en juzgarle, convirtiéndole en una víctima más que sólo aguarda un destino trágico. (FilmAffinity)

«Seca, violenta, realista y entreverada de silencios y miradas veladas por la crueldad y la miseria, Pascual Duarte ofrece un retrato sin concesiones de la España rural, de los pueblos aislados donde los abusos del caciquismo local desencadenan la tragedia. El desenlace del garrote vil o las escenas en las que Duarte descarga su ira y su odio contra el caballo y su propio perro o los disparos repentinos con la escopeta contra los que considera sus enemigos convierten a esta película en una de las más crudas de de la cinematografía española.»

David Felipe Arranz en Las cien mejores películas sobre obras literarias españolas

SINOPSIS

Publicada inicialmente en 1942, La familia de Pascual Duarte marca un hito decisivo en la literatura española y es, después del Quijote, el libro español más traducido a otras lenguas. Pascual Duarte, campesino extremeño hijo de un alcohólico, nos cuenta su vida mientras espera su propia ejecución en la celda de los condenados a muerte. Víctima de una inexorable fatalidad, Pascual Duarte es un ser primitivo y elemental dominado por la violencia, única respuesta que conoce a la traición y al engaño. Pero esa siniestra apariencia no es más que la máscara que oculta su incapacidad para luchar con la maldad de los demás y la desvalida impotencia que alberga en el fondo de su alma.

Camilo José Cela conduce toda la historia con extraordinaria destreza narrativa y absoluto dominio del lenguaje. Lenguaje desgarrado y directo en el que no faltan los alardes léxicos relativos a situaciones y objetos tradicionalmente aleatorios, que Cela hace entrar por la puerta grande en el acervo del español escrito.

Sombrío aguafuerte de la España rural, La familia de Pascual Duarte ha ganado con los años fuerza y dramatismo y su protagonista, que no ha perdido el encanto primigenio, es ya un arquetipo de alcance universal.

CAMILO JOSÉ CELA

cela_camilo_joseCamilo José Cela Trulock. (Iria Flavia, La Coruña, 11 de mayo de 1916 – Madrid, 17 de enero de 2002). Escritor y académico español, galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

En 1925 su familia se traslada a Madrid. Antes de concluir sus estudios de bachillerato enferma y es internado en un sanatorio de Guadarrama (Madrid) durante 1931 y 1932, donde emplea el reposo obligado en largas sesiones de lectura.

En 1934 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, pronto la abandona para asistir como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas da clases de Literatura Contemporánea. Cela le muestra sus primeros poemas, y recibe de él estímulo y consejos. Este encuentro resulta fundamental para el joven Cela, que se decide por su vocación literaria. En la facultad conoce a Alonso Zamora Vicente, a María Zambrano y a Miguel Hernández, y a través de ellos entra en contacto con otros intelectuales del Madrid de esta época. Antes, en plena guerra, termina su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día.

En 1940 comienza a estudiar Derecho, y este mismo año aparecen sus primeras publicaciones. Su primera gran obra, La familia de Pascual Duarte, ve la luz dos años después y a pesar de su éxito sufre problemas con la Iglesia, lo que concluye en la prohibición de la segunda edición de la obra (que acaba siendo publicada en Buenos Aires). Poco después, Cela abandona la carrera de Derecho para dedicarse profesionalmente a la literatura.

En 1944 comienza a escribir La colmena; posteriormente lleva a cabo dos exposiciones de sus pinturas y aparecen Viaje a La Alcarria y El cancionero de La Alcarria. En 1951 La colmena se publica en Buenos Aires y es de inmediato prohibida en España.

En 1954 se traslada a la isla de Mallorca, donde vive buena parte de su vida. En 1957 es elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española.

Durante la época de la transición a la democracia desempeña un papel notable en la vida pública española, ocupando por designación real un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas, y participando así en la revisión del texto constitucional elaborado por el Congreso.

En los años siguientes sigue publicando con frecuencia. De este período destacan sus novelas Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona. Ya consagrado como uno de los grandes escritores del siglo, durante las dos últimas décadas de su vida se sucedieron los homenajes, los premios y los más diversos reconocimientos. Entre estos es obligado citar el Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Nobel de Literatura (1989) y el Miguel de Cervantes (1995). En 1996, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concede el título de Marqués de Iria Flavia.

EXTREMADURA Y LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE.

Cela sitúa la acción de su novela fundamentalmente en Extremadura y más concretamente en Torremejía, municipio extremeño de la provincia de Badajoz, en plena comarca de Tierra de Barros. Allí nace el protagonista, Pascual Duarte, cuya vida se desarrolla entre 1882 y 1937, unos años especialmente conflictivos en la historia de España.

«Nací hace ya muchos años –lo menos cincuenta y cinco– en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días –de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse– de un condenado a muerte.

Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en olivos y guarros (con perdón), con las casas pintadas tan blancas, que aún me duele la vista al recordarlas, con una plaza toda de losas, con una hermosa fuente de tres caños en medio de la plaza.»

Se ha discutido sobre si, con Pascual Duarte, Cela había pretendido hacer un retrato del campesino extremeño. En el cuarenta aniversario de la publicación de la novela, en 1982, Cela visitó la localidad natal del protagonista. En el discurso que dirigió a los paisanos del pueblo, recordó que estuvo en Torremejía, como cabo interino de Artillería durante la guerra civil del 1936.

Reproducimos algunos fragmentos de las palabras que Cela pronunció en la “patria chica” de Pascual Duarte y que Arsenio Muñoz de la Peña recog en su obra titulada Los viajes de Camilo José Cela por Extremadura:

«A la tropa nos alojaron al otro lado del pueblo y aquí en Torremejía estuvimos no más de quince días, los suficientes para que los paisanos me impresionaran por su hombría de bien, su naturalidad y su saber estar y hacer […]

Yo estaba bien ajeno, a mis 21 años, que Torremejía me iba a impresionar hasta el punto de situar mi primera novela, La familia de Pascual Duarte, en este lugar.

En esta obra quiero rendir dos homenajes. Uno a un hombre acosado por las circunstancias, que no era malo pero lo hicieron, y en el que la sociedad se vengó, ensañándose excesivamente con él. Descanse en paz. El otro homenaje que quiero rendir es a esta tierra por entonces tan dura, azotada e inclemente, en la que unos hombres y unas mujeres se apegaban a la vida para subsistir con una infinita fe en el futuro.»

Camilo explicó que «comenzó a escribir su obra La familia de Pascual Duarte uno o dos años después de terminar la guerra civil, un poco por entretenimiento, y otro tanto, sin saber por qué, le llevó a rematarla.»

Muñoz de la Peña refiere también en su libro esta curiosa anécdota: «Cuando sacaron a la calle su novela, le escribió un señor de Badajoz, llamado don Lino Duarte, echándole una gran bronca porque hubiese apellidado a Pascual con el suyo y le hubiese ubicado en Torremejía, provincia de Badajoz, región de Extremadura.

Camilo le contestó con una carta […] que el apellidaba Duarte a su protagonista porque no había ninguna ley contra ello y que lo situaba en Extremadura porque si la hubiese puesto en Aragón, los de allí se hubiesen encontrado con las mismas razones de protesta que los de aquí, y en algún lugar había de situar la novela.»

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Palacio que perteneció al conde de Torremejía, cuyo asesinato, según la novela, llevó a Pascual al garrote vil.

En un interesante artículo publicado en el diario Hoy, titulado La patria de Pascual Duarte, El profesor Garrido Ardila afirma que «Pascual Duarte no acontece en Extremadura porque Extremadura sea, en cualquier sentido, distinta al resto de España».

Señala, además, que: «Al reconocer el excelso valor literario de Pascual Duarte debemos, en definitiva, celebrarla como una novela de ambiente extremeño, que entronca con la atávica literatura social española y que es espejo de toda España. Como también debemos rendir tributo de agradecimiento a Cela por escoger Extremadura».

Y se pregunta por qué Cela escogió Extremadura como marco de esta novela, señalando que es posible que la ubicación de la misma tenga que ver con el desarrollo de la guerra: «Pascual Duarte asesina al conde e, inmediatamente después, el ejercito toma la provincia y Pascual es apresado, juzgado y ejecutado. Esta secuencia no podría haberse escenificado en ninguna otra región española salvo en la Extremadura meridional o la Andalucia occidental».

Parece muy acertado el juicio del profesor y bibliográfo Manuel Pecellín Lancharro que, en su libro titulado Extremadura: vista por…, expresa lo siguiente:

«Cela […] compuso con Pascual Duarte –huraño, cruel, sanguinario, pasional, desequilibrado– la figura desgarrada y casi esperpéntica de un campesino estremecedor. Parece inútil entrar –como a veces se ha hecho– en si se trata del arquetipo del hombre de Extremadura, o si Cela ha errado el paradigma. No nos parece que el escritor haya pretendido construir más que un personaje literario, mediante la técnica de abultar hasta la caricatura rasgos que pueden hallarse en cualquier lugar de España. Sin admitir, pues, que se trate de un modelo representativo, es verdad que la violencia del protagonista no resulta absolutamente inverosímil en nuestro agro.»

El historiador Francisco Espinosa dedica un capítulo muy interesante titulado Literatura e historia: el caso de Pascual Duarte o el crimen que nunca existió dentro de su libro Contra el olvido: historia y memoria de la guerra civil en el que realiza un interesante análisis de la novela desde un punto de vista fundamentalmente histórico. Escribe Espinosa: «Tal realismo quiso imprimir Cela a su obra que la llenó de detalles y nombres reales. La situó en Torremejía; sacó a Pascual de la importante prisión de Chinchilla; convirtió en víctima al conde de Torremejía, que realmente había existido y cuya casa se conservaba; y, además, enmarcó claramente la historia en la España de 1882 1937, período en que transcurría la vida del protagonista, y más concreto en el breve espacio de tiempo que va de julio del 36 a febrero del 37 […] Sin embargo, tanto realismo hubiera exigido que el escritor, por más que fabulase,no olvidara la realidad de lo ocurrido allí donde decidió ubicar su historia. Si, por el contrario, la realidad histórica le daba igual, bien pudo inventarse un lugar o eligir un caso donde los hechos fuesen más cercanos a los que quería contar. Pero no fue así.»

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Y para terminar, ésta es la opinión que a Giménez Caballero le merecen Cela y su obra: «De este chico enfermo —con sangre internacional en las venas que le empujara instintivamente al Tercio extranjero— acababa de salir la visión de una Extremadura increíble […] Su ojo crudo y sin pestañear de legionario había descubierto no sólo la Extremadura roja, ibérica, atroz, sino también aquella que fue riñón de conquistadores americanos, con entrañas rapaces e insaciables. En Pascual Duarte revivía un anhelo inextinguido de botín y sangre, de crueldad, muerte y posesión.»

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

«Nací hace ya muchos años –lo menos cincuenta y cinco– en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días –de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse– de un condenado a muerte.
    Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en olivos y guarros (con perdón), con las casas pintadas tan blancas, que aún me duele la vista al recordarlas, con una plaza toda de losas, con una hermosa fuente de tres caños en medio de la plaza. Hacía ya varios años, cuando del pueblo salí, que no manaba el agua de las bocas y sin embargo, ¡qué airosa!, ¡qué elegante!, nos parecía a todos la fuente con su remate figurado un niño desnudo, con su bañera toda rizada al borde como las conchas de los romeros.»
[…]
    «A mí me asustó un tanto que mi madre en vez de llorar, como esperaba, se riese, y no tuve más remedio que ahogar las lágrimas que quisieron asomarme cuando vi el cadáver, que tenía los ojos abiertos y llenos de sangre y la boca entreabierta con la lengua morada medio fuera. Cuando tocó a enterrarlo, don Manuel, el cura, me echó un sermoncete en cuanto me vio. Yo no me acuerdo mucho de lo que me dijo; me habló de la otra vida, del cielo y del infierno, de la Virgen María, de la memoria de mi padre, y cuando a mí se me
ocurrió decir que en lo tocante al recuerdo de mi padre lo mejor sería ni recordarlo, don Manuel, pasándome una mano por la cabeza me dijo que la muerte llevaba a los hombres de un reino para otro y que era muy celosa de que odiásemos lo que ella se había llevado para que Dios lo juzgase. Bueno, no me lo dijo así; me lo dijo con unas palabras muy justas y cabales, pero lo que me quiso decir no andaría, sobre poco más o menos, muy alejado de lo que dejo escrito. Desde aquel día siempre que vela a don Manuel lo saludaba y le besaba la mano, pero cuando me casé hubo de decirme mi mujer que parecía marica haciendo tales cosas y, claro es, ya no pude saludarlo más; después me enteré que don Manuel había dicho de mí que era talmente como una rosa en un estercolero y bien sabe Dios qué ganas me entraron de ahogarlo en aquel momento; después se me fue pasando y, como soy de natural violento, pero pronto, acabé por olvidarlo, porque además, y pensándolo bien, nunca estuve muy seguro de haber entendido a derechas; a lo mejor don Manuel no había dicho nada –a la gente no hay que creerla todo lo que cuenta– y aunque lo hubiera dicho… ¡Quién sabe lo que hubiera querido decir! ¡Quién sabe si no había querido decir lo que yo entendí!»
[…]
    «El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado. Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
    –¡Échate fuera!
    –¡No quiero!
   Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión:
    –No te mato porque se lo prometí…
    –A quién?
    –A Lola.
    –¿Entonces, me quería?
   Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte… La carne del pecho hacia el mismo ruido que si estuviera en el asador… Empezó a arrojar sangre por la boca.
    Cuando me levanté, se le fue la cabeza –sin fuerza– para un lado…»