“Ésta es mi tierra”, de Luis Landero

Ésta es mi tierra (2002) es un librito de 134 páginas, bellamente ilustrado con fotografías de Genín Andrada y dibujos de OPS, que recoge el guion que escribió Luis Landero para la serie de Televisión Española Ésta es mi tierra, un espacio documental y literario que recoge el trabajo de escritores y los relaciona con los paisajes que han impregnado sus obras. En este capítulo el escritor extremeño recuerda su infancia en Alburquerque (Badajoz) y nos lleva a los lugares más significativos de su pueblo.

El libro comienza con un hermoso autorretrato. Posteriormente nos conduce por los espacios más representativos de su Alburquerque natal y por los recuerdos de su infancia en una familia de labradores, en una casa en la que sólo había un libro. Nos descubre los inicios de su vocación de escritor, favorecidos por la gran sabiduría para el relato oral que tenía su abuela Francisca, analfabeta, pero que dominaba como nadie el arte de contar. Y termina hablándonos de la inevitable marcha de su familia a la gran ciudad, dejando atrás el paraíso perdido de su tierra y de su infancia.

     «Si es verdad que existe en el hombre, y en cada uno de nosotros, la nostalgia de un Paraíso perdido, de una plenitud que nos fue arrebatada, para mí ese Paraíso sería la infancia y la naturaleza. Por esos, uno no se distancia de ella, no la ve como paisaje, ni menos aún la valora estéticamente. Uno no mira; actúa (uno va a nidos, o a lagartos, o a grillos, o a ranas, o corre sin cansarse hacia no importa dónde, o se sube a un árbol o se tumba en la hierba). Y algo similar les ocurre también a los campesinos. Tampoco ellos tienen conciencia estética del paisaje».

Ésta es mi tierra es un libro maravilloso, escrito con una prosa magnífica y que rezuma lirismo y un profundo amor por su tierra. Más que recomendable.

Alburquerque, nostalgia en blanco y negro: Luis Landero

SINOPSIS

En Ésta es mi tierra el escritor Luis Landero recrea su infancia y vivencias personales en Extremadura, todo ello en la mejor literatura de tradición y pulso cervantino, mezcla de ironía, ternura y sabiduría vital. Sin interferir y complementando la visión del escritor, acompañan al texto las fotos de Genín Andrada y los dibujos terriblemente lúcidos de OPS.

Estaesmitierra

     «Mi signo es la impertinencia; mi pasión, un cierto afán de plenitud que me impide el disfrute de mí mismo y me invita al ensueño. Mi dulzura es la naturaleza y el verano, que es tanto como decir la melancolía de la infancia. Mi dolor es la insatisfacción crónica y la repentina falta de entusiasmo. La literatura ha acabado por ser, después de la tormenta, una reparación de daños.

     Me gustaría entender el mundo. Vendería mi alma al diablo por ser sabio. Pero hay días en que no entiendo nada, y sólo me llega el fragor de algo absurdo, caótico».

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. En 2017 publicó La vida negociable. Lluvia fina (2019) es la historia de una familia que, tras muchos años de distanciamiento, decide reunirse con el objeto de hacer las paces y curar las pequeñas heridas que les han distanciado durante tanto tiempo. En  El huerto de Emerson (2021) retoma la memoria y las lecturas de su particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. En Una historia ridícula (2022) demostró su maestría en el uso del humor para retratar la condición humana. La última función (2024) es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

  • Más sobre Luis Landero en Extremeños Ilustres

       «El escribir por oficio es uno de los grandes peligros del escritor. Cuando uno alcanza un estilo, un tono y una música y permanece fiel a ellos… Eso puede no ser bueno. Así que intento ser un escritor sin oficio, que está aprendiendo cosas continuamente.»

    Luis Landero

“Entre líneas”, de Luis Landero

«El escritor debe escribir sobre aquello que conecta con sus inquietudes y experiencias más íntimas.»

Entre líneas: el cuento o la vida es un libro extraordinario que nos habla de la literatura y de la vida. Un libro, mitad ensayo, mitad autobiografía, en el que se mezclan y se confunden a veces reflexiones y apuntes sobre el mundo de la literatura con historias y retazos de carácter biográfico. Y todo ello, utilizando, como elemento de unión, a la figura de Manuel Pérez Aguado (Manolito para los amigos, don Manuel en el estrado) que además de profesor, es lector y escritor. Un personaje que nos recuerda, poderosamente, al propio Landero.

9788483101681

  «La literatura y la vida: he aquí un asunto que todas las generaciones de escritores y artistas, principalmente desde el Romanticismo, se han planteado de un modo exasperado y sin llegar nunca a concluir nada, porque se trata de un conflicto insoluble. Lograr que la literatura y la vida se confundan, lleguen a ser la misma cosa, pueda ser afrontadas con el mismo sentimiento de realidad y de plenitud, que el mundo objetivo y el imaginario formen una sola entidad, que acción y pensamiento se armonicen en un único envite: tal es el sueño imposible que muchos persiguieron y que quizá nadie alcanzó, y cuyo temblor existencial y metafísico llena de tensión, de entusiasmo y de melancolía tantos y tantos libros.» 

Entre líneas: el cuento o la vida es un libro magistralmente escrito. Con ese dominio asombroso de la palabra tan característico de Landero. Un libro cuya lectura resulta una auténtica delicia. Sobre Entre líneas: el cuento o la vida, escribió el profesor Ricardo Senabre: «La obra de Landero es un inteligente juego literario, además de un experimento novelesco a la manera unamuniana que, a la vez, arroja luz sobre el proceso de sus creaciones anteriores.»

SINOPSIS

«De alguien que mima tanto las palabras y reparte imaginación novelesca a raudales como Luis Landero no se podía esperar menos que este delicado, cariñoso y humildemente sentido homenaje a la magia de la ficción.»

Antonio Lozano. Qué Leer

Manuel Pérez Aguado (Manolito para los amigos; en el estrado, don Manuel) es profesor de literatura, y además lector y escritor. La vida de Manuel, que va atisbándose al filo de la obra, es bastante común: nació en un pueblecito en el que sólo dos casas tenían luz eléctrica; hijo de las clases de Historia Sagrada y de un Hollywood legendario, vivió en su infancia la llegada de la Coca-Cola, y fue a estudiar la carrera a la capital, para lo que tuvo que ganarse el pan. Sin embargo, ahora, en nuestros días, se ha convertido en una figura muy peculiar: es alguien-que-sabe. Enamorado de los libros, reflexiona sobre la ficción y la realidad. Amante de la vida, medita sobre su pasado y sobre un presente lleno de contrastes que nos concierne a todos. Landero, con la seductora prosa a la que nos tiene acostumbrados, intercala entre las páginas dedicadas a Manuel Pérez Aguado ideas, apuntes y retazos que hacen de contrapunto y añaden al libro otra voz: una voz que habla en primera persona, que narra otras historias, y que casi, diríase, acaba transformándose en otro personaje.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables.  El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. La vida negociable es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Manuel Pérez Aguado ha dibujado en la pizarra dos viñetas para ilustrar lo que va a ser su primera clase de literatura. En la viñeta A se ve un corral donde hay un árbol frondoso. Claro que, en realidad, es un arbusto […] El árbol, o el arbusto, tiene un nombre precioso: evónimo, y también se llama bonetero de Japón.  Debajo del evónimo hay un niño y una vieja sentados en sillitas de paja. La vieja es menuda y de lutos muy limpios. En su nitidez milimétrica, parece como descrita por Azorín, y así le hubiera gustado a Manuel Pérez sacarla en el dibujo, porque así es como la vieja, que es su abuela y se llama Francisca, pervive en el recuerdo. El niño es el propio Manuel con seis o siete años. Hay también algunos pájaros cantores, y al fondo se ve un campanario con un reloj. La escena ocurre hacia 1955 en un pueblo de Extremadura que tiene también un nombre muy lucido: Alburquerque.
   Pero lo que importa al caso es que la vieja le está contando un cuento al niño. La historia trata de un pescador que un día naufraga, baja al fondo del mar, se casa allí con una princesa y, durante un año, vive feliz en aquel reino submarino.»
    […]
Dibujo de Javier Fernández de Molina. Entre líneas, Del Oeste Ediciones, 1996

Dibujo de Javier Fernández de Molina.  Entre líneas, Del Oeste Ediciones, 1996

  «El profesor, hoy, empieza a tener algo de figura de época. Es uno de los últimos nexos que unen a la sociedad con la tradición. Y, sin embargo, pocas cosas hay tan necesarias hoy como enseñar historia, filosofía o literatura. Se ellas no consiguen civilizar a este mono que parece no acostumbrarse a vivir sin el rabo, nadie sabe qué otra cosa podría salvarlo. Particularmente, Manuel espera que no sean ni los dioses ni los caudillos. Porque de los lectores, de los profesores y de los escritores depende, aunque sólo sea remotamente, que a las generaciones futuras no las devoren las sirenas de la barbarie y del olvido. No otra cosa es lo que consiguió aquella viejecita que, debajo de evónimo, un día le contó a un niño el cuento del pescador. Anónima la narradora, anónimo el cuento, anónimo el oyente. Anónimo también el profesor. Anónimos todos y finalmente todos necesarios.
    El cuento o la vida: hoy más que nunca la escuela está bajo el signo fatal de Scherezade.» 

“Juegos de la edad tardía” de Luis Landero, la novela del «afán»

Luis Landero se dio a conocer con Juegos de la edad tardía (1989), su primera novela, que tuvo una gran acogida por parte del público y de la crítica. Con ella consiguió el Premio Ícaro, en 1989, y el Premio Nacional y el Premio de la Crítica, en 1990.9788483835081Landero nos acerca a la historia de Gregorio Olías, principal protagonista de la novela, un personaje de 46 años, casado, con una existencia vulgar, y un trabajo rutinario de oficinista. Gregorio nos va desvelando, poco a poco, los distintos pasajes de su vida, desde que, huérfano, llega a la ciudad para vivir con su tío Félix, un hombre mayor, que será su educador y que le descubrirá los secretos del afán.

      «-¿Qué es el afán, abuelo?

   -El afán es el deseo de ser un gran hombre y de hacer grandes cosas, y la pena y la gloria que todo eso produce. Eso es el afán.»

Uno de los momentos culminantes de la novela se produce cuando Gregorio entabla contacto telefónico con Gil, un representante comercial en provincias de su misma empresa. Entre ambos personajes, se establece una curiosa relación, siempre a través del teléfono, y cada vez más intensa. Poco a poco, se despierta en ellos el deseo, el afán, compartido por ambos, de alcanzar los sueños y anhelos de su adolescencia y de su primera juventud. Fruto de esta relación se irá produciendo la metamorfosis de Gregorio en Faroni, personaje triunfador, joven, apuesto, culto, poeta, ingeniero y políglota.

     «Porque la verdad nunca se da pura y necesita siempre de las apariencias, como el ciego del perro. Así que, descontadas las apariencias, yo soy Faroni.»

Hasta que llega el fatídico día en que Gil anuncia su regreso a la ciudad y todo se complica.

Aunque Juegos de la edad tardía es su primera obra conocida, Landero había escrito cientos de poemas, que no se han llegado a publicar. El escritor de Alburquerque ha afirmado, en alguna ocasión, que buena parte de su capacidad narrativa es fruto de la tradición oral. En su infancia, solía escuchar con frecuencia contar historias a sus mayores. Sobre este tema, escribe Landero, en, su última novela, El balcón en invierno (2014): «Todos sabían contar muy bien, porque todos contaban en el molde en que a ellos les contaron, pero la mejor narradora, y la que más cosas sabía, que parecía un pozo sin fondo, era mi abuela Frasca. Mi abuela Frasca había sido pastora desde la niñez hasta el matrimonio y era totalmente analfabeta, pero dominaba como nadie el arte de contar, y eso se notaba enseguida en el tono, en la línea melódica de la voz, en las pausas, en el movimiento acompasado de las manos, en cómo unía entre sí las frases, que parecía que una atraía como un imán a la siguiente…»

Luis y su abuela Frasca hacia 1965. Ilustración de El Balcón en invierno.

Luis y su abuela Frasca hacia 1965. Ilustración de El balcón en invierno.

Buena parte de los personajes y de los temas de Juegos de la edad tardía están inspirados en vivencias que tuvo el propio autor en su infancia y adolescencia. El propio Landero afirmó en una entrevista que «el germen de las historias que uno cuenta suele estar en algún lugar de la memoria. Lo que uno reinventa es, más que lo vivido, lo que la vida nos insinuó, lo que pudimos vivir y se frustró al final.»

En el prólogo de Juegos de la edad tardía, Landero reconoce que en su novela late un «oscuro fondo autobiográfico» y además confiesa lo siguiente:

  «Con razón se dice que a veces uno no elige los temas, sino que más bien es elegido por ello […]

  Mi padre es la figura central de mis demonios literarios. Era un hombre con una profunda conciencia de fracaso […] Mi padre era puro deseo, puro afán. Y puro y absoluto fracaso […] En realidad, él concibió la historia, y años después yo la escribí […] Creo que Gil es en el fondo mi padre, y yo soy Gregorio. Él me llama a la gran ciudad desde su remota provincia (que quizá sea la muerte) y me pide cuentas de lo que he logrado ser en la vida. Ya no me pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor?, sino: ¿Qué has logrado ser de mayor? Y yo, Gregorio, desde la gran ciudad mítica que el soñó, le miento y le digo que sí, que se han cumplido sus designios, su mandato, y que ahora soy un gran hombre: ingeniero, poeta, políglota, y no sé cuantas cosas más. Que ya tengo oficio, y no uno sino varios, y en todos ellos soy el mejor. Soy Faroni, el gran Faroni: el hombre que mi padre quiso que yo llegara a ser. Desde luego, lo último que mi padre hubiera sospechado es que yo iba a ser escritor y que él habría de convertirse en mi musa principal.» 

Juegos de la edad tardía es una novela extraordinaria, escrita magistralmente, con un dominio asombroso de la palabra, con una sabia mezcla de realidad y fantasía, con un cierto aire cervantino, con ese toque mágico tan del gusto de su autor, y de la que se desprende cierta añoranza por el paraíso perdido de su infancia y de su tierra. Esa tierra extremeña donde nació y vivió el autor en su niñez antes de marchase, junto a su familia, a la capital, y a la que regresa con los protagonistas de la historia.

   «Tal como había planeado, Gregorio inició la fuga hacia los lugares de la infancia. Quizás alguien allí, algún amigo o conocido de sus padres, le proporcionase un empleo o, lo que era aún mejor, una tierra en arriendo […] Las casas, casi todos bajas y pobres, se agrupaban junto a un castillo en ruinas y desde allí se derramaban dispersas hacia la alameda de un río. Hundiéndose en el barro, Gregorio atravesó unas tierras de labor y luego tomo un camino de asfalto. Un perro famélico, trotando al bies y con el rabo entre las piernas, lo adelantó como para guiarlo y anunciar su llegada. Uno tras otro llegaron hasta las tapias del cementerio y luego entraron al pueblo por una calle larga y empinada.» «Dos forasteros que habían llegado hacía unos tres años, un tal Gil y un tal Gregorio, y que hablaban mucho de sus correrías urbanas, y de cafés de artistas, y que se jactaban de haber conocido personalmente a un tal Faroni, una de las lumbreras del siglo según ellos.»

La misma tierra en la que los volverá a situar, años más tarde, en su segunda novela, Caballeros de Fortuna.

   «Dos forasteros que habían llegado hacía unos tres años, un tal Gil y un tal Gregorio, y que hablaban mucho de sus correrías urbanas, y de cafés de artistas, y que se jactaban de haber conocido personalmente a un tal Faroni, una de las lumbreras del siglo según ellos.»

Gracias a Juegos de la edad tardía, y a sus novelas posteriores, Landero está considerado como uno de los más destacados novelistas actuales en lengua española.

SINOPSIS

  «¿De dónde va a sacar el novelista sus historias y ambientes y personajes sino de la infinita e inevitable realidad?»

Luis Landero

Los anhelos de una vida amorosa e intelectual inquieta que Gregorio alimentó en su juventud se habían esfumado cuando, convertido ya en un oficinista gris, conoce un día por teléfono a Gil, hombre modesto, maduro también, quien, tras largos años de exilio, acabó idealizándolo todo en mitos anacrónicos. Gil necesita a toda costa a un héroe-artista al que adherirse y, lentamente, consigue resucitar en Gregorio sus sueños juveniles y el deseo de convertirse en esa figura simbólica. Y ha lugar la metamorfosis de Gregorio en Faroni, personaje que ninguno de los dos nunca logró ser – ingeniero y poeta, trinfador, culto, políglota, apuesto, audaz en el amor, «progre»–, pero patética caricatura del artista trasnochado. Cuando Gil va por fin a conocer a Gregorio, éste ya no puede volver atrás. Estos dos adolescentes otoñales han emprendido juegos demasiado peligrosos, y fortificando el uno por la fe redentora del otro, ya no pueden sino fundirse para siempre en Faroni.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. La vida negociable es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «Cenaron juntos, sin saber de qué hablar, y apenas acabaron preguntó Angelina:
   –¿Te acuestas?
   –Tengo que hacer –respondió Gregorio con voz de nadie.
   –¿A estas horas?
   –Los poetas siempre escriben de noche.
   –Estás tonto. Se te va a quedar cara de mochuelo.
   En cuanto se acostó Angelina, Gregorio se instaló en la sala y deslazó la caja de zapatos. Temeroso quizá de haber perdido el favor de las musas, o de no encontrar, agobiado por la responsabilidad y los años, el ardor de las pasiones juveniles, se concedió una tregua: despejó la camilla, cargó la pluma, aguzó el lápiz agrupó las virutas, numeró las páginas de la libreta –sin caer en la cuenta de que aquellos interminables preparativos eran los mismos que habían enredado a Gil en sus noches de bachiller autodidacto– y quedó sometido a los caprichos de la inspiración..»
    […]
 
  «Tal como había planeado, Gregorio inició la fuga hacia los lugares de la infancia. Quizás alguien allí, algún amigo o conocido de sus padres, le proporcionase un empleo o, lo que era aún mejor, una tierra en arriendo . Pensó que entonces, a espaldas ya de todo afán, cerraría el círculo de su existencia y esperaría a la vejez dentro de aquel tiempo definitivamente clausurado. Y se comparó al artesano que, habiendo puesto término a su obra (un cesto, por ejemplo), se sienta a la puerta a descansar y a contemplar el fruto de su larga y única destreza. En cuanto a los años restantes, querían decir que habían sobrado algunos mimbres y que el cesto podía haber sido más grande o más hermoso, pero era intocable y no admitía ya enmienda. Regresar al principio, cerrar el círculo, descansar del cesto: esto es lo que significaba para él la vuelta al escenario de la niñez.»
 

Caballeros de fortuna”, de Luis Landero

«Un lugar donde nunca pasa nada»

Luis Landero se dio a conocer con Juegos de la edad tardía (1989), una extraordinaria novela que tuvo una gran acogida por parte del público y de la crítica.

En el año 1994, apareció su segunda novela, Caballeros de fortuna. En ella, el escritor extremeño nos acerca a la vida de unos personajes muy poco convencionales, cuyos destinos acabarán cruzándose. Son seres que tienen deseos y grandes proyectos personales pero viven frustrados, insatisfechos, al no poder conseguirlos.

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Buena parte de la trama se desarrolla, aunque no se exprese directamente en la novela, en una tierra y en un paisaje que se corresponden con la localidad y el entorno de Alburquerque, pueblo de Extremadura, donde nació y vivió su niñez el autor antes de emigrar, junto con su familia, a Madrid. Alburquerque, un pueblo, como nos dice el propio Landero en su obra Ésta es mi tierra, que «está lejos del mundo», «geográficamente solitario». Un lugar al «que es muy difícil llegar por casualidad. Por eso, a pesar de ser un lugar precioso, muy pocos lo conocen.»

    «Al cabo de los siglos, sin embargo, el dedo sigue apuntando a un entorno llano, con dehesas de encinas y baldíos arenosos donde medran la cabra y la oveja, el asfódelo y el verbasco, y con una ribera de aguas inestables y mansas que define y nombra la comarca: los Baldíos de Gévora.»

En la novela aparecen numerosas referencias a ese mundo mágico, que tanto gusta a Landero, y que nos transportan a la tierra de sus antepasados.

    «Sus padres les habían contado algunas cosas maravillosas que ocurrían en el mundo. Le habían contado por ejemplo que las chicharras se alimentan de rocío y que, cuando se juntaban muchas, podía pasar que al amanecer ellas se hubieran comido ya todos los brillos y el sol no encontrase entonces un asidero donde agarrarse y prender su lumbre. En ese caso era preciso que todos los gallos uniesen sus fuerzas para orientar con sus cantos al sol y ayudarlo a salir. Pero ¿qué ocurriría si un día vencieran las chicharras y no saliese el sol? ¿Cómo sería vivir siempre de noche? ¿Y por qué, como también le habían contado, el toro se volvía manso si se le ataba a una higuera, y quien plantaba un laurel moría por fuerza joven? Así se le pasaban los días, yendo y viniendo a vigilar las cosas o indagando misterios debajo de la parra.»

Caballeros de fortuna es una novela que está escrita magistralmente, con ese sabor agridulce y ese toque mágico tan característicos de su autor. Un libro magnífico, que resulta muy agradable de leer.

Sobre ella escribió Manuel Pecellín Lancharro en su Bibliografía extremeña (1997): «El éxito incontestable de su primera novela, Juegos de la edad tardía, multirreeditada y traducida ya a nueve idiomas, generó la inquietud de ver si la segunda (que se ha hecho esperar cuatro años) confirmaba lo ya evidente: la consagración de un extraordinario novelista. Los que hemos tenido la fortuna de escuchar a Landero en diferentes intervenciones o la curiosidad de leer sus artículos y entrevistas, estábamos seguros, a priori, de que la nueva obra no iba a desmerecer. La capacidad de fabulación, el dominio narrativo y el toque mágico que distinguen la pluma de este escritor, junto con la solidez de sus infatigables lecturas, la estética consciente asumida y la rica carga existencial acumulada –desde las raíces agrarias a la juventud madrileña, sin eludir un cosmopolitismo liberal– constituyen el firme sustrato que sustenta el acierto de Caballeros de fortuna

SINOPSIS

Una voz anónima, surgida de uno de esos grupos que asisten ociosos al espectáculo de las vidas ajenas, reconstruye un suceso en el que cinco destinos privados se van poco a poco entrelazando hasta convertirse en uno solo, colectivo: Esteban, el inocente, descubre de pronto el fascinante mundo del dinero, el lujo y el poder, y se empeñará a su manera en hacerse rico y poderoso; el pequeño Luciano, como para culminar el fervor religioso en el que le educaron, descubre el amor, un amor imposible, que sólo encontrará descanso en su plenitud; Belmiro, el viejo ilustrado, tras una vida de estudio, se topa de golpe con la irracionalidad de las pasiones; don Julio, comerciante de mercería, detecta un día en sí mismo insólitas dotes para convertirse en líder político; y Amalia se debate entre el amor transgresor hacia un adolescente y el afecto sereno que le ofrece un hombre otoñal. La fatalidad convierte estas vidas en una aventura existencial azarosa en la que, como en las antiguas Ruedas de la Fortuna, la ruina y la muerte, el amor y la gloria, se entrecruzarán de forma tragicómica.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables.  El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. La vida negociable es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

OTRO FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Por los tiempos en que Esteban iba a la escuela, había allí otro muchacho más pequeño, casi un niño, que se llamaba Luciano Obispo Rebollo y era monaguillo. A veces los primeros oficios lo obligaban a llegar tarde, revestido aún con los ornamentos litúrgicos, y no era raro que a mitad de una clase, o a cualquier otra hora del día, tuviese de pronto que salir corriendo a tocar las campanas y a cumplir con los muchos deberes de su dignidad: que a san José Carpintero no le faltase nunca candela encendida, ni flores silvestres a la Virgen, que había que regar mañana y tarde y reponer cada dos o tres días, y lustrar además al anochecer la paloma del Espíritu Santo para que brillara siempre en toda su clarividencia, y bruñir los oros, perfumar las maderas, vigilar para que las lechuzas no se bebieran el óleo de las lámparas, ni las polillas devorasen los paramentos sagrados, ni entrasen los perros a dormir al fresco de los sepulcros ni las golondrinas a anidar en las bóvedas, y renovar luego el agua bendita, recoger la limosna de los cepillos, lavar y peinar a los santos y otros muchos preceptos que le tenía encomendados el padre Juan Mirón y que le hacían vivir entre continuas carrerillas y recordatorios.»

“El balcón en invierno”, de Luis Landero“

   «Esta vez no hay mentiras. Es un libro donde todo lo que se dice es verdad.»

    El escritor extremeño, nacido en Alburquerque en 1949, vuelve a sorprendernos con otra magnífica novela. El balcón en invierno es el libro más autobiográfico, más íntimo y más sincero de Luis Landero. Según su propio autor, está «escrito desde el corazón». «En El balcón en invierno no he tenido que inventar nada», asegura Landero.

  Nos encontramos ante una novela, basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid.

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     «Con lo mentiroso que has sido siempre, habrá que ver lo que cuentas ahí.                       

     No, esta vez no hay mentiras. Es un libro donde todo lo que se dice es verdad.»

   Una historia que nos permitirá descubrir, entre otras cosas, cómo un chaval del campo extremeño, que creció en una casa en la que sólo había un libro, fue encontrando un sentido a su vida y terminó siendo uno de los representantes más relevantes de la narrativa en lengua española actual, Premio Nacional de Literatura, Premio de la Crítica, Premio Extremadura de Creación, Premio de Narrativa Arzobispo Juan de San Clemente, y  profesor en la Universidad de Yale.

  «A veces me pregunto por qué caminos, por qué atajos, por qué oscuros designios del azar he llegado yo a ser escritor. ¿Por qué? […] Eso no entraba siquiera dentro de la verosímil […] Sí, es absurdo, y aún más porque la tuya fue una niñez sin libros. Todos en tu familia, sin excepción, eran campesinos.»

   La novela es también un homenaje a esa generación que vio todos sus sueños truncados que les tocó vivir a algunos la guerra y a otros la posguerra y que acabaron sacrificando todo por las futuras generaciones. «Mi padre no quería que fuera un destripaterrones», afirma Landero.

   En la presentación de su novela en Badajoz, Landero deleitó al numeroso grupo de seguidores asistentes al acto. Afirmó que, pese a su percepción pesimista de la vida, le había salido una novela optimista. También aseguró que él es del tipo de escritores que siempre les dan vueltas a los mismos demonios y obsesiones. Sobre sus padres, Landero dijo haber heredado el carácter fantástico y frustrado de su padre y el laborioso de su madre.

El balcón en invierno es un libro maravilloso, un verdadera obra de arte, cuya lectura no deben dejar pasar.

   «En cada instante, en cada frase, en cada suspiro, en cada pequeño acontecer, lo trivial y lo misterioso van a partes iguales. Eso es todo, y no hay más que contar. Un grano de alegría, un mar de olvido»

SINOPSIS

   Asomado al balcón, debatiéndose entre la vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se ve asaltado por el recuerdo de una conversación que tuvo lugar cincuenta años antes, en otro balcón, con su madre. «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor.». Este libro es la narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.

LUIS LANDERO 

Landero_big  Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) se licenció en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables. Tras El balcón en invierno, La vida negociable es su última novela.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «Todos sabían contar muy bien, porque todos contaban en el molde en que a ellos les contaron, pero la mejor narradora, y la que más cosas sabía, que parecía un pozo sin fondo, era mi abuela Frasca. Mi abuela Frasca había sido pastora desde la niñez hasta el matrimonio y era totalmente analfabeta, pero dominaba como nadie el arte de contar, y eso se notaba enseguida en el tono, en la línea melódica de la voz, en las pausas, en el movimiento acompasado de las manos, en cómo unía entre sí las frases, que parecía que una atría como un imán a la siguiente…»
  […]
    «Más tarde comprendí que los campesinos, como también les ocurre a los niños, no saben lo que es la belleza campestre. Donde otros ven un paisaje, ellos solo ven un sembrado, una dehesa, un erial bueno para cabras, un cerro o un barbecho. No se han parado a contemplar la naturaleza, sino que viven revueltos, confundidos con ella. Recuerdo mi estupor y mi alegría cuando leí en los libros de texto los primeros fragmentos literarios donde se describía la belleza del campo, y las ganas locas que sentí de ver a mis padres y abuelos y a mis tíos y a mis primos mayores para contarles lo bonita que era la naturaleza, sus muchos colores y tonalidades, el horizonte, el canto de los pájaros al amanecer, la paz y el silencio, el rumor del arroyo.
   Ahora sé que se hubieran reído de mí, del mismo modo que ahora, cuando recuerdo los campos de mi niñez, por encima de la belleza, se me revela ante todo un paisaje hecho de historia; es decir, de tiempo y de dolor.»