“La venus del perrito”, Manuel Martínez Mediero

Manuel Martínez Mediero, autor de una extensa y brillante producción teatral, nos sorprende ahora con La venus del perrito, su primera novela. En ella nos ofrece su visión, un tanto irreverente, de los últimos días del emperador Carlos V que, tras abdicar en Bruselas en octubre de 1555, decidió marcharse al monasterio de Yuste, en la comarca extremeña de La Vera, hasta el final de sus días.

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Mediero, nos muestra a un Carlos V decrépito y lleno de achaques, aquejado por la gota y las almorranas, y atormentado por los errores y los fantasmas del pasado. Un Carlos V que sólo encuentra algún consuelo a sus muchos males ante el cuadro de la Venus del perrito.

La Venus del perrito es una novelita que se lee de un tirón. Entretenida y fácil de leer.

    «–¿Quién es, señor?

   –La venus del perrito, de Tiziano –hasta se le notó al hablar que había puesto todas las palabras con mayúsculas.

Pasados unos segundos, volvieron a la tierra y tenían la respiración jadeante pero en dos tonos distintos. El emperador jadeaba de orgullo y Quijada de sobrecogimiento. Era el primer desnudo femenino que asomaba a sus ojos y por otro lado le aterraba que Gaztelu se enterara. Cuando miró hacia el Emperador, este se había rejuvenecido veinte años. Su mirada recorría la figura del cuadro con delectación indefinible, y se notaba que lo poseía gozosa y delicada. Quijada por le contrario trataba de ocultar su turbamiento y no encontraba palabras adecuadas para salir del atolladero.»

SINOPSIS

«Una visión nueva, atrevida, escandalosa e irreverente de lo que pudieron ser los últimos días del Emperador Carlos V en el Monasterio de Yuste.

El autor nos presenta, sin ningún tipo de consideración a la real majestad del Amo del Mundo, a un personaje prematuramente envejecido, decrépito y agobiado por fantasmas de vivos y muertos que no encuentra más placer en su vida que masturbarse frente a un cuadro de Tiziano.

Manuel Martínez Mediero ha construido un personaje insólito y lleno de matices como sólo los grandes dramaturgos saben hacerlo. Un hombre en el que las debilidades humanas prevalecen sobre su grandeza de linaje que nos ofrece acompañarle en sus últimos delirios. Una invitación a la que no podremos resistirnos.»

MANUEL MARTÍNEZ MEDIERO

Manuel_Martinez_MedieroBadajoz, 12 de marzo de 1937. Cursó estudios universitarios de Ciencias Económicas y Empresariales en Barcelona.

A finales de los sesenta, en pleno auge del teatro independiente, comenzó a escribir guiones de cine y teatro. En 1967 y 1970 recibió, entre los numerosos premios a lo largo de su extensa producción, el Premio Nacional de Teatro Universitario aunque buena parte de su producción fue prohibida por la Junta de Censura de la época y los estrenos de muchas de sus obras estuvieron enmarcadas por grandes escándalos de público y policía.

En los últimos años de la dictadura de Franco, escribe y estrena algunas de las piezas principales de su producción teatral, que ha sido denominado «teatro antropofágico» por proponer una especie de canibalismo moral y físico. Entre las obras de esta etapa destacan Las planchadoras (1970), Las hermanas de Búfalo Bill (1971), El automóvil (1973) o El bebé furioso (1974). Con posterioridad figuran obras de gran calado social como El día que se descubrió el pastel (1976) o Mientras la gallina duerme (1976).

Hay que estacar sus versiones para el Festival de Mérida: Lisístrata (1980 y 2007), Fedra (1981), Tito Andrónico (1983) y César y Cleopatra (2001)

La venus del perrito es su primera obra narrativa.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Como Quijada lo llevaba al retrete, no lo llevaba nadie. Ni en nadie tenía él depositada tanta familiaridad. Desde que se había marchado no se lavaba con la misma asiduidad, ni nadie le miraba las almorranas con tanto afecto y cariño. Las tres y cuatro cámaras del día, a veces se las tenía que aguantar lo que resultaba todavía peor, pues corría el riesgo de hacérselas encima y entonces se sentía morir en su desnudez. Todos parecían haberse puesto de acuerdo para considerarlo un anciano venerable con todas sus consecuencias, por lo que se rebelaba furioso, pero cuya furia no desembocaba más allá de una tempestad en un vaso de agua, que era el control al que a la postre se hallaba sometido. Le recordaban a su madre, declarada con su beneplácito oficialmente loca, y él, ya sin su mismo entusiasmo, declarado oficialmente eremita, huido de la vida para mejor contemplarla.»