“Fiestas de la Santa Cruz en Feria, 1955″

El 29 de abril de 1955 aparecía en el diario Hoy de Badajoz un interesante artículo firmado por Francisco Felipe Montes de Oca, que recogía información sobre las fiestas de la Santa Cruz y otros interesantes datos sobre la villa de Feria.

Reproducimos a continuación la información tal como aparece en el citado diario:

FERIA CELEBRA SUS TRADICIONALES Y ANTIGUAS FIESTAS DE LA SANTA CRUZ DURANTE LOS DÍAS 2, 3 y 4 DE MAYO

Este es uno de los pueblos más antiguos de la provincia. Cinco siglos antes de Jesucristo lo fundaron los celtas. Dio los títulos de conde y duque al gran Lorenzo Suárez de Figueroa.

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Feria entra en fiestas y con ello cambia su fisonomía cotidiana por la alegre sonrisa de sus antiguos folklores que en bellas canciones de influencia árabe le dedican por estos días a la Santa Cruz.

Por todas partes se respira aire de fiesta y sus habitantes, apartándose de sus quehaceres, se dedican de lleno a engalanar primorosamente sus cruces que, al anochecer sacan de sus casas para cantarles el popular repertorio.

Pocos han de ser los pueblos de esta provincia que puedan alardear de una fiesta tan antigua y tradicional como la de la Santa Cruz que desde tiempo inmemorial se viene celebrando en este pueblo.

La devoción que a la Santa Cruz profesan sus hijos es sobradamente conocida por todos, prueba de ello es la indescriptible fe y entusiasmo que le rendimos en estos días.

Si muy remota es la devoción a la Santa Cruz, no menos antigua es su Hermandad, pues desde los primeros momentos de su fundación cobijó bajo su paternal amparo a un elevado número de cofrades de todas las clases sociales.

Desde aquella augusta y memorable fecha en que se fundó, hasta hace muy poco tiempo, esta santa Hermandad venía ejercitando la caridad entre sus hermanos cuando éstos se encontraban enfermos o necesitados.

Hoy, por el contrario, razones poderosas, tal vez económicas, obligan a la misma a poner un paréntesis en su laboriosa carrera para retener y aplazar esta bendición. Pero no hemos de ocultar a sus miembros que en cuanto sus posibilidades económicas lo permitan, se reanudará nuevamente este socorro.

Hoy, como ayer, la Hermandad viene costeando los gastos de sepelio a la familia del hermano que fallece, si esta fuera pobre, y en caso contrario, siempre que la familia no renuncie a este beneficio, la Hermandad se encarga de hacerle un funeral en sufragio de su alma, a cuyo acto se invitan, además de los familiares del finado, a todos los miembros de la misma, los cuales ostentando en sus pechos la insignia del Crucificado, acompañan al difunto al acto de dar cristiana sepultura a su cadáver.

Es, pues, digna de alabanza esta asociación que vela por el bien de sus asociados, no solo en vida, con su gran ejemplo, sino aun después de la muerte, encomendando su alma al Todopoderoso.

Bajo este espíritu cristiano heredamos un día, en prueba de nuestra fe y entusiasmo, este galardón glorioso con el deber de no desvirtuarlo, antes bien perpetuar más y más este imperecedero recuerdo para poder decir a las generaciones venideras que también nosotros nos sentimos arrastrados por esa influencia cristiana tan arraigada en nuestro pueblo a través de los siglos con el deber sagrado de conservarla hasta la más lejana posteridad.

Características del pueblo

Este pueblo, de un paisaje delicioso y un panorama realmente encantador, que se extiende alegremente a los pies de su histórico castillo, tiene un censo de cuatro mil seiscientos cincuenta y seis habitantes de derecho, con una densidad de población de 64,66 habitantes por kilómetro cuadrado. Está situado entre los 38 grados, 27 minutos y 38 grados y 36 minutos de latitud Norte, y 2 grados, 50 minutos y 2 grados, 53 minutos de latitud Oeste del meridiano de Madrid.

La superficie del término es de siete mil doscientas treinta y nueve hectáreas, entre las que existe terreno llano y montuoso, predominando este último; la parte Sur, que es la montañosa, está destinada a olivos, higueras y encinar, y la Norte a cereales.

El problema de actualidad, para yunteros y aparceros, es el de la escasez de tierras donde poder labrar, problema de trascendental importancia que solo puede ser solucionado con la expropiación de varias fincas por el Instituto Nacional de Colonización.

Un buen número de pequeños propietarios tienen que ocuparse en explotaciones ajenas, porque las suyas no absorben la capacidad de trabajo.

La traída de la luz eléctrica es el problema de vital importancia, siendo urgente e inaplazable su solución.

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                                    La Virgen de la Consolación, Patrona de Feria (Foto Arté)

Datos históricos de la villa

La fundación de esta noble villa es de época muy remota; quinientos ochenta años antes de la venida de Nuestro Señor Jesucristo.

Sus fundadores fueron los celtas de la Lusitania, que le dieron el nombre de Seria, y se dice con bastante fundamento, que correspondió a la antigua Fama Julia; es indudable que sus primeros pobladores eligieron un lugar delicioso y estratégico para su situación y defensa.

Es muy conocida esta villa por los títulos que dio de conde y duque de la esclarecida sucesión, al nobilísimo caballero don Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de la Orden de Caballería de Santiago y treinta y cuatro en Ordenes, de quien fue inmediato sucesor el infante don Enrique de Aragón.

En lo alto de una empinada sierra, que lleva su nombre, a la que da belleza y poesía, y a unos doscientos metros de la población, se levanta airoso, como vigía, desafiando a los siglos, nuestro antiguo castillo que domina la villa por el noroeste, fábrica de planta poligonal irregular, cuya fundación data del año 1460 en que lo empezó a construir el segundo señor y primer conde de Feria, don Lorenzo Suarez de Figueroa, siendo terminado por sus sucesores en el 1513.

Fue dado en feudo al primer conde de Feria por Enrique IV de Castilla, y Fernando II hizo merced de la villa con el título de duque a don Gómez Suárez de Figueroa.

Desde su amplia plaza se ve gran parte de la provincia, y entre las neblinas del Guadiana vemos alzarse a Badajoz (a sesenta kilómetros), y más allá varios pueblos de la antigua Lusitania; al otro lado, la monotonía de la tierra de los Barros, de pardos barbechos y verdes viñedos, cuya vasta llanura se extiende en la lejanía del horizonte.

En el año 1808 los invasores franceses consiguieron apoderarse del castillo, abriendo varias brechas en sus murallas y sembrando la destrucción y abandono por todas partes; asimismo quedó destruida la primera parroquia del pueblo, dedicada a la Virgen de la Candelaria, adosada a las murallas, de la que quedan so!amente unos paredones que parece se encuentran firmes y orgullosos de su antiguo esplendor.

El crecimiento de la población y la topografía del suelo, hizo variar por completo la estructura de la villa, extendiéndose hacia el Sur, con motivo de la destrucción de su primera parroquia, y dando lugar a que en el siglo XV se construyera la actual, dedicada al Apóstol San Bartolomé.

Esta villa hace por armas un escudo dorado y cinco hojas de higuera verdes; fue ganada a los moros en 1241, por el maestre de Santiago, Pedro Gómez Mengo, y conquistada a los cristianos en el año 1239, siendo rey don Alfonso IX.

La casa de Feria se distinguió siempre por sus proezas y nobleza, alcanzando con su valor en los cambates y con su acertada dirección en el gobierno de los pueblos, los más grandes poderíos de nuestra región, sus nobles señores fueron siempre unidos a los acontecimientos más grandes de nuestra nación y eran algo que ni los mismos reyes podían mirarlos con indiferencia o desdén.

La Albuera

Este embalse de aguas fue construido en el año 1750 por el ilustrísimo señor don Amador Malaguilla, obispo de Badajoz, el que más tarde lo donó al convento de monjas Carmelitas de dicha capital.

Tiene capacidad para unos cuatrocientos mil metros cúbicos de agua y un perímetro de tres kilómetros.

El muro de contención de las aguas tiene veinte metros de altura, con un espesor de diez metros.

Las aguas de este pantano, que abastecen a la ciudad de Almendralejo, están contenidas en un hondo valle entre dos sierras y sobre una de ellas se eleva Feria.

Primer señor de Feria

El 28 de enero de 1387 era elector en Mérida y maestre de Santiago, don Lorenzo Suárez de Figueroa, señor de la Torre de Monturgue.

EI 28 de febrero de 1398, el rey Enrique III, el Doliente, nombró primer señor de Feria a don Gómez Suárez de Figueroa.

Tanto don Gómez como su padre don Lorenzo, desempeñaron un papel muy importante en el reinado de don Juan II, asistiendo con él, en unión de muchos nobles y Obispos, a varios combates contra los moros en tierras de Granada.

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Un aspecto de la solemne procesión de la Santa Cruz, que tradicionalmente se celebra durante las fiestas (Foto Arté)

Programa Oficial de Festejos

La Junta directiva de la Hermandad de la Santa Cruz, que vela en todo momento por el prestigio y engrandecimiento de las fiestas, ha redactado el siguiente programa de festejos:

DÍA 2

A las doce.– Anuncio oficial de Ias fiestas con disparos de cohetes y repique general de campanas.

A las doce y treinta.– Gran carrera de burros por el itinerario de costumbre, con dos importantes premios en metálico.

A las cinco de la tarde.– Llegada de la acreditada banda municipal de Barcarrota, que precedida de una vistosa cabalgata de Gigantes y Cabezudos recorrerá las principales calles de la población.

A las siete.–Vísperas solemnes en la parroquia, con asistencia de todos los hermanos.

A las ocho.– Concierto por referida banda en el paseo del General Franco.

A las once de la noche.– Se quemará una bonita colección de fuegos artificiales amenizados por la banda, culminando al fin con una formidable traca.

DÍA 3

A las siete de la mañana.– Gran diana floreada.

A las ocho y treinta.– Misa rezada de comunión general, en la que se acercarán a la sagrada Mesa todos los hermanos y que será amenizada con selectos motetes por el coro de la Hermandad.

A las once.– Previo el canto de Tercia, solemnísima función religiosa, que oficiará el reverendo señor cura párroco de La Morera, don Andrés Alonso Trejo, ocupando la sagrada cátedra nuestro querido señor cura párroco don Eduardo Rubio de la Rosa. A continuación saldrá procesionalmente la Santa Cruz, a la que acompañarán exclusivamente los hermanos.

A las siete de la tarde.– Concierto de banda, cucañas, elevación de globos grotescos y otras atracciones.

A las once de la noche.– Variada y lucida colección de fuegos artificiales, amenizados por la música.

DÍA 4

A las once de la mañana.– Gran carrera ciclista por el itinerario del año anterior, a la que podrán concurrir bicicletas de carrera y paseo, otorgándose los siguientes premios: Para bicicletas de carrera, vencedor, copa donada por el Ayuntamiento y cien pesetas en metálico; segundo vencedor, cien pesetas. Para bicicletas de paseo, vencedor, copa donada por la Hermandad Sindical y cincuenta pesetas en metálico; segundo vencedor, cincuenta pesetas.

A la una de la tarde.– Gran concierto de banda.

A las seis.– Cabalgata de fin de fiesta.

A las siete.– Cucañas, elevación de globos grotescos y concierto.

A las once de la noche.– Concurso de Cruces procesionales en el paseo del General Franco, acompañados de sus correspondientes grupos de cantores, otorgándose un primer premio a la cruz más artisticamente adornada y un segundo al mejor grupo de cantores.

ADVERTENCIAS

Primera.Siguiendo la tradicional costumbre se premiarán a las dos mejores cruces instaladas en domicilios particulares.

Segunda.– Todos los que deseen tomar parte, tanto en las carreras como en el concurso de cruces, deberán dar aviso al señor presidente, antes deI día 2.

Tercera.– La Santa Cruz será llevada única y exclusivamente por los hermanos que lo soliciten previamente, en los trayectos que se les señalen.

La Hermandad de la Santa Cruz tiene la esperanza de que será muy visitada la fiesta por forasteros, ya que para ellos guarda este pueblo la cordialidad y simpatía que merecen sus visitantes, a la vez se les invita a disfrutar de unos días de alegría, de cordialidad y simpatía en nuestras muy tradicionales fiestas de la Santa Cruz.

FRANCISCO FELIPE MONTES DE OCA

“Los vencejos”, de Fernando Aramburu

    «Ya nada me ata. No me atan las ideas ni las cosas. El mundo sería, no sé si más bello, pero seguramente más pacífico, si todos los hombres conocieran desde la niñez la hora precisa de su última toma de oxígeno.»

Los vencejos (2021) es una novela del escritor vasco Fernando Aramburu, publicada cinco años después de su famosa y aclamada Patria, con la que obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa. Los vencejos es la historia de Toni, un profesor de instituto cansado de la vida y enfadado con el mundo que decide poner fecha a su muerte. Se concede un plazo generoso, justo un año, con la esperanza de averiguar por qué razones no quiere seguir viviendo.

    «No me gusta la vida. La vida será todo lo bella que afirman algunos cantantes y poetas, pero a mí no me gusta. Que no me venga nadie con alabanzas al cielo del ocaso, a la música y a las rayas de los tigres. A la mierda toda esa decoración. La vida me parece un invento perverso, mal concebido y peor ejecutado. A mí me gustaría que Dios existiera para pedirle cuentas. Para decirle a la cara lo que es: un chapucero. Dios debe de ser un viejo verde que se dedica desde las alturas cósmicas a contemplar cómo las especies se aparean y rivalizan y se devoran las unas a las otras. La única disculpa de Dios es que no existe. Y aun así yo le niego la absolución.»

Toni irá redactando cada noche una especie de crónica personal en la que va repasando lo que ha sido su existencia y sus relaciones con los demás. En este diario nuestro protagonista se dedicará, además, a reflexionar sobre las más diversas cuestiones e irá repasando algunos de los principales asuntos de la vida política y social del momento. Y este ejercicio de escritura, que a diario lleva a cabo, va a dar lugar a una novela involuntaria, que en principio no pretendía escribir.

He tardado bastante en decidirme a leer este libro, debido a alguna de las críticas poco favorables que había leído y a su extensión, casi 700 páginas. Al final, su lectura me ha llegado a enganchar, pese a tratarse de un historia dura y descarnada y estar protagonizada por un individuo políticamente incorrecto, un resentido, que despierta poca o nula simpatía. Me ha gustado sobre todo la forma en que está escrita, con una prosa clara y brillante, aderezada con ciertas dosis de ironía y de sarcasmo.

Aramburu ha comentado en alguna ocasión que uno de los motivos que le llevó a escribir esta historia fue intentar imaginarse lo que una persona haría si supiera el momento exacto de su muerte. Una historia que nada tiene que ver con su anterior novela, Patria, y que no gustará a un público tan amplio, pero que constituye todo un ejercicio de buena literatura que merece la pena leer.

    «Prosigo con mi campaña de suelta de libros por la ciudad. En las estanterías empiezan a formarse huecos. Compruebo que, según va mermando la biblioteca, me duele menos desprenderme de los libros, incluso de aquellos que en un momento dado tuvieron una significación especial para mí. Libros que me dejaron honda huella, con los que aprendí, con los que disfruté y me emocioné; en algunos casos, piezas valiosas que me supusieron un desembolso considerable; regalos de mamá y papá, de Amalia cuando me quería; también primeras ediciones, obras en lengua francesa y ejemplares firmados por sus respectivos autores en la Feria del Libro, a la que tanto me gusta acudir todos los años en solicitud de dedicatorias.»

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SINOPSIS

Toni, un profesor de instituto enfadado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y sereno, tiene elegida la fecha: dentro de un año. Hasta entonces cada noche redactará, en el piso que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que se va desprendiendo, una crónica personal, dura y descreída, pero no menos tierna y humorística. Con ella espera descubrir las razones de su radical decisión, desvelar hasta la última partícula de su intimidad, contar su pasado y los muchos asuntos cotidianos de una España políticamente convulsa. Aparecerán, diseccionados con implacable bisturí, sus padres, un hermano al que no soporta, su exmujer Amalia, de la que no logra desconectarse, y su problemático hijo Nikita; pero también su cáustico amigo Patachula. Y una inesperada Águeda. Y en la sucesión de episodios amorosos y familiares de esta adictiva constelación humana, Toni, hombre desorientado empeñado en hacer recuento de sus ruinas, insufla, paradójicamente, una inolvidable lección de vida.

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    «Los vencejos no volverán hasta la próxima primavera. Me han dejado solo con toda la masa humana que me agobia y me saca de quicio. He leído que los vencejos emigran más allá del Sahara, hasta Uganda y por ahí, y que pasan la mayor parte de su vida en el aire. Justamente lo que yo habría deseado: no tocar el suelo, no rozarme con nadie. Si hubiera podido elegir entre nacer hombre o nacer vencejo, visto lo visto me habría decidido por lo segundo. Lo digo en serio. Ahora estaría devorando insectos en los cielos de África en lugar de respirar humo de automóviles en esta ciudad y poner a diario mis nervios a prueba en un instituto de enseñanza secundaria. Qué hermosa filosofía existencial: salir de un huevo, surcar el aire en busca de alimento, ver el mundo desde arriba sin atormentarse con preguntas existenciales, no tener que hablar con nadie, no pagar impuestos ni el recibo de la luz, no creerse el rey de la creación, no inventarse conceptos pretenciosos como la eternidad, la justicia, el honor, y morir cuando a uno le toque, sin asistencia médica ni honras fúnebres.»

FERNANDO ARAMBURU

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) es autor de los libros de cuentos Los peces de la amargura (2006, XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y Premio Real Academia Española 2008) y El vigilante del fiordo (2011), de las obras de no ficción Autorretrato sin mí (2018), Vetas profundas (2019) y Utilidad de las desgracias (2020), así como de las novelas Fuegos con limón (1996), Los ojos vacíos (2000, Premio Euskadi), El trompetista del Utopía (2003), Bami sin sombra (2005), Viaje con Clara por Alemania (2010), Años lentos (2012, VII Premio Tusquets Editores de Novela y Premio de los Libreros de Madrid), La gran Marivián (2013), Ávidas pretensiones (Premio Biblioteca Breve 2014) y Patria (2016, Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Euskadi, Premio Francisco Umbral, Premio Dulce Chacón, Premio Arcebispo Juan de San Clemente, Premio Strega Europeo, Premio Lampedusa, Premio Atenas…), el último gran fenómeno literario español, traducida a 35 lenguas y convertida en prestigiosa serie por Aitor Gabilondo para HBO. En 2021, Los vencejos, ácida y enternecedora, lo confirmó como uno de los mejores escritores europeos.

El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway

«El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.»

El viejo y el mar (The Old man and the sea) es un relato del gran escritor y periodista norteamericano Ernest Hemingway (1898-1961), ganador del Premio Nobel de Literatura 1954. Escrito en 1951 en Cabo Blanco (Cuba), por encargo de la revista Life, esta obra le valió a su autor el premio Pulitzer en 1953 y lo confirmó como uno de los escritores más significativos del siglo XX.

Tras su publicación, en 1952, obtuvo inmediatamente un enorme éxito de lectores y fue considerada por la crítica como una de las obras de ficción más destacadas del pasado siglo. El propio Hemingway estaba seguro de haber escrito una de las mejores obras de su vida. «Esta es la prosa por la que llevo trabajando toda mi vida, que debería leerse con facilidad y sencillez y sentirse breve, pero teniendo todas las dimensiones del mundo visible y del mundo espiritual de un hombre. Es la mejor prosa que he escrito hasta ahora», señaló el autor de Por quién doblan las campanas.

Se trata de una narración relativamente corta, entre novela breve o cuento largo, en la que de una forma muy simple y con una técnica clásica, el autor nos presenta una pequeña anécdota que se convierte en símbolo de la lucha por la vida y de los afanes de la humanidad. El viejo y el mar es una de las cimas de la novelística contemporánea y la obra que mejor ha sabido simbolizar la tragedia del hombre de nuestros días. Nada de ambientes insólitos, que tanto gustan al novelista, ni espectáculos y sucesos extraordinarios. El escenario de esta narración es una aldea pesquera de la isla de Cuba, no lejos de La Habana, y su protagonista es un viejo pescador que se ve obligado a sustentarse con lo que gana en su oficio. Este viejo bronceado por el sol del trópico fue en su juventud un mozo de fuerza hercúlea y el mejor pescador de la costa antillana. Conserva aún algo de su destreza y sus únicos bienes son la cabaña de palma y los enseres de pescar. Últimamente, a pesar de conocer perfectamente el arte de la pesca, no ha conseguido obtener ni lo más indispensable para sustentarse. Hace cuarenta días que regresa con las redes vacías y el muchacho a quien él ha enseñado a pescar se ve obligado a abandonarle.

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    «Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salao, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que cogió tres buenos peces la primera semana. Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.»

Un día el pescador se hace a la mar y captura un pez muy grande, pero antes de poder llegar a la playa con su gigantesca presa, los tiburones la devoran y en tierra sólo puede mostrar a sus admirados compañeros una enorme espina desnuda. La lucha del hombre y el pez, solos frente a frente, mar adentro, es una parábola del individualismo que extrae de su derrota ante las fuerzas de la naturaleza, del destino, la íntima convicción de que su esfuerzo denodado y su negativa a darse por vencido a pesar de todo, constituyen ya una victoria. Si un hombre hace frente con valor a su destino y lo acepta con entereza, luchando hasta el límite de sus fuerzas, nunca podrá considerarse derrotado; porque «el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado».

Escrito con una magnífica prosa, El viejo y el mar es, pese a su aparente sencillez, uno de los relatos más hermosos que jamás se hayan escrito. Uno de los libros con los que más he disfrutado y de los que guardo mejor recuerdo. Una novela extraordinaria y absolutamente recomendable que toda persona amante de la buena literatura debería leer alguna vez en su vida.

La novela ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones, siendo la adaptación de 1958, protagonizada por Spencer Tracy, una de las más populares y conocidas.

Adaptación de la famosa novela de Hemingway que narra la historia de Santiago, un viejo pescador portugués que lleva 84 días sin pescar un solo pez. El anciano lobo de mar, viudo y sin hijos, es amigo de un joven que lo adora porque le ha enseñado todo sobre la mar, pero los padres del chico creen que la suerte ha abandonado a Santiago y que nunca volverá a capturar un pez. Sin embargo, al día siguiente, sale a faenar decidido a apresar el pez más grande que se haya capturado jamás. (FilmaAffinity)

Destaca también la adaptación televisiva de 1990 dirigida por Jud Taylor y protagonizada por Anthony Quinn.

Adaptación televisiva de la popular novela de Ernest Hemingway, que ya había sido llevada al cine en 1958 por John Sturges con Spencer Tracy como protagonista. Santiago, un viejo y solitario pescador, se hace a la mar como todos los días y consigue capturar, aunque con gran esfuerzo, el pez más grande de su vida. Antes de llegar a la playa con su gigantesca presa, ha de sostener una titánica lucha contra los tiburones que pretenden arrebatársela. En su tenaz pugna, el pescador empieza a experimentar un extraño sentimiento amistoso hacia el pez que acaba de apresar. (FilmaAffinity)

SINOPSIS

El argumento se basa esencialmente en un hecho real perfectamente verosímil: un viejo pescador se hace a la mar y captura con mucho esfuerzo un pez muy grande, pero antes de llegar a la playa con su gigantesca presa ha de sostener una titánica lucha contra los tiburones, que pretenden devorarla. En su gran pugna con el pez y el océano, el pescador ha descubierto una extraña amistad, casi una fraternidad con el animal que combate: le oímos pronunciar palabras de admiración por el pez al que liga su vida, el pez que le arrastra mar adentro y cuya desaparición bajo las dentelladas de los tiburones es un poco como su propia muerte. Al enemigo que se mata –leones africanos o toros de lidia– en una lucha que nos afirma, que nos hace creer en nosotros mismos, no se le odia, sino que se le ama como algo íntimamente ligado al matador en un ritual sangriento en que se apropia de una vida ajena para aumentar la suya.

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    «Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban altos, empleaban el articulo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer.»

Este libro, que quizá sea el de prosa más simple y fluida, el más liso y desnudo de toda la producción del autor, es también el más ambicioso de todos ellos; el que aspira a dar un mensaje más trascendental, extrayendo de su propio pesimismo una esperanza fundada en la dignidad y la firmeza de ánimo de los hombres que se niegan a aceptar una derrota que es, sin embargo, inevitable; que son invencibles porque, aunque pueden ser destruidos, nunca se declararán derrotados.

ERNEST HEMINGWAY

Ernest Hemingway nació en Oak Park, Illinois, cerca de Chicago, el día 21 de julio de 1898. Su padre, médico cirujano, era un gran aficionado a la caza y amante de la naturaleza, y sin duda alguna determinó esta misma afición en su hijo, afición que con el tiempo llegaría a constituir una segunda naturaleza en el carácter de Hemingway. Por eso cuando su padre lo envió a París para que se hiciera médico –y su madre accedía a separarse de él con la secreta esperanza de que la capital de los artistas le conquistaría para la música–, Hemingway defraudó a uno y otra abandonando sus estudios y entregándose a la bohemia hasta el estallido de la I Guerra Mundial.

De regreso a Estados Unidos cursó estudios superiores e ingresó como redactor en el Kansas City Star. Pero aquello resultaba todavía demasiado fácil para él, así que se alistó voluntario en el frente italiano, con destino a una unidad sanitaria. Obtuvo algunas condecoraciones hasta que fue gravemente herido. Acabada la contienda, volvió a su país, pero pronto consiguió escapar de nuevo a la vida cómoda y tranquila con una corresponsalía en Próximo Oriente y Grecia, y más tarde en París, donde reanudó su contacto y amistad con la crema de la intelectualidad inconformista concentrada en la Rive Gauche.

Durante la guerra civil española, como antes en la I Mundial y luego en la II gran guerra, Hemingway estuvo siempre en el núcleo de la acción, allí donde el peligro era constante y las ocasiones de heroísmo y desafío a la muerte eran permanentes.

Más tarde, ya en la paz, siguió buscando siempre el momento de estremecimiento, ese único momento de miedo que sólo se pasa con la muerte o con la victoria. Por eso se apasionó con la fiesta de los toros y con la caza mayor. No le bastó con seguir la fiesta desde lejos, necesitaba poner su vida en juego, y así una vez salvó la vida a Antonio Ordóñez sujetando con sus solas manos a un toro por los cuernos. Su enorme fuerza física le permitió salir con bien de todas cuantas aventuras afrontó, y aparte de los peligros a que le exponía su temeridad en la caza, basta decir que sobrevivió a dos accidentes de aviación, uno de ellos en plena selva que consiguió atravesar malherido poniéndose a salvo. Parecía decidido a quemar materialmente su prodigiosa vitalidad. Ningún peligro, ningún placer, ninguna experiencia le pareció fuera de su alcance. Y todas las afrontó con la misma sed. En una época en que todos los ideales parecían haberse agotado en las tres terribles guerras que conmovieron al mundo y que él asumió como pocos, él descubrió que aún quedaba una posibilidad dentro del hombre, dentro de sí mismo: buscar a la muerte y vencerla con una sola arma, el coraje. Es muy difícil distinguir en sus obras qué parte de ellas es imaginación y qué parte autobiografía. Es el último de los grandes escritores en los que la obra y la vida se confunden en una unidad. Por eso sobra toda caracterización cuando se tiene una de sus obras en las manos. Hay sin embargo dos obras –con independencia del resto de sus novelas, grandes por otros conceptos– en las que esa identificación con el personaje–héroe, es total. Son Fiesta y Por quién doblan las campanas, ambas localizadas, y puede decirse que vividas, en España. En ellas Hemingway vuelca hasta las heces la doble fuente de su energía: la fascinación de la muerte y el valor del heroísmo como eficaz exorcismo. Y hay aún otro aspecto no siempre valorado en la obra de Hemingway y que en Por quién doblan las campanas aparece de manera indiscutible: la ternura, esa tremenda sensibilidad que se le ha negado rotundamente, –«impotencia de corazón» se ha dicho–, y que en las relaciones del protagonista con María, por ejemplo, se manifiestan tan claras. De la misma manera que la valentía de Jordan no es ausencia de miedo, sino precisamente su control, así también la dureza de los personajes «duros» de Hemingway no es falta de sentimientos sino la coraza de un alma vulnerable, más aún, vulnerada ya desde el punto de partida. De ahí también el feroz individualismo de sus personajes –y de su vida que se niegan a mancharse las manos comprometiéndose a un lado o a otro de una lucha sucia, que se niegan a combatir el mal (político) con el mal (moral).

Cuando en el otoño de 1954 se le concedió el Premio Nobel de literatura, lo aceptó pero renunció a recibirlo personalmente porque «escribir bien requiere la soledad», pero también porque «aunque un escritor gane en importancia social al salir de su soledad, casi siempre es en detrimento de su propia obra». De nuevo el individualismo; pero también algo más: «porque es en la soledad donde tiene que llevar a cabo su propia obra, y cada día tiene que enfrentarse con la eternidad o con la ausencia de eternidad». Enfrentarse en la soledad con la eternidad, y la soledad puede ser la selva, el ruedo o la guerra. Y también el papel en blanco de cada día. Por eso, cuando comprendió –entre las nieblas de un progresivo trastorno mental– que corría el peligro de que la muerte le sorprendiese inconsciente, le fue al encuentro disparándose en la boca uno de sus fusiles de caza. Era una mañana de julio de 1961, en Ketchum, Idaho.

Los títulos más representativos de su producción y que, a la vez, prontamente mayor celebridad le dieron son Adiós a las armas, fruto de sus experiencias en Italia cuando la guerra; Por quién doblan las campanas, situada en el escenario de la guerra civil española, Fiesta, y El viejo y el mar, igualmente significativa del sentir y pensar de su autor. Han contribuido igualmente a su fama, París era una fiesta, Muerte en la tarde, Al otro lado del río y bajo los árboles y, las obras póstumas, Islas en el golfo y Tener, no tener.

FUENTES

  • Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. Barcelona, Planeta, 1995
  • Diccionario literario Bompiani