Caballeros de fortuna”, de Luis Landero

«Un lugar donde nunca pasa nada»

Luis Landero se dio a conocer con Juegos de la edad tardía (1989), una extraordinaria novela que tuvo una gran acogida por parte del público y de la crítica.

En el año 1994, apareció su segunda novela, Caballeros de fortuna. En ella, el escritor extremeño nos acerca a la vida de unos personajes muy poco convencionales, cuyos destinos acabarán cruzándose. Son seres que tienen deseos y grandes proyectos personales pero viven frustrados, insatisfechos, al no poder conseguirlos.

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Buena parte de la trama se desarrolla, aunque no se exprese directamente en la novela, en una tierra y en un paisaje que se corresponden con la localidad y el entorno de Alburquerque, pueblo de Extremadura, donde nació y vivió su niñez el autor antes de emigrar, junto con su familia, a Madrid. Alburquerque, un pueblo, como nos dice el propio Landero en su obra Ésta es mi tierra, que «está lejos del mundo», «geográficamente solitario». Un lugar al «que es muy difícil llegar por casualidad. Por eso, a pesar de ser un lugar precioso, muy pocos lo conocen.»

    «Al cabo de los siglos, sin embargo, el dedo sigue apuntando a un entorno llano, con dehesas de encinas y baldíos arenosos donde medran la cabra y la oveja, el asfódelo y el verbasco, y con una ribera de aguas inestables y mansas que define y nombra la comarca: los Baldíos de Gévora.»

En la novela aparecen numerosas referencias a ese mundo mágico, que tanto gusta a Landero, y que nos transportan a la tierra de sus antepasados.

    «Sus padres les habían contado algunas cosas maravillosas que ocurrían en el mundo. Le habían contado por ejemplo que las chicharras se alimentan de rocío y que, cuando se juntaban muchas, podía pasar que al amanecer ellas se hubieran comido ya todos los brillos y el sol no encontrase entonces un asidero donde agarrarse y prender su lumbre. En ese caso era preciso que todos los gallos uniesen sus fuerzas para orientar con sus cantos al sol y ayudarlo a salir. Pero ¿qué ocurriría si un día vencieran las chicharras y no saliese el sol? ¿Cómo sería vivir siempre de noche? ¿Y por qué, como también le habían contado, el toro se volvía manso si se le ataba a una higuera, y quien plantaba un laurel moría por fuerza joven? Así se le pasaban los días, yendo y viniendo a vigilar las cosas o indagando misterios debajo de la parra.»

Caballeros de fortuna es una novela que está escrita magistralmente, con ese sabor agridulce y ese toque mágico tan característicos de su autor. Un libro magnífico, que resulta muy agradable de leer.

Sobre ella escribió Manuel Pecellín Lancharro en su Bibliografía extremeña (1997): «El éxito incontestable de su primera novela, Juegos de la edad tardía, multirreeditada y traducida ya a nueve idiomas, generó la inquietud de ver si la segunda (que se ha hecho esperar cuatro años) confirmaba lo ya evidente: la consagración de un extraordinario novelista. Los que hemos tenido la fortuna de escuchar a Landero en diferentes intervenciones o la curiosidad de leer sus artículos y entrevistas, estábamos seguros, a priori, de que la nueva obra no iba a desmerecer. La capacidad de fabulación, el dominio narrativo y el toque mágico que distinguen la pluma de este escritor, junto con la solidez de sus infatigables lecturas, la estética consciente asumida y la rica carga existencial acumulada –desde las raíces agrarias a la juventud madrileña, sin eludir un cosmopolitismo liberal– constituyen el firme sustrato que sustenta el acierto de Caballeros de fortuna

SINOPSIS

Una voz anónima, surgida de uno de esos grupos que asisten ociosos al espectáculo de las vidas ajenas, reconstruye un suceso en el que cinco destinos privados se van poco a poco entrelazando hasta convertirse en uno solo, colectivo: Esteban, el inocente, descubre de pronto el fascinante mundo del dinero, el lujo y el poder, y se empeñará a su manera en hacerse rico y poderoso; el pequeño Luciano, como para culminar el fervor religioso en el que le educaron, descubre el amor, un amor imposible, que sólo encontrará descanso en su plenitud; Belmiro, el viejo ilustrado, tras una vida de estudio, se topa de golpe con la irracionalidad de las pasiones; don Julio, comerciante de mercería, detecta un día en sí mismo insólitas dotes para convertirse en líder político; y Amalia se debate entre el amor transgresor hacia un adolescente y el afecto sereno que le ofrece un hombre otoñal. La fatalidad convierte estas vidas en una aventura existencial azarosa en la que, como en las antiguas Ruedas de la Fortuna, la ruina y la muerte, el amor y la gloria, se entrecruzarán de forma tragicómica.

LUIS LANDERO

Landero_bigLuis Landero nació en Alburquerque, Badajoz, un veinticinco de marzo de 1948, en el seno de una familia campesina extremeña, que emigró a Madrid a finales de la década de los cincuenta. A los quince años escribía poemas, al mismo tiempo que trabajaba como mecánico en un taller de coches y chico de recados en una tienda de ultramarinos. Inició y terminó sus estudios en Filología hispánica en la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arzobispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables.  El balcón en invierno (2014) está basada en hechos y vivencias reales, en la que su autor ha decidido revelarnos la verdadera historia de una parte muy importante de su vida: la de su infancia en una familia de labradores en su Alburquerque natal y la de su adolescencia en un barrio de Madrid. La vida negociable es su última novela.

Su obra sigue entusiasmando a miles de lectores tanto en España como en el extranjero, donde ha sido traducido a numerosas lenguas. Extremadura reconoció su labor con el Premio a la Creación en el apartado de Literatura en el año 2000 y en 2005 se le concedió la medalla de Extremadura.

OTRO FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Por los tiempos en que Esteban iba a la escuela, había allí otro muchacho más pequeño, casi un niño, que se llamaba Luciano Obispo Rebollo y era monaguillo. A veces los primeros oficios lo obligaban a llegar tarde, revestido aún con los ornamentos litúrgicos, y no era raro que a mitad de una clase, o a cualquier otra hora del día, tuviese de pronto que salir corriendo a tocar las campanas y a cumplir con los muchos deberes de su dignidad: que a san José Carpintero no le faltase nunca candela encendida, ni flores silvestres a la Virgen, que había que regar mañana y tarde y reponer cada dos o tres días, y lustrar además al anochecer la paloma del Espíritu Santo para que brillara siempre en toda su clarividencia, y bruñir los oros, perfumar las maderas, vigilar para que las lechuzas no se bebieran el óleo de las lámparas, ni las polillas devorasen los paramentos sagrados, ni entrasen los perros a dormir al fresco de los sepulcros ni las golondrinas a anidar en las bóvedas, y renovar luego el agua bendita, recoger la limosna de los cepillos, lavar y peinar a los santos y otros muchos preceptos que le tenía encomendados el padre Juan Mirón y que le hacían vivir entre continuas carrerillas y recordatorios.»