“Castigada sin salir”, un cuento de Jesús Carrasco, ilustrado por Antonia Santolaya

El escritor extremeño Jesús Carrasco Jaramillo alcanzó en 2013 el reconocimiento literario internacional con la publicación de su primera novela, Intemperie, con la que logró el aplauso unánime de la crítica, siendo elegida como Mejor Libro del Año por el Gremio de Libreros de Madrid. La novela ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, la cual le valió para la obtención del Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Pero lo que no es tan conocido es que el escritor de Olivenza había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

«A Marta le gusta mucho dibujar pero a su madre no le gusta que pinte las paredes así que la castiga en su cuarto hasta la hora de la cena. Como Marta se aburre, decide dibujar.»

El cuento fue publicado en 2005 por Ediciones SM dentro de la colección Cuentos de ahora. Se trata de un librito de 32 páginas, con magníficas ilustraciones, recomendado para niños de 3 a 6 años.

Una pequeña joya muy difícil de encontrar en las librerías, pero de la que podemos encontrar algunos ejemplares en los catálogos de nuestras bibliotecas públicas.

JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco Jaramillo nació en Olivenza (Badajoz) en 1972. A los cuatro años se trasladó con su familia a Torrijos, en la provincia de Toledo, y en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional y ha sido galardonada con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, el Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela.. Ha quedado finalista del Premio de Literatura Europea en Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente de España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos en 2014 en Reino Unido.

Intemperie ha llegado ya a más de 30 países y ha sido traducida a una veintena de lenguas. Además ha sido adaptada al cómic por Javi Rey y llevada a la gran pantalla con el mismo título por Benito Zambrano.

En 2016 publicó su segunda novela, La tierra que pisamos, con la que obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016.

Ya en 2017 apareció Levante, un cuento ilustrado por el propio Carrasco, que se publicó dentro de la obra colectiva Historias dentro de una caja, editada por la editorial pacense Universitas.

En 2005 había realizado una incursión en el género infantil con Castigada sin salir, un cuento escrito por Carrasco e ilustrado por Antonia Santolaya.

En El País Semanal de 2 de diciembre de 2018, aparecería el sentido articulo titulado Los libros que no leíamos, donde el autor “retrocede hasta el día en que se enamoró de los libros”.

En 2019, el Aula literaria Guadiana de Don Benito (Badajoz) presentó una edición no venal del relato titulado Una auténtica ganga, editado con motivo de su participación en dicho Aula.

Llévame a casa (2021), su última novela, se ha hecho merecedora de la XVII edición del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española (2022), que concede el Ayuntamiento de Zafra a la mejor obra en castellano impresa y editada el año anterior.

En 2022, colabora en la obra titulada Imaginar un país, España en 2050, un ensayo colectivo sobre el futuro de España que ha reunido a algunos de los escritores más relevantes del panorama literario actual, con el texto titulado Contra el vencimiento.

Aunque vive en una gran ciudad, Carrasco se siente fuertemente ligado al medio rural. 

   «La mitad de mi vida la he pasado en el campo. Nací en Olivenza, un pueblo de Badajoz que está en la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a Torrijos, un pueblo de Toledo. He pasado mi vida entera dando tumbos por los caminos, subiéndome a los árboles, construyendo cabañas, cazando perdices a mano y conejos con hurones, haciendo ese tipo de cosas que se hacen en los pueblos. Es la tierra que amo, es mi lugar en el mundo en cierto modo.»

Jesús Carrasco

ANTONIA SANTOLAYA

María Antonia Santolaya Ruiz-Clavijo nació en Ribafrecha (La Rioja) en 1966. Se licenció en Bellas Artes, especialidad Pintura, por la Universidad Complutense de Madrid. Entre 1993 y 1994 estudió fotograbado y fotoserigrafía en Ormond Road Workshop (Londres), además de un curso avanzado de postgraduado en Grabado en St. Martins School de Londres. Con posterioridad regresó a Madrid, donde se dedicó por un tiempo a la escultura, la pintura y el grabado. Desde el año 2000 trabaja profesionalmente como ilustradora de libros infantiles, fecha en la que ganó, en colaboración con su hermana Dori Santolaya, el Premio Apel•les Mestre por Las damas de la luz. Desde entonces ha trabajado con varias de las editoriales más importantes del panorama nacional, como SM, Anaya, Destino, Santillana, Aldeasa, etc. También ha hecho colaboraciones publicitarias y en publicaciones destinadas al público adulto. Uno de sus proyectos más ambiciosos es una serie de biografías infantiles sobre las escritoras Virginia Woolf, María Zambrano, Gloria Fuertes o Carmen Martín Gaite, con texto de Luisa Antolín. Antonia Santolaya ha expuesto en diversas salas de nuestro país y también imparte talleres de ilustración.

“Una vez en Europa”, de John Berger

En 1987, el escritor, crítico de arte, pintor y guionista de cine y de televisión John Berger publicaba Una vez en Europa (Once in Europe), el segundo volumen de la trilogía De sus fatigas (Into Their Labours), que se había iniciado con Puerca tierra, en 1987, y que más tarde completaría con Lila y Flag (1990).

A mediados de los años setenta, Berger tomó la decisión de dejar Londres e instalarse en los Alpes franceses, en un pueblecito campesino llamado Quincy, cerca de la frontera suiza. Berger participó del modo de vida de los habitantes del pueblo y llegó incluso a hacerse campesino. Fruto de estas experiencias y del contacto con los vecinos del lugar surgió De sus fatigas, que le llevó un trabajo de quince años. En ella aborda la extinción de la cultura campesina y la emigración de los habitantes del medio rural a las grandes ciudades.

«Otros se fatigaron
 y vosotros os aprovecháis de sus fatigas».
 San Juan 4,39

Una vez en Europa reúne una serie de relatos, de uno de los cuales, el más largo, toma el título la obra. Se trata de cinco historias de amor que tienen como telón de fondo la desaparición de la cultura campesina.

    «Hace años, cuando el ruso Gagarin, el primer hombre que salió al espacio, daba vueltas alrededor de la tierra, los veinte chalets dispersos por la zona de Peniel alojaban, cada verano, ganado, mujeres y hombres. El ganado era tanto, que la hierba no sobraba, y, por común acuerdo, se limitaba el tiempo del pasto. Te levantabas a las tres de la madrugada para ordeñar y llevabas las vacas a pastar en cuanto se hacía de día. A las diez, cuando el sol empezaba a estar alto, las encerrabas de nuevo y aprovechabas para hacer los quesos. A mediodía, en el establo, les ponías hierba segada. Después de comer te echabas una siesta. A las cuatro volvías a ordeñar, y solo entonces sacabas las vacas a pastar por segunda vez y permanecías en los pastos con ellas hasta que ya no se distinguían los árboles, sino solo la mancha del bosque. Volvías a entrar las vacas entonces y, cuando ya se habían acostado sobre su lecho de paja, podías salir fuera y escrutar la noche, en la que la Vía Láctea parecía hecha de gasa, para intentar localizar a Gagarin dando vueltas en su Sputnik. Todo esto era hace veinticinco años. Durante el verano en cuestión —el verano de 1982—, solo dos de los veinte chalets estaban habitados: uno por Marius y el otro por Danielle, y había tanta hierba, que podían dejar pastar a los animales día y noche.»

Con su característico lenguaje lleno de sensibilidad y sencillez, Berger cede el protagonismo a esos hombres y mujeres del mundo rural que se resisten a abandonar sus ancestrales formas de vida.

Otro libro magnifico del escritor inglés, cuya lectura recomiendo.

  «La serie de relatos Una vez en Europa contiene posiblemente la mejor narrativa de John Berger hasta la fecha.» Richard Critchfield, The New York Times

Leer un fragmento del libro

SINOPSIS

Las cinco historias de amor incluidas en Una vez en Europa son un alegato contra la destrucción de la vida rural. John Berger –«un escritor sin rival en la literatura contemporánea en lengua inglesa», según Susan Sontag– refleja en ellas su modo de entender la realidad. Como él mismo reconoce, «tal vez mi aversión por el poder político, sea cual sea su forma, demuestra que soy un mal marxista. Intuitivamente siempre estoy al lado de aquellos que viven dominados por ese poder.» Como antes de Puerca tierra, destaca aquí ese «realismo limpio» de John Berger, obsesionado por la claridad de una expresión que surge ante nosotros como una poderosa llamada de atención sobre el divorcio entre el hombre y la tierra.

   «Las obras de John Berger viven entre los géneros y en un grado de contemporaneidad absoluto. Mezclando la poesía, el ensayo y hasta el periodismo más personal, sus obras son un intento de reflexión trascendente sin perder la historia inmediata pero tampoco la metafísica o cualquier atisbo de pensamiento lírico.» Luis Antonio de Villena, El Cultural de El Mundo

JOHN BERGER

John Berger (Londres, 1926-París, 2017) se formó como pintor en la Central School of Arts. Además de un gran escritor -con G. obtuvo en 1972 el Premio Booker-, ha sido uno de los pensadores más influyentes de los últimos años. Autor de novelas, ensayos, obras de teatro, películas, colaboraciones fotográficas y performances, ninguna manifestación artística ha escapado a su talento. Sus ensayos y artículos revolucionaron la manera de entender las Bellas Artes, y su compromiso con el campesinado europeo en la trilogía De sus fatigas, compuesta por Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag, es ya un modelo de empatía y lucidez. Alfaguara también ha publicado Hacia la boda, Un pintor de hoy, Aquí nos vemos, Fotocopias, King, Un hombre afortunado, De A para X, Con la esperanza entre los dientes, El cuaderno de Bento y su monumental ensayo Fama y soledad de Picasso. En 1962 abandonó su residencia en Inglaterra para instalarse en un pequeño pueblo de los Alpes franceses. Rondó para Beverly es su último libro, escrito tras la muerte de su mujer.

  «Fue el Leonard Cohen de otra clase de rotunda melancolía: la de la tristeza (social, íntima) que provoca el auténtico saber en mitad de la sociedad capitalista de fauces abiertas y hambre incansable… Era un activista, su literatura viene de ahí, del compromiso a la manera de Albert Camus, de la protesta, de la obsesión con el poder y sus lepras.» Diego Medrano, El Comercio

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

El cuero del amor

«Curtidos como postes
por las partidas 
y los fantasmas blancos
de los que se fueron, envueltos en lonas 
hablamos de la pasión. 
Nuestra pasión es la sal 
en la que se cuelgan los pellejos
para hacer de una bisagra de piel
el cuero del amor.»
[…]
El acordeonista
     «Cuando terminó de descargar el remolque, era la hora de ordeñar. Salió a la lluvia. Podía sentir cómo le refrescaba la sangre. Le corría por la espalda y le entraba por los pantalones. Se puso una camiseta y una camisa de cuadros, se echó la gorra azul sobre el cabello mojado, encendió el motor de la ordeñadora y entró en el establo. Dejó la puerta abierta, porque había poca luz dentro, y todavía le escocían los ojos por el polvo del heno.
    Terminado el ordeño, entró en la cocina. Había cerrado los postigos, como Albertine insistía siempre en que se hiciera en verano para mantener fresca la habitación. La luz del atardecer se filtraba entre los listones. Sobre el alféizar de la ventana estaba el ramo de flores que había cogido. Al verlo se paró en seco. Se las quedó mirando como si fueran un fantasma. Una vaca orinó en el establo; en la cocina la quietud y el silencio eran totales.
    Sacó una silla de debajo de la mesa, se sentó y se puso a llorar. Con el llanto, iba inclinando la cabeza hacia delante hasta que tocó con la frente el hule. Es extraño cómo los animales reconocen los sonidos del dolor. El perro se acercó por detrás y, levantándose sobre sus patas traseras, apoyó las delanteras en las paletillas del hombre.
    Lloró por todo lo que no podía volver a suceder. Lloró por su madre haciendo buñuelos de patata. Lloró por ella podando los rosales del jardín. Lloró por su padre gritando. Lloró por el trineo que tenía de niño. Lloró por el triángulo de vello entre las piernas de Suzanne, la maestra. Lloró por el olor de una mujer planchando sábanas. Lloró por el puchero de mermelada borboteando sobre el fogón. Lloró porque no podía dejar la granja ni un solo día. Lloró por la granja, en la que no había niños. Lloró por el sonido de la lluvia cayendo sobre las hojas de rubarbo y por su padre vociferando: ¡escucha eso! Eso es lo que echas de menos cuando te vas durante meses a trabajar fuera, y cuando vuelves en la primavera y oyes ese sonido te dices: ¡gracias a Dios, ya estoy en casa! Lloró por el heno que quedaba por segar todavía. Lloró por los cuarenta y cuatro años que habían pasado y lloró por él mismo.»
    […]
Una vez en Europa
    «Vista desde la altura a la que estoy ahora, la negativa de padre a vender su granja a la fundición parece absurda. Estábamos rodeados. Cada año, el patio de la fundición por el que mi padre se veía obligado a atravesar con las vacas, se hacía más grande y tenía más raíles. Los montones de escoria crecían de año en año, ocultando cada vez de una forma más eficaz la vista de la casa y del jardín desde la carretera y desde los pastos, al otro lado del río, que también pertenecían a la granja. Los propietarios primero duplicaron y luego triplicaron el dinero que estaban dispuestos a pagarle. Su respuesta siempre fue la misma. Mi patrimonio no está en venta. Más tarde intentaron forzarlo por ley. Dijo que dinamitaría las oficinas. Ahora la nieve lo cubre todo.»

“Puerca tierra”, de John Berger

«Otros se fatigaron
 y vosotros os aprovecháis de sus fatigas».
 San Juan 4,39

En 1979, el escritor, crítico de arte, pintor y guionista de cine John Berger publicaba Puerca tierra (Pig Earth), el primer volumen de la trilogía De sus fatigas (Into Their Labours), que más tarde iría completando con Una vez en Europa (1987) y Lila y Flag (1990).

A mediados de los años setenta, Berger tomó la decisión de dejar Londres e instalarse en los Alpes franceses, en un pueblecito campesino llamado Quincy, cerca de la frontera suiza. Berger participó del modo de vida de los habitantes del pueblo y llegó incluso a hacerse campesino. Fruto de estas experiencias y del contacto con los vecinos del lugar surgió De sus fatigas, que le llevó un trabajo de quince años. En ella aborda la extinción de la cultura campesina y la emigración de los habitantes del medio rural a las grandes ciudades.

En Puerca tierra el autor británico recoge una serie de cuentos y poemas escritos entre 1974 y 1978. En ellos nos acerca al modo de vida y costumbres de los campesinos europeos. Una forma de vida que según el propio Berger, tiene los días contados. En palabras de su autor, en Puerca tierra pretende examinar el significado y las consecuencias de esa amenaza de eliminación histórica.

    «Abajo, Pépé hizo un corte pequeño, y la sangre salió a borbotones, como si hubiera estado siempre esperando para hacer exactamente esto mismo. El cerdo intentó luchar sabiendo que ya era demasiado tarde. Los cinco éramos demasiado pesados para poder desasirse. Sus chillidos se convirtieron en profundas inspiraciones. Su muerte era como un barreño que se vaciara.

    El otro barreño se llenaba. Mi abuela, en cuclillas, revolvía y agitaba la sangre para que no se cuajara. De vez en cuando sacaba las fibras blancas que se formaban en la superficie y las tiraba.

    El cerdo tenía los ojos cerrados. El espacio que dejaba la sangre se rellenaba ahora con algún tipo de sueño, pues todavía no estaba muerto. Subido a la narria, Marius bombeaba suavemente la pata delantera izquierda a fin de vaciar el corazón. Pépé me miró. Y yo pensé que sabía lo que estaba pensando él: un día, cuando yo sea demasiado viejo, tú matarás el cerdo.

    Acercamos la artesa. Era lo bastante larga para que un hombre pudiera reclinarse dentro. Antes de meterlo en ella, pasamos una cadena alrededor del cuerpo del animal, a modo de cinturón, con la idea de poder agarrarlo para darle la vuelta cuando estuviera mojado. Para llenar la artesa y convertirla en una bañera necesitamos dos lecheras llenas de agua caliente. El cerdo quedaba casi totalmente cubierto. Lo afeitamos rascando su piel con unas cucharas, y cuanto más apurábamos el afeitado, más se parecía su piel a la de un hombre. No parecía un campesino, pues estaba demasiado gordo y blanco, sino un hombre desocupado. Las partes más difíciles de afeitar eran las rodillas, en donde la piel estaba encallecida.»

En el epílogo de su libro afirma que «despachar la experiencia campesina como algo que pertenece al pasado y es irrelevante para la vida moderna; imaginar que los miles de años de cultura campesina no dejan una herencia para el futuro, sencillamente porque esta casi nunca ha tomado la forma de objetos perdurables; seguir manteniendo, como se ha mantenido durante siglos, que es algo marginal a la civilización; todo ello es negar el valor de demasiada historia y de demasiadas vidas. No se puede tachar una parte de la historia como el que traza una raya sobre una cuenta saldada.»

Con un lenguaje sencillo, claro y lleno de sensibilidad, Berger nos traslada a un mundo en trance de desaparecer y les cede el protagonismo a esos hombres y mujeres que se resisten a abandonar sus ancestrales formas de vida.

Puerca tierra me ha parecido un libro magnífico, cuya lectura recomiendo.

    «Fue la voz de los frágiles, residuos del mundo moderno a los que su obra otorgó dignidad de reyes… Poeta, novelista, ensayista y crítico de arte, toda su obra literaria es el testimonio de alguien que contempla un universo que se desvanece ante sus ojos.»  Javier Rodríguez Marcos, El País

Leer un fragmento del libro

SINOPSIS

Puerca tierra es la primera parte de la trilogía De sus fatigas, un fresco fundamental que traza con una dignidad y una sobriedad magistrales el ocaso de los entornos rurales y el inevitable desplazamiento a las grandes ciudades.

Un conjunto de deliciosas historias protagonizadas por hombres y mujeres fuertes e independientes portadores y transmisores de generación en generación de la sabiduría y de los secretos mas íntimos de la tierra.

Los duros meses de la cosecha, el alumbramiento de las crías, la llegada de la maquinaria, los largos y fríos inviernos de descanso marcan el ritmo de una prosa contenida pero repleta de amor hacia un mundo eclipsado por la marea de la prosperidad europea del siglo XX.

Los textos que componen el libro condensan todas las cualidades de su autor: claridad en el lenguaje, sensibilidad extrema para la luz y el color y compromiso continuo con aquellos cuyas vidas se han visto sepultadas por la llamada «prosperidad europea».

JOHN BERGER

John Berger (Londres, 1926-París, 2017) se formó como pintor en la Central School of Arts. Además de un gran escritor -con G. obtuvo en 1972 el Premio Booker-, ha sido uno de los pensadores más influyentes de los últimos años. Autor de novelas, ensayos, obras de teatro, películas, colaboraciones fotográficas y performances, ninguna manifestación artística ha escapado a su talento. Sus ensayos y artículos revolucionaron la manera de entender las Bellas Artes, y su compromiso con el campesinado europeo en la trilogía De sus fatigas, compuesta por Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag, es ya un modelo de empatía y lucidez. Alfaguara también ha publicado Hacia la boda, Un pintor de hoy, Aquí nos vemos, Fotocopias, King, Un hombre afortunado, De A para X, Con la esperanza entre los dientes, El cuaderno de Bento y su monumental ensayo Fama y soledad de Picasso. En 1962 abandonó su residencia en Inglaterra para instalarse en un pequeño pueblo de los Alpes franceses. Rondó para Beverly es su último libro, escrito tras la muerte de su mujer.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

El valor del dinero
     «Tenía la cara delgada y el cuerpo recio. A los sesenta y tres años aún conservaba el pelo negro. Cuando montaba a Gui-Gui, el caballo de tiro, se percibía un claro parecido entre ellos: ambos tenían la solidez de un puño cerrado, pero sin codicia. Se sentaba firme casi junto a la collera de los arreos, y el caballo, con sus patas cortas y robustas, se enfrentaba a las empinadas pendientes.
Era el único hombre del pueblo que plantaba manzanos nuevos. Después de prensar la sidra, tomaba una brazada de orujo y lo enterraba con todo cuidado en una esquina del huerto. Al año siguiente habían salido varios plantones. Los separaba, los cubría con pajote, y al cabo de tres años eran lo suficientemente grandes y resistentes para plantarlos en el huerto. Pasado algún tiempo los injertaba.
Los otros hombres argumentaban que los árboles viejos, algunos de los cuales tenían quizá cien años, durarían hasta que ellos murieran y que luego los huertos quedarían abandonados.
    Cuando yo me haya ido al otro mundo, nadie va a trabajar mis campos, decía uno de ellos.
    ¡Estaremos todos en el camposanto!, gritó otro, proclamando con el volumen mismo de su voz que todavía no estaban allí.
    Marcel, sin embargo, era un filósofo. Por las noches intentaba explicarse a sí mismo lo que había sucedido durante el día para luego actuar en consonancia.
    Así explicaba por qué seguía plantando manzanos.
Mis hijos no trabajarán la tierra. Quieren tener los fines de semana libres y vacaciones y un horario fijo. Les gusta tener dinero en el bolsillo para poder gastarlo. Se han ido a ganar dinero; les vuelve locos. Michel se ha ido a trabajar a una fábrica. Edouard trabaja en el comercio. (Utiliza el término comercio porque no quería ser duro con su hijo pequeño.) Creo que están equivocados. Pasarse el día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas a la semana en una fábrica no es vida para un hombre: este tipo de oficios solo llevan a la ignorancia. No es probable que trabajen nunca en el campo. La granja terminará cuando faltemos Nicole y yo. ¿Para qué, pues, trabajar con tanto esfuerzo y tanto empeño en algo que está condenado? Y a eso yo contesto: este trabajo es una manera de preservar el saber que mis hijos están perdiendo. Cavo los hoyos, espero a la luna nueva para plantar los arbolitos porque quiero dar ejemplo a mis hijos, si es que están interesados en seguirlo, y, si no lo están, para demostrar a mi padre y al padre de mi padre que el conocimiento que ellos transmitieron todavía no ha sido abandonado. Sin ese saber no soy nada.»
    […]
Cucharón 

«Filigrana de estaño
la luna del cucharón
naciente sobre la montaña
que desvanece hasta la olla
sirviendo a generaciones
humeante
arrastrando lo que ha nacido de las semillas
en el huerto
espesado con patata
sobreviviéndonos
en el cielo de madera
de la cocina

Madre que del humeante 
pecho del peltre
veteado de sales
reparte la comida a sus hijos
hambrientos como jabalíes
con las uñas teñidas
de tierra vespertina
y el pan hermano
la madre reparte

Vierte el cielo hirviendo
cucharón
con el sal zanahoria
las estrella de sal
y la grasa de la puerca tierra
vierte el cielo humeante
cucharón
vierte sopa para nuestro días
vierte sueño para la noche
vierte años para mis hijos»