“Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula”, de Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar

El libro manuscrito Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula, con todas las poblaciones libres comprehendidas vajo el circo de quince leguas de la villa de Hornachos fue redactado a finales del siglo XVIII por el franciscano Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar.

Se conocen pocos datos de la vida de fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar. Gracias a los preliminares del manuscrito, redactados por el propio autor, sabemos que nació en Hornachos el 21 de septiembre de 1725 y que fue visitador de la Provincia franciscana de San Miguel en Extremadura. Escribió también otra obra, que se conserva inédita, titulada Discursos de la peregrina, portentosa y milagrosísima imagen del Santíssimo Christo de la villa de Hornachos, y de la antigüedad, nombres, sitios y cosas notables de esta villa.

El manuscrito Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula, cuyo original se conserva en la Biblioteca del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, fue escrito en 1779. Ofrece diversos datos de carácter geográfico, histórico, económico, cultural, urbanístico, etcétera, de una serie de poblaciones situadas en un círculo de quince leguas en torno a Hornachos. Corresponden a un territorio, al que Reyes Ortiz de Tovar designa como la Beturia Túrdula, situado entre el Guadiana y Sierra Morena. La mayoría de los pueblos recogidos, 220 en total, pertenecen a Badajoz; el resto corresponden a Cáceres, Huelva, Sevilla y Córdoba.

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Así nos describe este códice Vicente Barrantes Moreno en su Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura: «Cada capítulo de la Beturia se refiere, por regla general, a un pueblo, cuya historia, antigüedades, producciones y hombres célebres relata con brevedad. Contiene en total 166 capítulos. Finaliza con una tabla ABC de los pueblos historiados, que son 220, con otra de los nombres que en lo antiguo tuvieron, con otra de los obispos nacidos de ellos, otra de los enigmas que usaron los romanos en piedras, basamentos, lábaros, etc., y otras en fin menos importantes y oportunas.

El estilo de P. Thovar es mediano, la erudición buena, la credulidad no poca. Estímole, sin embargo, como uno de los escritores más dignos de consulta para la extremeña historia; que especialmente en caudal de lápidas e inscripciones romanas, pocos libros hay más ricos que sus Partidos triunfantes».

El libro impreso Partidos Triunfantes de la Beturia Túrdula se publicó, en 1999, por Ediciones Guadalupe, a partir del citado manuscrito original. Contiene una introducción realizada por Sebastián García, Archivero y Bibliotecario del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

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Como apéndice a esta monografía, figuran el índice de “Nombres antiguos de los lugares contenidos en este libro”, publicado por Vicente Barrantes en su Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura, la “Nomenclatura de Obispos extremeños que se descubren en esta Historia” y “Enigmas que usaban los antiguos romanos en epígrafes de piedras sepulcrales, basas, pies o títulos de estatuas, lábaros y lucilos y todas descifradas”, publicado por Vicente Barrantes en la obra citada.

Este trabajo de fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar supone una valioso recurso para todos aquellos investigadores y estudiosos que quieran aproximarse al conocimiento de esta tierra. Si bien, ciertos datos de carácter histórico, como son los orígenes de las poblaciones o sus nombres antiguos, deben ser tomados con cierta cautela.

SINOPSIS

Los Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula que fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar escribió en el siglo XVIII son notable aportación al conocimiento de un sector considerable de poblaciones extremeñas, en su mayor parte, y de otras regiones limítrofes.

El manuscrito, ahora convertido en libro impreso, ofrece interesantes noticias y observaciones.

La publicación de este libro responde a los deseos de muchos investigadores y estudiosos que, por tratarse de un manuscrito extremeño raro, de obligada consulta, habían expresado la necesidad de tener a mano el texto completo impreso, cargado de datos precisos.

Con estilo sencillo, pero agradable, Ortiz de Tovar, perfecto conocedor de las poblaciones de sus predicaciones apostólicas, supo confiar al escrito el fruto de sus observaciones personales, de sus investigaciones y consultas de abundante bibliografía, que refiera en su obra.

A Vicente Barrantes Moreno, insigne bibliófilo y cronista de Extremadura, se debe la conservación del manuscrito, custodiado ahora en la Biblioteca del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

LA VILLA DE FERIA EN LOS PARTIDOS TRIUNFANTES DE LA BETURIA TÚRDULA.

En este libro de fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar, podemos encontrar noticias sobre los hijos ilustres que florecieron en Feria y una serie de datos, muy interesantes, de carácter histórico, urbanístico, económico, etcétera, que permiten aproximarnos al contexto social y la forma de vida de nuestros ancestros a finales del siglo XVIII, cuando se escribió la obra.

Ortiz de Tovar nos ofrece información muy concreta sobre los orígenes de la Villa. Pero, como señala José Muñoz en su libro titulado La villa de Feria, la fundación de Seria y su correspondencia con la Feria actual no parece estar muy clara.

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En el Capítulo LXIX, página 66, encontramos la entrada correspondiente a la villa de Feria, que es descrita de la siguiente manera:

DESCRIPCIÓN DE LA VILLA DE FERIA

 

«Situada en eminente lugar, con fuerte y bien fabricado Castillo que predomina gran parte de Extremadura, yace la Villa de Feria, cabeza de Condado y sus pueblos son: Zafra, Alconera, Atalaya, Santa Marta, Solana, Villalba, La Parra, La Morera, Nogales, La Torre, Almendral. Dista siete leguas de Hornachos al occidente en 37 grados de longitud y 40 minutos y en 4 grados de latitud. Es fértil de pan, vino, aceite, ganados de todos géneros por sus dilatadas dehesas, especialmente lanar, vacuno y cerdoso de que se abastece de buenas carnes y finísima lana, frutas, legumbres, hortalizas, miel y cera, con muy buenas aguas. Es de la cabida de 400 vecinos en una Parroquia con la advocación de San Bartolomé y una ermita haciendo por Armas las de sus dueños los Figueroas. Su fundación es las de los Túrdulos Celtíberos Españoles de la Vetonia, por los años de 580 antes de Cristo, Señor nuestro, llamándola Seria, donde mudándose la S en F, dice Feria, amplificándola después el gran Julio Cesar, la llamó Fama Iulia, lo mismo que a Ayamonte. Ganola de moros San Fernando III, los que dejando el nombre de Fama Iulia por no poderla pronunciar le dieron el antiguo de Seria, corrupto Feria. El señor Enrique IV dio título de Conde de Feria a Don Lorenzo Suárez de Figueroa. Es Feria del obispado de Badajoz y en la antigüedad fue del Convento Jurídico de Sevilla.

Ha florecido esta Villa en grandes hombres de fama en Letras, Armas y Santidad. Tuvo por hijo al R. P. Fr. Francisco de Guzmán, que, habiendo sido Provincial de la de San Miguel del Orden Seráfico, fue Procurador General en la Curia Romana, Comisario General de la Orden y después de las Indias, por el Señor Felipe Segundo. Fue Confesor de las Serenísimas Infantas Doña Catalina y Doña Isabel. Erigió las Provincias de Santa Fe en las Indias, la de Nicaragua y las Custodias de Murcia y Valencia. Fue uno de los cuatro Padres que por orden del Remo. Gonzaga, escribieron los Estatutos Generales de Barcelona. Tuvo también esta Villa por hijos al R. P. Fr. Miguel Diosdado, a dos del nombre Bartolomé Guerrero, Lectores Jubilados todos tres, y Provinciales de la Provincia de San Miguel. También fue hijo de esta Villa Fray Pedro Zambrano, del mismo Orden Seráfico todos, que murió en opinión de Santo.»

 

 

 

“Las ratas”, de Miguel Delibes

«La novela de un pueblo de Castilla ahogado por sus necesidades»

Las ratas es una extraordinaria novela del escritor español Miguel Delibespublicada en 1962. Ha sido reconocida por la crítica como una de las obras más completas y estremecedoras del escritor vallisoletano. En ella denuncia el retraso y abandono en que se encontraba el medio rural castellano. Como el propio autor ha escrito en la Nota a la edición de sus Obras Completas, la novela se la «puso en bandeja» la censura de la publicación que sobre el grave problema del abandono rural se llevaba a cabo en el periódico El Norte de Castilla, del que él era director. Así lo expresa Delibes: «Ante el cerrojazo definitivo, a mí, como escritor, únicamente me dejaba una carta por jugar: apelar a la novela. Escribir una novela de un pueblo de Castilla ahogado por sus necesidades. El libro venía a ser así la culminación de nuestras denuncias, remataría nuestra campaña dignamente.

Un niño sabio, al que otorgué el protagonismo, suavizó la aspereza de la exposición pero no la dureza de la denuncia.»

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Si alguno quiere ser el primero, que sea 
el último de todos y el servidor de todos. Y 
tomando un niño lo puso en medio de ellos…
(Marcos, 9, 35-38)

          Cita del comienzo de la novela

En Las ratas, Delibes nos aproxima a la forma de vida de los habitantes de un pequeño y atrasado pueblo castellano de mediados del siglo pasado. Los dos personajes centrales de la historia son el Nini y su padre, el tío Ratero, que habitan en una cueva, a las afueras del pueblo, y sobreviven gracias a la caza de ratas de agua. Los otros lugareños viven, en su mayoría, de lo que les brinda la tierra. Por eso están siempre pendientes del cielo, del que dependen sus cosechas, y por lo tanto, la dicha por la merecida recompensa de su trabajo o el infortunio y el hambre.

    «–Buena está cayendo. Los relejes están tiesos como en enero. En la huerta no queda un mato en pie. ¿A qué viene este castigo?

   De todos los rincones se elevó un rumor de juramentos reprimidos. Sobre ellos retumbó la voz del Pruden excitada, vibrante:

    –¡Me cago en mi madre! -chilló-. ¿Es esto vivir? Afana once meses como un perro y, luego, en una noche…-Se volvió al Nini. Su mirada febril se concentraba en el niño, expectante y ávida-: Nini, chaval -agregó-, ¿es que ya no hay remedio?

   –Según -dijo el chiquillo gravemente.

   –Según, según… ¿según qué?

   –El viento -respondió el niño.»

El Nini, gracias a su curiosidad y a su enorme capacidad de observación, se ha convertido en un auténtico experto en todo lo relacionado con la naturaleza y con los fenómenos atmosféricos. Los vecinos confían en él, y le consultan sus dudas relacionadas con el tiempo, los cultivos y los animales.

   «Al regresar a la cocina, el Pruden analizó el grajo con concentrada atención y después continuó envolviendo en silencio el pienso de las gallinas. Al cabo de un rato levantó la cabeza y dijo:

   –Digo que el Nini ese todo lo sabe. Parece Dios.

   La Sabina no respondió. En los momentos de buen humor solía decir que viendo al Nini charlar con los hombres del pueblo la recordaba a Jesús entre los doctores, pero si andaba de mal temple, callaba, y callar, en ella, era una forma de acusación».

«En Las ratas –Premio de la Crítica 1962– Miguel Delibes traza un retrato descarnado y certero de un grupo de pobres lugareños aferrados al terruño, vivos y elementales, que defienden rabiosamente la libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad. Una de las obras más estremecedoras del maestro castellano.»

En el año 1997, la novela fue llevada la gran pantalla con el mismo título por Antonio Giménez Rico y protagonizada por Álvaro Monje, José Caride y Francisco Agora.

Años 1950. Visión trágica y dura de la Castilla honda y profunda, grande y miserable a un tiempo, a través de una galería de personajes que defienden rabiosamente su libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad, cuya misma existencia parece determinada por los ciclos de la naturaleza y el medio geográfico y social en el que viven.

Entre todos ellos, destaca Nini, un niño sin más estudios que los que le proporciona el medio natural en el que ha nacido, y que vive con su padre en una cueva, dedicados los dos a la caza de ratas de agua, único medio de subsistencia que conocen. Pero cuando se les intenta privar de su techo y de su medio de vida, la violencia estalla incontenible y la tragedia será inevitable.

SINOPSIS

Con una cueva como casa y la caza de ratas como principal sustento viven el Nini y su padre, el tío Ratero, en un pueblo castellano en el que la vida, incluso en 1956, no parece ser muy distinta de como lo era siglo atrás. Dotado de una particular intuición para el clima y los animales, el Nini, echa una mano a los vecinos del pueblo, cuya existencia, aunque algo más acomodada, no es menos sórdida que la suya, sometidos como están a la dictadura de las cosechas y a los caprichos de don Antero, el Poderoso. En medio de una existencia semisalvaje, las ratas, las liebres, los trigales y el granizo forman parte de la vida del Nini tanto como Malvino, Antoliano, Pruden, el Rabino Grande, el Pastor, el alcalde Justito, la señora Clo y doña Resu.

MIGUEL DELIBES

miguel_delibes2_0Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Entre su vasta obra narrativa destacan Mi idolatrado hijo Sisí, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, Las guerras de nuestros antepasados, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris o El hereje. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1955), el Premio de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991) y el Premio Cervantes de Literatura (1993). Desde 1973 era miembro de la Real Academia Española.

  • Más sobre Delibes y su obra en Fundación Miguel Delibes

FRAGMENTO DE LA NOVELA

    La Sabina sujetaba al Pruden por un brazo y le decía: «Es la miseria, Acisclo, ¿te das cuenta?». Fuera, entre los tesos, se borraban las últimas estrellas y una cruda luz blanquecina se iba extendiendo sobre la cuenca. Los relejes parecían de piedra y la tierra crepitaba al ser, hollada como cáscaras de nueces. Los grillos cantaban tímidamente v desde lo alto de la Cotarra Donalcio llamaba con insistencia un macho de perdiz. Los hombres avanzaban cabizbajos por el camino y el Pruden tomó al Nini por el cuello y a cada paso le decía: «¿Saldrá el norte, Nini? ¿Tú crees que puede salir el norte?». Mas el Nini no respondía. Miraba ahora la verja y la cruz del pequeño camposanto en lo alto del alcor y se le antojaba que aquel grupo de hombres abatidos, adentrándose por los vastos campos de cereales, esperaba el advenimiento de un fantasma. Las espigas se combaban, cabeceando, con las argayas cargadas de escarcha y algunas empezaban ya a negrear. El Pruden dijo desoladamente, como si todo el peso de la noche se desplomara de pronto sobre él: «El remedio no llegará a tiempo».

    Abajo, en la huerta, las hortalizas estaban abatidas, las hojas mustias, chamuscadas. El grupo se detuvo en los sembrados encarando el Pezón de Torrecillórigo y los hombres clavaron sus pupilas en la línea, cada vez más nítida, de los cerros. Tras la Cotarra Donalcio la luz era más viva. De vez en cuando, alguno se inclinaba sobre el Nini y en un murmullo le decía: «Será tarde ya, ¿verdad, chaval?». Y el Nini respondía: «Antes de asomar el sol es tiempo. Es el sol quien abrasa las espigas». Y en los pechos renacía la esperanza. Pero el día iba abriendo sin pausa, aclarando los cuetos, perfilando la miseria de las casas de adobes y el cielo seguía alto y el tiempo quedo y los ojos de los hombres, muy abiertos, permanecían fijos, con angustiosa avidez, en la divisoria de los tesos.

    Todo aconteció de repente. Primero fue un soplo tenue, sutil, que acarició las espigas; después, el viento tomó voz y empezó a descender de los cerros ásperamente, desmelenado, combando las cañas, haciendo ondular como un mar las parcelas de cereales. A poco, fue un bramido racheado el que sacudió los campos con furia y las espigas empezaron a pendulear, aligerándose de escarcha, irguiéndose progresivamente a la dorada luz del amanecer. Los hombres, cara el viento, sonreían imperceptiblemente, como hipnotizados, sin atreverse a mover un solo músculo por temor a contrarrestar los elementos favorables. Fue el Rosalino, el Encargado, quien primero recuperó la voz y volviéndose a ellos dijo:

    – ¡El viento! ¿Es que no lo oís? ¡Es el viento!

     Y el viento tomó sus palabras y las arrastró hasta el pueblo, y entonces, omo si fuera un eco, la campana de la parroquia empezó a repicar alegremente y, a sus tañidos, el grupo entero pareció despertar y prorrumpió en exclamaciones incoherentes y Mamés, el Mudo, babeaba e iba de un lado a otro sonriendo y decía: «Je, je». Y el Antoliano y el Virgilio izaron al Nini por encima de sus cabezas y voceaban:

    – ¡Él lo dijo! ¡El Nini lo dijo!

    Y el Pruden, con la Sabina sollozando a su cuello, se arrodilló en el sembrado y se frotó una y otra vez la cara con las espigas, que se desgranaban entre sus dedos, sin cesar de reír alocadamente.

“La tierra sin mal”, de Jesús Sánchez Adalid.

«El más deslumbrante de los espacios que el hombre puede soñar. El sitio de la eterna juventud; donde no se muere y reina la abundancia.»

La tierra sin mal, publicada en el año 2003, es la cuarta novela del escritor extremeño Jesús Sánchez Adalid.

La trama se desarrolla en los comienzos del siglo XVII, una de los épocas más controvertidas de la historia de España, considerada como el período de la decadencia. Sánchez Adalid construye un fiel retrato de la sociedad española en los tiempos de Felipe III, del fascinante mundo de los viajes a las Indias, de la forma de vida en las colonias, y de las reducciones jesuíticas en el Paraguay.

Los protagonistas de la novela son dos personajes extremeños con intereses muy distintos: Tomás Llera, un hidalgo de Zafra, que parte a las Indias en busca de fortuna; y Enrique Madrigal, un jesuita de Trujillo, que viaja hasta las misiones jesuíticas guaraníes, movido por su vocación misionera, para tratar de proteger a los indios de los abusos cometidos por los conquistadores.

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 «Las Indias estaban ahí, en la mente de Enrique, como en la de los viejos aventureros que habían sido elocuentes pregoneros de sus gloriosas épicas. Pero para el joven jesuita esa misteriosa atracción que ejercía la Nueva España no era el encandilamiento del oro, ni la pasión por hacerse un nombre que pasara a las crónicas de Indias; sino la extraña llamada a solventar los desmanes de las décadas precedentes en una diferente empresa, más evangelizadora y civilizadora.»

Nos encontramos ante una novela histórica, muy bien escrita, entretenida y fácil de leer. Una novela que se apoya en un gran trabajo previo de investigación y documentación histórica. Una hermosa novela, que rinde homenaje a la labor de aquellos abnegados religiosos misioneros que, como el jesuita Enrique Madrigal, se entregaron incondicionalmente a la defensa de los indios.

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   «–Bueno, padre, hemos llegado. Ahí tiene Loreto –dijo el sargento.
   Enrique descabalgó y contempló emocionado la misión desde un altozano. Loreto estaba ubicada en un magnífico lugar de la ribera del río Paranapané, cerca de donde éste confluía con el Pirapó, de menos caudal. Ambos ríos eran muy ricos en pescados. En sus orillas tenían los indios sus sementeras, muy frondosas por la tierra fértil, dejando la isla que se formaba entre los dos caudales para el ganado que pastaba libremente, muy tranquilo y orondo.
    Reinaba una calma especial a esa hora. La iglesia, de aspecto robusto, se alzaba al final de una plaza por donde transitaba la gente: niños, labradores a lomos de pequeños asnos, mujeres de paso sosegado hacia la iglesia, algún perro… Las construcciones que rodeaban la plaza principal tenían soportales sujetos por estructuras de madera muy bien dispuestas. Las casas se alineaban en un clásico plano en damero, con calles rectas que se cruzaban y un orden preciso que casi daba la sensación de pertenecer a un campamento militar. El conjunto era agradable a la vista, con sus árboles en las traseras, cuadras con cerdos, aves de corral subiéndose a los palos de los gallineros para dormir y, delante de las casas, un ir y venir de indios, vestidos de manera semejante, con aperos de labranza en las manos o descansando ya sentados junto a las puertas, conversando amigablemente.»

SINOPSIS

La tierra sin mal narra las aventuras de dos hombres totalmente opuestos: Tomás Llera, un hidalgo extremeño que parte a las Indias en busca de fortuna, y Enrique Madrigal, un misionero utópico que viaja para participar en las reducciones jesuíticas de Paraguay. Es la historia de dos ilusiones enfrentadas, de dos ambiciones distintas: Llera sintetiza el afán desmedido de riquezas y poder en unas Indias muy prometedoras; Enrique confía en un mundo futuro armónico donde los hombres vivan felices, ajenos al egoísmo y el mal.

Desde la Sevilla de los marineros y los truhanes, de las cofradías de Semana Santa y las imágenes del Barroco, pasando por el Madrid de los Austrias, la Salamanca universitaria, la Castilla eterna y sobria, y los concurridos puertos canarios, el itinerario de ambos protagonistas se adentra en el Atlántico de los grandes viajes de ultramar, con escalas en Bahía, Río de Janeiro y Sâo Paulo hasta alcanzar el Paraguay selvático. Allí, la historia discurre por los agrestes parajes del Guairá, la ciudad colonial de Asunción y las misiones jesuíticas en las que los indios guaraníes buscan refugio de los bandeirantes, traficantes de esclavos portugueses que no desean perder su poder.

Jesús Sánchez Adalid transmite con maestría esa tensión constante de intereses y fuerzas que augura un desenlace fatal. Sin embargo, a lo largo de toda la novela subyace el sueño esperanzado de un mundo mejor expresado en el Yvimaranéÿ, la Tierra sin Mal, mito ancestral de los guaraníes que habla de una nueva y pacífica tierra en la que los hombres alcanzarán por fin sus anhelos.

JESÚS SÁNCHEZ ADALID

img-9842Jesús Sánchez Adalid (1962) nació en Villanueva de la Serena (Badajoz). Se licenció en Derecho por la Universidad de Extremadura y realizó los cursos de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció de juez durante dos años, tras los cuales estudió Filosofía y Teología. Además, es licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca. Es profesor de Ética en el Centro Universitario Santa Ana de Almendralejo.

Su amplia obra literaria ha conectado con multitud de lectores, gracias a la veracidad de sus argumentos y a la originalidad de sus descripciones, sustentadas en una profunda documentación. El escritor de novelas históricas, ha afirmado Sánchez Adalid, «debe realizar siempre un gran trabajo previo que servirá de marco honesto y real a su obra, a la vez que le facilitará la inspiración.»

En la justificación final de su novela, Félix de Lusitania, ha expresado que «los escritores que hemos optado por la novela histórica no pretendemos hacer Historia; sólo nos mueve un afán literario, pero son la Historia, la Arqueología y las Humanidades en general, nuestra fuente de inspiración. En mi caso desearía, eso sí, servir humildemente al lector para facilitarle un “viaje al pasado” en esta “máquina del tiempo” de tan fácil manejo que es el libro».

Sus novelas constituyen una permanente reflexión acerca de las relaciones humanas, la libertad individual, el amor, el poder y la búsqueda de la verdad.

La obra de Sánchez Adalid se ha convertido en un símbolo de acuerdo y armonía entre los pueblos, religiones y razas, algo especialmente necesario en un mundo desgarrado por la intolerancia y el fanatismo.

El autor extremeño ha afirmado en alguna ocasión que no escribe para escritores ni para críticos. Escribe para que se le lea, por eso procura que sus relatos sean entretenidos. «Escribo lo que a mí me gustaría leer y creo que por eso conecto con muchos lectores. En el fondo no somos tan distintos».

Ha publicado con gran éxito La luz del Oriente, El morázabe, Félix de Lusitania, La tierra sin mal, El cautivo, La Sublime Puerta, El caballero de Alcántara, Los milagros del vino, Galeón, El camino morázabe, Treinta doblones de oro, Y de repente, Teresa y La mediadora, una novela que ha sido la ganadora del Premio Abogados de novela 2015 y en la que Jesús Sánchez Adalid aborda un tema de actualidad. Es también autor de Tras los pasos del abate viajero, una obra de encargo institucional que fue presentada en 2014.

En 2007 ganó el premio Fernando Lara por su novela El alma de la ciudad; en 2012 el premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica por Alcazaba; en 2013 el premio Internacional de Novela Histórica de Zaragoza por el conjunto de sus obra; el premio Diálogo de Culturas y el premio Hispanidad. En 2014 su novela Treinta doblones de oro recibió el premio Troa Libros con Valores.

En Extremadura ha sido distinguido con la Medalla de Extremadura y el premio Extremeños de Hoy.

Sánchez Adalid ha colaborado en Radio Nacional, en el diario Hoy y en revistas Historia National Geografic y Vida nueva. Actualmente colabora con Canal Historia (The History Channel), Volcán Producciones y Zebra Producciones.

MÁS FRAGMENTOS DE LA NOVELA 

   «El palacio de los duques de Feria era una sólida fortificación adosada a la muralla de Zafra. A pesar del aspecto exterior, con robustas torres y austeros muros, que le daba el aire de un impenetrable alcázar, el interior de la imponente mole de piedras era un refinadísimo edificio que se disponía alrededor de un elegante patio revestido con mármoles, en cuyo centro resplandecía una hermosa fuente esculpida también en mármol que borboteaba resonando alegre en las galerías. El resto de la residencia estaba dispuesto en terrazas, a las que se accedía por un intrincado sistema de corredores abovedados.»
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                                          Palacio de los duques de Feria

[…]

  «–Es la creencia en la Tierra sin Mal la más hermosa esperanza de estas criaturas –refirió el padre González– . Desde sus más lejanos ancestros, creen ellos que los hombres podrán llegar un día a un lugar, una especie de paraíso; el más deslumbrante de los espacios que el hombre puede soñar. Es ése el sitio de la eterna juventud; donde no se muere y reina la abundancia. El maíz crece sin ser cultivado, las flechas cazan solas y el hombre es liberado allí de la obligación del trabajo.
   –¿Es pues el cielo? –preguntó Enrique–. ¿La gloria de la que hablan las escrituras?
   –No exactamente –respondió el padre González–. Es para el guaraní un lugar concreto, real, que se ubica hacia el este, en la dirección de donde viene el sol, la luz. Por eso la búsqueda de la Tierra sin Mal es para ellos lo principal. Estos indios, antes de la conquista, vagaban por las selvas en un éxodo constante, subyugados por la convicción de encontrar un día sus idílico paraíso. Este afán los hacía recorrer incansablemente la tierra en busca del bien absoluto y les llevaba a seguir ciegamente a quienquiera que invocase conocer a Dios.»