“El niño que robó el caballo de Atila”, de Iván Repila

«Parece imposible salir, dice. Y también: Pero saldremos.»

El niño que robó el caballo de Atila es una novela del escritor bilbaíno Iván Repila publicada en 2013 por la editorial Libros del Silencio. Entonces el libro pasó casi desapercibido, sin embargo, en el año 2017, Seix-Barral recuperó la novela en una cuidada edición.

Dos hermanos, a los que el narrador llama Grande y Pequeño, luchan por salir del fondo de un pozo, de unos siete metros de profundidad y en forma de pirámide, que se encuentra en el centro de un bosque. Para poder sobrevivir, se verán obligados a ingerir hormigas aplastadas, pequeños gusanos, caracoles, larvas y raíces, y a beber el agua que se filtra por las paredes del pozo.

Repila utiliza un lenguaje preciso y elaborado, poético a veces, para ofrecernos una historia intensa y descarnada con un alto contenido simbólico. Muy recomendable.

    «—Debes saber hermano, que soy el niño que robó el caballo de Atila para hacer unos zapatos con sus cascos y lograr así que la hierba nunca más creciese por donde yo pisara. Muchos hombres viles me temieron como al azote de un dios, porque sequé su tierra y su semilla en mis largos paseos por el mundo.»

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SINOPSIS

Dos hermanos, el Grande y el Pequeño, luchan por salir del pozo en el que han sido confinados en mitad de un bosque. A pesar del hambre, no prueban el contenido de una bolsa de víveres que descansa en el fondo cenagoso del agujero. Se alimentan de lo que proveen las paredes húmedas y arcillosas, y beben agua con sabor a tierra. Que sobrevivan o no depende de su fortaleza y de su ingenio. A través de una trama sencilla de gran poder metafórico y de una prosa de enorme belleza, esta impactante fábula para adultos encierra una incisiva reflexión sobre la condición humana.

    «¿No sientes el líquido que nos rodea como si fuéramos fetos? Estas paredes son membranas y flotamos entre ellas, nos damos vuelta a la espera de nuestro alumbramiento prorrogado. Este pozo es un útero, tú y yo estamos por nacer, nuestros gritos son los dolores del parto del mundo. »

IVÁN REPILA

Bilbao, 1978. Escritor, editor y gestor cultural. Autor de las novelas: Una comedia canalla (Libros del Silencio, 2012); El niño que robó el caballo de Atila (Libros del Silencio, 2013; Seix Barral 2017), traducida al italiano, francés, inglés, coreano, holandés, rumano, japonés y persa; Prólogo para una guerra (Seix Barral, 2017) y El aliado (Seix barral, 2019). Autor de relatos publicados en el diario El Correo, el Premio Bizkaidatz de la Diputación de Bizkaia y en las antologías El Quijote a través del espejo (2016), Historias de San Mamés (2015) e Ilustrofobia (2014).

Articulista habitual en la revista Primer Acto y en el diario Bilbao. Cofundador de la editorial Masmédula Ediciones, especializada en poesía. Autor de las obras de teatro Diez y Huésped, que se representaron en el Pabellón 6 de Bilbao.

Gestor cultural para diversos organismos e instituciones nacionales e internacionales en la producción, coordinación y dirección de congresos, encuentros y festivales de teatro, música y danza. Profesor de literatura en talleres de lectura y escritura creativa para distintas escuelas del País Vasco.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    «El bosque limita al norte con una cordillera y está rodeado de lagos tan grandes que parecen océanos. En el centro del bosque hay un pozo. El pozo tiene unos siete metros de profundidad y sus paredes irregulares son un muro de tierra húmeda y raíces que se angosta en la boca y se ensancha en la base, como una pirámide desocupada y roma. Su lecho gorgotea el agua oscura que se filtra desde venas remotas hasta las galerías que afluyen al río, dejando un poso terrizo que nunca se detiene y un fango moteado por burbujas cuyo chasquido devuelve al aire el perfume de los eucaliptos. Quizá por la presión de las placas continentales o por el remolino de una brisa continua,las pequeñas raíces se mueven y giran y señalan con una danza lenta que acongoja, pues evoca la entraña de los bosques digiriendo lentamente el mundo.»

    […]

    «Durante cuatro días el sol abrasa los campos, da fuertes manotazos de cobre sobre los árboles y seca el pozo. El agua que se filtraba a través de la tierra se convierte primero en barro, y después en grumos de arena negra. Cuando no queda nada que beber, los dos hermanos interrumpen su rutina diaria para chupar las raíces que asoman por las paredes hasta que la boca les sabe a carbón.

    —No estoy bien, dice el Pequeño.

    —Lloverá.

    Conocen bien esta tierra, los comportamientos del cielo bajo el que han crecido, los tiempos de las nubes. Saben que en este mes un sol feroz significa la llegada inminente de una tromba de agua. Lloverá por-que siempre llueve cuando la carne se despelleja, y porque en estos campos parece gobernar una mecánica del sufrimiento, según la cual a toda decisión de la naturaleza le replica su contraria. Por este motivo las personas son, aquí, severas de piel y de carácter, y enfrentan las sanciones que les impone la tierra con rigurosa paciencia, sin demandas ni quejas, aunque ello les suponga una fractura en la comunicación emocional, en el contrato humano de la convivencia y en la gestión de los afectos. Los hermanos son prueba de ello. Han dejado de mirarse a los ojos, de buscarse en el otro como hacían los primeros días. Las muestras de cariño son innecesarias cuando rige la conservación. El amor como un pacto de silencio donde se administran violencias propias de un reptil, de un cocodrilo viejo.

    —¿Tú me quieres?, pregunta el Pequeño.

    —Lloverá.»

 

“Cara de pan”, de Sara Mesa

     Ella no supo que tenía cara de pan hasta el año pasado, cuando Marga se lo dijo delante de las demás niñas, y todas rieron espontáneamente, sin maldad, de modo que no había lugar para el enfado —porque era un comentario cariñoso— ni para otra reacción que no fuese también su propia risa —fingida— y el escrutinio posterior en el espejo. ¿Qué es en concreto una cara de pan? Hay montones de panes posibles, desde bollos bien gordos hasta baguettes finas, y sin embargo ella intuye que cuando Marga le dice cara de pan se refiere más bien a lo primero —la cara redonda, fofa, blanca; la cara como símbolo de todo un cuerpo, de toda una entidad.

Cara de pan es la quinta novela publicada por la escritora madrileña afincada en Sevilla Sara Mesa. En ella nos cuenta la relación que se establece entre dos personajes muy distintos y peculiares: Casi, una niña de “casi” catorce años, de ahí su nombre; y un adulto de cincuenta y cuatro años, al que Casi llama simplemente Viejo.

Casi, que se siente un poco fuera de sitio en el instituto, decide una mañana dejar de ir a clase. Desde ese día pasa las mañanas escondida entre los setos de un parque de la ciudad hasta que llega la hora de volver a casa. Es allí donde se encuentra con Viejo, un adulto con problemas de relación que parece vivir al margen de la sociedad.

     La primera vez la coge tan desprevenida que se sobresalta al verlo. La niña está apoyada en el tronco del árbol, leyendo una revista, cuando oye sus pasos acercándose, el chasquido de las hojas secas al quebrarse, y después lo ve, de pie delante de ella, quizá un poco turbado pero no sorprendido por encontrarla allí, oculta tras los setos. El viejo pide perdón –¡no quise asustarte!, dice– y después le pregunta qué está leyendo, pero entre una cosa y otra –entre la disculpa y la pregunta– a la niña le da tiempo a reaccionar. Esto, responde mostrándole la revista, una revista para chicas.

Casi recibe en su escondite las visitas diarias de Viejo, que le habla de pájaros y de la cantante Nina Simone, y comparte con él algunas chucherías o algún refresco.

Poco a poco el Viejo le va desvelando sus secretos y se va estableciendo una relación cada vez más estrecha entre esta «pareja inadmisible», una relación atípica y sospechosa para la sociedad.

    Hay algo en la manera de hablar del Viejo que Casi, instintivamente, percibe como anormal. Para empezar, no controla el volumen como debiera: a veces habla en susurros y ella tiene que pedirle que repita sus palabras. […] Las rarezas del viejo, piensa Casi, son inofensivas, por desconcertantes que resulten, como desconcertante es, por ejemplo, el contraste entre su rostro de frente y su rostro de perfil, el primero de apariencia inocente y hasta bobalicona, el segundo introspectivo y sabio, como si pertenecieran a dos caras diferentes de dos hombres diferentes.

Con este argumento, aparentemente muy sencillo, Sara Mesa construye una magnífica historia, que cuenta con los elementos de suspense necesarios para mantener en vilo al lector hasta el final de la misma. El resultado es una magnífica novela, que está muy bien escrita y que se lee con gusto. Muy recomendable.

  «Otro libro breve que me ha gustado mucho últimamente. También es una historia muy pequeña, aparentemente muy sencilla. Es una relación entre dos personajes, un hombre mayor y una niña, pero está tan bien contada y es tal el mar de fondo que esa novela tiene, todo lo que no se cuenta, que es una lectura muy recomendable. Está muy bien escrito, me gusta mucho Sara Mesa y esta novela en concreto me parece redonda.»  Jesús Carrasco

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SINOPSIS

«La primera vez la coge tan desprevenida que se sobresalta al verlo.» El encuentro se produce en un parque. Ella es Casi, una adolescente de «casi» catorce años; él, el Viejo, tiene muchos más.

El primer contacto es casual, pero volverán a verse en más ocasiones. Ella huye de las imposiciones de la escuela y tiene dificultades para relacionarse. A él le gusta contemplar los pájaros y escuchar a Nina Simone, no trabaja y arrastra un pasado problemático.

Estos dos personajes escurridizos y heridos establecerán una relación impropia, intolerable, sospechosa, que provocará incomprensión y rechazo y en la que no necesariamente coincide lo que sucede, lo que se cuenta que sucede y lo que se interpreta que sucede.

Una historia elusiva, obsesiva, inquietante y hasta incómoda, pero al mismo tiempo extrañamente magnética, en la que palpitan el tabú, el miedo al salto al vacío de la vida adulta y la dificultad de ajustarse a las convenciones sociales… La ambiciosa carrera literaria de Sara Mesa da un nuevo paso adelante con esta novela sobre dos seres desarraigados cuyos destinos se entrecruzan en un parque, una defensa de la inadaptación y la diferencia.

    Todo empezó una mañana cualquiera. El despertador sonó a la misma hora de siempre, Casi remoloneó unos minutos entre las sábanas, se levantó con desgana, se lavó la cara, se puso el chándal. Cuando bajó, sus padres estaban tomando café; hablaban entre susurros; se callaron al entrar ella en la cocina. Se preparó un colacao, mordisqueó unas magdalenas. Todo normal, dice Casi, nada anunciaba que ese día iba a ser diferente a los demás. Ella no planificó nada, no podía saber que se acercaba el momento culminante, al momento en que todo cambió: cuando salió de casa, enfiló la avenida, apresuró el paso porque iba un poco tarde… y dio la vuelta. Dio la vuelta y se apresuró aún más, pero en sentido contrario. Sin saber bien qué hacer todavía. Sin saber adónde se dirigía.

SARA MESA

Sara Mesa (Madrid, 1976) desde niña reside en Sevilla. Ha desarrollado una notable carrera dentro de la literatura, haciendo gala de una gran habilidad en distintos géneros y formatos. De hecho, Mesa logró un gran impacto en la crítica gracias a los relatos recopilados en las antologías No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago. También demostró su buen hacer como poeta en Este jilguero agenda, poemario que recibió el prestigioso Premio Miguel Hernández de Poesía.

Tras la aparición de El trepanador de cerebros, su primera novela, Mesa logró un gran éxito con Cuatro por cuatro, obra que llegó a ser finalista del Premio Herralde de Novela y que supuso su debut en la editorial Anagrama, donde desde entonces ha publicado títulos tan interesantes como Planeta equivocado, Cicatriz, Mala letra, Un incendio invisible o Cara de pan. A día de hoy es considerada como una de las voces más interesantes de su generación.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     ¿Por qué estabas allí, Viejo?, se atreve a preguntar al fin. No cree que no se lo quiera contar; más bien lo da por sabido, como si no hiciese falta explicarlo o hubiese olvidado hacerlo, pero Casi sí necesita que se lo explique, a pesar de que él la mira sin comprender –¿allí dónde?, dice– y ella tiene que concretar –en la clínica, ¿por qué estabas ingresado en esa clínica?–. El Viejo está sentado sobre la toalla, otra vez con su traje clarito, su traje ya limpio recién recogido de la tintorería y el pañuelo que sobresale del bolsillo de la chaqueta bien doblado. La mañana está desapacible, un viento frío agita las ramas de olmo siberiano, caen las hojas sobre ellos –día a día, hoja a hoja, el árbol se les está pelando encima–. El Viejo está pensando y ella se teme que ahora le dé largas, que finalmente no haya sido una cuestión de olvido, sino una ocultación premeditada. Pero el Viejo al fin habla y dice que la culpa fue de los policías de la mente, no suya, él no hizo nada para que tuvieran que encerrarlo. Él estaba feliz haciendo su trabajo, por aquel entonces trabajaba en la reserva de pájaros, ¿se acuerda Casi de la reserva? Pero la policía de la mente no perdona la felicidad a los que son como él, los que no tienen una madre y un padre como todo el mundo, ¡sino una madre y un padre-abuelo en uno!
         […]
       Un día se echa a llorar de pronto, inesperadamente, y el Viejo la toma en su regazo. La intimidad física que se crea en ese momento –repentina, espontánea– es nueva para ellos, y hace que los dos estén incómodos. Sin embargo, permanecen en la misma postura varios minutos, acompasando sus respiraciones, y él le pasa las manos por el pelo –sus primeras caricias– mientras ella deja caer sus brazos en las piernas de él, y su cabeza en la barriga de él. El Viejo no le pregunta por qué llora. Una pregunta así es superflua: uno debería ser capaz de intuirlo. Casi tampoco se esfuerza en dar explicaciones. Sabe que él no las espera. Es esa calma, solamente esa calma, pausada por el canto de un herrerillo –es lo único que dice el Viejo: ¿oyes?, un herrerillo–, y el aire frío, el invierno acercándose, el viento como síntoma de la amenaza.

 

“La uruguaya”, de Pedro Mairal

    «Qué mujer más hermosa, qué demonio de fuego me brotó de adentro y se me trepó al instante en el árbol de la sangre. ¿Cómo te llamás? Magalí. Yo soy Lucas. Fuimos a buscar más cerveza.»

La uruguaya es una novela corta, del escritor argentino Pedro Mairal, publicada con gran éxito en Argentina en 2016. En 2017 se público en España, donde se ha alzado con el Premio Tigre Juan. La novela, que ha provocado el reconocimiento unánime de público y de crítica ha confirmado a su autor como uno de los más destacados narradores de la literatura argentina contemporánea.

El escritor argentino Lucas Pereyra, casado, padre de un hijo y en plena crisis existencial y matrimonial, viaja desde Buenos Aires hasta Montevideo para cobrar los anticipos de derechos de autor de dos contratos de libros que había firmado unos meses antes. Esto iba a permitirle saldar las deudas por los meses que había estado sin trabajar y dedicarse a escribir unos meses más, si controlaba los gastos. Allí también iba a reencontrarse con la joven Magalí Guerra, la uruguaya del título de la novela, que había conocido en un festival.

    «Nunca dejaba mi correo abierto. Jamás. Era muy muy cuidadoso con eso. Me tranquilizaba sentir que había una parte de mi cerebro que no compartía con vos. Necesitaba mi cono de sombra, mi traba en la puerta, mi intimidad, aunque solo fuera para estar en silencio. Siempre me aterra esa cosa siamesa de las parejas: opinan lo mismo, comen lo mismo, se emborrachan a la par, como si compartieran el torrente sanguíneo. Debe haber un resultado químico de nivelación después de años de mantener esa coreografía constante. Mismo lugar, mismas rutinas, misma alimentación, vida sexual simultánea, estímulos idénticos, coincidencia en temperatura, nivel económico, temores, incentivos, caminatas, proyectos… ¿Qué monstruo bicéfalo se va creando así? Te volvés simétrico con el otro, los metabolismos se sincronizan, funcionás en espejo; un ser binario con un solo deseo. Y el hijo llega para envolver ese abrazo y sellarlos con un lazo eterno. Es pura asfixia la idea.»

Pero la historia, a pesar de ser atractiva, es lo que menos cuenta en esta novela, corta pero intensa. Lo que de verdad cuenta es lo extraordinariamente bien escrita que está, con un lenguaje directo y desenfadado que incluye términos y expresiones propias del país del autor. Una novela magnífica, entretenida y que se lee de un tirón. De lo mejor que he leído últimamente.

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SINOPSIS

Lucas Pereyra, un escritor recién entrado en la cuarentena, viaja de Buenos Aires a Montevideo para recoger un dinero que le han mandado desde el extranjero y que no puede recibir en su país debido a las restricciones cambiarias. Casado y con un hijo, no atraviesa su mejor momento, pero la perspectiva de pasar un día en otro país en compañía de una joven amiga es suficiente para animarle un poco. Una vez en Uruguay, las cosas no terminan de salir tal como las había planeado, así que a Lucas no le quedará más remedio que afrontar la realidad.

Narrada con una brillante voz en primera persona, La uruguaya es una divertida novela sobre una crisis conyugal que nos habla también de cómo, en algún punto de nuestras vidas, debemos enfrentarnos a las promesas que nos hacemos y que no cumplimos, a las diferencias entre aquello que somos y aquello que nos gustaría ser.

PEDRO MAIRAL

Pedro Mairal nació en Buenos Aires en 1970. Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine. Ha publicado también las novelas El año del desierto (2005) y Salvatierra (2008), el volumen de cuentos Hoy temprano (2001), y los libros de poesía Tigre como los pájaros (1996), Consumidor final (2003) y la trilogía Pornosonetos (2003, 2005 y 2008). En 2007 fue nombrado uno de los 39 mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá. Trabaja como guionista y escribe para distintos medios de comunicación. En 2013 publicó El gran surubí, una novela en sonetos, y El equilibrio, una recopilación de las columnas que escribió durante cinco años para el diario Perfil. En 2015 publicó en Chile Maniobras de evasión, un libro de crónicas. Su última novela, La uruguaya, ha recibido en España el Premio Tigre Juan 2017 y lo ha confirmado como uno de los más destacados autores argentinos de su generación.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    Nunca me cayeron bien los médicos hombres, con ese aire de grandullones con guardapolvo, escolares crónicos con gigantismo, los bravucones peludos de la clase, haciéndose los serios en la consulta , usando grandes palabras anatómicas, hipersexuados, libidinosos ni bien cierran la puerta del consultorio, cogiendo todos por ahí con enfermeras en ese doble fondo de las guardias, acceso restringido al personal, coitos de camilla, desenfrenos de rincón, entre tubos de oxígeno y carritos con material quirúrgico, guardapolvos disimulando erecciones, galenos con priapismo, grandes porongas doctas, reverenciadas, falos hipocráticos rodeados de conchitas dispuestas como mariposas rosadas en el aire, sátiros de blanco, con unas canas que hacen suspirar a la paciente y a ver si respirá profundo, otra vez, bien, levante un poco la blusa, respirá otra vez, muy bien… Hijos de puta, abusadores matacaballos, carniceros prepagos, sumando comisiones de cesáreas innecesarias, atrasando la operación para después de su semanita en Punta del Este, maltratadores seriales, ladrones del tiempo y la salud, ojalá les llegue un infierno eterno de sala de espera con revistas pegoteadas, aprovechadores parados en su columnata griega, te vas a aplicar la crema en el área pruriginosa, ¡hijo de un camión lleno de putas!, ¡el área pruriginosa!, por qué no decis «el lugar donde te pica», la concha de tu hermana, reverendo sorete grandilocuente.
      […]
     Nos faltaba el empujón. Los poquitos grados de fuerza para que se terminara de romper todo lo que estaba fisurado. ¿Se caía de maduro? No sé. Es cierto que teníamos que parar. Dejar de juntar bronca. Esas mañanas, por ejemplo, esos sábados o domingos cuando Maiko se despertaba a las siete y pedía su Nesquik y vos y yo empezábamos el concurso de ver quién se hacía más el dormido. Maiko insistía y alguno de los dos se levantaba con odio, le hacía el Nesquik, y también el café al otro, al remolón que se hacía el paralítico, el que no durmió lo suficiente, el que no puede, que necesita más horas de sueño, que sufre, pobrecito, la reputa que lo remil parió, y la reconcha de la lora. Maiko en la cocina ya en su reclamo gremial moviendo muebles, sillas, trepándose a la mesada, agarrando cuchillos, hay que estar, hay que mirarlo, hay que cuidar al enano borracho desde la madrugada, mientras el otro se envuelve entre las sábanas tibias, el otro se anula, se hace el que no existe, pero está ahí, haciéndose el desentendido en su gran traición. Entonces, vos o yo, el que se había levantado, lavaba los platos de la noche anterior haciendo la mayor cantidad de ruido posible para joder (te escuché hacerlo varias veces y yo también te lo hice) la sartén pegaba bandazos en la bacha, le hacíamos sonar como una campana de lata para despertar al horizontal, cucharas cayendo sobre el acero inoxidable que sonaba como un tambor, tintineo de vasos de vidrio a punto de partirse en mil astillas, castañeteo de platos de loza frágiles y blancos que daban ganas de estamparlos contra el piso como en un casamiento griego, hacer un smash karaoke como se hace en Japón, donde le ponen a la gente música fuerte en un cuarto con jarrones y televisores viejos y les dan un bate de béisbol para que rompan todo. Hacer mierda el juego de comedor, reventar los regalos de casamiento, el amor familiar, la lista, prender fuego Flox, dinamitar la casa y anticiparse ametrallando a los novios cuando saludan en el atrio como en una escena de El Padrino. Y el otro desde la cama: ¿Todo bien, amor? ¡Sí, todo bien! ¿Se rompió algo? No, no se rompió nada. ¿Qué querés? Decime qué querés. Quiero guerra, pensaba yo. Guerra contra vos. Pero no decía nada.

“Carta blanca”, de Lorenzo Silva

«No se compadece de nadie quien ha aprendido a no apiadarse de sí.»

Carta blanca es una novela histórica de Lorenzo Silva, publicada en 2004, con la que el escritor madrileño consiguió el VIII Premio Primavera de Novela.

La historia se desarrolla en torno a la figura de Juan Faura, un personaje enigmático y atormentado, y comprende tres partes perfectamente diferenciadas. La primera nos sitúa, de la mano de su protagonista, al que un desengaño amoroso le ha llevado a apuntarse a la Legión, en plena guerra del Rif, en el otoño de 1921.

      «Porque Faura, como algunos otros de los hombres que se habían apuntado a aquello, no obraba ebrio de amor a la patria, ni tampoco cegado por la paga, muy superior a la soldada del resto del ejército, que había atraído a la mayoría. No, era mucho más sencillo. Había decidido irrevocablemente suicidarse, y prefería que le ayudaran.»

Después de un breve paréntesis en Alzira, en la primavera de 1932, donde Faura se reencuentra con su antiguo amor, la novela nos traslada al Badajoz de agosto de 1936. Allí, después de tomar partido por la República, nuestro protagonista decide enfrentarse a las tropas sublevadas, que están a punto de tomar la ciudad extremeña. Esta circunstancia le brindará la oportunidad de redimirse, enfrentándose a los Regulares y a sus antiguos compañeros legionarios en la batalla de Badajoz.

         «Esa mañana, ante la compañía formada, el capitán que la mandaba, sin el tono solemne con que se transmitían las órdenes oficiales, les dijo que estaba al corriente de las actividades «particulares» que algunos llevaban a cabo por las noches, pero que prefería hacerse el despistado, y que sin asumir en absoluto ninguna responsabilidad ni darles la más mínima cobertura, animaba a todo aquel al que le apeteciera y no estuviera de servicio a dar rienda suelta a sus impulsos. Sólo había dos condiciones: no se excusaría a nadie el retraso ni la inexactitud en el cumplimiento de los servicios que tuviera asignados, y quedaba prohibido llevar armas de fuego. Los legionarios bien podían jugarse sus vidas, si les convenía o les apetecía, pero en modo alguno arriesgarse a perder un fusil que en su día pudiera usar el enemigo.

      –Salvo esto -concluyó-, tenéis carta blanca.

      Cada uno entendió a su modo, pero todos entendieron más o menos igual. Podían coger lo que se les antojase, y hacerles a los moros que se encontraran lo que les viniera en gana. Alguno, dos meses después de desembarcar en Melilla, ya tenía larga costumbre de eso. La misma noche en que llegó el Tercio a la plaza, un musulmán de los que vivían en la ciudad perdió las orejas a manos de uno de los vengadores, que las guardó como trofeo. Y la ferocidad hacia el moro, en todas sus posibles manifestaciones, no había hecho sino ir en aumento desde que los hombres empezaron a tropezarse con los atormentados cadáveres de los soldados del ejército aniquilado meses atrás. Los aviones tiraban bombas incendiarias en las aldeas, los artilleros no se cuidaban mucho de distinguir entre posiciones militares y objetivos civiles (tampoco era fácil, porque cualquier casa podía ser un fortín, así que un problema menos) y los infantes remataban con soltura a los heridos indefensos que daba en dejar atrás el enemigo en su retirada. Pero todavía podía irse más allá, y más de uno ya lo había hecho.»

Carta blanca es una novela dura, con algunos pasajes de extremada crudeza, sobre todo en la primera parte de la misma, la que más me ha gustado y me ha resultado más dinámica. Y que nos ofrece una historia que está muy bien documentada, bien escrita y que te atrapa desde la primera página. Muy recomendable.

   A ratos, Carta blanca es un relato espeluznante, delator de la bestialidad a la que es capaz de rebajarse el ser humano. En otros momentos, exhibe una sensibilidad delicada y melancólica, que nos invita a evocar escenas de nuestro pasado y a recordar a seres queridos ya desaparecidos. Es, ante todo, una historia sobre la paradójica fragilidad y adaptabilidad del alma humana y sobre la naturaleza errátil de las múltiples fuerzas dinámicas que construyen el destino vital.

Dionisio Viscarri

SINOPSIS

Esta novela se abre con la guerra de Marruecos, a principios de los años veinte, y se cierra con la guerra civil, en plena década de los treinta. Sin embargo, más allá de narrarnos con nitidez y profundo realismo los avatares del protagonista, Juan Faura, en ambas contiendas, primero como jovencísimo legionario inexperto y desengañado, luego ya como hombre maduro escéptico y baqueteado por la vida, es, sobre todo, la historia de una pasión que va más allá del tiempo, del destino y del dolor, de un desamor tan intenso que le llevará a desahogar su amargura en una campaña suicida en la que no espera siquiera sobrevivir. Pero lo hará, y el hombre despojado en que se ha convertido se reencontrará con su pasado y descubrirá que no puede escapar de él, porque las huellas que deja en el alma la verdadera entrega a otro son las que nos conforman, las que guían nuestro sino, marcado inevitablemente por el desencanto, el conocimiento de los límites de la crueldad humana y el refugio del amor contra todo, frente a todo, como única redención y salida.

Carta blanca nos muestra una historia valiente, descarnada, profundamente apasionada, que indaga en nuestro pasado y nos ofrece la figura carismática y apabullante de un antihéroe inmerso en una época convulsa en donde se extreman los sentimientos y la auténtica relevancia de nuestros actos.

Lorenzo Silva, con la franqueza de una prosa madura y directa, sin concesiones, que brilla especialmente por su maestría, ha escrito una novela ante la cual es imposible permanecer indiferente.

LORENZO SILVA

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), Noviembre sin violetas,La sustancia interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004), Niños feroces, Música para feos y Recordarán tu nombre. En 2006 publicó junto a Luis Miguel Francisco Y al final, la guerra, un libro-reportaje sobre la intervención de las tropas españolas en Irak y en 2010 Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Además, es autor de la serie policíaca protagonizada por los investigadores de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro. Con uno de sus títulos, El alquimista impaciente, ganó el Premio Nadal 2000 y con otro, La marca del meridiano, el Premio Planeta 2012. Desde 2010, es guardia civil honorario.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

       «En ese momento, Faura pensó en los otros, en aquellos enemigos a los que Corral se refería, y que él, a diferencia de los demás, conocía bien. Por un momento se le pasó por la mente contarles algo de ellos. Decirles que entre los legionarios había ladrones, asesinos y sinvergüenzas, pero también (y a menudo se trataba de la misma gente) pobres hombres a quienes la vida nunca les había dado cobijo, y que con el señuelo de aquel uniforme y de una hermandad gloriosa eran atraídos a la muerte como el toro con el trapo rojo hacia la vara y el estoque. Podía explicarles cómo y dónde vivían los marroquíes que se alistaban bajo las banderas de regulares, y cómo otros hombres más astutos y menos arrojados que ellos se aprovechaban de su miseria y de su combatividad congénita, fruto de una tierra roñosa y cruel, para convertirlos en máquinas de destruir. Unos y otros no eran más que peones de una suprema demencia que lo movía todo, que arrojaba a hermanos contra hermanos y que propiciaba paradojas como que los defensores de la fe católica llevaran a aquellos moros para vaciar de cristianos la vieja ciudad musulmana de la que los católicos de otro tiempo habían echado a sus abuelos. En suma, aquel despropósito beneficiaba a cualquiera menos a los hombres que esperaban tras aquellas murallas o iban a ser estrellados contra ellas. Juntos formaban un buen hatajo de burros, por dejarse destrozar una vez más unos contra otros, sin aprender nunca la maldita lección.»  […]

04.- legion-badajoz

               Legionarios por las calles de Badajoz. De Cajón de Sastre

         «–Vamos hacia la parte alta –dijo Ramírez.

       Dos carabineros y Toribio cubrieron la retirada, mientras el resto del grupo embocaba por la calle Trinidad. Luego, se juntaron todos y a la carrera llegaron hasta la plaza Cervantes, donde tomaron la primera calle a la izquierda, hacia la alcazaba. Por todos lados corrían milicianos que se arrancaban las insignias, arrojaban los fusiles, se quitaban los correajes. El caos de la derrota, el espanto ante la muerte, que Faura no saboreaba por primera vez. Ellos, sin embargo, se mantuvieron agrupados. A la altura de la calle Amparo vieron a unos quince o veinte metros una partida de legionarios y regulares. Acorralaban a unos hombres contra la pared, y los moros les rasgaban las camisas y les examinaban los hombros desnudos. Faura comprendió, a la misma velocidad a la que lo vio, el significado de aquel ritual: buscaban huellas del retroceso del fusil, el enrojecimiento que provocaba en la piel el golpe repetido de la culata sobre el hombro. En dos de ellos lo encontraron, y antes de que Faura y quienes iban con él pudieran reaccionar, a los infortunados los cosieron a bayonetazos. Dispararon entonces hacia el pelotón de liquidadores, que se deshizo al punto en un desorden de cuerpos que se echaban a tierra o buscaban desenfilarse, pero no se quedaron a pelear con ellos. Ahora tenían otra prioridad.

       Llegaron hasta la calle San Lorenzo sin ser hostilizados. Una vez allí, empezaron a recibir el fuego del grupo enemigo al que acababan de atacar, y que había salido en su persecución. Faura, Corral y un carabinero aguantaron en la esquina, para contenerlos, mientras el resto se dirigía hacia la calle Brocense. Un par de giros más les permitiría tomar la vía que conducía casi recta hacia la Puerta de Carros, el hueco en la parte norte de la muralla por el que se proponían huir.

      –Fuera ya de aquí los dos –les pidió Faura a los otros, al tiempo que metía un peine nuevo en el fusil.

        Vio que Corral se resistía.

     –Vamos, joder, esto hay que hacerlo más rápido –le apremió.»

 

“El forastero misterioso”, de Mark Twain

«Nada existe salvo tú.»

No hace mucho que leí El fuego invisible, la última novela del escritor turolense Javier Sierra, ganadora del Premio Planeta 2017. En la trama de la historia, su autor introduce, hábilmente, el libro de Mark Twain titulado El forastero invisible:

     «El forastero, por supuesto, tenía mucho del propio Twain. Pero también algo que no era él. Había en un personaje un matiz siniestro, acaso maligno. Años más tarde descubriría que Twain creía haberse desplomado de cielo durante el paso del cometa Halley en 1835. Y no lo decía en broma. Nació en noviembre de aquel año. Presumía de ello siempre que tenía ocasión. Por supuesto, nadie se tomó en serio aquel chascarrillo hasta que, por un extraño azar cósmico, Mark Twain falleció justo con el retorno de su querido viajero celestial en 1910. Era evidente que se lo llevó el mismo cometa que lo había traído.

     Entonces, ¿de verdad fue un enviado del cielo?

     La duda se incrustó en mi mente infantil.

    En las primeras páginas de El forastero misterioso él mismo definía a su protagonista –un extranjero llegado de ninguna parte, capaz de adelantarse al tiempo y que trataba a los humanos cual figurillas de un belén– como «un visitante sobrenatural llegado de otro lugar». Y justo esa línea había sido subrayada con lápiz rojo por el abuelo».

Fragmento de El fuego invisible

Me picó la curiosidad por la historia y, como en otras muchas ocasiones, una lectura me llevó a la otra. De esta manera he podido descubrir un buen libro, cuya lectura me ha resultado muy interesante.

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El forastero misterioso apareció en 1916, seis años después de la muerte de su autor, y supuso un acontecimiento literario, gracias también a las ilustraciones al óleo del gran artista N. C. Wyeth. En esta novela, Twain nos traslada a Eseldorf, una pequeña aldea de Austria. Allí, en el invierno de 1590, tres jóvenes que jugaban en el bosque se encontraron con un extraño personaje que se llamaba Satanás y era capaz de hacer cosas prodigiosas. Este personaje misterioso no tardará en poner patas arriba a todo la vecindad, y no sólo por sus espectaculares obras sino también por su empeño en ridiculizar la condición humana, para él mucho más salvaje que el mundo de los animales.

    «Satanás dijo:

   –Aquí tienes otro ejemplo del sentido moral. Los propietarios son ricos, y muy santos; pero el sueldo que pagan a estos pobres hermanos suyos es solo lo bastante para evitar que caigan muertos de hambre. Trabajan catorce horas al día, en invierno y en verano; desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche, incluso los niños pequeños. Y tienen que ir y venir andando hasta las pocilgas donde habitan, cuatro millas de ida y cuatro de vuelta, día tras día, año tras año, entre el barro y el aguanieve, bajo lluvia, nieve, granizo o tormenta. Solo duermen cuatro horas. Viven en perreras, tres familias en un cuarto, en una mugre y hedor increíbles; cuando llegan las enfermedades, mueren como moscas. ¿Han cometido algún crimen estos pobres sarnosos? No. ¿Qué han hecho para que los castiguen tanto? Nada en absoluto, salvo nacer entre tu necia raza […] Es el sentido moral lo que les enseña a los propietarios de la fábrica la diferencia entre el bien y el mal: ya ves el resultado. Se creen mejores que los perros. ¡Ay, es tan ilógica e irracional tu raza! ¡Y mezquina… oh, indeciblemente mezquina!»

Con un derroche de imaginación que traspasa la frontera de la literatura fantástica, Mark Twain se ríe de los ritos religiosos y de la crueldad social mediante un humor ácido y provocador, mucho más amargo del que utilizó en la mayoría de las obras que le han hecho famoso.

El autor de Las aventuras de Tom Sawyer y de  Las aventuras de de Huckleberry Finn se vale de este personaje misterioso para atacar duramente la mezquindad y el sentido moral de la raza humana.

     «El hombre se hizo de barro, yo lo vi crear. Yo no estoy hecho de barro. El hombre es un museo de enfermedades, un hogar de impurezas; llega hoy y se va mañana; empieza como barro y se marcha como hedor; yo soy de la aristocracia de los imperecederos. Y el hombre tiene el sentido moral… Parece que bastaría eso para mostrar la diferencia suficiente entre nosotros».

En definitiva, un buen libro, cuya lectura me ha resultado muy interesante e inquietante a la vez, y que nos hace pararnos a pensar y a reflexionar. Muy recomendable.

MARK TWAIN

twain_mark   Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, nació en la villa de Florida, Misuri, en 1835. Cuando tenía cuatro años de edad, se trasladó con su familia a la localidad de Hannibal, a orillas del Misisipi. A los doce años, empezó a trabajar como aprendiz en el periódico local. Posteriormente, trabajó como impresor en varias ciudades, y se hizo piloto de un barco de vapor. Volvió luego al periodismo, y, en 1876, publicó Las aventuras de Tom Sawyer; en 1883, La vida en el Misisipi y, en 1884, Las aventuras de Huckleberry Finn. Con estas tres obras alcanzaría gran fama en su época. En 1881, escribió El príncipe y el mendigo, que es su primera novela histórica. En 1889, publicó Un yanki en la corte del rey Arturo, y, en 1905, una de sus últimas obras, El forastero misterioso. Gracias a su ingenio y sus sátiras consiguió grandes éxitos como escritor y orador. Falleció en Redding, Connecticut, en 1910.

SINOPSIS

   Esta vez el forastero, por misterioso que pareciera, no se presentó con cuernos, ni con rabo, ni con patas de cabra. Al contrario, «vestía ropa nueva y buena, era guapo, tenía un rostro atractivo y una voz agradable». Pero hizo y dijo cosas que quedarán para siempre grabadas en la memoria desasosegada de los hombres. Mark Twain, con una leve entonación de cuento de hadas, casi fuera del tiempo y del espacio, escribió una alegoría sobre la condición humana y la absoluta relatividad de todas las cosas, tan inquietante en su aparente sencillez, que al cerrar el libro el lector acaba preguntándose abrumado si la existencia humana es sólo un sueño o una pesadilla.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

   «Ocurrió en el año 1590… durante el invierno. Austria estaba muy lejos del mundo, dormida; todavía era la Edad Media en Austria y prometía quedarse así siempre. Algunos la situaban incluso más remotamente en el tiempo, hace siglos y siglos, y decían que según el reloj mental y espiritual corría entonces en Austria la Edad de la Fe. Pero lo proponían como halago y no como calumnia, y así lo entendíamos y nos sentíamos orgullosos de ello. Lo recuerdo muy bien, aunque yo solo era un muchacho, y recuerdo también el placer que me causaba. Sí, Austria estaba muy lejos del mundo, y dormida; y nuestra aldea se encontraba en el centro de ese sueño.»
 […] 

   «Y tú no eres tú…, no tienes cuerpo, ni sangre, ni huesos; eres sólo pensamiento. Yo mismo no tengo existencia; no soy más que un sueño…, tu sueño, la criatura de tu imaginación. Dentro de un momento te habrás dado cuenta de esto; entonces me expulsarás de tus visiones y yo me disolveré en la nada de la cual me has hecho […]
    Dentro de poco estarás solo en el espacio ilimitado, para vagar por sus soledades infinitas sin amigo ni compañero para siempre…, porque siempre serás un pensamiento, el único pensamiento existente, y, por tu naturaleza, inextinguible, indestructible. Pero yo, tu pobre sirviente, te he revelado a ti mismo y te he liberado. ¡Sueña otros sueños, y mejores!
   Es extraño que no lo hubieras sospechado hace años…, ¡hace siglos, edades, eones! Porque has existido sin compañero a lo largo de todas las eternidades. ¡Extraño de veras que no hayas sospechado que tu universo y sus contenidos son solo sueños, visiones, ficción! Extraño, porque son tan franca e histéricamente locos… como todos los sueños: un Dios que podía crear buenos hijos tan fácilmente como malos, y, sin embargo, prefirió crearlos malos; que podría haberlos hecho felices a todos, y, sin embargo, nunca hizo feliz a ninguno; que los hizo capaces de estimar su amarga vida, y aun así la hizo mezquinamente breve; que dio a sus ángeles la felicidad eterna sin ganársela, y, sin embargo, exigió que sus otros hijos la ganaran; que dio a sus ángeles vidas sin dolor, y afligió a sus otros hijos con miserias ásperas y enfermedades de la mente y del cuerpo; que habla de la justicia e inventó el infierno…, habla de la Regla de oro y de perdonar setenta veces siete, e inventó el infierno; que pregona la moral a otras personas mientras él no tiene ninguna; que desaprueba los crímenes y, sin embargo, los comete todos; que, sin ser invitado, creó al hombre, y luego trata de librarse de las responsabilidades de los actos del hombre, dejándosela solo a éste, en vez de colocarla honradamente donde debe estar, sobre él mismo; y finalmente, con una divina torpeza, ¡invita a este pobre esclavo maltratado a adorarlo!…
   Ahora comprenderás que todas estas cosas son imposibles, salvo en un sueño. Comprendes que son puras locuras pueriles, las creaciones ridículas de una imaginación que no está consciente de sus monstruosidades; en una palabra, que son un sueño y tú eres su creador. Todas las señales del sueño son visibles; debías haberlas reconocido antes.
   Es verdad lo que te he revelado; no hay Dios, ni universo, ni raza humana, ni vida terrestre, ni cielo, ni infierno. Todo es un sueño…, un sueño grotesco y disparatado. Nada existe salvo túY tú no eres más que un pensamiento..., ¡un pensamiento errante, un pensamiento inútil, un pensamiento desamparado, vagando solitario entre las eternidades!»
 

“De ratones y hombres”, de John Steinbeck

«Un conmovedor canto a la amistad»

De ratones y hombres (Of Mice and Men) es una novela corta del escritor estadounidense John Steinbeck, ganador del premio Nobel de literatura en 1962, que se publicó en 1937.

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El autor de Las uvas de la ira, basándose en sus propias experiencias personales, nos narra la historia de Lennie y George, dos braceros casi en la indigencia que recorren las tierras de California en tiempos de la Gran Depresión y que sueñan con reunir un poco de dinero para comprar una casa y unos acres de tierra.

  «–Vamos, George –rogó Lennie–. Dímelo. Por favor, George. Como me lo dijiste antes.
    –¿Te gusta mucho, eh? Bueno: te lo diré, y después comeremos…
   Se hizo más profunda la voz de George. Recitó las palabras rítmicamente, como si las hubiera dicho muchas veces ya.
    –Los hombres como nosotros, que trabajan en los ranchos, son los tipos más solitarios del mundo. No tienen familia. No son de ningún lugar. Llegan a un rancho y trabajan hasta que tienen un poco de dinero, y después van a la ciudad y malgastan su dinero, y no les queda más remedio que ir a molerse los huesos en otro rancho. No tienen nada que esperar del futuro.
     Lennie estaba encantado.
   –Eso es… eso es. Ahora, explícame como somos nosotros.
    George prosiguió:
   –Con nosotros no pasa así. Tenemos un porvenir. Tenemos alguien con quien hablar, alguien que piensa en nosotros.»

Está considerada como una de las mejores novelas de su autor y una de las obras cumbres de la literatura americana. Una magnífica novela que se lee de un tirón. Absolutamente recomendable.

La novela ha sido llevada al cine con el mismo título en dos ocasiones. La primera, realizada en 1939, fue dirigida por Lewis Milestone e interpretada por Burgess Meredith, Betty Field, y Lon Chaney Jr. La segunda, realizada en 1992, fue dirigida por Gary Sinise y protagonizada por John Malkovich, y el propio Gary Sinise.

Tráiler de Ratones y hombres dirigida por Gary Sinise

Dos grandes amigos, Lennie (John Malkovich) y George (Gary Sinise) se encuentran en paro, en plena era de la depresión norteamericana, y con pocas posibilidades de conseguir trabajo debido al retraso mental de Lennie. Cuando son contratados en el Rancho Tyler ven como su vida progresa a pesar de la estricta supervisión de Curley (Casey Siemaszko), el desagradable hijo del jefe. Pero su mundo se tambalea cuando la insatisfecha esposa de Curley (Sherilyn Fenn) se convierte en víctima inocente de la compasión de Lennie, forzando a George a decidir entre su amistad o él mismo. (FilmaAffinity)

También se realizaron otras dos películas para ser emitidas directamente por la pequeña pantalla.

En España, la novela fue adaptada para el teatro por Miguel del Arco, estrenándose en el Teatro Español de Madrid en 2012.

SINOPSIS

La historia de Lennie y George, dos braceros al borde de la indigencia, es una denuncia implacable de las condiciones de vida en el campo californiano, pero es también un conmovedor canto a la amistad y sobre todo una novela intensa, con unos diálogos ejemplares y perfectamente construida, de la que ningún lector podrá olvidar nunca el desenlace

JOHN STEINBECK

   images.1California, (1902-1968). John Steinbeck mostró desde joven una rebeldía y una oposición al modo de vida tradicional. Para complacer a sus padres, aceptó entrar en la Universidad de Stanford. Sin embargo, pasado un tiempo, prefirió recolectar fruta, trabajar en las plantaciones de azúcar o simplemente vagabundear por el país. En 1925 abandonó la universidad sin haber conseguido ningún diploma. Marchó a Nueva York, donde trabajó como obrero de la construcción a la vez que escribía pequeños artículos en periódicos. En 1935 publicó su primera novela de gran éxito: Tortilla Flat. Tras ésta vinieron En dudoso combate (1936), De ratones y hombres (1937), El pony rojo (1937), Las uvas de la ira (1939), considerada su mejor novela, y La perla (1947). En 1952 publicó el que sería su segundo gran éxito, Al Este del Edén

  John Steinbeck fue Premio Pulitzer en 1940 y Premio Nóbel en 1962. Es considerado uno de los grandes narradores del siglo XX. 

FRAGMENTO DE LA NOVELA

«–Cuéntame cómo será, George –pidió Lennie.

    –Ya te expliqué anoche cómo va a ser.

    –Vamos… otra vez, George.

   –Bueno, son unos diez acres –dijo George–. Hay un molino de viento. Hay una pequeña cabaña y un gallinero. Tiene cocina, huerta, cerezas, manzanas, melocotones, albaricoques y unas pocas fresas. Hay un espacio para cultivar alfalfa, y bastante agua para el riego. Hay una pocilga para los cerdos…

    –Y conejos, George.

  –No, ahora no hay sitio para los conejos, pero no me costaría mucho construir algunas conejeras y tú podrás alimentar los conejos con alfalfa.

    –Claro que sí –se animó Lennie–. Te apuesto lo que quieras a que puedo.

   –Y podríamos tener unos cuantos cerdos. Yo podría hacer un ahumadero como tenía mi abuelo y, cuando matáramos un cerdo, podríamos ahumar la panceta y los jamones, y hacer embutidos y todo lo demás. Y cuando los salmones remontaran el río podríamos pescar más de cien y salarlos y ahumarlos. Podemos guardarlos para el desayuno. No hay nada más sabroso que el salmón ahumado. Cuando la fruta madurase, podríamos ponerla en latas… y tomates, que son fáciles de conservar. Todos los domingos mataríamos un pollo o un conejo. Tal vez tengamos una vaca o una cabra, y la crema de la leche es tan, pero tan espesa, que para cortarla habrá que usar cuchillo.

  Lennie lo miraba con ojos muy abiertos, y también el viejo Candy lo miraba. Lennie preguntó suavemente:

    –¿Podríamos vivir como príncipes?

 –Claro –afirmó George–. Tendríamos toda clase de verduras, y si quisiéramos un poco de whisky podríamos vender unos huevos, o cualquier cosa, o un poco de leche. Viviríamos allí. Ésa sería nuestra casa. Nada de andar de un lado para otro y comer lo que nos da un cocinero japonés. No señor, tendríamos nuestra propia casa, y no dormiríamos en un barracón.»

“Los amores de un bibliómano”, de Eugene Field

«Un libro no se aprecia de verdad hasta que no nos lo llevamos a la cama y soñamos con él»

Numerosos son las libros que la editorial Periférica viene publicando, referidos al mundo de los libros, especialmente, al género de libros que hablan de otros libros. Anteriormente, nos hemos ido aproximando a algunos de ellos, como Mi maravillosa librería de Petra Hartlieb, El bibliótafo, de Leon H. Vincent, o La librería ambulante y La librería encantada, de Christopher Morley. Todos ellos muy recomendables, y con multitud de anécdotas en torno al maravilloso mundo de la lectura y de los libros.

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En Los amores de un bibliómano (The love affairs of a bibliomaniac), el norteamericano Eugene Field, periodista especializado en crónicas llenas de humor, nos acerca a la vida de un curioso personaje, afectado de bibliomanía, es decir, con una propensión exagerada a acumular libros, y que, ya en los comienzos de la historia, no duda en expresarnos cuáles son sus preferencias en materia amorosa:

Mi libro y mi corazón
no han de ver separación.

     «Y en esto se ejemplifica la ventaja que el amor a los libros tiene sobre otras clases de amor. Las mujeres son por naturaleza volubles, y los hombres también; su amistad es susceptible de disipación a la mínima provocación o a la menor excusa.

    No ocurre esto, sin embargo, con los libros, porque los libros no cambian. Dentro de mil años serán lo que son hoy, dirán las mismas palabras, expresarán los misma alegría, la misma promesa, el mismo consuelo; siempre constantes, ríen con los que ríen y lloran con los que lloran.» 

Field conoce bien el tema del que escribe. Al publicarse por primera vez Los amores de un bibliómano, su hermano Roswell escribió estas palabras: «Era un infatigable coleccionista de libros, y poseía una biblioteca tan valiosa como interesante, que contenía volúmenes obtenidos sólo a costa de gran sacrificio personal, así que comprendía perfectamente ese trastorno llamado bibliomanía, y conocía el aspecto medio trágico, medio humorístico de esta incurable enfermedad mental. La columna periodística que escribió casi a diario durante doce años incluía muchas veces pícaras indirectas y burlas cariñosas contra aquellos de sus infelices compatriotas que, a través de él, se habían hecho famosos por su devoción a las viejas estanterías y las subastas[…] Bibliofilia, más que bibliomanía, sería la palabra adecuada para denominar su meticuloso propósito. Si compraba libros curiosos y raros, era para poseerlos en el más amplio sentido, tanto interior como exteriormente. La manía por los libros lo llevaba a comprar constantemente; el amor por los libros sobrevino para hacer de ellos una parte de sí mismo y de su vida.»

El autor norteamericano nos ofrece en su libro numerosas historias y anécdotas sobre hechos y personajes reales (libreros, impresores, escritores, críticos…). Y todo ello expresado en un tono alegre y ameno, y haciendo gala de un humor inteligente. Totalmente recomendable.

Pero si, oh, señor, te place
mantenerme en el camino de la tentación,
con humildad ruego ser
especialmente tentado hoy.
Que mi tentación sea un libro
que pueda comprar, guardar y conservar,
y que, cuando otros lo vean,
se lamenten al saber
que lo conseguí a buen precio.

    La oración del bibliómano

SINOPSIS

Bibliomanía: «Pasión de tener muchos libros raros o los pertenecientes a tal o cual ramo, más por manía que para instruirse». Diccionario de la Lengua Española.

He aquí la historia de un viejo y peculiar coleccionista de libros, en la Norteamérica de finales del siglo XIX, rodeado de personajes tan singulares como entrañables: sus amigos, el juez Methuen y el doctor O’Rell; su hermana, la señorita Susan; sus amores de juventud, Captivity Waite, Fanchonette… Una novela repleta de humor, encanto e inteligencia sobre los deleites, aventuras y desventuras de la bibliomanía. Pero también sobre la alegría de vivir, contagiosa en todas sus páginas.

EUGENE FIELD

70050020131107125424foto-eugene-field-web-1-estrecha Eugene Field nació en 1850 en Saint Louis y murió en 1895, a los cuarenta y cinco años, en Chicago. Famoso por sus textos para niños (él mismo tuvo ocho hijos), sus poemas siguen leyéndose aún hoy en muchas casas y escuelas de Estados Unidos. Eugene fue un reputado periodista, especializado en columnas y crónicas llenas de humor y detalles costumbristas.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

   «Tan sutil y tan contagiosa es esta gran pasión que apenas somos conscientes de su presencia hasta que ha tomado posesión de nosotros completamente. Y he conocido casos de de hombres que, después de haber pasado una velada con el juez Methuen y conmigo, han despertado a la mañana siguiente contagiados por el incurable entusiasmo de la bibliomanía. Pero el desarrollo de la pasión no viene siempre marcado por estallidos abruptos; a veces, como el sarampión, aparece de forma lenta y persistente, y en tales casos hay que tomar medidas para alejar la enfermedad de los órganos vitales. De otro modo pueden producirse graves consecuencias»
    […]
   «Cuando el juez Methuen tiene ganas de chanza y quiere reírse de mí, me pregunta si he olvidado la época en la que estuve poseído por un espíritu de renovación y juré solemnemente no comprar más libros… Mi relación con los libreros cubre un período tan largo y ha sido tan íntima que incluso en medio de una vasta multitud, no tendría dificultad en determinar quiénes son libreros y quiénes no. Porque, al tratar con los libros, llega un momento en que estos hombres acaban pareciéndose a su mercancía, no sólo en su aspecto sino también en su conversación. Mi librero ha habitado tantos años en su rincón que habla al estilo antiguo y tiene el aspecto sencillo y atractivo de una antigua y sólida encuadernación; y para deleite de los entendidos en olores, desprende ese aroma a moho y tabaco combinados que al verdadero bibliófilo le resulta más agradable que todos los perfumes de Arabia. He estudiado el oficio con tanto interés que con sólo clavar la vista en un librero puedo decir con certeza qué tipo de libros vende.»

“La venus del perrito”, Manuel Martínez Mediero

Manuel Martínez Mediero, autor de una extensa y brillante producción teatral, nos sorprende ahora con La venus del perrito, su primera novela. En ella nos ofrece su visión, un tanto irreverente, de los últimos días del emperador Carlos V que, tras abdicar en Bruselas en octubre de 1555, decidió marcharse al monasterio de Yuste, en la comarca extremeña de La Vera, hasta el final de sus días.

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Mediero, nos muestra a un Carlos V decrépito y lleno de achaques, aquejado por la gota y las almorranas, y atormentado por los errores y los fantasmas del pasado. Un Carlos V que sólo encuentra algún consuelo a sus muchos males ante el cuadro de la Venus del perrito.

La Venus del perrito es una novelita que se lee de un tirón. Entretenida y fácil de leer.

    «–¿Quién es, señor?

   –La venus del perrito, de Tiziano –hasta se le notó al hablar que había puesto todas las palabras con mayúsculas.

Pasados unos segundos, volvieron a la tierra y tenían la respiración jadeante pero en dos tonos distintos. El emperador jadeaba de orgullo y Quijada de sobrecogimiento. Era el primer desnudo femenino que asomaba a sus ojos y por otro lado le aterraba que Gaztelu se enterara. Cuando miró hacia el Emperador, este se había rejuvenecido veinte años. Su mirada recorría la figura del cuadro con delectación indefinible, y se notaba que lo poseía gozosa y delicada. Quijada por le contrario trataba de ocultar su turbamiento y no encontraba palabras adecuadas para salir del atolladero.»

SINOPSIS

«Una visión nueva, atrevida, escandalosa e irreverente de lo que pudieron ser los últimos días del Emperador Carlos V en el Monasterio de Yuste.

El autor nos presenta, sin ningún tipo de consideración a la real majestad del Amo del Mundo, a un personaje prematuramente envejecido, decrépito y agobiado por fantasmas de vivos y muertos que no encuentra más placer en su vida que masturbarse frente a un cuadro de Tiziano.

Manuel Martínez Mediero ha construido un personaje insólito y lleno de matices como sólo los grandes dramaturgos saben hacerlo. Un hombre en el que las debilidades humanas prevalecen sobre su grandeza de linaje que nos ofrece acompañarle en sus últimos delirios. Una invitación a la que no podremos resistirnos.»

MANUEL MARTÍNEZ MEDIERO

Manuel_Martinez_MedieroBadajoz, 12 de marzo de 1937. Cursó estudios universitarios de Ciencias Económicas y Empresariales en Barcelona.

A finales de los sesenta, en pleno auge del teatro independiente, comenzó a escribir guiones de cine y teatro. En 1967 y 1970 recibió, entre los numerosos premios a lo largo de su extensa producción, el Premio Nacional de Teatro Universitario aunque buena parte de su producción fue prohibida por la Junta de Censura de la época y los estrenos de muchas de sus obras estuvieron enmarcadas por grandes escándalos de público y policía.

En los últimos años de la dictadura de Franco, escribe y estrena algunas de las piezas principales de su producción teatral, que ha sido denominado «teatro antropofágico» por proponer una especie de canibalismo moral y físico. Entre las obras de esta etapa destacan Las planchadoras (1970), Las hermanas de Búfalo Bill (1971), El automóvil (1973) o El bebé furioso (1974). Con posterioridad figuran obras de gran calado social como El día que se descubrió el pastel (1976) o Mientras la gallina duerme (1976).

Hay que estacar sus versiones para el Festival de Mérida: Lisístrata (1980 y 2007), Fedra (1981), Tito Andrónico (1983) y César y Cleopatra (2001)

La venus del perrito es su primera obra narrativa.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Como Quijada lo llevaba al retrete, no lo llevaba nadie. Ni en nadie tenía él depositada tanta familiaridad. Desde que se había marchado no se lavaba con la misma asiduidad, ni nadie le miraba las almorranas con tanto afecto y cariño. Las tres y cuatro cámaras del día, a veces se las tenía que aguantar lo que resultaba todavía peor, pues corría el riesgo de hacérselas encima y entonces se sentía morir en su desnudez. Todos parecían haberse puesto de acuerdo para considerarlo un anciano venerable con todas sus consecuencias, por lo que se rebelaba furioso, pero cuya furia no desembocaba más allá de una tempestad en un vaso de agua, que era el control al que a la postre se hallaba sometido. Le recordaban a su madre, declarada con su beneplácito oficialmente loca, y él, ya sin su mismo entusiasmo, declarado oficialmente eremita, huido de la vida para mejor contemplarla.»

“Mi maravillosa librería”, de Petra Hartlieb

La editorial Periférica, dentro de su interesante colección Largo recorrido, viene ofreciendo a los lectores una serie de interesantes novelas pertenecientes al genero de libros que tratan de otros libros. Novelas, como El bibliótafo, de Leon H. Vincent, o La librería ambulante y La librería encantada, de Christopher Morley, muy recomendables, y llenas de reflexiones y anécdotas en torno al mundo de la lectura y de los libros.

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En Mi maravillosa librería (Meine wundervolle buchhandlung), esperaba tropezarme con algún librero al estilo de los entrañables Roger y Helen Mifflin, los protagonistas de las novelas, anteriormente citadas, de Christopher Morley. Pero me he encontrado con una novela llena de historias y personajes reales. La autora, Petra Hartlieb, nos cuenta cómo su marido y ella dejan sus trabajos, cómodos y bien remunerados, en Hamburgo para hacerse cargo de una vieja librería, que acababa de cerrar, en Viena.

   «Hemos comprado una librería. En Viena. Escribimos un email con unas cifras, ofreciendo una cantidad que no teníamos, y al cabo de unas semanas llegó la respuesta: acaba usted de comprar una librería… Hemos pujado con un dinero que no tenemos, y por una librería que está en una ciudad donde no vivimos. Y la hemos conseguido. ¿Y ahora qué? Pues ahora tenemos que apechugar con el asunto.»

Petra Hartlieb, la jefa de Hartliebs Bücher, nos describe el duro trabajo que supone, en estos tiempos de crisis, mantener una pequeña librería situada en un barrio algo periférico de Viena, siempre en lucha contra la dura competencia de los grandes centros comerciales y el gigante Amazon.

Gracias al tesón y a la enorme capacidad de trabajo de Petra y de su marido, a unos competentes trabajadores, y a la inestimable ayuda de amigos y de compañeros de trabajo que comparten esa misma locura por los libros, logran hacer de su pequeña librería de barrio un centro indispensable de la vida cultural en la capital vienesa.

    «Los pequeños libreros siempre han sabido, que con los libros no se gana dinero de verdad […] Uno no puede hacerse rico con los libros (muchas de las pequeñas empresas familiares lo saben desde hace generaciones). La diferencia entre nosotros y los grandes es banal y un poco cursi: nosotros vivimos nuestro sueño, y haciéndolo pretendemos financiar más o menos nuestra vida; ellos quieren obtener beneficios, y que éstos sean cada vez mayores […]

     Pero todo esto no nos importa nada, pues nosotros amamos los libros (por no decir que somos unos locos de los libros), aunque no vaya absolutamente nada con nuestro tiempo, marcado por la obsesión de crecer y la borrachera del beneficio. También vendemos, de acuerdo, pero no podríamos imaginarnos a nosotros vendiendo otra cosa que no fuesen libros.» 

Por el momento, Hartliebs Bücher sigue adelante. Han logrado poner en marcha otra librería más, y emplean ya a doce personas. Todo un éxito en los difíciles tiempos que corren.

El libro está escrito en un estilo divertido, ameno y sencillo. Y resulta muy interesante, entretenido y fácil de leer. Además de las peripecias referidas al montaje y mantenimiento de la librería, la historia está aderezada con jugosas anécdotas relacionadas con el trabajo diario.

Un libro que es todo un homenaje a los libreros, esos locos vendedores de historias, que tratan de hacer compatible la literatura con la economía.

    «Cada pocos años hay un libro que me hace contener un poco la respiración en las primeras viente páginas. Me obligo a leer despacio, de manera que el lenguaje pueda entrar en mí poco a poco, a pesar de que estoy deseando pulírmelo de un tirón para saber rápidamente si va a seguir en la misma línea, para saber si mantiene lo que promete. Y cuando esto sucede me convierto en misionera: quiero que las personas que son importantes para mí, y las demás también, lean inmediatamente ese libro. Inmediatamente.

    Estos son los momentos de la vida en que estoy al cien por cien segura de tener el trabajo correcto, de que no hay otro sino éste, y de que no hay nada más importante que transmitir esta historia al mayor número de personas. Me encantaría regalar estos libros; de hecho me contraría venderlos, ganar dinero con ellos». 

SINOPSIS

Petra Hartlieb tiene ahora una gran familia, un perro y una librería. Diez años atrás, estando de vacaciones en Viena, su ciudad de origen, supo de una bonita librería de barrio que cerraba sus puertas y estaba a la venta. Lo que en principio se planteó como una especie de broma (¿por qué no la compramos nosotros?), provocó en pocas semanas un cambio radical de vida, de ciudad y de oficio. Pero no fue fácil, tuvo que luchar contra un sinfín de contratiempos; no estaba preparada para convertirse en empresaria, y tampoco lo estaba para ser al mismo tiempo librera, esposa y madre. Este libro cuenta la historia de un desafío: cómo conseguir que una librería pequeña, tradicional y de barrio se convierta en el núcleo indispensable de la vida en comunidad de una ciudad europea en el siglo XXI.

Una estupenda historia sobre cómo conseguir aquello que amamos. Una historia llena de divertidas anécdotas y emociones sin fin, que logra, gracias a una escritura ágil, directa y muy empática, que todos seamos partícipes de las alegrías y los problemas de Petra. Es, además, una maravillosa descripción de la vida diaria de muchas librerías y en muchos países: un mundo en miniatura en el que, de algún modo, habitamos todos aquellos que amamos los libros.

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Petra Hartlieb nació en Múnich en 1967 y creció en Austria, donde estudió Psicología e Historia. Posteriormente trabajó como periodista y crítica literaria en Viena y Hamburgo. En 2004 recuperó con su marido una antigua (y hoy mítica) librería vienesa, que rebautizó con su propio nombre. Junto a Claus-Ulrich Bielefeld ha escrito una serie de novelas policíacas que publica la prestigiosa editorial suiza Diogenes.

FRAGMENTO DE LA NOVELA

      Hay que jugar a las adivinanzas cada vez que se quiere averiguar el tipo de libro que una clienta desea, cuando entra en la tienda y dice:

  –Recomiéndeme un buen libro.

  ¿A qué se refiere en realidad? ¿Qué es para esta señora «un buen libro»? Quizá algo situado entre Elfriede Jelinek y Cecelia Ahern, ¿pero cómo lo averiguo sin resultar ofensiva? ¿Qué le pregunto: con un cierto nivel de exigencia literaria o, más bien, entretenido? ¡Qué tontería! ¿Por qué algo que tenga un buen nivel literario no puede ser también entretenido? Pero está claro que resulta importante averiguarlo esto, pues hay libros que dejarían muy insatisfechas a ciertas personas. La cosa se vuelve aún más difícil cuando lo que quiere la gente es hacer un regalo. Hay quien entra en la librería igual que en una floristería o una tienda de vinos, diciendo que quiere regalar un libro, pero sin la menor idea de cómo debe ser éste.

   –Un regalo para una señora que cumple cincuenta años.

   –¿Qué cosas le interesan a esa señora?

  Intento explicar a una clienta que es como si llegase a una tienda de ropa de cuatro plantas y, en la entrada de la planta baja, le dijese al segurata de la puerta: «Me gustaría algo de ropa». ¿Un abrigo de piel, unos calcetines, un sujetador, un traje de caballero, un bikini? Hay mucho para escoger, y no todo es intercambiable. Con los libros pasa lo mismo, y habría que intentar conocer, aunque sea de modo aproximado, el gusto de quien va a recibir el regalo[…]

    Hay libros que me parecen magníficos pero que me resultan muy difíciles de explicar (es imposible contar de qué van). Lo intento unas pocas veces, y a la segunda frase ya me doy cuenta de que la atención del oyente se va hacia otro lado, que sus ojos se han ido al siguiente libro, y a menudo no sé bien a qué se debe. Esto se nota ya desde la primera vez en que se habla del libro con un cliente para venderlo: el libro está ahí delante, pues hay varios ejemplares apilados, lo he leído, me ha gustado mucho y he pedido a una cantidad no pequeña de ejemplares al comercial. Pero no puedo transmitirlo. Por suerte, están los maravillosos clientes fijos, que ya tienen tanta confianza que a veces basta con que les digas: «Lléveselo. Es un libro estupendo.»

Siddhartha, de Herman Hesse

«El saber es comunicable, pero la sabiduría no»

Siddhartha es una novela del escritor alemán Hermann Hesse, premio Nobel de Literatura 1946. Es una de sus novelas más importantes. Con ella consigu un acercamiento a la religión y a la filosofía oriental a través de la literatura. Fue publicada en 1922, después de que Hesse viviera algún tiempo en la India durante los primeros años del siglo XX.

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La novela nos relata la vida de un joven hindú llamado Siddhartha, hijo de un brahman, que trata de encontrar su verdadero camino en la vida, la senda que le conduzca a la suprema sabiduría. Por ello procura experimentar y conocer todo lo que le rodea tanto desde un punto de vista físico como espiritual.

     «Siddhartha había empezado a acumular descontento en su interior. Comenzó a sentir que el cariño de su padre, el amor de su madre y el aprecio de su amigo Govinda no le harían feliz toda la vida ni lo calmarían ni satisfarían sus aspiraciones. Empezó a intuir que su venerable padre y sus otros maestros, los sabios brahmanes, le habían ya comunicado la mayor y más excelsa parte de su sabiduría, que ya habían trasvasado lo mejor de sí mismos a su alma, vaso expectante, y el vaso no estaba colmado, ni el espíritu satisfecho, ni el alma tranquila, ni el corazón sosegado.»

Siddhartha es una novela filosófica, escrita con un estilo sencillo y transparente. Ha sido considerada por el propio autor como un «poema hindú». Un libro para leer sin prisas. Muy interesante

En el año 1972 la novela fue llevada al cine con el mismo título por Conrad Rooks. Fue grabada en el norte de la India y su director de fotografía fue Sven Nykeist.

Tráiler de la película

La película trata sobre la historia del joven Siddhartha (interpretado por Shashi Kapoor), nacido en una familia rica, y sobre su búsqueda de una forma de vivir más significativa que la vida en palacio. Esta búsqueda lo lleva a través de períodos de ascetismo severo, del deliete en los placeres sensuales, de riqueza material, de la repulsión de su identidad y, finalmente, a la unidad y armonía consigo mismo que había estado buscando. Siddhartha se entera de que el secreto de la vida no puede ser transmitido de una persona a otra, sino que debe lograrse a través de la experiencia interna.

SINOPSIS

Esta novela, ambientada en la India tradicional, relata la vida de Siddharta, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. En sus páginas, el autor ofrece todas las opciones espirituales del hombre.

Herman Hesse buceó en el alma de Oriente a fin de aportar sus aspectos positivos a nuestra sociedad. Siddharta es la obra más representativa de este proceso y ha ejercido una gran influencia en la cultura occidental del siglo XX.

La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo.”

Hermann Hesse

HERMANN HESSE

hermann-hesse-3Hermann Hesse fue un escritor y poeta alemán, aunque posteriormente decidió nacionalizarse suizo. Hesse es uno de los grandes representantes de la literatura europea durante la primera mitad del S. XX.

Nacido en Alemania, viajó a la India en diversas ocasiones, donde su padre era misionero. La cultura oriental influyó de manera decisiva en su obra posterior, sobre todo en uno de sus libros más importantes, Siddharta -escrito en 1922- en el que se trata la vida de Buda.

De personalidad difícil y un tanto huraña, Hesse trabajó como librero mientras desarrollaba su carrera literaria. Su primer éxito fue Damien, publicada en 1919 y que ya deja entrever una de las constantes en su obra: el desarrollo del individuo, la rebelión frente a la sociedad mancomunada.

A partir de su condena a la participación de Alemania en la I Guerra Mundial, Hesse optó por exiliarse a Suiza debido al ostracismo al que fue sometido por todo su entorno. Fue allí donde escribió su obra más influyente: El lobo estepario (1927).

Hesse recibió el Premio Nobel de literatura en 1946, tres años después de la que sería su último libro El juego de abalorios. A partir de esa fecha apenas publicó nada más que algunos poemarios de carácter nostálgico y oscuro. Murió en Montagnola, Suiza a los 85 años de edad.

No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido”

Hermann Hesse

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «En cierta ocasión, cuando ambos jóvenes llevaban ya casi tres años viviendo con los samanas y compartiendo sus prácticas, les llegó por diversas fuentes y canales una noticia, un rumor, una leyenda: un hombre al que llamaban Gotama, el Sublime, el Buda, había superado en sí mismo el sufrimiento del mundo, deteniendo la Rueda de las reencarnaciones. Y ahora recorría el país enseñando, rodeado de jóvenes, sin bienes de ningún tipo, sin patria, sin mujer, envuelto en el manto amarillo de los ascetas, pero con la frente serena: un Bienaventurado. Y brahamanes y príncipes se inclinaban ante él y convertíanse en discípulos suyos.
   Esta leyenda, rumor o cuento se fue difundiendo por todas partes como un perfume. Los brahmanes hablaban de ello en las ciudades, y los samanas en los bosques. Y el nombre de Gotama, el Buda, llegaba constantemente a oídos de los jóvenes, para bien o para mal, aureolado de alabanzas o cubierto de improperios».
[…]
   «Pero de los misterios del río no vio más que uno ese día, un misterio que lo impresionó vivamente. Vio lo siguiente: aquella agua fluía y fluía sin cesar, y a la vez estaba siempre ahí, ¡era siempre la misma aunque se renovara a cada instante! ¿Quién podía entender ese misterio? Siddhartha no lo entendía; sólo sintió que una vaga intuición se agitaba en su interior; le llegaron recuerdos lejanos, voces divinas».
[…]
   «–He tenido ideas, sí, e incluso razonamientos de vez en cuando. En alguna ocasión he creído sentir en mí cómo se percibe la vida en el corazón, pero tan sólo por una hora o un día. Eran muchas las ideas, y me sería difícil comunicártelas. Mira, Govinda, ésta es una de las cuestiones que he descubierto: la sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un erudito intenta comunicar, siempre suena a simpleza.
  –¿Bromeas? inquirió Govinda.
  –No. Digo lo que he encontrado. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. Esto era lo que ya de joven presentía, y lo que me apartó de los profesores».