“El bibliótafo: un coleccionista de libros”, de Leon H. Vincent

«Es imposible tener demasiados libros buenos»

Hace poco, nos ocupábamos de dos interesantes libros del escritor norteamericano Christopher Morley: La librería ambulante y La librería encantada. Dos novelas muy recomendables; plagadas de ingeniosas reflexiones en torno al mundo de los libros, de la literatura y de la lectura; y protagonizadas por una singular pareja a la que une un profundo amor por los libros.

Ahora le ha tocado el turno a esta otra novela, El bibliótafo, que, como las anteriores, pertenece al género de libros que tratan de otros libros.

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El bibliótafo, del escritor norteamericano Leon H. Vincent, se publicó en 1898. Este clásico de las letras norteamericanas ha visto la luz por primera vez en español gracias a la editorial Periférica, dentro de su interesante colección Largo recorrido. Leon H. Vincent nos cuenta la vida y milagros de unos peculiares personajes, algunos reales, otros ficticios, que comparten una misma pasión: la de coleccionar libros. Una pasión que «es un lastre para el hombre práctico; y para el inculto, una tontería.»

Entre los personajes reales, encontramos a Richard Heber. «El nombre de Heber sugiere la idea de que no todos los que compran libros son bibliófilos. Sólo él es digno del título de quien adquiere sus libros con algo parecido a la pasión. Uno puede comprar libros como un caballero, lo cual está muy bien. O puede comprar libros como un caballero y un erudito, lo cual está mejor aún. Pero para ser un verdadero bibliófilo debe uno parecerse a Richard Heber y comprar libros como un caballero un erudito y un loco.» Se calcula que llegó a atesorar en torno a los 150.000 volúmenes y que gastó más de medio millón de dólares en libros.

Pero el verdadero protagonista del libro es un bibliótafo. «Un tipo enorme en lo físico, tan grande de corazón como de cuerpo, y, según el afectuoso recuerdo de quienes mejor lo conocieron, tan grande de intelecto como de corazón». Un curioso personaje, dotado de un agudo ingenio y un gran sentido del humor. Un comprador omnívoro, capaz de comprar todo lo que caía en sus manos. Sin embargo, le interesaban más la historias que estaban detrás de los libros que adquiría que los propios libros en sí. Era un tremendo devorador de catálogos, que obtenía una dicha más completa leyendo un catálogo que cualquier otra clase de literatura.

El bibliótafo es una novela que rezuma ingenio e ironía. Y que contiene interesante información y numerosas anécdotas en torno al mundo de los libros y acerca de personajes reales. Entretenida y fácil de leer. Muy interesante.

   «Un bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Existen varias clase de bibliótafo. El tipo perro del hortelano es el peor. Apenas utiliza los libros él mismo e impide absolutamente que los utilicen los demás. Por otro lado, alguien puede ser un bibliótafo simplemente por incapacidad para disponer de sus libros. Puede ser alguien que no tiene casa, un soltero, residente en una pensión, un vagabundo sobre la faz de la Tierra. Puede que tenga sus libros almacenados o guardados en el campo hasta el día en que tenga una casa en la ciudad con una biblioteca adecuada.

   El amante de los libros más simpático que ha pisado las calles de una ciudad durante mucho tiempo fue un bibliótafo.

   Acumuló libros durante años en el enorme desván de una granja que había a las afueras de un pueblo del condado de Westchester. Un amable familiar “atendía” aquellos libros durante su ausencia. Cuando la colección ya no cupo en el desván la trasladaron a un gran almacén del pueblo.

   Era la atracción del lugar. Los aldeanos aplastaban la nariz contra las ventanas e intentaban curiosear en la penumbra a través de las persianas medio bajadas.»

 

SINOPSIS

Este pequeño gran clásico de las letras norteamericanas, publicado en 1898 e inédito hasta ahora en español, cuenta las divertidas aventuras y anécdotas, de viaje en viaje, de un peculiar coleccionista de libros.

Un bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Uno de ellos, el más simpático que ha pisado las calles durante mucho tiempo, es el protagonista de esta historia. Acumuló sus libros durante años en el enorme desván de una granja del condado de Westchester. Cuando aquella biblioteca ya no cupo en el desván la trasladó a un gran almacén del pueblo. Era la atracción del lugar. Los aldeanos aplastaban la nariz contra las ventanas e intentaban curiosear en la penumbra a través de las persianas medio bajadas…

Pero por extraño que parezca, las conversaciones de este gran coleccionista (de un humor inteligente y ácido las que aquí se narran) giraban menos en torno a los libros acumulados que a los hombres que había tras ellos, o a los que conocía a partir de ellos. Una creencia popular respecto a los coleccionistas de libros dice que sus vicios son muchos, sus cualidades negativas y sus costumbres completamente imposibles de averiguar. Sin embargo, el crítico más hostil está obligado a admitir que la cofradía de los bibliófilos es eminentemente pintoresca. Si sus actividades son inescrutables, también son románticas; si sus vicios son numerosos, la perversidad de esos vicios queda mitigada por el hecho de que es posible pecar con gracia. Sea como fuere, los dichos y hechos de los coleccionistas dan vida y color a las páginas de esos buenos libros que tratan de otros libros. Como éste.

LEON H. VINCENT

leon-h.-vincent-838Leon H. Vincent (1859-1941), nacido en Chicago, fue crítico literario, conferenciante, editor y profesor de literatura inglesa y americana en diversas universidades estadounidenses. Sus obras más conocidas son El bibliótafo (1898) y American Literary Masters (1906), colección de ensayos sobre autores como Washington Irving, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne, H. D. Thoreau y Walt Whitman, entre otros. Sus estudios sobre autores británicos incluyen trabajos acerca de Robert Louis Stevenson, Thomas Hardy o John Keats. También escribió sobre algunas figuras de las letras francesas. Muchos de sus artículos y ensayos fueron originalmente publicados en revistas literarias como Atlantic Monthly, Springfield Republican y Poet Lore. Entre otras obras suyas: A Few Words on Robert Browning (1895), Hôtel de Rambouillet and the Précieuses (1900), Dandies and Men of Letters (1913).

FRAGMENTO DE LA NOVELA

   «Para alcanzar un alto grado de placer en la formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer está en seguir a la presa hasta su escondite.
  Sólo en contadas ocasiones hacía pedidos por catálogo; normalmente iba de acá para allá, visitando a los libreros, buscando el libro deseado. Disfrutaba en aquellas tiendas en las que el librero tenía toda su mercancía expuesta, las existencias eran abundantes y las sorpresas habituales; donde el propietario estaba magníficamente bien informado sobre algunos aspectos e igualmente desinformado sobre otros.
   Compraba generosamente. Nunca discutía un precio y dejaba su dinero con el aire del hombre que cree que el dinero que no se gasta es el origen de todos los males».