“La librería encantada”, de Christopher Morley. La continuación de “La librería ambulante·

«No hay nadie más agradecido que un hombre a quien le has recomendado el libro que su alma necesitaba sin saberlo.»

La librería encantada, del escritor norteamericano Christopher Morley, se publicó en 1919. Es la continuación de su magnífica novela La librería ambulante, publicada en 1917. Ambas obras han sido reeditadas por la editorial Periférica.

En La librería ambulante, Morley nos trasladaba a los Estados Unidos de la segunda mitad del pasado siglo XX. Allí, en los idílicos paisajes rurales de Nueva Inglaterra, se desarrollaba la hermosa historia que narraba las peripecias de Helen McGill y Roger Mifflin, dos curiosos personajes a los que les une un profundo amor por los libros. La novela se iniciaba cuando Roger, un hombrecillo de aspecto singular, se presentaba en la puerta de la casa de Helen con el Parnaso, su librería ambulante.

Sin título-1

En La librería encantada, Roger y Helen McGill han dejado de aventurarse en los campos y en las montañas con el Parnaso para llevar la buena literatura a las zonas rurales. Ahora son los propietarios de una formidable librería de segunda mano en pleno barrio de Brooklyn: La librería encantada; un «asilo libresco atendido por un chiflado y una lunática». A esta agradable librería, «encantada por los espectros de tanta gran literatura como hay en cada metro de estantería», acuden todo tipo de personajes, no solo amantes de los libros en busca de alguna buena lectura. 

La librería encantada es una novela sencilla, entretenida y fácil de leer. Una novela plagada de ingeniosas reflexiones en torno al mundo de los libros, de la literatura y de la lectura. Absolutamente recomendable.

«¿Alguna vez has pensado en cómo los libros nos acechan hasta capturarnos? Los libros nos siguen como el sabueso del poema de Francis Thompson. Ser testigo de la carrera de un libro auténtico es una de las cosas más impredecibles y extrañas. Un libro te sigue y te sigue y te sigue hasta que te arrincona y te obliga a leerlo. Las palabras no bastan para describir la astucia de algunos libros. Justo cuando uno cree haberse librado, aparece, cualquier día, un cliente que empieza a hablar ingenuamente del libro y entonces uno sabe que se trata de un agente involuntario del destino. Por eso el negocio se llama la Librería Encantada. Encantada por los fantasmas de los libros que no he leído. Pobres espíritus inquietos, caminan y caminan a mi alrededor. Y sólo existe una forma de poner a descansar el fantasma de un libro: leyéndolo».

Leer el primer capítulo de la novela

SINOPSIS

Los entrañables Roger y Helen Mifflin han dejado de recorrer los campos y pueblos con su librería ambulante y se han instalado en pleno Brooklyn, como siempre soñara Roger. Ambos regentan La Librería Encantada, un «parnaso en casa» al que acuden, de un lado u otro de Nueva York, todo tipo de personajes singulares, incluidos jóvenes publicistas, farmacéuticos alemanes y guapísimas herederas; por no hablar de sus amigos libreros, que se reúnen allí cada poco para disfrutar la tarta de chocolate de Helen y los discursos incendiarios, y a la vez llenos de sensatez, del pequeño gran Roger.

Parece que todo está en calma en esa librería encantadora (nunca mejor dicho) y en la placentera vida de estos personajes insólitos… pero no es así: nos encontramos justo al final de la Primera Guerra Mundial, en medio de una época convulsa, llena de avances técnicos, emociones contradictorias y mucho suspense. Porque, aunque hace tiempo que acabaron sus aventuras rurales, nuestros personajes seguirán protagonizando situaciones tan divertidas como rocambolescas en la gran ciudad, una ciudad magistralmente dibujada, con ese toque de humor refinado que ya cautivó a los lectores de La librería ambulante.

CHRISTOPHER MORLEY

70050020120223090054foto CHRISTOPHER MORLEYChristopher Morley (1890-1957) nació en Haverford, Pensilvania y estudió en Harverford College, donde su padre trabajaba como profesor de matemáticas. Posteriormente, se matricularía en la universidad inglesa de Oxford para estudiar historia moderna durante tres años (época que contaría en su novela autobiográfica de 1931 John Mistletoe). En 1913, de vuelta en Estados Unidos, se instaló en Nueva York y comenzó a trabajar en la editorial Doubleday. Pocos años después se convertiría, recorriendo Estados Unidos como columnista y reportero, en uno de los periodistas más prestigiosos de su época.

Su primera novela, La librería ambulante, fue publicada en 1917; en 1919 apareció su continuación, La librería encantada. Su novela Kitty Foyle, publicada en 1939 y trasladada al cine con el mismo título (en España como Espejismo de amor), fue uno de los grandes éxitos de crítica y público del momento.

Inteligente, lúcido y sofisticado, fue un escritor de éxito y al mismo tiempo un escritor de culto. Se ha dicho de él, comparándolo con Noel Coward, que su refinamiento era indudablemente británico. Sutil humorista, dijo de sí mismo que amaba tanto a Shakespeare como al Conan Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, sus dos grandes maestros fueron compatriotas suyos: Walt Whitman y Mark Twain. El eco de su obra se encuentra en escritores de distintos países y generaciones: de Kingsley Amis a Tom Wolfe.

FRAGMENTOS DE LA NOVELA

    No soy un negociante de mercancías, sino un especialista en ajustar cada libro a una necesidad humana. Entre nosotros: no existe tal cosa como un ‘buen libro’, en un sentido abstracto. Un libro es ‘bueno’ sólo cuando encuentra un apetito humano o refuta un error. Un libro que para mí es bueno a usted podría parecerle una porquería. Mi gran placer es prescribir libros para todos los pacientes que vengan hasta aquí deseosos de contarme sus síntomas. Algunas personas han permitido que sus facultades lectoras hayan decaído tanto que lo único que puedo hacer es colgarles un letrero que diga Post Mortem. Aun así, muchos tienen todavía la posibilidad de recibir tratamiento. No hay nadie más agradecido que un hombre a quien le has recomendado el libro que su alma necesitaba sin saberlo.
[…]

 

  Agradezco humilde y sinceramente la devolución de este libro que, tras sobrevivir a los peligros de la biblioteca de mi amigo, regresa ahora a mí, sano y salvo, en condiciones razonablemente aceptables.
    Agradezco humilde y sinceramente que mi amigo no le diera este libro a su hijo como si fuera un juguete ni lo usara como cenicero para sus puros, ni para afilar los dientes de su mastín.
    Cuando presté este libro lo di por perdido: me resigné a la amargura de verlo partir para siempre; nunca pensé que volvería a ver sus páginas.
    ¡Pero ahora que mi libro me ha sido devuelto, me siento pletórico de regocijo y gratitud! Traedme aquí al gordo marroquinero para reencuadernar el volumen y ponerlo en su lugar de honor en mis estanterías: pues mi libro prestado me ha sido devuelto.
    Ahora, por lo tanto, tendré que devolver algunos de los libros que yo mismo he tomado prestados.
[…]

 

    Hace mucho tiempo descubrí que los libros son el único consuelo permanente. Los libros son el único logro imperecedero e irrefutable de la raza humana. Me entristece pensar que tendré que morir sin haber leído miles de libros que habrían podido proporcionarme una felicidad noble e inmaculada. Te contaré un secreto. Nunca he leído el Rey Lear, y me he abstenido de hacerlo a propósito. Si alguna vez llego a enfermar gravemente sólo tendré que decirme a mí mismo: «No puedes morirte todavía; aún no has leído el Rey Lear». Eso me haría sanar, sin duda alguna.