“Un cambio de verdad”, de Gabi Martínez

Un cambio de verdad: una vuelta al origen en tierra de pastores es el último libro publicado por el escritor y viajero barcelonés Gabi Martínez, en el que nos narra sus experiencias como pastor en tierras extremeñas.

«En el invierno de 2017, Gabi Martínez decide instalarse como aprendiz de pastor cerca del pueblo de su madre, Eloísa, en la comarca extremeña de La Siberia, para experimentar el estilo de vida rural en el que creció ella de niña. Su misión consiste en supervisar un rebaño de más de cuatrocientas ovejas y pasar los meses en un refugio sin baño ni agua corriente.

Su crónica nos habla de agricultores, pastores, ecologistas y otros habitantes de la zona, y de lo que le enseña cada uno, sus diferentes formas de encarar una vida, la relacionada con la agricultura y la ganadería, en rápido proceso de transformación, entre el cambio climático, los nuevos comportamientos de los animales y una realidad que amenaza con dejarlos atrás pese a su resistencia.»

Gabi Martínez lleva a cabo esta experiencia con el fin de profundizar en las raíces de su madre, Eloísa, que «lleva toda la vida hablando de lobos, arroyos, encinas. De higos robados, sisones, tormentas. Además de las ovejasPero también como una muestra de homenaje y de respeto hacia su familia. «Mi madre sigue contando historias del campo, de cuando ella y mi abuelo eran pastores. Me preguntaba por qué mi madre había mantenido la dignidad y veo que vivió una infancia y principio de juventud con valores que ha mantenido y en los cuales yo he sido educado. Y para mí siguen siendo referentes morales frente a lo que veo en las tribunas públicas donde las personas, en vez de poner paz, están haciendo lo contrario. Por eso decido intentar vivir de una manera, no como ella porque las condiciones son distintas, pero sí tomar contacto con la tierra y sin intermediarios que me lleve a pensar en algún momento a como pudieron pensar mi madre y mi abuelo», ha señalado el escritor catalán.

     «El brezo y el tomillo ya estaban en flor pero la eclosión del millones de jaras ha inaugurado en serio la primavera. Con tanto cucú se diría que el campo está lleno de relojes. Los nidos rebosan polluelos de alas con colores frescos que restallan bajo el cielo límpido sacando brilllos a la luz. En el rebaño negro se han colado una madre blanca y su cría que se habían extraviado, y destacan de un modo que casi anula a las demás. Si a un niño le pidieras que señalara a una oveja, ¿apuntaría a esas dos? Si le pidieran que dibujara un cordero, ¿cómo lo pintaría?»

En este libro, mezcla de narrativa, crónica y ensayo, Gabi Martínez nos cuenta las experiencias que tuvo mientras pastoreaba dos rebaños, primero uno de ovejas blancas y después otro de ovejas merinas, y la relación que entabló con pastores, agricultores, ecologistas y otros personajes de esta desconocida y hermosa comarca extremeña. Pero también nos habla de buitres y avutardas, de encinas y pinos resineros, de lobos y mastines, de jaras y argamulasEn fin, un libro hermoso y ameno, escrito de manera sencilla y que se lee de un tirón.

     LEER UN FRAGMENTO DEL LIBRO

SINOPSIS

    «Ya es verano, los pastos han cambiado de color pero aún pienso cada día en la luz. En los efectos de su imperio y su ausencia. Hay buenos motivos y un rebaño para explicar semejante fiebre. A centímetros de mis pies desnudos cae el sol a plomo mientras recuerdo cómo la luz me cegó hace meses, aunque es ahora cuando entiendo que el deslumbramiento empezó con mi madre. Ella fue quien me enseñó que hay tanto color como seas capaz de ver. Que buscar la alternativa es una opción. Recuperar un pedazo de la naturaleza que ha inspirado su vida era un anhelo viejo que a lo largo de los años ha ido cobrando la dimensión de necesidad, como si en su forma de crecer y relacionarse con el mundo palpitara esa respuesta elemental que en realidad yo sabía, que todos sabemos, y sin embargo estaba perdiendo de vista.»

En pleno invierno, Gabi Martínez se instala como aprendiz de pastor en la Siberia extremeña para experimentar la forma de vida que su madre conoció de niña. Allí sobrevive en un refugio sin calefacción ni agua corriente, al cuidado de más de cuatrocientas ovejas. Pronto conoce a los habitantes de la zona y va impregnándose de sus diferentes maneras de entender el campo. Es entonces cuando decide afrontar un cambio aún mayor. Uno de verdad.

A través de una experiencia radical, este libro despierta nuestra conciencia ambiental, nos conecta con aquellos que nos precedieron y nos ayuda a comprender nuestro presente para transformarlo en un estilo de vida más sencillo, en armonía con la naturaleza.

Gabi Martínez convierte el género del nature writing en alta literatura en estas páginas que son la crónica de un autoaprendizaje. El legado de un comunicador y naturalista apasionado como Félix Rodríguez de la Fuente, los efectos del cambio climático en el entorno y la resistencia heroica de quienes proponen formas sostenibles de producción son algunas de las claves de este relato surgido del propio territorio. Esta lectura que apela a los sentidos nos acerca a agricultores, pastores, ecologistas, hombres y mujeres que subsisten en un paraje natural desconocido de la geografía española.

       «La perra ha dejado de ladrar. Quizás haya pasado algo. ¿Es mejor que ladre o no? Hay movimiento en el tejado. Firmes barrotes de hierro protegen la puerta y las ventanas. Hace un rato abrí los ojos y no tuve claro haberlo hecho, porque la oscuridad era igual o incluso más hermética. He buscado grietas en la negrura parpadeando para humedecer el lagrimal y definir mejor la visión, pero este negro es compacto. Aparte de los córvidos y de los insectos con quitina, en La Siberia habitan buitres y cigüeñas de ese color. Abro los ojos para llenarme de negro, más indiscutible que el silencio.»

GABI MARTÍNEZ

Gabi Martínez nació en Barcelona, en 1971. Su obra narrativa, traducida a varias lenguas, incluye Ático (2004), por el que fue seleccionado por la editorial Palgrave/Macmillan como uno de los cinco autores más representativos de la vanguardia española de los últimos veinte años; Sudd (2007), que ha sido adaptado al cómic; Los mares de Wang (2008), Mejor Libro de No Ficción del año según Condé Nast Traveller; Sólo para gigantes (2011), galardonado con el Premio Continuará de TVE y seleccionado como Mejor Libro de No Ficción por Qué Leer; En la Barrera (2012), nuevamente elegido como el Mejor Libro de No Ficción por Qué Leer; Voy (2014); Las defensas (Seix Barral, 2017); Animales invisibles (2019) y Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores (Seix Barral, 2020). Ha recibido el Premio Continuará de TVE Cataluña por su trayectoria literaria, y es miembro fundador de la Asociación Caravana Negra para la difusión de la cultura y la naturaleza y de la Fundación Ecología Urbana y Territorial.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

     «Uno de los pastores ha dicho que, sendero abajo, a orillas del embalse de Orellana, hay un microclima muy bueno, y esa palabra, microclima, se me ha hecho extraña en él a la vez que me transportaba a la ciudad, con todos sus prefijos, sufijos y compañía.
El poniente sacude un poco las aulagas. A veces froto tallos de romero o lavanda en la palma de la mano antes de palmearme el cuello, con mejorana también, que es la fragancia preferida de Miguel. La lana olerá pronto igual.
     –Cuando el campo se pone lila es maravilloso –dijo el otro día ante miles de argamulas.
    Dos rebaños conversan de valla a valla pero conforme desciendes al pantano, la vista tiende a apuntar arriba porque sobre las aguas planean multitud de pájaros que se chillan entre ellos. El cauce tiene un ancho de al menos tres antiguas cañadas, y zigzaguea creando caladeros y mini islotes que pueden colonizar patos, avefrías, cormoranes. El convento en ruinas de la otra orilla es el hogar de más de cuarenta cigüeñas.
     Llevo dos días sin lavarme nada más que la cara y el cuello. Hace calor y la temperatura del agua aún no es muy alta pero el sol me ha calentado en serio, así que vamos allá. Nado. En aguas quietas. Sin nadie. Entre animales. Aquí, ahora, vivir es una palabra más pura, vinculada de una forma nítida a lo que fue hace tiempo. La potencia del presente disminuye lo demás. Son cosas que puedes pensar secándote al sol sobre una de las lascas de pizarra tendidas en una ladera que muere en el agua. La infancia de mi madre fue eso. Y la mía, hace años. Incluso aún, de vez en cuando, soy capaz de vivir así. Un lugar donde pensar como Eloísa y Quiterio. Los patos vuelan en bandas de cinco.»  […]

         « –Míralas. –Estamos frente al rebaño– . La merina no tendrá culo pero es lo único que no tiene.
Las ovejas negras se esparcen por un espacio que, con ellas, irradia un halo aún más primitivo. Son las protagonistas de un rescate memorable.
     Estos meses de conversaciones siberianas he ido preguntando a algunas personas del campo cuáles son los momentos que recuerdan con más alegría o satisfacción. Juan Alfredo recordó el día que sacó a una oveja del pozo. El veterinario al que amamantó una loba, narró cómo ayudó a que un cordero y un burro nacieran cuando parecía que iban a morir en el parto. Amado Franco desenredó a un ciervo entre alambres, y también recordó la colleja que, siendo niño, le dio su padre tras matar a un gorrión con balines. ¿Te lo vas a comer?, le preguntó su padre. ¿Te ha perjudicado? Pues no vuelvas a matar a un animal si no es por alguna de esas dos cosas. Christine Germain, Quiterio, Enric Font, Ángels Baldellou, Benigno Varillas… Álvaro Eldelcamping tiene tanto que contar que prefirió señalar lo importante que es disponer de un palito, y explicó cómo lo usó el mes pasado para desenmarañar al buitre leonado que cayó en un tamujal.
     Uno tras otro fueron relatando rescates y, mientras hablaban, todos, siempre, sonreían.» 

 

“La piel”, de Sergio del Molino

Todo estaría de maravilla,
de no ser por la maldita piel.
VLADIMIR NABOKOV

La piel es la última obra publicada por el escritor y periodista madrileño Sergio del Molino, con la que nos acerca a ese territorio que nos pertenece y nos define a todos: la piel.

«Los monstruos existen, pero no como los imaginamos. Se camuflan entre la gente utilizando la ropa y el maquillaje para ocultar su naturaleza. El narrador de este libro es uno de ellos. Sufre una grave enfermedad de la piel que le lleva a evitar las playas y la ropa de verano y se ve reflejado en las vidas de otros monstruos con su mismo mal.

La piel humana es el órgano más extenso del cuerpo y es también nuestra presentación ante el mundo. La piel delata la raza, la edad, la experiencia y hasta el carácter de cada uno. La piel nos aísla y a la vez nos comunica con los demás.
La vergüenza de sentirse observado y la necesidad de ocultarse, la cultura de la imagen y de la hipermedicalización, el racismo y el clasismo son paradas de este viaje por los secretos que cubrimos con la ropa y que hacen de nuestra piel una frontera con el mundo.

Muchos nombres conocidos han sufrido una vida condicionada por la mala piel–Stalin y el narco Escobar, los escritores Updike y Nabokov, la cantante Cindy Lauper y algún personaje de Scorsese desfilan por estas páginas– y sus peripecias, junto a las del narrador, nos hablan de imagen y cosmética, de nuestra sociedad hipermedicalizada, y de racismo o clasismo. En suma, de una experiencia muy humana: el miedo a que nos vean como de verdad somos.»

    «No hay épica, pero sí costumbre. He vivido media vida como enfermo de psoriasis y no podré enfrentarme a los años que me quedan sin ella. Me he identificado con un montón de monstruos, me he contado a través de sus vidas, me he rascado en sus propias llagas y me he dolido en sus huesos. He recogido sus historias para contárselas a mi hijo y que entienda a qué raza pertenece su padre y de dónde viene él mismo, pues en su ADN lleva la misma errata que yo y, aunque es raro que la psoriasis pase de padres a hijos –suele saltarse una o dos generaciones–, puede que algún día empiece a rascarse la misma heridita del brazo que empecé a rascarme yo a los veinte años, en aquel piso de Cuatro Caminos, frente a las cartas del tarot.»

La piel me ha parecido un libro magnífico, mezcla de novela, ensayo, memorias e investigación. Está escrito en primera persona y dirigido a su hijo Daniel, al que trata de explicarle la experiencia con su enfermad, la psoriasis, y su relación con el mundo.

Junto a estas experiencias personales, el autor de La España vacía nos acerca a la vida de otros personajes históricos y literarios que también sufrieron el azote de esta grave enfermedad. Y lo hace aunando una excelente prosa, un gran trabajo de investigación y documentación, y ciertas dosis de humor. Muy recomendable.

    «Estoy en proceso de descubrimiento, el libro es una toma de conciencia… Tardo mucho en darme cuenta de las cosas, soy torpe en ese sentido. A otros les cuesta menos. Y ahora sé que la psoriasis me ha forjado el carácter. Incluso ha marcado mis libros. La costumbre de ocultarme, la vergüenza como sentimiento constante, el buscar espacios seguros y a salvo de la mirada ajena… me ha hecho ser huraño en ocasiones. Y a la vez me ha hecho pelearme conmigo mismo: porque si me dejaba llevar acabaría siendo un misántropo y había una parte de mí que se revelaba contra eso también porque no quería apartarse de los demás.»

Sergio del Molino.

EMPEZAR A LEER LA NOVELA

SINOPSIS

Los monstruos existen y se pasean entre nosotros, quizá seamos nosotros mismos. Este es el punto de partida de la nueva obra de Sergio del Molino, un viaje que esta vez nos enseña a mirar hacia el territorio más común y a la vez el más individual: la piel humana. Una grave psoriasis, que llena el cuerpo de costras y hace imposible mostrar la desnudez, le sirve al narrador para analizar la vida de diversos personajes conocidos que han sufrido las consecuencias de la mala piel. La vergüenza de sentirse observado y la necesidad de ocultarse, la cultura de la imagen y de la hipermedicalización, el racismo y el clasismo son paradas de este viaje por los secretos que cubrimos con la ropa y que hacen de nuestra piel una frontera con el mundo.

     «Los engendros de piel enferma quieren contagiar sus manchas, erupciones y heridas a todos. Ya que el picor y la vergüenza no desaparecen ni en los mejores balnearios, se consuelan provocando que la corteza del mundo enferme y se estropee como la suya propia. Si consiguen el poder suficiente, llevarán la sequedad, el escozor, la sangre del rascado y la fealdad de las escamas al último rincón del planeta.» 

SERGIO DEL MOLINO

Sergio del Molino (Madrid, 1979) es escritor y periodista. Premio Ojo Crítico y Tigre Juan, entre otros, por La hora violeta, es autor también de las novelas Lo que a nadie le importa (2014) y No habrá más enemigo (2012). Después se alzó con el Premio Espasa gracias a Lugares fuera de sitio (2018). Su ensayo narrativo La España vacía (2016), ganó el premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo, Premio Cálamo al Libro del Año y uno de los diez mejores libros de 2016 en España según Babelia. Su última novela es La mirada de los peces (2017). Mantiene varias colaboraciones en diversos medios de comunicación, como El País, Onda Cero, Mercurio o Eñe.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

     «En el pasillo, antes de llegar al salón, empiezo a rascarme. Los brazos, la espalda, el pelo. Hay veces en que el cuero cabelludo se me irrita como si sufriera el eccema de las brujas. Si llevo las uñas un poco largas, me hago sangre, y esa sangre mancha la camiseta, la tapicería y las sábanas, delatando con gotas como las de la escena de un crimen esa naturaleza que he ocultado todo el día y que, a solas en la butaca, frente a una cena triste y cualquier cosa en la tele, libero y dejo supurar. Mi verdadero yo, sin camisas de manga larga ni zapatos. No distingo la luna llena de la nueva y tampoco busco presas para saciar mi hambre homicida. Como los verdaderos monstruos, no soy una amenaza para nadie, tan sólo busco refugio de un mundo que me perseguiría con teas y forcas si me viese como soy.» 
             […]
    «Los sarnosos, los monstruos, las brujas, los leprosos y todos los que viajamos juntos río abajo en la nave de los locos, atracando en los lazaretos de las orillas, no encontramos la menor esperanza en ‘Hope’, pero podemos echarnos a bailar con “Girls just want have fun” mientras los cuerdos, los bronceados, los guapos, los atletas y los repeinados se burlan en la orilla a nuestro paso. Podemos seguir proclamando nuestro derecho a caminar al aire libre y divertirnos. El socialismo lauperiano vibra en cada una de las más de veinte versiones de una canción que nos abofetea y nos abronca por compadecernos tanto. No te rasques y enseña. Mira y que te miren.» 

“Tierra de olivos”, de Antonio Ferres

Tierra de olivos, del madrileño Antonio Ferres, se publicó por primera vez en 1964 por la editorial Seix Barrall. En 2004, Gadir, una editorial que ha venido interesándose por títulos relacionados con el mundo rural y con los viajes, recuperó el libro en una esmerada edición.

Tierra de olivos pertenece al género de libros de viajes. Un viajante de comercio, que va recorriendo diferentes pueblos de las tierras andaluzas de Córdoba y Jaén, nos narra en primera persona las vivencias de este viaje, que se mezclan con los recuerdos de otros viajes anteriores.

    «Sube y baja gente campesina. Un muchacho cetrino, que arrastra una cesta y lleva un conejo casero sujeto por las patas, se despide del cobrador del autobús.

    -Ha habío buena cosecha de aceituna…

                  Sí, cosechón sí ha habío, pa los que tienen -aclara el chico.

    A la puerta de un ventorro que se llama Ventorro de los Dos Hermanos una mujer extiende en el suelo las sábanas blancas, recién lavadas, sobre la hierba. En las crucetas de los postes del teléfono se para una bandada de pájaros. Y, ahora, se espantan, se desparraman por todo el aire, cuando pasa al lado el coche de línea.» 

Con un lenguaje sencillo y preciso, a veces poético, Ferres nos presenta en su libro hermosas descripciones de los campos y de los pueblos andaluces, al tiempo que denuncia el abandono y la lacra del latifundismo en esta zona de España, lo que empuja a sus habitantes a la pobreza y a la emigración, con la consecuente despoblación de estas tierras.

En fin, un libro hermoso y recomendable, que nos acerca, con bastante antelación, al fenómeno hoy conocido como la España vacía.

«El libro de viajes, la entrañable exploración literaria de una región de España, se ha convertido en los últimos años en un género que cultivan la mayor parte de nuestros jóvenes narradores. Y, sin duda, a cada nuevo intento el género se enriquece, el punto de vista del relator se matiza. Tierra de olivos es un escalón más en la conquista de ese género. El autor ha conseguido integrarse en el mundo descrito como un personaje natural, muy distinto del literato viajero que nos habla en primera persona en otros libros semejantes. Los campos y los pueblos de Córdoba y de Jaén, las gentes de una de las zonas más ricas y peor tratadas por la historia reciente de nuestro suelo, se producen ante el lector de una manera totalmente espontánea, con el mínimo de artificio de que necesita una crónica conmovida.»

                         Editorial Seix Barrall, 1964

   «… la narración se complementa con señaladas reflexiones del viajero sobre su infancia, en las que resuenan los ecos de la guerra, los años del hambre, el miedo o la orfandad. Valiéndose de una prosa concisa y sin adornos, Antonio Ferres capta y explora así de manera certera un paisaje humano, geográfico e histórico imperecederos.» Javier Escuder. Blanco y Negro Cultural

  «Frente a otros viajeros que se deleitan en el romanticismo paisajístico, en el bucolismo o en la guía turística, Ferres, con su punto de vista a ras de barro, con su prosa contenida pero cálida, nos enfrenta con un paisaje ético.» Isaac Rosa.

SINOPSIS

Tierra de olivos fue publicada por primera vez en 1964. Nos recuerda a Azorín y a Ignacio Aldecoa. Nos recuerda a Azorín y a Ignacio Aldecoa, y pertenece a la estirpe de obras como Viaje a la Alcarria, de Cela, y Campos de Níjar, de Goytisolo, con las que es comparable en cualidades, aunque difiere de ellas lo suficiente como para afirmarse su singularidad. Tierra de olivos se ha adscrito al realismo social y siempre se ha considerado como «libro de viajes», pero ni una ni otra caracterización hacen del todo justicia a esta obra que se resiste a una clasificación sencilla.

Obra realista y no ajena a la intencionalidad social que se le atribuye, y narración de un viaje, es al mismo tiempo el relato de la pequeña epopeya personal ele su protagonista, y de un desarraigo que tiene su origen en la Guerra Civil. La obra tiene innegables visos existencialistas y constituye al mismo tiempo un hermoso e imperecedero relato antropológico de la tierra que recorre. Está llena también de poesía en su sobriedad y en su deliberada reiteración de situaciones, en el anegarse en un paisaje, el olivar andaluz, al que maldicen sus «siervos», los jornaleros, pero cuya belleza no escapa al protagonista, que lo busca como paliativo de su hastío, ni al lector atento. Todo ello hace de Tierra de olivos una obra duradera, que trasciende con mucho el interés circunstancial del momento y el lugar en que fue escrita.

                                        Edición de Gadir, 2004

     «Cuando me quedo solo, tengo ganas de andar por el campo, de huir del pueblo y marcharme campo a través. El pueblo está rodeado de cerros de tierra roja, con olivares, y en la claridad del cielo se recorta la silueta de alguna palmera. (…) El campo se ha quedado en una quietud absoluta, silencioso y como preparándose para la noche. Me gusta pisar la tierra suelta, colorada, frente al olivar. (…) Siempre me gusta salir de los pueblos grandes y pisar la tierra del campo, refugiarme bajo los olivos, donde hay quietud y no se oye más que -de vez en cuando- el silbo del aire.

ANTONIO FERRES

Antonio Ferres nació en Madrid en 1925, donde vivió hasta 1964. Su bautismo literario se produjo con la obtención del Premio Sésamo en 1954. En 1964 emigró primero a Francia, y ha residido en México, Estados Unidos y Senegal, ejerciendo como profesor de literatura española hasta su regreso a España, en 1976. Con la publicación, en 1959, de La piqueta, obtuvo un éxito inmediato y desde entonces fue considerado como uno de los principales autores del realismo social español. Obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona por su novela Con las manos vacías y el Premio de Poesía Villa de Madrid por La inmensa llanura no creada.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

    «A muchísima gente de los pueblos le pasa siempre lo mismo, que no le importa un comino la riqueza del olivar. Esta vez me he alojado en el mismo sitio. Como he vuelto a trabajar el limpiametales, me hacen ahora algunos pedidos. Por las tardes he andado por las mismas tabernas. Debido a que hoy es domingo, después de comer había más animación. Hasta me parece que he visto a gente que conocía de la otra vez. Pero puede que fueran caras que recuerdo no sé de dónde. En muchos pueblos me pasa. En un tabernucho había unos tipos que se habían puesto a cantar y a hacerse palmas. Cantaban mal y se paraban para echarse el vaso al coleto. Uno picado de viruelas bebía casi de un trago. Se limpiaba con la palma de la mano y ponía cara de guasa.
    -Hay que ver cómo está España, que el que trabaja no come y el que come no trabaja -dijo con un soniquillo igual que si fuera a empezar una copla.
    -¿Es un cantar?
    -Es un cantar y es la pura verdá.
    -Si en toavía hubiera trabajo tó el año… -comentó otro.
    -Lo que yo digo es que trabajen los burros, que pa lo que te rinde el currelar toa la pajolera vida…
    -Ahora, que la gente no se aguanta ya, ni se echa a morir. Tós los que podemos nos vamos por ahí a buscar.
    -Yo sí que me iba a buscar la Gagá del lagarto, sí. ¡Me cago en diez! -dijo el de la cara picada de viruelas.
    Los que le acompañaban volvieron a sonar las palmas. Tiraban a su compañero de la manga de la chaqueta, avisándole de lo peligrosa que era su conversación. Uno se puso a cantar por lo bajo, y me miraba de vez en vez. Cantaba mal. Yo no entendía la letrilla.
    -Yo también soy pobre -dije.
    -Sí, señor.
    El de las viruelas se me acercó, con cara de pesadumbre.
    -Mire usté, siempre ha habío pobres, pobresillos y pobretones. Lo malo es ser de lo más pobretonsillo -dijo.» 
           […]

   «Era ya noche cerrada cuando llegamos a Cabra. Había un puente. A un lado del arroyo se veía un laberinto de plazas que bajaban en escalafón, iglesias, un jardín con palmeras y las almenas de un castillo. Pasado el puente blanqueaba el pueblo sobre la colina, como un montón de azúcar. También era sábado y las tabernas y las barberías estaban llenas de hombres. Asomaban las caras a la puerta. Por las calles, de vez en cuando, se veía pasar algún asno con las albardas cargadas de aceitunas. En lo alto de la calle principal estaba el Ayuntamiento. La fachada tenía una insignia del yugo y las flechas, con bombillas encendidas. Delante había un jardincillo con luz fluorescente. Calles pinas de casas blancas, empedradas con cantos redondos. De trecho en trecho, entre tramo y tramo de las callejas, había un arco, bajo el que discurría la calzada. Eran puertas por las que entraba toda la calle. Se asomaban mozas a los patios. Yo daba vueltas y más vueltas, mirando las tiendas cerradas o con los cierres a medio echar. Veía abrirse plazuelas con fuentes empotradas en la pared, con tiestos de geranios o de enredaderas, colgados en los muros o rodeando los dinteles de las ventanas.»