Verano de Badajoz

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Estamos sumergidos
en el lento rocío de la piel.
En un libro con hojas de incendio
viene la luz roja del verano.
Maderos encendidos
ensamblan un tejado de cerillas insomnes.
El pájaro del aire se muere pluma a pluma
como sobre de amor comido por el fuego,
y convertido en alas de vidrio quebradizo.

Ha venido el verano
como una mano inmensa
aprisionando el corazón de la brisa,
tapando con sus alas de bosque calcinado
la boca de la lluvia,
poniendo en la copa de la tierra
las páginas sedientas del polvo que se asfixia.

Hay un latido inmenso de amapolas
que crecen como selvas inventadas
por la semilla ardiente del volcán.
Hay un jardín de locos candelabros
creciendo como plantas tropicales
en los campos podridos del asfalto.
Ha venido el verano.
Badajoz se muere como un pájaro, 
apretado en las manos de un niño.

Badajoz es un nido 
donde se incuba el vuelo de las brasas.

                                                                  Manuel Pacheco