La mula, de Juan Eslava Galán

«–Oiga yo no quiero medallas. Yo lo que quiero es que acabe pronto la guerra y volver pronto a mi pueblo.»

La mula es una novela del escritor jienense Juan Eslava Galán, ganador del Premio Planeta en 1987 con En busca del unicornio.

La historia está ambientada en la Guerra Civil española y nos cuenta las peripecias de Juan Castro, cabo acemilero de la Tercera Bandera de la Falange de Canarias.

Un buen día, Castro encuentra una mula perdida en el frente, Valentina, que tratará de conservar para llevársela a su casa cuando acabe la guerra.

     «Los dedos del cabo llegan, con suavidad, a los corvejones. La bestia no se inquieta. Está bien domada.

   –Una mula mansa y buena, ¿eh? –le susurra, aprobador.

    Castro examina su hallazgo con mirada perita. Una mula fina de remos, de vientre recogido, de rodillas sólidas, de lomo recto y algo arqueado, una buena mula de las que su padre solía comprar en la feria de Andújar, sólo que a él le gustan tostadas, y ésta tira a blanca ceniza. Una mula excelente. Vuelve la cabeza al animal y se asoma a los ojos vivos y redondos, duros y brillantes.»

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Como reconoció el propio autor, la novela está basada en hechos reales que le narró su padre, que intervino en la contienda civil como acemilero y herrador del ejercito nacional.

Mezclando convenientemente realidad y ficción, y utilizando un lenguaje sencillo, con ciertas dosis de humor negro; Juan Eslava nos presenta una buena novela, entretenida y fácil de leer. Muy recomendable.

La historia ha sido llevada al cine con el mismo título por Michael Radford, con María Valverde, Secun de la Rosa, Luis Callejo, Daniel GraoAntonio Gil, Jorge Suquet, Alfonso Begara, Pepa Rus, Eduardo Velasco, Alfonso Delgado, Selu Nieto, Jesús Carroza en el reparto.

Tráiler de la película

Año 1939. Solo quedan 3 meses para que acabe la Guerra Civil española. El cabo Juan Castro, un joven de Jaén que combate en el bando nacional, encuentra una mula perdida en medio del campo de batalla y decide esconderla para llevársela a casa al final de la guerra. Con su mula y con las cuatrocientas pesetas que lleva en el bolsillo intentará conquistar a la chica más guapa que ha visto nunca. (FilmaAffinity)

SINOPSIS

Al humilde cabo Juan Castro le importa más la suerte de su mula que ganar la guerra. Por eso sale a buscarla y, tras atravesar la línea del frente, se ve implicado en un episodio tan peligroso como hilarante que, muy contra su voluntad, lo va a convertir en héroe de guerra.

A través de la figura de Juan Castro, más preocupado por sus avances en el terreno amoroso que por la progresión del enemigo, se nos ofrece una visión insólita de la guerra civil: antiheroica, pícara y tierna a la vez. Juan Eslava Galán ha escrito con La mula una atrevida desmitificación que es también un brillante alegato antibelicista.

JUAN ESLAVA GALÁN

000001643_1_Eslava_Galan_Juan_200_201510202359Juan Eslava Galán es doctor en Letras. Entre sus ensayos destacan Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie (2005), Los años del miedo (2008), El catolicismo explicado a las ovejas (2009), De la alpargata al seiscientos (2010), Historia de España contada para escépticos (2010), Homo erectus (2011), La década que nos dejó sin aliento (2011), Historia del mundo contada para escépticos (2012), La primera guerra mundial contada para escépticos (2014), La segunda guerra mundial contada para escépticos (2015), Lujuria (2015), Avaricia (2015) y La madre del cordero (2016), entre otros.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

       Como siempre que cambia el tiempo, los parásitos se muestran más activos que de costumbre. Los acemileros se rascan con fuerza la cabeza, las axilas, el pecho. De vez en cuando atrapan un piojo y lo aplastan entre dos uñas o lo lanzan a la lumbre.

      Heliodoro asa sobre las brasas un pedazo de tocino clavado en un trozo de alambre espinoso. Los goterones de grasa avivan las llamas. Lo retira y lo estruja entre dos trozos de pan. Le propina una dentellada. Come con apetito.

        Aguado, contempla a sus camaradas. Los rostros tostados por el sol, maltratados por la intemperie y los trabajos.

     –Parecemos piratas –observa–, parecemos los malos, no esos tipos guapos y bien uniformados que salen en el cine.

    –Anda, dilo! –replica Pino–, lo que parecemos es milicianos. Con esta pinta que se nos ha puesto entramos en un convento de clausura y las monjas pensarían que somos el enemigo. 14

[…]

      Por la calle, el alférez sigue bebiendo a gollete. Está tan borracho que tiene que apoyarse en el hombro de su acompañante.

    –Yo a ti te tengo mucha admiración –le dice al cabo.

    –¿Usted a mí? –se asombra Castro–. ¡Qué cosas se le ocurren, mi alférez!

    –Pues sí, yo te tengo admiración porque tuviste los cojones de pasarte. A mí me faltan esos cojones.

   –Pero si usted está ya con los nacionales, mi alférez.

     Han llegado a un callejón oscuro. El alférez se detiene y apura el resto de la botella de un trago. Luego la rompe contra la pared de enfrente.

  –¡No tengo cojones de pasarme a los rojos! –confiesa con voz ronca–. Allí es donde tenía que estar, con los míos, defendiendo a la República.

    Castro siente una especie de desmayo. Mira a un lado y a otro. ¿Habrá oído alguien una confesión tan comprometedora? Los del Servicio de Información Militar están por todas partes. ¿Qué dice este loco? ¿Cómo se le ocurre declarar algo tan peligroso a una persona a la que apenas conoce?

   –No diga usted eso, mi alférez, que con esos asuntos no se bromea.

    El oficial se detiene. Le pone las manos sobre los hombros para mantener el equilibrio, lo mira fijo a los ojos, con su mirada honda y sincera de borracho, y le dice con voz firme y casi serena:

   –¡No bromeo, Castro! En mi vida he estado más serio.