“Una librería en Berlín”, de François Frenkel

«Es deber de los supervivientes rendir testimonio con el fin de que  los
 muertos no sean olvidados ni los oscuros sacrificios desconocidos»

En 1945, una modesta editorial suiza publicó Una librería en Berlín (Rien où poser sa tête), un extraordinario relato autobiográfico escrito por la polaca de origen judío Françoise Frenkel. El libro estuvo perdido hasta que hace poco apareciera un ejemplar del mismo en un mercadillo de Niza. Recientemente, el libro ha sido reeditado, con la ayuda de Patrick Modiano, autor del prefacio que acompaña a la presente edición.

En este relato, Françoise Frenkel nos habla de la fundación en Berlín a comienzo de los años veinte de la primera librería francesa de la ciudad: La Maisson du Livre. La librería se convirtió en un importante foco cultural, pero, con el ascenso del nazismo, Françoise se ve obligada a abandonar Berlín rumbo a París. Posteriormente, comenzará un verdadero calvario por tierras francesas, huyendo de la persecución a los judíos, sin tener ni un solo momento de reposo. Sin “ningún sitio donde descansar la cabeza”, significado literal del título original de la novela: Rien où poser sa tête.

    «Cuando pienso en los últimos años tan atormentados de mi estancia en Berlín, de nuevo veo ante mí una cadena de hechos alucinantes: los primeros desfiles silenciosos de los futuros camisas pardas; el proceso que siguió al incendio de Reichstag, típica muestra del proceder nacionalsocialista; la rápida transformación de los niños alemanes en larvas excitadas de las Juventudes Hitlerianas; el aspecto masculino de las chicas rubias de ojos azules que desfilaban con zancadas tan bruscas que hacían vibrar los escaparates y temblar los libros que había en los expositores como un sombrío presentimiento; la visita de una madre alemana que lloraba por su hijo, quien acababa de ser felicitado delante de toda la clases y puesto como ejemplo por haberla denunciado por sus opiniones antinazis; o esa otra madre, esta judía, que, con el corazón lleno de dolor, me contó que se había encontrado en la calle con su hijo, de padre cristiano, y como iba acompañado de camaradas hitlerianos hizo como que no la conocía […]

    Recuerdo la aparición de un jefe con cara de robot, cara en la que el odio y el orgullo estaban tan profundamente marcados que en ella había muerto todo sentimiento de amor, de amistad, de bondad, de piedad…

    Y alrededor de ese jefe, con voz histérica, una muchedumbre hechizada capaz de toda violencia y de todo asesinato.

    Visión del nacimiento de ese monstruoso y siempre creciente termitero humano que se extendía rápidamente por todo el país con un siniestro chirrido metálico, termitero de un incalculable potencial de fuerzas colectivas.»

En 1943, Frenkel cruzó, finalmente, la frontera con Suiza y empezó a escribir Una librería en Berlín, «a orillas del lago de los Cuatro Cantones» que se publicaría en 1945 en Ginebra.

Una librería en Berlín es el testimonio excepcional de una mujer de valor extraordinario. Frenkel nos cuenta su conmovedora historia con una valentía y una entereza inigualables. Un libro muy recomendable.

    «La gran singularidad de Una librería en Berlín procede justamente de que no podamos identificar a su autora de una manera precisa. Ese testimonio de la vida de una mujer acorralada entre el sur de Francia y la Alta Saboya durante el periodo de la Ocupación es más impresionante cuanto más anónimo nos parece, como sucedió durante mucho tiempo con Una mujer en Berlín, publicado también en Suiza en los años cincuenta.» Patrick Modiano

LEER PRIMER CAPÍTULO DE LA NOVELA

    «Es deber de los supervivientes rendir testimonio con el fin de que los muertos no sean olvidados ni los oscuros sacrificios desconocidos.

   Ojalá estas páginas puedan inspirar un pensamiento piadoso para aquellos que fueron silenciados para siempre, exhaustos por el camino o asesinados.» François Frenkel

SINOPSIS

En 1921, Françoise Frenkel, una joven apasionada por la lengua y la cultura francesas, funda la primera librería francesa de Berlín, La Maison du Livre, un lugar de reunión y debate para los amantes de los libros.

Una librería en Berlín es un libro de testimonio en primera persona en el que la autora cuenta su itinerario: en 1939 huye de Alemania, donde ya es imposible difundir libros y periódicos franceses, y se exilia en Francia, buscando refugio. Pero, en realidad, tras la ocupación nazi de territorio francés, lo que le espera es una vida de fugitiva hasta que, en 1943, logra cruzar la frontera suiza de manera clandestina y encontrar en Ginebra, al fin, la libertad.

Una librería en Berlín nos descubre, milagrosamente intactas, la voz, la mirada y la emoción de una mujer valiente que se enfrenta a la adversidad sin perder la fe en el ser humano y cuya fuerte determinación la llevará a evitar un destino trágico.

«Aquella noche comprendí por qué había podido soportar la agobiante atmósfera de los últimos años en Berlín… Yo amaba mi librería como una mujer ama, con verdadero amor», escribe Françoise Frenkel en la que fue su única novela. Tras la publicación, nunca más se supo de la suerte de esta excepcional y admirable narradora cuya increíble historia, elogiada por Patrick Modiano como «un testimonio impresionante», fue redescubierta en 2015.

FRANÇOISE FRENKEL

Escritora polaca de origen judío, Françoise Frenkel (Polonia, 1889 – Niza, Francia, 1945) , estudió música en el conservatorio de Leipzig antes de mudarse a París, donde se doctoró en Literatura en la Sorbona. Su pasión por la cultura francesa la llevó a cambiar de nombre, de Frymeta a Françoise.

Frenkel abrió la primera librería dedicada a la literatura francesa en la ciudad de Berlín, junto a su marido, Simon Rachenstein. Este lugar supuso uno de los lugares de encuentro de grandes autores franceses en Alemania, y uno de los puntos de referencia culturales hasta el auge del partido nazi.

En 1939, Frenkel volvió a París mientras que su marido acabó en el campo de concentración de Auschwitz, donde fue asesinado. Durante la guerra, escapó a Suiza, país donde escribió un libro autobiográfico, Una librería en Berlín, que fue publicado por primera vez en 1945 y cuya única reseña encontrada de la época, en la revista Le Mouvement Féministe, describió así: «Rayos luminosos se deslizan entre las imágenes de miseria… Ni una queja, sólo hechos narrados con decencia y contención, de una manera muy viva. ¿No sería la propia Françoise Frenkel una de tantas “heroínas desconocidas”?».

Tras su muerte en 1975, se perdió el rastro de esta mujer excepcional, hasta que en 2015 Una librería en Berlín fue reeditado, con la ayuda del Premio Nobel de Literatura Patrick Modiano.

OTROS FRAGMENTOS DE LA NOVELA

     «Nos acomodamos. Pocos minutos después, una mujer, acompañada de dos niños, entró en la sala. Mientras el chaval de diez años se sentaba a la mesa, la madre llevaba de la mano a su hija, de unos catorce, como si fuera una niña pequeña, y la colocó suavemente al lado de sus hermano. La muchacha tenía unos rasgos israelitas muy pronunciados, en su más pura esencia: la piel de una carnación alabastrada, grandes ojos negros, profundos y aterciopelados, cabellos de un negro azabache y rizados en torno a su fino rostro. Pero la expresión de la cara de esa criatura estaba muy alejada de allí, casi ausente.
     Les sirvieron con rapidez, pues su pasador debía de estar a punto de llegar. El chaval comía con apetito, con la despreocupación propia de su edad. La muchacha permanecía inmovil, y su madre tuvo que llevarle la cuchara a la boca repetidas veces. Le contó a la enternecida hospedera que la chica se había sumido en ese estado desde la noche que, despertada por el jaleo, había asistido a la detención de su padre.
   –He ido a ver a un médico en Grenoble. Me ha asegurado que su estado volverá a ser normal. En Suiza hay grandes especialistas que seguro que podrán curar a mi querida Rachel –dijo emitiendo un suspiro.
     Letellier me comentó con voz temblorosa:
    –¡Dios santo, y que sea en Francia donde sucedan estas cosas!» 
[…]

 

    «Mirando a aquellas tres ancianas, me preguntaba cómo se habrían figurado que sería pasar entre las alambradas. ¿Habían pensado en las dificultades de la empresa que iban a acometer? ¿Acaso sencillamente las ignoraban o es que se creían que, ya que el mar Rojo había separado sus aguas para dejar pasar a los hijos de Israel, las alambradas se separarían también para hacer sitio a unas pobres viejas en busca de la libertad? ¿Creían todavía en los milagros, tan numerosos en la historia de sus antepasados? ¿Habían olvidado que, desde aquellos lejanos tiempos, su Dios, el Eterno, El Dios del rayo y de la venganza, parecía haber abandonado por completo a su elegido pueblo?»
[…]

 

    «Lloraba… Suavemente, mis lágrimas, durante tanto tiempo contenidas, empezaron a brotar… Fue como un manantial cálido que iba inundando mi rostro. Saboreé ese líquido amargo y aquellas lágrimas me aligeraron de un peso aplastante.
    Muy discretamente, el soldado suizo se puso en marcha delante de mí portando mi miserable petate, querido compañero de mis sucesivas fugas que contenía todo cuanto había podido traer de Francia, todo, excepto un corazón desolado y exhausto…»