“Zafra-Río Bodión: la rosa de los vientos”

En 2001, apareció, editada por la Diputación de Badajoz, la obra titulada Zafra-Río Bodión: la rosa de los vientos, que formaba parte de un ambicioso proyecto dedicado a las comarcas de la provincia de Badajoz coordinado por Justo Vila. Se trata de una monografía, bellamente ilustrada, coordinada por el escritor Justo Vila, con textos de ADENEX, Guillermo S. Kurtz, José María Lama, Aniceto Delgado Méndez, María F. Sánchez, Dulce Chacón y el mismo Vila, y magníficas fotografías de J. Enrique Capilla y Antonio de la Cruz.

«Las comarcas de la provincia de Badajoz, en su mayor parte, asientan su identidad (tanto o más que en la cercanía de las localidades que las integran o en la similitud de sus ecosistemas) en la historia y en la voluntad de trabajo en común de sus gentes.

Zafra–Río Bodión es una comarca singular que nace a partir de territorios y pasados muy diversos, lo que lejos de diluir su identidad, la enriquece. Por una parte, la comarca es Tierra de Barros santiaguista –Calzadilla, Los Santos, La Fuente– y por otra es Sierra y Dehesa templarias –Burguillos, Valverde, Atalaya, Valencia del Ventoso–. Zafra–Río Bodión es el segmento central del territorio del antiguo señorío de Feria –La Morera, La Parra, Feria, La Lapa, Alconera, espacio de transición entre Los Barros y La Sierra–, y es el territorio de Medina de las Torres y Puebla de Sancho Pérez, ambas santiaguistas, articulados en torno al camino que conducía a Contributa Iulia Ugultuniae, la ciudad romana que vertebraba la comarca en tiempos antiguos.

Cuatro espacios con rasgos físicos e historias bien definidos que, como conjunto, se explican por el magnetismo que sobre ellos ejerce una ciudad, la que da nombre a la comarca. De alguna forma, es el electroimán de Zafra el que explica a unos territorios y a unas gentes que, libremente, han decidido construir unidos su futuro.

Pasado y presente, rasgos físicos y cercanía, lo urbano y lo rural, y sobre todo la voluntad de vivir en comunidad. Eso es Zafra-Río Bodión, una conciencia de ser que, aunque inmaterial, alienta su existencia.

La comarca es un espacio de contrastes que gira en torno a la ciudad que le da nombre, un lugar casi sin término municipal que, lejos de sentirse comprimido dentro de sus medievales murallas, se alzó ya entonces como complemento perfecto del mundo campesino que lo rodeaba.

Mientras que en el entorno los pueblos se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, Zafra ofrecía espacios públicos para el comercio de esos productos. De esa vocación nacerían sus mercados y ferias hace más de seiscientos años. Una de ellas, la de San Miguel, sigue atrayendo cada otoño a miles de hombres y mujeres llegados desde todos los rincones de Extremadura, la vecina Andalucía, el Alentejo portugués y cientos de lugares más.

La comarca de Zafra–Río Bodión es múltiple y es una. Se trata de un territorio que, con un gran peso histórico sobre sus espaldas, estás salpicado de bellos escenarios, siempre cambiantes en sus formas y colorido. Un territorio que ha sabido conservar formas, ritos y fiestas de hondas raíces, conformando un legado patrimonial del más alto valor. Un territorio jaspeado de casas blasonadas y palacios, murallas, atalayas y castillos, iglesias góticas, renacentistas y barrocas, y una serie de hermosísimos entramados urbanos –enriscados unos, con vocación de llano otros– que siempre cautivan al visitante.»

Clic en la imagen para ver vídeo sobre la comarca

LA VILLA DE FERIA EN «ZAFRA-RÍO BODIÓN: LA ROSA DE LOS VIENTOS»

Como no podía ser de otro modo, Feria aparece referenciada en numerosas partes de la obra.

Recogemos, a continuación, el comienzo de la crónica de viaje que realiza el escritor Justo Vila por las tierras de la villa de Feria y con la que se inicia el libro:

    «Cuando Gómez cumplió nueve años, su padre, Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de la Orden de Santiago desde 1387, se acordó de la promesa que le había hecho al nacer y lo llevó a Feria en impresionante marcha que empezó en Mérida, pasó por Almendralejo y dejó atrás Villalba por el camino de Jerez.
    Han pasado los años y Gómez Suárez aún recuerda el encantamiento en que se vio sumido cuando, viniendo por la llanura interminable, surgió de repente ante sus ojos el morro altísimo y serrado de la silenciosa fortaleza árabe. Del viaje, además de esto, lo que recuerda el primer señor de Feria es el agradable olor de trigo recién segado y la extraña confusión que experimentó al ver a una partida de chiquillos del color de la tierra escapando ante el séquito a través de las claras aguas del Guadajira. Era la primera vez en su vida que veía huir a los hijos de los campesinos al paso de los caballos y en verdad que no entendía nada.
    Ahora, anciano y cansado (¿puede un hombre sentirse viejo a los cuarenta y seis años?, Gómez Suárez tiene la impresión de que desde aquí, desde las torres de la vieja cerca mora, se puede ver toda la Extremadura. Sin duda, exagera, pero al menos puede contemplar casi todo lo que le pertenece. Poco después de aquel primer viaje, su padre habría de conseguir autorización del rey Enrique Tercero para crear un mayorazgo con las villas de Feria, Zafra y La Parra. Y él, Gómez Suárez de Figueroa, primer titular del señorío, había añadido a sus dominios los burgos, lugares y caseríos de las tierras de Villalba, Nogales, Oliva de la Frontera y Valencia del Mombuey. Con el paso de los años, su hijo Lorenzo (el que mandó construir el alcázar de Zafra), incorporaría, por donación de Juan Segundo, La Morera y La Alconera; y en tiempos de su nieto, Gómez Segundo, el señorío anexionaría las tierras de Torre de Miguel Sesmero, Almendral y Salvaleón, llegando a sumar los dominios extremeños de esta familia de origen gallego tantos kilómetros cuadrados como tiene la actual comarca de Zafra-Río Bodión.

                       Vistas de Feria y su castillo. Foto de La Voz de Feria

    Seiscientos años después, un viajero viene hacia Feria por donde casi nunca viene nadie –el camino antiguo de Badajoz–, siguiendo los apacibles valles de La Morera y La Parra, entre las sierras de María Andrés y Madroñera, un paisaje solitario y callado, casi secreto, con el embrujo de una leyenda escrita en un espejo. En la plaza de La Parra, que tiene distintos niveles, compiten en hermosura lo civil y lo religioso, ayuntamiento e iglesia. El primero es un edificio mudéjar con dos plantas, arquería de ladrillo y soportales. La iglesia es una impresionante obra de mampostería y ladrillo, de variada morfología, que presenta distintas cotas en sus fachadas, a causa del desnivel del terreno, y en cuyo interior se puede sentir el encanto de la religiosidad dolorosa.
    Está el viaje en su primera jornada y ya anda el viajero dudando sobre la conveniencia o no de cumplir con los horarios, trechos y rutas establecidos de antemano. Es tan hermoso este valle y tan evocadoras las piedras trabajadas de La Morera y La Parra que de buena gana se quedaría aquí no una sino todas las jornadas que ha programado para conocer el conjunto de la comarca. Esto es lo malo de viajar más por pasión que por capricho. O lo bueno. Cualquiera sabe. En fin, no se le tengan en cuenta al viajero sus incertidumbres o no llegaremos nunca a Feria, que aguarda allí al fondo, cerrando el valle como un lucero de piedra que tan pronto aparece como se oculta.
    De la vieja fortaleza árabe de Feria no queda casi nada, sólo unas pocas piedras, clandestinas, tostadas por el sol y hastiadas por siglos de silencio. Lo que en este sitio queda es el castillo que los Suárez de Figueroa levantaron al agonizar la Edad Media. Y queda, sobre todo, la torre del homenaje, enorme, de gruesos muros de mampostería y planta cuadrada con los ángulos redondeados, una auténtica fortaleza por sí sola, que tiene zona inferior maciza, cuatro niveles de edificación y terraza defensiva, desde la que el viajero puede ver lo mismo que aquel Suárez de Figueroa al que siendo niño trajo hasta aquí su padre, el todopoderoso maestre de Santiago, para mostrarle el mundo entero. Sin duda, tanto el maestre como quien –apenas cumplidos los doce años de edad– había de ser primer señor de Feria, exageraban, ya se ha dicho, pera esa, precisamente, es la impresión que da la vista desde aquí, dada la inmensidad de montes y campos y el canto majestuoso de los pueblos rojos y lechosos, esparcidos en el horizonte de la comarca, como puntos de la rosa de los vientos. (La comarca, contorneada en un mapa, parece una hoja de higuera gigantesca, vuelta del revés, con los pueblos en líneas, a todos los vientos cardinales, atraídos por el magnetismo de Zafra. La comarca se hace a partir de esta ciudad, sostiene José María Lama, con localidades que pertenecieron al antiguo señorío de los Suárez de Figueroa, pueblos que surgieron en el territorio de la antigua Contributa Iulia Ugultuniae y villas que se desgajan de otros territorios –Los Barros santiaguistas y La Sierra y La Dehesa templarias–.)
    A los pies del castillo, Feria desarrolló su entramado de calles y callejones por la falda de la sierra, hasta llegar al llano, dibujando rincones de un gran atractivo, como el de la Cruz, que a veces es un estallido de macetas, o la apacible plaza con arquería donde se levantan el ayuntamiento (altivo y soleado) y la iglesia de San Bartolomé (dulce y sombría). Luego, mientras busca la salida hasta la salida hacia Burguillos del Cerro, el viajero oye un ruido hiriente, agudo: el viento, que llevaba días dormidos entre las almenas de arriba, acaba de despertar y suena a chocar de espadas en la encrucijada de calles retorcidas. Al sur, sobre la Sierra Vieja, se están formando unas nubes tenues que motean la ladera como si fuera un vestido desmesurado de lunares. Fuera de eso, todo es un acorde de luz y concordia que se extiende hasta el infinito por la dolorosa carretera que lleva a Burguillos del Cerro (…)»
Zafra-Río Bodión: la rosa de los vientos / Justo Vila 

 

«La comarca, contorneada en un mapa, parece una hoja de higuera gigantesca, vuelta del revés, con los pueblos en líneas, a todos los vientos cardinales, atraídos por el magnetismo de Zafra»

 

Santiago Posteguillo en la Feria del Libro de Badajoz

El escritor valenciano Santiago Posteguillo ha firmado ejemplares y ha presentado este viernes, 17 de mayo, en la Feria del Libro de Badajoz, su novela Yo, Julia, con la que ha ganado el Premio Planeta 2018.

Con Yo, Julia, Posteguillo rescata del olvido la vida y la memoria de la emperatriz más poderosa de la antigua Roma, una mujer que transformó su entorno y cambió el curso de la historia para siempre.

Por su pasión por la novela histórica y en concreto por el imperio romano, Posteguillo ha conseguido que muchos lectores adquieran conocimientos que en textos académicos les quedan distantes. «La novela histórica tiene la capacidad no ya de que cuando tú entras lees la historia, sino que cuando entras en una buena novela histórica, acabas viviendo la historia». Según contó, ha escrito tanto sobre el imperio romano porque «Roma es nuestro pasado y entender a Roma es entender nuestras virtudes y nuestros defectos».

El devenir del imperio estuvo marcado por la lucha de poderes, un universal histórico y atemporal. «Hay una serie de universales -comentó el autor- relacionados con la naturaleza humana que no cambian en dos mil años: amamos, odiamos, somos leales o desleales de la misma forma ahora que hace dos mil años». Escenas que se pueden encontrar en sus novelas se pueden extrapolar a situaciones actuales sin incorporar ideas que se desarrollan muchos siglos después. Así, Trajano luchó contra la corrupción y Julia siendo mujer fue capaz de sobreponerse a un montón de dificultades en un mundo controlado por hombres. «Pero lo que no puedes hacer como novelista histórico, es trasladar de forma anacrónica conceptos del siglo XXI al siglo XX». Por eso presenta a Julia como una mujer con mucha determinación y carácter «pero sin ninguna idea feminista». Eso sí, puede ser «que la determinación, audacia e inteligencia de Julia sean un modelo ejemplar para mujeres y hombres que en el siglo XXI creemos en la igualdad de género».

    «192 d.C. Varios hombres luchan por un imperio, pero Julia, hija de reyes, madre de césares y esposa de emperador, piensa en algo más ambicioso: una dinastía. Roma está bajo el control de Cómodo, un emperador loco. El Senado se conjura para terminar con el tirano y los gobernadores militares más poderosos podrían dar un golpe de Estado: Albino en Britania, Severo en el Danubio o Nigro en Siria. Cómodo retiene a sus esposas para evitar su rebelión y Julia, la mujer de Severo, se convierte así en rehén.

    De pronto, Roma arde. Un incendio asola la ciudad. ¿Es un desastre o una oportunidad? Cinco hombres se disponen a luchar a muerte por el poder. Creen que la partida está a punto de empezar. Pero para Julia la partida ya ha empezado. Sabe que solo una mujer puede forjar una dinastía.»

viernes-feria-libro-badajoz-284

EMPEZAR A LEER LA NOVELA

Santiago Posteguillo es profesor de lengua y literatura en la Universidad Jaume I de Castellón. Estudió literatura creativa en Estados Unidos y lingüística, análisis del discurso y traducción en el Reino Unido. De 2006 a 2009 publicó su trilogía Africanus sobre Escipión y Aníbal y de 2011 a 2016 la trilogía sobre el emperador de origen hispano Marco Ulpio Trajano. Ha sido galardonado por la semana de novela histórica de Cartagena, obtuvo el Premio de las Letras de la Comunidad Valenciana en 2010 y el Premio Internacional de Novela Histórica de Barcelona en 2014. En 2015 fue proclamado escritor del año por la Generalitat Valenciana. Entre 2012 y 2017 publicó también tres volúmenes de relatos sobre la historia de la literatura muy elogiados por crítica y público. Santiago Posteguillo es Doctor por la Universidad de Valencia y ha impartido seminarios sobre ficción histórica en diversas universidades europeas y de América Latina. En 2018 ha sido profesor invitado del Sidney Sussex College de la Universidad de Cambridge.

Conferencia de Santiago Posteguillo en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES

  • El Periódico Extremadura
  • 48horasMagazine

Antonio Muñoz Molina en la Feria del Libro de Badajoz

El escritor Antonio Muñoz Molina ha presentado este martes, 15 de mayo, en la Feria del Libro de Badajoz, su última novela, titulada Tus pasos en la escalera.

Muñoz Molina en la Feria del Libro de Badajoz

Tus pasos en la escalera, una historia de amor y espera ambientada entre Nueva York y Lisboa, como él mismo señaló. La novela aborda «en qué medida la memoria y el miedo pueden amenazar» la cotidianeidad, la espera de un hombre a que llegue su mujer, que es neurocientífica «e investiga el modo en que el cerebro almacena la memoria del miedo, cómo los mecanismos de supervivencia del cerebro sirven para archivar y advertir los peligros, para recordar la amenaza; son miedos que forman parte de la vida y son saludables porque ayudan a la supervivencia, pero ocurre que el cerebro humano es muy complicado; el miedo se puede convertir también en neurosis, en angustia, y en vez de defensa es un peligro, se convierte en una forma de autocastigo», explicó el escritor.

En Tus pasos en la escalera están presentes los sucesos del 11-S, que él mismo vivió en Nueva York, una ciudad muy distinta, aparentemente al menos, de Lisboa, lugar de destino donde se produce la espera. Sobre cómo se refleja en la memoria el miedo a catástrofes como aquella cuando se busca un refugio, el autor recordó que cuando comenzó a escribir la novela, «no sabía bien hacia dónde iba, pero me surgió el recuerdo del 11 de septiembre, que se convirtió en parte de la historia, porque los protagonistas los vivieron y cuando se ha vivido un acontecimiento así, nuestra idea del mundo cambia; de pronto vimos que podía ocurrir algo inimaginable, que costaba creer que estaba pasando», dijo. Y de hecho, «a mí me marcó, me parece que fue el comienzo de otra época».

Está presente, además, en la novela, «la amenaza del cambio climático. Hay desastres naturales y otros que los provoca el ser humano. Curiosamente, en Lisboa ocurrió el terremoto de 1755; para mí había un paralelismo entre el 11-S en Nueva York y el 1 de noviembre de 1755 en Lisboa: una mañana soleada en la que de pronto ocurre algo que es como el fin del mundo. Muchas personas en Lisboa creyeron ese día que era el fin del mundo», contó.

Sobre cómo un determinado enfoque puede deconstruir la realidad, el autor explicó que «una novela es una manera de contar la realidad a través de la ficción: Hay historias porque necesitamos explicarnos el mundo».

«Un hombre anticipa con ilusión el momento de reunirse con su esposa mientras ultima los preparativos de su nuevo hogar en Lisboa. Atrás queda una etapa de sus vidas en Nueva York marcada por el indeleble recuerdo del 11-S. Él se adelanta con la mudanza mientras Cecilia organiza el traslado de su proyecto científico sobre los mecanismos neuronales que rigen la memoria y el miedo.

Un tranquilo barrio de Lisboa ofrece la promesa de un futuro que él se esmera en preparar con minucioso detalle. Pero incluso el refugio buscado y la rutina más apacible pueden resultar desconcertantes cuando la sospecha de una amenaza incierta altera su espera.
Tus pasos en la escalera es una novela de suspense psicológico en la que la memoria, la razón y el miedo son los elementos que determinan la realidad tangible. Sutil y progresivamente Antonio Muñoz Molina muestra que sometida a la lente de un microscopio, la realidad desvela fisuras que pueden derrumbar lo que con tanto cuidado nos hemos contado sobre nuestras vidas. »

Antonio Muñoz Molina. Nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Ha reunido sus artículos en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003) o La vida por delante (2002). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barral, 1986, 1999 y 2016), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987, 1999 y 2014), Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002 y 2016), Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997; Seix Barral, 2013), Carlota Fainberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna (Seix Barral, 2006), Sefarad (2001; Seix Barral, 2009), La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009), Como la sombra que se va (Seix Barral, 2014), Un andar solitario entre la gente (Seix Barral, 2018), el volumen de relatos Nada del otro mundo (Seix Barral, 2011) y el ensayo Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013). Ha recibido, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, el Premio de la Crítica, el Premio Planeta, el Premio Liber, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger, el Premio Jerusalén y el Premio Qué Leer, concedido por los lectores. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Lisboa y está casado con la escritora Elvira Lindo.

Conferencia de Muñoz Molina en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES

  • El Periódico Extremadura
  • 48horasMagazine

Juan del Val en la Feria del Libro de Badajoz

El escritor y guionista televisivo Juan del Val ha presentado este sábado, 11 de mayo, en la Feria del Libro de Badajoz, su última novela, titulada Candela, con la que ha obtenido el prestigioso Premio Primavera de Novela 2019.

Juan del Val en la Feria del Libro de Badajoz

Candela es la segunda novela que Juan del Val ha escrito en solitario. En ella construye, con una veracidad descarnada y un sentido del humor en ocasiones desternillante, el retrato de una mujer única.

Candela es una mujer de poco más de 40 años, que regenta, junto a su madre y su abuela, un bar de barrio. «Me gusta definirla como una mujer maravillosa, a pesar de todo y sin saber que lo es». Aunque la rodea un universo femenino, Del Val no cree que sea una novela de mujeres, «porque hay cosas en las que los hombres también se pueden ver muy reconocidos». El escenario principal es un bar, «porque los bares son lugares por donde pasa la vida». El autor defendió ayer que Candela no es una novela «complaciente», sino que tiene pasajes «tremendamente duros», pero sí es «optimista, porque yo soy optimista», afirmó.

«Candela es una mujer de cuarenta y pocos años con una vida normal, acostumbrada a la soledad, enormemente observadora y con un ácido sentido del humor. Sus días transcurren sin grandes sobresaltos mientras trabaja de camarera en el bar que regenta junto a su abuela y a su madre tuerta. Un bar de barrio por el que, a través de sus clientes, pasa la vida entera. Candela deberá alumbrar cualquier penumbra, incluso esa que vuelve desde el pasado que creía olvidado.»

LEER EL PRIMER CAPÍTULO DE LA NOVELA

Juan del Val (Madrid, 1970) ha trabajado en muchos sitios: en obras (de construcción, no de teatro), en periódicos, en revistas, en radio y en televisión; entre otros medios, en Radio Nacional de España, Televisión Española, Canal 9 y Telecinco. Durante cuatro años dirigió y co-presentó Lo mejor que te puede pasar, en Melodía FM. Actualmente colabora con Carlos Alsina en Onda Cero y es guionista de El Hormiguero.

Junto a Nuria Roca, ha firmado Para Ana, de tu muerto y Lo inevitable del amor. En 2017 publicó su primera novela en solitario, Parece mentira, recibida con gran entusiasmo por los lectores.

Conferencia de Juan del Val en la Feria del Libro de Badajoz

FUENTES

  • El Periódico Extremadura
  • 48horasMagazine

“Lo que a nadie le importa”, de Sergio del Molino

Descubrí a Sergio del Molino a través de su obra La España vacía, un libro extraordinario, mezcla de ensayo, periodismo y crónica de viajes, en el que el escritor y periodista madrileño nos acerca a la realidad de ese enorme territorio casi deshabitado dentro de la Península, al que llama, con gran acierto, la España vacía.

Me pareció un libro magnífico, su lectura me cautivó y por eso me quedé con ganas de leer más cosas de este autor. Me llamó la atención la referencia que hacía a su novela, publicada en 2014, Lo que a nadie le importa y por eso me propuse incluirla en mis futuras lecturas. Decía así: «Nosotros, aunque no hayamos huido de un pueblo, hemos crecido en las calles imaginarias de muchos de ellos. En calles abandonadas y empapadas de lluvias amarillas. Hemos crecido entre palabras que las abuelas trajeron del campo e incrustaron en las paredes del salón () Hay algo en mi generación que llama a los orígenes, que invoca las viejas mitologías y que aspira a recrearlas o a jugar con ellas desde la contemporaneidad. Podrá despreciarse como una moda, pero es difícil prefabricar unas emociones tan íntimas y unos discursos tan volcados hacia el interior. Yo también hice mi propio viaje de vuelta en 2014, en una novela titulada Lo que a nadie le importa, que termina en la aldea menguante donde nació mi abuelo y que es el núcleo de mi propia mitología familiar.»

El libro gira en torno a una frase que le soltó José Molina, el abuelo del autor, a su mujer en el lecho de muerte: «Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos». Esta frase se quedó grabada en la mente del joven Sergio del Molino, que, años más tarde, se propuso indagar en la vida de su abuelo, un hombre extraordinariamente callado, para tratar de averiguar qué había detrás de esas terribles palabras.

     «Cuando parecía que ya había dicho las pocas palabras que quiso decir, a sus ochenta y dos años, con los riñones secos, encamado durante meses y a la espera de una muerte impuntual y desganada, José Molina habló. Él, tan sobrio, alcanzó la gloria literaria en doce palabras justas. Ante sus hijos, nietos y hermana, ante toda la familia que abrazaba en media luna la cama mortuoria, apartó a su mujer y le dijo con una voz que guardaba fríos de otros siglos: Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos. Era una frase extraña, de orden perfecto y arte mayor. Un hexadecasílabo de cantar de gesta, anterior al castellano. De todas las combinaciones posibles de palabras, escogió la más rotunda, como si llevara años ensayándola, probando variantes, buscando el efecto más demoledor. Es la mejor frase que he escrito en un libro. De ti no quiero ni que me cierres los ojos. Después de aquello, sólo cabía morirse con los ojos bien abiertos.

     ¿Cuántas décadas de rencor caben en esas dieciséis sílabas? ¿Cuánta amargura, cebada invierno tras invierno, hace falta para destilarlas? Para libar un licor de esa densidad literaria se necesitan varias novelas rusas. Se requiere un silencio de altísima calidad, hervido durante años, para conseguir esas dieciséis gotas de odio refinadísimo, escanciadas justo antes de morir en la misma cara de la mujer con la que se ha pasado la vida. Yo tenía diecisiete años cuando las escuché, y durante un tiempo creí que sólo yo las había sentido. La familia no les dio gran importancia. Era la aspereza definitiva de un hombre áspero, el golpe final. Pero yo tenía diecisiete años y toda la literatura del mundo. Aunque esas palabras no iban contra mí, en mí se quedaron.»

El resultado es esta novela, magníficamente escrita, en la que el autor de la España vacía reconstruye la vida de su abuelo y de su familia materna, una familia pobre y llena de silencios, y que nos aproxima a la memoria de un país de supervivientes llenos de un silencio culpable y avergonzado, donde las cosas nunca fueron como deberían ser. Absolutamente recomendable.

    «No recreo una época, sino que la creo desde la nada. Estas supuestas memorias familiares son lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca. La realidad que las ampara sólo existió mientras fue enunciada y se murió al mismo tiempo que nacía. Estas páginas son ficciones sin registros fósiles.»

LEER UN FRAGMENTO DEL LIBRO

SINOPSIS

«Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos.»

Con esta sentencia disparada contra su mujer, el octogenario José Molina rompe en su lecho de muerte un silencio al que se ha aferrado durante décadas. Esta frase se instala en la mente de su nieto de diecisiete años, que por primera vez intuye que detrás de ese abuelo adusto, seco y bronco se esconde un pasado de cicatrices y miedos. Años más tarde, el nieto adulto intentará encontrar las palabras que nunca se dijeron y descubrir de qué están hechos sus propios silencios.

José Molina creció en los años veinte rodeado de telas y mujeres en un antiguo comercio textil. Su juventud se quebró por la guerra y por una familia hecha de susurros, supersticiones y maldiciones femeninas. Se pasó la vida luchando, primero como recluta del bando nacional y luego como dependiente en una tienda llamada El Corte Inglés, a la que vio transformarse en un imperio, en el Madrid de Celia Gámez. Lejos de ser un héroe, acabó por convertirse en uno de tantos supervivientes.

Sergio del Molino ha escrito una novela íntima y familiar en la que la memoria y el presente se mezclan en una crónica de España, un país lleno de silencios donde nadie dice nunca nada porque parece que todo está ya dicho.

SERGIO DEL MOLINO

Sergio del Molino (Madrid, 1979) es escritor y periodista. Premio Ojo Crítico y Tigre Juan, entre otros, por La hora violeta (2013), es autor también de las novelas Lo que a nadie le importa (2014) y No habrá más enemigo (2012). Su ensayo La España vacía (2016) se convirtió en un fenómeno editorial y abrió un debate social, cultural y político inédito en España. Además, recibió el Premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo y el Premio Cálamo al Libro del Año, y fue reconocido como uno de los diez mejores libros de 2016 en España por la inmensa mayoría de la prensa. Su última novela es La mirada de los peces (2017). En 2013, El Cultural de El Mundo le escogió como uno de los narradores españoles menores de cuarenta años más relevantes. Colabora en diversos medios de comunicación, como El País, Cadena Ser, Onda Cero, Mercurio o Eñe.

OTROS FRAGMENTOS DEL LIBRO

     «Molina trabajaba. Militarmente, pero sólo trabajaba, sin proyecto ni estrategia. Mantener su puesto, hacerlo todo más o menos bien, no destacar. La vida del soldado que se contenta con llegar vivo al anochecer. Se paseaba entre las perchas como se paseó entre los presos del campo manchego. Vigilaba las camisas y los pantalones con la misma abulia diligente con que vigiló a los prisioneros de guerra republicanos. Se dejó llevar. Su vida consistía en afeitarse cada mañana con brocha y espuma Lea, escuchar con su oído todavía útil el rac-rac de cigarras roncas que levantaba la cuchilla sobre su cara y acostarse por la noche sin rozar el tacto de muñeca de porcelana de su mujer.
     A los cuarenta años, en su pisito al fondo de las cuestas de Embajadores, con una mujer a la que llamaba Chati, un hija que no era hija perdida en Venezuela, una niña muerta a los pocos días de nacer y dos hijos sanos, José Molina estaba en paz con la vida. Había vivido las aventuras que no había querido vivir y se había enamorado de quien no se había querido enamorar. Si sus hijos no robaban ninguna camisa, mantendría su puesto y su sueldo hasta que venciera el plan de pensiones. No necesitaba más. Ya estaba bien. Era demasiado para un zagal del Gancho. Madrid ya no tenía cascotes, Celia Gámez envejecía en el olvido, el Retiro estaba al final de la Cuesta de Moyano y el Atleti, con Madinabeytia en la portería, iba tirando y ganaba ligas y copas con cierta frecuencia, aunque las perdía con una frecuencia mayor. La vida era todo lo que cabía en el espejo del baño. Sólo tenía que vigilarlo para que nadie lo rompiera.»
      […]
     «Ya no tenía quince años. Ya no era pobre ni tenía Francia. Nunca la tuve. Como la hija del héroe de la Nueve, jamás sería francés. Me sabía figurita de un lar áspero y seco hecho de fondos de cuestas y de pueblos hundidos en sus propios cerros. Mi abuelo llevaba mucho tiempo muerto y hacía años que yo había abandonado a mi abuela en el pisito, pero mi huida no había llegado a ningún sitio. Venía de un lugar donde las cosas nunca eran como tenían que ser , donde los viejos no se morían como había que morir y los hijos no querían a sus padres como había que quererlos.
Venía de una imperfección sublime, de mucho viento y pocas lluvias, y sabía que jamás habitaría un mundo como el de aquel río y aquellas casas de tejas de girlache. Pero era tan hermosos verlo pasar dese la ventanilla, mientras Cris, silenciosa y plácida, me rozaba la pierna al cambiar de marcha, nostálgica de un país que nunca fue.»